amor propioby gonzalo celorio

Presses Universitaires du Mirail

Amor Propio by Gonzalo CELORIOReview by: Adriana SANDOVALCaravelle (1988-), No. 60 (1993), pp. 172-174Published by: Presses Universitaires du MirailStable URL: http://www.jstor.org/stable/40853193 .

Accessed: 11/06/2014 01:39

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experiencia de este viaje publicará precisamente Ecuador. Journal de voya- ge . Sin embargo, si los años de aprendizaje en París fueron gozosos y todo ello le permitió apropiarse de la lengua hasta el grado de hacerla el instrumento de trasmisión de su poesía, el retorno lo dotó de la experiencia del dolor y la marginación, pues si en Francia, ha sido poco estu- diado por la crítica francesa - a pesar de haber hecho del francés su lengua poética, como cualquier francés - en su propio país se le vio como "... un afrancesado, un descastado :" qui a refusé et oublié ses origines". Fina y coherentemente tejidos los hilos del discurso crítico que muestra el contexto sociológico, siempre al servicio del análisis literario, donde se alcanza una más alta valoración del poeta es cuando se entra al estudio específico de su poesía, ilustrado directamente con los propios versos del poeta. Sobre el destino y la trayectoria crítica que han seguido sus poe- mas, la búsqueda y el rescate, que con gran celo profesional ha hecho de este poeta ecuatoriano Adriana Castillo de Berchenko, es una muestra de la riqueza de una literatura imprescindible y su esfuerzo, para lograr dar un reconocimiento latinoamericano a Alfredo Gangotena, se suma a los juicios favorables de Pablo Neruda y Roque Dalton. Habiendo esta- do casi totalmente ausente en las Historias de la Literatura, Alfredo Gangotena, poète équatorien (1904-1944) ou l'Ecriture Partagée contribuirá, sin duda, a lograr una más justa valoración de este excelente poeta.

Rogelio ARENAS.

Gonzalo CELORIO, Amor Propio , México, 1992.

Leída en dos sentadas, empujada por la facilidad de la lectura, los continuos reconocimientos, el fino sentido del humor, las acertadas imá- genes, Amor propio, la primera novela de Gonzalo Celorio, es la novela de una generación. No hay manera de sustraerse a las experiencias comunes de la generación del sesenta y ocho, vividas por la clase media mexicana de manera a la vez única y uniforme. Esa generación, como en su momento las demás, descubría alternativa, consecutiva o simultánea- mente, la literatura, el sexo, pero también la mota y la política, de la misma manera, pero cada quien a su modo. Ramón, el estudiante uni- versitario, no es un activista político, ni se involucra participativamente en el movimiento estudiantil (asiste a asambleas), pero no puede perma- necer ajeno a él. Frente a su familia es un rebelde, un inconforme, un revoltoso, pero frente a sus compañeros universitarios, más activos que él, es prácticamente un reaccionario.



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Las tres secciones de la novela van de Moncho (el adolescente), pasan por Ramón (el joven), hasta desembocar en Aguilar (el joven adulto), el día en que cumple treinta años. Con el cambio de nombres se da, asimis- mo, un cambio en la identidad del personje central, que pasa del familiar e íntimo diminutivo de Moncho, al Ramón a secas de su vida universitaria, hasta el Aguilar del joven adulto que se gana la vida sin mayores entusiasmos. El desencanto, la mediocridad, el clasemedierismo, los pequeños éxitos, los fracasos amorosos, son únicos y típicos también. La sensación final es de desilusión, de rutina, de hastío, de lo que podía haber sido y no fue y parecería que ya no será. Amor propio es la novela de una posibilidad no realizada, de cómo la inercia, la realidad o quién sabe qué demonios, o todo junto, se van tragando al Monchito de ojos brillantes hasta convertirlo en el desencantado Aguilar. ¿En qué momento se jodio todo Aguilar? El desencanto y la desilusión son tal vez doblemen- te fuertes, en la medida en que su involucración con la literatura le han despertado una conciencia más alerta que la media, pero no mucho más. Celorio recrea con facilidad y soltura el mundo adolescente clasemediero mexicano. Conserva aún la mirada asombrada ante la vida y tiene la habi- lidad para retratarla. El narrador omnisciente se identifica, no pocas veces, con el propio Celorio, a quien se percibe en la rememoración tal vez auto- biográfica, sin que se valga hacer una identificación de uno a uno. La construcción de los momentos se va dando, de manera un tanto nostálgi- ca, a través de las descripciones de modas, claro está, pero sobre todo a través de la música, que escuchamos claramente como soundtrack.

La palabra clave de la novela parecería ser el desencanto. Pero no es un desencanto destructivo, sino uno festivo y salpicado de humor. La ciudad de México está ahí, como un personaje más, en particular el Mix- coac que tan bien conoce Celorio y ya ha retratado anteriormente {Modus periendi ) , además del Centro y la Ciudad Universitaria. La novela se da en el marco de varias fiestas, de varios ritos de pasaje que marcan la vida de Moncho-Ramón-Aguilar. Las tres fiestas centrales son la fiesta de graduación, la fiesta de la no-boda y el cumpleaños número treinta, que corresponden, respectivamente, a las tres grandes secciones de la novela. En cada caso, la fiesta marca la muerte de una etapa y el nacimiento a otra. La fiesta de graduación está precedida por una fiesta en la que Moncho no participa como protagonista (de la fiesta) sino como escenó- grafo, aunque esta no participación en la fiesta de su hermano mayor es parte de su protagonismo (en la novela). Así, precisamente, se inicia, significativamente, Amor propio : con la pre-iniciación a un rito social, que culmina con la iniciación de un rito individual y solitario: la mas- turbación. Y ése es también uno de los sentidos del título.

En la novela los ritos son tan importantes como los no-ritos. La novela se cierra en un círculo, pues termina con un no rito social - la no



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celebración colectiva del cumpleaños número treinta - celebrado indi- vidualmente, de nuevo, como el primer rito de masturbación, en el ais- lamiento, subrayado por la ubicación en la calle de la Soledad. El uso de lugares comunes sirve, a la vez, como tales, es decir, como recursos a los que se acude de manera habitual y un poco mecánica, pero también para dar importante información. Un ejemplo temprano: la primera parte del primer tercio ("Moncho") termina con un regaño del padre a Roberto, el hermano mayor. El "capítulo" dos empieza con Moncho probándose un smoking arreglado para su fiesta de graduación: "Se pondría el traje gris que papá había dejado casi nuevo y que mamá trató de arreglar con tanto esmero como desacierto. Era más grande el difunto" (19). Así abruptamente, en medio del lugar común, el narrador nos informa de la muerte del padre.

Adriana SANDOVAL.



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