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ALGUNAS EXPERIENCIAS PSIQUICAS Y SUS RESULTADOS

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  • ALGUNAS EXPERIENCIAS PSIQUICAS Y SUS RESULTADOS

  • Revisin completa de la primera edicin en espaol publicada en 1982. Copenhague, 2003. Segunda revisin efectuada en marzo 2013. Lea las otras publicaciones en espaol de la Editorial:

    La Obra principal: PEREGRINAD HACIA LA LUZ! Un mensaje del Mundo Suprasensible a la Humanidad.

    PREGUNTAS Y RESPUESTAS Suplementos I y II

    LA DOCTRINA DE LA REDENCIN Y EL CAMINO MS CORTO

    Un mensaje del Mundo Suprasensible para todos aquellos que se denominan cristianos.

    Reservados todos los derechos de traduccin y cualquier forma de reproduccin. Vandrer mod Lysets Forlag Copenhagen, Denmark www.peregrinad-hacia-la-luz.info www.phll.org www.vandrer-mod-lyset.dk Impresin bajo demanda 2011 ISBN 978-87-8787-09-9

  • MICHAEL AGERSKOV

    ALGUNAS EXPERIENCIAS PSIQUICAS

    Y SUS RESULTADOS

    La primera edicin en dans fue publicada en 1922

    Editorial VANDRER MOD LYSET Ltda. Copenhague, Dinamarca

  • INTRODUCCIN

    A que a mi esposa y a m, diferentes personas nos han solicitado que expongamos por escrito nuestras experiencias

    psquicas y comentemos la conduccin bajo la que hemos estado durante estos aos, y gracias a la cual salieron a la luz las tres obras medimnicas publicadas por m, he decidido poner en conocimiento pblico, aquellas de nuestras experiencias que pue-den ser dadas a conocer. Hago de inmediato la salvedad, que naturalmente no puedo dar a conocer todo; pues nuestras experiencias son tantas y muchas de ellas tienen un carcter tan privado, que no pueden tener ningn inters para otras personas que para nosotros mismos. Lo que pretendo exponer ser, por lo tanto, algunos acontecimientos que clara y llanamente testifican que tras nosotros ha habido una conduccin espiritual que nos ha llevado por caminos a menudo extraos hacia metas previamente fijadas; y tambin aconteci-mientos que sern considerados por personas de razonamiento lgico como pruebas irrefutables de que la personalidad no perece a la muerte, y que tras el mundo visible existen inteligencias invisibles que pueden intervenir y actuar en l. Sin embargo, me resulta muy difcil adentrarme de buenas a pri-meras, en los acontecimientos que pusieron en nuestras manos las primeras pruebas contundentes, de la supervivencia de la perso-nalidad humana despus de la muerte del cuerpo; por eso prefiero

    Y

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    empezar a relatar algunas experiencias de nuestra infancia y ju-ventud, que por decirlo as, nos prepararon para lo que se ave-cinaba. Si bien para muchos lectores estos acontecimientos carecern de importancia, no obstante constituyen los primeros eslabones de la cadena que nos llev a los resultados que han sido dados al conocimiento pblico hace mucho tiempo. De su infancia ms temprana mi esposa en realidad slo recuerda un acontecimiento al que ella no ha podido darle una explicacin normal tal como imaginacin, subconsciencia, tele-pata, etc. - pero que puede ser comprendido si se explica desde el punto de vista de que un espritu, probablemente atado a la Tierra, haya sido el autor de lo acaecido. A la edad de unos seis o siete aos, mi esposa tena la costumbre, al costarse, de pegar la frente a los barrotes de la baranda de la cama. Lgicamente los barrotes le dajaban profundas huellas en la frente. Su ama la rea a menudo y la pona en el centro de la cama recomendndole que se quedase all; pero tan pronto como el ama se iba, como dice el dicho: el hijo de la gata ratones mata, J.1 volva a pegar la frente a los barrotes. Una noche que J. yaca despierta2 pero con los ojos cerrados en la posicin que tanto le gustaba, sinti de repente como si alguien le apretara firme y duramente la nariz. Asustada salt en la cama exclamando: Sultame!, chandose sobre el culpable que se atreva a apretarle la nariz. Ella supona que el culpable era una de sus dos hermanas menores con las que comparta la habitacin. Pero sorprendida vi que sus dos hermanas estaban en sus respectivas camas durmiendo apaciblemente. La luz de la luna iluminaba la habitacin, y adems, arda una lmpara de noche, de modo que J. pudo ver claramente a las hermanas. Como la habitacin era bastante amplia y las camas de las hermanas estaban colocadas a la pared de enfrente, muy separadas de la de

    1 De aqu en adelante mi esposa ser denominada: J. 2 Durante su infancia J. padeci mucho de insomnio.

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    J., ninguna de ellas pudo haberse levantado para apretarle la nariz y haberse acostado de nuevo en el instante que transcurri desde que J. sinti el duro apretn hasta que peg el salto. Llam a las hermanas, pues aunque ella no haba odo nada, pens sin embargo, que hacan como si dorman; pero como nadie le contest estuvo largo tiempo sentada pensando en quin podra haber sido. Por la maana se lo cont a la hermana de su ama que por aquel entonces sustitua al ama que estaba de vacaciones. Lgicamente J. fue inculpada de haber inventado o soado la historia; pero durante mucho tiempo su nariz estuvo adolorida y en el futuro se cuid mucho de volver a pegar la frente a los barrotes; incluso despus ya de adulta a menudo ha sucedido, que cuando sin darse cuenta se corra hacia la baranda de la cama, instintivamente se retiraba de un salto y luego pensaba en el acontecimiento de su infancia. Cmo se explicara este fenmeno si se prescindiera de la teora del espritu?. Que J. no haba soado lo corrobora su nariz ado-lorida; y como estaba del todo despierta y yaca completamente quieta, es difcil que se haya pegado con la baranda de la cama; yo no veo otra explicacin que la de que un ser espiritual, que tena la facultad de materializar su mano y emplearla para apretarle la nariz y as darle a la nia una buena leccin, es el autor de la experiencia de J. Ahora voy a relatar un acontecimiento de mi propia infancia, un acontecimiento que me dej una impresin indeleble y que en ese entonces y todava muchos aos despus me resultaba totalmente inexplicable. Un da, deba haber tenido nueve aos, me encontraba muy cerca de mi casa, la vivienda del aduanero en el pueblo de Rrvig, en un camino local que conduca a unas dunas llamadas Hjesand, que se extienden desde el norte del pueblo hasta la localidad de Dybes cerca del mar Kattegat.

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    De repente una pequea nia estaba a mi lado. Yo no la conoca, ella no dijo su nombre, y yo no pregunt; pero en seguida me cay sumamente bien. Puso su mano en la ma y juntos caminamos hacia Hjesand; aqu nos quedamos largo rato y despus em-prendimos el camino de vuelta a casa. No recuerdo en absoluto lo que hablamos; pero nos dijimos muchas cosas, y ella me caus una infinita impresin, una impresin tal, que an hoy da la tengo vivamente grabada en la mente. Ella despareci tan de repente como apareci. Pregunt en vano a algunos acerca de la nia, pero por lo dems, sin confiar a nadie lo sucedido. Cuando mi esposa tena quince aos y fue por primera vez a Rr-vig, se sorprendi de que Hjesand le pareciese tan conocido, mientras que el pueblo y las inmediaciones le resultaron desco-nocidos. J. deca a menudo que no poda comprender de dnde conoca el lugar, y como ella hasta aquel momento no haba estado en lugares donde se hallan dunas, brezos, etc., su conocimiento no poda provenir de semejanzas paisajsticas. Ninguno de nosotros pens entonces ni en los primeros aos de nuestro matrimonio, que la explicacin era: que J. era la men-cionada nia que, mientras ella estaba enferma con fiebre en su casa en Copenhague, haba sido mi compaera de juegos por corto tiempo en Rrvig durante una exteriorizacin en el sueo. Pero treinta aos despus de que yo a mis nueve aos hube tenido esta experiencia, una vez establecido el contacto entre mi fallecido suegro, pastor R. Malling-Hansen, y nosotros, recibimos una explicacin que para nosotros fue totalmente vlida, pero que para aquellos que desconozcan los fenmenos ocultos les parecer sumamente fantstica y que tal vez me d fama de no estar en mis cabales. Mi suegro relat lo siguiente: Antes de nuestra encarnacin, mi esposa y yo habamos prometido encontrarnos en la existencia terrestre para como esposo y esposa posiblemente convertirnos en los mediadores entre el mundo sensible y el suprasensible, de lo cual haba

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    necesidad en grado sumo. (Vase Peregrinad hacia la Luz, pg. 285). Para crear una comunicacin psquica entre nosotros, el Espritu custodio de J. durante su enfermedad la haba llevado, es decir, a su Yo espiritual, a mi casa y la haba materializado por medio de irradiaciones de Luz, de modo que ante m apareciera como un ser viviente, una nia de mi edad. Mi esposa no recordaba nada de esta metamorfosis (aparte, como ya se ha dicho, de la impresin del paisaje); y cuando yo la conoc a la edad de quince aos, no la relacion con mi experencia, si bien me sent en seguida atrado por ella. Despus de haber relatado estos acontecimientos de mi infancia, paso a un tiempo posterior. Cuando mi esposa perdi a su padre a la edad de diecisiete aos, se encontr de nuevo frente a un fenmeno que le impresion an ms que la experiencia de la infancia, y que tampoco pudo expli-carse, ya que en aquel entonces todava no tena el ms mnimo conocimiento de espiritismo. Al da siguiente de la muerte de su padre, ella estaba sola en uno de los salones mirando hacia el jardn, de espaldas a la puerta del saln. Ella, que haba querido a su padre indeciblemente, pensaba en l, que haba partido, pensaba en cun difcil iba a ser para ella el no volverlo a ver nunca ms en vida. Ensimismada en sus tristes pensamientos, de repente oy, clara y ntidamente, la voz de su padre que le deca: No estoy muerto, vivo!. Invadida de una alegra momentnea, se volvi convencida de estar cara a cara con su padre, pero el saln estaba vaco. Con-fundida de no ver a nadie a pesar de haber odo claramente su voz, se figur que su padre haba tenido una muerte aparente (muri repentinamente de un ataque al corazn) y que, aunque ella no haba odo moverse la puerta, l haba continuado su camino para decrselo al resto de la familia. Pero como el silencio continuaba en torno suyo y no aparecieron ni su madrastra ni sus hermanas, se dirigi al despacho del padre, donde haba quedado su cadver,

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    con la esperanza de encontrarlo de camino all. Mas no vi a nadie, y cuando abri la puerta del despacho vi que el cadver de su padre yaca tranquila y plcidamente en la misma posicin en que ella lo haba visto la ltima vez. J. estaba tan impresionada por lo que haba experimentado que no se atrevi a contrselo a su madrastra ni a sus hermanas. No habl de esta experiencia con otros hasta muchos aos despus. Ya de muy joven mi esposa era muy receptiva a la influencia por el pensamiento. Acaeca una y otra vez, que tena la sensacin de que alguien ira a su casa en el transcurso del da, y cuando la persona llegaba se diriga a su madrastra o a sus hermanas exclamando: S, ya lo saba!. Igualmente aconteca a menudo, por ejemplo cuando sus herma-nas y ella jugaban a sorteo, que ella saba de antemano quin sera la afortunada, y cuando as resultaba volva a decir: : Si, ya lo saba! Con frecuencia le hacan broma a causa de eso; pero una cierta cohibicin por el extrao hecho de que ella de antemano estuviese enterada, la inhibi de decirlo a tiempo. Pero ella misma fue cada vez ms atenta a esto, que por supuesto, le era completamente inexplicable. Despus de la muerte de la madrastra y de la disolucin del hogar, J. vivi un tiempo junto con una hermana mayor. J. y yo ramos entonces prometidos, y ella me haba confiado algunas de sus experiencias, al igual que yo mismo particip en algunos acontecimientos que, sin embargo, pueden explicarse como fen-menos telepticos y como adems slo tienen un inters especial para nosotros mismos, no voy a adentrarme en llos. Pero varias veces yo le haba dicho: Deberas escribir lo que sabes, antes de que suceda. Un da que J. estaba ocupada en quehaceres domsticos oy una voz desconocida para ella que deca: El mircoles saldr el nmero ganador de Michael con 1000 coronas de premio.

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    Escarmentada por la experiencia, J. escribi en seguida las palabras en un trozo de papel y lo meti en el cajn de su escritorio, pero no dijo nada a su hermana ni a m. Esto ocurri un lunes. El mircoles, que era el primer da del sorteo de la lotera, en la lista del sorteo v que mi nmero haba salido con 1000 crs. de premio. Sub de inmediato adonde estaba J. para contarle la noticia; ella no se sorprendi ni siguiera un poquito, sino que dijo como tantas otras veces antes: Ya lo saba pero ahora vers, esta vez lo he escrito para que t y los otros veis que es cierto lo que digo. Despus de lo cual me entreg el papel en el que haba escrito las palabras. En verdad admito, que me sorprend mucho e involuntariamente pens que, aunque no tena ningn motivo para dudar de su since-ridad, ella al igual que yo, lo haba visto en la lista del sorteo, (todava no haba salido ningn peridico vespertino). Por eso pregunt a la empleada de la casa si la seorita haba estado en casa toda la maana. (La hermana de J. estaba en aquel entonces dedicada a sus tareas escolares). La chica que visiblemente se qued desconcertada por esta pregunta, respondi de inmediato: S, la seorita y yo hemos estado en casa todo el tiempo. Tuve que rendirme a la evidencia, como he tenido que hacerlo tantas veces posteriormente. En los primeros aos de nuestro matrimonio no recuerdo haber experimentado nada especial en el terreno de lo oculto. Ya en aquel entonces era bastante versado en literatura espiritista y lo relacionado con ella, mientras que mi esposa, tena muy poco conocimiento de ello, pero sin embargo, saba lo suficiente como para darse cuenta de que el espiritismo explicaba varias expe-riencias del tipo que ella haba tenido, como provenientes de espritus; pero no mostraba ningn inters especial por el tema. Cuando nuestra hija tena unos dos aos y medio, surgieron entre tanto una serie de fenmenos que acapararon nuestra atencin, algunos de los cuales expondr a continuacin.

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    Nos dimos cuenta de que ella a veces se diriga hacia un ban-quillo bordado que estaba en una esquina, haca una reverencia, tenda la mano y deca: Ho'la, ho'la!, despus de lo cual saltaba llena de alegra; o arrastraba sus juguetes hacia el banquillo y hablando ansiosamente los tenda como si se los mostrase a alguien. Algunas veces cuando estaba jugando, se levantaba de un salto y halaba hacia s algn juguete exclamando: Es de Inge, no lo cojas!. Una maana cuando mi esposa haba llevado a la nia a su cama, mientras la vesta, de repente la oy gritar muy excitada al tiempo que sealaba su propia cama: Niita, no tocar los juguetes de Inge. J. intent tranquilizar a la nia dicindole que no haba ninguna niita; pero ella insista en lo suyo, y no se qued tranquila hasta que J. tom los juguetes y se los llev. Poco despus, cuando la nia ya estaba vestida y fue llevada al saln contiguo, pero an no tena los juguetes consigo, mi esposa vi que la nia abri la puerta de par en par que estaba entreabierta, y pisando muy furiosa el suelo grit: Niita, no tocar los juguetes de Inge!. Despus corri hacia su cama y cogi todas sus cosas, mientras continuaba diciendo que eran suyas. Un da a la hora de la cena - haca algn tiempo que yo haba per-dido a mi padre - la nia baj de repente de su silla exclamando: Es el abuelo! y entr apresurada en el saln, pero se par de golpe y mir decepcionada en torno suyo. Los dos nos acercamos a ella y mi esposa trat de explicarle que el abuelo no poda estar all porque estaba con Nuestro Seor. Pero la nia sigui afir-mando que el abuelo estaba all, y seal el sof. Nuestra hija siempre haba sido muy apegada al abuelo y mi padre haba correspondido su cario; para nosotros ahora es muy comprensible, que mi padre realmente hubiera estado en nuestra casa cuando la nia lo vi. En otra ocasin cuando J. estaba ocupada en la cocina junto a la estufa, y la nia jugaba en el suelo, de pronto se qued quieta, mir hacia su madre y dijo: Ay, pero si aqu hay dos mams! . Dando a continuacin unos pasos hacia delante abraz a un ser

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    invisible para mi esposa, y despus fue hacia su madre a quien le di otro abrazo. Varias veces repiti el mismo acto, parndose siempre delante de la mesa de la cocina como si realmente en este sitio se hallara un ser material. Poco a poco J. comprendi que de nada serva hacer entrar en razn a la nia pues lo nico que consegua era irritarla, as que cuando fenmenos parecidos se presentaban se haca la desen-tendida o participaba en las figuraciones de la nia. Cuando algn tiempo despus nos mudamos a otro piso que tena un pequeo jardn, la compaera de juegos invisible fue sustituda por una viviente. Para nosotros que vivimos los fenmenos ya relatados y que los sentimos en toda su espontaneidad, la explicacin espiritista es la nica posible: a la nia en su soledad le fue enviada una com-paerita de juegos invisible para nosotros, pero visible para ella.-

  • Establecemos Contacto con algunos de los defensores del Espiritismo en

    Dinamarca ________________

    N la primavera de 1908, a travs de la mayor de mis cuadas, Sra. Danckert, conocimos al ahora fallecido licenciado Sigurd

    Trier que en aquel entonces todava luchaba fervientemente por reclutar proslitos para la causa espiritista. Durante muchos aos la Sra. Danckert haba defendido y defenda incansablemente la teora espiritista ante nosotros, cada vez que surga el tema. Por su iniciativa asistimos como espectadores a algunas de las sesiones de Trier en casa de lla, en las cuales el mismo Trier fue mdium de un espritu que se llamaba Appius Claudius. Las sesiones de trance no nos resultaron agradables; pero la sorprendente rapidez con que l escriba diferentes poemas partiendo de temas dados, no dej de impresionarnos, sobre todo porque muchos de los poemas eran de serio contenido, y eso, a pesar de que la transferencia a menudo slo tomaba pocos minutos y que haba una animada conversacin en la sala. Y como el Sr. Trier nunca exiga participar en la eleccin de los temas, sino que tomaba aquello que le era dado, tuvimos que reconocer que su afirmacin de ser slo intermediario de una inteligencia invisible era ms que probable. Gracias a la asistencia a estas sesiones aument mucho nuestro inters por los fenmenos psquicos, y casi nos sentimos incli-

    E

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    nados a convertirnos en participantes activos de las sesiones, algo que la Sra. Danckert nos segua proponiendo. Principalmente, lo que hizo que de espectadores pasivos pas-semos a ser participantes activos, fueron algunos fenmenos de los cuales el primero surgi totalmente espontneo, es decir, sin ninguna preparacin ni deseo de nuestra parte. Una noche, estando mi esposa sola en casa leyendo junto a la mesa de la sala en donde se hallaba una lmpara con pi de latn; se asust al or tres golpes metlicos agudos. El sonido pareci provenir del pi de la lmpara que estaba justo delante de lla; son como si un pequeo martillo de metal golpease el pi; los golpes resonaron en la sala y entre cada golpe haba un corto intervalo. Cuando los tres golpes cesaron, hubo un lapso de tiempo seguido de tres golpes idnticos a los primeros. Mientras stos sonaban en la sala, J. se levant y mir la lmpara cada vez con mayor espanto. De nuevo una pausa. Mas cuando los golpes comenzaron otra vez dijo en alta voz y ter-minantemente: Basta, ya no quiero or ms! Mientras hablaba son el segundo golpe, pero ms dbil que el anterior y cuando J. call son todava un ltimo, suave como un eco del anterior luego silencio. Mi esposa me cont lo ocurrido cuando llegu a casa; pero al preguntarle: por qu no haba preguntado quin o qu era, quizs era alguien que quera hablar con nosotros ella contest: No, no pude, me asust demasiado; adems no quiero tener nada que ver con cosas que no s lo que son. Pero ambos est-bamos convencidos de que tena relacin con fenmenos espiri-tistas, pero no sabamos cmo debamos comprender lo ocurri-do. Unos das ms tarde cuando yo estaba sentado en la sala pensando en cul sera la coherencia del asunto, se me ocurri qu poda preguntar. Entonces pens: si aqu se encuentra una inteligencia espiritual, pido que toque una cuerda del piano. No hubo ningn sonido; esper la respuesta algunos minutos pero no escuch nada; entonces me dediqu a mi trabajo.

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    Un momento despus J. entr y se sent en un silln al lado del piano, y un instante despus se oy un sonido tintineante por el saln. J. di un salto exclamando: Se rompi una cuerda del piano!, eso nos pareci a los dos. Yo fui en seguida hacia el piano y toqu toda la escala; todos los tonos sonaban bien, no se haba roto ninguna cuerda. Entonces le cont a J. el deseo que haba expresado poco antes. La respuesta haba llegado pues, pero no hasta que J. estuvo cerca del piano. Los dos estuvimos de acuerdo al pensar que alguien o algo deba haber provocado el sonido, pero quin y cmo? Cuando poco das despus la Sra. Dancker vino a visitarnos, le contamos nuestras experiencias, y ella estuvo convencida de que habamos sido llamados, que alguien del ms all deseaba po-nerse en contacto con nosotros. Ella, que era un tanto clarivi-dente, dijo que poda ver una cantidad de espritus del crculo de S. Trier, que yo debera intentar en seguida probar si a travs de su influencia poda escribir poemas al igual que Trier. Despus de discutirlo algn rato, tom papel y lpiz, la Sra. Danckert mencion un tema, mi esposa mir el reloj que yo haba puesto delante de m, y tras pocos minutos haba escrito sin correcciones un poema al estilo del espritu Appius Claudius. Intentamos otra vez, y cuando an no haba pasado una hora ya tena escritos ocho poemas. Luego de este primer intento siguieron otros, despertando tanto inters en nosotros, que acordamos formar un crculo de sesiones; como mi hermana, la Sra. Lindahl, y su esposo estaban tambin intrigados por lo sucedido, el crculo se compuso del Sr. y la Sra. Danckert, del Sr. y la Sra. Lindahl, mi esposa y yo. Durante el tiempo que sigui, la Sra. Danckert y yo fuimos los mdiums del crculo; surgieron numerosos poemas de nuestras sesiones que segn se deca provenan de las ms diferentes inteligencias espirituales. La Sra. D. describa a los espritus y daba sus nombres. Varios de los poemas parecan mucho en su forma y modo de expresin a los poemas que haban surgido en

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    el crculo de Trier y que estaban suscritos con los mismos nombres. La Sra. D. tena muchos deseos de que comenzsemos con las sesiones de mesa, pero ni mi esposa ni yo tenamos deseos. J. ms bien se burlaba de todo pues le pareca que era un modo ridculo de entablar contacto con el ms all. Tampoco crea que la escritura de los poemas probase nada, ya que yo mismo saba escribir poemas, a lo que tuve que darle razn, si bien mi propia produccin y los poemas surgidos en las sesiones no tenan la ms remota semejanza. Cuando ahora miro estos poemas, de los cuales surgieron cerca de doscientos, debo afirmar convencido, que realmente hubo inteligencias invisibles tras ellos. La rapidez vertiginosa con que surgieron; el hecho de que los temas fuesen dados y la escritura comenzara inmediatamente y sin ninguna planeacin de mi parte; que la escritura no fue interrumpida y no hubo correc-ciones; que muy a menudo se charlaba animadamente en la sala sin que esto perturbara; y finalmente, y no menos importante, que yo durante la escritura me senta francamente sobrecogido por los ms diferentes sentimientos: todo esto me es una prueba de que yo en ningn momento he estado solo en el asunto. Cul es la parte que les corresponde a los seres invisibles y cul es la ma, es naturalmente imposible de establecer. Al final del libro, en el apndice, se encuentran algunos ejem-plos muy diferentes de esta produccin. Tambin a travs de la Sra. Danckert, a finales del verano de 1909, conocimos a Chr. Lyngs, sucesor de Trier como redactor del rgano espiritista El Buscador de la verdad. Mi cuada nos present con la esperanza de que quisiramos asistir a una sesin de mesa dirigida por el redactor Lyngs. La verdad es que muchos deseos no tenamos, sobre todo cuando J. supo que habra de tener lugar en una habitacin bastante oscura. Y a pesar de las insistentes protestas de J. - era una noche oscura - la lmpara fue trasladada a la otra sala; pero ella exigi que dejasen la puerta entreabierta, de modo que un haz de luz iluminase el suelo. Al lado del haz de luz fue colocada

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    una pequea mesa. El redactor Lyngs, mi cuado y J. se sentaron en torno a la mesa con las manos puestas en ella. Yo estaba de cuclillas en el suelo para vigilar que todo tuviese lugar sin la ayuda de los participantes. La Sra. Lyngs y la Sra. Danckert participaron como espectadoras pasivas. No tuvimos que esperar muchos minutos para que la mesa, al parecer sin la ayuda de los participantes visibles, levantase una pata del suelo y se inclinase hacia J., que estaba incmoda por este movimiento e intentaba empujarla a su posicin original. Pero el Sr. Lyngs le explic: que no deba hacerlo, que cuanta ms tranquilidad mostrase tanto mejor sera el contacto. Tras la demanda del Sr. Lyngs al ser invisible sobre quin era, fue contestado que era su gua espiritual I. Despus de unas cuantas preguntas hechas por el Sr. L., la respuesta se produjo al repasar el Sr. Lyngs el alfabeto, la mesa golpeaba el suelo con la pata levantada cuando nombraba la letra que necesitaba la inteligencia espiritual, y tambin golpeando s y no. De esta manera fue comunicado: que J. era mdium y que las inteli-gencias del ms all deseaban que ella se pusiera en contacto en ellas. A mi esposa no le gust mucho el mensaje; pero el Sr. Lyngs dijo muy serio que no debera oponerse al deseo expresado. Aunque algunos aos ms tarde el camino del Sr. Lyngs y el mo se separaron a causa de opiniones divergentes, mi esposa y yo le agradecemos porque fue l quien en realidad nos puso en con-tacto con aqullos que buscaban ansiosamente nuestra ayuda, para que el trabajo planeado antes de nuestra encarnacin pudiera ser iniciado. Certifico por la presente que lo anteriormente informado concuerda con la verdad: que mi difunto esposo, en una sesin de mesa celebrada a finales del verano de 1909 en casa de la Sra. Danckert le comunic a la Sra. Agerskov el mensaje de que: las inteligencias espirituales deseaban ponerse en contacto con ella. 22.3. 1922 Christiane Lyngs

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    Confirmo que lo anteriormente relatado concuerda con la verdad. 30.3.1922 M. Danckert Antes de continuar, quiero explicar en pocas palabras lo que realmente tiene lugar en una sesin de mesa, para en lo posible, acabar con la estpida creencia que muchos por su ignorancia manifiestan: es decir, que el espritu est en la pata de la mesa. El espritu que desea manifestarse, se encuentra cerca de la mesa y por medio de las irradiaciones invisibles de los partici-pantes en la sesin y en virtud de su voluntad, el espritu levanta la pata de la mesa del suelo de igual modo, que aqu en la Tierra por medio de la fuerza de vapor o de electricidad se puede poner en movimiento una rueda o levantar objetos del lugar donde reposan. No hay nada de abra cadabra en este acto, las inteligen-cias espirituales pueden realizarlo sencilla y fcilmente, ya per-tenezcan stas al poder de la Luz o al de las Tinieblas.

  • Los Papeles encontrados ____________________

    OMO ya hemos dicho, despus que a travs del gua espiritual del redactor Lyngs hubimos recibido el mensaje, de que

    seres del mundo invisible deseaban ponerse en conctacto con nosotros, decidimos intentar obtener tal contacto en una sesin de mesa normal siguiendo las indicaciones del redactor L. Cuando un da estbamos en casa de mi hermana, la esposa del odontlogo Lindahl, acordamos intentarlo. Nos sentamos en torno a una pequea mesa con las palmas de las manos ligeramente puestas encima. Estuvimos esperando mucho rato, ms de media hora; pero la mesa no se movi, ni siquiera se sinti el ms mnimo movimiento ni vibracin. Cansados hicimos una pausa, despus de la cual continuamos con el mismo resultado negativo hasta que decidimos cesar pensan-do que las sesiones de mesa era una verdadera patraa. Despus de este comienzo infructuoso, no tenamos muchos deseos de continuar; pero unos das despus vino mi hermana para decirnos: que como ramos J. y yo los que habamos sido exhortados a ponernos en contacto con el ms all, era quizs la idea, que la sesin se celebrase en nuestra casa. Esto nos pareci bastante plausible y conseguimos una mesa de tres patas y nos sentamos alrededor de la misma. Apenas habamos estado senta-dos unos minutos, cuando bruscamente la mesa levant una pata del suelo y se inclin hacia J. El movimiento lleg tan repentino e inesperado que rpida-mente los tres retiramos las manos, nos miramos y exclamamos

    C

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    al mismo tiempo: Fuiste tu? Cada uno de nosotros saba per-fectamente que no haba sido el causante del movimiento de la mesa, sino que en el momento de la sorpresa supusimos que uno de los otros habra de ser el causante. Como cada uno de nosotros asegur su inocencia, repetimos el intento; por lo dems, tampoco ninguno de nosotros pudo haber movido la mesa, ya que la sesin se celebr a la luz del da y nuestras manos, como ya he dicho, estaban puestas ligeramente encima de la mesa. En el siguiente intento la mesa se movi casi de inmediato y cuando yo pregunt si all se encontraba una inteligencia espi-ritual, la mesa di tres golpes fuertes con la pata que fue levantada, dado que la mesa cay 3 veces contra el suelo y volvi a levantarse. Le ped al invitado invisible que nos deletrease su nombre, haciendo que la pata de la mesa golpease el suelo cuando yo, al recitar el alfabeto, mencionase las letras necesarias para compo-ner el nombre. De esta manera rpidamente pudimos componer el nombre de un hombre relativamente jven, el Sr. N.N., que en aquel momento llevaba muerto varios aos y al que mi esposa y yo conocamos un poco, mientras que mi hermana no lo conoca. El nombre nos sorprendi muchsimo ya que los tres presentes tenamos parientes fallecidos cuya manifestacin nos haba parecido posible, mientras que no habamos pensado en aqul que se manifest. Al preguntar nosotros si tena algo especial que decirnos, nos comunic esta extraa frase: Lacrad un papel. Reflexionamos sobre lo que quera decir y pedimos ms detalles, ms no nos los di; la mesa no se movi lo ms mnimo. Entre nosotros hablamos sobre lo que las palabras podran significar, y mi hermana coment que como ella no conoca al espritu, ste quizs no quisiera dar ms detalles mientras ella estuviera presente.

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    A la siguiente noche mi esposa y yo nos sentamos solos a la mesa1, no haba otros en la habitacin. El mismo espritu, N.N., se manifest de nuevo. Por medio de diferentes preguntas, que fueron contestadas mediante el alfabeto y golpes de mesa, nos comunic su deseo de que entre los libros que haba dejado deberamos buscar y quemar algunos papeles, que l, por dife-rentes razones quera que fuesen destruidos: desde su muerte haba pensado constantemente en esos papeles que no deseaba cayesen en manos ajenas. La conversacin fue sumamente difi-cultosa, pues sus respuestas fueron muy confusas y varias veces nos di instrucciones contradictorias sobre dnde se encontra-ban los libros. Luego de una semana de conversaciones nocturnas con N.N. solamente nos fue indicado que los papeles que haban de ser quemados se encontraban en un cuaderno escolar azul en cuya portada estaba escrito: aritmtica; y nos comunic adems el contenido del cuaderno, pero slo muy someramente nos indic dnde se encontraban sus libros. Como J. ya una vez haba intentado intilmente encontrarlos en el sitio indicado, estba-mos a punto de perder la paciencia y abandonar todo. Entonces J. se acord de que su difunto padre haba conocido a este N.N. que se nos manifestaba, y se figur que a lo mejor su padre estaba tras estas manifestaciones, y que si nos dirigamos a l posiblemente podramos arreglar el asunto de una manera satisfactoria. Preguntamos entonces a N.N. si el padre de J. estaba all o podra venir, y la respuesta fue: El est aqu!. Inmediatamente notamos un gran cambio en los movimientos de la mesa; rpida y claramente, casi antes de que hubiramos hecho nuestras preguntas, recibimos la respuesta con golpes firmes y fuertes. El espritu que ahora controlaba la mesa nos di su nombre mediante el alfabeto y golpes, habl efusiva y emocionadamente, sobre todo a mi esposa, y de un modo tal, que ella reconoci de inmediato a su padre por las palabras que l

    1 Todas nuestras sesiones fueron celebradas a la luz de una lmpara o del da.

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    compuso y el modo en que formul sus frases. El termin diciendo: Vis por el recto camino, Dios est con vosotros. Luego nos comunic breve y claramente dnde se encontraban los libros dejados por N.N. Al mismo tiempo nos dijo que adems del cuaderno escolar mencionado (aritmtica) debamos encon-trar media cuartilla que estaba suelta metida en uno de los libros. N.N. ya no recordaba en qu libro; mi suegro nos pidi por tanto buscar en todos los libros hasta que lo encontrsemos. Pero como la seora que entonces nos ayud a encontrar los papeles deseados, al dirigirnos a lla para que verificase nuestro relato, niega rotundamente tener conocimiento alguno del cuaderno escolar azul (aritmtica) como tampoco de la media cuartilla suelta, no podemos ahondar en la cuestin. En cambio recuerda un pequeo incidente: que nos haba entregado una libretica creyendo que era el libro buscado. En aquel entonces le hicimos observar: que el contenido de la libreta no corresponda a lo que el Sr. N.N. nos haba indicado. En su carta concerniente a este asunto ella escribe: ...el primer libro que encontr era una libretica, quizs azul.... Sin embargo era de color rosa, y no un cuaderno escolar. La razn por la que esta persona haya recordado la libreta, pero olvidado lo dems, es quizs que N.N. ante nosotros haba empleado la expresin mi propio libro refirindose al cuaderno escolar azl para diferenciarlo de los libros impresos. Claro est que se puede denominar la libreta su propio libro; pero no era aqul del que se trataba. La explica-cin que mi esposa y yo dimos del asunto fue rotundamente rechazada, ella no recordaba nada de los dos detalles principales. Pero en su ltima carta a nosotros ella escribi entre otras cosas: ...aunque la exposicin del asunto fuese totalmente correcta, yo no hubiese firmado a pesar de todo... Debo pues respetar el deseo de aquella seora: no hacer p-blico su nombre; por esta razn debo renunciar a una detenida explicacin de cmo evolucion el asunto; slo puedo decir: los papeles fueron encontrados y quemados. Mas he de aadir que una vez hallados los papeles mi esposa y yo contamos el incidente a algunos de nuestros parientes men-

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    cionndoles tanto el cuaderno escolar como el papel suelto, pero sin decirles cul era el contenido. Igualmente hemos contado a menudo en posteriores ocasiones este incidente poniendo siem-pre de relieve los dos puntos principales. El asunto por tanto se presenta as: o mi esposa y yo desde el primer momento, en nuestro primer relato de lo ocurrido, hemos tergiversado los hechos verdicos, o la seora ha olvidado lo esencial y recordado lo no esencial. Es decir, postulado contra postulado. Aunque el episodio relatado de manera incompleta no puede ser demostrable ante el lector, lo he incluido a pesar de todo, porque constituye la base de nuestra certidumbre de que inteli-gencias espirituales pueden ponerse en contacto con los seres humanos.-

  • Sesiones de mesa, Fotografa y Clariaudiencia

    _____________________

    I antes habamos vacilado sobre cmo deberamos expli-carnos estos fenmenos que habamos experimentado, ahora

    estbamos totalmente convencidos de que tras lo ocurrido de-ban haber inteligencias espirituales; tampoco dudbamos de que el padre de mi esposa se nos haba manifestado; pero tam-bin comprendimos que l no slo busc nuestra ayuda para encontrar los papeles que haban de ser destrudos. Deba haber otras razones. Preguntamos, pero slo nos respondi que haba mucho en lo que podamos ayudar; todo llegara poco a poco si tenamos confianza en l y confibamos en que Dios era nuestro gua supremo; debamos recordar que El siempre nos alentara en nuestra labor. Nuestras sesiones adquirieron ahora otro carcter. Continua-mos con mi escritura de poemas, pero ahora tambin por medio de golpes de mesa podamos obtener respuestas a nuestras preguntas. Aparte de las sesiones del crculo J. y yo, exhortados por mi sue-gro, tenamos nuestras propias sesiones privadas a las que l y otras elevadas inteligencias espirituales llevaron a muchos de los llamados espritus atados a la Tierra; espritus humanos que, mientras estaban revestidos del cuerpo humano, de alguna manera haban infringido las Leyes divinas y humanas y que despus de la muerte se sintieron atados por su conciencia de pecado y por eso no haban podido regresar a sus respectivas moradas en las esferas. (Vase Peregrinad hacia la Luz, pg. 243).

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    Tratamos de hacer entrar en razn a estos seres, tratamos de hacerles reconocer ante nosotros y ante Dios cuanto haban pecado. En el caso de muchos se trataba solamente de hacerles comprender que sus cuerpos terrestres estaban muertos. Se figuraban que vivan todava en las condiciones terrestres conocidas por ellos. En cuanto hubieron comprendido que su cuerpo carnal haba perecido pero que su Yo espiritual haba sobrevivido la muerte, los espritus elevados podan conducirlos a su hogares, a paz y reposo. Para nosotros fue un trabajo ago-tador ya que todo lo que los muertos queran comunicar deba ser deletreado, un mtodo infinitamente lento y fatigoso. Como algunos de los participantes de nuestro crculo deseaban que intentsemos obtener resultados con la fotografa de esp-ritus, preguntamos a mi suegro si eso era algo que deberamos emprender. El contest que desde luego podamos intentarlo, pero que no estaba seguro de que alguno de los participantes poseyera las irradiaciones especiales necesarias para ese fin. Si nosotros queramos seguir sus indicaciones, haba una posibi-lidad de que pudiramos obtener un resultado - mas no lo pro-meti. Sus instrucciones fueron: Nosotros tenamos que revestir la pared de fondo de nuestra sala con tela negra, luego, a alguna distancia de la pared de fondo poner un velo de gasa verde claro a travs de la sala, de modo que ninguno de nosotros se encontrase entre el velo de gasa y la pared de fondo. Una vez hecho as, a la izquierda de la pieza qued el escritorio de mi esposa; encima de ste debamos colocar nuestra lmpara - una lmpara de petrleo con pantalla roja - y por el otro lado del velo de gasa verde, una lmpara con pantalla amarilla; naturalmente ambas lmparas lejos del velo de gasa para que no se prendiese fuego a ste. Las placas tenan que ser reveladas en una cmara oscura, que en lugar de la luz roja utilizada normalmente, tena que ser iluminada por una lmpara que diera luz verde. Luego nos di una receta para un bao en el que las placas deban estar durante diez minutos. La composicin era as: 8 gotas de cido fosfrico, 3 gotas de cido sulfrico, l cucharadita rasa de sal comn, litro de alcohol vnico. Primero haba que meter las

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    placas en un bao normal, luego en un bao de la receta ya dada, y por ltimo en un bao fijador. Los participantes expertos en fotografa pusieron reparos a este procedimiento diciendo: que la luz verde destruira el revelado, al igual que no confiaban en los ingredientes de los que estaba compuesto el lquido. Bueno, a pesar de todo nos atrevimos a intentarlo y con gran sorpresa de nuestra parte no ocurri ningn accidente a causa de los rayos verdes de luz; al contrario, nos pareci a todos que el lquido y la luz verde hicieron que las fotografas reveladas tuviesen unos contornos ms ntidos, pero no hubo ninguna fotografa de espritus. Lo intentamos una y otra vez, siempre con el mismo resultado negativo. Una vez nos pareci a todos que en una de las placas se vislumbraba el rostro de mi suegro; pero accidentalmente esta placa fue destruda, de modo que no pudimos sacar una repro-duccin de ella. Antes de cesar con estos intentos, no obstante tuvimos un caso extrao. En todas las placas se reproduca claramente el escritorio de J., la lmpara y muchas cosas pequeas; pero en una placa que fue tomada junto con otras cinco (el cargador contena seis placas), solamente haba una reproduccin de una fotografa - la de mi suegra - que estaba en la repisa del escritorio: todo lo dems haba desaparecido, el escritorio, la lmpara, etc. Esta placa la hemos conservado como algo curioso. La fotografa no nos llev pues al resultado deseado; quizs no hemos tenido la suficiente paciencia o ninguno de los presentes posea las irradiaciones que segn mi suegro eran necesarias para eso. Despus de haber celebrado durante algn tiempo sesiones de mesa normales, J. observ que ella a veces, cuando uno de nues-tros invitados invisibles con lentitud y dificultad deletreaba una frase, saba mucho antes, lo que iba a decir. Prob sentarse un poco lejos de la mesa mientras otra persona ocupaba su lugar; mas sucedi lo mismo. Una noche en la primavera de 1910, en una de nuestras sesiones privadas, por medio de golpes de mesa hablamos con

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    una pariente fallecida a la que J. haba tenido mucho afecto. Ella nos habl de su hogar en las esferas, y aquella noche J. sinti an ms claramente, que ella saba lo que iba a decir. De repente dijo el espritu que se manifestaba: Dlo, t oyes lo que digo! Al momento J. se qued algo emocionada por la situacin, pero luego repiti rpidamente las palabras que fueron dichas. Cualquiera puede figurarse la alegra que esto nos caus a mi esposa y a m. Rpida y fcilmente la conversacin lleg a su fin. Pero desde aquella noche, nuestras conversaciones con los habitantes del mundo invisible tuvieron lugar por medio de la clariaudiencia de J. La mesa la utilizbamos solamente para constatar mediante golpes de s y no, si J. haba odo bien y haba reproducido correctamente lo odo. Esto constituy una ayuda invaluable en nuestras sesiones con los espritus atados a la Tierra, que ahora directamente podan explicar lo que les re-morda.-

  • La Prediccin de la enfermedad de mi Cuado

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    N el otoo de 1910, mi hermana, la Sra. Lindahl, decidi tras-ladarse por un tiempo, a causa de la delicada salud de su

    hijo, a un pueblo de provincia, mientras su marido se quedaba trabajando aqu. Durante una sesin nocturna en el mes de octubre (mi cuado estaba entonces en el extranjero), algunos parientes fallecidos se manifestaron pidindole encarecidamente a mi hermana que abandonase su plan, pues esto le perjudicara tanto a lla como a su marido. A mi hermana le efect mucho esta peticin, pues tal plan aparentemente slo poda beneficiar en vez de perjudicar. Y ella se opuso rotundamente a modificar su decisin, a no ser que le explicasen claramente por qu era mejor que desistiera de ello. Entonces se le comunic que prximamente su marido se pon-dra enfermo de repente (mi cuado gozaba de una salud ex-celente en aquel entonces), la enfermedad sera muy grave y la vida o la muerte dependeran de la presencia de ella. Esto nos desalent mucho a todos, y preguntamos cundo suce-dera y pedimos al comunicante que lo escribiera con la mano1 de J. para que pudisemos tener una prueba visible del momento de la aparicin de la enfermedad. El comunicante escribi lenta y claramente con la mano de mi esposa: Tres meses es el tiempo. El tipo de enfermedad no fue comunicado; pero nosotros sin embargo conjeturamos que sera una apendicitis, en cuyo caso la vida o la muerte a menudo depende de si el paciente es operado a tiempo. Como es lgico, mi hermana estaba muy conmovida y muy apenada por tener que cambiar sus planes; pero no se atrevi a llevar a cabo el plan mencionado.

    1 J. Tambin haba intentado con escritura automtica. Pero sin embargo no sirvi, pues result lento para ella.

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    Cuando su esposo regres del viaje, ella le habl sobre la adver-tencia dada y le mostr el papel en donde haba sido escrita. No le atribuy importancia al asunto, l estaba desde luego sano y no contaba con ponerse enfermo. Pero mi hermana no obstante se qued en casa. Justamente tres meses despus, a principios de enero de 1911, le di angina seguida de hemorragias renales. Y debido al hecho de que mi hermana estuviese en casa y lo pudiese cuidar adecua-damente, tomando en consideracin la encarecida advertencia dada de antemano, debemos suponer que esto fue lo que salv su vida. Como mi cuado desde luego no crey en la prediccin y como se enferm a causa de una infeccin, la nerviosidad en este caso no puede desempear ningn papel, especialmente porque la angina seguida de hemorragias renales no fue la enfermedad que nosotros y mi hermana habamos pensado. Cmo se puede explicar esto? Ninguno de los que estaban presentes en la sesin poda saber absolutamente nada de lo que acontecera tres meses ms tarde. Cualquier persona razonable no ha de interpretar lo relatado as: que uno de nuestros parientes (un elevado espritu de la Luz) conoca el carcter de la inminente enfermedad y que le haba sido permitido, mediante su advertencia, impedir una catstrofe que de lo contrario habra tenido lugar? A m me parece lgico aceptar el hecho: que tras la advertencia estaba una inteligencia espiritual. Ratifico por la presente que este relato sobre la prediccin de mi enfermedad concuerda con la verdad. Copenhague, 26 de marzo de 1922 K. Lindahl Confirmo por la presente que lo relatado sobre la prediccin de la enfermedad de mi esposo concuerda con la verdad. Copenhague, 26 de marzo de 1922 Anna Lindahl

  • El Mensaje _______

    L 6 de diciembre de 1910 en una de nuestras sesiones noc-turnas, tuvimos una experiencia que nos sobrecogi a todos

    profundamente. Aquella noche yo era el mdium del espritu Appius Claudius, y mientras estaba escribiendo un poema, el comunicante espiritual hizo una breve pausa, despus de lo cual se form en mis pensa-mientos la siguiente frase con la rapidez del rayo: Appius calla, el Augusto que est aqu, silencio me pide En realidad, la escrib sin pensarla como una continuacin del todava inconcluso poema; mas al tiempo que yo la escriba dijo J. de repente: Me llaman!, y al terminar de escribir la frase mostr a los participantes del crculo lo escrito, y comprendimos todos que no era una normal o casual interrupcin, sino que un ser elevado se haba presentado, que l haba interrumpido el poema del espritu Appius Claudius y llamado al mismo tiempo a mi esposa. Alrededor de la mesa pequea se sent J. con dos participantes para, como de costumbre, por medio de los golpes de s y no, con-trolar si ella reproduca correctamente lo que era comunicado. Como ninguno de nosotros haba estado preparado para esta visita inesperada de un espritu desconocido para nosotros, nin-guno de los presentes pens en escribir las palabras que nos llegaron; recordamos la idea de lo que fue dicho, mas no pode-mos reproducir exactamente las frases en el orden en que fueron formuladas, exceptuando el final que todos recordamos; por eso slo ste ser dado en extenso.

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    El espritu que a travs de la inspiracin por el pensamiento se comunic con J., se denomin Gabriel, el Mensjero del Seor; luego nos trajo un saludo de Dios aadiendo que hablaba en Su nombre. Nos pidi que nos mantuvisemos unidos, que no rompisemos nuestro crculo pues nuestro crculo haba sido elegido; que de su seno saldran grandes cosas. Concluy con estas palabras: Tres frutos dorados caern en tu regazo, Bettina1, comparte estos frutos con tus semejantes, mas qudate t misma con las semillas2. Luego se despidi; y hubo un profundo silencio despus de sus palabras. Certificamos por la presente que lo aqu relatado concuerda con lo ocurrido en la reunin mencionada. Copenhague, 26 de marzo de 1922 M. Danckert K. Lindahl Anna Lindahl En aquel entonces no reinaba plena concordia en nuestro pequeo crculo; algunos de los miembros deseaban celebrar sesiones a oscuras, deseaban ver materializaciones, y que J. hiciese el experimento de actuar como mdium en trance. J. constantemente haba rechazado estas propuestas, ya que por pura intuicin le haba repelido este tipo de manifestaciones; mas como siempre la exhortaban a que hiciese estos experi-mentos, en una de nuestras sesiones privadas se dirigi a su padre rogndole que dijese su opinin sobre esto. El contest: que ella nunca deba dedicarse a eso, porque, como dijo, ese tipo de manifestaciones eran controladas por los poderes de las Tinieblas, que el mdium al caer en trance renunciaba a su pro-pia personalidad favorable as a un espritu de las Tinieblas, y que un mdium que entraba en trance corra el riesgo de pro-

    1 Con ste nombre los comunicantes espirituales denominaban a mi esposa. 2 Vase La Doctrina de la Redencin y El Camino ms Corto, pg. 47.

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    longadas y malignas posesiones que lo haran totalmente inepto como mediador de los poderes de la Luz. Despus de esta conversacin con su padre, J. se aferr an ms a la idea de no aventurarse con ningn tipo de los experimentos antes mencionados. Las palabras que el Mensajero del Seor nos dirigi aquella noche, fueron por tanto una peticin a todos de que nos mantu-visemos unidos y no rompisemos nuestro crculo a causa de opiniones y deseos divergentes. Ahora sabemos que sus palabras adems predijeron la labor que nos esperaba y cuyos resultados visibles fueron las tres obras por m publicadas (vase la Doctrina de la Redencin y El Camino ms Corto, pg. 47); en aquel entonces no compren-dimos lo que quera decir.-

  • Relatos de Encarnaciones

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    N una sesin del crculo a finales de noviembre de 1910, se manifest un espritu que se denomin Fatis. El cont que

    unos cinco mil aos antes de Cristo, en Egipto, haba vivido l como hijo de un rey; y adems, que dos de los participantes presentes haban sido encarnados en aquel entonces como su hijo y su hija respectivamente. Se dirigi despus directamente a estas dos personas diciendo que l haba pecado en grado sumo contra ellos y que todava no haba obtenido su perdn por estos pecados. Ahora se le haba dado permiso para que, relatando lo sucedido en aquellos tiempos tan remotos, intentase obtener el perdn deseado. Empleando un lenguaje muy bonito y pintoresco habl de su vida y la de ellos en el pas a orillas del Nilo. Con conmovedoras palabras de solicitud de perdn, termin su relato. En aquella ocasin nadie pens en escribir lo que fue comu-nicado; nadie estaba preparado, por supuesto, para su venida. Pero como todos estbamos muy conmovidos por el relato tan bellamente formulado, le preguntamos si podra repetirlo para que nosotros pudiramos escribirlo. Prometi cumplir nuestro deseo, pero nos pidi, pensando en J. que estaba cansada de repetir frase tras frase de su relato, posponer la escritura para la prxima reunin. Y Fatis cumpli su promesa. En la siguiente sesin nocturna nos volvieron a llegar las bellas y pintorescas palabras, y unos de los participantes escribieron todo el relato lo ms rpido que pu-dieron; a nuestro parecer era una repeticin exacta de su primer

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    relato. (Este relato de encarnacin se halla impreso en El Bus-cador de la verdad, en el fascculo de enero de 1911). En la siguiente reunin se manifest un espritu desconocido que se denomin Khrru; l haba sido el hermano de Fatis durante la encarnacin de ste en Egipto, y Khrru haba sido entonces Faran. Dijo que relatara un acontecimiento de una civilizacin desaparecida hace mucho tiempo, en la que l, Fatis, y los dos participantes de la sesin antes mencionados, haban estado encarnados al mismo tiempo. Esta civilizacin precedi a la civilizacin egipcia posterior (Vase Peregrinad hacia la Luz, pg. 237). Escarmentados por las experiencias anteriores, pedimos per-miso para escribir su relato lo que nos fue concedido de inme-diato. Entonces Khrru relat, igualmente con pablabras pintorescas, la catstrofe (una erupcin volcnica) que destruy aquella antigua civilizacin y la elimin por completo. (Este relato se halla impreso en El Buscador de la verdad, fascculo de febrero de 1911). Al da siguiente de haber recibido el relato de Khrru, se manifest el espritu Fatis con la propuesta de darnos algunos dibujos de dioses provenientes de la civilizacin desaparecida; esta propuesta la acogimos agradecidos. Tras varios intentos preparatorios, con la mano de J. dibuj cuatro figuras de dioses y un signo que representaba la deidad suprema. El signo era un tringulo grande rodeado de lenguas de fuego; dentro del tringulo grande fueron dibujados unos menores que haban de simbolizar los ojos-estrellas omnivi-dentes del dios. A J. le pareci conocida una figura de un dios representando a una mujer sentada, con una cobra en una mano y un abanico en la otra, y sobre la cabeza una especie de trono adornado con una media luna; las dems en cambio, le fueron totalmente desconocidas. Todas parecan semejarse a figuras egipcias, pero las lneas no tenan la rigidez de las egipcias. Debido a la enfermedad de J. no obtuvimos los dibujos definitivos sino hasta algn tiempo despus de los intentos preparativos.

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    Estas figuras se hallan igualmente reproducidas en el fascculo El Buscador de la verdad de febrero de 1911, acompaadas de una explicacin de cmo surgieron. Las hemos enseado a mucha gente, mas an no nos ha sido posible saber si se han encontrado figuras o imgenes correspondientes a estos dibujos; tal vez sean encontradas algn da en el futuro. Un seor entre nuestro crculo de conocidos estaba convencido de haber visto por lo menos una de llas, una figura mitad len, mitad antropomorfa, en cuyo tocado haba un crter grande y otro menor que arrojaba fuego, en tanto que de la boca de la figu-ra sala una lengua de fuego. Pero a la afirmacin de este seor se opone lo siguiente: En la primavera de 1916, mi esposa fue visitada por una seora noruega egiptloga, y ella asegur no haber visto nunca reproducciones de dibujos ni figuras iguales a stas imgenes; sin embargo, admiti la posibilidad de que fuesen modelos o precedentes del arte egipcio. El futuro probablemente de alguna manera arrojar luz sobre esta cuestin. En nuestra sesin de crculo celebrada uno de los ltimos das de diciembre de 1910, nos habl un espritu de nombre Muribad; era el espritu custodio de uno de los participantes, lo que nos haba sido comunicado en una sesin anterior. Se dirigi directamente a uno de los miembros masculinos del crculo diciendo que ellos dos, unos 1000 aos antes de Cristo, se haban conocido en el norte de la India, y que l desde aquel entonces infructuosamente haba tratado de obtener el perdn por lo que en esa ocasin haba pecado contra el otro. Quera dar a continuacin una descripcin de lo que ocurri esa vez; lleg con el permiso del Supremo para de esta forma tratar de obtener el perdn que anhelaba. Tambin a l le preguntamos si podamos escribir sus palabras; notamos en seguida que la pregunta le hizo sentirse incmodo y vacil en dar la respuesta. Dijo: Que para l era un momento tan solemne, que no poda imaginarse, que sus palabras debieran escribirse mientras hablaba pero que, si lograba su objetivo, intentara repetir su relato en una sesin posterior.

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    Dadas las circunstancias, el relato de Muribad nos impresion an ms a los presentes; empleando un lenguaje bellsimo, con imgenes pintorescas, nos habl de la tragedia acaecida tanto tiempo atrs. El participante a quien Muribad se diriga, natu-ralmente no recordaba nada de aquella tragedia; mas como no sinti ninguna ira contra el comunicante, pens que eso debera ser prueba de que en realidad haba perdonado o que podra perdonar cuando se encontrasen en el ms all. Al parecer Muribad se sinti satisfecho con esta declaracin; de todos mo-dos prometi repetir sus palabras posteriormente. Mas no pudo cumplir su promesa hasta el 14 de febrero de 1911; la enfermedad de mi cuado que ocurri poco despus de que Muribad diera su relato por primera vez, impidi durante algn tiempo nuestras sesiones. Cuando reanudamos las sesiones de crculo, nos figuramos la posibilidad de que Muribad no pudiera cumplir su promesa; habiendo pasado tanto tiempo, probablemente le sera difcil repetir su relato con las mismas palabras y el mismo estilo. Pero aparentemete lo repiti igual que antes; slo que a algunos de nosotros nos pareci, que de cierto modo fue ms somero al relatar el suceso trgico al final de su relato; la primera vez ste fue relatado tal vez con palabras ms vehementes, ms ilustra-tivo, en tanto que ahora ms bien atenu la lugubridad de la ltima imagen. Sobre todo a mi cuado, el odontlogo Lindahl, le interes saber hasta qu punto la repeticin de Muribad era idntica a su primer relato; tom el manuscrito y pregunt a Muribad si ste estaba en condiciones de continuar con cualquiera de las frases escritas si mi cuado le indicaba las primeras palabras. Muribad contest que lo intentara. Mi cuado escogi entonces una frase en medio del relato, dijo las primeras palabras, y Muribad continu citando un largo prrafo, mientras mi esposa como de costumbre repeta palabra por palabra que el husped invisible le deca. La continuacin del prrafo hecha por Muribad fue exacta a la escrita. El experimento fue repetidos varias veces. Muribad sigui repi-tiendo exactamente lo que estaba en el manuscrito que mi cua-

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    do tena en la mano y segua frase por frase. Una hazaa que suscit el asombro de todos. Certificamos por la presente que el experimento de control del relato de Muribad tuvo lugar tal como aqu se informa. Copenhague, 26 de marzo de 1922 M. Danckert K. Lindahl Anna Lindahl

    En el siguiente captulo trato de nuevo el relato de Muribad; el lector lo encontrar reproducido tal como nos son aquella noche. Si se compara el lenguaje de estos relatos de encarnaciones, que quizs un da sern publicados en un compendio junto con un cuarto (de la antigua Asiria), que al no estar impreso no ha sido por eso mencionado aqu, a primera vista sorprende por la uniformidad del lenguaje antiguo tan inmensamente diferente a nuestro lenguaje actual; mas, al estudiarlos ms detenidamente, la sorpresa no es menor al apreciar la diferencia que muestran las diferentes culturas y los diferentes niveles culturales; sobre todo, el observador atento encontrar una gran desigualdad entre el rtmo bastante rgido y el vocabulario de Khrru y el lenguaje florido y muy melodioso de Muribad.-

  • El Relato de la Encarnacin ndica1

    Una escena en un templo de la antigua India ___________

    RES MIL AOS antes de vuestros das vivi Muribad en el Tem-plo de Brahma.

    El Templo se ergua donde se unen las aguas sagradas del Ganges y el Brahmaputra. Esplndido era el Templo de Brahma. Multicolores figuras adornaban la vivienda de Brahma, figuras talladas en madera y hueso. Doradas y resplandecientes joyas, claras y luminosas piedras preciosas incrustadas en los cuerpos de las figuras. En el interior del Templo hallbanse inmensas naves separadas por columnas, hallbanse muchas pequeas recmaras cubiertas por delicados pliegues de gruesos tapices. Las jvenes servidoras de Brahma vivan en las pequeas recmaras del Templo. Muribad era servidor de Brahma. Muribad llevaba la blanca vestidura de los brahmanes, el blanco turbante de los brahmanes entrelazado en torno a la atezada frente. Muribad era bello, Muribad era joven. La profunda oscuridad del Templo, la austera majestad del Templo opriman el corazn de Muribad.

    1 Para que el lector pueda seguir la explicacin de los detalles del relato, ste se re-produce aqu omitiendo no obstante un saludo y agradecimiento para J.

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    La vehemente aoranza de Muribad elevbase hacia el pas allende las orillas sagradas del Ganges. La vehemente aoranza de Muribad elevbase muy por encima de las nevadas cimas del Himalaya. Los sondeadores pensamientos de Muribad fluan con las raudas aguas del Ganges y del Brahmaputra hacia las inmen-surables profundidades del mar. Muribad diriga los cnticos de las servidoras de Brahma, diriga sus graciosas danzas. A la cabeza de la hilera de mujeres hallbase Iriva, la preciosa hija de Muribad. Quince ardientes veranos iluminaban la resplandeciente antor-cha de Visn sobre la ensortijada cabeza de Iriva. Desconocida Iriva fue dada al servicio de Brahma. Slo los muchos ojos de Brahma seguan a Muribad, el descono-cido padre de Iriva. Muribad era joven. La profunda oscuridad del Templo, la austera majestad del Templo opriman el corazn de Muribad. Muribad amaba. Muribad amaba a Iriva, la joven servidora de Brahma. Muribad hllase en lo alto del Templo. Muribad ve a muchos hombres ricamente ataviados atravesar la llanura delante del Templo. Los hombres se detienen al pi del Templo. A la cabeza hllase Iffisus, alto y digno. Los blancos pliegues de la capa cubren su noble cuerpo. Doradas joyas bordean su cuello, bordean su atezada frente. La mirada de Iffisus es afectuosa. El rostro de Iffisus es noble. Iffisus inclnase. Iffisus habla: Iffisus viene del pas allende el mar que recibe las raudas aguas del Ganges y del Brahmaputra.

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    El padre de Iffisus es prncipe. La ira de Brahma reposa sobre el padre de Iffisus. Por muchos penosos caminos anduvo Iffisus hasta el Templo de Brahma. Iffisus prometi llevar al prncipe agua del sagrado ro Ganges. Iffisus prometi apaciguar la ira de Brahma. Muribad alza las manos. Muribad habla: Iffisus! Muribad te trae el saludo de Brahma. La esencia de Brahma, el ser de Brahma se hallan en t. El espritu de Brahma est unido a tu espritu. El cuerpo de Brahma est unido a tu cuerpo. El aliento vivificador de Brahma est insuflado en el ms mnimo tomo de tu cuerpo. Brahma vive, Brahma vive en t. Iffisus, inclnate ante Brahma! Muribad seala hacia el Templo. Iffisus asciende por los peldaos al interior del Templo. Muribad acompaa a Iffisus hasta la estatua multicabeza de Brahma. Iffisus inclnase ante Brahma. Brahma promete apaciguar su ira. Muribad acompaa a Iffisus a las naves del Templo separadas por columnas, hasta las muchas pequeas recmaras del Templo. Iffisus ve la juvenil hermosura de las servidoras de Brahma. Iffisus desea ver la danza de las mujeres. Muribad llama. Las servidoras de Brahma renense en la inmensa nave del Templo separada por columnas. Los cuerpos de las mujeres hllanse desnudos. Dorados aros cien los frgiles tobillos, dorados aros cien los delicados brazos.

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    Anchas y doradas cintas soportan la arqueada bveda del seno. El blanco loto del Ganges corona los ensortijados cabellos de las mujeres. Los pliegues verdes del velo no ocultan la belleza de los cuerpos; no ocultan los oscuros fulgores de los ojos. A la cabeza de las hileras de mujeres hllase Iriva, la preciosa hija de Muribad. Muribad alza la mano. Los tonos seductores y cautivadores del canto ascienden hacia la bveda del Templo. Levntase los velos, bjanse los velos, los pies elvanse del empedrado pavimento de la nave. Los cuerpos cimbran suavemente al vaivn de los tonos. Los ansiosos ojos de Muribad siguen la danza cimbreante de Iriva. Los afinados odos de Muribad siguen el seductor canto de Iriva. Los radiantes ojos de Iriva descansan en el noble rostro de Iffisus. Muribad palidece. Crspanse las manos de Muribad. Muribad vigila a Iffisus. El sonido seductor, cautivador de los tonos asciende hacia la bveda del Templo. Levntanse los velos, bjanse los velos, elvanse los pis del empedrado pavimento de la nave. Los cuerpos cimbran frenticamente ms y ms, los cuerpos cimbran suavemente al vaivn de los tonos. Muribad vigila a Iffisus. Iffisus acrcase. Muribad llama. Enmudece el canto. Detinense las mujeres.

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    Iriva hllase delante de Iffisus. Muribad habla: La danza ha terminado. Las servidoras de Brahma retiranse a sus recmaras. Tras las columnas desaparecen las mujeres. Sola hllase Iriva. La mano de Iffisus psase amorosamente sobre la cabeza inclinada de Iriva. Iffisus busca los radiantes ojos de Iriva. Iffisus alza la frgil mano de Iriva. Muribad acrcase. Iffisus habla: Iriva parte para el pas de Iffisus! Iriva sigue a Iffisus! Iffisus ama a Iriva! Muribad estremcese, Muribad habla: Iriva jams parte para el pas de Iffisus. Iriva jams abandona el Templo de Brahma. La servidora de Brahma retrase a su recmara. Iriva alza altiva la cabeza inclinada. Los ojos de Iriva envan relmpagos de ira de Indra al plido rostro de Muribad. Iriva dle la espalda. Iriva inclnase ante Iffisus. Iriva habla: Iffisus! Iriva danza para ti. Iriva canta para t. El llamado seductor y cautivador de los tonos fluye hacia Iffisus. Levntase el velo, bjase el velo, elvanse los pis del empedrado pavimento de la nave. El cuerpo cimbra suavemente al vaivn de los tonos.

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    Muribad vigila a Iffisus. La mirada de Iffisus sondea la belleza, sigue la cimbreante danza de Iriva. Los afinados odos de Iffisus siguen el seductor canto de Iriva. Los seductores y cautivadores tonos del canto fluyen hacia Iffisus. Levntase el velo, bjase el velo, elvanse los pies del empe-drado pavimento de la nave. El cuerpo cimbra frenticamente ms y ms; el cuerpo cimbra suavemente al vaivn de los tonos. Muribad vigila a Iffisus. Iffisus acrcase. Iriva arroja los verdes pliegues del velo sobre el pavimento empedrado de la nave. Iriva detinese. Iriva arrodllase. Iriva alza las manos hacia Iffisus. Los radiantes ojos de Iriva psanse en el rostro de Iffisus. Iriva habla: Iffisus! Iriva ha danzado para ti, Iriva ha cantado para ti. Iriva sigue a Iffisus a su pas. Iriva ama a Iffisus!. Iffisus inclnase amoroso hacia los brazos alzados de Iriva. Entonces encindese la furia de Indra en el estremecido corazn de Muribad. Muribad lnzase sobre Iffisus. Las manos de Muribad estrujan el cuerpo de Iffisus, oprimen el cuello de Iffisus. Iffisus tambalea, Iffisus cae. Brahma retira su aliento vivificador del cuerpo de Iffisus. Los ojos desorbitados de Muribad ven el cuerpo estremecido de Iriva, ven las manos alzadas de Iriva, ven el tremendo pavor de Iriva. Muribad lnzase sobre Iriva.

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    Salvajemente Muribad estruja el estremecido cuerpo de Iriva. Muribad trunca la bella flor de Iriva. El opresor abrazo de Muribad astilla el joven corazn de Iriva. Brahma retira su aliento vivificador del cuerpo de Iriva. Muribad vuelve en s. Muribad ve a Iffisus. Muribad ve a Iriva. Un profundo horror de remordimiento encindese en el corazn de Muribad. Muribad levanta en vilo a Iriva con sus fuertes brazos. Muribad sube los altos peldaos del Templo hasta su pinculo. Muribad arrjase con Iriva a la profundidad de las raudas aguas del Ganges. Brahma retira su aliento vivificador del cuerpo de Muribad. Muribad despierta en la celestial altura de Brahma. Brahma jzgalo. La sentencia de Muribad es severa: Muribad tom la vida de Iffisus; Muribad, acompaa y custodia a Iffisus, sguelo hasta que Iffisus perdone!. Muribad obedece. Durante miles de aos Muribad sigue las cambiantes vidas terrestres de Iffisus. Cuando Muribad e Iffisus encuntranse en el alto cielo de Brahma, Muribad tindele la mano a Iffisus, Muribad pide perdn a Iffisus. Iffisus dle la espalda: Iffisus jams perdona!. Hace miles de aos Muribad obtuvo el afectuoso perdn de Iriva. Iriva elevse a las desconocidas moradas de Brahma. Iffisus, sigue el ejemplo de Iriva! Iffisus, has retardado tu camino hacia las resplandecientes altu-ras, el odio te ata. Iffisus, sigue el ejemplo de Iriva!

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    Transcurrieron miles de aos. Transcurrieron miles de aos desde el da en que Iffisus y Muribad encontrronse en las orillas sagradas del Ganges. An siguen unindose las raudas aguas del Ganges y del Brahmaputra all donde se ergua el Templo. As como las ocultas fuentes del Himalaya eternamente renue-van las aguas sagradas del Ganges, as Brahma eternamente renueva los muchos das de los aos, de las ocultas fuentes de la Gracia. An fluyen las raudas aguas del Ganges y del Brahmaputra hacia las inmensurables profundidades del mar. An fluyen los muchos das de los aos hacia las inmensurables aguas del ter. An Muribad no ha logrado el pleno perdn de Iffisus. Iffisus, perdona!

    _____________ Poco despus de yo haber publicado en 1915, Saludo a Dina-marca, me visit un cientfico ingls llamado Mr. Havell que durante varios aos haba vivido en la India y que tena conocimientos de la literatura y el arte de la antigua India. Como Mr. Havell estaba interesado en los fenmenos ocultos, cuando vi los ya mencionados dibujos preegipcios, pregunt si por la va oculta no habamos recibido algo relacionado con la India. Le dimos un ejemplar del fascculo de El Buscador de la verdad en donde estaba publicado el relato de la encarnacin ndica. Al parecer despert en seguida el inters de Mr. Hevell, pero no se determin concretamente. Unos das despus regres Mr. Havell para decirnos que lo haba estudiado minuciosamente, y que estaba muy sorprendido por lo ndico que era todo su estilo y modo de expresin. Dirigindose a mi esposa, le dijo: Aunque usted hubiera ledo todas mis obras sobre la India, no hubiera estado en condiciones, sin embargo, de escribir esto; fuera de la India nunca he encontrado una literatura que fuese tan ndica.

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    Luego Mr. Havell repas los pormenores del contenido con nosotros: 1) Las estrofas daban una buena impresin de los antiguos cantos sncritos utilizados por los sacerdotes de Brahma. 2) Los hindes consideran sagrado el tringulo de terreno formado por la confluencia de los dos ros. Por tanto el lugar en donde el ro sagrado Ganges se una con el Brahmaputra, deba ser especialmente sagrado. 3) Se saba que en remotos tiempos desaparecidos, un templo hind haba estado situado en el lugar indicado en el relato. 4) En la mitologa ndica se habla de Ira, una danzarina celestial, que danza para los dioses. El nombre de la joven danzarina del Templo, Iriva, es una derivacin correcta de la palabra sncrita Ira. 5) El nombre Iffisus (o ms correctamente Iffisos, pues probablemente era griego) remita a que, el joven hijo de prncipe, que vena del pas allende el mar que recibe las raudas aguas del Ganges y del Brahmaputra, provena de Lidia en el Asia Menor, que en la poca indicada en el relato, supuestamente tena tratos comerciales con el norte de Indostn. (Unos das ms tarde en una carta de Mr. Havell, nos inform sobre un hallazgo de monedas de Lidia, en el norte de la India, pero que databan aproximadamente del ao 700 a. J.C., es decir, 200 aos despus del perodo en que tuvo lugar el relato). 6) El modo de saludo de Muribad al joven hijo de prncipe concuerda con la antigua mentalidad religiosa brahmnica. 7) La descripcin de la danza de las mujeres, sus velos verdes, sus brazaletes dorados y aros en los tobillos, es correcta. 8) Como Brahma es el Creador, la frase: Brahma retir su aliento vivificador del cuerpo de Iffisus, reproduce acertada-mente las ideas ndicas sobre este tema. 9) La frase: An fluyen los muchos das de los aos hacia las inmesurables aguas del ter, remita a la antigua idea ndica de que el ter era un mar blanco leche, al cual fluan y en el cual eran asimilados los das y los aos. Todo esto que nos dijo Mr. Havell era totalmente desconocido para mi esposa y para m, y naturalmente nos interes mu-

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    chsimo pues confirmaba que la inteligencia espiritual que haba dado el relato provena realmente de la India. En cambio, a Mr. Havell le contrariaba mucho el nombre Muri-bad, pues como dijo, era un nombre desconocido en snscrito y no haba tampoco ninguna palabra snscrita de la que pudiera derivar. Mi esposa recordaba claramente que cuando el espritu di su nombre, ella exclam: No lo puedo pronunciar como t; que te parece si te llamo Muribad?, se parece a lo que t dices. A lo que l respondi: S! - Por eso no nos habamos preocupado de corregir su nombre. Por deseo de Mr. H. nos volvimos a dirigir al espritu soli-citando que nos diese ms informaciones y que si era posible nos diese su nombre deletreado en snscrito. El espritu contest que estaba dispuesto a darnos el nombre en escritura fontica, pero que no podra escribirlo en snscrito. La pronunciacin fue dada as: Mjuriwth. Mr. H. todava no estaba del todo satisfecho con el resultado, pues afirmaba que la agrupacin Mju no exista en snscrito, si bien el nombre por lo dems era correcto. Sin embargo, el es-pritu se sostuvo en que delante de la u haba un sonido j - aunque muy dbil. Posteriormente, Mr. Havell nos comunic: que por un bien conocido sanscritista ingls le fue informado, que en el tiempo en que se supone Muribad vivi, el snscrito no era una lengua escrita: por eso el nombre del brahmn no pudo ser dado en signos snscritos. Cuando el espritu nos di el nombre empleando la escritura fontica, en seguida mencion que todava se hallaban restos del antiguo templo en el lugar de confluencia del Ganges y el Brahmaputra; hizo especial mencin a unos escalones en las profundidades del ro. Nosotros le transmitimos esta informacin a Mr. H., quien contest que l crea recordar haber visto en el lugar citado un peldao de piedra bajo el agua. Muchas veces l haba pasado navegando por el lugar, pero nunca se haba detenido all.

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    Certifico por la presente que los puntos mencionados concerni-entes al relato de Muribad estn referidos de conformidad con lo que yo he comunicado al Sr. y a la Sra. Agerskov. 02.02.1922 E.B. Havell

  • Los Poderes de la Luz y de las Tinieblas _______

    N las sesiones de mesa organizadas despus de habernos puesto en contacto con mi suegro, el espritu custodio de J.

    era el llamado gua espiritual. Mi suegro estaba presente como el representante de los poderes de la Luz y siempre trat, con la ayuda de sus compaeros, de formar un crculo en torno a J. durante las sesiones con el fin, en la medida de lo posible, de mantener a los poderes de las Tinieblas alejados para que no se inmiscuyesen en lo que all tena lugar y para impedir que se apoderasen del control, convirtindose en los guas. Como ya se ha dicho en Peregrinad hacia la Luz (pg. 282, prrafo 3), grandes turbas de espritus atados a la Tierra se agrupaban en los lugares en donde los espritus de la Luz buscaban contacto con seres humanos. Muchos de estos des-dichados seres fueron atrados a los crculos de sesiones cele-bradas por todo el mundo esperando que los seres humanos, mediante una intercesin afectuosa, quisieran liberarlos de su espantosa existencia. Muchos se presentaron slo para hacer jugarretas, para desencaminar, y muchos seres malvolos se presentaron exclusivamente para hacer dao. A causa de la inmensa cantidad de espritus atados a la Tierra, los representantes de la Luz siempre estaban en minora; por eso en las sesiones, el triunfo de los poderes de la Luz o de las Tinieblas dependi ante todo del hbito moral del mdium. Segn mi suegro, siempre era sumamente difcil guiar nuestras sesiones porque los representantes de las Tinieblas saban lo que estaba en juego. Si se consegua guiar a J. y obviar todos los

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    escollos, de modo que se convirtiese de verdad en el mediador buscado por los espritus de la Luz, entonces el poder que tenan las Tinieblas sobre los seres humanos sera roto y finalmente destrudo del todo. En aquel entonces nada sabamos de la lucha que libraban estos seres invisibles por nosotros; pero con el paso del tiempo la sentimos de muy diferentes formas. Hubo un perodo en que nos produca un gran asombro ver, que mucho de lo que mi suegro nos comunicaba en nuestras sesiones privadas, al revisarlo con detenimiento resultaba ser inexacto o engaoso. Al mismo tiem-po J. se lamentaba de que no poda comprender por qu a veces tena una sensacin de malestar, cuando su padre se manifestaba en las sesiones; senta como si se alzara un muro de hielo entre ellos, o senta una vehemente ira, cuya causa desconoca. Durante largo tiempo tuvimos por lo tanto un montn de experiencias desagradables, aunque a su vez experimentamos mucha belleza y verdad. As pas tambin con nuestras sesiones de crculo, pero no tan acentuadamente como en las privadas. Sin embargo, quiero exponer aqu algunos casos. Es muy natural desde luego, que los ya mencionados relatos de encarnaciones suscitaran en los participantes del crculo, el inters por sus anteriores vidas terrestres; cantidad de pregun-tas al respecto fueron hechas a los huspedes invisibles. Las preguntas fueron siempre contestadas sin dilacin; mas a J. le desagradaba estas preguntas porque lgicamente nunca poda ser controlado si lo que se afirmaba era verdad o no. En una ocasin en que se le indic a un pariente una en-carnacin tan prxima a nuestros das que poda ser controlada indagando en los lugares indicados, acordamos hacer una prueba para ratificar su veracidad. Mi hermana, la Sra. L. se encarg de indagar el asunto. Pero todas sus pesquisas fueron nulas. Nada de lo que haba sido comunicado result coincidir con la verdad. Entonces desistimos de hacer preguntas relativas a encarna-ciones. En otra ocasin se manifest un espritu indgena, un antiguo inca; nos di un vivo y muy fantstico relato de la vida en Marte. Habl de la elevada cultura de los habitantes, etc. Al hacerle yo

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    una pregunta relativa a los intervalos musicales de la msica de Marte, pareci desconcertarse por un momento; pero poco despus respondi: Estn de canto. Innegablemente la res-puesta nos dej pasmados, por supuesto esta evidente majadera nos hizo rer y a continuacin le pedimos que desapareciese; ya habamos tenido suficiente. Igualmente aconteci que antes del sorteo de la lotera, fuimos informados sobre premios de mayor o menor cuanta. Pero como ya hemos contado, habamos tenido una experiencia espontnea con un premio de lotera, al principio cremos entusiasmados en la verdad de lo que nos haban dicho. Mas quedamos debida-mente escarmentados por lo engaoso de estas predicciones. En resumen, mi esposa empezaba a cansarse de tener un da experiencias que rebosaban de verdad y al otro, recibir comu-nicados bastantes deprimentes; ella deca a menudo: No com-prendo la correlacin de esto, hay algo que no encaja aqu en absoluto! Si le preguntbamos a mi suegro, ste contestaba siem-pre que nosotros estbamos rodeados por seres malignos; pero que nosotros mismos deberamos tratar de comprender lo que suceda. Entonces, todo culmin en una ocasin determinada, y despus nos desembarazamos de estos comunicados poco fiables. Un da que J. estaba sola se manifest su padre dicindole que deseaba su ayuda; si ella quera escuchar atentamente, entonces l le explicara lo que l deseaba que hiciera. El le habl de varias personas diferentes que durante su ltima vida terrestre haban tenido dos personalidades. Los espritus de estas personas no estaban atados a la Tierra, vivan en sus hogares de las esferas pero se sentan siempre abrumados por el recuerdo de su falsedad en su vida terrestre, ya que sus parientes y amigos tenan un concepto equivocado y falso de su fuero interior. A continuacin empez a dar detalles sobre cada uno conforme los nombraba, y pidi a J. si ella quera interceder por ellos para que pudieran distanciar de s estos recuerdos abrumadores; pues llos ahora a atravs de l, al menos ante una persona, haban reconocido su desfortunada conducta. J. prometi hacerlo, pero

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    le pidi a su padre que estuviera presente pues le era imposible recordar sus nombres o los pormenores respecto a cada uno. Cuando haba llegado el momento en que J. iba a interceder por ellos, y ella senta a su padre cerca de s, oy de repente que l deca alzando mucho la voz: Todo lo que he dicho, es mentira! Lgicamente, J. se qued bastante confundida un momento mientras pensaba: A qu viene todo esto! En eso oy una bella y grave voz que deca: Una oracin nunca est dems! S, pens ella, es verdad! Es imposible saber si estos seres han actuado tal como se me ha dicho, pero si han obrado as, entonces yo puedo hacerles un dao infinito no orando por ellos! Y luego or por todos ellos; ella oy a su padre repetir sus nombres y de lo que se trataba en cada caso en particular. Y de inmediato oy la misma voz bella y grave que deca: Todo est perdonado, todo est borrado! Cualquiera podr comprender que esta experiencia que J. me cont a la maana siguiente, tena que impresionarnos profun-damente. En la siguiente sesin privada le preguntamos a mi suegro cul fue el motivo por el cual haba dicho (pues J. crea que era l) que sus comunicados eran mentira. Mi suegro contest: que no se lo poda explicar, ella misma deba averiguar lo que haba pasado; pero l quera poner de manifiesto su alegra de que ella, a pesar de la exclamacin, hubiese seguido el camino debido. Hablamos largo y tendido con l, y trat de animarnos y de fortalecer nuestra confianza en l y en Dios. Cuando nuestra sesin hubo concludo y despus de haber hablado un poco entre nosotros, al parecer, mi suegro llam de nuevo a J. para decirle algo. Ella no repiti lo dicho como sola hacer, sino que se qued un momento silenciosa; de repente v que palideci y al mismo tiempo di un fuerte golpe sobre la mesa exclamando: No quiero or ms esa mentira - si en nombre de Dios puedes repetir lo que dijiste, entonces te creer, de lo contrario desaparece - y no vuelvas ms aqu! Esperamos un rato, pero la mesa se mantena quieta, y las palabras no fueron repetidas. Mas, poco despus lla escuch a su padre decir: Te voy a explicar lo que ha sucedido! Y como J. sinti una indecible alegra por la cercana de este espritu,

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    accedi sin dilacin y mi suegro - esta vez s era l - explic: Que la persona que deseara ser mediador entre el mundo de la Luz y los seres humanos, deba aprender, desde lo ms profundo de su yo, a discernir claramente entre los poderes de la Luz y los de las Tinieblas. De nada hubiera servido si l siempre le hubiera dicho: ahora ests ante un espritu de las Tinieblas, ahora ante un esp-ritu de la Luz, pues entonces nunca habra aprendido a discernir por s misma. Le explic que su amor por l y su confianza en su honestidad, le haba proporcionado el triunfo. Y explic que durante mucho tiempo, un espritu de las Tinieblas haba inten-tado imitar su voz y su modo de hablar, y que ella haba sentido el engao pero sin darse cuenta no obstante de lo que suceda. Pero en el momento en que su amor por la verdad se irgui contra la mentira dicha, y ella con firme voluntad exigi que repitiera lo dicho en nombre de Dios, el poder de este espritu maligno sobre ella se haba venido abajo y en el futuro estara libre de sus intromisiones. Desde aquel momento mi esposa fue guiada a paso lento, pero seguro, por los senderos de la gran labor que nos esperaba a ella y a m. Ella se dej guiar por los poderes invisibles de la Luz, sin tener la ms remota sospecha a dnde la conducan ni lo que se le exigira.-

  • Cristo

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    HORA voy a remontarme al invierno de 1910 y relatar un acontecimiento que tuvo lugar en aquel entonces.

    En una sesin fue indicado el tema la eternidad y decidido que aquellos de los huspedes invisibles que quisieran y pu-dieran, escribieran sobre esto. Siendo yo el mdium, sur-gieron tres poemas muy diferentes. Cuando ya estaba escrito el tercero, fue preguntado, si todava haba alguien que deseaba decir su opinin. Pasado un momento, se desliz esta frase en mi pensamiento: Explicar el problema de la eternidad a los seres humanos, es igual de imposible como explicar la fuerza de vapor a un perro; luego, clara y ntidamente estuvo en mi pensa-miento el nombre de Jess. Mi cuada, la Sra. D., crea que era imposible que Jess estu-viera all; pero partiendo de sus conocimientos sobre la opinin de los espiritistas relativa a esto, explic que haba un crculo de espritus elevados que se denominaban El Crculo de Jess o Cristo, que stos a menudo traan mensajes de l, pero que nunca se manifestaba l mismo. Yo sostuve en cambio, que nadie tena derecho de emplear su nombre sin advertir al mismo tiempo, que slo era un comunicado trado en su nombre. Cuando pregun-tamos al gua espiritual, la respuesta fue: que Jess mismo era el autor de lo escrito. Sin embargo en el crculo no se haba podido llegar a un acuerdo, por lo que dejamos el asunto en suspenso sin hacer ms preguntas. Aproximadamente un ao despus, en la primavera de 1911, una noche yo estaba leyendo el Nuevo Testamento; mis ojos tropezaron con una frase que yo conoca bien, pero en aquel

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    momento me pareci imposible que Jess se hubiera pronun-ciado as. Entonces dije dirigindome a mi esposa: Me gustara saber de verdad lo que Jess quiso decir con estas palabras. J. contest: Bueno, me dicen que lo puedes saber. Entonces nos sentamos en la posicin de sesin en torno a nuestra mesita y nos comunicamos en seguida con aqul que le haba hablado a J. Se denomin Cristo, habl con una serena autoridad sobre la pregunta hecha, mostr cmo haban sido tergiversadas las pala-bras, pero que la esencia provena de l. Cuando hubo hablado, nos pregunt si nosotros queramos confiar en su asercin; en cuyo caso, nos amparara y apoyara; pero debamos contestarle desde lo ms profundo de nuestros sentimientos, convencidos de que l en verdad era Cristo1. Le dije que segn la opinin de los espiritistas, Cristo no se diriga as a los seres humanos, sino que hablaba a travs de espritus elevados. A esto contest2: que l no poda tomar en considera-cin lo que los seres humanos creyeran que haca; l se atena slo a aquello que su y nuestro Dios y Padre le haba encargado3 hacer. Mi esposa y yo nos sentimos convencidos de la verdad de sus palabras, y as se lo dijimos. El contest: que entonces debamos mostrarlo en nuestros actos. Preguntamos si era l el que en aquel entonces me haba dado la antes mencionada frase con-cerniente a la eternidad. Esto lo confirm rotundamente. Algunos das despus, en nuestra sesin de crculo, regres l y se dirigi por medio de J. a los miembros del crculo; dijo que deseaba hablarnos; mas no quera decir quin era; por sus palabras lo conoceramos. Despus nos di la parbola Los Dos Hermanos; (includa en Peregrinad hacia la Luz, pg. 169). Al terminar de relatar la parbola, nos lleg la pregunta: Sabis ahora quin soy yo? Yo contest: T eres Cristo. Y a esto se sumaron los miembros del crculo. Luego, empleando

    1 En Peregrinad hacia la Luz, pgs. 118-25 se halla una explicacin sobre por qu Cristo poda manifestarse en las sesiones. 2 Dado que la conversacin no qued escrita, slo puedo reproducir el contenido principal de ella. 3 Vase Peregrinad hacia la Luz, pg. 119.

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    bellsimas palabras, en nombre de Dios nos bendijo y nuestra labor. No se hasta qu punto algunos de los miembros dudaron de su asercin; mi esposa y yo estbamos convencidos de la verdad de la misma, y eso era lo ms importante. Anteriormente mi suegro nos haba comunicado que los esp-ritus de la Luz no hablaban a J., sino que pensaban aquello que deseaban que ella dijera. Los pensamientos pasaban a travs del cerebro de lla, y cuanto ms pasivo ella pudiera hacer su Yo, tanto ms fcil era para ellos hacer que sus pensamientos pasa-sen exactos. J. misma poda claramente sentir la diferencia cuan-do se hablaba y cuando le eran dados pensamientos desconoci-dos. Algunos de los espritus elevados pensaban tan agudo que lla reciba los pensamientos no slo como pensamientos sino que adems los oa como palabras. Especialmente esto aconteca cuando Jess se manifestaba. Por eso, durante sus manifes-taciones J. hablaba bastante rpido y con mucha fluidez; durante las manifestaciones de otros espritus, la reproduccin de lo pensado o dicho poda resultar algo discontinuada, una veces ms rpida, otras ms lenta. Tambin por esta razn nos percatamos de que deba ser un espritu muy elevado el que nos haba dado la parbola de Los Dos Hermanos; y supimos con absoluta certeza esto: que un elevado espritu de la Luz no se d a s