alcott, louisa - buenas esposas

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  • LOUISA MAY ALCOTTLOUISA MAY ALCOTT

    Buenas esposasBuenas esposas

  • BUENAS ESPOSAS

  • Louisa May Alcott

    Buenas esposas

  • Publicado por Ediciones del Sur. Febrero de 2004

    Ilustrado por Jessie Wilcox Smith.http://www.sover.net/~oldlabel/jws.html

    Distribucin gratuita

    Vistenos y disfrute de ms libros gratuitos en:http://www.edicionesdelsur.com

  • NDICE

    I. Chismecitos ......................................................... 7II. El primer casamiento ........................................ 24III. Ensayos artsticos ............................................. 34IV. Lecciones literarias ........................................... 49V. Experiencias domsticas ................................. 60VI. Visitas .................................................................... 81VII. Consecuencias ................................................... 98VIII. Nuestra corresponsal extranjera................... 115IX. Tiernos conflictos ............................................. 129X. El diario de Jo .................................................... 146XI. Un amigo .............................................................. 164XII. Dolor de corazn .............................................. 183XIII. El secreto de Beth ............................................. 198XIV. Impresiones nuevas .......................................... 205XV. En un rincn ........................................................ 220XVI. Laurence, el holgazn ....................................... 238XVII. El valle de la sombra......................................... 259XVIII. Aprendiendo a olvidar ..................................... 267XIX. Sola ........................................................................ 282

  • 6XX. Sorpresas .............................................................. 292XXI. Mi seora y mi seor ........................................ 314XXII. Daisy y Demi ....................................................... 320XXIII. Bajo el paraguas................................................. 328

    XXIV. Tiempo de cosecha ........................................... 347

  • I. CHISMECITOS

    PARA retomar nuestra historia y poder asistir al casa-miento de Meg con conocimiento de las cosas con-viene primero ponernos al da con las noticias delos March, para enterarnos de toda la chismografadel caso. Creo probable que algunas personas mayo-res piensen que hay demasiado amor en el relato(ni por un momento se me ocurre que los jvenesvern en ello inconveniente) pero, de acuerdo con laseora de March, slo puedo decirles: Qu se pue-de esperar con cuatro muchachas alegres en la casay viviendo enfrente un vecino joven, elegante y llenode bros!

    Han pasado tres aos y son pocos los cambiosocurridos en la modesta familia. Ha terminado la gue-rra y el seor March est de vuelta en el seguro puer-to de su hogar, ocupndose de sus libros y de supequea parroquia, que encuentra en l al verdaderopastor, por naturaleza y por gracia de Dios.

    Por lo tanto, pese a su pobreza y a su rigurosaintegridad, que le vedaron los xitos ms mundanos,aquellos atributos atrajeron junto al seor March amucha gente admirable, con la misma naturalidad con

  • 8que las hierbas dulces atraen a las abejas. Y con igualnaturalidad les dio l la miel destilada en cincuentaaos de dura experiencia, sin que se colase una solagota de acbar.

    Para los de afuera parecan gobernar la casa lascinco enrgicas mujeres, y as era efectivamente enmuchas cosas, pero aquel hombre tranquilo, estudio-so, sentado entre sus libros, segua siendo el jefede la familia, la conciencia hogarea, el ancla, el con-suelo. Era hacia l a quien se volvan en momentosdifciles las mujeres de su hogar atareadas o inquie-tas, segn el caso, encontrndolo siempre, en el es-tricto cumplimiento de esas misiones sagradas: ma-rido y padre.

    Las chicas entregaban a su madre el corazn y asu padre el alma, y a ambos, que vivan y bregaban porellas con tanta firmeza, les daban un amor que crecaigual que ellas y las ligaba con lazos de esa ternuraque es bendicin para la vida y que sobrevive a lamuerte.

    La seora de March est tan gil y animosa comola vimos la ltima vez, aunque con su cabeza mscana. Por el momento la tienen tan absorbida losasuntos de Meg que los hospitales y los sanatorios,todava llenos de soldados heridos, extraan deci-didamente las visitas maternales de esta misioneravoluntaria.

    En cuanto a Juan Brooke, el novio de Meg, cum-pli como hombre su deber militar durante un ao,lo hirieron y fue enviado a su casa, no volvindoselea permitir que regresara a luchar. No recibi meda-llas, ni estrellas, ni barretas, habindoselas merecido,sin embargo, por haber arriesgado animosamentecuanto tena; y muy preciosos que son el amor y la

  • 9vida cuando estn en pleno florecimiento. Completa-mente conforme con su licenciamiento, se dedic arestablecerse y a prepararse para el trabajo que ha-ba de darle los medios de ganar un hogar para Meg.Con el buen sentido y la firme independencia quesiempre lo caracterizaron, rehus los ofrecimientosms generosos que le hiciera el seor Laurence,aceptando nicamente el puesto de tenedor de li-bros, pues le daba mucha ms satisfaccin comenzarcon un sueldo ganado con honestidad que aventurar-se a correr riesgos con dinero prestado.

    Por su parte, Meg haba pasado trabajando el tiem-po de la espera, desarrollando su carcter de mujery adquiriendo sabidura en las artes domsticas. Yponindose cada da ms bonita, pues no hay dudaque el amor es un gran embellecedor. Como tenasus ambiciones juveniles y las esperanzas tpicas detoda muchacha, sinti algn desencanto al ver el hu-milde tren en que deban comenzar su nueva vida.Eduardo Moffat se acababa de casar con Sarita Gardi-ner, y la pobre Meg no poda dejar de comparar lahermosa casa y el carruaje de ellos, los muchos re-galos que recibieron y sus esplndidos ajuares conlos modestsimos suyos. Secretamente, deseaba ha-ber podido tener lo mismo, pero sin saber cmo, elasomo de envidia y de descontento pronto se des-vanecieron al pensar cunto amor y trabajo pacientehaba puesto su Juan para ofrecerle la pequea casi-ta que le esperaba. Cuando el crepsculo los encon-traba juntos, hablando de sus proyectos, por modes-tos que fuesen, el porvenir se le apareca siempre tanlindo y lleno de luz que Meg se olvidaba de Sally ysus esplendores y se senta la muchacha ms rica yfeliz de toda la cristiandad.

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    En lo que a Jo se refiere, no tuvo que volver a casade la ta March, pues la anciana le tom tal aficin aAmy que la soborn con el ofrecimiento de leccio-nes de dibujo por uno de los mejores profesores delmomento. Por esa ventaja en perspectiva, Amy hubie-ra servido a patronas an ms severas que ta March.As, pues, Amy dedicaba las maanas al trabajo, lastardes a las diversiones, y le iba muy bien con esesistema. Entretanto, Jo se dedicaba a la literatura y aBeth, que haba seguido delicada mucho tiempo des-pus que su fiebre pasara a la historia. Sin estar pro-piamente enferma, no fue ya nunca la chiquilla rosa-da y sana que haba sido antes; no le faltaba nuncanimo, sin embargo, y se ocupaba de las pequeastareas domsticas, que adoraba; era amiga de todoel mundo, el ngel de la casa, aun mucho antes dedarse cuenta de ello aquellos que ms la queran.

    Mientras El guila desplegada le pag un dlarpor columna sus tonteras, como ella las llamaba,Jo se sinti rica y sigui tejiendo con gran diligen-cia sus romances. Pero en la cabeza le bullan gran-des proyectos y en la vieja cocinita de lata de la bo-hardilla seguan amontonndose despacito los ma-nuscritos garabateados que haban de colocar un dael nombre de March en el cartel de la fama.

    Y qu haba sido de Laurie? Una vez que satisfi-zo los deseos de su abuelo ingresando en la univer-sidad, ahora lo pasaba all lo mejor posible para cum-plir consigo mismo. Mimado por todo el mundo acausa de su dinero, sus excelentes modales y su mu-cho talento y el ms bondadoso de los corazones,corri gran peligro de echarse a perder, lo que hu-biese ocurrido con toda seguridad a no ser por eltalismn que posea el chico contra todo mal: el re-

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    cuerdo del bondadoso anciano que tanto tena quever en sus xitos, y de aquella maternal amiga quevelaba por l como si se tratara de su propio hijo. Yen ltimo trmino aunque en manera alguna elmenos importante el saber que cuatro muchachasinocentes lo queran, admiraban y crean en l contodo su corazn.

    Siendo un ser humano aunque de la raza de losgloriosos era muy natural que se divirtiera, flirtea-ra, se vistiera de petimetre y le diera por seguir lamoda universitaria al pie de la letra, ya fuese acuti-ca, sentimental o deportiva, segn la poca, apren-diendo y practicando al dedillo la jerga estudiantil yponindose ms de una vez en serio peligro de su-frir suspensiones y aun la expulsin. Pero como lascausas de estas travesuras no eran sino el buen hu-mor y el afn de broma, siempre se salvaba y saladel paso mediante la confesin franca, la reparacinhonorable, o aquel irresistible poder de persuasinque posea a la perfeccin. A decir verdad, casi seenorgulleca de sus escapadas y le gustaba deslum-brar a las chicas con grficos relatos de sus triunfoscon preceptores enfurecidos, dignsimos profesoresy enemigos vencidos. Los hombres de mi clase eranhroes a los ojos de las chicas, que nunca se cansa-ban de las proezas de nuestros tipos, permitindolea menudo regodearse con las sonrisas de esos super-hombres cuando Laurie los traa a quedarse en sucasa.

    La que ms disfrutaba de este alto honor era natu-ralmente Amy, quien lleg a ser la nia bonita delgrupo, ya que la seorita aprendi bien pronto a dar-se cuenta del don de fascinacin de que estaba biendotada. Meg hallbase demasiado absorbida por su

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    muy particular y especialsimo Juan como para ocu-parse de ningn otro seor de la creacin y Beth erademasiado tmida para animarse a hacer otra cosaque echarles una mirada y maravillarse de que Amyse atreviese a darles rdenes y mandarlos de aqupara all; en cuanto a Jo, estaba con ellos en su ele-mento y le era muy difcil refrenarse y no imitar susmodales, sus actitudes varoniles, sus frases y sushazaas, todo lo cual le pareca a ella ms naturalque las decorosas actitudes prescriptas para las se-oritas. A todos ellos gustaba Jo muchsimo, peroninguno se enamor de ella, mientras que fueronpocos los que pudieron escaparse de pagar el tribu-to de un suspiro sentimental ante el altar de Amy.

    Hablando de cosas sentimentales, tenemos quedirigirnos, con toda naturalidad, al Palomar.

    As se llamaba la casita de color pardo que el se-or Brooke haba preparado como primer hogar deMeg. As la haba bautizado Laurie, encontrando esenombre muy apropiado a los gentiles enamoradosque andaban juntos como un casal de palomos. Erauna casita minscula, con un jardincillo al fondo yun pradito de csped al frente poco ms grande queun pauelo. Ah quera Meg tener con el tiempo unafuente, macetos de arbustos y gran profusin de her-mosas flores, aunque por ahora la fuente estuvieserepresentada por un jarrn cachado que se parecamuchsimo a una palangana desgastada, los arbustospor unos alerces enclenques y la profusin de flo-res reducida a un regimiento de palitos para mostrarel sitio donde se haban plantado las semillas. Aden-tro, sin embargo, todo era un encanto y la novia felizno encontraba falta alguna del altillo a la bodega. Escierto que el hall era tan angosto que no dejaba de

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    ser una suerte que no tuviesen piano, ya que nuncahubiese entrado all uno entero; el comedor, tan chi-co que apenas caban seis personas, y las escalerasde la cocina parecan hechas a propsito para preci-pitar a los sirvientes y la vajilla en montn hasta lacarbonera. Una vez salvados estos inconvenientes,nada poda ser ms completo que aquella casita, puesel buen sentido y el gusto haban regido en la elec-cin de los muebles y enseres y el resultado era al-tamente satisfactorio. En la salita no haba ni mesasde tapa de mrmol, ni largos espejos, ni cortinas deencaje, sino muebles sencillos, muchos libros y unoque otro buen cuadro, un arriate de flores en la ven-tana, y desparramados por todas partes los bonitosregalos enviados por manos amigas.

    No creo que la estatua de mrmol de Paros re-galo de Laurie perdiese un tomo de su bellezaporque Juan hubiese hecho una repisa para colocar-la, ni que tapicero alguno pudiese haber arregladocon ms gracia las simples cortinas de muselina quela mano artstica de Amy. Y doy mi palabra de honorque ninguna cocina pudo estar ms cmoda y prolijaque la que Ana arregl cambiando cada cacerola desitio veinte veces y aun preparando el fuego para quelo encendiese la seora de Brooke al minuto deentrar en su casa. Tambin dudo que ninguna seorajoven comenzase su vida de casada con una provi-sin tan rica de repasadores, plumeros, agarraderasy bolsas de retazos, pues Beth le hizo tantos a Megcomo para durarle hasta las bodas de plata.

    La gente que manda hacer o compra todas estascosas no sabe lo que se pierde, pues las tareas mshumildes parecen hermosas si se hacen con manocariosa, y Meg encontr una amplia prueba de ello,

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    pues todas las cosas de su nidito, desde el palotede la cocina hasta el florero de plata de la mesa dela sala, eran testimonios elocuentes de amor al ho-gar y de tierna providencia.

    Cmo se divirtieron haciendo proyectos! Y qusolemnes excursiones de compras! qu errores tandivertidos cometieron y qu carcajadas ruidosasfestejaban los ridculos descubrimientos de Laurie!En su aficin a las bromas, ese caballerito, aunqueya a punto de salir de la universidad, era tan niocomo antes. Su ltima chifladura haba sido traertodas las semanas algn artculo nuevo, ingenioso ytil para la joven ama de casa. Un da era una bolsade notables broches para la ropa, el siguiente un ma-ravilloso rallador de nuez moscada que se desinte-graba a la primera prueba, un limpiacuchillos queda todos los de la casa o una barredora que arran-caba los pelos de las alfombras y dejaba la suciedad;un jabn que ahorraba trabajo pero destrozaba la pielde las manos, pegatodos infalibles que no se adhe-ran a otra cosa que los dedos de los ilusos compra-dores y toda suerte imaginable de artculos de lata,desde un alcanca para monedas sueltas hasta unacaldera mgica que lavaba las cosas en su propio va-por, con todas las perspectivas de estallar en la ope-racin.

    Era intil que Meg le rogara: Basta!, que Johnse riera de l y que Jo lo llamase Don Descubrimien-to. Le haba atacado la mana de favorecer la inventi-va yanqui. De modo que cada semana era testigo deun nuevo absurdo.

    Por fin todo estuvo terminado, hasta el detalle delos jabones de distintos colores arreglados por Amy

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    para hacer juego con la decoracin de los cuartos yla mesa tendida por Beth para la primera comida.

    Ests satisfecha? Te da la impresin de ho-gar? pregunt la seora de March recorriendo conMeg las dependencias del nuevo y pequeo reinodel brazo las dos, pues en ese momento madre e hijaparecan ms estrechamente ligadas que nunca.

    S, mam, completamente satisfecha, gracias atodos ustedes! Y tan feliz que ni siquiera puedo ha-blar respondi Meg.

    Si tuviese una o dos sirvientas sera perfectoobserv Amy saliendo de la sala, tratando de deci-dir dnde quedaba mejor el mercurio de bronce, sien la chimenea o en la rinconera.

    Mam y yo hemos hablado ya del asunto y mehe decidido a probar primero su idea: habr tan pocoque hacer que bastar con Lotty para los mandadosy ayudarme en algunas cosas, de modo que tenga yoslo el trabajo suficiente como para librarme de laholganza y de extraarlos a todos respondi Meg.

    Sarita Moffat tiene cuatro... comenz Amy.Si Meg tuviese cuatro sirvientes no cabran en

    la casa y el seor y la seora tendran que acamparen el jardn interrumpi Jo, quien, envuelta en ungran delantal, daba el ltimo toque a los bronces delas puertas.

    Sarita no es la esposa de un hombre pobre y lasmuchas mucamas estn de acuerdo con su hermosamansin. Meg y Juan comienzan modestamente, perotengo la impresin de que habr tanta o ms felici-dad en la casita chica como en la grande. Es un errorque a las muchachas jvenes como Meg no les que-de otra cosa que hacer que vestirse, dar rdenes ychismorrear. Recin casada, yo estaba deseando que

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    se gastase mi ropa nueva o que se rompiese, as podaremendarla porque me hart de hacer bordaditosdijo la seora March.

    Por qu no ibas a la cocina y ensayabas comis-trajos, como hace Sally para divertirse, aunque nun-ca le salen bien y las sirvientas se ren de ella? apun-t Meg.

    Lo hice, despus de un tiempo, pero no paraensayar comistrajos, sino para aprender a hacer lascosas bien y que los sirvientes no tuviesen que rer-se de m. Entonces era slo un juego, pero da llegen que agradeca tener conocimiento para cocinaralimentos sanos para mis hijitas y hacer mi trabajocuando ya no pude pagarme servidumbre alguna. T,Meg, comienzas al extremo opuesto, pero las leccio-nes que ahora aprendas te sern tiles ms adelantecuando Juan sea ms rico, pues una duea de casa,por opulenta que sea, debe saber cmo se hace eltrabajo si quiere que la sirvan bien y no le birlen eldinero.

    S, mam, de eso estoy segura dijo Meg, escu-chando respetuosamente esta pequea homila. Sa-ben que ste es el cuarto que ms me gusta en micasita de muecas? aadi Meg poco despus, cuan-do subieron al piso alto, y echando una ojeada a subien provisto placar de ropa blanca.

    All estaba Beth arreglando las blanqusimas pilascon gran prolijidad en los estantes y deleitndosecon el hermoso despliegue. Las tres soltaron la risaal or a Meg, pues el placar de la ropa blanca era yauna broma clsica, pues la ta March se haba validode un truco para mandar hacer y marcar con inicialesuna abundante provisin de ropa de cama y de mesay enviarla como regalo de la ta Carrol. Pero el secre-

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    to se supo, divirtiendo mucho a la familia, pues la taMarch trataba de hacerse la desentendida, insistien-do en decir que no poda regalar otra cosa que lasperlas antiguas, prometidas desde tiempo atrs a laprimera novia.

    He aqu un gusto muy femenino que me com-place mucho ver en ti como ama de casa. Yo tena unaamiga joven que comenz su vida de hogar con seissbanas, pero en cambio tena bol para la fruta paracuando tuviese visitas, y eso la satisfaca plenamen-te observ la seora de March pasando la manopor los manteles de damasco.

    Lo que soy yo, no tengo un solo bol para la fru-ta, pero este ajuar, segn Ana, me durar por el res-to de mis das.

    Ah viene Don Descubrimiento anunci Jodesde abajo; y todas bajaron a saludar a Laurie, cu-yas visitas semanales eran un acontecimiento impor-tante en sus sencillas vidas.

    Un fornido muchacho alto, de hombros anchos,pelo cortado al rape, una palangana de fieltro porsombrero y saco muy suelto vena por el camino agran velocidad, saltaba el cerco sin pararse a abrir laverja, y se diriga derecho a la seora de March conambas manos extendidas y un cordial saludo:

    Aqu estoy, madre! Todo bien!La ltima frase corresponda a la mirada que le

    haba dirigido la seora, mirada bondadosa e inqui-sitiva, que los hermosos ojos del muchacho enfrenta-ron con tanta franqueza que la pequea ceremoniatermin, como de costumbre, con un beso maternal.

    Para la seora de Brooke, con las felicitacionesdel fabricante. Dios te bendiga, Beth querida! Qu

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    espectculo reconfortante eres, Jo! Amy, te ests po-niendo demasiado bonita para una sola persona.

    Mientras hablaba, Laurie entregaba un paquete aMeg, tiraba del moo del pelo de Beth, fijaba la vistaen el delantal de Jo y caa en burlona actitud de xta-sis ante Amy. Luego estrech la mano a todo el mun-do y comenzaron a hablar.

    Dnde est Juan? pregunt inquieta Meg.Se detuvo a buscar la licencia para maana, se-

    ora ma.Quin gan el ltimo partido? pregunt Jo,

    que persista en interesarse por los deportes varoni-les, pese a sus diecinueve aos.

    Nosotros, naturalmente. Ojal hubieras estadoall para verlo!

    Cmo est la bella seorita de Randal? pre-gunt Amy.

    Ms cruel que nunca. No ven cmo me estoyquedando en los huesos? respondi Laurie con unasonora palmada en el ancho pecho y un melodramticosuspiro.

    Cul es la ltima broma? Abre el paquete y ve-moslo, Meg dijo Beth espiando curiosamente elabultado envoltorio.

    Es algo muy til para tener en la casa en casode incendio o de robo apunt Laurie al aparecer ala vista una matraca de sereno, que recibieron congrandes risas las cuatro chicas.

    Cualquier da que Juan no est en casa y doaMeg se asuste no tiene ms que agitar esto sacndo-lo por la ventana y en un periquete se despertar todoel vecindario. Lindo no? aadi el pcaro mucha-cho dando una muestra del poderoso despertador.Todos se taparon los odos.

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    Vaya manera de agradecerle a uno! Y hablandode agradecimiento: bien le puedes agradecer a Anahaber salvado tu torta de bodas de la destruccin,pues la traan cuando ya entraba, y si ella no la hu-biese defendido con tanta valenta le hubiera pico-teado con toda seguridad, pues pareca formidable.

    Cundo crecers, Laurie! observ Meg contono de matrona.

    Hago lo posible, seora, pero no creo que pue-da adquirir ms estatura, pues 1,90 metro es todo loque se puede pretender en esta poca de decaden-cia respondi el caballero, cuya cabeza llegaba casia la araa de la sala.

    Me imagino que sera una profanacin comeren esta flamante tacita de plata, as que como tengoun hambre imponente propongo un traslado aa-di poco despus.

    Mam y yo vamos a esperar a Juan, pues todavaquedan unas ltimas cosas por resolver contest Megretirndose muy atareada.

    Beth y yo nos vamos a casa de Kitty Bryant abuscar ms flores para maana agreg Amy proban-do el efecto de un sombrero muy pintoresco sobresus rizos igualmente graciosos y disfrutando del re-sultado como todos los dems.

    Vamos, Jo, no abandones a este pobre indivi-duo. Estoy en tal estado de agotamiento que me esimposible llegar a casa sin ayuda. No te saques esedelantal por nada del mundo: es estupendamentesentador le dijo Laurie al quitarse Jo el delantal,que era especial aversin de Laurie. ofrecindole almuchacho el brazo para guiar sus dbiles pasos.

    Bueno. Teddy, ahora tenemos que hablar muyseriamente de maana comenz a decir Jo al salir

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    juntos caminando. Tienes que prometerme que nohars ninguna diablura que eche a perder nuestrosproyectos.

    Ni una sola diablura. Prometido!Y no digas disparates divertidos cuando corres-

    ponda estar serio.Yo nunca hago eso. T eres buena para esas co-

    sas.Y te imploro que no me mires durante la cere-

    monia, pues con toda seguridad soltar la risa.Ni siquiera me vas a ver durante la ceremonia.

    Vas a llorar tanto que te ocultarn las lgrimas todala perspectiva.

    Sabes muy bien que nunca lloro... a menos quesuceda una desgracia.

    Tal como que un tipo se vaya a la universidad?interrumpi Laurie con una risita burlona.

    No seas presuntuoso. Slo me lament un po-quito para acompaar a las chicas.

    Claro! Naturalmente! Dime, Jo, cmo est abue-lo esta semana? Amable?

    Muy amable. Por qu preguntas eso? Te hasmetido en algn lo y quieres saber cmo lo va a to-mar? pregunt Jo suspicaz.

    Vamos, Jo! Me crees capaz de mirar a tu ma-dre a los ojos y decirle: Todo bien, si de veras nofuese as? Y Laurie interrumpi la marcha con aireofendido.

    No. No lo creo.Entonces no seas desconfiada. Solamente quie-

    ro pedirle dinero dijo Laurie ya apaciguado por eltono sincero de Jo.

    Gastas mucho, Teddy.

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    Bendita muchacha, yo no lo gasto, se gasta solo.No s cmo, pero cuando me acuerdo, ya ha desapa-recido todo lo que tena.

    Eres tan generoso y de corazn tan tierno quedejas que la gente te pida prestado y no sabes decirque no a nadie. Nos enteramos del asunto de Hen-shaw y todo lo que hiciste por l. Si siempre gasta-ras el dinero de ese modo nadie podra reprochrte-lo expres Jo con mucho calor.

    Oh! Henshaw le dio demasiada importancia a lacosa. No iba a dejar que ese tipo estupendo se ma-tase trabajando por falta de algo de ayuda cuandovale l solo ms que una docena de nosotros, quesomos unos znganos! Verdad que t misma no hu-bieras querido eso?

    Claro que no! Pero no veo para qu tienes queposeer en tu guardarropa diecisiete chalecos, no scuntas corbatas y un sombrero nuevo cada vez quevienes a tu casa. Crea que ya te habas curado de tufiebre de dandysmo, pero a cada rato veo un nuevobrote. La moda de ahora es estar horrible. Si fuerauna fealdad barata yo no dira nada, pero cuesta igualque la moda linda, y por mi parte no saco de ella nin-guna satisfaccin.

    Laurie ech la cabeza hacia atrs y se ri con tan-tas ganas de semejante ataque que se le cay la pa-langana de fieltro y Jo la pis, episodio que le dio aLaurie la oportunidad de explayarse sobre las venta-jas de la ropa simple y recia.

    No me sermonees ms, eh, Jo? Bastante tengotoda la semana y quiero divertirme cuando vengo acasa. Maana me voy a vestir como la gente, sin fijar-me en gastos, y te aseguro que ser una verdaderasatisfaccin para mis amigos.

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    Te dejara en paz si al menos te dejaras crecerel pelo. Sabe Dios que no tengo airetes aristocrti-cos, pero pongo objecin a ser vista con un tipo queparece un boxeador observ Jo con severidad.

    Este estilo modesto anima a estudiar: por esolo adoptamos replic Laurie. Y entre parntesis,Jo, creo que el petiso Parker se est volviendo locopor Amy. Habla de ella todo el da, le escribe poemasy est en la luna la mayor parte del tiempo. Sera me-jor que desterrara esa pasioncita, no te parece? aa-di Laurie en tono confidencial de hermano mayordespus de un minuto de silencio.

    Naturalmente. Nada de casamientos en la fami-lia por varios aos. Dios de mi vida! Qu estnpensando estos nios? exclam Jo tan escandali-zada como si Amy y Parker tuvieran doce aos.

    Es una poca de gran rapidez y no s a dndevamos a parar, seora. T no eres ms que una cria-tura, pero sers la prxima en irte, Jo, y nos dejarsde duelo dijo Laurie sacudiendo la cabeza al pen-sar en la degeneracin de la poca.

    No te alarmes; no soy del tipo de las que gus-tan. Nadie me va a querer, y es una suerte que assea, pues es preciso que haya una solterona en to-das las familias.

    T no le das oportunidad a nadie dijo Lauriecon una mirada de soslayo y algo ms de color queantes en su rostro curtido por el sol. Nunca mues-tras el lado dulce de tu carcter y si algn tipo lodescubre accidentalmente y no puede evitar demos-trarte que le gustas, lo tratas como aquella seoraGummidge trataba a su novio: le echas agua fra y tepones tan espinosa que nadie puede ni siquieraacercrsete.

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    No me gustan esas cosas; estoy demasiado ata-reada para preocuparme de pavadas y me parece te-rrible romper de esa manera las familias. Ahora pr-tate bien y no digas ms nada; el casamiento de Megnos ha hecho perder a todos la cabeza y no habla-mos ms que de amor y otros absurdos parecidos.Como no quiero enojarme, ser mejor que cambie-mos de tema. Y Jo pareca muy dispuesta a arrojaragua fra a la menor provocacin.

    Fueran cuales fueren sus sentimientos, Laurie lesdio salida con un largo silbido por lo bajo y una t-mida prediccin lanzada cuando se separaron en lapuerta:

    Acurdate de lo que te digo, Jo, t sers la prxi-ma en irte.

  • II. EL PRIMER CASAMIENTO

    LAS ROSAS de junio del porche despertaron bien tem-prano aquella maana, regocijndose con el sol, quebrillaba en un cielo sin nubes, como vecinos y ami-gos que eran en realidad. Rojas de emocin se ba-lanceaban al viento, susurrndose unas a otras lo quehaban visto, pues algunas se asomaban por las ven-tanas del comedor, donde estaba preparada la comi-da, mientras que otras suban para inclinarse ante lashermanas y sonrerles en tanto vestan a la novia.

    La propia Meg no pareca sino una rosa ms, puestodo lo mejor y ms dulce de su corazn pareca flo-recer ese da en su carita, hacindola hermosa y tier-na, con un encanto ms bello an que la belleza. Noquiso saber nada de sedas, ni de encaje, ni de azaha-res. No quiero parecer rara o artificial en un da comohoy deca. No quiero una boda fastuosa ni a lamoda, sino simplemente quiero tener a los que amoa mi alrededor y para ellos parecer y ser la misma desiempre.

    As, pues, ella misma se hizo el traje de novia, co-siendo en l puntada a puntada las tiernas esperan-

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    zas y romances inocentes de su joven corazn. Sushermanas le trenzaron los bonitos cabellos y los ni-cos adornos que llev fueron los muguetes o liriosdel valle, que a su John gustaban ms que ningunaotra flor.

    De veras que ests exactamente como nuestraquerida Meg de siempre, slo que tan dulce y bonitaque te abrazara si no fuese por no arrugarte el vesti-do exclam Amy contemplndola encantada cuandola toilette estuvo terminada.

    Entonces estoy satisfecha. Pero. por favor, de-seo que me abracen y besen todo lo que quieran sinpreocuparse de mi vestido.

    Y Meg abri los brazos a sus hermanas, que laestrujaron con caras felices, seguras de que el nue-vo amor no haba cambiado el antiguo.

    Ahora me voy a hacerle a Juan la corbata y lue-go me quedar unos minutos tranquila con pap enel escritorio.

    Y Meg baj corriendo a celebrar esas pequeasceremonias y luego a seguir a su madre por dondeella anduviese, consciente de que pese a las sonri-sas del rostro querido haba una pena secreta en elmaternal corazn por el vuelo de la primera ave quedejaba el nido.

    Mientras las tres chicas menores estn juntas dan-do los ltimos toques a sus simples tocados, es unabuena oportunidad para comprobar unos pocos cam-bios que se han operado en sus aspectos, pues lastres estn hoy mejor que nunca.

    Se han suavizado mucho los ngulos en Jo, quienha aprendido a conducirse con desenvoltura, si nocon gracia. El pelo enrizado ha crecido y es hoy unaespesa melena, ms sentadora para esa cabecita que

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    corona la alta figura. Hay frescos colores en sus meji-llas morenas, un suave brillo en sus ojos, su agudalengua no pronuncia hoy ms que palabras benvo-las.

    Beth ha crecido y est alta y plida y ms tranqui-la que nunca; los bellos ojos bondadosos parecenms grandes y hay en ellos una expresin que entris-tece, aunque no es en s misma triste. Es la sombradel dolor que toca aquel rostro joven con pacienciatan pattica, aunque Beth rara vez se queje y siem-pre hable esperanzada de que pronto estar mejor.

    Amy es considerada con justicia la flor de la fa-milia, pues a los diecisis aos tiene todo el aire yel porte de una mujer hecha: no bella, pero posedade ese encanto indescriptible que se llama gracia. Laacusaban las lneas de su figura, los movimientos desus manos, el ondear de su vestido, la cada de supelo, detalles no deslumbrantes pero s armoniososy tan atrayentes para muchos como la belleza misma.La nariz de Amy la segua afligiendo, pues se rehusa-ba por completo a volverse griega; lo mismo ocurracon la boca, que era grande y de mentn pronuncia-do. Estas facciones defectuosas daban carcter a todosu rostro, pero ella nunca lo vea as, aunque se con-solaba con su cutis exquisitamente blanco, sus pe-netrantes ojos azules y sus rizos, ms dorados y abun-dantes que nunca.

    Las tres llevaban trajes de tela delgada color grisplata (sus mejores vestidos para ese verano) con ro-sas rosadas en el pelo y en el pecho; y las tres pare-can lo que realmente eran: muchachas de cara fres-ca y corazn feliz, detenindose un momento de susvidas atareadas para leer con ojos pensativos el ca-ptulo ms dulce del romance de la vida de una mujer.

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    No habra ritos ceremoniosos; todo sera tan natu-ral y hogareo como fuese posible. As, pues, cuandolleg ta March se escandaliz mucho al ver a la no-via correr a recibirla, encontrar al novio asegurandouna guirnalda que se haba cado y atisbar al pater-nal sacerdote subiendo escaleras arriba con cara muygrave y una botella de vino bajo cada brazo.

    Vlgame Dios! Qu significa este estado decosas? exclam la anciana seora ubicndose en elasiento de honor preparado para ella y arreglandolos pliegues de su traje de moar lila con gran cruji-do de sedas. No te debas haber dejado ver hastael ltimo momento, criatura!

    No soy ningn espectculo, tita, y nadie vienea mirarme ni a criticar mi vestido ni a calcular lo quecost el buffet. Soy demasiado feliz para estarmepreocupando de lo que nadie diga o piense, as quemi casamiento ser exactamente como a m me gus-ta. Juan, querido, aqu est tu martillo y all se fuela novia a ayudar a ese hombre en su trabajo.

    El seor Brooke no dijo ni siquiera gracias; peroal agacharse a recoger aquel utensilio tan poco ro-mntico le dio un beso a su novia detrs de la puer-ta plegadiza, con una mirada que oblig a ta Marcha sacar su pauelito y secarse un sospechoso rocoque haba aparecido en sus viejos ojos sagaces.

    De pronto, un estruendo, un grito, una risa de Lau-rie, acompaada de la expresin indecorosa de: J-piter Tonante! Jo ha vuelto a derribar la torta! Unaconmocin momentnea que apenas haba pasadocuando lleg una bandada de primos y empez lafiesta, como deca Beth cuando era chiquita.

    No dejis que se me acerque ese gigantn... mefastidia ms que los mosquitos susurr ta March al

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    odo de Amy a medida que las habitaciones se ibanllenando y la negra cabeza de Laurie sobresala porsobre todas las dems.

    Nos ha prometido portarse muy bien hoy y esmuy capaz de proceder con suma elegancia cuandoquiere replic Amy, deslizndose hacia el otro cuar-to para advertir al Hrcules que se guardara del dra-gn, aviso que bast para que l todo el da rondaraa la anciana con una devocin que casi la enloquece.

    No hubo cortejo nupcial, pero se hizo en la salaun repentino silencio en el momento en que el se-or March y la joven pareja se colocaron bajo el arcode siempreverdes. La madre y las hermanas se apia-ron bien cerca, como si estuviesen poco dispuestasa renunciar a Meg; la voz paternal se quebr ms deuna vez, lo cual contribuy a hacer la ceremonia mshermosa y solemne; la mano del novio tembl visi-blemente y nadie pudo or sus respuestas; en cam-bio, Meg mir al novio directamente a los ojos y dijo:S! con una confianza tan llena de ternura en el ros-tro y en la voz que su madre se regocij interiormen-te y la ta March llorique de tal modo que todo elmundo la oy.

    En cuanto a Jo, no gimote como Laurie le pronos-ticara, aunque estuvo a punto de hacerlo en ciertaocasin, y slo se contuvo de dar un espectculopor la certeza de que Laurie la miraba fijamente conuna mezcla cmica de alegra y emocin en sus ojostraviesos. Beth escondi la cara en el hombro de sumadre, pero Amy pareca una graciosa estatua conun rayo de sol muy sentador posado en su blancafrente y en la rosa de su cabello.

    Mucho me temo que no haya sido del todo ele-gante, pero en el mismo instante que se consider

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    casada Meg exclam: El primer beso para mam!,volvindose para drselo con el corazn en los la-bios. Luego Meg se asemej ms que nunca a unarosa, pues todo el mundo se aprovech al mximode la franquicia de besar a la novia, desde el seorLaurence hasta Ana, quien adornada de una cofia im-presionante se abalanz sobre Meg en el hall con unsollozo mezclado con risa casi ahogada: Dios, tebendiga, queridita, cien veces. La torta no se danadita y todo est precioso.

    Despus de eso todo el mundo se sinti ms des-pejado y dijo alguna agudeza, o por lo menos lo in-tent, que fue casi lo mismo, pues la risa es fcilcuando las almas estn contentas. No hubo exposi-cin de regalos, ya que todos estaban colocados enla casita, ni hubo tampoco un complicado buffet,sino un abundante almuerzo con pasteles y fruta. Elseor Laurence y la ta March se miraron y sonrieronencogindose de hombros cuando vieron que los ni-cos nctares que las tres Hebes alcanzaban a la con-currencia eran agua, limonada y caf. Nadie dijo nadasin embargo hasta que Laurie, que insista en servira la novia, apareci ante ella con una bandeja colma-da ejn la mano y una expresin de perplejidad en lacara.

    Acaso Jo ha roto por accidente todas las bote-llas? pregunt O me equivoco al creer que vialgunas por ah esta maana?

    No, es verdad; tu abuelo nos ofreci lo mejorde su bodega y ta March nos mand varias botellas,pero pap reserv algunas para Beth y despach elresto para el Asilo de Marineros. Ya sabes que l pien-sa que el vino debe beberse slo en caso de enfer-

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    medad, y mam siempre dice que ni ella ni sus hijasse lo ofrecern nunca a ningn joven bajo su techo.

    Meg hablaba con toda seriedad y esperaba queLaurie se riese o refunfuase, pero el chico no hizoninguna de las dos cosas, sino que dijo con su modoimpetuoso de siempre:

    Eso me parece bien. Bastante dao he visto ha-cer por la causa contraria para no desear que ningu-na mujer piense como ustedes.

    Espero que no hayas adquirido sabidura con laexperiencia, eh?

    No, te doy mi palabra de que no. Y no vayas adarme mucho mrito por eso, sino que sta no esuna tentacin para m. Educado en un medio dondeel vino me llama la atencin, aunque cuando a unose lo ofrece una chica bonita no se puede rehusar,eh?

    Pero lo hars, si no por ti, por los dems. Ea,Laurie! promtemelo y me dars una razn ms parallamar a ste el da ms feliz de mi vida.

    Una exigencia tan repentina y tan seria hizo vaci-lar un momento al joven, pues el ridculo es a vecesms difcil de sobrellevar que el sacrificio. Meg sa-ba que si Laurie le haca esa promesa en aquel mo-mento la cumplira luego por mucho que le costase,y consciente de su fuerza, la utiliz, como hace todamujer con todo derecho, siempre que sea por el biende un amigo. No habl, pero miraba el rostro del mu-chacho con expresin a la que la felicidad prestabaelocuencia y con una sonrisa que deca: Nadie pue-de negarme nada hoy. Por cierto que Laurie no po-da, y respondiendo a la sonrisa de Meg con otra son-risa, le dijo con calor: Lo prometo, seora de Bro-oke.

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    Te lo agradezco muchsimo.Y yo digo: que sea por muchos aos esa resolu-

    cin! exclam Jo, bautizndolo con una salpicadu-ra de limonada al agitar su vaso y mirarlo radiante deaprobacin.

    As se hizo aquel brindis memorable, y as fueempeada la palabra y fielmente cumplida, pese a ha-ber sido muchas las tentaciones. Con sabidura instin-tiva, las muchachas haban aprovechado un momentofeliz para hacer al amigo un favor que l supo agra-decerles toda la vida.

    Despus del almuerzo la gente se puso a pasearde aqu para all en grupos de dos o de tres por eljardn o la casa, disfrutando del sol tanto afueracomo adentro. En un momento en que Meg y Juan seencontraban parados juntos en medio de un cuadritode csped a Laurie lo arrebat una inspiracin quepuso la nota final en este casamiento tan fuera de lousual.

    Que todos los casados formen rueda y bailenalrededor de los novios, como hacen los alemanes,mientras los solteros bailan en parejas por la partede afuera gritaba Laurie, pasendose por la veredade la mano con Amy, y su alegra fue tan contagiosaque todo el mundo sigui su ejemplo sin una solaprotesta.

    El seor y la seora de March, ta March y to Ca-rrol abrieron la marcha y los dems se plegaron, aunSarita Moffat, quien despus de un minuto de vacila-cin se ech la cola del vestido sobre el brazo y arre-bat a Eduardo para unirse a la ronda. Pero la coro-nacin de la tarde fueron el seor Laurence y la taMarch, pues cuando el imponente caballero se diri-gi con aire solemne a la dama, ella puso su bastn

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    bajo el brazo y sali dando saltitos para unirse demanos con los dems y bailar alrededor de los no-vios mientras los jvenes invadan el jardn comomariposas en da de verano.

    La falta de aliento puso fin al baile improvisado yluego la concurrencia comenz a marcharse.

    Te deseo mucho bien, querida, de corazn tedeseo bien, pero creo que te arrepentirs dijo taMarch a Meg, aadiendo al novio al acompaarla lhasta el coche: Tiene usted un tesoro, caballerito,vea usted de merecerlo.

    ste es el casamiento ms lindo que he vistoen mucho tiempo, Eduardo, y no sabra decir por qu,pues no tuvo ninguna elegancia observ a su mari-do la joven seora de Moffat al alejarse en su coche.

    Laurie, muchacho, si alguna vez tienes ganas dedarte un lujo de esta clase, consguete una de estaschiquitas para acompaarte y estar completamentesatisfecho manifest el seor Laurence sentndo-se a descansar en su silln despus de la agitacinde la maana.

    Har lo posible por darle gusto, seor fue larespuesta de Laurie, desusadamente obediente, y sedesprendi de la solapa con sumo cuidado la florque Jo le haba puesto en el ojal.

    La casita de Meg y Juan no quedaba lejos y elnico viaje de novios que hizo Meg fue el tranquilopaseo con su Juan de la vieja casa a la nueva.

    No tengan la impresin de que me separe deustedes, mamita querida, o de que los quiera menosporque quiera tanto a Juan dijo abrazndose a sumadre con los ojos arrasados en lgrimas por unmomento. Vendr todos los das, pap, y esperoque me guardis en vuestros corazones el sitio de

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    siempre, por casada que est. Beth va a pasar conmi-go bastante tiempo y las otras chicas vendrn a ver-me a menudo para rerse de mis luchas domsticas.Gracias a todos por mi preciosa fiesta de casamien-to. Adis, adis!

    All se quedaron los dems con caras llenas deamor, tierna esperanza y bastante orgullo, mirndolaalejarse apoyada en su marido con las manos llenasde flores y el sol de junio iluminando su rostro fe-liz. As comenz la vida de casada de Meg.

  • III. ENSAYOS ARTSTICOS

    LLEVA mucho tiempo aprender la diferencia entre eltalento y el genio, y eso es ms difcil an para chi-cas y muchachos ambiciosos. A travs de muchas tri-bulaciones, Amy aprenda esa distincin, pues toman-do equivocadamente su entusiasmo por inspiracinensay todas las ramas del arte con audacia decidi-damente juvenil. Por largo tiempo hubo calma en elasunto del modelado, dedicando ese tiempo a finsi-mas obras de dibujo a pluma, en el cual mostraba tan-to gusto y habilidad que sus encantadoras obritasresultaron a la vez agradables y provechosas. Pero elesfuerzo que exigi a su vista la oblig a abandonarel dibujo a pluma, reemplazndolo por un audaz en-sayo en pirograbado.

    Mientras dur este ataque la familia vivi en te-mor constante de una conflagracin, pues a toda horael olor a madera quemada penetraba por toda la casay, con frecuencia alarmante, sala humo del altillo odel galpn; por todos lados aparecan atizadores ca-lientes al rojo y Ana no se acostaba nunca sin llevar-

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    se un balde de agua adems de una campana por mie-do de un incendio. La cara tallada de Rafael fue en-contrada en el revs del tablero de modelar. Luego,muy apropiadamente, la cabeza de Baco apareci enla tapa del barril de cerveza y un querubn cantandoadorn la tapa del cubo del azcar. En cuanto a lastentativas de retratar a Romeo y Julieta, proveyerona la familia de leita para el fuego durante un tiem-po.

    Del fuego, la transicin al aceite fue natural paraaquellos pobres dedos quemados y Amy se puso apintar con no menos fervor que antes. Un amigo pin-tor la equip con sus paletas, pinceles y pinturas aban-donados; y se puso a pintorrear marinas y pastoralescomo no se vieron nunca ni en mar ni en tierra. Susmonstruosidades en materia de ganado hubiesen ob-tenido premios en cualquier exposicin y la peligro-sa inclinacin de sus navos hubiese mareado al ob-servador ms nutico si primero no se hubiese con-vulsionado de risa al notar el ms absoluto descuidode todas las reglas conocidas de la construccin debarcos.

    Despus fueron los retratos al carbn; aparecitoda la familia colgada de la pared con aspecto tanfiero y fuliginoso como si recin saliera de la carbo-nera. Con los bosquejos al lpiz, se. suavizaron algo,pues los parecidos eran muy buenos y fueron califi-cados por algunos de notables: el pelo de Amy, lanariz de Jo, la boca de Meg y los ojos de Laurie. Si-gui un retorno al yeso y la arcilla y los rincones dela casa se vieron frecuentados por vaciados fantasma-les de los conocidos de Amy. No era difcil que alabrir un placar cayera uno de aquellos benditos va-ciados sobre la cabeza del curioso. Los chicos del

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    barrio eran sobornados para servir de modelos y susincoherentes relatos de las misteriosas actividadesde la astuta muchacha la presentaban a los vecinoscomo una especie de joven ogro. Sus esfuerzos enese campo llevaron a un abrupto fin, sin embargo, acausa de un infortunado accidente que apag su en-tusiasmo. Sindole escasos los modelos, se puso avaciar su propio pie, por cierto muy bonito, y un dala familia se alarm con una espantosa barahnda degolpes y gritos. Al correr al salvamento se encontra-ron con la entusiasta joven saltando como loca porel galpn con el pie agarrado fuertemente en un bal-de de yeso que se haba endurecido con inesperadarapidez. Con mucha dificultad y algn peligro fueextrada del yeso, pues a Jo la venci de tal modo larisa mientras hurgaba que se le escap el cuchillo yle cort el piececito, quedando a la pobre Amy unrecuerdo imborrable de aquel ensayo artstico.

    Despus de ese experimento, Amy se tranquilizun tiempo, hasta que la mana de bosquejar del natu-ral la llev a frecuentar el ro, el campo y el bosque,a la bsqueda de estudios pintorescos, mientras sus-piraba por algunas ruinas que copiar. Innumerablesfueron los resfros que se pesc sentndose en lahierba hmeda para hacer un apunte de algn deli-cioso detalle, compuesto de una piedra, un poste,un hongo y un tallito quebrado o de un preciosomacizo de nubes que parecan cuando pintadasuna exhibicin selecta de colchones de pluma. Hastasacrific su cutis bogando por el ro en pleno veranopara estudiar la luz y la sombra.

    Si el genio no es ms que paciencia eterna, comoafirm Miguel ngel, por cierto que Amy tena algnderecho a ese divino atributo, pues perseveraba a

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    pesar de todos los obstculos, fracasos y desencan-tos, porque crea firmemente que algn da iba a ha-cer algo digno de ser llamado gran arte.

    Entretanto, aprenda, haca y disfrutaba de otrascosas, pues tambin estaba resuelta a ser una mujeratrayente y culta, aunque nunca llegara a ser una granartista. En eso obtena mejores resultados, pues erauno de esos seres felizmente creados que compla-cen sin esfuerzo, que se hacen amigos por todas par-tes y toman la vida con tanta gracia y facilidad quelos menos afortunados se ven tentados de creer quehan nacido bajo una estrella auspiciosa. A todo elmundo gustaba Amy, pues entre sus muchos donesposea el del tacto. Tena un sentido instintivo de loque era apropiado y poda ser agradable a los dems.Siempre deca lo que deba a cada persona, haca loque corresponda hacer en cada lugar y momento ytena tal dominio de s misma que sus hermanas so-lan decir que si Amy tuviese que presentarse antela corte de Inglaterra sin ensayo previo iba a saberexactamente qu hacer y qu decir.

    Una de las debilidades era, sin embargo, el deseode actuar en la mejor sociedad sin que estuviesemuy segura de lo que constitua en realidad lo me-jor. A sus ojos eran muy deseables el dinero, la posi-cin, la. habilidades y los modales elegantes y gusta-ba de tratar a quienes posean esas cualidades, to-mando a menudo lo falso por lo verdadero y admi-rando lo que no siempre era admirable. No olvidabanunca que era una dama por su nacimiento y cultiva-ba sus gustos y modos de sentir aristocrticos conmiras a que, llegada la oportunidad, la encontrasepreparada para ocupar el lugar del que ahora la ex-clua la pobreza.

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    Su Seora, como la llamaban sus amigas, desea-ba sinceramente ser una dama verdadera, y en esen-cia lo era.

    Quiero pedirte un favor, mam anunci un daAmy, entrando en su casa con aire importante.

    Bueno, chiquita, de qu se trata? respondila madre, a cuyos ojos la altiva seorita segua sien-do la nena.

    Nuestra clase de dibujo termina la semana prxi-ma, y antes de separarme de las chicas por el veranoquiero invitarlas a que vengan a pasar un da aqu con-migo. Estn locas por ver el ro, sacar apuntes delpuente roto y copiar algunas de las cosas que tantoadmiran en mi carpeta. Han sido tan amables conmi-go! Y les estoy especialmente agradecida, pues to-das son ricas y saben que yo soy pobre sin hacrmelonotar nunca.

    Y por qu haban de hacrtelo notar? La se-ora de March hizo la pregunta con un aire que laschicas llamaban digno de Mara Teresa.

    Mamita, sabes tan bien como yo que esa dife-rencia tiene mucha importancia para casi todo el mun-do, as que no te encrespes como una gallina cuan-do algn ave pica a sus pollitos.

    Ri de buena gana la seora de March y suavizan-do su orgullo materno pregunt:

    Bueno, chiquita, de qu se trata?Quisiera invitar a las chicas a almorzar aqu la

    semana que viene, llevarlas en coche a todos los si-tios que quieran visitar, hacer quiz un paseo en botepor el ro... es decir, hacerles una fiestecita artstica.

    Todo parece factible. Qu les daras de almor-zar? Me imagino que bastar con sndwich, torta, fru-ta y caf, no?

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    Oh, no, mam! Yo haba pensado darles tambinlengua y pollo fros, chocolate y helados. Estas chi-cas estn habituadas a esas cosas y yo quiero quemi almuerzo sea correcto y elegante por lo mismoque saben que trabajo para vivir.

    Cuntas chicas son? pregunt la seora empe-zando a ponerse seria.

    En clase somos entre doce y catorce, pero nocreo que vengan todas...

    Criatura! Vas a tener que alquilar un mnibuspara llevarlas de aqu para all.

    Pero, mam! Cmo se te ocurre? Probablemen-te no vendrn ms de siete u ocho. Alquilar unacamioneta y pedir prestado el cochecito del seorLaurence.

    Todo eso saldr caro, Amy.No tanto, mamita. He calculado el gasto y lo voy

    a pagar yo.No te parece, querida, que por lo mismo que

    esas chicas estn acostumbradas a esas cosas, porms que nos empeemos no les ofreceramos nadanuevo? Por eso, si hacemos todo ms sencillo, lesresultar a ellas un cambio agradable y a nosotrosmenos gravoso que empendonos a comprar o pe-dir prestado cosas que no necesitamos y que no es-tn de acuerdo con nuestra posicin.

    Si no lo hago del modo que he pensado prefie-ro no hacerlo, mam. S que puedo llevarlo a caboperfectamente con tu ayuda y la de las chicas. Ade-ms, no veo por qu no, cuando estoy dispuesta apagar todos los gastos.

    Amy hablaba con tono decidido.

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    Sabiendo que la experiencia es la mejor maestra,la seora de March dejaba cuando ello era posi-ble que sus hijas aprendieran por s solas.

    Muy bien, hija. Si ests decidida y crees que po-drs hacer todo sin demasiado gasto de dinero, denervios y de tiempo, no te dir nada ms. Hblalo contus hermanas y lo que decidan se har, con toda laayuda que yo pueda darles.

    Gracias, mam! Eres siempre tan buena. Y allse fue Amy a enterar a las otras chicas de su proyecto.

    Meg estuvo de acuerdo desde el principio y pro-meti ayudar, ofreciendo de corazn desde su casi-ta hasta sus mejores cucharitas de plata. Pero en cam-bio Jo desaprob todo el proyecto y no quera sabernada de ayudar.

    Por qu diablos tienes que gastar dinero y fas-tidiar a tu familia, amn de dar vuelta toda la casa,por un montn de muchachas a quienes no les im-porta un comino? Te crea demasiado sensata y msorgullosa para tratar de ganarte los favores de nin-guna mujer slo porque usa calzado francs y andaen coche con chofer de librea. As se expres Jo,quien habiendo sido convocada a la reunin arran-cndola del trgico desenlace de su novela no esta-ba de humor para asuntos de vida social.

    No trato de ganarme favores de nadie y odioque me traten con tono protector tanto o ms quet respondi Amy indignada, pues ella y Jo toda-va tenan altercados cuando se suscitaban cuestio-nes de esa ndole. Las chicas me quieren de ver-dad, y yo a ellas, y vers que tienen mucha bondad ysentido comn, aparte del talento, a pesar de todoeso que t llamas estupidez a la moda. T no tepreocupes de gustar a la gente, de actuar en socie-

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    dad ni de cultivar los modales y el buen gusto, peroyo s, y pienso aprovechar al mximo cada oportu-nidad que se me presente. T puedes andar por elmundo sacando fuera los codos y la nariz al aire ydarle a eso el nombre de independencia, pero seno es mi modo de ser.

    Cuando Amy afilaba la lengua y se extralimitabapor lo general llevaba las de ganar, pues casi siempretena de su parte el sentido comn, mientras que Jollevaba a extremo tal su amor por la libertad y suodio a los convencionalismos que generalmente sevea derrotada en las discusiones. La definicin deAmy de la idea que tena Jo de la independencia fuetan buena que las dos soltaron la risa y la discusintom un cariz muy amable. Aunque contra su volun-tad, Jo consinti por fin en sacrificar un da a la so-ciedad y ayudar a su hermana en lo que ella consi-deraba como una soberana necedad.

    Fueron enviadas las invitaciones, y casi todas acep-tadas, sealndose el lunes siguiente para el granacontecimiento. Ana estaba de mal humor porque sutrabajo de la semana iba a ser alterado y profetizque si el lavado y el planchado no se hacan comosiempre, nada de lo dems iba a andar bien. Este tro-piezo en el resorte principal de la economa doms-tica tuvo mal efecto sobre todo el proyecto, pero ellema de Amy era nil desperandum, y como se haba de-cidido respecto de lo que iba a hacer, avanz con elplan a pesar de todos los obstculos. Para empezar,la comida no le sali bien a Ana: el pollo result duro,la lengua demasiado salada y el chocolate no quisohacer la espuma debida. Despus, la torta y los hela-dos costaron ms de lo calculado, lo mismo que lacamioneta. Y otros gastos, insignificantes cuando

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    todo comenz, suban ahora en forma alarmante. Bethtom fro y tuvo que meterse en cama. Meg recibiuna cantidad desusada de visitas que la retuvieronen su casa. En cuanto a Jo, se encontraba en estadode nimo tan inestable que no acababa de rompercosas y pasarle accidentes que ya iban siendo dema-siado numerosos, serios y enojosos.

    De no haber sido por mam, nunca hubiera podi-do terminar las cosas, declaraba Amy mucho tiempodespus, con gratitud, cuando ya todo el mundo ha-bla olvidado el mejor chiste de la temporada.

    Si el lunes no amaneca con tiempo bueno las se-oritas iran el martes, arreglo que aument al col-mo la irritacin de Jo y de Ana. El lunes por la maa-na el tiempo estaba en ese estado indeciso que exas-pera mucho ms que una lluvia torrencial. Por mo-mentos garuaba, sala el sol, soplaba viento y no sedecidi hasta que fue demasiado tarde para que na-die ms lo hiciese.

    Amy se levant al alba, apurando a todo el mundoa que saliesen de la cama y se desayunaran para po-der arreglar la casa. La sala le hizo la impresin deestar especialmente rada ese da, pero sin detener-se a suspirar por cosas que no tena cubri todo conhabilidad, colocando las sillas en las partes ms gas-tadas de la alfombra, cubriendo las manchas de la pa-red con cuadritos enmarcados de hiedra y llenandolos rincones vacos con estatuaria casera que dio ala habitacin un aspecto muy artstico, igual que loshermosos jarrones llenos de flores que Jo desparra-m por todos lados.

    La comida tena muy buen aspecto y la pobre Amyal inspeccionarla rez al cielo para que tambin su-piera bien y para que todos los cristales y porcela-

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    nas prestados volvieran a sus dueos sin inconvenien-tes. Los coches encargados haban sido prometidoscon puntualidad y tanto Meg como la mam estabanlistas para hacer los honores a las visitas mientrasque Beth se preparaba a ayudar a Ana entre telones.Jo se haba comprometido a estar tan amable y ani-mada como se lo permitiesen la cabeza dolorida, elnimo ausente y una desaprobacin decidida de todoy de todos. Mientras se vesta, cansada desde ya, Amyestaba deseando el momento en que, terminado elalmuerzo, saliera con sus amigas para pasar una tar-de de deleites artsticos, pues el cochecito del se-or Laurence y el puente roto eran o iban a ser lospuntales de su fiesta.

    Siguieron dos horas de suspenso, durante las cua-les Amy oscilaba como un pndulo entre el porche yla sala, mientras que la opinin pblica variaba tantocomo la veleta. Un fuerte chaparrn cado a las onceevidentemente enfri el entusiasmo de las invitadas,que deban llegar a las doce. No vino nadie, y a lasdos de la tarde la familia exhausta se sent con elsol a todo brillar a consumir las partes perecederasdel almuerzo de modo que nada se perdiese.

    Por lo menos hoy no habr dudas sobre el tiem-po; vendrn todas con seguridad; as, pues, dmonosprisa para estar listas y recibirlas exclam Amy aldespertarse al da siguiente con el sol. Su tono eraanimado, pero en el fondo del corazn deseaba nohaber dicho nada sobre el martes porque el intersdel asunto se estaba enfriando.

    No he podido conseguir langosta, as que ten-drs que suprimir el fiambre, querida dijo el seorMarch volviendo del mercado con expresin de pl-cida desesperacin.

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    Utiliza el pollo, entonces. En una mayonesa nose notar que es duro aconsej la seora.

    Ana lo dej en la mesa de la cocina y se lo co-mieron los gatitos. Lo siento muchsimo, Amy apun-t Beth, que segua protegiendo felinos.

    Entonces tengo que conseguir langosta a cual-quier precio, pues la lengua sola no basta dijo Amycon decisin.

    Quieres que me precipite a la ciudad a buscaruna? pregunt Jo con magnanimidad digna de unmrtir.

    Eres capaz de venirte con ella bajo el brazo, sinenvolverla, nada ms que para probar mi pacienciacontest Amy, cuyo buen humor comenzaba a fa-llarle.

    Con un pauelo en la cabeza y armada de una ele-gante canasta de viaje sali ella por fin segura deque el aire fresco le suavizara el espritu alterado yla preparara para las faenas del da. Con bastantetrabajo consigui el objeto de sus deseos, como asi-mismo un frasco de mayonesa para evitar nueva pr-dida de tiempo en casa, volviendo muy satisfecha desu previsin.

    Como en el mnibus haba slo una pasajera, msuna anciana soolienta, Amy se instal en el vehcu-lo dispuesta a engaar el tedio del camino con elclculo de donde se haba ido todo el dinero gasta-do en la fiesta. Tan preocupada estaba con su pa-pel lleno de cifras refractarias que no se percat dela llegada de un nuevo pasajero que haba subidosin hacer parar el vehculo, hasta que una voz mascu-lina pronunci: Buenos das, seorita de March. Allevantar la vista se encontr Amy con uno de los mselegantes amigos de Laurie. Deseando fervorosamen-

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    te que se bajara l antes que ella, Amy se desenten-di completamente de la canasta que haba dejadoen el suelo, y felicitndose de haberse puesto sutraje nuevo de viaje devolvi el saludo del joven consu afabilidad y animacin habituales.

    Se entendieron admirablemente, pues la primerapreocupacin de Amy fue averiguar que l descen-da primero, y hablando estaban de cosas especial-mente elevadas cuando la anciana se levant para ba-jarse. En camino a la puerta tropez, volc la canastay horror! la langosta, en toda su vulgaridad de tama-o y subido color, apareci ante los ojos de elevadaalcurnia de Tudor!

    Vlgame Dios! La buena mujer olvida la comidaexclam el joven, completamente ignorante de lasituacin, volviendo a su lugar a aquel monstruo es-carlata con el bastn y preparndose a alcanzar lacanasta a la viejecita.

    No, por favor... es ma! murmur Amy con elrostro casi tan rojo como su crustceo.

    De veras? Perdn! Es una langosta extraordi-naria, verdad? dijo Tudor con gran presencia denimo y una apariencia de serio inters que hicieronhonor a su educacin.

    Amy se recobr al instante, coloc la canasta atrevi-damente sobre el asiento y dijo riendo:

    Apuesto a que le gustara a usted comer un pocode la ensalada que voy a hacer con ella y ver a laschicas encantadoras que la van a saborear.

    Eso se llama tacto, pues la frase atacaba los dospuntos vulnerables de la mentalidad masculina: lalangosta se vio rodeada inmediatamente para Tudorde una aureola de recuerdos gastronmicos agrada-bles y la curiosidad respecto a las encantadoras mu-

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    chachas lo distrajo del desgraciado y cmico acci-dente.

    Me imagino que se va a rer en grande y hacerchistes con Laurie despus, pero yo no estar ahpara orlos, y eso me consuela pens Amy cuandoTudor salud y se baj del mnibus.

    Amy ni siquiera mencion este encuentro cuan-do lleg a su casa, descubriendo, para colmo de ma-les, que su traje nuevo se le haba manchado bastan-te y que haba hilillos de mayonesa corriendo por lafalda. Sigui, pues, con los preparativos, que ya leiban resultando tediosos: a las once estaba todo lis-to de nuevo. Segura de que los vecinos se interesa-ran por sus movimientos, Amy deseaba borrar el re-cuerdo del fracaso de ayer con el xito de hoy, demodo que pidi el coche grande y sali con muchaceremonia a buscar a sus invitadas para traerlas albanquete.

    Se oye el ruido del coche... ya llegan! Saldr alporche a recibirlas; es ms acogedor y quiero que mipobre Amy lo pase muy bien despus de todo el tra-bajo que se ha tomado dijo la seora, uniendo laaccin a la palabra. Pero al decir la primera resolvivolverse adentro, y lo hizo con una expresin indes-criptible. Perdidas en el inmenso coche iban Amy yuna sola invitada!

    Corre, Beth, ayuda a Ana a sacar la mitad de loque hay en la mesa. Sera ridculo presentar un al-muerzo para doce ante una sola chica grit Jo, tanexcitada que ni siquiera se detuvo a rerse a gusto.

    Amy entr serena como siempre y estuvo encanta-do-ramente cordial para con esta nica invitada quehaba cumplido su promesa. Los dems, que tenanmucho de actores, desempearon sus papeles con

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    igual destreza, y la seorita de Elliot los encontruna familia excepcionalmente alegre, pues lo ciertoes que ninguno pudo controlar la hilaridad que lescausaba la situacin. Una vez finalizado el remodeladoalmuerzo, visitados el estudio y el jardn y discutidocon entusiasmo el arte, Amy pidi el sulky adissueo del elegante land! y pase a su amiga tran-quilamente por los alrededores hasta la puesta delsol. Y termin la fiesta. Al volver, Amy pareca muycansada, pero acusaba la perfecta compostura desiempre, observando que haba desaparecido todovestigio de la famosa fiesta, excepto un replieguesospechoso en las comisuras de los labios de Jo.

    La seorita de Elliot es una chica muy mona yparece haberse divertido mucho dijo Beth con ca-lor desusado en ella.

    Podra llevarme algo de la torta, Amy? La nece-sito de veras, pues tengo tantas visitas! Adems, nos hacerla tan deliciosa como sta dijo Meg conabsoluta seriedad.

    Llvatela toda, por favor; yo soy aqu la nicaque come cosas dulces y se pondra vieja antes deque pudiese terminar semejante cantidad respon-di Amy pensando en el gasto enorme de tanta torta,para terminar as!

    Es una lstima que no est Laurie para ayudar-nos a despachar todo observ Jo cuando la familiase dispuso a comer fiambre y helados por segundavez dos das seguidos.

    Una mirada de advertencia de su madre fren todaobservacin adicional y la familia continu comien-do en silencio, heroicamente, hasta que el seor Marchapunt con gran mansedumbre:

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    La ensalada era la comida preferida por los anti-guos y, segn Evelyn... ah tuvo que detenerse porel estallido de risa que cort por lo sano aquellahistoria de las ensaladas, con gran sorpresa del eru-dito caballero.

    Llevemos todo esto a los Hummel. Los alema-nes se mueren por las comilonas. Ya me enferma mi-rar estos restos y no hay razn para que ustedesse mueran de empacho porque yo haya sido una ne-cia exclam Amy por fin, secndose las lgrimasde risa.

    Yo cre morirme cuando las vi a las dos en aquelgran coche vaco como dos pepitas chicas en una cs-cara grande. Y mam esperando con toda ceremoniapara recibir a la comitiva! dijo entonces Jo, exhaus-ta de risa.

    Siento mucho que hayas sido defraudada, que-rida, pero todos hicimos lo posible para darte satis-faccin acot la seora de March, con pena mater-nal.

    Pues yo estoy satisfecha, ya que hice lo que mehaba propuesto y no fue culpa ma que todo fraca-sara. Eso me consuela dijo entonces Amy con vozalgo temblorosa. Les agradezco mucho a todos laayuda que me prestaron y les agradecer an ms sininguno menciona el asunto.

    Nadie volvi a comentar aquello durante muchosmeses, pero la palabra fiesta siempre provocaba unasonrisa general, y para el cumpleaos de Amy le re-gal Laurie una pequea langosta de coral para dijede su pulsera.

  • IV. LECCIONES LITERARIAS

    LA FORTUNA sonri de pronto a Jo y le puso en el ca-mino un talismn de buena suerte. No precisamenteun talismn de oro, pero dudo que medio milln lehubiera causado felicidad ms verdadera que aque-lla pequea suma que lleg a sus manos de esta ma-nera:

    Cada dos o tres semanas se encerraba Jo en sucuarto, se pona el traje de escribir y caa en tran-ce, como ella deca, escribiendo su novela con almay vida, pues hasta que no haba terminado el ataqueno le era posible quedarse en paz. Su traje de escri-bir consista en un delantal de lana negra en el quepoda limpiar la pluma cuantas veces quisiera sin quese notase y una cofia del mismo material, adornadacon un alegre moo rojo, en la cual poda escondertodo el pelo cuando estaba dispuesta para la accin.Aquella gorra era como una seal para los ojos inqui-sidores de la familia, que durante aquellos perodosse mantena a prudente distancia, limitndose a me-ter de cuando en cuando la cabeza en el altillo parapreguntar con inters: Qu tal, Jo, arde o no el ge-

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    nio? No siempre se aventuraban siquiera a hacer esapregunta, sino que observaban la gorra y sacaban deah sus conclusiones. Si aquella expresiva prenda es-taba bien metida sobre la frente era seal de que eltrabajo marchaba; en los momentos de gran excita-cin adquira un ngulo audaz, y cuando la desespe-racin haca presa de la autora era arrancada com-pletamente y arrojada al suelo. En tales ocasiones elintruso optaba por retirarse en silencio y hasta queel moo no se vea de nuevo alzado alegremente so-bre la talentosa frente, nadie se atreva a dirigirse a Jo.

    No vaya a pensarse que la muchacha se crea ungenio. De ninguna manera, pero cuando le daba el ac-ceso de escribir deba abandonarse a l por comple-to, y viva feliz ese momento, olvidada de toda nece-sidad y de toda preocupacin, en el bueno o en elmal tiempo, viviendo en un mundo imaginario llenode amigos casi tan reales y queridos para ella comolos de carne y hueso. El sueo hua de sus ojos, lascomidas permanecan intactas, el da y la noche erandemasiado breves para disfrutar la felicidad que labendeca nicamente en esas horas y le daban valor,ya que la vida era entonces digna de ser vivida aun-que no sacara de ellos ningn otro fruto. El estrodivino duraba generalmente una semana o dos, y cuan-do sala del trance reapareca famlica, muerta desueo, enojada o desalentada, segn el caso.

    Se recobraba precisamente de uno de esos ata-ques cuando alguien la convenci para que acompaa-ra a la seorita de Crocker a una conferencia, y comopremio de ese acto virtuoso fue inspirada con unaidea nueva.

    Como llegaron temprano y miss Crocker se pusoa tejer, Jo se divirti examinando las caras de la gen-

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    te que ocupaba la misma fila que ellas. A su izquier-da haba dos matronas, de frentes macizas y sombre-ros igualmente pesados. Mientras hacan encaje, dis-cutan los Derechos de la Mujer. Ms all haba unahumilde pareja de enamorados, cndidamente toma-dos de la mano; luego una sombra solterona comien-do pastillas de menta y un seor viejo tomndoseuna siesta anticipada. A su derecha, su nico vecinoera un muchacho de aspecto estudioso, absorto enla lectura de un diario.

    Como se trataba de un peridico ilustrado, Jo estu-di la obra de arte que tena tan cerca, preguntndo-se ociosamente qu fortuita concatenacin de circuns-tancias necesitara la ilustracin melodramtica deun indio con todo el traje de guerra, desplomndo-se en un precipicio con un lobo prendido a la gar-ganta, mientras dos furiosos jvenes se apualabanmutuamente cerca de all y una mujer desgreadahua por el fondo con la boca abierta. Detenindosea dar vuelta la hoja, el chico la vio mirando, y con ama-bilidad de muchacho, le ofreci la mitad de la pgina,dicindole lisa y llanamente:

    Quiere leerla? Es una historia de primera.Jo la acept con una sonrisa; porque todava no

    se le haba pasado su preferencia por los chicos va-rones y pronto se encontr sumergida en el acos-tumbrado laberinto de amor, misterio y crimen, puesla historia perteneca a la categora de literatura bara-ta en que las pasiones estn de fiesta y cuando fallala inventiva del autor una gran catstrofe barre de laescena la mitad de los personajes, dejando la otramitad para que se regocijen con su cada.

    De primera, verdad? pregunt el chico cuan-do vio que Jo llegaba al final.

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    Creo que usted o yo podemos hacerlo tan biencomo ese autor si nos lo proponemos replic Jo,divertida con la admiracin que despertaba en el chi-co aquella tontera.

    Me considerara muy afortunado si as fuera.Esa seora gana mucha plata escribiendo estas his-torias, segn dicen e indic el nombre de la auto-ra bajo el ttulo del cuento.

    La conoce? pregunt Jo, con inters repentino.No, pero leo todo lo que escribe y conozco a

    un tipo que trabaja en la oficina donde se imprimeeste diario.

    Y dice usted que se gana bien la vida con cuen-tos como ste? pregunt Jo mirando con ms res-peto el grupo convulsionado de la figura y la pginasalpicada de exclamaciones.

    Creo que s. Sabe ella muy bien lo que le gustaa la gente y le pagan por escribirlo.

    En ese momento de la conferencia, y por lo quetoca a Jo, poco de ella fue lo que escuch, pues mien-tras el profesor Sands se explayaba sobre escaraba-jos y jeroglficos, ella subrepticiamente copiaba ladireccin del diario, resolviendo audazmente optaral premio de cien dlares que ofrecan por una his-toria sensacionalista. Para cuando termin la confe-rencia, y mientras la concurrencia se despertaba, Jose haba ganado una fortuna y se sumerga en el pla-neamiento de su historia sin decidirse a si el duelodeba ocurrir antes de la fuga o despus del asesi-nato.

    Nada dijo del proyecto en su casa, pero puso ma-nos a la obra al da siguiente, con mucha inquietudpor parte de su madre, que siempre se afliga un pococuando el genio se pona a arder. Jo no haba ensa-

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    yado nunca ese gnero, contentndose hasta enton-ces con sencillos romances. Su experiencia dramti-ca y sus lecturas eclcticas le fueron tiles ahora,pues le dieron cierta idea de los efectos dramticosy la proveyeron de argumento, lenguaje y trajes. Sucuento estaba tan repleto de desesperaciones y an-gustias como lo permita su limitada experiencia deesas emociones tan incmodas y, habiendo ubicadosu historia en Lisboa, la redonde con un terremotocomo desenlace apropiado y llamativo. Despach ensecret el manuscrito, con una notita en que, modes-tamente, deca que si el relato no ganaba el premiocosa que el autor no se atreva a esperar agrade-cera cualquier suma que el peridico creyese quel vala.

    Seis semanas son largas para esperar y an mslargas para que una muchacha guarde su secreto; Johizo sin embargo ambas cosas, y ya empezaba a per-der toda esperanza cuando lleg una carta que ladej sin respiracin, pues al abrirla cay en su faldaun cheque de 100 dlares. Por un minuto se quedmirndolo como si se tratase de una culebra; por finley la carta y se puso a llorar. Si el atento caballeroque haba escrito aquella amable notita pudiese ha-ber visto qu intensa felicidad daba a un semejante,cre que hubiese dedicado en adelante su tiempolibre, si es que lo tena, a este entretenimiento, puesJo valor la carta ms an que el dinero, pues eraalentadora y despus de aos de esfuerzos fue real-mente agradable descubrir que por fin haba apren-dido a hacer algo, aunque slo fuese un cuento sen-sacionalista.

    Pocas veces se habr visto a una muchacha msorgullosa que Jo cuando electriz a su familia pre-

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    sentndose con la carta en una mano y el cheque enla otra, anuncindoles que haba ganado un premio.Hugo gran regocijo, todo el mundo ley y alab elcuento. Pero cuando su padre hubo elogiado el len-guaje y dicho que el romance era fresco y sinceroy la tragedia muy emocionante, aadi:

    Puedes hacer cosas mucho mejores que sta,Jo. Fija tu objetivo en lo ms alto y no te preocupesdel dinero.

    Pues a m me parece que el dinero es la mejorparte de todo este asunto. Qu vas a hacer con esafortuna? pregunt Amy, mirando aquella tirita depapel con aire reverente.

    Mandar a Beth y a mam a la playa por un meso dos respondi Jo al momento.

    Qu esplndido! dijo Beth palmeando las ma-nos y respirando hondo como si anhelase las frescasbrisas del ocano; luego se detuvo y rechaz el che-que que su hermana agitaba ante ella, diciendo:

    No, no. No puedo aceptarlo, querida, sera unegosmo...

    Pues ya lo creo que irs. Lo deseo de corazny es cosa decidida. He tenido xito slo porque mepropuse lograr ese objeto. Nunca me salen bien lascosas cuando las hago pensando solamente en mmisma... Adems, mam necesita un cambio de aire, ycomo nunca te dejara tienes que ir t con ella. Qumagnfico va a ser verte regresar gordita y rosadacomo antes!

    Y a la playa fueron, y aunque Beth no volvi tanrosada y gordita como hubiese sido de desear. esta-ba mucho mejor. De modo que Jo estuvo muy satis-fecha del empleo de su premio y se puso a trabajar,decidida a ganar algunos ms de esos sabrosos che-

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    que-citos. Como fueron varios los que gan ese ao,comenz a sentirse una pequea potencia dentro delhogar, ya que por la magia de una pluma su tonte-ra se convirti en comodidades para todos ellos.La hija del Duque pag la cuenta del carnicero, Unamano fantasma coloc una alfombra nueva en la sala,La maldicin de los Coventry result una bendi-cin para los March, convertida en ropa y artculosde almacn.

    La riqueza es una innegable bendicin, pero lapobreza tiene tambin su lado alegre y uno de losdulces usos de la adversidad es la autntica satis-faccin que deriva del trabajo fuerte, sea de la cabe-za o del brazo. Jo disfrut de gran satisfaccin y yano envidi ms a las muchachas ricas, derivando granalegra de la idea de poder satisfacer sus necesida-des sin tener que pedir un centavo a nadie.

    Poca atencin llamaron sus cuentos, pero tenansu mercado, y alentada por ese hecho decidi correr-se la gran aventura de adquirir fama y fortuna escri-biendo. Copi su novela por cuarta vez, leysela alos que gozaban de su confianza, sometindola porfin a la aprobacin de tres editores, que la acepta-ron a condicin de que la redujese en un tercio, omi-tiendo todas las partes que a ella ms le gustaban.

    Ahora tengo que optar entre volverla a guardarhasta que se enmohezca en la cocinita de lata, publi-carla por mis medios o cortajearla para conformar alos compradores y sacar de ella lo que pueda. La famaes artculo de lujo, pero el dinero al contado es msconveniente.

    Este discursito abri la sesin de un consejo defamilia convocado por Jo para saber la opinin de lamayora sobre asunto tan importante.

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    No eches a perder tu libro, hija ma, pues tienems mrito del que t le asignas y la idea est muybien desarrollada. Espera y djalo que madure. stefue el consejo de su padre.

    A m me parece que Jo se beneficiara ms pro-bando que esperando fue el pronunciamiento dela mam. La crtica es la mejor prueba a que se pue-de someter este tipo de trabajo, pues le descubriral mismo tiempo mritos y defectos tal vez insospe-chados, ayudndole a mejorar su posible nueva pro-duccin. Nosotros somos parciales; en cambio, el elo-gio o la censura de los extraos le resultar suma-mente til aunque el dinero que gane sea poco.

    S dijo Jo, sa es la pursima verdad. Hacetanto tiempo que me estoy ajetreando con mi nove-la que ya ni s si es buena, mala o regular. Me seruna gran ayuda que las personas serenas e imparcia-les la lean y me digan lo que piensan.

    Yo no le quitara una sola palabra, Jo; slo laecharas a perder si as lo hicieras, pues el intersde la historia est ms en la mente de los personajesque en sus acciones y ser un embrollo sin las expli-caciones que todo aclaran expres Meg, que creafirmemente que se trataba de una de las novelas msgrandes que se haban escrito.

    Pero es que, precisamente, el seor Allen medice: Omita las explicaciones; hgala breve y dramti-ca y deje que los personajes mismos relaten las co-sas explic Jo leyendo la nota del editor.

    Es mejor que hagas como te indica, pues l sabelo que se vende y nosotros, en cambio, no sabemosnada. Has un buen libro popular y saca de l todo eldinero que puedas. Ms adelante, cuando te hayashecho de un nombre, te puedes dar el lujo de hacer

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    digresiones y filosofas y aun de introducir persona-jes metafsicos en tus novelas fue la opinin deAmy, quien adoptaba en el asunto un punto de vistaestrictamente prctico.

    Bueno dijo Jo, riendo, no creo que haya nadametafsico ni filosfico en mi libro porque no s deesas cosas ms que lo que le oigo a veces decir apap. Si con mi humilde romance se han mezcladoalgunas de sus ideas sabias tanto mejor. Y ahora, quie-ro saber qu opina Beth de todo esto. Qu dices,Beth?

    A m me gustara verlo impreso en seguida fuetodo lo que dijo Beth, y aunque sonri al decirlo huboun nfasis tal vez inconsciente en la ltima palabra yuna mirada pensativa en aquellos ojos que nunca per-dieron su candor infantil. El corazn de Jo se enco-gi por un minuto con un presentimiento de temor,decidiendo en su fuero interno apresurarse con laaventura de editar su libro en seguida.

    As, pues, con firmeza espartana, la joven autorapuso a su primognito sobre la mesa y lo cortajedespiadadamente. Con la esperanza de complacer atodo el mundo, sigui el consejo de cada uno y, comoel viejo de la fbula con su asno, no dio gusto a na-die.

    A su padre le agradaba la vena metafsica que sehaba colado inconscientemente en el libro, de modoque dej esa parte aunque le suscitaba muchas du-das. A su madre le pareca que haba demasiada des-cripcin, de modo que la suprimi casi toda, privan-do a la historia de muchos eslabones necesarios. Megadmiraba la parte trgica, y Jo dej en el manuscritotodo el sufrimiento que pudo para complacer a Meg,mientras que Amy haca objeciones a los chistes, y

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    con la mejor intencin del mundo Jo suprimi lasescenas alegres que mitigaban el carcter sombrodel relato. Luego, para hacer la ruina completa, la acor-t en un tercio y, alegre y confiada, despach la po-brecita novela, cual un gorrin desplumado, a probarfortuna en el ancho mundo de la literatura.

    Fue impreso, s, y le dieron por l trescientos d-lares, as como muchos elogios y muchas censuras,ambas considerablemente mayores de lo que ella ha-ba esperado, de modo que la pobre Jo cay en unagran perplejidad.

    Me decas, mam, que la crtica me ayudara, perono veo cmo puede hacerlo cuando es tan contra-dictoria que no s si he escrito un libro que prome-te o faltado a los Diez Mandamientos de la literaturase lamentaba Jo, revisando una pila de crnicas desu libro cuya lectura la llenaba de alegra y orgulloun minuto y de indignacin y congoja el siguiente.Este hombre, por ejemplo, dice: Un libro exquisito,lleno de verdad, belleza y serio pensamiento; todoen l es dulce, sano y puro continuaba la perplejanovelista. Este otro, en cambio, dice as: La teoradel libro es mala, llena de fantasas mrbidas, ideasespiritualistas y personajes artificiales. Ahora dgan-me ustedes qu quiere decir todo eso, cuando yono expuse teora alguna, de ninguna clase, no creoen el espiritualismo y copi los personajes de la vidareal. No me parece que este crtico pueda tener ra-zn de ninguna manera. Otro dice: Es la mejor nove-la aparecida en el pas en muchos aos (de esto syo mucho ms que l y tengo otra opinin), y el quesigue asegura que aunque es original y escrito congran fuerza y sentimiento, se trata de un libro peli-groso. Algunos crticos se burlan, otros exageran el

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    elogio y casi todos insisten en creer que tengo unaprofunda teora para exponer, cuando ustedes sabenmuy bien que la escrib por el placer que encuentroen ello y por ganar dinero Ojal lo hubiera editadocompleto o me hubiera abstenido en absoluto de sa-carlo a luz, pues detesto que me juzguen tan equivo-cadamente!

    La familia y los amigos administraban consuelosy elogios con igual liberalidad, pese a lo cual el mo-mento fue difcil para una muchacha sensible y ale-gre como Jo. Aun as, el trance le hizo bien, pues aque-llos cuya opinin tena verdadero valor le hicieronsu crtica, que al fin y al cabo constituye la mejoreducacin de un autor; y cuando hubo pasado el pri-mer momento de resentimiento, Jo pudo rerse desu pobrecito libro sintindose ms sabia y ms fuertea causa de los golpes recibidos.

    No siendo un genio como Keats no me voy amorir por tan poca cosa deca, animosa y creo quellevo la mejor parte de toda esta confusin, ya quelas cosas que he sacado de la vida real se denunciancomo imposibles y absurdas, y las escenas que inven-t, sacndolas de mi tonto magn, son juzgadas comoencantadoramente naturales, tiernas y verdaderas.As, pues, por el momento me conformar con esto,y en cuanto pueda me volver a lanzar a la palestra.

  • V. EXPERIENCIAS DOMSTICAS

    COMO casi todas las recin casadas, Meg comenz suvida de seora con la determinacin de ser un amade casa ejemplar: Juan deba encontrar un paraso ensu hogar, ver siempre una cara sonriente al llegar acasa, comer magnficamente todos los das y no sa-ber lo que es perder un botn. Tanto amor, energa ybuen nimo aport Meg a la tarea que no poda te-ner ms que buen xito, a pesar de algunos obstcu-los. Su paraso, sin embargo, estuvo lejos de ser tran-quilo, pues la mujercita se agitaba demasiado, se aje-treaba intilmente, pona excesivo empeo en com-placer y bulla sin parar. A veces estaba demasiadocansada aun para sonrer, a Juan le atac dispepsiade tantos platitos delicados que le haca Meg, ycon absoluta ingratitud masculina clamaba por comi-das simples. En cuanto a los botones perdidos, pron-to aprendi Meg a preguntarse dnde iban a parartantos como faltaban de la ropa de su amo y seor, yamenazaba a Juan que se los hara coser a l cuan-do volviera a perder otros.

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    Eran muy felices, naturalmente, aun despus dedescubrir que no podan vivir nicamente de amor.Juan no encontr disminuida la belleza de Meg aunviendo a esa carita sonrerle radiante por detrs dela domstica y poco romntica cafetera. Tampoco Megech de menos el tan mentado romanticismo cuan-do al irse de casa Juan se despeda con un beso se-guido de: Necesitas, querida, que te haga mandaralgo para la comida, ternera o un poco de cordero?La casita dej de ser glorieta celestial para conver-tirse en hogar y los jvenes esposos pronto se die-ron cuenta de que el cambio era en realidad una me-jora. En un principio, lo que hacan era jugar a lasmuecas, como chicos retozones, hasta que Juan sepuso seriamente a trabajar, sintiendo sobre sus hom-bros las preocupaciones propias de un jefe de fami-lia. En cuanto a Meg, dej a un lado los delantalitosde cambray de los primeros das, se puso un grandelantal a rayas y se sumergi en el trabajo doms-tico con ms energa que discrecin.

    Mientras le dur la mana culinaria se recorritodo un famoso libro de cocina, descifrando sus re-cetas como si se tratase de ejercicios matemticos.A veces deban invitar a toda la familia a comerse unaexcesiva abundancia de xitos; otras, despachar a Lottyen secreto con una tanda de fracasos, que los acomo-da-ticios estmagos de los pequeos Hummel ocul-taran a todos los ojos curiosos. Revisando con Juansus libretas de cuentas disminuan sus entusiasmosculinarios, y durante esa temporada de frugalidad elpobre Juan deba conformarse con budn de pan, pi-cadillo, caf recalentado y otras cosas que ponan aprueba su aguante, aunque saba soportarlo todocon fortaleza digna de elogio. Antes de alcanzar el

  • 62

    feliz trmino medio, Meg agreg a sus experienciasdomsticas aquello de que pocas parejas escapan:una pelea.

    Llena de entusiasmo por ver su despensa bien pro-vista de dulces caseros, emprendi la confeccin dela jalea de grosella. Le pidi a Juan que le enviaseunos doce tarritos y una cantidad adicional de az-car, pues las grosellas de su huerta estaban madu-ras y haba que recogerlas en seguida. Como Juanestaba convencido de que mi mujer era capaz derealizar cualquier cosa, y senta orgullo por las habi-lidades de ella, resolvi complacerla y as lograranaprovechar ese invierno en forma muy simptica suprimera cosecha de fruta. A casa llegaron, pues, cua-tro docenas de tarritos monsimos y medio barril deazcar, adems de un chico para juntar las grosellassin que Meg se molestara. Con su precioso pelo es-condido en una cofia, los brazos arremangados y undelantal a cuadritos muy coqueto se puso a trabajarla joven ama de casa, sin la menor duda respecto desu xito. Acaso no haba visto a Ana hacer la jaleams de cien veces? El nmero de tarritos la asust enun principio, pero como a Juan le gustaba tanto lajalea de grosella y los tarritos iban a quedar tan bienen el estante superior de la despensa, Meg resolvillenarlos todos y pas un largo da juntando grose-llas, hirvindolas, colocndolas y ajetrendose conel bendito dulce. Hizo las cosas lo mejor que pudo,consult su libro de cocina, se devan los sesos pararecordar qu es lo que haca Ana y que ella evidente-mente haba omitido: volvi a hervir, aadi azcar,volvi a colar, pero aquel matete terrible no quisocuajarse.

  • 63

    La pobre Meg suspiraba por correrse hasta la casade su madre, con delantal y todo, a pedir ayuda. PeroJuan y ella haban acordado que nunca molestaran anadie con sus problemas, ni con sus experiencias, nicon sus peleas. Y se haban redo mucho al decir estaltima palabra, como si la sola idea les pareciese ab-surda. Pero haban sabido mantener su resolucin.De modo que Meg sigui luchando por su cuentacon aquel refractario dulce todo ese largo da de ve-rano, y a las cinco de la tarde no pudo ms y se sen-t en su cocina vuelta patas arriba, y elev la voz para...llorar!

    Debemos consignar que en el primer entusiasmode su vida matrimonial Meg haba dicho, no una sinomuchas veces: Mi marido se sentir siempre librepara traer un amigo a casa cuantas veces quiera y siem-pre me encontrar lista... nada de agitaciones, de re-gaos, sino que la casa estar siempre arreglada, laesposa de buen nimo y una buena comida prepara-da. Juan, querido, nunca te detengas a pedirme per-miso, invita a quien quieras y puedes estar segurode mi acogida.

    Qu encantador era todo aquello, por cierto! Johnresplandeca de orgullo al orselo decir y considera-ba una bendicin tener una mujer superior. Sin em-bargo, aunque varias veces tuvieron invitados, nuncafueron inesperados y Meg no haba tenido hasta aho-ra la oportunidad de lucirse.

    De no olvidarse Juan completamente de la bendi-ta jalea, hubiese sido imperdonable de su parte ele-gir aquel da fatdico para traer un invitado a comersin anunciarlo. Felicitndose interiormente de quese haba encargado por la maana una esplndidacomida para la noche y segursimo de que iba a estar

  • 64

    todo listo al minuto de entrar en casa, anticipaba elefecto encantador que iba a hacer al amigo cuandosu bonitsima esposa saliera corriendo a recibirlos.

    Pero este mundo est hecho para los desencan-tos, como Juan lo descubri al aproximarse al Palo-mar. La puerta del frente, casi siempre abierta y hospi-talariamente invitante, hoy no slo estaba cerrada sinocon cerrojo! Y el barro de ayer adornaba todava losescalones. Las ventanas de la sala estaban cerradas ylas cortinas corridas sin que apareciera por ningunaparte la visin de la bonita esposa cosiendo en elporche, toda de blanco con un moito enloquecedoren el pelo. Nada de todo eso apareci a la vista y s,nicamente, un muchachito sospechoso dormido en-tre los matorrales de grosella.

    Mucho me temo que haya ocurrido algo. Pasa aljardn, Scott, mientras busco a la seora... dijo Juanalarmado.

    Dando la vuelta a la casa corri Juan tras un acreolor a azcar quemada y el seor Scott lo sigui conuna mirada extraada en los ojos. Discretamente, sedetuvo al desaparecer Brooke, pero alcanzaba a very a or y, siendo soltero, se divirti mucho con la si-tuacin.

    En la cocina reinaba la confusin y la grima: unaedicin de la jalea chorreaba de cacerola a cacerola,otra yaca ignominiosamente en el suelo, y la tercerase quemaba tranquilamente en el fuego sin que na-die se preocupase. Con su flema teutona, Lotty co-ma pan con vino de grosella, pues la jalea estaba anen estado irremisiblemente lquido. A todo esto, laseora de Brooke, sentada, sollozaba, lgubremente.

    Queridsima muchacha! Qu es lo que pasa?grit Juan con visiones terribles de malas noticias,

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    sin contar la consternacin al pensar en el invitadoque haba quedado en el jardn.

    Ay, Juan, estoy cansadsima, enojada y preocu-pada! Me he pasado todo el da luchando hasta que-dar exhausta! Y