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  • Memorias de D. Antonio Alcal Galiano publicadas por su hijo

    Antonio Alcal Galiano

  • ndice

    Memorias de D. Antonio Alcal Galiano

    publicadas por su hijo

    Advertencia o Primera parte

    Captulo primero

    Propsito de la obra.-Linaje, hechos y condicin de los parientes del autor.-Su nacimiento.-Embarco de su padre para dar la vuelta al mundo.-Carcter y prendas de su madre.-Educacin que recibe y precocidad que demuestra.-Visita a su abuelo en las lneas de Gibraltar

    Captulo II

    Regreso de su padre.-Viaje a la corte.-Presentacin a los ministros de Hacienda y Marina.-Nacimiento de su hermana.-Grave enfermedad, en que est a punto de sucumbir.-Estado de los nimos en la corte.-Convalecencia.-Aficin creciente a la lectura y primeros libros que maneja.-Obtiene gracia de cadete de Guardias espaolas.-Salida de Madrid para la isla de Len, y causa que la motiv

    Captulo III

    Escuadra armada en Cdiz, contra Inglaterra.-Escuela en la Isla.-Combate del cabo de San Vicente.-Bombardeo de Cdiz.-Mazarredo, jefe de la escuadra.-Trasldase el autor a Cdiz, y ya a la escuela.-Amenaza de un castigo corporal.-Efecto que le produce y clera de su padre.-La academia de don Juan Snchez.-Maestros de francs y latn, y progresos del discpulo.-Su padre va a Mjico y vuelve a Espaa con cargamento de plata, burlando la vigilancia de los cruceros ingleses.-Segundo viaje de su padre a Veracruz.-Sus tos maternos salen para Brest en la escuadra.-Visita que hace a la librera de su to

  • don Juan Mara, y obras que halla y lee.-Aficin que demuestra a las ceremonias religiosas.-Sermones que compone e improvisa, y efecto que produce en su auditorio.-Noticias que recibe de su madre.-Epidemia en Cdiz.-Incorporado al cuarto batalln de Guardias, contina en su casa con licencia.-Paz general.-Regreso de su padre y estado de su fortuna

    Captulo IV

    Embarca con su padre en el navo Bahama, con destino a Npoles.-Peripecias de la navegacin.-Cambio de rumbo.-Fondean en Argel, y despus en Tnez.-Zafarrancho de combate.-Vuelta al punto de partida.-Estancia en Cartagena.-Trato con Solano y Cscar.-Fama que adquiere y consecuencias desagradables de su intemperancia de lenguaje.-Navegacin a Npoles.-Estudio de la lengua italiana.-Un suceso a bordo.-Descripcin de Npoles y sus alrededores.-Estado poltico del pas.-Navegacin de vuelta a Espaa.-Reales nupcias y festejos en Barcelona.-Presentacin al coronel de Guardias y causa que impide realizarla a Su Majestad.-Ascenso a brigadier de su padre.-Ofrcesele entrar en la Armada con gran ventaja, pero su padre no lo consiente.- Regreso a Npoles.-Seprase de su padre y vuelve a Espaa

    Captulo V

    Estudios en su casa.-Conocimientos que adquiere.-Reunido con otros jvenes, fundan una Academia y all empieza sus ensayos literarios.-Vuelta de su padre del viaje cientfico a Levante.-Segunda epidemia en Cdiz.-Causas que traen de nuevo la guerra con Inglaterra.-Opiniones reinantes sobre aquellos sucesos y juicio que de ellos formaban el autor y otros individuos de su familia.- Prosigue sus tareas literarias.-Contrae amistad con Mora y entabla correspondencia con Martnez de la Rosa

    Captulo VI

    Aprestos militares y martimos.-Los buques espaoles se unen a la escuadra francesa de Villeneuve.-Combate del cabo de Finisterre.-Conducta de los franceses.-Llegada a Cdiz de la

  • escuadra combinada.-Consejo de guerra convocado por Villeneuve.-Acurdase no salir a la mar.-Pasa el autor a Chiclana con su madre, enferma, y seprase por ltima vez de su padre.-Inesperada salida de la escuadra.-Vuelve apresurado a Cdiz y sabe los motivos de la determinacin de Villeneuve.-Presencia desde Cdiz el combate de Trafalgar.-Borrasca.-Carencia de noticias.-Vuelta a Chiclana.-Regresa con su madre a Cdiz.-Conoce el triste, pero heroico y glorioso fin de su padre.-Elogio a la memoria de aquel ilustre y sabio marino

    Captulo VII

    Situacin de fortuna y recompensas solicitadas por la muerte de su padre.-Relaciones con Quilliet.-Viaje a Gibraltar y a Madrid.-Avstase nuevamente con su to don Vicente. Estado de la poltica al llegar el autor a la corte.-Trato con diversas personas de su familia.-Es presentado en casa de Quintana, donde conoce a las celebridades literarias de la poca.-Recuerdos que tiene de Cdiz, de su familia y amigos.-Fra recepcin de los reyes y del Prncipe de la Paz.-Piensa en volverse a Cdiz.-Va a Aranjuez a felicitar al Prncipe de la Paz, nombrado almirante.-Festejos en Madrid.-Disgustos de familia y regreso a Cdiz

    Captulo VIII

    Viaje a Sevilla.-Su madre trata de casarle.-Obtiene un doble premio en el certamen de la Academia de Cdiz.-Entra en la Maestranza de Caballera de Sevilla.-Pasa con su familia a establecerse en Madrid.-Proyectos polticos del Prncipe de la Paz.-Prisin del prncipe de Asturias, y efecto que produjo en la opinin.-Entrada de los franceses en la Pennsula.-Absolucin de los cmplices del prncipe de Asturias.-Murat es nombrado jefe de las tropas francesas de la Pennsula.-Ancdota del ltimo da en que recibi corte en Madrid el Prncipe de la Paz

    Captulo IX

    Anuncios de la retirada de la corte.-Motn de Aranjuez y cada del Prncipe de la Paz.-

  • Desrdenes en Madrid.-Saqueos y quemas en las casas de los partidarios de Godoy.-Su descubrimiento y prisin.-Abdicacin de Carlos IV.-Estado de los nimos.-Empieza el autor a descuidar las ocupaciones literarias y a entregarse a vida disipada.-Carcter y condicin de sus nuevos amigos, y excesos que cometan.-Sociedad de la poca.-Principio de los amores del autor con su primera mujer

    Captulo X

    Entrada en Madrid de los franceses.-Recepcin de los madrileos a Fernando VII.-Descontento por la conducta de los franceses.-Viaje del rey.-Exacerbacin de los nimos.-Preliminares del levantamiento popular

    Captulo XI

    Proyectos de Napolen.-El autor se inclina a la causa de la Independencia.-Recbense noticias de un levantamiento general de las provincias.-Aspecto de la Corte y del Real Palacio ocupados por los franceses.-Noticias de la guerra y juicios sobre ellas.-Llegada de Jos Bonaparte y conducta que observa.-Rumores sobre la derrota de Dupont.-Evacan los franceses a Madrid.-Situacin de la capital despus de la retirada de los invasores.-Asesinato de Vigury.-Causas que comprometieron al autor a dar palabra de casamiento.-Proyectos y ocupaciones que tiene en aquellos das

    Captulo XII

    Causas, mviles y tendencias del alzamiento nacional de 1808.-Primeras aspiraciones sobre reforma poltica.-Puntos en que diferan y en que convenan los espaoles.-Opiniones del autor.-Llegada de las tropas valencianas.-Desrdenes que promueven.-Entrada en Madrid de los vencedores de Bailn.-Proclamacin de Fernando VII.-Estado de las operaciones militares

    Captulo XIII

    Preliminares para el casamiento secreto del autor.-Creacin de la Junta Central en Aranjuez y curso que siguen los negocios pblicos.-Va el

  • autor al Escorial a ver pasar las tropas inglesas.-Acontecimientos que deciden al autor a salir para Andaluca con su madre, acompaado de su mujer y suegra.-Viaje e incidente ocurrido en Manzanares.-Estancia en Crdoba en casa de su to don Francisco de P. Paadin.-Seprase de su mujer.-Estado de su nimo en aquellos das.-Decdese a continuar el viaje

    Captulo XIV

    Ventajas de los franceses.-Falsas noticias y dificultad para saberlas ciertas.-Motn de Cdiz.-Sus causas, excesos y consecuencias. El autor declara su matrimonio a su madre.-Sinsabores y arreglos domsticos a que esto da lugar

    Captulo XV

    Costumbres, juicios e ideas del autor en aquellos das.-Conoce personalmente a Martnez de la Rosa.-Nacimiento de su primer hijo, y disgustos a que da lugar.-Reveses de la guerra.-La poblacin de Cdiz trabaja en las fortificaciones.-Los franceses se presentan ante la plaza.-El autor se alista en los voluntarios.-Amistad con Pizarro y condiciones personales de este sujeto

    Captulo XVI

    Estudios y lecturas.-Pareceres sobre la convocacin de Cortes y Gobierno del Estado, y refutacin del autor a un escrito de lord Holland.-El marqus de las Hormazas y Bardaj en el Ministerio.-Desacierto de este ltimo.-Proteccina Renovales.-Rencillas y recelos entre la Junta de Cdiz y la Regencia.-Fjase de nuevo la atencin en la convocatoria a Cortes.-Opiniones reinantes. El traje y la poesa que llev a la corte el marqus de Palacio el da de San Fernando

    Captulo XVII

    El obispo de Orense.-Primera reunin de las Cortes en la isla de Len.-Primera sesin a que el autor asiste.-El duque de Orleans, en Espaa.-La libertad de imprenta, decretada por las Cortes, y primeros peridicos publicados en Cdiz.-Fallecimiento de don Vicente Alcal Galiano, to del autor, y juicio sobre su persona y conducta,

  • as como de su hermano don Antonio

    Captulo XVIII

    Juicio sobre los principales personajes de las Cortes.-Actitud del pblico en las tribunas. Nacimiento del segundo hijo del autor.-El conde de Villacreces y la tertulia de su hermana.-Conocimiento con el conde de Toreno.-Tratado con Jonama.-Escribe el autor en defensa de la sancin regia.-Resoluciones de las Cortes, que vitupera.- Disputa entre Capmany y Quintana, en que interviene Martnez de la Rosa.-La vida en Cdiz durante el sitio.-El bombardeo

    Captulo XIX

    Sucesos de la guerra.-Formacin de nueva Regencia.-Pizarro se encarga del Ministerio de Estado.-Nombra al autor agregado en Londres.-Motivo porque no pasa a su destino y queda en la secretara.-Proclamacin de la Constitucin en Cdiz.-Ventajas obtenidas por el ejrcito ingls.-Dimisin y reemplazo de Pizarro.-Activan los franceses el fuego contra Cdiz.-Composicin y representacin de dos obras dramticas de Martnez de la Rosa

    Captulo XX

    Noticia de la batalla de Salamanca y evacuacin de Madrid.-Empeos frustrados con Pizarro.-Levantan los franceses el sitio de Cdiz.-Sale de la Regencia La Bisbal y le sucede Villamil.-El autor y Jonama fundan un peridico.-Carcter de esta publicacin. Las Cortes confieren a Wellington el mando de todos los ejrcitos espaoles.-Publicacin de las deliberaciones secretas.-Protesta de Ballesteros y resolucin del Gobierno.-El autor censura en su peridico la resolucin de las Cortes y defiende a Ballesteros dando fin a la publicacin, cuyas tendencias aprecia

    Captulo XXI

    Relaciones con el ministro Labrador.-Venida a Cdiz de WeIlington, y obsequios que se le hacen.-Facultades que le conceden las Cortes, y artculo que el autor publica contra este

  • determinacin.-Providencias contra l adoptadas.-Labrador le defiende y conserva en su destino.-El artculo es absuelto judicialmente.-Abolicin del Santo Oficio. Conflicto a que da lugar.-Las Cortes eligen nuevos Regentes

    Captulo XXII

    Da el autor cuenta de ciertas particularidades de su vida privada, y expresa las razones que a ello le mueven.-Pasa a Medina Sidonia a restablecer su salud.-Estancia en el campo.-Epstola a Martnez de la Rosa.-Trato y descripcin de los parientes del autor establecidos en Medina Sidonia.-Pasin amorosa.-Vuelta a Cdiz

    Captulo XXIII

    El autor es nombrado secretario en Suecia.-Pormenores ntimos que precedieron a la partida.-Iniciacin en la masonera.-Navegacin a Inglaterra.-Estancia en Londres y personas que all trata.-Enfermedad que contrae.-Conocimiento con Madame de Stal. Opinin del autor sobre los acontecimientos polticos de aquellos das.-Agravacin y crisis en la enfermedad que padeca

    Captulo XXIV

    Agravacin y crisis en la enfermedad del autor. Entrada en Londres de Luis XVIII, ya proclamado rey de Francia.-Viaje a Suecia.-Llegada a Gotemburgo.-Noticias polticas de Espaa que all recibe el autor, e impresin que le producen.-Don Pantalen Moreno, ministro de Espaa en Suecia.-Ligeras impresiones de Suecia.-Bernardotte y su hijo.-Llega la licencia pedida, y el autor emprende el viaje de vuelta a Espaa.-Peripecias del viaje

    Captulo XXV

    Llegada a Cdiz.-El autor conoce la culpa de su esposa.-Consecuencias de este acontecimiento.-Noticia del alzamiento de Porlier. Agravacin en sus padecimientos, y muerte de la madre del autor.-Desinteligencias con su hermana y arreglos domsticos

  • Captulo XXVI

    Amistad que contrae el autor con un sacerdote americano.-Favores que a ste dispensa.-Desavenencias domsticas, e intervencin que en ellas tiene el cura agradecido.-Situacin dolorosa.-Vida libertina.-Estudios y maquinaciones revolucionarias.-Epitalamio que el autor escribe con motivo del casamiento de Fernando VII con la infanta de Portugal, y fama que con esto adquiere

    Captulo XXVII

    Pizarro, ministro de Estado.-La masonera espaola.-Propsitos que llevan el autor a Madrid.-Entrevista con el ministro de Estado y vuelta a Cdiz.-Asuntos polticos y particulares del autor.-Regreso a Madrid.-Conducta de Pizarro.-Polmicas literarias que algo degeneran en polticas.-Estado de los negocios pblicos

    Captulo XXVIII

    El autor es nombrado secretario en el Brasil.-A su paso por Sevilla sabe los nuevos proyectos revolucionarios.-Conocimiento con Mendizbal.-Llegada a Cdiz.-La conspiracin y la actitud del conde de La Bisbal. Los dos Istriz y el Soberano Captulo.-Propaganda masnica en el Ejrcito.-Taller sublime.-Proyecto de La Bisbal, que el autor combate

    Captulo XXIX

    Relaciones de La Bisbal con el gobierno de Madrid.-Tratos de los conspiradores con Sarsfield.-Desconfianza del Soberano Captulo y otros conjurados.-Un viaje de recreo a Sevilla.-Calaveradas del autor.-Conducta de Sarsfield.-Gran reunin masnica.-Discurso y juramento solemne.-Muda La Bisbal la guarnicin de Cdiz.-Sale de noche con las nuevas tropas para el Puerto.-Irresolucin de los conjurados.-El autor consigue avisar a los oficiales afiliados.-Estos deciden aguardar los acontecimientos.-El general los prende en el Palmar del Puerto

    Captulo XXX

  • Consternacin de los conjurados al saber las noticias del Puerto.-Varios huyen o se esconden.-El autor celebra una reunin con otros pocos.-Determina salir para Ro Janeiro.-Va a Gibraltar a buscar pasaje.-Habla all con varios conjurados.-Sale de Gibraltar resuelto a continuar los trabajos revolucionarios.-Al llegar a Cdiz se encuentra incomunicado por la epidemia reinante.-Estado de la conjuracin.-Proyectos de Mendizbal.-Reconstitucin del Soberano Captulo.-El autor es comisionado para visitar los cantones del Ejrcito

    Captulo XXXI

    El autor visita el cantn de Alcal de los Gazules.-Intenta pesar a Arcos y un mensajero lo detiene.-En Villamartn recibe y alienta a los representantes de varias logias.-Propone a Quiroga para ser jefe del alzamiento.-Resuelve volver a Cdiz.-El hospedaje de los Carmelitas del Valle.-Visita la logia de Medina Sidonia.-Pasa el cordn unitario.-Recursos pecuniarios de los conjurados.-El autor va a pedir su cooperacin a Istriz.-Recibe y lleva l mismo a su casa una talega de plata

    Captulo XXXII

    Los principales promovedores de la revolucin de 1820.-El autor se rene en el Puerto con Mendizbal y pasan juntos a Jerez y Las Cabezas.-Carcter, antecedentes y condicin de Riego.-Plan combinado para el alzamiento.-Singular exigencia del jefe de un batalln.-La proclama que deba dirigir Quiroga el Ejrcito.-Vuelta a Cdiz.-Prisin de Istriz.-Ansiedad y temores.-La primera noticia del alzamiento.-Incertidumbre sobre la completa realizacin del plan. Indecisin de los conjurados de Cdiz y causas que la motivaron

    Captulo XXXIII

    El gobernador de Cdiz prepara su defensa contra los sublevados.-Situacin del autor y falta de todos medios para contribuir al triunfo del alzamiento.-Recibe noticia completa de los sucesos.-Conducta de Riego y sorpresa del cuartel general.-Marcha de Quiroga y ocupacin

  • de la Isla.-Prisin del ministro de Marina.-Inaccin de Quiroga.-Decide mandar fuerzas sobre Cdiz.-Las fuerzas sublevadas son rechazadas en la Cortadura

    Captulo XXXIV

    Tratos para sublevar el batalln de Soria.-Plan para apoderarse de la plaza de Cdiz.-Malgrase la tentativa.-Explicacin del fracaso.-Riego llega al Puerto de Santa Mara e intima la rendicin de Cdiz.-El autor logra salir de Cdiz.-Disfrazado de marinero, desembarca en el Trocadero y pasa a pie hasta Puerto Real.-All encuentra un soldado que le conduce a la presencia de Riego. Quejas de los oficiales contra los conjurados de Cdiz

    o Segunda parte Captulo I

    Situacin de los constitucionales en la Isla.-Reneseles fuerza de artillera y el batalln de Canarias.-Carcter militar del alzamiento.-Toma del arsenal de la Carraca.-Otras medidas y ventajas que obtienen los constitucionales.-Tentativa para apoderarse de la Cortadura.-Proyecto para crear una Junta.-Malograda tentativa de Santiago Rotalde en Cdiz.-Riego, enfrente de las tropas realistas en el Puerto de Santa Mara

    Captulo II

    San Miguel y el autor publican la Gaceta de la Isla.-Componen ambos la letra de una cancin patritica.-Decide Riego hacer una expedicin con parte de las fuerzas constitucionales.-La eleccin de la Junta.-Situacin particular del autor.-El ejrcito realista bloquea a los constitucionales.-Desercin en Torregorda.-Escasez de recursos.-La actitud de las fuerzas navales.-Parlamentos y tratos en las lneas.-Incidentes que da lugar un soldado a el Cristo

    Captulo III

    Esperanzas y proyectos de los constitucionales.-Noticias de la expedicin de Riego, y estado de los negocios en la Isla.-El autor redacta los

  • sermones del capelln de un regimiento, y ste trata de probarle su agradecimiento.-Llegada de Grases y resolucin que obtiene de Quiroga a favor del autor.-Proyectada expedicin a Valencia y suceso a que da lugar.-Malas nuevas de la columna de Riego.-Tratos secretos con oficiales del Ejrcito sitiador.-Sbese el levantamiento de La Corua y renace la esperanza.-Noticia de haberse proclamado la Constitucin en Cdiz

    Captulo IV

    Arco Agero, Lpez Baos y el autor, mandados a Cdiz como parlamentarios de los constitucionales.-Recepcin entusiasta del pueblo.-Actitud de Freire.-El pueblo, atacado repentinamente por las tropas.-Dispersin y peripecias por que pasa el autor.-Renese a sus compaeros.-Reclaman de las autoridades la inmunidad de parlamentarios.-Son arrestados y conducidos al castillo de San Sebastin.-Estancia en la prisin.-Puestos en libertad, vuelven a San Fernando

    Captulo V

    Agitacin en San Fernando al saberse los sucesos del 10 de marzo en Cdiz.-La Junta nombra generales a los jefes del alzamiento y reparte otras gracias y mercedes.-Quiroga y Riego mandan a Madrid emisarios a felicitar al rey por haber jurado la Constitucin.-Organizacin pblica y secreta del partido liberal despus del triunfo.-Reorganizacin y aumento del Ejrcito libertador de la isla.-Premio que recibe el autor por su cooperacin en el alzamiento.-Pretende ser diputado.-Habla por primera vez en la Sociedad patritica de San Fernando.-Pronuncia en Cdiz un discurso en favor de la independencia de Amrica.-Disgusto que esto produce entre sus conciudadanos.-Polmica con Rotalde y desafo frustrado

    Captulo VI

    El autor sale para Madrid con una misin de Quiroga.-Aspecto de los asuntos pblicos a su llegada.-Presentacin al ministro Prez de Castro.-Recibimiento seco de Argelles y

  • Martnez de la Rosa.-Afectuosa acogida de Toreno.-La Fontana de Oro.-El primer discurso del autor en aquella Sociedad. Sus otras arengas y conducta en el seno de la misma.-Verdaderas ideas polticas del autor en aquellos das.-Mal desempeo de su empleo en Secretara

    Captulo VII

    Los asuntos del Ejrcito libertador.-El Soberano Captulo de Cdiz y el Gran Oriente en Madrid.-Entrada de Quiroga en la corte. Obsequios de que es objeto.-Descbrese una trama del rey contra los constitucionales.-Alarma nocturna en el cuartel de Guardias, y sus consecuencias.-Apertura de las Cortes. Deciden los ministrosdisolver el Ejrcito libertador, y llaman a Madrid a sus jefes.-Excitacin que produce la noticia en sus parciales.-Representan contra ella.-Difcil situacin del Gobierno.-Toreno entra en tratos con Riego por intermedio del cannigo hermano de ste

    Captulo VIII

    Los amigos de Riego esperan que resista a abandonar sus tropas.-Estupor que les produce la noticia de su venida.-Actitud que observa a su llegada.-Despus de hallarse en Madrid algunos das, idean que haga su entrada triunfal.-Pobre y ridculo aspecto de la ceremonia.-Banquete y funcin en el teatro del Prncipe.-Riego canta el Trgala desde su palco.-Falsos propsitos atribuidos a los amigos de Riego.-El Gobierno manda a Riego de cuartel a Asturias y destituye a los dems generales exaltados.-El autor presenta la dimisin de su empleo.-El motn del 6 de septiembre.-El pblico de la Fontana abandona al autor mientras perora, para unirse a los alborotadores

    Captulo IX

    Aspecto de Madrid el 7 de septiembre.-Discusin en las Cortes.-Conducta de los exaltados.-La Fontana suspende sus sesiones, y el autor redacta una protesta, que se desecha.-Los amigos de Riego expulsan de la masonera a los ministeriales.-Folleto que el autor escribe contra el Gobierno.-El rey niega la sancin a la ley

  • sobre extincin de Ordenes monsticas.-Algunos desean, y el autor se opone con feliz xito, a que haya sesin en la Fontana.-El rey cree empezado el alboroto y da la sancin.-Ley contra las sociedades patriticas

    Captulo X

    Enojo del rey contra los ministros.-Decide entrar en tratos con los exaltados.-El autor pide y obtiene del Gran Oriente que le autorice para esta negociacin.-Primera entrevista que tiene con el padre Cirilo.-Continuacin de estos tratos.-Tramas del rey en El Escorial.-Alboroto en Madrid.-Un antiguo amigo del autor.-Fin del tumulto.-Vuelta del rey, e insultos que recibe

    Captulo XI

    Entrada de Gil de la Cuadra y Valds en el Ministerio.-Anuncios de reconciliacin entre ministeriales y exaltados.-Destinos dados a Riego, Velasco, Manzanares y San Miguel.-El autor es nombrado intendente de Crdoba.-Descontento que produce en diversos bandos la reconciliacin.-La masonera vuelve a admitir los expulsados en septiembre, con excepcin de Toreno y Yandiola.-Representacin al rey contra el Ministerio, apoyada por la Sociedad patritica de la Cruz de Malta.-El autor vuelve a luchar en la Fontana, y decide finalmente salir para su destino

    Captulo XII

    Conducta y modo como ejerce el autor su destino en Crdoba.-Desempea internamente el cargo de jefe poltico.-Noticias del conflicto ocurrido en Madrid con los guardias de Corps.-Escisin entre los masones, y creacin de la Sociedad de los comuneros.-El autor se queda en la masonera.-Coletilla del rey al discurso del trono.-Representacin de la diputacin provincial de Crdoba, que el autor redacta y firma.-Cambio de Ministerio.-Escribe el autor una relacin de los sucesos de la conjuracin y alzamiento de 1820.-Movimientos liberales en Npoles y el Piamonte.-Liga de los Soberanos, y efecto que producen estas noticias en Espaa.-Vuelve a desempear el cargo de jefe poltico.-

  • Expedicin que organiza contra un cabecilla realista

    Captulo XIII

    Conducta de Riego en Zaragoza, que da lugar a su destitucin.-Agitadores de Madrid.-Morillo y San Martn deciden prohibir las arengas en las Sociedades patriticas.-Actitud de los masones y los comuneros al saber la destitucin de Riego.-Los peridicos rganos de ambas sectas.-Procesin del retrato de Riego, disuelta por San Martn.-Llamamiento que hacen los vencidos.-El nuevo ministro de la Guerra y la separacin de las autoridades de Cdiz.-Los constitucionales en Sevilla y Cdiz

    Captulo XIV

    El autor recibe aviso del proyecto de rebelin de Cdiz, le desaprueba y trata de disuadir a sus autores.-Disgustos que esto le acarrea.-Primera manifestacin rebelde de Sevilla y Cdiz.-Impresin que produce en los nimos de los de diferentes parcialidades y en el del autor.-Actitud que adopta.-Espritu de las fuerzas militares que haba en Crdoba.-Sucesos y conducta del autor en aquellos das.-Actitud de la imprenta madrilea y de las sociedades secretas.-Opiniones de los moderados.-Conducta del Gobierno.-El autor ve a Regato a su paso por Crdoba

    Captulo XV

    Los jefes del movimiento en Sevilla y Cdiz y escritores que los servan.-Se hacen las elecciones para diputados por ambas provincias y es elegido el autor por la de Cdiz.-Instryenle proceso por la responsabilidad que contrajo al anular unas elecciones de Ayuntamiento.-Sus contestaciones con el jefe poltico.-Los Cortes se ocupan de la rebelin.-Dictamen de Calatrava.-Agitacin en Cdiz y exageraciones de Moreno Guerra y los americanos.-Medida tomada contra estos ltimos.-La gente de cuenta de la rebelin piensa someterse.-Mal resultado de la Junta..-Diltase la resolucin

  • Captulo XVI

    El autor deplora la continuacin de la resistencia en Cdiz.-Se dirige all, llamado por sus amigos.-Estancia en San Fernando.-Aspecto de Cdiz.-Intentos de alzamiento en otras provincias.-Conducta y discurso del autor en una reunin de exaltados.-Proceder del Soberano Captulo.-Actitud de la autoridad pblica.-Junta magna de la masonera para recibir a un emisario del Gran Oriente.-Agitacin contra los que haban preparado la sumisin.-Fin y entierro de Clara Rosa.-Estado de las cosas en Sevilla.-Providencia de las Cortes y motn escandaloso.-Cirranse las Cortes extraordinarias

    Captulo XVII

    Ideas, propsitos y actitud del autor al abrirse las nuevas Cortes.-Estado de la masonera.-Cuestiones y debates a que da lugar la admisin del duque del Parque y del autor en las Cortes.-Eleccin de Riego para la presidencia.-Martnez de la Rosa forma nuevo Ministerio.-Carcter y condicin de sus colegas de Gabinete.-Opiniones de los diputados y falta de organizacin y disciplina, especialmente entre los exaltados.-Tratos y modos de los diputados de los diversos bandos

    Captulo XVIII

    La sesin de las preguntas.-Los exaltados presentan a las Cortes, y es desechada, una proposicin para que los diputados no puedan aceptar mercedes o destinos hasta pasado un ao desde el fin de su mandato.-Continuacin de los debates, y poco concepto que adquieren los exaltados.-Competencia que intenta suscitar a las Cortes el Tribunal Supremo en el proceso del autor.-Conducta observada por Riego en la presidencia de las Cortes.-Resea de los lugares que ocupaban en la Cmara y de las prendas que distinguan a algunos diputados.-Extravo del proyecto de Cdigo penal, y tremendo escndalo a que da lugar en sesin secreta

    Captulo XIX

    La eleccin de lava para la presidencia de las

  • Cortes.-Adoptan los exaltados la "pultica fina".-Las partidas en Catalua y el cordn sanitario que el Gobierno francs establece.-Discusin y actitud de las Cortes.-Disgusto que suscita, y calumnia de que es objeto.-Despecho e intencin del autor de unirse a los comuneros, que el fin no lleg a realizar.-Divisin y fraccionamiento de los partidos.-Los anilleros.-Los exaltados.-La fraccin intermedia.-Discusin. del mensaje al rey.-Discursos del autor y de Argelles.-Concordia de los partidos

    Captulo XX

    Desistencia de las Cortes en el proceso del autor.-Aumento de las facciones en Catalua.-Alocucin de la Diputacin provincial de Cdiz contra los exaltados.-Cuestiones a que da lugar y perplejidad de los representantes en las Cortes por esta provincia.-Alboroto en Aranjuez el da de San Fernando. Rebelin de la Artillera en Valencia, sofocada brevemente.-Gmez Becerra, elegido presidente de las Cortes.-Debate en las Cortes sobre los acontecimientos pblicos.-Discusin para la reforma de la Guardia real. Ultimas sesiones de la legislatura

    Captulo XXI

    Cmo tuvo principio la rebelin de los Guardias-Asesinato de Landaburu.-Posiciones ocupadas en el primer da por los guardias y las fuerzas constitucionales.-Va el autor con lava y Saavedra al cuartel de San Gil, punto de reunin de los constitucionales.-Los militares y paisanos que all se encuentran eligen por jefe a lava y esperan el ataque de los guardias.-Llega Ballesteros y pretende tomar el mando.-Cmo se resuelve el conflicto de autoridad.-Al amanecer sbese que cuatro de los seis batallones de guardias haban salido para el Pardo.-Morillo, con el Regimiento de Almansa, sale contra los rebeldes y vuelve sin trabar combate.-Situacin de los nimos y las cosas

    Captulo XXII

    Venida de Riego a Madrid y conducta que observa.-Incidente ocurrido entre el autor y Morillo.-Las fuerzas con que contaban los

  • constitucionales.-La sublevacin de los carabineros reales y el provincial de Crdoba. Manejos y conducta de moderados y exaltados.-Disgustos privados del autor, ocasionados por sus opiniones polticas.-La entrada en Madrid de los guardias.-Son rechazados en todas partes.-Los constitucionales toman la ofensiva y persiguen a los guardias hasta la plaza de Palacio.-Capitulacin.-Fuego y nueva refriega.-Situacin poltica al acabarse la rebelin de los guardias

    Captulo XXIII

    El autor arenga a los milicianos en la Plaza Mayor.-Se retira a Crdoba.-El nuevo Ministerio y condicin de los hombres que lo componan.-Convcanse Cortes extraordinarias y vuelve el autor a Madrid.-Actitud de los grupos constitucionales.-Conducta de Riego.-Marcha poltica del Ministerio.-La campana de los constitucionales contra las partidas realistas.-Actitud de Francia y anuncios de la prxima reunin de un Congrego en Verona.-Apata del Ministerio.-Trabajos de las Cortes.-Medidas extraordinarias solicitadas por el Gobierno.-Discusin con las Cortes

    Captulo XXIV

    Viaje de Riego a Andaluca.-Ridiculeces y excesos que comete.-Las sesiones del Cuerpo Supremo de la masonera.-Recelos y divisiones en los grupos constitucionales.-Procedimientos contra los autores y promovedores de la rebelin de los guardias.-Acusacin contra Martnez de la Rosa y sus compaeros de Gabinete. Rompimiento con los comuneros.-La Sociedad Landaburiana. Discursos del autor y condiciones y prendas de otros oradores.-Folleto del autor defendiendo la masonera.-Es enviado como representante de los masones a la gran Asamblea de los comuneros.-Entrevista entre los comisionados de ambas sociedades para entablar una avenencia.-Las sesiones del Congreso de Verona.-Curso de la guerra civil.-Conmemoracin del alzamiento de Las Cabezas

    Captulo XXV

  • Los representantes de Francia, Austria, Prusia y Rusia presentan notas reclamando contra el estado poltico de Espaa.-Opiniones diversas.-El autor logra que prevalezca en el nimo del Gobierno la suya de rechazar altivamente la intervencin de las potencias. Eleccin de Istriz para la presidencia de las Cortes.-El Ministerio da cuenta al Congreso de las notas y de la contestacin dada. Responde Istriz.-El autor presenta una proposicin.-Actitud y entusiasmo de los diputados y el pblico.-Comisin encargada de redactar un mensaje al rey.-Discurso en las Cortes.-Discursos de Argelles y el autor.-A su salida son llevados en hombros en medio de entusiastas aclamaciones.-Juicio del autor sobre la determinacin tomada por el Gobierno y las Cortes con respecto a la intervencin de las potencias

    Captulo XXVI

    Primeros efectos de las sesiones de Cortes de 9 y 11 de enero.-Bessires se acerca a Madrid mandando una faccin realista.-Derrota en Brihuega a las fuerzas liberales salidas de Madrid.-Temores de los liberales.-Ballesteros se encarga de la defensa de Madrid, con autorizacin de las Cortes.-Conducta de este general.-La Bisbal, encargado del mando de los vencidos en Brihuega, contiene y hace retroceder a Bessires.-Desaparicin de Meja, redactor de El Zurriago. Los comuneros la achacan a los masones.-Disponen ejercer represalias con elautor.-Infante e Istriz le previenen.-Reaparicin de Meja.

    Captulo XXVII

    Apurada situacin del Gobierno.-Piensa en trasladarse a Andaluca.-Pareceres diversos. El asunto se trata en las Cortes, y se aprueba la traslacin de la residencia del Gobierno. El rey muda de ministros y declara que est resuelto a quedarse en Madrid.-Agitacin en el centro de la capital.-Sabe el autor que ha empezado un motn y acude con otros amigos a la sociedad masnica, que decide esperar el resultado del alboroto.-Sigue la asonada, y el rey vuelve a llamar a los ministros destituidos.-Causas por que contina el tumulto.-Una turba pide a la Comisin

  • permanente de Cortes el destronamiento del rey.-Ballesteros persigue a los alborotadores.-Disidencias entre comuneros. Clausura de la Sociedad Landaburiana.-El autor sale para Crdoba.-En Ocaa recibe aviso de ser acusado de fautor del alboroto ltimo.-Manda un carta desmintindolo.-Permanece dos das en Crdoba con su familia, y regresa a Madrid

    Captulo XXVIII

    Flores Estrada y Calvo de Rozas, encargados de formar nuevo Ministerio.-Resolucin de las Cortes para obligar indirectamente al Gobierno a pasar a Andaluca.-Cuestin personal entre el autor y Santiago Rotalde.-Circunstancias del nombramiento de Vallesa para el ministerio de Gracia y Justicia.-Pretexto de salud alegado por el rey para diferir el viaje, y resolucin de las Cortes.-Emprenden stas y el rey el viaje a Andaluca.-Quin tom las disposiciones para la jornada.-Viaje del autor con Saavedra y Grases.-Son robados poco despus de salir de Puerto Lpiche.-Estancia del autor en Crdoba

    Captulo XXIX

    Situacin de Flores Estrada y Calvo de Rozas durante el viaje y a su llegada a Sevilla.-Nuevo Ministerio de Calatrava.-Descontento de algunos.-Noticias de la invasin francesa.-Estado de los nimos.-Decadencia del influjo de las sociedades secretas.-Insensata proposicin presentada en la masonera. Istriz y el autor se oponen, y se retiran de la-sociedad.-El autor redacta el informe de la Comisin de las Cortes, aprobando la conducta del Gobierno en la cuestin de las grandes potencias.-Nuevas de los progresos de la invasin.-Por muerte de Zorraqun se encarga del Ministerio de la Guerra Snchez Salvador.-Los condes de La Bisbal y de Montijo abandonan la causa constitucional.-Tristes consecuencias de esta conducta.-Zayas, encargado del mando en Madrid.-Refriega entre los constitucionales y la faccin de Bassires.-Los franceses ocupan a Madrid.-Acusacin de La Bisbal y Montijo.-Discusin sobre la intervencin francesa.-Tumulto en Sevilla contra los realista.-Organizacin en Madrid del Gobierno realista.-Progresos de los franceses y

  • desaliento, de los constitucionales

    Captulo XXX

    Noticia de haber pasado los franceses Despeaperros.-El autor, aunque hallndose enfermo, acude a las Cortes.-En medio de la incertidumbre y confusin general propone un plan para resolver las dificultades de la situacin y se pone de acuerdo con Calatrava.-Interpela a los ministros sobre el estado de las cosas.-Propone a las Cortes que se mande una diputacin al rey, rogndole pase a Cdiz.-Conversacin con Argelles.-Vuelve la Comisin y participa la negativa de su majestad.-El autor propone y las Cortes aprueban la suspensin del rey.-Nombramiento de la Regencia.-Conspiracin descubierta.-Aspecto del Congreso.-Dificultades para el viaje.-Salida del rey.-Juicio y consideraciones del autor sobre la resolucin tomada por las Cortes en aquellas crticas circunstancias

    Captulo XXXI

    Salida de los diputados en el barco de vapor.-Saqueo por los sevillanos de la goleta de los equipajes.-Viaje de los diputados de Sanlcar a Cdiz.-Viaje del rey.-Incidente ocurrido en el camino.-Vuelve a recobrar la real prerrogativa.-Recepcin en Cdiz.-Las Cortes, en la iglesia de San Felipe.-Sus trabajos.-Estado de defensa de Cdiz.-Lpez Baos ocupa a Sevilla por breve tiempo.-Ningn representante extranjero acompaa al Gobierno a Cdiz.-La escuadra francesa bloquea el puerto.-Morillo abandona la causa constitucional.-Suicidio de Snchez Salvador

    Captulo XXXII

    Trato dado en Cdiz por los constitucionales al rey.-El Gobierno da a Riego el mando de un Ejrcito.-Benevolencia aparente del rey para con los constitucionales.-Asiste por su expreso deseo a la sesin de clausura de las Cortes.-Sospechosa conducta de Ballesteros.-Desconfianzas y opiniones diversas.-Proyectos de los invasores.-Preparativos de ataque y defensa de la isla

  • Gaditana.-Desaliento casi general

    Captulo XXXIII

    La capitulacin de Ballesteros.-Rendicin de La Corua.-Horrible crimen all practicado. Deseos generales de tratar con el rey.-Fuerzas y plazas que an sostenan la bandera liberal.-Conducta de Riego en Mlaga.-Entrevista con Ballesteros.-Derrota, fuga y prisin de Riego en Arquillos.-Toma del Trocadero por los franceses.-Propsitos del duque de Angulema.-Negociaciones con los franceses.-Reunin de Cortes extraordinarias.-El autor extiende el dictamen de la Comisin, aprobando la conducta del Gobierno y concedindole toda clase de facultades y recursos.-Estado de la Hacienda en aquellos das.-Eminentes servicios que vuelve a prestar Mendizbal a la causa liberal.-Recurso de que se intenta echar mano

    Captulo XXXIV

    Intentos de algunos diputados de recurrir a la clemencia del rey.-Mala situacin de la causa liberal.-Los franceses se apoderan del castillo de Santi Petri.-Bombardeo de la escuadra enemiga sobre Cdiz.-Principio de sedicin en el batalln de San Marcial.-Represin.-Temores de que pidan capitulacin todas las fuerzas.-El Gobierno somete a las Cortes el asunto de la capitulacin.-Divdese la opinin de los diputados, y la mayora vota por la entrega.-Torpeza con que proceden los ministros, e imposibilidad en que se halla lava de entrar en tratos.-Actitud conciliadora del rey.-Manifiesto que discute con los ministros constitucionales.-Crdulas esperanzas de los liberales.-Publicacin del manifiesto y apreciacin que de l hace el autor.-Salida del rey para el Puerto.-Conversacin del autor con Manzanares.-El autor trata de emigrar.-Intimacin del rey para ocupar los franceses a Cdiz.-Concense las intenciones de Fernando.-El autor sale para Gibraltar.-Navegacin y llegado a aquella plaza.-Principio de su largo destierro

  • Advertencia

    Cuando en 1878 publiqu, coleccionados en forma de libro, los artculos que con el ttulo de Recuerdos de un anciano escribi el autor de la presente obra, en la revista llamada La Amrica, dije al lector, entre otras cosas, lo siguiente:

    Ms tarde, cuando las circunstancias lo permitan, se publicar la obra pstuma del autor, que es como la fuente y origen de donde proceden estos episodios; sus memorias inditas, en que se presentar al pblico el personaje en la vida poltica y privada, desnudo de todo atavo, tal como fue en sus propsitos y en sus hechos, y derramando cual brillante antorcha la ms viva luz sobre los sucesos de los dos primeros perodos de la revolucin espaola.

    Hoy, que ha llegado el momento de cumplir esta promesa, que era a la vez mi ms vivo deseo, perdneme el pblico el retraso con que ante l presento la obra anunciada entonces, y permtame que le precedan algunas ligeras aclaraciones por parte ma.

    Al dar a conocer en toda su integridad el manuscrito original de las MEMORIAS de mi padre, del cual ya publiqu varios captulos en los suplementos literarios de El Da, creo necesario acompaar ahora alguna, si bien sucinta advertencia, encaminada a explicar los motivos que me mueven a entregar a la imprenta esta obra pstuma del que, al par que era y es objeto constante de todo mi amor y veneracin, logr ser considerado por sus propios contemporneos como orador eminente, repblico ntegro y escritor castizo.

    Su repentina muerte no le permiti dictar en aquella hora sus ltimas voluntades; pero cuando en el seno de la familia hablaba de lo que debera hacerse en el da en que faltase, idea que en la avanzada edad a que haba llegado era natural que se presentase con frecuencia a su imaginacin, alguna vez me indic su deseo de que, no bien transcurriese algn tiempo de su fallecimiento, tratase yo de publicar el manuscrito de sus MEMORIAS, por estimarlo as necesario a la verdad histrica, y a la honra y buena fama de su nombre. Efectivamente, en este escrito, donde a cada paso se ve claramente la sinceridad con que el autor se expresa y la severidad con que a s propio se juzga, desvanece diversas e injustas acusaciones de que fue a menudo vctima durante su larga carrera poltica. Nunca podr sentir bastante que el tercero y ltimo tomo de estas MEMORIAS, que, segn le o, comprenda desde el ao 24 al 40, haya desaparecido casi por completo, pues slo me restan fragmentos del principio, que se refieren a su emigracin en Inglaterra, y otros muy inconexos del 34 al 36. Perdidos no s cmo ni cundo, pero completamente perdidos, por desgracia, sobre ser materiales preciosos para reconstruir la historia de aquella accidentada poca, eran a la vez, segn le o afirmar, una vindicacin de su conducta poltica en los das en que naturalmente, por la fuerza

  • de los sucesos y de las enseanzas adquiridas con su notable espritu de observacin, se fueron modificando sus ideas, y pas de las filas liberales a las conservadoras, sin que en esta evolucin le guiasen miras mezquinas, sino la fuerza del convencimiento y los mandatos de su severa conciencia.

    Aparte, pues, del mrito que encierre la presente obra, de que no cabe pueda creerse juez imparcial ni competente el que estas lneas escribe, presentar la que consideraba el autor vindicacin de su conducta, y cumplir el encargo solemne y sagrado de hacerlo, dndola a conocer al pblico, entenda yo que deba ser para m el ms imprescindible de los deberes. As es que, pasados los primeros momentos en que me entregu al acerbo dolor causado por tan irreparable prdida, pens no slo en dar a luz estas MEMORIAS, sino en reunir sus muchos y diversos escritos para publicar una coleccin de sus obras, lo ms completa que me fuera posible, creyendo prestar as un tributo de cario y un homenaje de respeto a mi padre, a la par que un servicio a las letras espaolas. Pero no era pequea tarea la que me haba impuesto, porque siendo mi padre, como es sabido, hombre en extremo descuidado, y sobre todo en lo que a s propio se refera, nunca conserv, o por lo menos desde que yo alcanc la edad de la razn, he visto que tuviese un solo ejemplar de ninguna de sus obras. A pesar de este inconveniente, valindome de la recapitulacin de lo que haba escrito, hecha en los apuntes biogrficos que Ovilo y Otero public en la poca de su fallecimiento, pude reunir no poco de lo all citado, con alguna otra cosa indita que en mi poder conservo, y el manuscrito de las MEMORIAS; y coleccionado que hube estos materiales, trat de buscar medios con que realizar la publicacin.

    Pero si al desaparecer mi padre del teatro del mundo no se le escasearon en el momento elogios, y aun honores, nadie encontr propicio para facilitarme los medios materiales con que pudiese cumplir ste que yo entenda deber mo. Y aqu estar bien que diga que, habindome dejado mi honradsimo padre, por nica y para m muy preciada herencia, un nombre intachado e intachable, cosa bien rara en los tiempos que corren, en que tantos han sabido desmentir el antiguo refrn de que honra y provecho no caben en un saco, no me fue entonces posible, por falta de recursos, hacer la impresin de estas obras.

    De todas las amargas contrariedades en que ya abunda, por desgracia, mi vida, ninguna me ha sido tal vez tan penosa como la de ver mi impotencia para llevar a cabo el encargo de mi padre. No cabindome otro recurso, he esperado con resignacin, y hasta ahora en vano, que se me presentase oportunidad para realizar mi propsito, siquiera fuese limitndole a la publicacin de las MEMORIAS.

    Hoy que puedo contar con los medios necesarios para la publicacin de esta obra, gracias al generoso concurso de mi querido primo el conde de Casa Valencia, que, entre las dotes intelectuales y morales que todo

  • el mundo le reconoce, cuenta la singular y para m tan preciada de tener en mucho cuanto se refiere al glorioso apellido que ambos con el mismo orgullo, si bien con desigual brillo, llevamos, tocndome a m ser rama desgajada y marchita del aoso tronco, al par que de la suya lozana brotan con vigor los retoos del frondoso rbol que lleva ya dados a Espaa tantos hombres ilustres en la ciencia, en las armas, en la tribuna y en la prensa, same lcito decir al pblico lo que debo al carioso pariente; al consignar en este lugar el testimonio de mi gratitud, rogar al que tal apoyo me presta que acepte esta expresin de mi reconocimiento, aprecindola en lo que vale no por quien la ofrece, sino por la sinceridad y efusin con que procura manifestrsela una inteligencia, en sus medios humilde, pero puesta en este momento al servicio de un corazn agradecido.

    El manuscrito de las MEMORIAS va a ver la luz pblica tal cual lo escribi su autor, no habindome permitido hacer en su texto la menor alteracin ni supresin (que hubiera sido a mi ver un atentado), salvo el dividirle en captulos y poner al frente de cada uno de ellos un resumen que facilite su lectura y consulta. Esto mismo se notar fcilmente por el lector, porque escrita la obra toda seguida y sin ms divisin que la de tomos, por ms cuidado que haya querido emplear en la reparticin de captulos, resultan estos desiguales, y las materias tratadas en cada uno no forman un cuadro completo y armnico, como en las obras en que el autor dispone ya de esta manera su produccin. Tambin sucede a veces que el primer prrafo de un captulo, que por su asunto principal se aparta por completo del ltimo del anterior, forma con l un enlace de referencia gramatical; pero si esto hubiera sido posible enmendarlo sin gran trabajo, fiel a mi propsito de no tocar al original, lo he dejado tal cual estaba, recordando, adems, en aquel momento, el conocido principio de un captulo de El Quijote: La del alba sera...

    Otra de las imperfecciones de que podr adolecer esta obra es la nacida de ser su manuscrito de dos letras, cada una en su clase bien confusas; la del autor, que no peca de clara, y la de su escribiente, que, sobre tenerla mala, cometa graves faltas de ortografa, y aun suprima palabras, escribiendo, segn parece, al dictado, y no corrigiendo el autor la tarea realizada.

    Esto ha hecho a veces difcil restablecer el sentido de oraciones truncadas por el inexperto amanuense, y otras imposible, o punto menos, adivinar los nombres propios, a menudo citados en el texto.

    Tambin debo aadir, a ttulo de indicacin necesaria para la inteligencia de estas MEMORIAS, que fueron escritas en los aos de 1847 al 49.

    Aun cuando casi todos los personajes a que las MEMORIAS se refieren han dejado ya de existir, preveo que el juicio emitido en ellas sobre algunos, y la narracin de ciertos hechos, pueden dar lugar a

  • reclamacin de parte; y por si tal caso se presentase, debo declarar anticipadamente que, no poseyendo yo papeles ni documentos que sirvan de comprobacin a los asertos del libro, no me hallo en el caso de contestar ni refutar a quienes se crean mal juzgados.

    Slo s debo decir que quien con tal severidad se trata a s mismo; quien no escasea la ms rgida censura para sus propios actos; quien revela en toda su desnudez hasta los ms ntimos y tristes pormenores de su vida privada, dando por momentos a su obra el carcter de verdaderas Confesiones, no es de creer que le falte serenidad de juicio para juzgar a los extraos.

    Tal vez haya quien piense que publicacin de tal ndole debera haber sido precedida de un prlogo o introduccin de algunos de nuestros ms notables escritores; pero yo entiendo que una obra como sta, de autor reputado, referente a sucesos curiosos y mal conocidos hasta ahora, se basta a s misma para llamar la atencin del pblico, sin necesidad de pedestal que la levante.

    Ser sta presuncin excesiva? Tal vez; pero ha de encontrarse disculpada por el amor filial que la dicta.

    Pronto el pblico ser juez, y a su fallo lo someto.

    Antonio Alcal Galiano (hijo).

    Madrid, 1 de febrero de 1886.

  • Primera parte

    Captulo primero

    Propsito de la obra.-Linaje, hechos y condicin de los parientes del autor.-Su nacimiento.-Embarco de su padre para dar la vuelta al mundo.-Carcter y prendas de su madre.-Educacin que recibe y precocidad que demuestra.-Visita a su abuelo en las lneas de Gibraltar.

    Voy a referir los sucesos de mi vida, con los cuales estn eslabonados muchos de los ms importantes de mi patria. Razn esta ltima que me disculpar en alguna manera de la nota de presuntuoso que justamente se me podra poner por el hecho de ocupar la atencin pblica en negocios de mi pobre persona, pues con la grandeza de un objeto quedar compensada la pequeez suma del otro, con l tan audazmente apareado. Bien que tampoco se debe extraar que algo diga de m propio, cuando tanto, y no en mi honra, han dicho y dicen varios escritores; pareciendo muy justo que, si bien de chica estatura moral o intelectual, pero levantado sobre un pedestal enorme, habindome dado a conocer en grado superior al de mis merecimientos, quiera manifestarme tal cual soy, o cual me creo yo mismo, y no segn me pintan la malquerencia de mis contrarios o la equivocacin de otros a quienes estos alucinan. Razn hay para que se defienda un hombre a quien agravian, para que se sincere un sujeto al cual hacen cargos completamente injustos muchos, abultados otros, y unos pocos, si justos, de los que admiten disculpa; y por eso procurar refutar calumniosas acusaciones, desvanecer errados supuestos, vociferar flaquezas cuando en m las conozca, ya se trate de lo presente, ya de lo pasado, reducir a sus verdaderas dimensiones culpas que, siendo veniales, han sido pintadas o son tenidas por gravsimas, todo ello sin darme por menos falible ahora que lo he sido antes, convencido de lo posible de ser nuevo yerro el que estimo desengao, pero con intencin sana y con lisura, no mereciendo censura severa si me engaa o descamina el celo de mi propia honra.

    Al hablar de m, debo decir algo de mi familia. Esto no est al uso ahora, al menos en Espaa, donde las ideas democrticas predominan. Sin embargo, aqu mismo, y ahora, no dejan de manifestarse vanidades aristocrticas, ya reliquias de antiguas ideas y costumbres, ya nuevas y a imitacin de lo que pasa en los pueblos extraos. No es tan nueva la doctrina de la igualdad que no est predicada por autores antiguos, aun de poca en que ramos los espaoles muy linajudos. Cervantes dice que, haldados puede haber caballeros, y cuando ms, que cada uno es hijo de sus obras; y Cervantes tena en mucho las circunstancias de la

  • cuna ms o menos ilustre. En la democrtica Francia de nuestros das, o en la Repblica angloamericana, donde impera la muchedumbre y falta clase alguna de privilegios, todava se atiende a la casualidad del nacimiento, y son, si no en el gobierno, en la sociedad tenidos en estima los que pueden blasonar de corresponder a familias de grande o siquiera mediano lustre. Lo cierto es que esta ventaja, como todas, es apreciada por quienes la poseen, y rebajada por quienes de ella estn faltos; y que ventaja es, lo declara la opinin de todos los pueblos en todas las edades.

    No tengo yo la honra de llevar uno de los nombres o dgase apellidos sealados en la historia antigua de mi patria, y contados entre los principales de estos reinos. Pero tampoco soy un aventurero elevado por la revolucin, como se figuran muchos, que slo saben de m que hablaba en la Fontana de Oro de 1820, suponiendo que fue la tribuna de aquel caf la base del edificio de mi fortuna y fama. Si consulto antiguos documentos, desciendo, por el lado paterno, de un Guilln de Alcal, personaje de cuenta en el siglo XII. Este apellido se uni en el siglo XVI con el de Galiano, que lo era de familia ilustre del reino de Murcia. En el mismo siglo se fund mayorazgo por mis antepasados en la villa de doa Menca, provincia de Crdoba, donde est mi casa solariega, quedando hecho de Alcal y Galiano un solo apellido compuesto, que haba de tomar quien heredase la vinculacin de la casa.

    Mi madre llevaba el apellido de Villavicencio, de la rama de los Fernndez, y no de los Nez, y era prima en tercer grado del duque de San Lorenzo, padre del que hoy lleva este ttulo; esto es, descenda del mismo tatarabuelo, siendo hermano su bisabuelo de una Villavicencio, marquesa de la Mesa.

    Por el apellido de Pareja, tambin ilustre, era mi madre prima segunda de mi abuelo paterno, con otro parentesco ms, por lo cual, para casarse con mi padre, hubo menester doble dispensa. Por fin, el apellido de la Serna, segundo de mi madre (pues Pareja era el cuarto), tena, sobre ser antiguo y bueno, cierta clase de ilustracin, que era ser los que le llevaban, por lo comn, agudos e instrudos, mucho ms que lo comn en caballeros o seores de provincia. De mi bisabuelo materno, o abuelo materno de mi madre, habla el padre Feijoo con motivo de haber tenido con l correspondencia sobre un nio bicpite, nacido en Medina Sidonia, y le menciona diciendo de l: Don Luis de la Serna y Espnola, regidor de Medina Sidonia, que es un caballero muy discreto.

    Pero dejando antiguas alcurnias, no estar dems hablar de la situacin de mis padres y familia cuando yo nac, porque esto ya influy en mi situacin en mis primeros aos. En verdad, en la hora en que vine al mundo, los mos estaban, si no en grande encumbramiento, en

  • situacin bastante ventajosa para mi futura carrera, situacin que los llev a adelantos notables, segn apuntar ahora mismo.

    Mi abuelo, don Antonio Alcal Galiano y Pareja, era teniente coronel del regimiento de milicias provinciales de Bujalance. Posea el mayorazgo de la casa, y serva en milicias, como solan en aquella poca los caballeros de tierra adentro. Despus pas a coronel del regimiento provincial de cija. En la guerra del Roselln, en 1793 y 1794, se distingui por su valor y tuvo la fortuna de contribuir a la gloriosa defensa de Bellegarde, a la par casi con su gobernador; siendo sta una de las pocas defensas honrosas al nombre espaol hechas en aquellas campaas de poco lustre y muy mala fortuna. Siguise de ah ascender a brigadier de ejrcito, y al fin de su vida a mariscal de campo, y obtener una buena encomienda en la Orden de Alcntara, de que fue caballero, as como mi padre, su hijo y los dos hermanos de mi madre, mirando yo siempre por esto la cruz verde con singular respeto y cario.

    El primognito de mi abuelo, y hermano mayor de mi padre, que naci cuando el suyo contaba ya cabales diecisis aos de su edad, serva tambin en milicias provinciales como mayorazgo de provincia, y en la misma guerra de Francia se seal tanto por su bizarra, que hubo de ascender a coronel en breve tiempo, cuando no se andaba largo en premiar, como es ahora costumbre. Cort la muerte su carrera, cayendo en una de las derrotas que hicieron tan funesto a Espaa el ao de 1794. Dej varios hijos, con los que ha sido dura la fortuna, salvo el que hered el mayorazgo de la casa, tampoco muy feliz, bien que por culpas propias, habindose acarreado temprana muerte con vituperables excesos.

    El segundo hermano de mi padre contribuy al nombre y a los adelantos de la familia. Llambase don Vicente, y entrando a servir en el Real Colegio de Artillera de Segovia, dio desde luego muestras de muy aventajado en sus estudios; de forma que, salido a oficial, hubo de quedarse de maestro. Dedicse en tanto a otra clase de estudios, sin olvidar los cientficos de su profesin. En literatura adquiri buenos conocimientos, llegando a ser escritor de mrito en sus das; pero a lo que ms atendi y donde ms lleg a sobresalir, fue en las cuestiones econmicas. Hzose dueo de lo que se saba en Europa en su tiempo, y ms especialmente de la obra de Adam Smith, sobre la riqueza de las naciones, a la sazn no vulgarizada. A esto agreg despus un conocimiento profundo del complicado antiguo sistema de la Hacienda de Espaa, en lo cual de pocos ha sido igualado y por nadie excedido, conservndole an mucha admiracin los que se dedicaban al estudio del mismo ramo. Empez mi to a sealarse con obrillas que daba a la Sociedad Econmica de Amigos del Pas, de Segovia, en la cual figuraba como uno de los socios ms celosos e ilustrados. Con esto, soliendo estar cercana la corte, que pasaba todos los aos al Real Sitio de San Ildefonso, llam su persona la atencin del conde de Lerena, ministro que era de Hacienda, reinando todava Carlos III. Pas mi to de capitn

  • de Artillera a comisario de guerra, y de ah a oficial de la Secretara del Despacho de Hacienda, llegando a privar con Lerena hasta lo sumo; y cuando a ste sucedi en el ministerio don Diego Gardoqui, no slo mantenindose, sino recibiendo aumentos en su privanza. Por algn tiempo era quien ms poda en su ramo, y habra sido de hecho ministro, si no le hubiesen malquistado con la corte ciertas rarezas, porque a un tiempo era cortesano en lo sumiso, e independiente en lo censor de los desrdenes de sus das, sealndose por lo ntegro, a la par que por lo encogido y falto de mundo. Dio tambin en ser republicano en terica, aunque en la prctica fiel y reverente servidor de su soberano. Resta decir que muri siendo tesorero general en Cdiz, sitiada por los franceses en 1810, trayndole la muerte la fiebre amarilla, cuando contaba pocos aos sobre los cincuenta.

    El tercer hermano fue mi padre.

    El cuarto, cuyo nombre era Antonio, as como el mo, nombre muy comn en la familia, y que sigue sindolo, dando margen a equivocar los dichos y hechos de unas personas con otras, estudi leyes, y no bien concluy sus estudios, cuando, a uso de aquellos das, en los que raras personas distinguidas hacan de abogados, visti la toga, siendo nombrado alcalde del crimen en la Chancillera de Valladolid, muy mozo todava. ste lleg a ser consejero de Hacienda, y muri en 1826. Empez una obra titulada Mximas de legislacin, que algunos me han atribuido. En su juventud fue tambin de ideas innovadoras y democrticas; pero con los aos mud, y el ltimo perodo de su vida fue sealado por su celo de la causa del trono.

    Tuvo mi padre dos hermanas. La una vivi y muri en un convento. La otra se cas con un brigadier de Artillera, don Antonio Valcrcel, que despus, por fallecimiento de sus hermanos mayores sin hijos, hered el ttulo de marqus de Medina, ilustre, pero pobre en rentas. Mi ta falleci en 1813, en el mar del Sur, donde su marido haba sido nombrado capitn general de Chile, siendo teniente general de ejrcito, pero las revueltas de aquellas tierras no le consintieron ejercer su cargo, y trasladndose ambos consortes de uno a otro punto de aquellas costas y de las vecinas del Per, acometidos en el buque en que iban de una enfermedad pestilente y aguda, fallecieron, mediante poqusimos das de la muerte del uno a la del otro, con lo cual tuvo algo de tierno y novelesco un fin, por otra parte, ordinario. Dejaron tres hijos, que todos murieron en edad temprana, y una hija, que an vive, casada con don Jos Gener, oficial que ha sido de la Secretara del Despacho de Hacienda. El primognito, aunque muri joven, se haba ya casado con una hija del marqus de la Regala, y dej una nia heredera de su ttulo, pero apenas de su hacienda, la cual ha venido casi a nada.

    Resta decir de la familia de mi madre, con la cual particularmente me cri.

  • Mi madre era la ltima entre sus hermanos, de los cuales, habiendo muerto algunos, vivan dos varones y cuatro hembras. Aquellos entraron a servir en la Armada, habiendo venido su padre y mi abuelo materno, don Antonio Villavicencio, a circunstancias, si no de pobreza, tales, que precisaban a sus hijos a buscar carrera. Ambos entraron a un tiempo en el Real Colegio de Guardias Marinas, siendo forzoso fingirles la edad, por tener el primero ms y el segundo menos que la necesaria para ser admitidos. Fue muy desigual la fortuna de estos hermanos, aunque la mala e injusta del mayor de ellos mejor algo, poco, antes de su muerte. Don Rafael de Villavicencio, que es el de quien hablo, era de regular talento, de alguna cultura y buen oficial de marina; pero con su honradez y valor hermanaba encogimiento, darse demasiado a su casa y familia, y ser de poco brillo, aunque de festivo humor y chistoso. Sigui su carrera sin reveses, pero sin los aumentos debidos. En las desdichas de la Armada espaola no tuvo parte hasta 1805. Viva, sin embargo, pospuesto, y era simple capitn de navo cuando su hermano, don Juan Mara, menor que l en siete aos, e igual en antigedad en el servicio, cea ya la faja de jefe de escuadra. En 1799, habiendo salido con el navo que mandaba en la escuadra combinada que al mando del almirante Bruix navegaba para Brest, fue separado por el temporal de sus compaeros, y vecino a las costas meridionales de Portugal, se vio en medio de una escuadra inglesa. No perdi con todo eso nimo; entrse en un puertecillo portugus, y all se abrig malamente. Los orgullosos ingleses, acostumbrados a tratar a Portugal como tierra propia, o como sierva, se dirigieron a apresarle all, sin respetar la neutralidad del territorio. Mi to entonces envi a decir a los del pueblecillo vecino al lugar de su fondeadero que abrasara la poblacin con el fuego de sus caones si no encontraba en ella la proteccin que le era debida. Surti efecto la amenaza, y los portugueses convencieron a sus prepotentes amigos o dominadores a que dejasen libre el navo espaol. A poco, aprovechando mi to una ocasin favorable, se hizo a la mar, y se meti en Cdiz. Ni aun por esta accin alcanz premio. Aos despus, en el combate dado enfrente del cabo de Finisterre, en julio de 1805, cayendo sotaventado entre la escuadra enemiga, y mal socorrido por los franceses, que no acertaron a sustentar bien la pelea en que entraron los pocos espaoles unidos con ellos, hizo una vigorosa defensa, y si bien hubo al cabo de arriar bandera y entregarse, alcanz con su resistencia honra y gloria. Por este revs honroso fue al fin hecho brigadier. De ah a poco, obtuvo la faja cuando su hermano menor la tena desde ms de cinco aos antes, ya con el segundo bordado. Muri este to mo en 1810, de sesenta y tres aos, muy sentido por m, que lo trat acaso ms que a mis otros parientes varones, y a cuyas dos hijas mellizas, mis primas hermanas, he mirado siempre con cario fraternal.

    Muy diversa vino a ser, como dejo dicho, la suerte del otro hermano de mi madre, personaje notable y a quien siempre tuve yo la consideracin de que disfrutaba en la familia, siendo, adems, mi padrino de bautismo. Don Juan Mara Villavicencio, a quien me refiero,

  • tena en verdad singular talento y calidades no comunes; chistoso por dems, en su gesto serio y aun desabrido, satrico, a veces custico, buen marino, aunque no de los eminentes en la parte cientfica, de muy varia instruccin, si no profunda, con habilidades de cortesano, si bien a menudo con repugnancia a serlo, principalmente antes de la vejez, con don de gentes para el mundo, a pesar de ser duro y caprichoso, reverente y murmurador, pero fiel y puntual; con tales cualidades adelant rpidamente en su carrera en la Armada, sin dejar de hacer navegaciones largas y peligrosas; pis con frecuencia, no sin concepto ni sin ventaja, los trminos de la corte, y par en tener las ms altas dignidades, hasta la de Regente del Reino en la regencia ms calificada entre cuantas hubo cuando, cautivo Fernando VII en Francia, sustent la nacin espaola la causa de su honor e independencia. Los libros de este to mo, que eran algunos y escogidos, sirvieron en gran manera a mi enseanza, y de su conversacin y ejemplo tom mucho, siendo l muy amado de mi madre, aunque debo decir que en lo mucho que le trat ms le tena de consideracin que de cario.

    De las hermanas de mi madre, sta y una ms se casaron; las dos mayores quedaron solteras. Cada una de las primeras. tom consigo a una de las segundas. La que toc en suerte a mi madre me profes amor maternal arrebatado. Fue su destino en edad avanzada tener que seguirme a climas septentrionales, donde tierra, lengua, costumbres, todo era para ella muy ajeno de sus hbitos y aficiones, y esto no obstante, resisti a nueve aos de destierro en Inglaterra y Francia, y hubo de alargar sus das hasta morir, ya de ochenta y dos aos, a los cinco de haber vuelto a Espaa, causndome su prdida un dolor de los que se sienten cuando pierden las criaturas el ltimo lazo que las liga a su vida antigua, esto es, a sus mejores aos.

    Tiempo es ya de hablar de m mismo, y confo en que se me disimularn las noticias que anteceden, en fuerza de la razn que me mueve a hacerlas; pues representado por algunos con malicia y por otros con equivocacin, y credo por muchos un aventurero poltico, cuya fortuna es debida a las revueltas y desdichas de su patria, como la de tantos de quienes hay abundantes ejemplos, he estimado justo decir las que, an siendo verdades impertinentes, no por esto pierden su carcter de verdades. Fuera de esto, si hay quien me culpe de vanidades pueriles y fundadas en poco, doblar humilde la cabeza a su sentencia, estimndola en parte justa, aunque pecando por severa, y alegando en mi defensa que merece algn perdn quien habla de s propio, sobre todo en la vejez, amiga de parladuras, y en situacin no ventajosa en que suelen los hombres abultarse a sus propios ojos, an ms que en otras ocasiones, sus merecimientos de cualquiera clase(1).

    Mi padre, nacido en la villa de Cabra, en octubre de 1760, era teniente de navo cuando yo vi la luz en Cdiz, a 22 de julio de 1789. Ms de una vez, con las supersticiones de que nadie est exento, he meditado en la rara circunstancia que me hizo nacer a m destinado a

  • vivir entre revueltas e inquietudes y a tomar una parte considerable en las de mi patria, en el mes y ao en que empez en el mundo la ms importante y grave mudanza que han visto todas las edades. En efecto, ocho das haba de la cada de la Bastilla en Pars, lance primero de la gran tragedia que tanto conmovi a Francia y ha venido a dislacerar, a madurar y a renovar el mundo, cuando vi yo la luz primera. Confieso, por otra parte, que esta reflexin es impertinente, porque en los mismos das hubieron de nacer miles destinados a vida ms pacfica y oscura que la ma, casi todos ellos a mejor fortuna, y los que a mala, aun de otra clase que la que me ha tocado en suerte.

    En la hora de mi nacimiento vivan mis padres con un pasar mediano, tan distante de la riqueza cuanto de la estrechez, y con muy fundadas esperanzas de aumentos en su fortuna. Mi padre gozaba ya de alto concepto en su carrera. No bien concluy sus primeros estudios, comunes a todos los oficiales de la Real Armada, cuando hubo de dedicarse a los que se llamaban mayores, o sea astronmicos, seguidos por pocos, y estos los ms aprovechados de la marina espaola, a la sazn floreciente. Haba ido en la expedicin de don Vicente Tocio a levantar las cartas martimas de las costas de Espaa, obra muy honrosa a nuestra nacin y de gran mrito para su tiempo, cuando ninguna otra posea una coleccin de la misma clase tan completa y tan bien hecha, y obra en la cual trabajaban casi todos los oficiales de saber y buen concepto de aquellos das. En ella estaba empleado mi padre cuando resolvi el Gobierno espaol hacer un reconocimiento del estrecho de Magallanes para ver si era posible efectuar por l el trnsito del ocano Atlntico al Pacfico, hecho por all en la vez primera en que se dio la vuelta al mundo, y abandonado despus de resultas de haber sido descubierto y doblado el cabo de Hornos, si bien en el siglo XVIII desgracias ocurridas a varias expediciones, y nacidas de la mala prctica, de tener miedo a la tierra y de engolfarse en altas latitudes, eran causa de ser mirada con cierto horror la navegacin por las inmediaciones del mismo cabo que hoy se lleva a efecto con tan poco cuidado y peligro. De la relacin impresa de este viaje casi infructuoso, por haberse reconocido que no convena de modo alguno volver al paso del estrecho, consta que fue destinado a ella mi padre con don Alejandro Belmonte, ambos sacados de la expedicin de Tocio como oficiales de superior inteligencia para la parte propiamente facultativa de aquella empresa. A ella fue mi padre a poco de haberse casado; y a su vuelta, efectuada en breve, fue cuando empez mi existencia. Las navegaciones en la poca de que trato proporcionaban algunas, bien que no grandes ventajas, a los oficiales de marina, entonces todava bien pagados. As es que, como dejo dicho, en el da de mi nacimiento viva mi familia desahogadamente. Estaba entonces con mi madre la suya, y tambin su hijo don Juan, a la sazn capitn de navo, y juntos los bienes de todos, poda pasarse con ms anchura.

    Fui yo el primer fruto del matrimonio de mi padre, habindome precedido slo un mal parto de mi madre. No por esto poda haber

  • esperanzas de que heredase el mayorazgo de mi familia, pues el hermano mayor de mi padre estaba ya casado y tena hijos, y el segundo era joven y robusto. Celebrse, con todo, mi nacimiento como si estuviese yo destinado a mejor suerte que la que entonces se me presentaba. Fui bautizado con pompa superior a la comn, y me ech el agua el cannigo lectoral de la catedral de Cdiz, don Antonio Frianes y Ribero, predicador elocuente y hombre entendido y de alto concepto en Cdiz, celebrndose la ceremonia en la parroquia del Hospital Real, que era la castrense.

    A los ocho das de haber yo nacido, hubo de dejarme mi padre para una ausencia de algunos aos. Haba sido destinado a una expedicin cuyo encargo era dar la vuelta al mundo. Los viajes del ingls Cook y otros navegadores, y el que a la sazn estaba haciendo el francs La Prouse, cuyo fin fue tan desdichado, tenan muy ocupada la atencin de los gobiernos y pueblos europeos, y el Gobierno espaol, muy celoso entonces del lustre de su marina, no quera quedasen atrs en la carrera corrida a la sazn con tanta gloria por los extraos. El mando de esta expedicin fue dado a don Alejandro Malaspina, italiano de nacimiento, aunque oficial al servicio de Espaa desde el principio de su carrera, entendido en su profesin y de instruccin varia, hombre muy de mundo y cortesano travieso adems, y que, como en su lugar se dir, metido en enredos y maraas de corte, hubo de causar a su amigo, mi padre, algn dao y mayor peligro. La partida de mi padre, aunque dolorosa, prometa algunas ventajas, no siendo leves las que resultaban en los oficiales de marina de ser empleados en semejantes expediciones; sin contar con que, ganando en ellas en crdito los que le merecan, le proporcionaban notables aumentos en su fortuna.

    Quedado yo solo, y segn las apariencias por algunos aos, al cuidado de mi madre, bien corra riesgo mi educacin de haber sido descuidada, mayormente siendo yo mirado con extremos de cario. Pero no fue as, aunque tal vez el equivocado amor materno, segn referir, proporcionndome algunas ventajas, no dej de acarrearme inconvenientes de los que a ellas suelen ir anejos. Contaba yo slo ocho meses, cuando nos trasladamos de Cdiz al pueblo contiguo, llamado la Real Isla de Len, y hoy la ciudad de San Fernando, primero y principal departamento de marina. Esta poblacin, hoy tan decada, estaba a la sazn por dems floreciente, y eso que tena pocos aos de existencia, pues a mediados del siglo prximo pasado no haba en el lugar donde hoy est ms que uno o dos caseros, y en la poca en que yo en mi infancia pas a habitar all, don Antonio Ponz, en su Viaje de Espaa, le supone un vecindario de ms de cuarenta mil almas, cmputo exagerado, pero prueba de la repentina grandeza de aquel lugar, tanta era la a que haba llegado entonces la Real Marina de Espaa;

    grandeza, por desgracia, fugaz y de brevsima duracin, debindose el haber desaparecido en parte a culpas posteriores del Gobierno, y en parte a ser aquella fbrica desproporcionada a sus cimientos, no

  • estribando sobre los de una numerosa marina mercante. Ello es que al abrirse los ojos de mi entendimiento vi el espectculo de un pueblo, aunque pequeo, lucido, componiendo su lustre el de la oficialidad de marina. Natural era, pues, que mis primeros pensamientos y afectos fuesen todos de amor y respeto a un cuerpo lucido e ilustrado, que por todas partes me rodeaba y en el cual servan mis ms cercanos parientes, mi padre y los dos hermanos de mi madre, con otros varios de mi familia. La carrera de marina era la que yo habra abrazado, si hubiese podido seguir mi gusto.

    Pero conviene tratar de tiempos muy anteriores a los en que poda presentrseme la ocasin de elegir. Mi madre, desde mis ms tiernos aos, cuid de mi crianza intelectual con esmero y aun con celo excesivo. Era seora bastante instruida para criada en una provincia de Espaa y en aquella poca; y no lo era menos su madre y mi abuela doa Juana de Laserna, que viva a nuestro lado, que me amaba con idolatra, y a la cual pagaba yo mi afecto como suele hacerse en la primera infancia. Una y otra saban bastante de historia, especialmente de la de Espaa, leda, como es de suponer, en Mariana y otros autores castellanos de menos nota; una y otra haban ledo mucha poesa, y sealadamente nuestro teatro antiguo, siendo idlatras de Caldern, y una y otra atendan algo a los sucesos polticos de su tiempo, en lo poco que en aquellos das se mezclaban en las cosas de Estado los meros particulares. No tenan, como era de presumir, el mejor juicio crtico o filosfico, aunque no careciesen de cierto gusto literario, si no el ms acrisolado, tampoco torpe. De esto, ciertamente, no poda yo ser juez entonces; pero he venido a serlo despus, conservando fidelsimamente en mi memoria mucho de lo que entonces o de boca de personas tan queridas y veneradas, y una de las cuales, mi madre, vivi hasta tener yo edad en que pudiese formar juicio sobre esos conocimientos e ideas.

    Lo cierto es que, recin cumplidos los tres aos, haba yo aprendido a leer, y lo haca con perfeccin, para aquella edad, asombrosa. Contribuy a que adquiriese estas dotes haber yo sido, naturalmente, lo que se llama adelantado, pues anduve y habl antes que lo comn en los nios; progresos fsicos que, como se ver, no se sostuvieron. Sabiendo ya leer, fui puesto a escribir tambin muy prematuramente. Result de esto ltimo cobrar malas maas, que despus no he podido remediar, aun en un modo singular de coger y llevar la pluma, con otros vicios en el carcter de mi letra. Pero en los estudios meramente intelectuales siguieron siendo notables mis progresos. A poco ms de los cuatro aos saba de memoria gran parte de las fbulas de Samaniego, muchas de las de Iriarte, con los malos versos sobre la Historia de Espaa, por el padre Isla, anejos a su traduccin del compendio de Duchesne. Sin contar otras obras de igual o parecida naturaleza, en que estaba incluido el Catecismo de Fleury, porque cuidaban mucho de enterarme de la Historia Sagrada y de las doctrinas de la religin, mi abuela, que era devota, aunque no fantica, y mi madre, cuya piedad religiosa, sin ser tan ardiente e intensa, era, con

  • todo eso, cabal y sincera. La verdad es que empec a ser mirado como un prodigio chiquito, abultando fuera de toda medida mis mritos el tierno amor de los que me rodeaban, y aun la necesidad o la lisonja de algunos, entre los extraos, que me conocan. Mi crianza en la parte moral no era sealada por extremos viciosos de indulgencia, y, sin embargo, vena yo a ser completamente lo que se llama un nio mimado, aunque con una clase especial de mimo. Cuidbanse particularmente de no exponerme al calor ni al fro, y atendindose a mis estudios, materia de gusto y tambin de vanidad inocente, y de ellas no conocida, para mi madre y abuela, se me criaba apartado de otros muchachos, con maestros en casa, en vez de enviarme a la escuela, y segn la expresin comn, entre las faldas. Aunque en mis primeros aos slo tuve una enfermedad grave, y aun escap de las entonces comunes de las viruelas y el sarampin, sin duda por mi crianza recogida, an cuando en ello tuviese parte mi complexin natural, era yo un nio enteco y desmaado. Quiz de ah viene que he carecido enteramente durante mi vida de fuerzas y de agilidad corporal, hasta un grado nada comn. En verdad, son tales mi desmao y flaqueza, que a todo se extiende; as ni corro, ni salto, ni lo he hecho en mis mocedades, sino muy mal, y al aprender a bailar con buenos maestros, hube de dejarlo, viendo cun pocos progresos prometa, y resignndome a no tener este recreo, antes que tenerle, siendo ridculo y molesto; y soy psimo jinete, y no he podido adelantar en la esgrima, ni en el dibujo, a que se agrega tener mala letra y andar como tropezando, pudiendo tal vez achacarse al mismo origen el aumento, si no la causa, de la cortedad de mi vista y de flaquearme las piernas y temblarme todo el cuerpo, con otros accidentes nerviosos, de todo lo cual sacan motivo harto cierto para ridiculizarme quienes me profesan mala voluntad, y hasta muchos indiferentes. No s si atribuir al mismo origen mi sensibilidad extremada y viva, la cual batalla en m con un genio propenso a analizar y a juzgar fra y desapasionadamente; mezcla de encontradas cualidades que me pasman cuando me examino a m propio. No puedo or una buena msica, ni referir una accin grande, sea lastimosa o, por otro lado, tierna, ni or o leer la expresin de pensamientos o afectos que conmueven, sin arrasarme en lgrimas los ojos, o an sin que el llanto, procurado en balde reprimir, me bae las mejillas.

    Del modo que antes va referido pasaban mis nieces, siguiendo en la isla de Len, de la cual slo sal para un corto viaje a la Lnea de Gibraltar, donde estaba a la sazn mi abuelo paterno, con el regimiento de su mando. Vi a este pariente cercano y respetable, y no le cobr buen afecto. Era mi abuelo, llamado, como yo, Antonio, hombre duro, severo, quisquilloso, poco instruido, aunque no necio, lleno de rarezas y recomendable en medio de todo como hombre entero y de pundonor, principalmente como soldado. Chocronme sus costumbres, sealadamente una que tena igual a la que cuentan del francs duque de Vendme y de su hermano el gran prior, que era recibir a sus subalternos sentado en vaso nada limpio, donde pasaba largos ratos,

  • presentndose a las gentes para cosa en que casi todos se esconden. Tambin me chocaron los extremos de respeto exterior con que pretenda ser tratado, obligando a sus nueras, ya crecidas, a que le besasen la mano, y a stas y a sus hijos a sumisin, como a la que se tiene a los mayores solamente mientras duran los aos de la niez. Mi madre, a quien yo profesaba, sobre tanto amor, tanta consideracin, llevaba a mal tantas singularidades de su suegro, que en m hubieron de infundir escaso afecto a una persona a quien deba tenerle muy sealado.

    Captulo II

    Regreso de su padre.-Viaje a la corte.-Presentacin a los ministros de Hacienda y Marina.-Nacimiento de su hermana.-Grave enfermedad, en que est a punto de sucumbir.-Estado de los nimos en la corte.-Convalecencia.-Aficin creciente a la lectura y primeros libros que maneja.-Obtiene gracia de cadete de Guardias espaolas.-Salida de Madrid para la isla de Len, y causa que la motiv.

    Vuelto a la isla de Len, haba yo cumplido cinco aos y an un mes o dos ms, cuando regres mi padre de su largo viaje. En l se haba distinguido no poco. Haba trabajado una Memoria sobre un descubrimiento suyo de un mtodo de hallar la latitud de un lugar por dos alturas de sol; y si hay quien pretenda que, sin haber l comunicado su pensamiento, otros al mismo tiempo le tuvieron, mal se puede negar que an eso siendo, slo acert por su parte con lo que otros, por lado diferente, acertaron, haba con esto y otras cosas aumentado su fama de astrnomo y marino. Dejando de completar su viaje alrededor del mundo, haba sido enviado desde las costas del Per a las occidentales de Mjico a una expedicin cuyo mando se le encarg, la cual tena por objeto buscar el paso del Atlntico al Pacfico por un estrecho llamado de Juan de Fuca, a que haba dado nombre el de un navegador antiguo, no de los de renombre ms alto, paso buscado en balde por all, como despus lo ha sido, aunque con mejores probabilidades sin fruto alguno, por hbiles navegantes modernos. Llev mi padre a esta comisin dos goletas, la Sutil y la Mejicana, mandando l una y llevando ambas a sus rdenes, al paso que el mando inmediato y subalterno de la segunda fue dado al capitn de fragata don Cayetano Valds, sobrino del bailo don Antonio Valds y Bazn, ministro que era de la Marina, muy querido de su to, y que empez entonces a adquirir fama que despus supo dilatar y remontar a bastante altura. Aunque este viaje, cuya relacin est dada a luz, no trajo provecho notable a las ciencias, sirvi de aumento al concepto de mi padre.

    Volvise ste atravesando por tierra el virreinato de Nueva Espaa; y despus de pasar algunos das en Mjico, su capital, de cuya grandeza qued prendado, sigui a Veracruz, donde, embarcndose, tard poco en pisar el suelo de su patria. Vile yo como extrao, y como tal me hubo

  • l de ver, porque cinco aos contados desde los ocho das de nacido, son tan largo perodo, que en l se ha formado una existencia. Presentme a l mi madre con orgullo, enumer mis mritos y dotes adquiridas, ponder mi instruccin, no corta para mis aos, y esper de su marido aplausos sin mezcla de censuras al encontrarse con un nio tan sabio. Pero mi padre, sin dejar de aplaudir mis progresos intelectuales, hubo de notar que en la parte fsica me hallaba yo pobre y endeble, con trazas de para poco, si ya no de enfermizo, tampoco de sano; en suma, como una planta falta de fuerza, por haber carecido de aire. Le doli mucho verme en tal estado, y pecando por el extremo opuesto al que haba llevado a dar atencin excesiva y casi exclusiva a mi adelantamiento intelectual, no sin admiracin ni aun sin algo de disgusto de mi madre, manifest, o cuando menos apareci tener en poco mi instruccin desproporcionada a mis aos, y aun dijo que era su deseo que yo soltase los libros, que me diese a jugar al aire libre, a correr y hasta hacer diabluras, y que si fuese necesario, tomase un palo y rompiese cuanto encontrase delante.

    Me han contado que yo, cediendo a los impulsos ignorantes de mi corta edad, ms que a mi ciencia temprana, fui a tomar tan a la letra el paternal precepto, que asiendo un palo me encamin a romper con l un espejo, alegando, cuando se me reprendi e impidi poner por obra mi intento, que obraba por complacer y obedecer a mi padre. El nuevo mtodo de crianza que ste haba discurrido para m no pudo, sin embargo, ponerse en prctica. Le llam muy en breve a la corte una orden superior, y hubimos de separarnos otra vez, cuando tras de tan larga ausencia habamos llegado a reunirnos. Recobr, pues, mi vida pasada, a la cual, por otra parte, haba yo cobrado aficin, entretenindome ms la lectura que juegos de nios en que no tena compaeros ni me mostraba por otra parte muy aventajado.

    Pocos meses despus haban corrido cuando una disposicin de mi padre fue causa de que nos trasladsemos mi madre y yo a la corte, donde era de esperar que fuese larga nuestra residencia. Haba dispuesto por aquel tiempo el Gobierno hacer buenos mapas de Espaa, semejantes a las cartas martimas de Tocio, y muy superiores a los que existan hechos por el gegrafo don Toms Lpez, obra a todas luces incompetente. Mi padre, por el alto concepto de que gozaba, y tambin por el valimiento en que estaba su hermano don Vicente, fue el encargado de dirigir tan importante trabajo. Le ocupaba tambin el cuidado de publicar su Memoria ya citada, sobre hallar la latitud de un lugar por dos alturas de sol, y otra sobre hallar las longitudes en el mar, estando muy ufano del descubrimiento que haba hecho, explicado en la primera, y prometindose de esto ventajas a la ciencia y aumentos de consideracin a s propio.

    Verificse nuestro viaje a mediados de abril de 1795, contando yo, por consiguiente, poco menos que seis aos. Iba yo muy engredo de m mismo, como es natural en tan pocos aos, y oyndome celebrar tan

  • fuera de medida, y no menos vana de m estaba mi pobre madre. Hasta me atreva a hacer versos, y me acuerdo de que durante nuestro viaje, habiendo en un da festivo llegado tarde a la posada y estando mi familia pesarosa por creer ya difcil or misa, como se expresase esperanza de poder todava conseguir esto ltimo, metindome yo en la conversacin, sal con la siguiente cuarteta:

    Ni los clrigos querrn

    decir misa por la tarde,

    pues no es cosa regular

    sin que la Iglesia lo mande.

    Admirse y conservse en la memoria tan pobre coplilla, en verdad no del todo propia de un nio de cinco aos y medio, pero tampoco asombrosa an para mi edad, habiendo ejemplos, si bien pocos, de muestras de superior capacidad an en ms tiernos aos.

    Termin por el pronto nuestro viaje en Aranjuez, donde a la sazn resida la corte, como sola por la primavera. Recibironme all mi padre y su hermano y mi to don Vicente. Este ltimo, que entonces, siendo oficial de la Secretara del Despacho de Hacienda, tena tal influjo con el ministro del ramo, don Diego Gardoqui, que diriga todas las operaciones del Ministerio, me cobr el ms tierno afecto, y siendo hombre, como ya he dicho, de vasta lectura y poco mundo, empez a mirarme como a un portento. Presentme al ministro, que tambin me acogi con singular aprecio y cario, concedindome grandes libertades en su casa y mesa, a que era admitido con frecuencia, no obstante mis pocos aos. Creci con esto mi vanidad, que hubo de ser verdaderamente ridcula. Quien se acuerde o tenga noticia de lo que eran en aquellos das los ministros, tan diferentes no slo en poder, sino en representacin y consideracin de los de la hora presente, bien puede hacerse cargo de cunto envanecera y ensoberbecera a un chiquillo verse pisando con tal soltura las superiores regiones cortesanas. As, lo que puede decirse aurora de mi vida, prometa que su medioda fuese brillante y aun tranquilo y cmodo, y lleno de dignidad su ocaso. Harto diferente ha venido a ser mi destino, tocndome vivir en pocas revueltas y calamitosas, donde si he alcanzado algunas prosperidades y aun glorias han sido cortas y fugaces las primeras, y muy disputadas las segundas; compensndose ambas con grandes trabajos y padecimientos, y resultndome una vejez llena de amargos desengaos y de pesares, en gran parte no merecidos, tan menoscabada mi fortuna, que bien puede decirse impropia, no ya de mi posterior elevacin, sino de lo que deba esperar para el ltimo perodo de mi vida en la hora de mi nacimiento.

    Pasado algn tiempo en Aranjuez, nos trasladamos por pocos das a Madrid con la corte, y con la misma pasamos en breve al Real Sitio de San Ildefonso, donde estaban los reyes todos los veranos. Segua yo en

  • tanto gozando de cierta celebridad. El bailo don Antonio Valds, ministro de Marina, de quien, como oficial de la Armada, dependa mi padre, un da le manifest deseos de conocer a un chiquillo de cuya viveza y saber tanto se hablaba. Me llev mi padre a presencia de este personaje, que, siendo orgulloso, seco y hasta desabrido, y habiendo declarado deseos de conocerme slo por movimiento de curiosidad pronto olvidado, me recibi con entono y distrado, no ms que como deba mirar a un juguete, quien tena puesta la atencin en muy superiores cuidados. Fue cosa de risa cmo se ofendi mi vanidad pueril de tal recibimiento. Sabedor de ello el ministro Gardoqui, no muy afecto a su colega, se diverta en hablarme de este asunto, y an me haca que remedase al bailo en su postura, ademanes y palabras, al tiempo de recibirme, cosa que ejecutaba yo con gusto, acompaando mi remedo con necios vituperios al ministro de Marina, no sin risa de los que presenciaban tal escena, y para divertirse me azuzaban. Cuento estas anecdotillas por lo que hubieron de influir en formar mi carcter.

    En los pocos das de mi residencia en Madrid me naci una hermana. Era para m gran pena que la ausencia de mi padre por ms de cinco aos me hubiese privado del gusto de tener hermanos. Cumpliseme ste entonces, y slo me resta decir que tuvieron despus mis padres dos hijos varones, los cuales murieron ambos de corta edad, no habiendo cumplido ni un ao el ltimo, y cuando estaba cerca de cumplir tres el antes nacido. Quedamos, pues, solos mi hermana y yo, viviendo esta ltima, aunque apartada de m por residir en tierra extraa, en la hora que escribo estas MEMORIAS. Residiendo yo en La Granja, o dgase en el Real Sitio de San lldefonso, una enfermedad aguda, producida, segn las apariencias, por una insolacin, me puso casi a las puertas de la muerte. Lloraba tanto cuanto mis padres mi to, creyendo malogrado un fruto en cuya conservacin tena l vivo y tierno empeo. Pas pronto el peligro, aunque grave, pero no recobr cabal salud, y aun, como dir despus, una enfermedad lenta dio a creer casi seguro el trmino de mi vida dentro de breve plazo.

    Por aquel tiempo se ajust la paz entre Francia y Espaa, paz venida a ser necesaria, aunque mal hecha, corriendo sobre esto rumores probablemente calumniosos en todo o en parte respecto al ministro y privado de Carlos IV. Era ste, como todos saben, el famoso don Manuel Godoy, duque de la Alcudia, creado entonces Prncipe de la Paz por haber concluido el ajuste a que me voy refiriendo. Era el tal ministro generalmente odiado, y mucho ms que lo que mereca, no obstante sus desaciertos; y participaba la reina, su querida y autora de su elevacin, del desconcepto y aborrecimiento general de que en grado superior era di