alara unificadora

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novela mtg

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Nicol Bolas estir sus alas y los sonidos que escuch fueron desagradables

Alara unificada

Doug BeyerIndice

Parte I

Captulo 1: Grixis11

Captulo 2: Naya15

Captulo 3: Bant19

Captulo 4: Jund23

Captulo 5: Bant27

Captulo 6: Naya29

Captulo 7: Bant33

Captulo 8: Jund37

Captulo 9: Bant41

Captulo 10: Naya45

Captulo 11: Jund47

Captulo 12: Naya53

Captulo 13: Jund57

Captulo 14: Bant59

Captulo 15: Naya61

Captulo 16: Bant63

Captulo 17: Jund65

Captulo 18: Naya67

Captulo 19: Jund69

Captulo 20: Bant71

Captulo 21: Naya73

Captulo 22: Bant75

Captulo 23: Jund79

Captulo 24: Naya81

Captulo 25: Las Eternidades Ciegas83

Captulo 26: Bant85

Captulo 27: Jund89

Captulo 28: Bant91

Captulo 29: Jund95

Captulo 30: Naya99

Parte II

Captulo 31: Naya105

Captulo 32: Jund107

Captulo 33: Naya111

Captulo 34: Jund115

Captulo 35: Naya119

Captulo 36: Bant123

Captulo 37: Naya127

Captulo 38: Bant129

Captulo 39: Naya139

Captulo 40: Esper141

Captulo 41: Naya143

Captulo 42: Esper145

Captulo 43: Naya147

Captulo 44: Esper149

Captulo 45: Naya151

Captulo 46: Esper153

Captulo 47: Naya155

Captulo 48: Naya159

Captulo 49: Naya163

Parte III

Captulo 50: El Remolino169

Captulo 51: Las Eternidades Ciegas171

Captulo 52: Bant173

Captulo 53: Grixis175

Captulo 54: Bant179

Captulo 55: Frontera Bant-Esper181

Captulo 56: Grixis185

Captulo 57: Jund187

Captulo 58: Frontera Bant-Esper189

Captulo 59: Grixis191

Captulo 60: Frontera Bant-Esper193

Captulo 61: Grixis195

Captulo 62: Bant197

Captulo 63: Grixis201

Captulo 64: Bant203

Captulo 65: Esper205

Captulo 66: Bant207

Captulo 67: Esper209

Captulo 68: Jund211

Captulo 69: Esper213

Captulo 70: Las Eternidades Ciegas217

Captulo 71: Jund219

Captulo 72: Naya221

Captulo 73: Bant223

Captulo 74: Bant227

Captulo 75: Naya231

Captulo 76: Naya233

Captulo 77: El Remolino235

Captulo 78: Jund237

Captulo 79: Frontera Esper-Bant239

Captulo 80: Grixis241

Captulo 81: Jund243

Captulo 82: Frontera Esper-Grixis245

Captulo 83: Jund247

Captulo 84: Grixis249

Captulo 85: Jund251

Captulo 86: Grixis253

Captulo 87: Naya255

Captulo 88: Naya257

Captulo 89: Grixis259

Captulo 90: Frontera Grixis-Jund261

Captulo 91: Esper263

Captulo 92: Naya265

Captulo 93: Bant267

Captulo 94: Naya269

Captulo 95: Bant271

Captulo 96: Naya273

Captulo 97: Grixis275

Captulo 98: Naya277

Captulo 99: Naya279

Captulo 100: El Remolino281

Captulo 101: Bant283

Captulo 102: Grixis285

Captulo 103: Bant287

Captulo 104: Grixis289

Captulo 105: El Remolino291

Captulo 106: Bant293

Captulo 107: El Remolino297

Captulo 108: Bant301

Captulo 109: El Remolino305

Captulo 110: El Remolino307

Captulo 111: El Remolino309

Captulo 112: Ajani Melena Dorada313

Captulo 113: El Remolino315

Captulo 114: Bant317

Captulo 115: Jund321

Captulo 116: Bant323

Captulo 117: Naya327

parte IGRIXIS

Nicol Bolas estir sus alas y los sonidos que escuch fueron desagradables. Los ligamentos crujieron y las articulaciones estallaron. Las membranas entre los huesos de sus alas hicieron sonidos secos de friccin a medida que se extendieron. Durante dcadas haba sentido su edad ponindose al da con l; su edad era una cifra tan imponente que l se sinti profundamente invertido en eludir la aritmtica. Pero al menos se poda estirar. La cmara en las profundidades de la Necrpolis de Kederekt finalmente estaba completa. Lo ltimo que quedaba de tierra muerta haba sido raspada de alrededor de su masa y la tumba se haba convertido en una guarida adecuada.

El impacto de la condenada Reforma lo haba dejado roto. Su omnipotencia estaba mutilada y su mente se senta como un colador. El era un dragn antiguo. Haba huido de Dominaria esperando que la Reforma no le alcanzara pero sus efectos le haban alcanzado de igual manera, como un trueno se pone al da despus de una descarga de rayos. Bolas haba sentido su poder siendo drenado. Haba sentido milenios de conocimiento escurrindose para no volver. Haba sentido los bordes gastados de sus propias alas por primera vez.

"Pero que otra cosa soy si no soy un sobreviviente?"

"Cmo dijo Maestro?" acudi la respuesta de forma inesperada.

Y qu si lo haba dicho en voz alta? "Acaso no soy un sobreviviente?" repiti Bolas con dientes apretados.

Su segundo al mando, la impa criatura llamada Malfegor, slo lo mir fijamente. Malfegor, mitad demonio y mitad dragn, haba nacido siglos antes en circunstancias tan horribles que pocos hubieran podido contemplar. Su rabia por haber sido atrapado comindose habitantes de Grixis era divertida y til como punto de apoyo para el control de Bolas sobre l. La red de poder e influencia de Bolas se extenda por mundos y eones, una premio perfecto a colgar ante un demonio que una vez haba aterrorizado a toda Alara.

"Veinte mil aos!" rugi Bolas. "No importa. Trae a los visitantes. "

"S amo."

Malfegor sali de la cmara. A Bolas no le agrad la forma en que se retorci la cola de su secuaz mientras se alej caminando. No estaba bien que un dragn se comportara de esa manera. Su segundo al mando era una abominacin aunque al menos era til.

Cuando Malfegor regres trajo consigo a dos seres humanos, hombres vestidos con tnicas, adultos a juzgar por su tamao.

Un humano dio un paso adelante. Estaba temblando. Probablemente aterrorizado.

"Y bien? Qu es tan importante?" pregunt Bolas.

"Maestro, yo yo y m mis colegas hemos ledo las seales," dijo el hombre.

"S? Y?"

"Maestro, yo no s cmo decir esto"

"Inmediatamente si valoras tu vida."

"Son los fragmentos Maestro. Los otros cuatro mundos y Grixis tambin. Estn... convergiendo."

Eso fue interesante. Acaso uno de los pequeos roedores al final lo haba descubierto?

"Ah, s?"

"S. Me temo... me temo que van a... intersecarse. Colisionar. Y pronto."

Los labios de Bolas se apartaron de sus dientes. La diversin que sinti fue genuina. "Qu tan pronto?"

Los dos humanos se miraron entre s. No parecieron saber como tomarse la expresin del dragn. "Meses?" dijo el primero. "S. Nosotros pensamos que menos de un ao."

Bolas volvi a estirar sus alas. Sigui oyendo los chasquidos de la edad pero se sinti mejor. Quizs dentro de un rato podra salir volando libre del maldito bunker y flexionar su verdadero msculo una vez ms. Tendra que encontrarse con sus agentes en los otros cuatro mundos. Caminar por los planos le costaba mucho esfuerzo pero tendra que asegurarse de que todo saliera exactamente bien.

"Maestro?" se aventur el humano. "Esto es... lo que usted quera?"

"Estoy muy orgulloso de ti humano," dijo Bolas. "Este es una excelente salto para tu pequea mente."

"Gracias Maestro! Pero eso no"

"Siento que tengo que recompensarlos."

Ambos humanos cayeron postrados.

"Les dir ahora que han hecho bien en descubrir el objetivo de todos nuestros esfuerzos aqu en su mundo de Grixis. Todos ustedes han trabajado mucho y duro, con magias complejas y largas excavaciones. Y ahora estn empezando a ver los frutos de todo su trabajo."

El humano que hablaba no pudo contenerse. Levant la cabeza y dijo: "Maestro, odio interrumpir"

"Entonces no lo hagas!" bram Bolas.

Los humanos se acobardaron.

"Este proyecto y los preparativos que lo rodean han tardado dcadas en completarse. El esfuerzo ha sido intrincado y estratificado. Y ahora ustedes estn empezando a ver su completitud. La devastacin que causar es, sin duda, la fuente de su preocupacin. Incluso su mundo en decadencia se ver afectado y es en esto que deben oponerse. Yo admiro su valenta al venir a mi cmara interna para confirmar que este cataclismo es de hecho el fin hacia el cual todos ustedes han trabajado. Y por eso esta es su recompensa! T, ponte de pie."

El orador mir hacia arriba y se par con piernas temblorosas. Parpade rpidamente y sostuvo el broche de su bata en sus manos.

Bolas se inclin y puso su garra sobre la cabeza del hombre, dejando descansar all suavemente su palma, con cuidado de no romper el cuello del humano.

Malfegor habl. "Maestro, no se agrave a si mismo," dijo.

Bolas le ignor. Tom un poco de concentracin pero l invoc las magias antiguas. Oleadas de fuerzas de man baaron su mente. Bolas les oblig a tomar la forma de un hechizo, una lanza de magia oscura que perfor el pequeo crneo del humano y desapareci, arrasando su cordura desde el interior. El humano grit bajo la palma de Bolas, un desgarrador sonido repetido carente de lgica ni orden. Entonces el humano qued en silencio y quieto. Bolas complet el hechizo y levant su garra.

La expresin del ser humano qued flcida. Mir a la nada y su cabeza cay ligeramente a un lado.

"Ah ests mi siervo," dijo Bolas respirando pesadamente. "Esa es tu recompensa."

El otro humano consider a su colega con los ojos muy abiertos. Se puso de pie y recogi al hombre en sus brazos. Una combinacin de saliva y sangre corra por el costado de la mandbula del hombre, su mente pensante totalmente destruida.

"T ah," dijo Bolas al otro humano, el que an posea sus facultades. "Puedes irte ya y llevarte a ese contigo. Siempre recuerda su recompensa. Si alguno del resto de ustedes demuestra tal excelencia en su capacidad de deduccin recibir lo mismo."

El humano se inclin rgidamente y se llev rpidamente al otro hombre sobre su hombro.

Bolas se volvi a su segundo al mando, la demonaca criatura dragn. "Eso es suficiente. Si vuelves a molestarme con las preocupaciones de los mortales, Malfegor, te matar. Despus de que tu cuerpo haya muerto desterrar tu alma a alguna miserable cscara zombificada en las entraas de Grixis donde podrs trabajar al servicio de los caprichos de un nigromante humano de tercera categora. Ahora, eso es todo?"

Bolas volvi a quedar solo.

Una vez que los cinco mundos de Alara colisionaran l tendra de vuelta su vitalidad. El Multiverso se lo deba y haba tenido a bien proporcionarle estos cinco pequeos planos, maduros para ser cosechados. El estrellara sus mundos uno sobre otro y lamera la savia de las heridas. Y entonces, por fin, estara listo para tomar su venganza.

Nicol Bolas

naya

No haba sido una buena idea, pens Ajani. Debera darse la vuelta e irse antes de que la bestia lo viera o lo oliera en su escondite. Pero ya era demasiado tarde para eso. Su hacha ya estaba en su mano.

El garganta delante de l tena piernas como troncos de rboles y un peludo musgo creca en su espalda y flancos. Sus caractersticas ms destacadas eran sus colmillos: cuatro enormes dientes que se extendan desde debajo de su boca y suban en el aire delante de l, cada uno terminando en una punta lo suficientemente afilada como para perforar limpiamente el pecho de Ajani. Los colmillos de la bestia se balancearon adelante y atrs cuando esta se inclin y se aliment de rboles enteros. Envolvi el follaje de unos pocos rboles con su boca y luego tir la cabeza hacia atrs despojando a una masa de jugosas ramas con sus desgarradores dientes. Los crujidos que hizo mientras mastic fueron ensordecedores. De vez en cuando grit alegremente, inclinando su enorme cabeza de lado a lado, y el sonido hizo temblar las lianas alrededor del escondite de Ajani.

A Ajani ya lo haban cazado una vez aunque no haba sido un objetivo olvidado como este. Haba sido perseguido por las selvas y campos de Naya como un cerdo salvaje. No era usual que los humanos cazaran a los de su especie pero al parecer estos haban hecho de l una excepcin. l haba sido especial para ellos, especial en el sentido de que haban querido verlo muerto.

Tal vez l estaba siendo igual de malo por singularizar a ese gigante. Ajani poda pensar en un montn de razones para irse pero tambin saba que eso tena que pasar, as que era mejor no pensar demasiado en lo que l estaba a punto de hacer. Ajani haba estado rastreando a la bestia desde esa maana, siguindola a una distancia durante horas antes de haberse encontrado con ella, manteniendo un cuidadoso seguimiento de la direccin del viento para no alertar a la bestia con su olor. Su paciencia haba dado sus frutos; el garganta no lo haba descubierto y de hecho haba logrado meterse en un callejn sin salida de alguna clase, un claro expuesto al cielo rodeado por una arboleda de gruesos troncos demasiado enormes para que el monstruo los aplastara. Ajani podra presionar el ataque y el gigante no tendra ningn lugar a donde correr. Aunque su tamao sera menos que una ventaja en el claro el solo hecho de enfrentar a un garganta de Naya en solitario era probablemente un suicidio. Fue as que Ajani cuestion una vez ms lo que estaba haciendo y por qu.

Descubri un halo luminoso en su rgido pelaje blanco. Eso era el por qu. O bien l se ganaba la estima de su manada por la monumental caza o dejara su manada atrs para siempre.

La piel blanca que cubra el cuerpo leonino de Ajani era su distincin y su maldicin. All donde la mayora de la raza nacatl llevaba su pelaje dorado, ocre, negro y gris moteado y rayado la piel de Ajani era de un blanco puro y luminoso. l brillaba contra el follaje moteado de la selva de Naya y como una brillante antorcha entre multitudes de sus compaeros nacatl.

El desprecio de sus parientes haba sido inmediato y nunca terminaba. La manada de Ajani era una comunidad de guerreros, los nacatl ms orgullosos y feroces de todo Naya, pero para l eran una comunidad de atormentadores. Como el da en que los humanos le haban cazado: cuando los carentes de pelaje le haban perseguido sus compaeros de mandada lo haban dejado atrs. Los humanos no haban perseguido a los dems, slo a l.

Pareca que todos queran discriminar al felino de pelaje blanco.

Su hermano Jazal, el lder de la manada gracias a los espritus, le haba salvado ese da y en muchas otras ocasiones. Jazal, siendo el kha de su manada, era el nico que le importaba a Ajani. Si no fuera por l Ajani ya habra dejado a la manada y sobrevivido por su cuenta mucho antes. Eso era lo que queran sus torturadores, se pregunt, por qu no simplemente drselo? Pero eso solo le hubiera trado an ms vergenza a su pobre hermano que no le haba mostrado nada ms que respeto y amor. Ajani se lo deba a Jazal, el kha y su nico pariente, el mostrarles a los dems en la manada la determinacin que llevaba bajo su vergonzoso pelaje. l les mostrara que el gato blanco cazado podra convertirse en un cazador digno en su propio derecho. De hecho l les mostrara que podra ser el ms grande guerrero nacatl desde el hroe Marisi en persona.

La brisa cambi y Ajani sinti susurrar el pelaje en su espalda mientras enfrent al gigante. Ajani no tuvo tiempo de moverse con el viento; la bestia haba cado de repente en silencio, sus enormes mandbulas congeladas en medio de una masticacin. Esta sopl y resopl ante el olor de Ajani flotando hacia ella. Estaba a punto de ser descubierto. Si l iba a hacerlo, el momento haba llegado.

Ajani brinc del follaje y cort hacia la carne del muslo de la bestia con su hacha, con la intencin de debilitarla de inmediato. El golpe reban limpiamente pero slo lo hizo a travs del tupido musgo que se aferraba a la piel del garganta, sin siquiera perforar su piel. La bestia se lanz hacia l antes de que pudiera descargar un segundo golpe, sus pies aplastando la tierra y sus largos colmillos balancendose en un peligroso arco. Ajani se tambale hacia atrs justo como para evitar ser derribado o quedarse con sus piernas rotas.

Recuper su postura guerrera, trajo su hacha hacia atrs, y hundi el arma en el hombro de la bestia mientras sus colmillos pasaron zumbando a su lado. El ataque atraves la piel gomosa pero el pelaje de la bestia era tan espeso que l apenas vio el blanco rosado de su grasa. Una vez ms l no haba sacado ninguna sangre real slo su ira.

El garganta azot su cabeza y volvi a barrear con sus colmillos hacia l. Ajani retrocedi frenticamente a su escondite pero con dos fuertes oscilaciones de sus colmillos la bestia destroz el puesto de rboles pequeos. La espalda de Ajani choc contra un tronco grueso. El embisti hacia la amplia cabeza ante l con su hacha pero el gigante dio un topetazo con ella directamente hacia el golpe acertando en el mango del arma con el medio de sus colmillos y arrancndola de las garras de Ajani. Tanto la bestia como el cazador retrocedieron por el nuevo desarrollo y Ajani vio que el mango del arma estaba atascado en la bestia. Con las manos vacas y carente de una nueva estrategia, qued paralizado.

La bestia rugi y se prepar para atacar a Ajani. Su boca estaba abierta de par en par por lo que Ajani pudo sentir su caliente y rancio aliento en su rostro. Mientras se encabrit Ajani supo que poda ser pisoteado o corneado por igual. l ya no representaba una defensa mayor que los arbustos que la bestia haba comido para el almuerzo. Mientras esta se abalanz hacia su posicin l dio un salto instintivo lo suficientemente alto como para clavar sus garras en el hocico del garganta. Trep sobre su cabeza, agarrando grandes puados de cerdas mientras suba, y se meti entre el peludo musgo alrededor de su cuello.

El garganta dej escapar un grito que hizo temblar los huesos de Ajani, un bramido que l estuvo seguro debera haberse escuchado hasta la guarida de su manada. La bestia agit su cabeza pero Ajani, a salvo de sus colmillos en la nuca de su cuello, se aferr.

Qu se supona que deba hacer? Ajani supo que si poda conseguir asestar un buen golpe en uno de los ojos de la bestia, o tal vez golpear una vena sensible, podra debilitarla lo suficiente como para que cayera para siempre. Pero l no tena manera de conseguir hacerlo. El pequeo cuchillo de hueso a su lado no le hara nada a la piel de la criatura, ni tampoco sus dientes o garras. El necesitaba el poder de corte de su hacha. Ech un vistazo a las copas por arriba y encontr el hacha descansando en el hueco de una rama de rbol. Estaba demasiado alta para poder alcanzarla, incluso con un salto, y l no sera capaz de conseguir un buen salto con el garganta agitndose. Morir solo en la parte posterior de un gigante peludo pareca no ser una manera de ganarse el respeto de su manada.

La bestia estaba loca de rabia. Se revolvi, estrellndose a travs de una arboleda que se rompi como lea. "Menos mal que era un callejn sin salida," murmur Ajani mientras se sostena. El monstruo intent una nueva estrategia: golpear con sus ancas delanteras en el suelo en un intento de arrojar a Ajani por sobre su cabeza.

Ajani sinti el ritmo de la bestia levantando sus patas delanteras. Algo hizo clic en su mente: esa era la solucin. Si l lograba actuar justo a tiempo...

La bestia se alz con todas sus fuerzas y Ajani se solt, envindolo en la misma direccin en la que haba volado antes su hacha. El felino blanco sali precipitado hacia el dosel y se estrell contra la rama que sostena el arma, apenas logrando agarrarse de algo. Pero l no se haba aferrado a la rama, haba agarrado el mango del hacha, la cabeza peligrosamente hacia l y el final enganchado entre dos pesadas ramas. Cuando su peso tir de l hacia abajo el mango de madera se arque entre las ramas, hubo un repugnante crujido y el mango del arma se rompi dejando caer a Ajani con el hacha astillada en su mano.

bant

"Demasiado fcil," murmur Gwafa Hazid mientras haca brillar una daga encantada con su pauelo. Era como si su presa hubiera querido ser atrapada. Es que me buscan? se pregunt. Acaso una araa slo engorda de moscas lentas o suicidas? Debe ser un intento de orgullo, aunque slo sea el orgullo de la muerte, decidi l admirando el reflejo de su barba en la daga. Los dbiles de mente deben saber eso, en cierto sentido ellos merecen ser engaados y derrotados, y buscan a quien pueda acelerar lo ms que pueda ese destino. No poda culparlos. Si l hubiera sido tan pattico tambin habra querido que eso fuera lo ms rpido posible.

La caravana de Hazid se haba detenido ostensiblemente casi al lado de la frontera de Akrasa, el territorio agrcola ms orgulloso de Bant, para comerciar. "Comerciar" era la palabra favorita de Hazid. T obtienes algo, yo obtengo algo, pens. Los dos quedamos contentos excepto que t has perdido algo precioso y yo no he perdido nada, y para el momento en que te des cuenta de tu error yo estar a un territorio de distancia. Su daga, por ejemplo, haba venido de un herrero de la costa Jhessiana quien haba querido salir de su humilde casta de Inferiores. Hazid no le culp por eso en lo ms mnimo. El hombre haba pensado que un adecuado sello Akrasano le hara ganar el estatus que deseaba as como el pasaje de salida de la ciudad plagada de bandidos a los que su estacin le condenaba. En cambio, el pedazo de lata que Hazid le entreg le haba ganado al hombre un mes en la crcel por fraude, infraccin de casta, y posesin de un sello falsificado. Sin embargo la daga era una obra de arte. Se ajustaba precisamente a l, la daga de un de asesino, sigilosa y letalmente filosa, hecha para nadie ms que un hombre que mata. GWAFA HAZID"Maestro Hazid," dijo uno de sus hombres para llamarle la atencin.

Era un caballero de casta con sello haciendo rondas a travs de la caravana. El caballero vesta de lino azul sobre su cota de malla con un amplio pjaro blanco blasonado a travs del tabardo que lo identificaba como un Caballero de la Paloma Brillante. Era una orden menor, pero bueno respetada, a menudo a cargo de mantener la paz en los cruces fronterizos.

Hazid not que el caballero haba sido asignado para inspeccionar la caravana. Si era como los otros de su orden sera pasablemente inteligente y difcil de sobornar. Tambin viajara solo. Comprobara los carros de la caravana en busca de cualquier mercanca que no debera estar all. Y a menos que Hazid hiciera algo el caballero encontrara lo que buscaba. Hazid necesitaba ser rpido, antes de que el caballero de la Paloma Brillante tuviera tiempo de examinar el primer vagn. Era hora de que la hermosa pequea daga hiciera su cosa.

Y l saba exactamente quin deba sostenerla. "Ghedi, ven aqu," llam Hazid.

Uno de los ms grandes y fuertes mercaderes subordinados a Hazid camin hacia l. Ghedi era un hombre sencillo, amplio de hombros pero no de mente. Aspiraba a ser ladrn pero tena la gracia de un buey. "S Maestro Hazid?"

Hazid puso su mano sobre el hombro de Ghedi y mir a su alrededor con circunspeccin mientras habl. "Ghedi, necesito saber si eres un hombre en quien pueda confiar, un hombre que pueda utilizar. T quieres serme til, verdad?"

La sonrisa de Ghedi fue la respuesta perfecta. No era un hombre locuaz. Hazid le dio una palmada en el hombro.

"Quiero que tomes esto," dijo Hazid, "y haz algo til con ella." Desliz la daga en la mano de Ghedi y mir significativamente al caballero. "Ten cuidado."

Ghedi sonri maliciosamente mientras se alej sosteniendo la daga contra su muslo.

Hazid se volvi hacia el representante de la Paloma Brillante. "Buen seor!" dijo magnnimamente Hazid caminando a grandes zancadas hacia el caballero. "Por supuesto que le doy la bienvenida!"

"Buen da," dijo el caballero. "Puedo ver el manifiesto de esta caravana por favor?"

Ghedi estaba caminando en un amplio crculo en torno al lado ciego del caballero.

"Por supuesto, por supuesto," dijo Hazid y sac uno. "Aqu est."

El caballero tom el pergamino y lo desenroll, leyendo con atencin.

"Sobre todo implementos de agricultura como usted puede ver," dijo Hazid. "Un poco de esto y aquello, como siempre nosotros hemos estado en la lejana Jhess este mes. Alguna cosa en la que le podra interesar? Tal vez algo para los nios... Juguetes de madera de Valeron?"

"No tengo nios," murmur el caballero. "Este manifiesto tiene un sello fuera de fecha. Si usted y sus comerciantes pueden hacerse a un lado por un momento, por favor, tengo que comprobar el contenido."

Ghedi se acerc por detrs. Su hombre lo estaba haciendo bien, y lo mismo l, pens Hazid. La mosca casi estaba en la telaraa.

"Ah, bueno entonces," dijo Hazid. "algo para su esposa. Tenemos jarrones de barro de Eos. Son absolutamente encantadores."

"Seor, por favor, hgase a un lado," dijo el caballero. "Voy a tener que inspeccionar los vagones ahora."

"Por supuesto, por supuesto," dijo Hazid. "Por favor, tmese todo el tiempo que necesite."

Ghedi lo estaba rodeando. Ms cerca, ms cerca. En cualquier momento...

"Seor, cuidado!" Grit Hazid.

El caballero gir alrededor para ver a Ghedi viniendo hacia l con la daga del asesino en alto. El caballero fue admirablemente rpido mientras puso una mano en el brazo del arma de Ghedi, sac la espada con la otra mano, y golpe duramente a Ghedi en el intestino con el pomo.

Ghedi se dobl en dos, el aire expulsado de sus pulmones y la daga arrojada de sus manos. Su rostro fue una mscara cmica de confusin mientras cay al suelo.

El caballero estuvo sobre Ghedi en un abrir y cerrar de ojos. Tom el pual de la tierra y luego grit un hechizo de arresto sobre las manos y el cuello de Ghedi que lo inmoviliz. Los ojos de Ghedi estaban desconcertados, slo girando en un estado de remordimiento mientras el caballero se llev al supuesto asesino a su montura a punta de espada.

Eso es lo que obtienes por robar de mi inventario, Ghedi bastardo dbil de cerebro, pens Hazid.

"Gracias por la advertencia," dijo el caballero volviendo a Hazid una vez que haba sujetado las ataduras de Ghedi a la montura. "Pero este ataque ha sido una grave violacin de la ley y el atacante estaba bajo su autoridad. El hecho sigue existiendo, yo todava tengo que inspeccionar estos vagones."

Hazid suspir. Ya le haba hecho un favor a Ghedi hoy otorgndole el destino que l haba pedido con sus dedos ansiosos. Y el pobre guardia del punto de control estaba pidiendo un favor para l? Hazid tena una misin que cumplir, una misin tan importante que ni los mismos ngeles se hubieran interpuesto en su camino. Era una suerte de dispensacin de carga para muchos.

"Baterista! Vuelve a tocar el tambor de la caravana por favor!" grit l. El sonido de un profundo y reverberante tambor le respondi.

"Seor," dijo el caballero. "Voy a tener que pedirle que"

El caballero se derrumb sostenindose su estmago, alejndose de la daga rpidamente hundida por Hazid. Mientras el caballero caa Hazid le arranc el manifiesto de la caravana de su mano.

"Pongan el cuerpo en uno de los vagones," dijo l con un suspiro. "Oh, y squenle su pequeo sello para el manifiesto."

Un subalterno de Hazid recogi el sello del caballero y se lo entreg. Hazid lo estamp satisfactoriamente en el pergamino.

Hazid subi de nuevo en su carro y asinti con la cabeza al conductor antes de limpiar su propia daga con su pauelo. "Recurdame que te cuente de aquella vez cuando hice un intercambio con un herrero en Eos," le dijo al conductor.

La caravana continu su camino hacia el castillo Torres Doradas, en el corazn de Akrasa. Ghedi se qued mirando tristemente y abandonado.

jund

Hasta un ao antes Rakka Mar nunca se haba considerado un "simple humano." La frase nunca se le habra pasado por la cabeza. La chamn haba sido su propia maestra, deleitndose en su salvaje elementalismo, invocando manifestaciones de fuego y rabia para utilizarlas como flagelos contra los que haban tratado de mandarla o devorarla. Pero cuando el cielo se haba abierto y haba depositado a la majestuosa forma de Nicol Bolas ante ella, Rakka haba reconocido su insignificancia.

El dragn le haba ofrecido dos opciones. El podra ensearle a invocar nuevos tipos de ardientes elementales de muerte y ella podra usar ese poder para llevar a cabo una tarea en Jund para l. O ella poda morir. Un convincente negociador, pens. Eso haba sido un ao atrs.

Esa noche Rakka se encontraba hablando ante el clan guerrero Antaga. Era el mismo discurso que le haba dado a su propio clan salvo que ese no haba funcionado. Ella se asegur de convocar el mismo fuego a sus palabras que el que puso en su magia. "Nuestro mundo anhela llegar al cielo por encima de nosotros y al infierno por debajo," haba entonado. "Y el cielo y el infierno tambin anhelan llegar a nosotros. Ellos nos llaman para que los Rakka Margobernemos."

Rakka saba que el clan estara pendiente de cada palabra a pesar de que ella nunca haba sido su Tol, su lder. Ella era una mujer tirante y vigorosa, anciana para un ser humano de Jund en los cincuenta aos, pero an tan dura como un cartlago. Sus brazos y rostro estaban tatuados con smbolos en remolinos de fuerzas elementales. Los trofeos de huesos de trasgos y pieles de viashino atados en su pelo castaearon mientras habl. Sus dientes se presentaron filosos y manchados de negro con la oscura savia del rbol tukatong, como lo eran los de los chamanes ms devotos de Jund.

El Tol de su clan, un bruto con rastas y el torso desnudo llamado Kresh, gru en seal de acuerdo. Kresh era ms de veinte aos menor que ella pero se haba ganado un respeto a regaadientes desde que ella se haba unido a su clan. Al igual que todos los lderes Tol en Jund, Kresh se haba apoderado violentamente del control de su clan en combate singular. Rakka haba conocido al anterior Tol, un luchador tan sucio como los dems. Pero este joven con trenzas de nombre Kresh la haba aplastado cmodamente en el sangriento desafo. Y su orgullo por la caza no estaba por detrs de nada. El era un verdadero depredador de Jund y los otros guerreros estaban dedicados incondicionalmente a l. Este hecho le ayudara a su causa en la tarea por venir.

"Nosotros somos guerreros primordiales," continu diciendo Rakka trazando lneas msticas en el aire con las manos que brillaron como chorros de lava. "Cuando el cielo y el infierno nos alcancen y nos abracen nosotros debemos continuar nuestra Caza en otras tierras. Slo a travs de nuestra conquista de los mundos por arriba y por debajo cumpliremos nuestros destinos de gobernar en el pice de la vida. La Caza es nuestro verdadero camino, el camino que nos lleva a triunfar, y nosotros debemos seguirlo siempre, incluso en las fauces de la muerte." Ella sonri y sus dientes negros resplandecieron.

Otro coro de gruidos de asentimientos sigui.

Ella se meti en la tarea en cuestin, su verdadera misin para el clan de Kresh. "Hasta que se nos llame a la Caza en el camino del ms all nosotros tenemos que seguir la Caza aqu, en los lugares oscuros de nuestro propio mundo. Jund devora a todos aquellos que muestran debilidad. Nosotros debemos acechar y matar a los que deseen arrebatarnos nuestros destinos y ungir nuestro pelo con su sangre, mostrarle a nuestro mundo que nosotros somos los fuertes. Debemos tomar a nuestra presa por la garganta, exprimirla hasta someterla y darnos un festn de su espritu. Slo entonces seremos guerreros capaces de sobrevivir al ajuste de cuentas por venir."

"Gracias, Chamn Rakka," dijo Kresh ponindose de pie. l tom su lugar en el fuego y se dirigi al clan mismo.

"Guerreros, mantengan las palabras de Rakka cerca de su corazn esta noche. Maana pondremos a prueba su dedicacin a ellas. Maana continuaremos la Caza hacia la guarida de"

"Malactoth," incit Rakka.

"S, Malactoth. El dragn. Malactoth es el dragn ms poderoso que hemos cazado hasta ahora. El suyo es el rugido que sacude el Monte Jhal. Y por qu cazamos a una bestia tan poderosa? Porque sus garras anhelan nuestra carne y sus dientes ansan nuestra sangre. Rakka dice que se ha estado alimentando de madrigueras de trasgos y basurales viashino mucho ms abajo del Monte Jhal de lo que nunca lo haba hecho antes. Eso significa que est cada vez ms cerca de nuestro territorio. Ustedes saben lo que cree que es?"

Los guerreros gritaron al unsono.

"Eso es correcto. l cree que es nuestro depredador."

Gritos de protesta.

"Cree que est por arriba de nosotros en la cadena, una bestia digna de alimentarse de nuestros jvenes como una serpiente robando huevos de un nido."

Aullidos de rabia.

Kresh puso su mano con la palma hacia abajo y los guerreros se calmaron. Termin su discurso con su voz baja, apenas audible sobre el crepitar del fuego.

"Maana nosotros asaltaremos su nido."

Los guerreros rugieron con buen humor. Kresh sonri con malicia y Rakka no pudo evitar admirar su disfrute del momento. Era una buena noche. Rakka tom un trago de aguijovino del pellejo en su cadera y chasque los labios. Maana ira bien. Ella ya estaba cansada de festines, historias y discursos. Sin embargo ella an no poda golpear su hamaca, todava haba un montn de preparativos que hacer. Iba a tener que invocar una gran cantidad de elementales antes de que el sol saliera detrs de las cenizas del Monte Jhal.

BANT

El rostro de Rafiq de los Mil Sellos se tambale en el vidrio plateado pero la navaja era filosa y precisa. Se afeit el pelo de sus mejillas y cuello dejndose su reconocida barba, la misma barba representada en un sello de patrocinio utilizado en su tierra natal, Eos. Se salpic agua limpia a travs de su famoso rostro y su piel afeitada le ardi pero a Rafiq le gustaba de esa manera, le haca saber que estaba perfectamente rapado.

Una joven paje le entreg su toalla y Rafiq, goteando, asinti en seal de agradecimiento. La nia era de la casta Inferior, de bajo rango pero inteligente y obediente, una de los muchos pajes, escuderos, siervos y ayudantes de cmara que Rafiq haba conocido durante sus viajes por todo Bant.

"Cul es tu nombre?" Pregunt Rafiq. Siempre se aseguraba de saber todos sus nombres; simplemente pensaba que era lo correcto. A pesar de que ella era de una casta inferior era el patrocinio de la gente honesta como la nia paje y los sellos otorgados en su honor lo que le daban a l su propio rango y renombre. Algunos trataban al sistema de castas como una excusa para el desprecio y el orgullo. Rafiq saba que el arcngel Asha lo hubiera querido de otra forma.

"Tholka, seor," respondi la chica en voz baja y volvi a lustrar los sellos de l, la gran pila de medallones de patrocinio que lastraban la armadura de Rafiq.

"Gracias Tholka," dijo Rafiq secndose la cara y el cuello con la toalla. "Ese es el Sello del Viento Salado," dijo observando a Tholka pulir cuidadosamente uno de sus sellos.

Los ojos de ella se abrieron de par en par. "De la lejana Jhess?"

Rafiq asinti. "Fue por resolver una disputa entre las patrullas de buques y la isla de aven," dijo.

"Resolver... mediante un combate," dijo ella con una pequea sonrisa en su voz.

"Por supuesto," dijo l. "Un combate heroico en el honor de la arena. Su campen era un bruto de los rhox, silencioso pero formidable como leotau salvaje cuando quiso serlo. Su habilidad y astucia fueron tan grandes que yo lo invit a mi orden de caballera."

"Se refiera a... Mubin? El famoso caballero? Lo conoci en la arena?"

"S," dijo Rafiq y se ech a rer. "El viejo rhox no era ms que un pobre monje y erudito pero t no lo habras conocido por su fuerza en aquel da. Luch tan valientemente por los derechos de los aven como si hubiera estado luchando por su propia vida. Al final nosotros llegamos a un acuerdo. Ambas partes obtuvieron lo que queran y nosotros dos ganamos un sello. El suyo fue el primero."

La chica termin su pulido e hizo una reverencia. "Su armadura est lista seor," dijo.

"Gracias Tholka," dijo Rafiq. "Que Asha te proteja."

"Y a usted seor," dijo ella. "Que tenga buenos viajes."

nayaMientras Ajani cay por el aire hacia el behemoth agarr el mango del hacha astillada en ambas manos slo para aferrarse a algo slido. La bestia debajo de l abri sus fauces llenas de dientes para atraparlo en su boca. Mientras Ajani aterriz en el rostro de la criatura no tuvo tiempo de contemplar su ngulo o de girar la cabeza del hacha en torno hacia la bestia. Su movimiento fue por instinto, hundiendo la filosa punta del mango del hacha profundamente entre sus ojos.

Ajani cay al suelo de la selva en un Madeja. Afortunadamente, el behemoth tambin lo hizo, aplanando algunos rboles robustos mientras cay al suelo. Se retorci una o dos veces antes de lanzar su ltimo aliento.

Ajani no se movi de la tierra por un largo tiempo. Se qued all, escuchando, sintiendo los latidos de su corazn desacelerando de un frentico golpeteo a un emocionado ritmo regular. Mientras escuchaba sinti la sangre del plano de Naya bombeando a travs de la tierra debajo de l. Fue como si hubiera un espritu despierto, un retumbar de tambores muy por debajo de la tierra que slo l poda or. Aquello lo hizo sentirse conectado con todo a su alrededor, como si l fuera una planta con sus races llegando a las capas ms profundas del mundo. Sinti que tena un papel que desempear en la naturaleza, lo que le hizo tan importante como un pjaro cantor, o los elfos de los bosques lejanos, o el garganta que yaca a su lado.

Mientras escuchaba el ritmo se dio cuenta de que slo estaba oyendo pasos. Pasos acolchados viniendo ms cerca. Otros nacatl se acercaban.

Ajani se sent para ver la sonrisa llena de dientes de Tenoch y su pandilla, un sarnoso grupo de leoninos compaeros nacatl de la manada de Ajani. Tenoch era uno de los nacatl que le haban dejado a su suerte cuando los humanos le haban dado caza ese da.

"Pelaje-Blanco, t monstruo desgraciado," dijo Tenoch. Tenoch era alto y de pelaje dorado, el hijo de la anciana ms venerada de la manada. Su risa fue un burln jadeo entrecortado a travs de dientes ganchudos que caus un poco de lluvia salival sobre el pelaje de Ajani. "Esta es nuestra zona de patrullaje. T qu ests haciendo aqu?" Tenoch lo observ todo. "Qu...? Qu has hecho?"

Ajani no tena aliento para responder.

La pandilla de Tenoch mir la escena a su alrededor. La criatura muerta. El mango quebrado del hacha de Ajani hundido hasta la cuchilla en la frente de la bestia. Los rboles rotos y el suelo pisoteado del bosque. Las salpicaduras de sangre en el pelaje de Ajani.

"Ha matado a un garganta?" susurr uno de los nacatl.

"El solo?" Sise otro.

No eran los valientes guerreros que la mayora de los nacatl se enorgullecan de ser. Los miembros de la pandilla de Tenoch eran los matones idiotas de la manada de Ajani. Individualmente, cada uno era un cobarde, pero juntos podran significar un grave peligro. Ellos eran exactamente el elemento de su manada que Ajani tena la esperanza de ganar con su hazaa pero tambin los peores para la ira si no quedaban impresionados.

Tenoch investig los rostros de su banda detrs de l. Sus bocas estaban holgadas por un asombro mal escondido. Su lder momentneamente olvidado.

Tenoch volvi su rostro a Ajani y sus ojos se estrecharon.

"Esta es carne de primera Pelaje-Blanco," dijo Tenoch uniformemente. "Qu planeas hacer con todo eso? Te vas a quedar ah sentado y tragrtelo t mismo?"

Ajani, recuperando el aliento, respondi, "Es... para la manada. Para el Festival de Marisi. Estoy contento de que me hayas encontrado Tenoch. Ustedes pueden ayudarme a sacarle los rganos y llevar los cortes buenos de vuelta a la guarida."

Tenoch se acerc, tan cerca que casi se tocaron sus bigotes. La pandilla se coloc alrededor de Ajani, como un puo cerrndose. Tenoch silb una risa entre dientes. "No," dijo. "Me alegro de que t nos hallas encontrado. Me alegro de que te hayas topado con nosotros justo a tiempo para presenciar nuestro gran triunfo sobre esta frentica bestia."

Al principio la pandilla de Tenoch no lo entendi. Pero entonces sonrisas se propagaron a travs de sus rostros.

Los ojos de Ajani ardieron.

"La manada va a estar muy orgullosa de nosotros," continu Tenoch, "cuando volvamos a la guarida con nuestro premio. Y una vez ms, el vergonzoso hermano del kha ir en la retaguardia, intil como de costumbre. De hecho sigo pensando que igual que cuando aquellos sin-pelaje nos persiguieron t an no necesitas que te salvemos."

La pandilla de Tenoch ri.

"Esta es mi presa," gru Ajani irguindose en toda su estatura. La piel se le eriz a lo largo de su cuello y brazos. "Esta es mi ofrenda. Ustedes no se llevarn el crdito por ella al festival."

"Crees que ellos van a creer que mataste a esta cosa?" Grit Tenoch en la cara de Ajani. Entonces, con ms calma, dijo: "Ya lo veremos. Creo que ni siquiera sers capaz de decirles que nosotros la tomamos de ti. Creo que el honor del kha significa mucho para ti nadie quiere ser el hermano de un sopln. T quieres ser parte de nuestra manada, verdad? As que tampoco delates a los dems. Este ser nuestro pequeo secreto. Pero no te preocupes, yo te invitar a probar nuestro generoso festn despus del discurso de Jazal. Agrrenlo."

Tenoch dio rpidamente un paso al costado. Ajani no tuvo tiempo para agarrar la garganta de Tenoch o lanzarse hacia el hacha hundida en la bestia. Alguien empuj a Ajani por detrs hacindolo caer boca abajo sobre el suelo. El trat de empujarse hacia arriba con sus manos pero la pandilla lo sujet. Todo lo que pudo ver fueron pies con garras.

"Debera haber sido yo el jefe de la manada," dijo la voz de Tenoch en algn lugar por encima de l. "No alguna familia maldecida por la gente como t. T traers mala suerte a la manada as que es justo que nosotros te traigamos un poco de infortunio. Denle la vuelta."

Ajani luch pero garras aferraron sus extremidades y le pusieron golpendolo de espaldas. La pandilla de Tenoch le sostuvo firmemente sus brazos y piernas dejando su torso abierto y vulnerable. El polvo de la pelea hizo poco por oscurecer su brillante pelaje blanco, este refulgi en las sombras de la selva como siempre lo haba hecho.

Tenoch se inclin sobre l con su rostro colgando boca abajo encima del de Ajani. Blandi el mango de su hacha recuperado de la bestia y lo sostuvo cerca de su cabeza, empundolo como la ensangrentada punta de un garrote.

"Qu te pasa?" dijo Tenoch. "Asustado de tu propio palo? Asustado por un poco de problemas? Qu vas a hacer? Correr a tu hermano y decirle lo asustado que estabas de tus propios compaeros de manada? Oh, ya lo s. Seguramente hars que nos castigue, verdad?"

El rostro de Ajani fue pura intensidad. "No lo har," dijo.

"Oh, yo creo que lo hars. Lo puedo ver en tus ojos! Hars que el kha nos castigue. Hars que nos destierren como parte de tu celebracin de Marisi, pequeo monstruo! Y por eso es que nosotros tenemos que defendernos."

Tenoch levant el mango del hacha por encima de la cabeza y con una mirada enloquecida golpe el pecho de Ajani.

El no pudo evadir el golpe por lo que este aporre verdadera y profundamente, castigando su cuerpo ya cansado por la batalla. Ajani se atragant con respiraciones pequeas, apretando los msculos de su estmago en un intento de encontrar aire. Ms tarde habra dolor pero Ajani slo sinti la sensacin de ahogamiento. Fue como caer en un pozo y ver el sol hacindose cada vez ms pequeo en la distancia vertical excepto que el rostro de Tenoch permaneci justo en frente de l, de revs y sonriendo.

"Chicos, l no puede aguantar. Se va a desmayar por slo uno. Imagnense lo que harn dos?"

Hubo otro golpe, un ruido sordo que reson a travs de sus rganos. Se sinti como si su pecho fuera a romperse en dos. Mientras jade en busca de aire Ajani mir a los ojos de Tenoch. Las pupilas verticales bailaron arriba y abajo mientras Tenoch ri, el sonido apualando como cuchillos. En el centro de cada uno de los ojos de su torturador Ajani pudo ver diminutos reflejos de su propio rostro lleno de pelaje blanco, lo que le dio la extraa sensacin de que estaba cayendo en ellos, cayendo en la mente de Tenoch.

En un instante Ajani vio ms all de los ojos. Vio ms all del tejido blando de los orbes, ms all del crneo y la materia arrugada detrs de l. El vio la esencia de Tenoch, la naturaleza de su persona, como si hubiera estado escrita claramente en el aire por encima de l. Sinti los ritmos recurrentes de la vida de Tenoch, una serie de pruebas de su honor e integridad, latiendo en su propia mente como el sonido de los grillos. Experiment el sufrimiento de Tenoch, su culpa, y las expectativas aplastadas de su madre. Sinti las punzadas de envidia de Tenoch por todo el xito disfrutado por aquellos ms capaces que l, incluyendo a Jazal y Ajani. El alma de Tenoch fue una escultura, tallada del estado amorfo de su juventud a la persona que era, da a da y eleccin por eleccin. Su alma era una obra maestra, tan hermosa como cualquier obra de arte que Ajani hubiera visto alguna vez.

El aliento de Ajani finalmente regres. El se qued all, con respiraciones jadeantes y pequeos pinchazos de dolor atacando sus pulmones en cada inhalacin.

Tenoch le mir con el ceo fruncido. "Qu pasa rarito?"

Cmo podra decirle lo que haba visto?

Ajani no pudo evitar sonrer un poco. "Tenoch, yo te veo," dijo el.

La cabeza de Tenoch retrocedi ligeramente y luego sus ojos se encendieron. "Qu demonios acabas de decirme?" Le exigi.

"Que te veo," dijo Ajani. "La verdad dentro de ti."

Por supuesto, eso fue lo peor que pudo haber dicho. Fue demasiado extrao, una cosa demasiado ntima para que una vctima le dijera a su agresor, y Ajani lo supo cuando lo dijo. La paliza que sigui fue an ms brutal a causa de ello. Pero los golpes se sintieron casi irrelevantes al lado de la visin. Cuando la inconsciencia se apoder de l Ajani trat de volver a crearla. Cuanto ms trat de volver a llamar a las imgenes estas ms se desvanecieron. El dolor de la paliza se hizo cargo y la oscuridad lo sigui.

Cuando l despert Tenoch y su banda haban desaparecido. El behemoth era un esqueleto despojado, toda la mejor carne tomada. Su hacha yaca a su lado, su mago hecho astillas. Todo su cuerpo palpitaba con dolor y haba manchas de su propia sangre cubriendo su piel blanca.

Incluso en el abundante paraso de Naya l volva a estar solo. No haba nada ms que hacer que tomar su hacha rota y volver a la guarida.

bantNo todos los das se llega a ser la mano de la profeca, pens Gwafa Hazid.

A medida que su caravana se arrastr por su camino sobre una colina vio las cuatro torres blancas del castillo: su destino emergiendo a la vista. El ritmo le estaba molestando por lo que l le dio un latigazo adicional al leotau tirando de su carro. La montura con cabeza de len lo mir con algo parecido a resentimiento por lo que l volvi a azotarlo. Esta baj la cabeza y tir del carro. S, un da de profeca. Un da en el que l, Gwafa Hazid, entregara un hechizo que pondra en marcha el destino del mundo entero. Era un buen da.

El punto de control haba sido un asunto problemtico. El cadver de un caballero inspector no era exactamente la carga que Hazid quera estorbando en su caravana. Y tal vez l haba sido imprudente al haber dejado a su hombre Ghedi solo, atado a un caballo, en medio de las llanuras Akrasanas. Pero stos eran detalles, simples insectos en comparacin con la gigantesca talla de su plan. Cmo podra dudar de su propio juicio en ese momento? Cada detalle doblado a la perfeccin. No pasara mucho tiempo para que cada una de las elecciones que el haba tomado a lo largo de su vida fueran reivindicadas.

Acaso este maldito gato no poda ir ms rpido? "Nos estamos acercando al castillo seor," dijo uno de sus guardias a caballo.

"Bien," dijo Hazid. "Tengan listos a los cantores."

"S, seor."

El castillo se alz a la vista como una ballena blanca rompiendo la superficie del mar. Esplendorosos contrafuertes con torres de oro se estiraban hacia el sol y el viento empujaba olas de brillantez por todo el ocano de hierba marrn de Akrasa. Aquella estaba entre las primeras ciudadelas de Akrasa y todava segua siendo la ms grande. Las cuatro torres soportaban una fortaleza central y la alzaban lejos del suelo para simbolizar la elevada naturaleza de las castas superiores. Hazid no tena ningn problema con esa nocin de orden social; haba conseguido lo que quera de ella aprovechndose de las reglas sobre las que esta se basaba. En efecto, toda la carrera de Hazid se basaba en identificar aquellas fuertes torres de soporte sobre las cuales descansaba toda la sociedad. Una vez que esos soportes fundamentales eran violados los despojos siempre quedaban colgando, sin defensa, en el medio del aire libre.

"Seor, un contingente de caballeros se acerca desde el castillo," dijo el escolta.

"Cul es el estado de los cantores?"

"Estn listos seor."

"Bien, entonces. Comiencen a formar el crculo. Dirijan a los caballeros a m."

"Ahora mismo seor."

l los vio: humanos y rhoxes, sus armaduras relucientes en el sol, montando en formacin a travs de la hierba hacia su carro. Se hizo notar saludando alegremente. Mientras tanto los otros vagones en su caravana, decenas de ellos, se separaron y comenzaron a rodear el castillo. Tuvieron que salir de la carretera y muchos de los caballos y leotau tropezaron cuando irrumpieron en la hierba alta pero sus ruedas cortaron lneas a travs de los campos y comenzaron a formar una curva.

"Seor, alto por favor," dijo la lder de los caballeros, una joven de unos veinte aos.

"S, por supuesto. Buenos das querida," dijo Hazid deteniendo su carro. "El famoso Castillo Torres Doradas. Es ms bello que la ltima vez que estuve en Akrasa cmo podra ser esto? Acaso la Amesha ha bendecido recientemente a la ciudadela? Debo decir que el brillo de las torres es intoxicante."

"El manifiesto por favor," dijo el caballero.

"Por supuesto, por supuesto. Aqu tienes querida. Firmado y sellado por su propio Sir... Hadadir, era?"

La mujer mir el sello de soslayo. "Usted vio a Sir Hadadir? Hace tiempo que l no viene por aqu."

"Que pena! Y fue tan puntual con nuestra inspeccin."

"Me puede decir qu pas cuando usted obtuvo este sello?" pregunt ella.

Con cuidado, pens Hazid. Quizs Ghedi ya haba sido descubierto; peor an, el insolente puede haber buscado ayuda por si solo y contado toda la historia. An as Hazid no pudo resistir embellecer esta. "Mi viejo criado Ghedi, ese bastardo equivocado, decidi que tu Hadadir era el hombre que haba tenido un aventura con su esposa. Entenders que eso no era verdad aunque si era cierto que l era cornudo de cualquier forma a Ghedi se le meti en la cabeza que era ese hombre de la frontera. As es Ghedi por si t no lo conoces. Yo supe que l no lograra nada. l ech un vistazo a Sir Hadadir y fue tras l con una cuchilla del tamao de mi brazo. Hadadir sali corriendo y nosotros dejamos a Ghedi detrs."

La caballera inspeccion el sello en el manifiesto, luego mir a la caravana en rpida expansin de Hazid. Los vagones ms lejanos ya se haban formado a mitad de camino del castillo pero acercndose a ellos ya haban caballeros rhox con rostros de rinocerontes portando picas y hachas. "Este es un asunto serio," dijo ella. "Sr. Hazid, voy a tener que pedirle que baje del vagn. Por favor dgale a los conductores de su caravana que detengan ahora sus vagones."

"Me encantara pero me temo que son sordos como una tapia y adems voluntariosos," dijo Hazid. Dense prisa, pens. Terminen de hacer ese crculo y nosotros podemos hacer historia con este hechizo. Si los carros no se ponan pronto en su lugar ellos estaban en peligro de perder su oportunidad y Hazid nunca gobernara su propio territorio.

"Escuche, si tan slo pudiera preguntarle, cules son las horas del mercado en Torres Doradas? Yo esperaba poder"

"Cllese Sr. Hazid. Sargento! Detenga a esos vagones. Derribe a cualquiera que se niegue a hacerlo."

"Ahora o nunca," murmur Hazid. Salt al leotau en el frente de su carro, tom las riendas, y cort las ataduras que sujetaban al animal a la carreta con su espada. El leotau rugi y se resisti pero Hazid clav los talones en sus costillas y se aferr. El animal, con un buen latigazo de las riendas, sali a todo galope.

Los cantores zumbaron en voz alta, sus bocas completamente abiertas a todo alrededor del crculo. Los caballeros humanos y rhox los amenazaron con acero afilado pero nunca avanzaron. El hechizo de los cantores les mantuvo en una especie de aturdida inaccin y, adems, esa clase de desobediencia masiva fue algo inaudito y ms que un poco aterradora.

Hazid cabalg apresuradamente alrededor del crculo, silbando fuertemente. Todo pas al mismo tiempo. Uno por uno, magos en el interior de los vagones liberaron las lonas despus de or la seal. Inscrito en la madera dentro de cada vagn haba un crculo mstico y despus de quedar expuestos a la luz cada mago se sent dentro de su crculo y comenz a lanzar el hechizo que impulsara a Hazid dentro de la historia.

Fue entonces cuando el castillo comenz a resquebrajarse.

Al principio Hazid no se dio cuenta de la destruccin. Estaba demasiado excitado, montando a pleno galope alrededor de cada uno de sus magos y envuelto en la idea de que iba a hacer funcionar el hechizo con xito. Pero aquello fue inconfundible una vez que l vio una enorme losa de uno de los cilindros blancos desprenderse y chocar contra el suelo. Las fracturas se persiguieron unas a otras subiendo por las torres y todas estas menos una se derrumbaron sobre s mismas. La ciudadela que haba estado sostenida por las cuatro torres cay con ella estallando en una nube de piedra pulverizada.

Todos los caballeros y magos quedaron en silencio y miraron horrorizados. Hazid detuvo en seco a su leotau. Su mandbula qued abierta y saliva se acumul en su boca. El impacto lleg hasta ellos en un viento de polvo y ruido volando a su lado y pequeas motas de la piedra triturada del castillo salpicaron la cara de Hazid. El viento se calm y la nube se dispers pero el castillo ya no estaba all. Slo haba quedado una torre; o ms bien un delgado obelisco cnico de un blanco brillante, una estructura que deba haber estado escondida por siglos bajo la torre noroeste.

Esto no puede estar pasando, pens Hazid.

"Qu he hecho?" dijo en voz alta.

Dej caer las riendas y se mir las manos, girndolas una y otra vez en busca de una respuesta que nunca encontrara.

jundEra el amanecer, un estado reconocible por un tenue resplandor rojo a travs de los cielos ahogados en cenizas sobre el Monte Jhal. Insectos del tamao del brazo de Rakka pasaron zumbando a su lado. Su saco de hierbas y pinturas de sangrita reson en su espalda hacindole doler sus hombros pero haba un largo camino por recorrer antes de que ella pudiera dejarlo en el piso.

El clan ya se haba internado profundamente en el territorio conocido como Basurero Palehide al amparo de la oscuridad. Aunque an no haban visto ningn viashino la maleza ya haba dado paso a crujientes guijarros volcnicos. Habra sido agotador deslizarse constantemente en los resbaladizos guijarros por lo que ellos mantuvieron su equilibrio con botas de cuero de saurio con pinchos y palos de senderismo.

En ese momento caminaban por un angosto sendero entre dos grandes pozos de alquitrn burbujeante, tan grandes que los lados opuestos eran invisibles en el humo de la maana. El hedor quemaba los pulmones de Rakka.

"Shh," silb repentinamente Kresh. El clan se detuvo y se acurruc en la delgada franja de tierra entre los charcos de alquitrn. Los vigilantes exploraron los cielos pero no vieron siluetas de reptil.

"Qu pasa?" Susurr Rakka.

Al principio las cabezas de los viashino parecieron como grandes burbujas. El alquitrn se hinch y escupi sucesivamente una docena de humeantes guerreros viashino. Slo sus ojos y hachas de nice fueron visibles a travs de la aceitosa suciedad.

Kresh apenas tuvo tiempo de gritar: "Emboscada!"

Los viashino silbaron como chimeneas volcnicas y se abalanzaron sobre el clan. Tres de los vigilantes fueron arrastrados gritando en segundos. Kresh atac con su espada cortando a un viashino limpiamente por la mitad y haciendo una mueca cuando alquitrn caliente salpic su pecho.

Rakka gru a un atacante que se haba deslizado por detrs. Su lengua oscil en su boca; sus dientes eran un centenar de pas. Rakka le dio la espalda al resto del clan, protegiendo su bolsa de ingredientes para hechizos y blandiendo su bastn de senderismo. El hombre lagarto la puso a prueba con un movimiento rpido de su hacha. Ella desvi el ataque y respondi con un golpe seco a la pierna delantera de la criatura hacindola retroceder de vuelta a lo largo de la franja de tierra entre los charcos de alquitrn.

Detrs de ella oy gritos, ruidos metlicos, y feos sonidos de crujidos hmedos. Sigui adelante con la intencin de comprarse un poco de espacio para invocar a un secuaz que le diera un poco de ventaja. En cambio el viashino le dej acercarse y otro le agarr la pierna desde el alquitrn. Rakka apret los dientes cuando su piel crepit. "Muy bien, entonces que as sea," murmur. "No hay tiempo para caprichos. Slo traigamos el dolor."

Rakka levant su bastn, respir hondo, y grit dos slabas de poder en el aire. Su bastn se rompi en fragmentos de obsidiana que llovieron a su alrededor. Los fragmentos se retorcieron donde cayeron en la tierra volcnica o la superficie del alquitrn. Cada fragmento de obsidiana comenz a expandirse aadiendo nuevas facetas y bordes a s mismo.

Ella se volvi hacia el viashino en su pierna y desenvain una cimitarra. Sin embargo, antes de que pudiera atacar la mueca de la criatura, esta tir con fuerza de ella hacindola caer a pocos centmetros de la brea hirviendo. El viashino tir de nuevo, arrastrndola a travs de las piedras volcnicas hacia el otro charco de alquitrn.

Ella pate con fuerza, acertando de lleno en la cara del viashino con un satisfactorio ruido sordo y este le solt el tobillo. Rakka se puso de pie justo a tiempo para esquivar el hacha del primer viashino que la haba atacado.

Los fragmentos de su bastn eran terrones con puntas de cristal negro. Dos de ellos se haban vuelto enormes, les haban brotado proyecciones similares a patas y se haba elevado sobre el viashino a pesar de estar de pie en el alquitrn.

"Mtenlos!" le orden Rakka.

Los elementales de obsidiana no tenan cabezas u rganos sensoriales con los que hablar. Como tal, no necesitaron girarse para hacer frente a los atacantes viashino; en cambio picos de obsidiana emergieron en la direccin de los enemigos de su ama y los elementales simplemente se arrojaron. Dos viashino fueron empalados inmediatamente.

Rakka retrocedi y dej que los elementales hicieran un cerco entre ella y los viashino. Arriesg una mirada detrs de ella, pensando que estara en el centro de la refriega, pero en lugar de eso vio que haba sido cortada y aislada de su clan, que luchaba contra los viashino a varios pasos de distancia. Un viashino salt sobre ella con una lanza con punta de nix pero Rakka cort con fuerza e hizo aicos el arma. El atacante, desarmado, se abalanz sobre ella. Sus garras cayeron sobre su espalda y hombros. Ella grit cuando este le abri largos tajos en su espalda y cort los lazos de su bolsa hacindola caer. Rakka se gir rpidamente, la adrenalina aumentando su fuerza. Su cimitarra reban limpiamente el vientre de la criatura y esta cay en el alquitrn llevndose su bolsa con l.

"No!"

Rakka observ con horror como la bolsa se hundi en el espeso lquido burbujeante. Saba que sus elementales de obsidiana perforaran la cosa si ellos trataban de tocarla y su contenido se mezclara irremediablemente con el alquitrn. Trat de armarse de valor para introducir su brazo y agarrar la bolsa pero ya haba conocido el dolor de la sustancia hirviendo en su tobillo y no pudo hacerlo. Su misin se estaba hundiendo en un pozo de brea.

"Agarren las hierbas!" grit Kresh.

Uno de los guerreros de Kresh grit como loco y se zambull en el alquitrn tras el saco. Rakka oy crujir su carne. De alguna manera, en un salvaje movimiento retorcindose, el hombre arroj la bolsa sobre los guijarros a los pies de Rakka. No hizo ningn sonido cuando el viashino lo ahog en el ardiente lquido.

El saco estaba humeando, el cuero ennegrecido, pero el contenido slo estaba chamuscado. Rakka sac cuidadosamente las hierbas, las reuni en un nuevo pedazo de cuero, y lo volvi a atar. Luego las meti suavemente dentro de su camisa.

Despus de que el ltimo de los viashino fue rematado por los guerreros de Kresh los elementales de Rakka cayeron de nuevo en el alquitrn y desaparecieron. Ella se dio cuenta que todos los supervivientes estaban mirndola. "Cuntos perdimos?" pregunt.

"Muchos," dijo Kresh. "Ocho de nuestros treinta. Tendremos que volver atrs y conseguir nuevos hombres."

"No," dijo Rakka. "El ritual. Este... necesito invocar a los elementales el da de hoy."

"Hace un momento acabas de invocar a cinco elementales y sin las hierbas!" dijo uno de los guerreros.

"Esas cosas mataron a mi hermano!" dijo otro.

Kresh la estaba observando, a la espera de su respuesta.

"Yo... esos slo eran simples esbirros. Yo necesito invocar elementales de pura furia de debajo de la montaa con el fin de derrotar al dragn."

Los guerreros murmuraron.

"Suficiente," les espet Kresh. Los guerreros quedaron en silencio pero los ojos de l slo estuvieron sobre Rakka.

bantLa arena era el mejor sitio de combate de la nacin de Jhess, un gran estadio con suficientes bancos escalonados para dar cabida a cientos de simpatizantes. Bellos frescos mostraban caballeros luchando contra criaturas mticas como dragones, grgolas y demonios. La estatua de un trono vaco, un modelo del trono sagrado de la venerada arcngel Asha, coronaba la torre de la bandera, el blanco mrmol de la estatua brillando en la luz del sol.

El combate de esa maana no era uno salaz, cierta disputa sobre derechos a la tierra en los olivares bordeando Valeron, sin embargo los asientos estaban llenos ms all de su capacidad. Aunque el peticionario de Jhess haba elegido a un simple escuadrn de mercenarios locales para que lo representaran, combatientes que como mucho seran pasablemente entretenidos, el acusado de Valeron haba elegido como su campen a Rafiq de los Mil Sellos, Capitn Caballero de la Orden del Relicario, el Gran Campen de los Sellos de Bant, y el caballero ms condecorado del mundo. Rafiq de los Mil SellosEn el exterior, el juez les estaba anunciando. El pblico vitore, haciendo tronar las gradas con ms de mil pies.

Rafiq puso la frente contra su espada y or. "Asha, arcngel misericordiosa, gracias por el descanso de la noche anterior," dijo. "Que la luz de tu maana limpie el mundo. Que la sabidura de tu mente gue mi"

Su segundo al mando, el brusco rhox Mubin, llam desde la puerta. "Rafiq!"

Rafiq rod los ojos en seal de fastidio. "sabidura gue mi alma," continu l. "Que la bondad de tu corazn llene los campos. Y as puedas descansar, mientras yo batallo en tu lugar, trayndole a todos tu benevolencia, para que luego t puedas guiarme a salvo a casa y protegerme de la oscuridad de la noche."

"Rafiq!"

"S, lo s estn introducindonos. Es hora de irse."

"S," dijo Mubin. "Pero no es por eso que estoy aqu. Es una Bendecida. Quiere hablar con nosotros despus de que se solucione la disputa."

"Una de la casta Bendecida est aqu? Quin?"

"Aarsil, de los tribunales de Valeron. Ni idea de por qu ella estara all fuera. Est aqu con una delegacin de la Orden del Ojo Celeste."

"Por qu ha venido personalmente? Podra haber enviado a alguien de la casta Inferior. Deberamos hablar con ella. Debe ser urgente."

El gran rhox neg con la cabeza. "Dijo que primero saldemos las cuentas con los Jhessianos y luego vayamos a hablar con ella."

Rafiq sonri. "Creo que slo quiere mirarnos luchar."

Cuando Rafiq y Mubin aparecieron desde la puerta de los demandados el pblico se puso de pie y aplaudi. Ellos hicieron una reverencia dejando que sus numerosos sellos de patrocinio colgaran dramticamente de sus corazas.

Los mercenarios representando al lado del demandante ya se haban formado en el otro lado de la arena. No eran ms que jvenes: hombres y mujeres desgarbados de aspecto torpe con pesadas armaduras ceremoniales. Sus espadas, sin embargo, parecan sospechosamente filosas, posiblemente encantadas. Rafiq se pregunt si esas hojas haban sido inspeccionadas para las regulaciones de la batalla o si simplemente l haba juzgado errneamente el destello en sus bordes.

Todos los combatientes se inclinaron ante el juez, luego hicieron lo mismo unos a otros, y luego ante la magistrada de Valeron, Aarsil la Bendecida, mientras esta asinti con gracia. El juez dirigi una oracin por todos los reunidos mientras todo el mundo extendi sus manos hacia la estatua sagrada del trono del arcngel, suplicando su gracia para que se resolviera la disputa.

Por ltimo, el juez llam al caballero rhox, Mubin, y a tres de los mercenarios Jhessianos mercenarios hacia adelante. Segn la costumbre los segundos de los campeones siempre luchaban primero. Era el momento de arreglar la disputa de acuerdo a las intenciones de la ley de los ngeles.

Rafiq observ el rostro de Aarsil la Bendecida, sentada entre el pblico en el palco real. Estaba demasiado lejos como para hablar con ella pero pudo notar que estaba situada al lado de un mago vestido con tnicas bordadas con el sello de la Orden del Ojo Celeste. El mago le susurr algo al odo y ella asinti con la cabeza. Mientras Rafiq mir los ojos de ella se desviaron desde el centro de la arena hacia el banquillo donde estaba l. Rafiq dio una ligera inclinacin de cabeza y pens que capt un indicio de una sonrisa antes de que la magistrada se volviera para ver la accin.

Fuera lo que fuera que estaba en la mente de ella tendra que esperar. Rafiq vio a Mubin entrando en la arena y sonri. No haba nada que le agradara ms que ver la justicia siendo llevada a cabo.

nayaAjani slo quera caminar penosamente de vuelta a su guarida y descansar de sus heridas. Quera permanecer inmvil hasta el festival y olvidarse de todo el asunto. Tal vez ya encontrara alguna otra manera de ganar la confianza de la manada o tal vez ya era simplemente el momento de irse. Pero alguien se fij en l en su camino a la guarida. No era su hermano Jazal sino Zaliki una amiga de la infancia de los hermanos. Afortunadamente ella era uno de los nicos miembros en su manada que vea ms all de su pelaje albino. Qued boquiabierta al ver la sangre corriendo por su piel blanca y lo intercept en la entrada de su guarida.

"Ajani, esa es tu sangre?" le exigi. "Qu te pas?"

En ese momento l se dio cuenta que toda la tarea haba sido una estupidez. Era intil tratar de comprar el favor de la manada con una maniobra imprudente. Estaba indignado por Tenoch y su pandilla pero se senta humillado consigo mismo.

"No importa Zaliki," dijo Ajani. "No es nada."

"Eso obviamente est muy lejos de ser nada. Ven, entra en la guarida y sintate. Te vendar y luego podrs contrmelo todo."

El se sent mientras ella le coloc las vendas pero no le cont ningn detalle. "Yo estaba cazando. Hubo algo de... problemas en el bosque. Romp mi hacha de hierro oscuro la que es igual a la de mi hermano."

"T eres siempre tan cerrado Ajani," dijo Zaliki. "Te guardas todo para ti. No hay nada en ti que quieras sacar? Slo cuntamelo. Yo puedo ayudarte si me lo cuentas. Dnde has estado? Con qu luchaste? Qu opinas sobre el futuro?"

Ajani levant una ceja. "Esa es una pregunta amplia. Te refieres al festival? Eso ir bien. Jazal dar sus discursos y todo va a salir bien como siempre lo hace."

"No, no. Me refiero a la manada. Te ves aqu para siempre? Crees que las cosas nos irn bien a todos nosotros en el futuro?" Sus contrastantes rayas anaranjadas brillaron extraamente en la penumbra de la guarida.

"Supongo que me veo a m mismo aqu," dijo Ajani. "Mi hermano es el kha y yo debe apoyarlo. Aunque me he preguntado si no le estoy haciendo ms dao que bien aqu en la manada."

"Yo me siento como... no s. Qu pasara si las cosas fueran a cambiar? Seguiramos siendo una familia? Seguiramos estando juntos?"

Ajani sonri. "Y por qu iban a cambiar las cosas? Jazal es el lder ms estable que ha tenido esta manada hasta ahora. Todo el mundo lo ama. Nosotros somos la manada ms prspera de nacatl salvajes de toda Naya. Qu tienes realmente en tu mente?"

"Es difcil de explicar. Nosotros siempre seremos amigos, verdad Ajani?"

"Siempre."

Ella suspir y sonri. "Gracias. Eso es lo que yo quera or. As que dejars que te ayude? Me contars que fue lo que pas que te dio esas heridas?"

El rostro de Ajani cay. "Te lo dije. No es nada de lo que preocuparse."

Pero como l debera haber esperado ella lo supo de igual modos. Ajani nunca le haba podido ocultar mucho. Zaliki se par y dej caer los vendajes.

"Muy bien, terco trozo de piedra. Djame que yo te cuente lo que pas y t asentirs cuando yo me est acercando. Preparado? Vamos a ver... Has sufrido algn nuevo insulto, probablemente por miembros de nuestra propia manada, y esto llev a una pelea. Has perdido la pelea pero los dejaste ir, pensando que de alguna manera haba sido todo por tu propia culpa, y ahora te ests aguantando todas tus emociones al respecto y empujndolas hasta el fondo de tu ser. Has vuelto no para vengar a tus verdugos sino para lamer tus heridas y esconderte, mientras que los mismos idiotas en nuestra manada quedan impunes. Cmo lo estoy haciendo?"

Ajani enfrent a la pared. "Gracias por las vendas," dijo. "Ahora puedes irte."

Zaliki resopl. "Mira. Ponerte frente a los males del mundo no te hace un hroe, Ajani," dijo. "Simplemente te convierte en un blanco. No trates de salvar a todos. No trates de ganar porque esto no es un torneo es supervivencia. Tienes que averiguar quin tiene el poder en este mundo y luego salir fuera de su camino. La vida ya es lo suficientemente dura sin tratar de revertir la forma de las cosas, o tratando de convertirla en algo acerca del honor o la integridad. Promteme esto, que te saldrs fuera del camino la prxima vez. Puede ser?"

Ajani simplemente se acost en su cama.

Zaliki lo mir durante un largo tiempo desde la entrada de la guarida y suspir. Entonces lo dej solo.

jundSarkhan haba visto docenas de dragones durante los dos aos que haba pasado en el plano de Jund. Los segua con los ojos de un naturalista, observando sus patrones de vuelo y sus conductas alimentarias, memorizando mapas de sus lugares de nidificacin y las relaciones de la camada, juzgando la fuerza y el calor de su fuego, y calculando su edad, su tamao relativo, y su poder aproximado. Pero nunca haba encontrado al nico.

Sarkhan no era un cazador de profesin. Siendo adolescente en un plano destrozado por las maquinaciones de seores guerreros, estos haban supuesto que su vocacin sera la guerra. Haba combatido en brutales conflictos a travs de todo el plano donde haba nacido, desgarrando agujeros gigantes en las defensas de sus enemigos a travs de una personal voluntad y tenacidad que su abuelo haba llamado "inigualable entre nuestro pueblo."

Durante un tiempo, harto de las disputas mezquinas de los campos de batalla, l se haba unido a un grupo chamnico dedicado a la veneracin de los dragones. De ellos haba aprendido acerca de la ira de los dragones y de su tenaz depredacin. Pero los dragones haban sido cazados casi hasta la extincin en su plano. Sin dragones a los que reverenciar l haba regresado a su carrera militar, creyendo que nunca sentira el calor del fuego de un dragn o la furia de esas bestias de antao. Sarkhan VolEl legendario poder y terquedad de Sarkhan pronto le hicieron ganar elogios, rango, y una fuerza militar propia. Como se haba esperado de l que hiciera grandes cosas en el mando lo haban puesto a cargo de una larga campaa para derrotar a las fuerzas de un seor guerrero enemigo. Sarkhan haba matado personalmente al seor guerrero pero mientras haba estado observando la batalla desde la torre enemiga se haba sentido hueco al ver las diminutas hormigas luchando por debajo. Sarkhan, frustrado y en bsqueda de respuestas, haba entrado en un trance chamnico justo como le haba indicado su entrenamiento.

El espritu de un dragn muerto mucho tiempo atrs se le haba aparecido, haba susurrado un hechizo en su mente, y luego desaparecido para siempre. Con el conjuro del hechizo un enorme dragn hecho de fuego haba salido del cuerpo de Sarkhan e invadido la batalla acribillando el campo de batalla con un torrente de fuego. Sarkhan, fascinado, haba visto como sus hombres y los de su enemigo eran convertidos en cenizas. Fue una muestra de extrema rabia y poder que super todo lo que haba visto en su vida. Esto haba avivado una pasin en l que nunca antes haba vivido en su interior y con ella su chispa de caminante de planos.

Ese da Sarkhan haba sido depuesto de su cargo pero a l no le haba importado.

Haba pasado aos viajando de un plano a otro, cazando los dragones ms monumentales que haba podido encontrar. Les haba ofrecido una solemne reverencia a algunos que haban ganado su respeto. Y haba matado a algunos otros que no lo haban hecho, creyendo que cualquier dragn que cayera en sus humildes manos humanas mereca morir, y que la forma en que encontrara al nico, la mxima expresin de la gloria draconiana, sera en una batalla.

Nunca se haba quedado en ningn plano ms que unos pocos meses hasta que haba hallado el mundo primordial de Jund. Este era el hogar de cientos, quizs miles de dragones, una poblacin mucha ms robusta que la que haba tenido cualquier otro plano que Sarkhan haba visto. Y, sin embargo, la vida bulla en Jund. Toda clase y tamao de criaturas reptiles, plantas carnvoras, y una especie extraa de trasgos similares a ratas, prosperaban en el caliente clima impulsado por los volcanes. Resistentes y musculosos humanos poblaban el plano adaptados a la constante amenaza de peligro fsico. Y diminutas criaturas hongos se arrastraban entre las nocivas lagunas de alquitrn, al parecer an ms bajas en la cadena alimentaria de los trasgos. Era este enorme buf de vida lo que poda apoyar la alta densidad de depredadores draconianos. Para Sarkhan aquello fue el paraso.

La atmsfera superior estaba llena de gases volcnicos, un grave peligro para cualquier montaista. La bruma escarlata poda encenderse con cualquier erupcin mayor o incluso por el aliento de un dragn pasando. Sarkhan tendra que ir al interior y escalar un tubo de lava si iba a hacer cualquier progreso hacia la montaa.

Su objetivo era un dragn llamado Malactoth. El haba odo los cuentos sobre la colosal bestia, que su guarida se hallaba en lo ms profundo de un volcn activo y que su hambre era legendaria. Sarkhan tena que saber si la criatura poda ser la que l buscaba, aquella cuya ira era la ms pura, aquella a quien l poda dedicar una vida de homenaje.

El tubo de lava se hizo ms angosto. La roca gnea del techo descendi mientras l camin, haciendo que el humo de su antorcha bajara ms y ms. Entonces una rfaga de aire caliente viniendo de las profundidades del volcn apag completamente su antorcha. Por un tiempo la falta de humo fue un alivio pero se estaba haciendo cada vez ms difcil de ver. As que l, con un poco de piromancia, volvi a encender la antorcha soplando un corto cono de llamas en la misma.

Para su sorpresa, cuando la antorcha volvi a la vida, vio humanos devolvindole la mirada.

Haba llegado a una pequea cmara en la montaa. Haba una docena de personas reunidas, supuso l, y estaban armados para un combate. Varios de ellos estaban manchados de alquitrn, algunos recubiertos con la cosa de la cabeza a los pies. Algunos de ellos llevaban lesiones evidentes. Un hombre grande y una mujer chamn se acercaron a l en silencio.

"Soy Kresh, Tol del clan Antaga," susurr el hombre grande. "Por favor vuelve por donde has venido. Este es un lugar peligroso, buscamos matar a un dragn hoy aqu." La chamn mir a Sarkhan de arriba abajo desde detrs del orador.

Sarkhan sonri. "Yo tambin busco a este dragn. Pero he matado a muchos en mi da, Kresh Tol de Antaga, y recomendara que su pequeo grupo sea el que de la vuelta y regrese. Ustedes estn heridos y no estn listos para hacer frente a esta bestia."

Kresh hizo una mueca de disgusto.

"La rabia en nuestros corazones siempre est lista," dijo la chamn.

"Rakka dice la verdad," dijo Kresh. "Hoy nosotros enfrentaremos a este dragn. Si quieres ayudarnos a acabar con l que as sea pero la gloria le pertenece al clan Antaga."

Sarkhan segua sonriendo. "Muy bien," dijo. Su valenta slo es eclipsada por su vanidad, pens l. Pero no ser yo quien castigue su vanidad el da hoy. El dragn lo har por m.

"T cierra la retaguardia," le dijo Kresh y sigui marchando.

Era raro que Sarkhan le explicara a otros acerca de su estado de caminante de planos y nunca le deca a nadie de su bsqueda de la perfeccin draconiana a travs del Multiverso. Cul era el punto? Mundo tras mundo l haba conocido a personas como Kresh: impetuosos y orgullosos pero en ltima instancia tan frgiles como una estatua hecha de cenizas. Todos ellos haban muerto bajo el fuego del dragn con ridculas expresiones de sorpresa en sus rostros. As de ignorantes de su insignificancia haban sido ellos, as de confiados en su fuerza. Estos se mezclaban en la mente de Sarkhan, tan intiles y frgiles como un pergamino. l observ impasible mientras los guerreros de Kresh marcharon hacia su perdicin del mismo modo como haba visto a sus propios hombres ser quemados a cenizas durante su primer liderazgo. Ciertamente parecan alegres al respecto.

Cuando llegaron a la guarida del dragn el clan de Kresh se maravill de las dimensiones del espacio. Este era un inmenso cuenco tallado en la estructura del volcn, salpicado con suficiente magma como para destruir a una ciudad. Un lado del cuenco estaba abierto al conducto central del volcn, el que estaba lleno con una negra columna de humo nocivo. Demasiado tiempo all dentro y todos ellos sin duda pereceran, pens Sarkhan. Ellos tendran que cantar victoria rpidamente antes de que lo hiciera la muerte.

En el centro de la cmara dorma un inmenso dragn de escamas granates. Sus costados se inflaban y desinflaban mientras respiraba y sus fosas nasales se dilataban con jirones de llamas en cada exhalacin. Una sonrisa se desliz en el rostro de Sarkhan.

Rakka fue la primera en hablar. "El ritual debe suceder all abajo, junto a Malactoth."

"No podras invocar a todos los elementales desde aqu arriba?" Pregunt Kresh. "Los necesitamos para el primer asalto."

"No. En este caso debe pasar justo al lado de la chimenea volcnica, ah abajo."

"Es un engendro" se maravill Sarkhan aunque no pronunci el resto de la frase que estuvo en su cabeza: Es un engendro que hoy los devorar a todos ustedes.nayaLa celebracin del Festn de Marisi se realiz bien entrada la noche. Jazal, hermano de Ajani, estaba sentado en la posicin de honor, en la tarima elevada de bamb al lado de la hoguera. Flautistas tocaban una vieja meloda, una cancin acerca de los espritus y el salvajismo del mundo. Todo el mundo conversaba al mismo tiempo y masticaba contento la gigantesca carne asada trada a ellos por Tenoch todos excepto Ajani, que no haba comido ni hablado una palabra. El mismo Ajani estaba sentado en las sombras, enroscando correas de cuero alrededor del mango de su hacha en un esfuerzo por repararla. JAZALNo lo estaba haciendo muy bien.

Chimamatl, una de las chamanes ancianas de la manada y la madre senil de Tenoch, se puso de pie y se dirigi al grupo reunido. "El hadu, el cuento junto a la fogata, es como nuestra manada mantiene su larga memoria. Las hazaas de nuestro joven y amado lder Jazal, y otros valientes guerreros como mi hijo Tenoch, deberan ser recordadas por todos los tiempos. Y ellos sern recordados, siempre que nosotros revivamos sus historias al lado de la fogata y las recordemos para contarlas a nuestros hijos, y ellos a sus propios hijos. As como nosotros contamos sus cuentos ellos debern contar la historia de esos hroes que vinieron antes que ellos. Esta noche tenemos que recordar a un hroe que nos hizo lo que somos, que nos liber de la falsedad y dej que nuestro verdadero yo siguiera brillando. Esta noche recordamos a Marisi el Salvaje ya que se acerca el aniversario de sus sacrificio."

Ajani volvi a apretar las ataduras de cuero de su hacha y esper que se mantuvieran el tiempo suficiente como para que fuera una adecuada reparacin. Observ un carbn fundindose en cenizas en el corazn del fuego, hipnotizado por su lenta descomposicin. No estaba escuchando el hadu; estaba pensando en las palabras de Zaliki, mantenindose al margen del camino de los poderes fcticos. Acaso l debera seguir adelante? Si su lugar no era con la manada, dnde estaba? Tambin estaba tratando de no sentir el aguijn por observar a Tenoch disfrutar de la alabanza por el festn que Ajani haba justamente proporcionado.

"Y ahora," enton la anciana Chimamatl," les presento al kha, Jazal."

La manada grit en dos cortas exclamaciones unificadas dndole la bienvenida al hermano de Ajani al frente de la tarima. Jazal luci glorioso de pie delante del fuego; el oro de su pelaje pareciendo brillar an ms que la llama misma. Su melena estaba peinada hacia atrs, su barbilla era alta, y su pecho se vea tan fuerte como el escudo de un guerrero. Sostuvo su hacha, la versin flamantemente pulida de la propia hacha de Ajani, como un rey podra haber sostenido un cetro. Sin embargo sus ojos fueron atentos, escogiendo a cada uno de los miembros de la manada y agradecindoles con su mirada. Toda la manada le respondi observndolo con la misma admiracin, Ajani incluido.

"Marisi era un guerrero," dijo Jazal. "Al igual que nuestros hroes que proporcionaron el festn de esta noche. Pero la de Marisi era una mente atribulada, una mente que no poda soportar la constriccin de la ley, la ley que rige a todos losnacatl de Naya, las tallas malditas que nosotros conocemos como la Madeja. Marisi crea que nosotros, los nacatl, habamos olvidado algo importante sobre nosotros mismos. Crea que la Madeja era como el palo y el liderazgo su mortero, machacando nuestras verdaderas naturalezas entre ellos. Crea que la verdadera alma de los Nacatl haba huido de nuestra raza y estaba decidido a volverla a poner en su sitio."

Jazal pinch violentamente las ascuas con el extremo del mango de su hacha. El fuego silb y crepit enviando una nube de chispas en el aire nocturno. Ajani nunca haba visto a Jazal hacer este tipo de floritura dramtica pero la cosa fue incentivadora as que observ a las cenizas alzarse y mezclarse con las estrellas.

"El corazn de Marisi arda con salvajismo," dijo Jazal comenzando la recitacin del hadu. "Cuando los lderes de Antali trataron de detenerla l les declar la guerra a esos lderes. Cuando las restricciones de la Madeja intentaron contenerlo l le declar la guerra a la Madeja. Cuando el kha intent condenarlo l le declar la guerra al kha, y a cada nacatl que denunci su manera salvaje de vivir. Otros vieron su ejemplo y vieron la verdad de ello. Vieron cmo podran ser ms de lo que eran, cmo la Madeja les haba comido sus entraas. Vieron la verdad en l y le siguieron. Marisi y sus Garras, como fueron conocidos sus guerreros, desgarraron las leyes y la carne por igual. Crearon una revolucin y permitieron que la nacin nacatl se dividiera en dos. Por un lado, los Nacatl de las Nubes todava aferrndose a las palabras de piedra rotas de la Madeja en las montaas nubladas. Por el otro, los Nacatl Salvajes a los que pertenecemos," muchos de la manada vitorearon y levantaron sus huesos rodos al or eso, "manteniendo el alma del animal vivo en el corazn de los nacatl."

Fue entonces que Ajani not que aunque el relato de Marisi iba bien Jazal pareca preocupado. Estaba gesticulando salvajemente con su hacha, algo que Ajani pens que la manada debi haberlo tomando como el espritu del guerrero. Pero Ajani saba que Jazal nunca esgrima imprudentemente un arma y que deba significar que algo estaba molestndolo.

"Los dos nunca se podrn separar el uno del otro," dijo Jazal. "El pueblo Nacatl son la cabeza y el corazn. Aunque esta noche nosotros honramos a Marisi, hroe cado del Rompimiento de el Madeja, tambin tenemos que pensar en aquellos que viven en las selvas nubladas de las laderas de las montaas y darles las gracias por su contribucin a nuestras identidades."

La manada volvi a exclamar, pero con incertidumbre, cuando las palabras de Jazal se desviaron de las tradiciones habituales del Festival. Ajani not que Jazal no mir hacia abajo en direccin a la multitud sino hacia el cielo nocturno.

Jazal haba demostrado ser una y otra vez un luchador feroz pero, de alguna manera, l era el ms lejano de ser un hroe Marisiano de cualquiera en su manada. En sus momentos privados con Ajani, Jazal haba compartido ideas que haban revelado las profundidades de su mente, dudas sobre el herosmo de Marisi e incluso dudas sobre el cisma que haba dividido a la raza Nacatl.

Alguien ms pareca distrada como l. Ajani se dio cuenta de que su amiga chamn Zaliki no haba gritado con los otros, lo que fue extrao ya que el Festival era su fiesta favorita del ao. Aunque an ms extrao fue que se levant y se escabull en la oscuridad, desapareciendo en medio del hadu, el mayor momento de orgullo de la comunidad.

Algo le preocupaba a Zaliki, quizs el propio Ajani. Ajani saba que haba sido desconsiderado con ella antes, ingrato frente a su curacin y sus consejos, as que mientras Jazal continu hablando l se decidi a seguirla.

Zaliki se movi ms y ms arriba, subiendo por los senderos que zigzagueaban a travs de la pared del acantilado que formaba el territorio de la manada. Ajani la sigui, observndola dejar atrs las entradas de las cavernas guarida tras guarida. Ella se movi con su gracia y silencio habitual, las profundas rayas castaas en su espalda entrecruzndose en la luz de las antorchas.

Zaliki entr en el grupo de cavernas ms altas establecidas en la pared del acantilado: la guarida de Jazal. Una vez ms, eso era extrao. Cuando l entr Ajani la sobresalt.

"Lo siento," dijo l. "Vi que te fuiste de la fogata. Ests bien?"

"Oh, s," dijo ella. "Yo slo quera... recuperar esto, mi talismn." Ella sostuvo uno de sus talismanes chamnicos en la mano, el que Jazal le haba dado, trenzado con el cabello de su propia melena. "Yo estaba aconsejando antes al kha y... lo dej aqu."

Ajani arque una ceja. "Sin disfrutar del discurso de esta noche?" pregunt l.

"No, no, no es eso. Slo el talismn. Y para conseguir un poco de aire fresco. Mira... Ajani ... debera irme. Yo necesito estar sola. T vuelve y disfruta del hadu. Volver a hablar contigo ms tarde."

"Muy bien," fue todo lo que logr decir Ajani antes de que ella se fuera. Cuando ella pas a su lado choc con algunas de las pertenencias de Jazal, desperdigndolas sobre el suelo de la cueva. Zaliki hizo una pausa pero entonces se fue a toda prisa.

Ajani pudo ver que su marcha no fue tan elegante como sola serlo, algo andaba definitivamente mal. Pero si ella no quera abrirse a l sobre ello no haba mucho que Ajani hubiera podido hacer.

Fue slo despus de que ella se hubo ido que Ajani vio las marcas en la pared de la guarida de Jazal que haban quedado reveladas cuando Zaliki haba derribado un colgante de piel. Eran simples bocetos hechos con tiza del rostro de un len blanco. Mientras l miraba vio varias versiones del len blanco en una pila de pergaminos en el suelo de la guarida de Jazal, cada uno mostrando notas extraas escritas por la mano de su hermano. Cada boceto tena los mismos rasgos distintivos: pelaje blanco y un ojo izquierdo faltando. Y haba un pergamino antiguo en el suelo, amarillento y envejecido, portando marcas escritas en escritura humana. Este tambin mostraba el smbolo del rostro del len blanco de un solo ojo. Su rostro pareca como si los humanos lo hubieran estado cazando a l en particular.

Haba otro pergamino con la escritura de Jazal, aparentemente una traduccin del pergamino humano.

La ira de los dioses sacudi todo Naya y los dioses corrieron en estampida a travs de la selva. El pueblo ofreci ojoche y guayaba pero la ira de los dioses permaneci y los dioses corrieron en estampida sobre las montaas. Al da siguiente el pueblo ofreci jade y plumas de grifos pero la ira de los dioses permaneci y los dioses corrieron en estampida a travs de las tierras bajas. Al da siguiente el pueblo ofreci la piel del len blanco y los dioses quedaron satisfechos y descansaron una vez ms.

Era como si los humanos pensaban que Ajani era parte de su religin, algn smbolo de apaciguamiento para los gargantas que ellos adoraban. Ajani saba que los gargantas no eran dioses, slo bestias tontas de proporciones sobredimensionadas. Aun as no se sorprendi de que los sin pelaje desearan alguna manera para tranquilizarlos. Los humanos tenan elaboradas ciudades de pie