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Paul Riceui Ld A LECTURA DEL rríEMPO PASADO: MSMORIA Y OLVIDO .. . V I , , ' S I -, Preseiltación de Ángel Gabilondo Traducción de Gabriel Aranzueque /ee\ Arrecife

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Page 1: 82571289 Ricoeur Memoria Olvido

Paul Riceui

Ld A LECTURA DEL rríEMPO PASADO: MSMORIA Y OLVIDO

. . . V I , , ' S

I -, Preseiltación de Ángel Gabilondo

Traducción de Gabriel Aranzueque

/ee\ Arrecife

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El cuidado d? lo inolvidable

Sin duda cs pcrtincnlc decir cjuc el sciiiiiiario de Paul Ricocur cii la Univcrsidad Autónoma dc Madrid resultó inol\~idable. Pronto eso siciic a ser insuficiente, desconceriante y problemático a la luz de lo quc cn nquc- . , - L . ! ? '

llas fechas de noviembre de 1996 prcscntó como lecciones, lecturas, cn su Curso de doctorado, dentro dcl Programa de Tercer Ciclo Decir 110 ric- . .,. <.. Eir: el srGeto bziplicado. El texto que aliora se ofrcce se ocupa prccisa- mcnte de la memoria, del olvido y del pasado, y, coino era de cspcrar, no I ' .

/ . /..,S' 3

sc rcducc al uso tópico que Iiabitualinciitc otorgainos a esas palabras. Ni siquicra la publicación prctcndc atujar supuestas perdidas, ya quc, sin

I , < I I duda, la propia cscritura aportará iiucvos olvidos. La entrcca dc lo qui: sc prcsentó como un trabajo en curso, un curso en verdad en curso, no sólo respondc al proccdcr quc la labor de toda fccunda iiivcstigacióii rcclaiiia, sitio a un estilo que es un modo de existencia, aquél que ticne cn cuciita la palabra y el haccr de los otros. Esta pucsta cn público cs. en primcr lugar, un gcsto de rcconocimicnto agradecido.

Tal estilo pcnnite vcr brotar las cuestiones, constatar la irrupcióii de dcterininados problemas o autores, subrayar los guiños, las tareas, las po- sibilidades. Se acentúa asíja mediación de la ineinoria cntre cl ticinpo vi- vido y las ~ o n f i ~ u r a c i o n c s ~ c IecE~rds que son, en efecto, a la par, lecciones. Aliora, la memoria que es del liciii- po, cs escritura quc convoca a la acción dc Iccr. Y. entonces, no hnsia con recordar, cs ncccsario rcincrnorar, iiiciuso cclcbrar. Por eso, 1;i pulilica- cibn de estas Icccioiles no sc rcducc al cuinplimicnto, m& o inciios obli- gado, de levantar acta dc algo que ocurrió, una espccie de,mcinoria quc .. guardaría un sabor necrológico respccto de lo allí (aquQ sucedido. El pro- pio Ricoeur nos iia evocado con Aristótclcs quc por ci recucrdo cxpcri-

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iiiciitniiios no sólo cl carácter pasado de las cosas ausentes, sino el propio iieiiipo. Aún con todo, lo interesante de lo que ahora se nos enti-cga no es su iiicra rentabilidad para la configuración de nuestro presente, una espc- cic (le cii~-i~ueci~nieiitti cuIIu~.;il, O un incrcmciitn del sabci-. Sin incnosprc- ciar tal posibili~lad, lo dcstacable es la compañía en e! anodo de aprender. Vcr brotar los textos, su tratamiento respetuoso, problemAtico y crítico, su iicccsiilnd de otros, la búsqueda de lectores, de iiiterlocutorcs, conceden a Lri lecrrrrci rlel rieriipo pnsciclo u n aire de diSlogo y conversacióii que en- cuciitra su correspoiidcncia en «Políticas de la inemoria>>. La entrevista coi1 Gabriel ~ r a n z u e ~ u c ' , si ha de considerarse corno «Apéndice», es en tiiiito que parte del cucrpc], proloiigacióii de su contenido. Tiivo Iiig;ir con oc;isi6ii de las lecciones aliora ofrecidas y alude expresametite a los asiin- tos que las coníorinnn, abriéndolas Ertilmciite a otros aspectos e intere- \cs. El tono y el seiitido de 13s cuestiones y la apertura que en ellas se pro- ~x>iic c ~ r ~ i e n t r a n nucva Iecundidnd en las palabras de Ricoeur. Tal pai-c- ccri;i qiic, cfectivaiiierite, el modo de tmbajo dc un scmin:irio S~iera, a la p:ir, scinh~iiido y Iructificando. No como incra obra del ticiiipo. Las Icc- ci<riies, eii esa rncdida, son y reclaman lecturas'.

Eii concreto, para el lector de Teinps et r-écir o de Soi-r~ieine corliriie IUZ

cii~ri-e' cl presente texto aporta alcunas covedades. No Iia de hablarse de i in desplazamieiito, pero sí de un reconocimiento, el que brota de todo un trnl>:ljo. también del olvido, para hacer resurgir nuevas líneas de investi- gación y. en corici-eto. rescatar un cierto olvido, el olvido del olvido i i i is in~~ en que consiste en ocasiones la memoria. Y el tiempo inscrito en - cll:i. Y la iioción de pasado. Y aqui, de nuevo, la ineiiioi-ia iio es sólo rc-

' El priy'io Gahriel Arnnzucqiic se ociipó decoordinnr 13 edición de un3seiie dc i i n h ~ o s p~tht~cx!nr ic.cientemrn1~ snhre Paiil Ricoeizr en la Univci idad hiiitji>oinn <!e Madrid. Exnc- iai>ir.iiie. icxios con él, con el 61 de cienos iexios. Cfr. A.A.V.V. Hoi-i-<iiiier <!c/ ,r/<iro. iec. iiin>r! <iiiii<,i-s<iciortc.< roi! Po!,/ Rictieiri: Cuaderno Gris 1 U.A.M., 1997. ' Ello explica qiir se Iiayo cnnsidcrado necesnrio. a partir de tinas iioins y referencias

ninni~scriia<. explíciinmentc esbozndis por el propio Ricoeiir, incorporar una hibliocrafia c i ~ n Ins con-cspondientes tr~iliiccioncs, en si! caso, al c~sicllana. Sc irara dc procurar las con- dicioiics para proseguir 13s leccionils.

trosprctiv;~, es asiinisino inctnoria crítica, tanto coino para reabrir la cues- tión dc la idenlidatl cii esta pcrspccti\'n y para olrcccr las vías a un estu- dio, a pesar de las dificuliadcs, dc la tiicirioria colcctivii, dc los recuerdos y rcla:ns y de su ritii;iliz:icii,ii criiiip;iriidris. Crlil ello se iiicidc cii In I-cla- cióii dialéctic:~ i:iitrc iiiciiitiri:~ e Iiistori;i, asi coiiic> ciitrc vcrdnd y I'idcli- dad, con lo que 110s \,ciiios cii la iicccsicl;id de reelaborar pci-ii~aiicntctiicii- te el sentido de los acoiitccitnicntos que. como los textos. no se reducen a su materialidad. Si liciiios de ;iprcntIcr del futuro es al precio dc escrihir el pasado y, entonces, irii~~iircir no es uii mero acopio de oci~rrencias, siiio el venir a dar en :ilgo. Es diclia alioriiición, esta creación de la nieiiioria la qucco(i)inpiica la rcs~iriiisaliilitl:icl ~ lc l rccrirdai.. Y alii iio lodo se reduce a uii depósito de liiiclins, vestigios ji:i~-:i u112 Icc~tisa ctiii sabor arq(icolAgic~i. La carga del pasado que rccnc cii el Sutui-o iiista ;i incorporni- la noción de

eiirlu, que ya nocs pura carg~,~i~i~c_c.urs~&~ccsidUd tlc relato. Y, adc- cm;' .., ~6-~;l,fi~ihílidail. Grncias a atlucllo por lo qiic podciiitis sei-, no tt~do se rcdiicc ii lo que y;! 113 sidu.

Y recoi-dar no sc iigot;i cii 13 siitisl'i~cción de alg!~~ia C S ~ C C ~ C de posc- sión de lo pas:id«, siiio q ~ i c c~iii cllo sc propicia la dcrisiilnd, que es, ;I su vez, jilslicia coi1 los csl~iicios de la tlccisii>ii. Se complica c~uizi iaiiibicii y se acentúa lo tiagico <le la inisiiia, pero, a la par. es lo que pcnnite la sabi- duría tlcl juicio. No sólo cntr:iii cii coiillicto las nortiias entre si, sirio asi- misinu detenninadas noiinns utiiiícrs;ilcs con personas singulares, en uii cainpl definido de poltiiiica. Ellc] ol'rccc iodo ti i i acopio de coinproiiiisos fr5gil':s en los qiiz se precisa uiiii pottica qtic pcriiiiia uiia nucva rcpre- sciit;ición, incliiso uii:i rccrc;ici<iii, clc I;i rc;iliil;id. 1.:i frirgilidad, nliorii tlc la ~iiciiioria, 110 iiiipidc, ;~iitcs I>icii rccl ; i i~i~~ rcs~i~ii~siiLiilitl:id, cluc iio siiti- ple respuesta. Y, ciitt~iiccs. la iinligiriaci(5n Iia de coiivivir coi1 1;) iiiterpre- taciói;.

ImLricar ~ la Iiistoria de t i n a m In hisioriadclos «!i.oiy~iotl;is.las liisto- rias en el tejido narrativo de I;is iiistiiuciones inisinns coiifortna la necesi- da cti: m n m W c I r h - n n i ~ c ~ ~ ~ í r n n % d c l actiiar (que coordina el igcntc, el condyiivaiitc ii ~iiioiiciitc y cl ;;npo [,r.ict;coTy la del discui-so '4 (que viiicula al lnctiloi-, ;il iiilcrloc~iir>r y ;t 13 iiislili1~i6ii IiiigUíslica), COI)-

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firina que lo ternario dc la ética sc deja proycctai cn todos los niveles. Así, en la coiisidcración dc este icxio sc cxigc uiia aciitiid que llama a la acción dc Icci-. Tal parcccría que uii cscrito sobre la Icciura del iicrnpo pa- sado sólo se ofi-ccicra cii la cxpcricncici de cruce ciiii-c cl sí iiiisrno que iiari-a y que es iinrr:idti. cii cl zictiriicccr dc In iriici-pi-ctacióii. Coiiio si lo quc sc dijo caii Ricocur cri aquellos dilis sólo se dicra cri la existencia in- t c r ~ ~ r c i d a , coino si cl texto sólo iucr;i algo otro cii tanto que ya trabajara cii el corazóii <Ic lo que nos constituye, coiiio si Iiubicra de pasar por lo otro de sí. El tcxto rctluicrc scr iiitcrprctrido. Qiiizé iainbién su Iiorizonte y su toiio lo pcrinitc. Rcsulia cvidciitc quc prácticainciiie lo solicita. Pide rciiitcrprclricioiics y rcapropiacioiics, su polcncial llciina al csiudio y a la Icctiii-a, a In rcacti\,;icióii. Es, cii cfccto, gcrincn y sciiiilla. Podría pcnsarsc cluc iiiiicatiiciitc uri discurso otro que cl que ahora sc prcscnta dicra cucnta de lo cjiic istc cs, de la cillcridad que lo coiistiiuyc. Pero, al coiiiigurar lo diclio cii cl testo, iniiihién sc icfigui-:i cl iiciiipo i i i l ~ l p ~ c t á i i d ~ ~ ~ . El inundo dcl icxio se coiiisoiitn coi1 cl inurido dcl lcctor. Sc icclriiiia la intcrsccción y la Icctui-a es cl incdiridor iicccsario. Coii cllo, lo que ticiic de inol\'idablc es lo que prcscrva. :i la par, el olviclo cii la iriciiiori:i. A csic iiivcl cs al que iiiniiiksl:ir y traiisfigurar rcsullnri iiiscpcir~iblcs.

Yn no cs siiiiplciiicnic la rclacióii ciitic el rclato y cl ticinpo. La icctura qtic se iios proporic corifirina la que se da ciitrc la incinoria y la historia, que cii csic coritcxio iio cs sólo rcirospcctiva, sitio asiiirisino rccrcadora. Y lo cs porqiic la incinoriri Iiistórica iio sc liiiiiia a cciinpoiicr al ampai-o dc la sciiicjaiiza entre el rclalo y ci ncoiitcciinicnio contado. Para einpezar, J><J ICIUC rcs~itiiyc otro iiiodo dc iciiiporalizacióri. Adctnás, la historia no es uii:i siiriplc cucstióri dc Iiucllas (trficcs), cs uii asuiiio de ácuda (de!ié) la

.... .,... ~ ~ 2.. ~ ~. quC sc icclaiiia con cl pasado. Dicha dcuda obcdccc a que no se 110s oire- - . -- cc siiiiplcinciitc.[o quc Ti;;iZ[ido>,, siiio cjuc se 110s sitúa cn un espacio de coiili-oiitacibii de divcrsos tcstiinoiiios y coi: difcrciitcs grados de fiabiii- dad. Ya rio basta con cslar agradecido. La cuestión rio sc rcduce, tainpoco, a asistir al cotiflicto. Es prcciso iiitcrvcnir y dccidir. Es lo que estas lec- cioiics rcclaiii;iii. Y cllo {orina parlc dcl apiciidcr. Más aún, sc trata de li- licmr cii diclio espacio posibilidades dilcrciitcs. ahrii-lo a oti-ris proincsas.

Quizá incluso al precio de procurar nuevos olvidos, el de sentidos ya da- dos, y el de aceptar ser un deudor insolvciite que propicia nuevas pérdidas cn noinbre de tales proincsas, tanio de acuerdos coino dc desacuerdos ia- zonables, para la vida en coinún.

L*is lect~ti-as dc la Aitióiioii~a son, cii esa iücdida, alisbo dc oirt~s tralin- jos, campo de juego para nuevos textos, inatcria dc estudio, y apuiitaii a al& libro por-venir'. Tienen el carácter adecuado para procurar la satis- . . . facción de asistir al surgir dc cuestiones y laborcs. Si lo que succdió $10 se limita a ser inolvidable cs porque su publicación tcslimonia también lo que nunca, ni siquiera entonces, ocurrió, pero que con ella nos Ilaina. Es

S

en diclia vida común doiide s i ~ u e liaciéndosc ncccsario el pasad« iiiiiic:' . ' . '

inorial qucnirigtíii tcxto ha de zanjar ni con su prctciisión dc carácicr ah- L 'I

soluto, ni dicieiido la últiina palabra. L« lecturct del iie~iipo l>crwi<lo iio lo es. El quc no sea ésta la última preserva tanto la iiicnioria coino cl olvido de que ninguna palabra dicc aquello originario que pcrmitc que sc dica.

. . No cs, por taiito, siinplcmcnte, que hcrnos de ocupariios del cultivo de lo inolvidable, coino si en cllo, ahora en la cntrcga de estos texlos, sc ciict~ii- [rara la decisión para lo quc nos ataiic. Más bicii allí se da el cspacir) (Ic la posibilidad y dc la iieccsidad de dccidir. El cuidado (souci) pide ciiiiihifii el coinpleiiicnto del nombre, que puede ser sí iiiisiiio (soi). El cuidar dc sí . de lo inolvidable hace que sea lo inolvidable quien cuide del cspacio para scr uno inisino? Ricocur, una vcz más, cn csta ocasión, no poiic liii a la convcrsación cn que coiisistimos cuantos, dc mciiioria en algún sciitido

' Ya coi1 posiciiotidad a estas Lcciirrris de 10 Aiii,ii;<iriio se publica en In i<er,ie c/c i11<:1<8-

p/i~siqiie cr de Mi>ntle uii trabajo dc Pnul Ricocur que rccogc la quinta lecciún aquí picscii- rada, con algunos niomenlos dc la lección tercera («L? niarquc du passi.. janvicls-~iiars. 1999, n." 1, pigs. 7-31). Ello confirma el cariciei abieiio de lo que se va esboiando coma

! u n trabajo por vciiir quc conformará lo que aliora veirios brol31: Tal es C I privilegio dc 13

ocasión. % esle valor dc rcllerivo aii~nipersonal que se preserva coi, el crnplco de =sois cii In

. ,

función de coinplcrncnto dcl nombre y que se da, por ejeiiiplo. en «Le souci dc so¡». «el

1 magnífico titulo de Michel Foucaulr», a decir de Paul Kicocui. Cfr Siii riiiriie r i i i i i i i ie a11 o(<-

irr, ¡>u Seuii, Paiis, 1990, "Ag. 12 (trad. Siglo XXI, Madrid, 1996. pág. Xll).

5 l 1 1

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= a u i ~ u ~ j - o n r s 3 - u ~ ! ~ 1 ~ ~ ~ s m ~ m u ! a ripc(~!.id ' l c n p ! ~ ~ p u ! ~ ~ ~ ~ ; i ~ ~ a m ú í á E ~ 5 ~ ~ a d x a <>u103 I : ! J~UIJ~LI e[ ap ~iiis!uii!i~:~l 13p iig!~c!j!3iio3

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.aiiifii! souia.icli -i:iap anb op!~ lo p p cuiai [sp so!do~d si:iiis1qo.i~l sol onod I: ojod souia.i!iq -nJS3[> 'lJl>!.l.l033J 3S5 1: Si:!31!13 'l)l>i!~t!d / J 11113 13!.101113111 1!1 ap 119!3i!lJ.I C[

i::>iiii:~cI xili s q l ~ : i ~ n ~ ! ~ ! ~ > si!!.ias SI:[ soi1ii!.i.103a.i : > I I ~ J 08iiilil<).i~ .op.ian?a.i 13 31!JlX3 \!]S? 5li[l 1217 (~LilS!¡ll! 13 'l!!JOiii>lLi i![ aii!~~lli~l:) 5i lh 08!Ul~Ii5 13 5lLl:tUl

-I:?!LI!~ ~[IC.~"!HKJ>J i!i[ 3" so,los?1!/ si11 .iod o[>o~<>iiS! <>[>!S I!I[ 'souia.iai\ oiiion 'ailnszia!N sp u?!3da3xa e ' Z ~ A lis I! 'op!hlo 13 ~S~, \ ! I I !JJCU SJUO!XJ

-n3!jiiiis se1 S op!h!h oduia!~ 13 a.11115 c!.i<~i!lalli 121 ap ug!3ii![laiii e[ ap os!iiio osen m!'[ a"011?13~ 12 S oduia!] 15 aiusu~!im.i!p ?uo!~c l~ . i ol>iien3 OUIS!UI

!i:i ~ r ~ d opiiezuauio5 'sojosglg sol .iod opep!nssap Xniii euia[qo.id ü n

i:aiii::ld i:!.ioiiiaui u[ ap ug!is"n " mi> a~uauie~!innja 03-13 .aui.ig ug!331i~l -Siii>J l!liil ii1in 311 11!811/ 115 ~l!!.llldl? 313 11~1!S11555.1 V1111 LIl13 SS.I1:.111iO3U3 11: .?p -iijid.ios as a![ii:u anb oiailsg ..ioi3niisap o d u ~ s ! ~ jap E . I ~ O 01ucn3 u3 'op!~jo 1" la i( <oduia!l pp a i w oiiicnn iis 'c!.iouiaiii I!I ap ollid 1s aiiua as.ic1~.[~ -essp I: en ug!3e5!isai\ii! !A) .(L 1-2 1 q ¿E¿) «(!oi!ioi iid !!)iii~ii!iijiii~~)!h) I?

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113 S ~ I U ~ C ~ > ! A ~ ~ S ~ ~ U ' T ~ I ~ ~ ~ I ~ ~ ~ ~ I ~ I ~ ~ ) aiun.iou;i! Siiui sa ' U ~ J ~ ~ O ~ I J O ~ . __/---

o ~ i 1 o ~ ~ * s o 1 ~ o ~ c : i c ~ n 5 se~i i~s !u i ',,o!qi:s s ~ i i i la,, ~ I I : U I E I I a[ suun 'osa J V ~ od , - ---a/

-iiia!i 13 i i~~ i , i i ' Fnp l i s~ (1? .1a i i53 3s ~ p o i i( 'rzaIDin/i!u .ioil (IINY!II>I.S>IJ) .IOI

-nn.iirap s$-¿f@Tiuii;7?ymj., : ( ~ 1 O J L ~ ! ~ ) i>'!':'..l q 111 c~dui"~ [a ;11110-_!3335

E[ 113 I :J111~~3113 5s 1![)1111~3~ 117 '(Oh!l!U33) d i l l 5 ! 1 jn)> S 3 C!.i<1UlaUi " 7 » :!SE

aj!a .u!jn.u~iuii U,I .II)~ c.1i10 lis ap 3jii:d cit i io~ 3t1Ú ' s o ~ s ~ ~ ~ ! I ) ? / Sal11 -aiiiii !.1,)«1 opeii?.~~ 3 ~ a ~ c 1 13 tia as~aa l apand e~aiu!id e l .salaiois!.iv ap se1!3 sop ap c!nuanilu! el ofcq asi!i,uosiia as o!.ii:ii!uias aisa anb c.ia!s!iiO

. , . < <. . I

.e!s!isn~euic[~ai S cqs!ic anb aiucii!sseJ a.iq -uiouoid asa ' ( i ~ i ~ ~ n i l ~ ) oiin 1ij11n Jas a~!u~ .~ad sou olla A .leZnl onnl c.iuriu , anb opep!n[o lanbil ap 'oielai ap msnq u3 'cp.ian3aJ sou 13 OUio.7 'soui -0s 'sopwxu Ouis!~u!sc ' ~ e d e[ e 'souicpanb anb sc[ ua S saioiiic aiiisui -euald sowe.lap!suo3 sou ou anb se[ ap so!~ois!q souiai.icu 'l@-.!l ,C cp!.tsq

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no social. colcciivo y [iúlilico. La qguiidii aporín & rclicrc a la sclacióri que cxisic ciiirc I;i i i i i ~ c i ó i i , ~ c u ; i i i r o hiicióii dc la ausciicia dc hit- i ~ i c i n l ) o r i i l c ~ . \, la iiic- . . . ; , 'n .,. - - 1 l . . 1 : 1 i . ! i . l . ! i . , . ..->L.-.'..:.AL 1 . ,l,,,I(..i. -) . b ~ L i - .,.#

. . . . - ! , .l..: 1:I.i.. J I ~ .!: ... i i . . :.!.iii;i.. ,. .l. ... >...:J..ii:i.. ,- ,.,i,.I .:LA :i:ii.: :., iiici-a ausciici:~ y la distaiicia tciiiporal'! L i c e n a ori. hc rclicrc al dzrc- <xEIl3c3 clio a intioducii- coiisidci-;icioiics casi p;itológicas cuaiido coi1sidcramo_;la.

. , . . . i-a;lcllíii que C,USIC w ~ x - o i ~ ~ * ~ ~ ~ - soiinl o colcctiv:i: iiio dc~ilor;iiiios, cii iiiios casos, cl el.rF.sc, ddc iiiciiiosi;i y, cii oii-os. su iii.sifi<ioici~i'> ¿,Cóirio pucdc dnrsc cl abuso dc la iiicinori;i? Coiiio Iic ;iiiuiici;ido aiiici-ioiiiiciilc, cl pi?~l>iciii;i dc1 olvido cobra,j cuclpo poco :i poco a iiicdida quc vayamos prccisaiido las aporias dc la ineinoi-ia. Uiia vez que Iinyaiiios Iicciio csio, dcdic;iscii~os a csc problciria cspccifico uiia icilcxión disiiiiia.

MEMORIA INDIVIDUAL Y ' .

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I MEMORIA COLECTIVA / Rememoración y conmemoración 8 "

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>? . .. y

Lo cscncial de la prcsciitc Iccción cstará dedicado a l priincro <Ic 1~1s problemas previos dc los que liemos hablado, a saber:fal ., . pi-oblciiia dc saber si es Icgiiimo, y hasta qué punto lo es, Iiahlar de una «incinoria co-

i 6cti-1-r lugar, vainos a señalar las razoiics fuertcs qiic sc opo- n- extensión dc la idea de ineiiioria a grupos, colectividades, nacio- nes, eic. Y, sin embargo, por mal fundado que cn un primer inomcnto pa- rczca cstar csc conccpro, sc prcsuponc, al incrios dc forma :iiiaiógica, cn cualquier discusión posicrior: jno sc . aplica la histvria a 1ai11c1no~~~1,colcc- .-

tiva para corregirla?, ( .~ lo pretende curar, gracias a csta ú)iiinri,lz Iierid~s5 -3 de la memoria individ~ai?~Ca prirneriparte del cstudio estas5 dedicada al

malestar cpistemológico motivado por la primacía concedida cii priincra - instancia al carácterpcrsonal e íntimc rlr la , . .- . , - (C.

cuestionaremos dicha primacía y p r o p ~ & ? m ~ u l i d e l a i n r i s coinplcjo de la coiistitucióii mutua dc la incmoria individual y colectiva.

'Q!

l ,.- 6.:

! i

1 1. ~PRIMAC~A DE LA ~ ~ E R I O R I A INDIVIDUXL? .-.

1 : p a) Para einpezar, prestemos oídos al alegato cn favordel uso cxclusi-

vamente individual y privado de la noción dc «incmoria)+ Al parecer, trcs son los rasgos que carlicicrizari cxclusiva~nciiic a la memoria pcrsuiial.En primer lugar, parece que cs radicalinente singular. Puedé-dccirsc .- ? . incluso, dc la inaiio dc Lockc, que la meinoria constiruyc ~ ~. por sísoIauiicriteriode

.3- 15

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sop.iniin3.i» .JI:ILII:II s o ~ i t ~ / ) ~ i ~ l ni111 0 1 ;111 II!I!>I:X!IIIIII!I i:.j ~ s o ~ i t a ~ a i i ~ ~ . i a d anb sol I! sodii.iri "01 311 I:!.I~IIS!L~ "1 "I' osiii> 1s q!piiaila]i aiih sol 3p sopca -cisap s01iia!ui!~~iuo3e sol ap s ~ x [ q p c i s,iiio!nr:.i<13im X S~llO!3i:.lOLii3LilLlOJ 21Ui!!paUi SOpL'%.I()IJI l i O S '%a<\ I l S i! '51111 Slli\!lJ3[03 S011!(3.1 113 SOl!.lSSU! llCJ1

-113n3ua 3 s sop.13n3a.i sl1.1I~a11u 3nl) 113 I!)S!SUU> !!%!ll!l S~~I!~I>II!.I~ soina'Jsi! 3p oiin co~ii! i j ! i so,^ ~ V . ~ ~ S I ~ I ~ S O ~ ~ I ~ .... . ~- .- .- opoiiioi i ~ q 3 s upiiiinui 1: Lnii i sop.iaii>~.i soiiins3.iil siii)soii.t~*s!iii i3i>~ o.iio ap sop.i.ins . ~

-3.1 so] ?[> I:O",<I! "113 ""!S ' ~ ~ O ~ : ~ . I J I I ~ ~ . ~ mi U L I ~ aul? iin sis!siion '3iuniiod 1 -ti$! S ~ l l i 13 '<"1231] .l>lU!>iI ILl l![X:p ]3!1>!,\!1>31'>> l?Ull 313 l!%>!"l~.l (1 [ E . ~ i ~ ~ l l B

,~!>!iii? pi:p!~tiap! I:I L I I : ~ ! J . I ~ ~ anb s ~ i ] ~ ~ 1 . 1 t ~ ~ 1 i 1 1 ~ i ~ SO~I.I>II>~.I so~ [a i l l ~n C I I I ~ ?

tia Lnui ~ i s u a ~ i soiiic.iolilnp sasa>ua SOXII~ SOIIIS!]PIIO!>I:II su1 a116 113 np!p -aui 111 iia 'qcji!!3>.1dsal) sa OII r!ii in~qo.i~l 111 ..ZI!OIII:~U 111 XII!-~J.Y saip!~" s q i ~ n ~ ~ ~ u f l j i ~ o n ~ o , í ~ ! ~ i opc13 1111 ilon si:p!<;o3a.1 S!'" sc] 3p s~?i~ni;le I!CII:ILIOI~.I soln~! la anh I:I 113 0 ~ 6 1 113 ~ ! ( i i ! > !~~ l i ~d t ? i i i r i i s ~ i ~ I t !pni ]~?at~~! n~11o :,?.iIi.>,?//O.> ,7.i!iJlIi?lli lJ,[ ' ~ i l l ~ l l l ! ~ i ~ ~ . l l 1 '0{?1:/11111 Oi(i:~ila illl 113 1!!.101113111

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asa o.\.iasni xii ¿i.ia,.[ 'i,.iiiiii~ 11: opl?s:d 13p 'L>~IUI~!I ~ap i i J i~ : {¿~( i :~s . i i ! i i ~ r i~~~~o 311 i l ~ l ~ ~ l ! S l i ~ S I!l L?~.lC>li1alli "1 l? l!pl !~l l~i l~, \ l ! . l l l l ~ l l ~ l i 3 3s '.ll!~ll[ .l3~.13l~ll:l ,< oui!ll!i .III<I ~ci1)~ati~a.i lnp ~~ !do . i i l .iain!:.ii:> 13 L 11:,1~1du1>i l ) i : [ ) ! i i i i !~~o> 1:1 '..aq -I:SI! < a i l ~ a s a ~ i l a L op~!p.i<nas opnsnd 13 3.11iia 110!3i:la.i I!I 3p salod13ii!sd coi -nads~! sol 3p oiiii;iii!ii i:.i.ia!i soJ aijsa oii 'opi:.io~iiauia.i uduia!i [ap sol^:!. iai -.U! sol L S O ~ L I ~ I I ~ ~ [ J sol aiiiia II~~!~LI!)S!I~ i!iiii .1!3111~0.1iii! i: asaii '~I:~!.IsI/I: i,sa ai11, .il!lll,l~~it,,> .i,,ll l!l~l!;~ ~ ~ l ~ ~ < ; ~ l [ ~ l l i l l , l ~ ~ l ~ l l l l ~ ~ l 131) il!>!.>liil,l 113 s 3 ~ l ! . l ~ l c l l l ~ 3 l

sc)li:,\.i"iu! s ~ ~ i i i ! i s ! l ~ s<11 ii:!niia.i.i!l> al) I:.K~L[ I:I i: .-?s.I!>~I) ?/)a1111 !SI! !S 'ajj!p j

-iii! 311 VILIII~ ap I!!.I~IIS!I] t!] e y.i!,\sas al 11\1!3i:.iai]~ i:sa 'i:t1113]r! vpnp .ea -oda V i l 0 113 l I i ~ . l ~ !~>>~ i iS S I 3 0 3 St?/ 311b 3p 11~1!31?S113S i!] .iJii3i Á 1:!31111/11! !lil i! aui.iai:~~osiai opand 'opoui asa a« .~i!)!~iiaia.i r : ~ sp soioqa sol ojnq a.iioans 1

-ua as i:is? aiiL>iini? 'i!!surisa.id o; 3p ou Á u?!~i !~i iasaida~ 121.3~ ap i l~d?p 31111

'opepsoaal opcsnd [ap '3iiiasasd jap aiicd oiuso~ une cppaui ci.~a!s i is a n l ~

'aiua!aal oposvd ja v!3u3saj!p 'oueraj 13p ou!xgsd o p ~ s e d 1.7 -IISU!IS!~ ou u!m= anb scilua!ui :a~qci3aidc ilpnXr. cun 'oj3adsa1 ~ r : 'aiioilinsqi~s -sñF-pep!nu!iuo:, L'I 3p ñ uq!3v!auasaj!p r![ ap nuialqo.id la a.tjsiisa.r .inln: -u!s n!souaiu E[ ,C ~ 3 l l : ~ i i ( d sopsana3~ so1 asiua aiuais!ua u~ !~c~ I I~ !~ . I c 1:) 3p n~\!iesieu u?!svsadiias.i 1.1 OUI?~ souasa~ c a ~ ~ ~ ~ i i ~ o ! s a ~ s o d :o]ii>!iii!.\~iii asa pep!nu!iuoa ap iio!siijos i i !s apu!iuo3 anb s!padiu! npand o!d!3ii!.iil ua i:pi!ii anb u!s 'odua!i [a .iniuouiai ap ñ iasioaai ap pcp!ai!dc~ 121 opi13!s aiiii!s n!souraw i!~ anb n' 'so!s!d!~?.id aiuo!paul a~uaui~(q!sod sopesi:d>s soi;i:j?!iI -!1[3Ji! U> O O/)!liIaS 3p SJ13h!U U3 UEZ!UC~.IO 3 S ,( 113,(11q!l1~!~ 3s SOp.i3il33.1 sol anb J!3Sp anb c!.lqi!11 )?%!no .e!iouaui el ap a(q!s!h!pu! pi:p!nii!iuo~ 1.1 L sopsan3al sajd!ilpui sol aliua ug!z1c!aual3j!p CI a iuau~ciun~i ioa sapu3jap u3 ais!suo3 i~unSjl! epnp II!S <so~!I!J~ soiund so[ 3p oiin 'ol33ilsai IV ..ioci -aui o .soht?iii sa op.ia1ina.i 13 113 supcnon3 s o i u n ! ~ ~ i ! ~ a ~ ~ i o ~ e sí11 Á 31ii>sai</ la 3siua ais!sa anb e!a1ic1s!p L'I !S saqcs a i ! u u ~ d sou II?!~I~CI jv.ioi!ui~~ pnp -!nu!iuo3 31 anb qaap .iod e i l q J ~ o ~ 3 u O soñnui OUIS!UICU!~ i in IIOJ 01si:ji

-J033J ap o~arqo 13 uva opi:scd lap o~ua!u~!aa iuo~c uii e a~uaiiii:ix.i!p mi -3!i;!xp ñ sapuniS souaui o svui odiiia!i ap sol~hsaiii! ap eu!aiia ioi! .si:i]i:s

opand 'oiaaja u 3 .c!jueju! !u[ ap souvral spui so~oa!u i !~a~uon~: si11 i:ici: i~ O ~ ! A ! A aiuasasd 13 apsap ~E~!IIU!~UOS ap ug!3nlos U!S aus121uo~u.i.1 al!iii.lad aui aiuasasd 13 ñ opesnd ]a i i .11~3 pL'p!nu!iuo> L ' S ~ .cciw13d~[-np [rsi>diriai

-..i . . al nz!iue.~cZ e!.iowaui cl 'opow asa a a .aiuasaid 13 ua ~III)~)!IIJI

-21 opmsnd [e o!sua.lajar 33nq '«u~!sualoid» ap E] o L'n!.ii?u!s '«ii!]!nuaiJ.i,, 31) U1)!30U E[ ;)IIII!!p~UI :O</lliild!l lap UUl!lll,l I>!j.iia!:>iiO:l iJ j a / J ~~SiJj t>i i ,~i i lo i i ,~~]

, , . ; ns ua ows!iii o[ s!aap v aua!n IiassnH 'opwvd 13p auasaid 13 sa I!!SOUI~LLI ' I

c l anb soirii?iilaiiioa ñ souiai(cs 'u!isn2v apsaa .c!iouisw t?( u:, ap!su op -nsed la u03 n!aiia!3uo~ i!l ap ~cii!S!.io olnnujA (a '.rerin] opun8ris 113 -oiariiv 1" s"ip!,\!~ s ~ i ! ~ i i a ! . i ~ ~ I x w ~ : [ ap IJ!</~J.I~ .1ar.>;z1i1.7 jap (~];?poui r>iiicin i:!.iriiii - a u 01 ap asse[qcr[ apaiid 'op!iuas asa "3 '~ouis!ui !S c lcnZ! CJS. oiin aiiii 3304 anb C A ! X ~ U ~ S pcp!lua[>! CI ap odwa!~ 13 uauq!sua)xa riiii i:!iouiaiii q u a ~ , r a ~ 33307 'OJIO ap C ! J O ~ ~ U I e1 r! oun ap sopianmi sol ss.i!.~qsiir..ii uapand U N .so~isanh sol uos ou sopianaa~ s ! [ q - l ~ ~ ~ p c ] i ~ I!]

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coiiipartidosn Icgiiiina a Halbwachs para convertir *cada inciiioria indivi- dual t...] cii uri puiiio dc vista dc la incinoria coicciivau. Pcro de ahía prc- siip(~iicr la cxislciicia dc un sujcto colcciivo dc la iiiciiioria quc sc Iiicicsc cargo, coirio dccíainos aiiicriorinciiic, dcl cai-ácicr liic>pio dc sus rccucrdos cxisic uiia distancia difícilmcntc supcrablc: implicaría quc la incmorii: co- lcciiva dc 1111 grupo cuinple las inisrnas f~~i~i i .csdcconicwación, dc or-

cióii~~~c_.cx~~uUón.quclas..ai~ihuidasa -la mc- inoria indivi3ujl.Há¡bwaclis pn~~&~~- -~~svs in -c r i r í c a r i ca lmen ic sus prcsupÚcstos. '7%CCcseT -..- d i l c r n ~ ú m m cnalogía dc I n rncinoria, @e dcpcxlc de la f c . ~ ~ ~ i ~ ~ g I ~ o ~ í ~ . ~ ~ ~ ~ n ~ ~ i c n c W _ s u ~ j c t i ~ - ~

~.. va, y uiia %ciologia de la incmoria que l z c IiincaniC cii cl Iicclio de que ésta, dc criiradri, sc cncucnira proyccirida cri la vida pública.

-.

4 e) Podcinos iraiar dc rcsolvci csc dilcina, sin cucstioiiar la fiiosoSía dc

la subjciividaq quc subyacc a la Scnoriiciiologia dc la incinoria dcsde Agusiíti Iiasta Husscrl. liinitándonos ri atrihuir a la idca de «incrnoria co- lcciivan cl sciiiido dc <<coiiccpto o i i m ~ r o ; . > ~ k U o d z d i ~ i i c n : sióii <iriginnria. Podciiios ciicoiitrar uii pul110 a favor dc cstc traiaiiiiciilo conservador dc la noción dc «memoria colectiva>, en la fcnomenología de la iriicrsut?jciividad elriborada por Husserl cn la quiiita Mediiaciíjli carie- .si<iii<r. Eii los últiiiios apririados dc csa iiicditacióri, propoiic la noció!i dc «pcrsoiialidad dc rango superior>, para liaccr rcfcrciicia a aqucllas cntida- des colcctivns derivadas quc surgcri [GIS uii proceso sccuiidario dc objeti- viicióri <Ic los intcrcniiibios inicrsul>jcii\,os. W a oii ( uc olvidcinos, por

- LiL-/. , . iaiito, cl psoccso dc coii~iitucióii ~ I I C liii diido lugar cs entidades ijaia qiic las iratcnios, a su vcz, como sujcros (Ic los q ü e p u i p ~ r s e cosas siinilarcs n las quc atribuiinos cii u11 pi-imcr inomcnio a la concicn- cia individual. Podc~nos aplicar, ciitonccs, a los producios de la objctiva- ción dc los iiiiercarnhios iritcrsubjctivos c1 carricter ~ inak ig i c~wc~H~usse r l

~~

airibuyc a tó¿T6¿ilte,- ego rcspccio al r:i:,~ -, . . 1 fcrcii-

c i ~ i aiini<jgica, podciiios cinplcar In priiiicra pcrsoiin dcl plural y atribuir a csc «~ios<>iros», scri c~ial S C : ~ SU iitu/:ir, i(>diis I:IS ~irci.rog;iiiv:is dc lii incilio- - ria: car5cicr priipio. coiitii~uidad y polaridad pasado-l.utui-o. Uiia vcz accp-

tada csa hipótesis, quc inoiiva quc todo cl pcso de la constitución de las ciitidadcs colccrivas rccaiga cn 13 inicrsu~ctividad, es muy irnportantc no olvidar nunca quc sólo sc trata dc uria analogia y quc, rcspecio ii la coii- cicncia individual y a su incmoria, la rncinoria colectiva s61o consisic cn el coiijunto dc las huellas dejadas por los aconicciiiiicntos quc Iiaii afecia- do al curso dc la historia dc los grupos iinplic.>dos ijuc tienen Iii capacidad dc poner en csccna esos rccucrdos comuiics coii riiotivo de las fiestas, los ritos y las ceiebracioncs públicas. Nada iios irnpidc corisiderar a csas pcr- . , . ,

sonalidadcs dc rarigo superior, una vez que hcirios accpiado la transferen- cia analógica, un sujcto quc poscc una serie dc rccucrdos; y Iiablar de su icrnporalidad o de su liistoricidad, cn resuincn, aplicar analógicaincntc el caráctcr propio dc los rccucrdos a la idca dc una poscsión de los rccuerdos colectivos. Lo cual cs suficicntc para coiisidcrar que la historia cscrira consiiiuyc uii punto de apoyo cn la cxistcncia Scrioiiicnológica dc los gru- pos. La historia de las <<mcnialidadcs>> y de las «culturas» no cumple uria función incnor, pero tampoco mayor.

..,

( 2. ¿EN PRO DE LA IDEA DE LA CONSTITUCIO* ~ I U T U A l . . . I DE LA AIEh;lORIA INDIVIDUAL Y DE LA MEMORIA

1' ,... , :a,

j Podcinos prcguiiiarnos si este proccso dc derivación de la rncinoria co-

lectiva a pariir de la iiidividual da cuciiia ficlincnic dc toda la ohscrvación . .' . .

fcnoincnológica. Ésta sugicrc, más hicii, la idca de una constiiución si- inultáoca, mutua y convergente de ambas incmorias. , ~.

I . ,. .*I Los Iicclios quc incncionaba el sociólogo Halbwaclis con aiilcrioridad

craii rcalnientc priinordialcs. Podemos rclorzarlos incdiante aiguiias cx- , . / S

pcricncias noiorias romadas dc la práctica psicoaiialírica, quc ocupará un luga- inuy iiiiportiiiitc cn cl tci-ccr csiudio. Al 1irircccr, la evocacii,ii de los r ~ c u ~ d o s t r a ~ n & c o s llcvada a cabo por cl pacicnic no es cvidciite.Se

ri

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encuentra con dificuliadcs quc sólo puedcri cliininarsc .ci.acias a la iiiter-

llevar al lenguaje sus síntomas, sus fantasmas, sus sueños, eic. Ahora u b i en,~ljuegoleieng~je.enel-qucse4em~~acxte~~~sa

ex-presión,-es -r narratio31 rclaro y los síntomas, Iiablaiido - = -

propiarncnte, se cuci>tnn, a' . . . - , obs- tante, esa mediación lingüística no pucdc inscribirse en un proceso de de-

a pk t i r de una conciencia originariameiite privada. sticiirl y pijhliw. Aiitcs de ser --

en la convcrsnción . ordinaria ene l iiiarco de un intcrcainbio recíproco. Ademis, la lengua en . , -

Ia-CiI.h&. exoresaniun. colnun.inalmentc, nuestra rela- cióii con el relato consisic, en primer lugai; en esclicliarlo: nos cuentan liistorins antes de que scainos capaccs de , ~ ~ r o p i a r n % ~ la capacidad de contar y i r fortioi? de 1:) de cori!ni-nos a iioso!r»s iiiisino. E s t ~ ~ g ~ ~ & c i ó n

m l i c ; ~ y narrntiv:~ requicrc que se Ilcvc ;i cabo uria c o K c ~ o i - - tn-e& h r e s i c . , . . . . 1 rncmoriii individual. j~ parecer, llktle

cuesti~iiiarse la ecuacióii que exisic entre In conciencia, cii el sentido fucr- lc de -conciencia individual», y la memoria.

En ~?riiner lugai, sosjiccliainos que e! ancilisis cldsico de In rcrncinora- ción Iiacc referericia a iiiia conciencia que lia llevado a cabo un largo rra-

de relievc e! térinino alernjn El-i~riie- 9 , riirig. del Espíritu sul~jetivo de la EII-

ciciopc<iiii de las cierrcii~.sfiiosúfica~. En el nivel de la interiorización. la , .. . .. , , inernoria parece anclada en la capacidad pi

~

.mcflexiva dc la vida-psíquka , , dcucc¿¿crse a sí iiiisnia. Dicha capacidad hace justicia a la noción diltlie-

cluso, le auioriz;icióri de uii icrccro de la que liiihlciharnos i~nicriorrncnte presiden el paso dc la colicsióii vital a la iiarriniva propio de !a rncrnoria inicriorizatl;~. De 1<1r1113 :IÚII 1115s ~.;lilic;iI, poclcniiis ~ ~ C ~ U I I I ; I ~ I I ~ I S si I:\ [c- -- noinenologia dc In ~ncinoria, quc corisidcra ;I ~ s i ; ~ ú l t i i i i : ~ un Iicclio origi:

_ _ ~ _ ? . .._- ~ ~. - - ---- na-~i~C-lac«i~icilcl;~~~~iguI~~~i~.o loriria p;tiic~i.li'gran 1-adiciiiii d e l a inicrioridad desarro!ladn prii~cipnirncnie por el idcalislno sul>jetivo, y si 1 ~ ,

_.____ - .

14 bi

i,r Iiay ciuc Z K T l r i clclcrisit de Iii pil;ñ;ic;x dc I;i tnciiiorin iiidividual ~ ~~. . ,~ - . ~ ~. .

1 / rc:;pecto a la colcfiiv;i : r l iibcho de cluc laimc piirtc dc esa grnti lratlición:~ EnFSECaSo;~lin!i~-ín que poiici. cri duda la ccuaci<iii cxistciitc ciitrc 121 inc- ina~rin y In ci>iicicriciii.

Al respecto, la iioción dc ~~hisit>ricidatlu, dcsarroll~tla por Hcidc-gcr cii Seiil ~ i ~ i i l Zeir y cl;i!,i~i-;~dii pre\,iüriicn(c por Siiiiincl v por la Esciiclii dc Badcn, parccc que pucdc cariccliii Iii hiporccn porciici;iIincntc itlc;ilisca. El seiitiriiiento de pcrcciicccr ;I i i n grupo u oiro, a tina nación detcrininada, suponc iiii rclcvo iiiipoi-iaiiic cnirc las reiacioncs iriicr.;iibjciivas y la 0142- 1iv:icióii dc éstas cii los cnii?iinidailes dc r:i~igo supcrior n-atntlns ilirccta- iiiciiic coino iiii iijciii siisccptil>lc cIc clistirii:is ;iirilicicii>iics. q~-- Ei < < c p & U 14 vivir cri c~j l iú~ulwit \ l qtie t(:iiinali Arcridt sirii:i c(i)i:igeii del ptiilci. poiiii- . ~ ~ ' co cobra sciitiilo cri csiii Icciiira cri 161-iiiiiicis de liistoricidad dcl iriiciit.~ husscrliann de dcri\r;ir la conciciicia colcctivn a partir dc la i~idi\~icluai, -, Sohi-e cstn niicv;, Ibiisc, i-csiilta rn5s plnusihlc ilirc~;iiilcs iinalciiomcnrilt~gi~i ( - . . - . a~onst i tucror~ si~,~ul~i;ii~c;i. iiiutu;~ y convcrgcntcdc la-nicmttria iridi-i- !

Lh11.y. colcciica.

3. LA CONCIENCIA HISTÓRICA , ,. . . y;lna-dcñrsmrmieri~i~i~~ [les Leberrs, de «co!icsióri de la vida», El relato

introduce cn esa cohcsión su propia «cohesión narrativa,,. Las dificunaucs Si tcneinos cri cuciira la arril>iici6n csirici;iiiicriic sirnttrica dcl concep- ,.: e . . . $ ])ara recoi-daralgo ineiicionadas ariieriormenic y los rcrióñ,enos q u e ? . [o (IC «inei~iol.i:l» a

~ i ~ g a r c r n o s en la icrccr;i Iccción se dan, a1 parecdr, eTi- iris nocioiics <jc vo de la iliemoria. La inctliación del habla y la ayuda, Ia aprobacióll c, i n - .y--

1' JJ

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dicada. prccisaiiicritc, a I;i sciniriticn lili~silfic:~ dc Ins riocioiics dc edicinpo Ihistórico~, y dc ect~iiciciicia Iiisrórica>>.

Vuy :I sclcccioiiar ircs :ispcc~os de I:I o111.a dc Koscllcck. El priiiici-o sc rclicrc n la polaridad hásicii que cxisic criti.c cl «esjliicio de cxpci-iciicia» (E~fi i l i~~ri i ig.s~-~~i~~~i) y ci aliosizoiitc de cs~icra».~Ei:ii~cir~~~~i~sliu~i~~~i~i). Tal cspacio consisic cii cl corijuiiio dc Iicrciicias del pasado cuyas iiuclla3~,iF - d;;ci~~-~-- - ~i '1s c > c ~ c n en cierto iiiodo el suelo cii cl qiic dgcaiisaii los

dcsc(>s, los iiried(,s, las prcvisioiics, los proyccios y, cii rcsiiiiicii, iodas las -.

ambos iiolos iiscgiisa la diiiríiñicii dc la coiicicricia Iiisiórica. El scgurido es CI siguiciiic;cI iiitcr~i~~im.~~!rc CI espacio de cxpcsic~icia y e1 ,

de cspcrn sc 1lcv;i ii cabo cii el prcsciitc vivo de uiia cullura. J

no piicdc icducirsc a uii piiiito cn la linca del iicinpo, :I un iiicro coiic ciiirc 1111 iiriics v un dcsnucs. Sólo ilucdc dcliiiirsc dc csc irtodo iiii iiisi;iiitc cu;ilqiiici-ti. iio cl prcsciiic vivo. Esic úitiiiio iiicdi;i cii la dia- ICctica que csistc ciitrc el cs[incio de cx)icriciicia y el Iiorizonie de cspcra, cri la incdida cii que sc dan cn su sciio el pasado rcciciiic y cl Sutuso inini- nciitc. El tcrccr aspccio coiisistc cn que el diiiainisino dc la conciciicia

-. Iiisiórica cs Si-iiio dc la sctisación de oricniassc ii lo largo dcl ticriipo.

-. ~ -~~

Iliclia oriciiiiici6ii cubrii su priincr iiiipulso gracias al li(irizoiitc de cspcra, ([UC aSccie cosiclntivnii?ciitc al espacio dc cnpcricticiii, ya sca para ciiri-

~(lucccrlii « 11nr;i ciiip~~lircccrlo. I'or úliiiiio, cl liorizi>iiic dc espera coiificrc ii la cx[~ciiciici:i del pscsciiic el gr;ido de iciitido o dc sinsciiiido que, en úliiiiia iiisiaiicia, otorga a la coiicicncia Iiistósica su valor cualitativo, irre-

do y perdón*) s e iclón de fondo de u>a dial6ciica más ninplia, la de la c . o n c i c d i Men-cncUe-&O del

.- ~. - ... por supuesto que cl adjcti\zo <<liislijrico» no califica uiia ..

-a dcicrininada, la ciencia liisiórica, sitio la condicióii Iiumaiia o, como suclc decirse, su historicidad. ¿,Por quC llevar el marco dc la discu- sión inis allá dci problcina del «carácter pasado* dcl pasado? Por- que iodos los téiininos de la secuencia inencionada tienen quc ver con el pasado y Cstc sólo adquicrc cl doblc sentido de «Iiabcr Sidon ... y dc ano ser ya,, cn su rclacióii con el fiiiuro. Por canto, cra iicccsario,situ:ir cl estudio. que dc otro iiiodo corria cl riesgo de obscsioiinrsc por,:e! <<carácter pasa- do» del pasado, en c1 inarco dc una dialéctica inás amplia, cii la qucpsc- . .. valccc la relacióii con el iuturo en lugar de cori cl pasado; Eii cierto modo, toda la terapéutica de la inc~noria herida dc la que l i ab l~enios cn las Icc- ciones siguientes descansa cn esa prioridad de la rclaci6":del . . prcscnic coi'i el futuro en lugar de con el pasado. ~,

tlucrihlc a la ditiiciisi6n incraincntc cronológica dcl iicinpo. i Nos ciicoiiii-;iiiios, cii csic punio, coi1 cl icrccr rasgo dc la incinoria quc

lictiios ~iicncioi~ado ; ~ ~ i i c r i ~ r i n c ~ ~ ~ c y que iio I I C I ~ O S llcg;ido a desarrollar. Diclio rasgo s6lo piicdc rccoiioccrsc plciiaincriic co el marco de la con- ciciicia Iiisiórica cii el que se insci-ibc la polaridad cxisiciitc cnise la con- iiciicia individual y I;i colectiva. Eii clfcio, era iiiiportanic situar la se- cuciicia a la quc cstáii dedicados csios csiudios (aincinoi'ia, historia, olvi-

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. ~ - ~ ~ -1 --. ij

-iinss.iil i~a;ii:iii! i!jn.iii,~'i1~)!>1111~;1p1!3[it:ijC.~i!I(~~i<1a ,t si ! ( (a~l i ( SI![ ~p LI»!S!I - l ! t I l ! s ~ ~ ~ l?l llll~ll> :2]l [<l l> <>[l! l l las 1111 113 0711~~11~<l> 12 2[)Ynl> l!>lll,!(~l 2s iIfl!,,(O

1311 l ! l ~ l ~ ~ L [ ~ l J i ~ 13 l I L i l \ I > O ~ ~ ~ l l ~ ! l UtLiS!Lll 11: >S.la,\ >ll>ll~[ 'l!()i!~O,\!l1~~3 [1!!2S 1'1

I!JJ!I~~!S anb ua!n3[r al i i:[ i: .rc(!ui!s uy!ni:so,\!tilis ci i i i 113 o (rljnriiJs) sajn! -2s SI![ q) ii»!3!.1~'dcsaii' c[ 112 31s!s1io3 'OSI:~ as3 113 '.IO.I.IJ (3 .1:.133 3 p EU!UIP/

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ción, dc lo irrc:il, dc lo vil-tual o de lo posiblc. la inciiiorin dcsca y ~ s u i n c \l Fl6bor -volvcrcirios ;i nliordar ~>oxtciioriiicnic, n rir~ii>ósito dc Frcud. cl \ . . 11 tcina del trabajo del rccuci-do- d i ser licl y cxacta. Plaibn se liabía ;intici-

pado a esa cpistciiiología de la mcirioria al distiriguir cntrc el arte eikus- tiké y cl piiriiitns~iké. que coiistituíaii, a su juicio, los polos opuesios del al-te mimético. Aliora bicii, sólo cl priincro ticiic por objcto la verdad, coino Iicmos señaltido al reparar cn el adjetivo uietliitiús, que Dies traduce p o r ~ ~ f i e l » . En cstc puiiio, cl lector ii» dejará de oi>ict:ir la poca fiabilidad

/Cfc la incmoria. I7reud iiii dejó iiunc:i dc preocuparse por cl problcina dc la 3\ vcrxcida de los prcsuiitos recuerdos de scduccióii de sus jóvciics pacien- 6 . ites vicncsas. El ciigaiio dc la mcii?orin ci-a dciiiasiado cvidcnce. Pero, jrc-

a la incinoria que se ciigaiic o que 110s ciigaiic si no tuvicse por objcto la exactitud y la íidelidiid, su propio modo de afroiitar la ver- dad, algo que no Iiacc la iiiiagiiiaciúii'? A inri juicio, la icoría dc la riicmoria sulrc, cri este puiiio. la inayor iiicursióii dc la icoríii dc la iinagiiiación. En electo, podcinos seguir la dcriuiiciii dcl cni-ictcr seductor y ciigaiioso de la iiiingiiiacii>#i dcsdc cl at;iijuc de 1'l;itúii coiitra I;i solisticn, que, según él, {orina parte del eikúir, Iiiisla Moiitnigiic, Pascal y Spiiioza. Pci-o la imagi- nació11 no rcsulin ciigziiiosn del inisiiio modo que 13 rnciiioria. La confu- sión ciiirc lo irical y lo real o. por asídecir, su prol~ciisióri a aiuciiiar iiioti- van que la iiriaginación se cricuciitre iiajo sospcclia cii cuanlo núcleo falaz de la rIú.ru, cn cuaiiio traiiipa de toda iiiNiiesis, de toda iiriitación o copia. La lalsedad de la riieiiioria es disiinta. Sc cquivoca sobrc lo que ha sido, sobrc lo sucedido coi1 aiitcrioridad a cstc otro cikóii, por prcsesvar el vo- cabulario de Aristóiclcs. Diclio de otro iriodo, los criorcs dc la rncrnoria se refieren ~>,v iirtliviso a la iiaturalczii de las cosas auscriics que rccordarnos cuarido nos faltar1 y a la anterioridad, a la distaricia tcinporal, a la tcmpo- ralidad propia del recuerdo. Pero iios ccjuivocamos porque tcrieinos por objcto la verdad, la exactitud o la fidelidad. Pues bicii, Iia llegado el ino- iiicrito de poiicrsc cri caiiiiiio y de al>ordnr u113 tercci~i iiporía a partir dc este clriii~i, dc esla i-civiiidicaciúii dc la iiiciiioriii.

LA MEMORIA HERIDA Y LA HISTORIA

TRAUMATISMOS Y ABUSOS

Me gustaría llarnar a la tercera aporía . . ~. sobre la que proporigo quc rc- llcxionemos la aporía de la iiie17iur-iu I i e r i d u ~ c nos impone debido al cs- - __ pectáculo que ofrece el ejercicio de la mcmoria, principalmencc colcctis80 , .

público, en muchas regiones del mundo. En uiios casos; parece csistir ~

resulta insufi-_-

Nictzsclic. Ahora bicii, estos usos coiitrastados dc la memoria sc <Jcl>cii ;i

k l r a ~ ~ ~ , d e , j a f i e n t i ~ ~ d ~ & n ~ o pei-so11aL coino c ~ ~ l e c ~ ~ ~ ~ L a s . ~ u s s de la Y- rncinoria, a los que Tzvcian Todorov -7- lia dedicad« uir excclciitc y hrcvc libro, tienen que ver sobrc todo c o n T ~ r a s t o r n o s . d c la ideiitidnd dc los

~ ~~

p?I->los. La cuestión de la i'dcntidad constituye por sí sola uri proGTCTCina que lie abordado en otro lugar. Gira cii torno a las respuestas que pucdcn darse a la prcguiita u¿,quiéii?» -«¿quién soy?»-; pregunta que recorre ci ordcn del lcnguajc, el dc la acción, el dc la iiarracióri y el de la iiiiputación moral. Podcinos inencionar tres aspectos dc la crisis de la idciititiad: cii , . ,

priincr lugar, atañe a la rclacióii con cl tiempo o, más exactarriciitc, 3 la permanencia de uno mismo a lo largo del tiempo. Una segunda fuciitc dc abuso se debe a la coinpeiiciún con otros, a las amenazas reales o iiiiagi-. , ; ; ; .t narias de la idcntidad. dcsdc el inoinciito en quc ésta se confroiita coi1 la / ,

altcridad, con la diferencia. A.estas heridas principaliiiente siiiihólicns sc suma una tercera fucnic de vuliicrabilidad, a saber, el lugar de&violciicia cri !a lundacióii de las i d ~ n i i ~ a ~ ~ p ~ n c i p a l i n c ~ i t ~ ~ ~ i ~ a s _ E ~ ~ - s e g ~ ~ ~ d o . . ténnino, al hablar dc las patologías de la memoria, nos cncontrariios sicni- . .

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prc con I re x i o n fundamental de la memoria y de la Iiistoria con la vio- 6'' lciiciii. ob e no se equivocó al comcrizai- su filosofía política con una situación originaria en la que el miedo a 13 muerte violenta conduce al liriinhi-c del «estado de naturaleza,, a los ~~íiiculos de un pacto contractual rl~iclc asegur~rá, en priiner lugar, su segiii-idad. Adeinis, no exisie iiingu- na coinunidad Iiistórica que no tenga su origen en tina relación que pode- iiios comparar sin titubeos con la gucri-a. Celcbraiiios coino aconteci- iniientos fundadores, csencialinente, actos violentos Iegitiinados más tarde por un Estado de dereclio precario. La gloria de tinos supuso la hurnilla- ción de otros. La celebración de un lado corresponde a la exect-ación del otro. De este niodo, se acumula en los arcliivos de la memoria colectiva iii i conjunto de Iicridas que no siempre soii siinbólicas.

La memoria puede ser estudiada desde el punto de vista de su uso, ex- cesivo o insuficiente, relacionándola con estas nuinerosas fuentes de la vuliicrabilidad de la identidad personal o colectiva, y, de un inodo directo, con el olvido iniplicado eii la instrumcntalir;ición de la memoria.

;,Que problema propiamente filosófico ~~ - pliiiitcala cuestión del abuso de l:i incinoria? Hal>l:~ré en~rjmerlugarsobi:~I;I-Icgitimidad.dein~roduc.ir en

~. - iiiic.itra-reflexión categorías patológicas o cuasipatológicas - como «heri- ila», ~traumatisrno*, cte.-, que aparentemini& son diiíciles derelacionar con 13s ~. c a t e g ~ e p ~ l e ~ m . o I 6 e i c a s mencionadas anteriormente -«fideli-

w- . . (lid». «exactitud» o «veracidad»-. He Ilninado a esta aporía con el tér-

iiiino-moria iieT;da> para señalar esta dificultad. Para orientarnos en cita pro lem&ica, creo que sería apropiado recurrir a dos notables ensa-

c. , ),os de reud y iratar de aproxiniarlos, algo que al parecer todavía iio se t , , , 11a ~icclio. : ! El primero de estos lextos, fechado en 1914, se titiila «Erinnern,

WicderholenSu&rbcitenm (G. W , t. 10, 1913-1917, pp. 126:1%jXé y----

. iiprcciai-á de ininediaio que el título sólo cstii ioin1;ido por verbos que su- hrayaii la pertenencia de I o s J r g s p ~ o ~ s al i i iqo deluerzas psíquicas con las que <<trabaja. el psicoanalista. E1 punto de partida de la reflexión de IIri -- - '

id se encucnii-:I en la ideniificnción del o b s i r i c i ~ ~ ~ ~ ~ i p a l r n c o n i r a d o pretación~(Dri i f ir i igs(~~-i~eil) ;II tratar de evocar rc-

i . i

L« i < ~ i i ~ w r del iii ,~ii, , i i ,>o.w~la: i i icir i i i i in J <ili,iilo I S

se designa co cuerdos irauiiióticos. Diclio obstáculo, airibuido a las «r

-. rasgos, poi- iiii;i tciicleiici;~ a pas;ir :il rici«.</l,girr~~ii) [jiic, scgiin 17i-cucl, .<sir~-

~ ~~~ . ~ . t i c E ~ r c c ~ c r l o . l ? l p;iciciiic aiii) rcprr,diicc [el hcclio olvic!ndii] cii

, ~

...~ , a de reciicrdo sino en Ioriiia de zicción: lo ,i./>ire, cvidcniciiiciiic, sin

saber quc lo lince» ( 1 29). Dcjciiio.; a 1111 Iiido las iiiiplicacioncs tic csic fc- nóiiicno rcspccto al nlvido. Volvcreiiios a tratar csc prohlcina en el cuarto estudio. Adeiiiás, el acciito rccac cn el pasar al acto y en cl I~igart)iie ocupa éste en c! dcsconociiiiiciito dcl paciente. Lo iinpoi-tantc, para riosotros, es el v;nculo qiic cxisic ciiirc la ci)iiipiilsii,n tlc repcticiiín y In rcsisieiicis,

f iunit~ a l;i sustii~icióii c lc l sccr rcnlnmm~i~~~~~ol i1c ICiii,iiieiio. Aciiií rcsiilc el

. . / '

p;ii-:i nosotros, de 13 iiiiiyoi iiiipostiinciz~, dado el cstarlo ti-auriiático de la memlria tlc !os puchli~s cn iiucsir:~ i'poca. Lal>riidci-a se refiere ni anaiisia. -- la sccundr~..al.,niiUlir;iclo. Al pi-iiiicro se Ic ;icoiiscja qiic tcngn una 5r:in pn- .--- -

ciencia con las rcpcticioncs qiic se ~'rritliizcaii iiI iilirigr> rIc 111 ir:inskrcncia. Ésia. señala I:reud, crea de cstc iiio~lii iin iinhiio iiitcrriiedio cmrc lri cn!Cr- medad y la vida real; diclio iiiibito consiste en iii1;i especie dc <<arcn:in en la que es15 pc~~initirlo que la coiiipiilsión se iiianilicstc con una libertad casi coiiipleta y donde se presenta la ocasión de que cl fondo paiógcno del sujc- 10 se exprese abicrinineiiic. Pcro taniliién sc pitlc alzo nl paciciitc: ha de dejar de quejarse (1 ilc ocirli;irsc ;i sí iiiisino su verdadero csiado. <<tener cl 1 valos de presi:ir nicnciiiii :i siis iii;iiiiScst;icioncs iiieirhi<l;is y 1111 cr~risidcr~r su cii~criiiccli~rl cr11iiii ;i!gri clcs~~rcci;iI~!c, siiio ~i~roiitrirla C ~ I I I I O 1111 ~~c l~~crsar io dign.1 de cstiiiia, coiiio iiiia 1):irtc ilc sí riiisriio ciiyii prcscncia está bien jus- tifica:Ja y de la qiic Ic c~)iivciidrii cxti-ner valiosos ilaios para su vida poste- r i o r~ (132). g e otro iiiodo, -- ~ $ 1 ~ ~ se producirá I;i <<reconciliación>> (Verrijh- iririip) de! enfcrriio coii lo rcpiiiiiiiio (ihiii).

(1)cjciiios a uii I;idi> In noción de areconcilinción», que ocupará un luga: cciii~il al 1iii:il ~ l c iiiicsti-ri cii;iito csiiiilio.) Dciciig;iiiioriris por aliora en el niodo cii que C I ~>:iciti>ic y si1 ;in;ilisia traiaii la rtsistcilcia, al que

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cumpliniiento en detalle de cada una de Iris órdenes proinulgadas por la realidad es la tarea del duelo*.

Pcro, entonces, ¿,por qué no es i ~ ~ a ~ w l . ~ iiiclina haciaéstai Lo que convierte el duelo en un fenórncno~nornia~,

--. ,~ ~. ~ ~ . . ~.

aunque d o l o x ~ o , cs que «una vez que sc acaba el trabajo de a e l o , el yo - ..y se eiicucntra denuevo libre y d e s i n u i d p . Quisiera aproximar el trabajo -. tlc dÜFla altiabajo dei rccuerdo desde este piinio de vista. Si el trabajo de la rnclaiicolía ocupa cn este ensayo una posición estratégica paralela a la que ocupa l~cornpulsión de repetición en cl ensayo prcccdentc, puede su- gerirsc que el trabajo de duelo se revcla costc~samente conio un ejercicio liberador en'la medida en que consiste en un trabajo del 1-ecucrdo. Y tam- bién rccíprocamcnrc: el trabajo de duelo e s el precio a pagar por el ti-abajo del rccucrdo~y el trabajo del i-ecuerdo es el beiieficio dcl trabajo del diie- lo. Pci-o antes dc sacar las consecuencias que tenernos :i la vista, veamos quE enseñanzas complcmeniarias aporta el trabajo de 1:i melancolía al inarco preceaente del trabajo de duelo. Pariicndo de la observación inicial respecto a la disininlicióii del lciigefiihl cii la inelaiicolía, puede decirse que, a diferenci:~ dcl duelo, en el que el univcrso parece empobrecido y vacío, en la'mclancolía, lo desolado es, precisamente, el propio yo, que recihc los golpes de su propia dcvaluaeióii, de su propia acusación, de su propiri condena y dc su propio rcbajainicnto. Pcro esto no es todo, ti¡ si- quiera lo esencial: los I-cprochcs que se hace a s í misino ¿,no servirían para criinascarar los rcl>roclics dirigidos al objeto dc amor'? *SE qiicjas 4 s - ct-ibc audazmente Frcud- son acusaciones>> (1lii.e Klnge~i .sirrdA~rklagr~r). r\cusacionesqiic pueden llegar a martirizar el objeto alnado, incluso cn el iiicro iiitcrnodcl duclo. Freud plantea la hipótesis dc que la acusación, al clebilitar la inversión objetal, facilita tanto el cnclaiistrainiciito en cl yo corno la transforinación dc la discordia con otro cn ai~tolaccracióii. Vainos ;i dejar dc seguir las iiivcstigciones propiaiiicnrc psicoanalíticas dc Fi-eud sobre la regresión del amor objcial a un narcisismo priinitivo, e incluso a la rase oral de la libido, o sobrc la tendencia dc la melancolía a transfor- iiiarsc eii el estado sintoiniticaiiiente inverso tle la manía. Adeiiiis, Frcud es iiiuy prudente en sus in\,estigaciones. Nos liinitareinos a citar lo si-

guicrte: «La ~iiclancolía ioina parte de sus cnractcrísticas del duclo, el otro proceso dc la rcgrcsión al ri:ircisisiiio a pririii- de la clcccióii objcial narcisista».

Si nos prcguntainos :ilior:i cluC iios ciisciin I:i i~iclaiicolíri srihrc cl duclo, Iiabxí que volver ii coiisiderai- cl coiiccpio dc Icli,q~fiilil, (!tic liasia el 1110- mcnto lietnos coiisidci.lido algo sobrndainciiic conocido y al qiic Fi-ciid ca- racteriza en una ocasióii coino ~~rccoiinciinicnto de nosotros inisiiiiisn. Se { caracteriza por la vcr~i ienza 3 1 1 1 ~ titr(i, ~ I I C cI iiicliiiictilic~ ~ ~ S C O I I O C C ,

pues cs t i tlcinasindo iiciipntl(i consigo iiiistnti. Estiiiin di: sí y vo'~.iiciiz:i , serían, dc este modo, las coinpriiiciitcs vinculatlas tlcl diiclo. Frcud lo se- ñala csplicita~iicntc: <<La cciisiirii tlc lo coiiscicnic>, -cx~ircsióii tlc Iri iris- tancia ilainada gciicr:ilincnie ncoiiciciiciii inoi-;il,>- coi-re p:irejris coi1 I:i

«prueba de la rc;ilid:id cnirc las ~i';iiiilcs iii.;titiicioncs del yo,,. Est:i oliscr- vnción sc ciiciiciitrx \~iiiciilndn :i I i i qiic se Ii;i <liclio e11 el eiis;iyo riiitcrior sobrc la rcspons:il>ilidad dcl niirilizailo I-cspccto a I:i rciiiiiiciii a p:is;ir ;iI

;acto y al propio trabajo dc 121 iiiciiiciria. 011-a obscrvrici6ii: si cii la inc1;iii- olía las qucjas soii :icuscicitiiics, j,iio p:irticipa el tluclo de ;ilgfiii inodo de

diclia afirinacióii, coii In dikrciiciri de quc eii éste sc cst:ihlccc iina cicriri inctlida, propia del tiiisriio, que l i i i i i t r i tiiiito la acusacióii cointi el ;iuiorrc- 1 roclie que conlleva Ir i iiiclriiicolia'! liii f i i i -y esto cs psohablcinciitc lo inás itiiportaiitc-, i,iio [ioiic dc iii;iiiilicsto la ~irosiiiii~l;ril ciilrc h'1r1,qi.r y A~rk/(~,ye pi-opi:~ dc l;i iiiclriiic~~lii, c i i t~c qucjri y rcproclii:, cl c :~~ic tc r ;IIII\I~- valciit; de las rcl:icioiics niiior~is;is, iliic a6ri;iii aiiior y (idio Iiristri cii cl duelo"

Pera quisiera finiiliznr csta hrcuc iiicursiBii cn iiiio de los in5s c»noci- dos cnsayos de 1:rcud rclisiéiidoiiic i t l ~ i o s i t i v ~ d ~ i . i l ~ ~ i o , , c n coii- trasic con los efectos clcsastrost~s de I;i niclniicolia: *1..;i ~iiclaiictilía plaii- texrcitcndniii?iitc iii~cj~sslirc;iiiit:is n I:is-<]uc iio siCiiipsE~piidCiiios rcs- .~.

ipondci. Coinparrc C&I el cluclii I;i ~i;iriicularidiitl dc poder, dcspriés dc a-

'cierto ricinpo, dcsnprircccr sin dejar :ipiireiites y Zravcs inodilicacioncs. Por lo quc rcspccia ;iI cliiclo, Iiciiios podido riprcciar cliic tenía que pasar alcún ~ieinpo aiitcs dc qiic se ~irotliijci-n el cuiiipliiiiiciito tot;il dc lo que exige la priicbii de Ir1 sri;ilid;id y liarri tliic el yo, iiiia vez i-e;~lizada diclia ta-

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re:!, i-ctii-c del ol!jct<i pci-tliclo sil li l i idii, clac de cstc iiioclo vuclvc a ser li- Iirc. Eii 1:t iiicl:rricolí:i, c l yo ic:iliz;r. coiiio podcriios iigui-;iriios, liii irabajo siiiiilnr; dcsdc c l pi i i i io de vista ccoiióiiiico, i io coiiipi-ciidcinos riinguno de csios íc i ió i i ic i ios~~. Olvidciiios la coiiresiilil de I'rcud i-especia a I;i cxplica- cióii, y rciciifaiiios su lcccióii clíiiicn: c l iiciiipo dc duclo no deja dc rela- ci(~iinrsc coi1 la paciciicia que iccirrinah:~ c l aiirilisin a la Iiora dc pasar de la rcpcticióii ;11 rcciiciilo. E l rcciici<io tio sc dirige sólo al iicrnpo, si110 que rccl:iiii;i iiiiiihiCii su lir(i1iio iiciiipo: iiii i ici i ipo de duclo.

Itctoii io I;i pi-cgiiiii:i plniiic;ida :il c~ii i i ici izt i : i,linsia qiiE punio es Icgíii- ino irniis~~on". ;il pl;iiio de la iiiciiiorin c t~ lcc i i \%~ y de la Iiistoria las caiego- iii is pniológicas ~isopiicsicis por Frcud cn I(IS dos ciisnyos que acabamos dc Icci-? L n jusiilic:~citiii 11iicdc ciictiiiiriirse ci i ainhos I;idos, a saber, del lado de Frcud y i lc l Iiitio tlc I r i coi1ciciici;i Iiisiórica.

Se liii1ii:l :~jii-~ci;iilo. jior t ~ i i ; ~ 1i:irtc. 1;)s distiiiias ;ilusioiics dc k c u d a si- III;IC~OI~CS (jiic i-cli;isitii CIIII IIIUCIIO l;~ cskra j is i~«; i i i~ l í i icu, taiiio por parlc dcI ir: i l>:i j~ (le i-cci~cs~lo co i t i (~ del 11.iili:ijo (le diiclo. I~I:! c ~ ~ c i i s i h i i se VUCI- ve iiiuclio i i i i i s csideiiic ~~ ~ .~~~ ciiniido ~~~ se aticiidc n todas Iasj!,u~nrwnrs.incncio- -

ii:iilns ci i In coi-ii ~ i s . i ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ i ! c ~ ~ . i c 1 1 . c n ~ 1 1 ~ c ~ ~ ~ ~ . c ~ n ~ c l . o r . o , . iio_sólrrei &? In <<liisicirio ~ S ; i i ~ i i l i x > ~ , s i u ~ _ c l ~ ~ ~ s n c i i i l y. $ini&L1ru1c_CiGe, el tiira de la sii~i~$i+~iijs~i~~a~Adcinis, Frcud i io I in rcliusado este tipo de C X I ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ I C ~ O ~ ~ C S , COll l (1 C ( 1 i l S I : l l ~ i l i i í l e i l l y l<iblí, A ! o ; s ~ . ~ y e/ l ~ l ~ i i ~ ~ ~ ~ ~ ~ l l ~ ~ ,

E / ,~oi.i.miir <le iriin ilirsiáii o El i~ in I~s r< i r . e11 l o cii11irr.o. Asiinisino, ine ;iti-cvcría n decir qiic nlgiinos dc sus psicoariálisis privados fueron iii nb- .cciirin. 13 1115s c~!lciii-c de ioiliis clliis es c l del doci<ii- Sclircbcr. i.Y qué tlccir de El '11.ioi.si.s r l r M&ilrd/iii,qe/ o de Uii wci iexlo 'le i ~ f i i i c i n de Leo- iiiii.do (ICI I'iiici'! Ni i igúi i csci-úpiilo, por iaiito, Iia dc dctciicriios por este Iailo. L a tr:iiisposiciiiii i-csulia iii i iclio iiilis sciicilla después tle algunas rc- i i i i~i- i i i -ci: ic~l?icS¿l~~jisic«;~ii : í l isi.~ pr<ixiinas n la I~cr r i icn~ui ica, coino po- (lciiios ver ci i :ilgiiiiiis \,icios ii-nli:i.ji~s de Hahcrinns, cloiidc el psicoaiiálisis se rcl- i i i - i i i i i l ;~ e11 i6iiii i i icis (le <lcsi1iili0li/iici6ii y OC r c ~ i i i i I i ~ l i ~ a c i Ó i i , y iloiidc se poiic el ;icctiio ci i el piiiicl de las disiorsioiics sisiciiiáiitas dc la c<iiiiuiiicacióii ci i el pliiiici de las ciciiciris socialcs. L a úiiica objccióii a la que i io se Iia i-csiioridido sc rclici-c a In auscilci;~ (le icrapcuias rcco!iocidos

c i i las rclacioncs iiitcrpcrs(inalcs. Pero, ¿no piicdc decirse que, c i i csic caso, el cspac.io público de l;i discusióii cs c l clciiiciitu i~u iv ; i lc i i ic de lo que llainábainos aiitcrioi-iiicntc la «arciin» de las relaciones entre ccrapcii-

. . ta y analizado'? . : .. .$ . .

E1 segundo problcrna lilosófico que plaiiica I:I iioción'de «;iliiiso de la L~.

incmoria» s ~ ~ ~ C ~ ( i c ~ a ~ ~ C u ~ i c n p r o ~ n d a - ~ ~ ~ ~ r a ~ t r ~ t a e s o s ir;isioriios. . .- . ~ ~ . - A ~ ...~ -

Quisiera insistir c i i l a ii«cióii de «iialjajo,,, ciiiplcada por Frciid ci i estos' . I . , dos ciisayos -rrabiijo dcl i-ccucrdo, trabajo dc duelo-t.~icii:i riociiii i 5 , . presupone no sólo el suli i inici i io de csios trasioi-iios, sino'nucstr:i i-cspoii- . .< ,, sabilidad anic los inisinos. E l propio Fi-eud no lo igiioi-a,dcomo constatati

1 i .

sus consejos tci-apEuiicos i-cspccio a la pcrlaboriicióii. En-efccio. las iio- . , -:i

cioiics de U@ y do&$lso» iicneii que ver coii ui i USO perverso de este ....

trabajo; rccucrdaii la idea dc una iiistruincnraiizacióii de !a mciiiiiria, cliic <-,

dcpciidci-ía de lo cjuc Mux JVcbcr Ilainaba Z i i ccX i - r i i i o i i n l i~po i - ~ ( ~ i i i r a j i i i - sicióii a la i~Vei-i,zitioiruIii¿~i. Hahcrinas, a su vez. traia de djstingii i i el ni\-cl coinuiiicacioiial de la Ciica de su iiivcl purainenic utilirario y c\ii-;iiégico. LOS USOS de la iiieinoria se ciicucniraii c i i l a encrucijada d$'$si«s (los tipos de racionalidad y iainbién de estas dos inudalidadcs 6 i i c G : : ~ a ~ algo dcli- bcrado, conccrlada y sujeto a finalidad en esva iiocióii dc «&abrijon aplica- da al recuerdo. Uii tcsiiilionib de ello so11 los abusos de l a~e i i i o i - i i i \ '

., . 'IIlCU- lados a la inaiiipulacióii del recuerdo y, pr- i i ic ipal inci i ic,~ los i-ccuerdris cnfrcntados de la gloria y de la Iiumillación nicdiaiiic unapoií i ica coniiic- inoraliva obstiiiada que pucdc dcnuiicinrse coixci algo cn sí, misii io abusi- vo. Todorov al rcspccio es iiiiplacablc. Ahora bicri. iqué,@ccaiiisiiios de la meinoria y del olvido poribi i i iai i csia iiisiruiiiciii:iliz~ici4n, csiii i i iani j~i i - lación? Esci ic i~l i i ic i i ic, el cai-5cici- scleclivo de 13 iiicinoria, del qiic aún iio . . .

hciiios 1iabl;ido. Nos ci!i.oi!ii-3inos, u! r s c puiiio, r o i i iii~ &pecii> deljrxJi>, 1- a sabci; c l uso dcli1icr;ido del ~ lv ido~Cic r ta incn tc , coiiio.dirciiios posic- ? r io r i i i ~ i i i c , el alv i i i ( i cs uii;i iicccsidiid, coin« i-cciicsdn Nic~zsc l ic a1 CII- - ~~

iniciizo de SU coiiocida e~isiiyo. Pero es ianibiéii~gl~~stra[e~ia. Eii priiiici- . - . . ~.~ - ~ .- lucar, la del rcliiio que, ci i sus opcracioiics de coiiligui:ición. i i ic ic l : i el «l. vido con la mciiioi'i:i. L a i i i sc i -u i i i c i i i ~ i i~x ión dc 13 inc~noria ~>:Is:I, p~ies,

, . #Q

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l I

Priril Rimri i . 1 Ln Irciiriri del rieiriliri prrrrrrlo: ,iieiiio>-i<i <iLvi<lo l ! j ! El priiricro dc estos programas se encuentra vinculado a la Iiistoria en i - 1 la incdida en que consiste en un conociiniento que depcnde de las wiuen- i

res» y que trata de lograr cierta «evidciicia documental», cuyo grado de ; fiabilidad ha dc scr medido. El segundo ticnc por objeto la pretensión ex-

-, - plicativa dc la liistoi-ia y, en función de csto, trata de dctcrminar el tipo de . cicntificidad propio dc dicha discipliiia. Estc prograina cs cl quc más sc

apioxiina a la crítica en el sentido kantiano del téirnino. El tercero se cen- a/ tra en el fenórneno de la escritura -la escritura de la historia, coino co- -

nientaii algunos autores- que sitúa a la historia en el ámbito de la litera- - tura y que rccibc el preciso nombrc de historiografía. Estos tres progra- mas críticos se cncuciitran rcspectivamentc bajo la infiuericia de los tres térrnirios siguiciit . investigación, explicación y escriturQque van a ser dcsai.rollados sucesiis c k .

La búsqueda dc la prueba documental merece ya el nombre de crítica, . cii la incdida cn quc coiisiste cscncialincnte en la selección dc los tcstimo- nios dcl pasado. Marc Blocli en Apología de Icr histol-ia dcfinió expresa- inciitc la historia coino «conocimiento mcdiante huellas». Esta exigencia dcpendc dcl licclio de que la historia es por excelencia, según él, una acicncia dc los Iiombres en el tiempo,, o, inás cxactamente, una ciencia

i retrospectiva que presta atención a estados de cosas pasados de los que sólo quedan, prccisainentc, indicios o huellas. Aliora bieii, las huellas eii funcibii de las quc se establece una ciencia dc los hornbres en el ticmpo soii csenciaiinente los «iiiformes dc testigosn. A partir de ese momento, la observación 11istórica -título del capítulo segundo- y la crítica -titulo dcl capítulo tcrccro- se dedicariín cseiicialincntc a desarrollar una tipo- logía y urin criteriología dcl tcstiinonio. La crítica será, principalmente, si 110 cxclusiva~neiitc, uiia prucba de veracidad, a saber, una persecución de la impostura, dc las hlsilicaciones, ya sc trate de un engaño sobre el autor y la í'cclra o sobi-c los Iicchos i-clatados, o bicn sc tratc dc un plagio, de una invcncibri, dc una inodilicacióii o de 121 divulgación de prejuicios o rumo- res. La siinilitud que existe cntre la liuclla y cl tcstirnotiio será mucho mayor cii la incdida cn quc sc pucda asignar al fcnóincno Iiistórico un ca- rácter psíquico, en el sentido amplio de aquello que Iia sido vivido en el

pasado por hoinbrcs y mujeres lo suficic~iieincnic parecidos a nosotros como para que podainos proponernos comprciidcrlcs en basc a testimo- nios voluntarios o involuntarios dejados por sus contcmporáiicos. Como vercmos postcriorincritc. cl interés otorgado a la cxplicacióii Iiistói-ica y a la escritura de la historia no implicará la cliininación del pi-oblcma plan- [cado por la rioción de «conociinictiio incdiante huellas», sino la amplia- ción, en primer lugar, de su ámbito de aplicación, antes de subrayar su ca- rácter problemático. Dicha extensión consiste, eseiicialincntc, en cl dcsa- rrollo dc la noción dc í<docuinento» mucho mis allá dc la de «tcstiinonio escrito». Los priincros documcntos por los que se interesan los historia- dores son aqucllos que han sido reunidos intcncionadaincntc cn archivos a iinpulsos del poder político o de cualquier otra iiistitucióii iiitcresada cn conservar la huella de su actividad antcrior. Para los Iiistoriadorcs con- ternporáncos, todo puede convcrlirse en documento: listas de precios, grá- ficas, rcgistros pnrroquialcs, tcstaincntos. bancos <Ic d;iios ~st:idísticos. ctc. Se convicr[c cn docurnciito todo aqucllo que pucdc scr csiudiado por uii historiador con la idea de encontrar en ello una iiiíorrnación sobrc el pasado. Las dificultadcs vinculadas a la historia docuiiicntal proceden de lo que Paul Veyne ha llamado c~ri~~il~liuciúrn ~ ~.. del cue.r~ioiiurion. Ahora bicn, diclia airipiiación esti dirigida por la forinulación dc hipótesis sobre cl

. , .. _ ....~ lugar -. . .~ cp:_upae.Kc& 'adn&.&11o.denamientossobre los que nos q-guntare.:mossa-la-siguiente sección. Esta coinutiidad entre in- vcstigación y explicación resultará aún más evideiite si aprcciainos que cl primer ciecto de la ampliación del cuestionario consiste en llevar a cabo urja scvcra sclección cntre todos aquellos rcstos que pucdan asccndcr al rango de documentos. En este sentido, nada es en cuanto tal docuinento, auiiquc todo residuo del pasado sea potencialmente uiia huella.

La s~~nurdificultad se rcfiei-c a la rioción dc «!lecho I&stórico». Una coiicGión crítica de la historia 110s salvaguarda coiitra la ilusión dc crccr que lo que llamainos hecho coincide con lo que realmente ha pasado, coino si los hechos dunnicran en los documentos hasta quc los Iiistoriado- res los porteti a la luz. Esta ilusión ha aliincntado durante iiiuclio ticmpo la convicción dc quc cl hecho Iiistórico no sc diierencia cn lo fundarncntal

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3 I P<i~t/ /<lic~~.~ir LLJ 1ecrio.a del iieiii/io l~riroh: ~iiei~rtii-in J nivii111 13 del Iieclio einpírico de las ciencias experimentales de la naturaleza. Cuan- do tratemos posteriormente la explicación y la escritura de la historia, habrá que resistir la tentación de disolver el hecho histórico en la narra- ción y ésta en una composición literaria que no pueda distinguirse de la ficcióii. Del inisino modo, hay que rechazar dgcntradala confusión entre

. , . .he ecimiento realFEl ~eclio_no~es.el.propio~aconteci-~ m i z d o ~ de un enuncindoque trata de repnsentarlo. En

es te seniidCliabría que escribir siempre: el hecho que (éste o aquél) lia sucedido. Considerado de este modo, se puede decir que el hecho se cons- truye rnedianie un procedimiento que lo separa de una serie de documen- tos que lo establecen. Esta reciprocidad entre la construcción (mediante un complejo proceso documental) y el establecimiento del hecho (en base al documento) expresa el estatuto epistemológico específico del hecho Iiistórico. Lo cual no irnpide que las proposiciones que enuncian hechos (en el sentido de «Iiecho que») puedan ser verdaderas o falsas. En este sentido, la historia docuinental tiene su propia manera de contribuir a la curación de la Iiistoria. Los hechos de los que trata pueden ser verificados o, en el sentido popperiano del término, refutados (falsados). Puede ser cierto o falso que las cáinaras de gas fueron utilizadas en Auschwitz para quemar a inillones de judíos, polacos y gitanos. Pero si es cierto, como vamos a ver, que, al pasar de la historia documental a la explicación y a la interpretación, el criterio popperiano de verdad resulta cada vez inás difí- cil de aplicar, la autonomía del nivel configurativo de la narración históri- ca reliierza la pretensión de verdad de aquellos enunciados aislados que se refieren a los heclios que constituyen los pormenores de la historia. En resumen, el electo crítico de la Iiistoria en este nivel consiste, esencial- inci~tc, eii deseninascarar aquellas relaciones que resultan falsas. Hoy en día sigue siendo lo que siempi-e lia sido, una critica de los testimonios es- critos e incluso orales. Cuando se trata de éstos últimos, que juegan un papel coiisiderable en la memoria del presente y en el conflicto menciona- do al comienzo entre memoria e historia, es importante que dichos testi- monios orales, una vez que salen de la esfera de la oralidad para entrar en la de la escritura, se separen del papel que desempeña el testimonio en la

conversación ordinaria. Podemos decir, por tanto, que incluso la meinoria se encuentra archivada. Un recuerdo arcliivado ha dejado de ser en cl sen- tido propio de la palabra un recuerdo, es decir, algo que mantiene una re- lación de continuidad y de pertenencia con u n presente del que se es cons- ciente. Ha adquirido el cstatuto de resto documental. Lo propio de la Iiue- Ila, ciertamente, consiste en que puede ser seguida y rastreada por una conciencia histórica. Pero, para ello, en primer lugar, ha de ser una Iiuella que se haya dejado, como el rastro de un animal. En el otro caso, por el contrario, se trata de una entidad pública. Su estatuto adicional (le arcliiv0 le confiere además una dimensióii institucional, correlativa del estatuto profesional del historiador de oficio.

Segunda línea de ruptura -~ .. ~.~~ entre ~ historia y memoria: la primera quiere e.vplicar, en li-mxKen que busca,en primer lugar, las causas (térinino 7 que se emplea en un sentido miis o menos aparente al que adopta en las

ciencias de la naturaleza y en otras ciencias Iiumanas) y, en seguiitlo lugar, ¡vos y las razorres por los que alguien Iiizo algo. Al dar un doble

S ntido la noción de ex licación, se supera la vieja controversia entre I L comprensión y explicación de la época de Windelband, Diltliey, Rickert y

Simmel, y se adopta siii dificultad la compleja noción de «explicacióii comprensiva* propuesta por Max Weber. Hagamos referencia a un autor más reciente y mencionemos con agrado la tentativa de síntesis propuesta por H. von Wriglit en una obra que se titula, precisamente, E,~/dariarioll artd Utidersra~rdiir~. Von Wright muestra esencialmente que en la nocióii de irrreivericióiz, que depende de una teoría de la acción, se lleva a cabo la conjunción entre el poder hacer del que cualquier agente tienc una coin- prensión inmediata y las condiciones esiructuralcs de iiri sistcina articula- do de causas y de efectos que la intervención Iiuinana pone eii acción. La . .

!teoría dela_histaus p u & e n s i d e w ~ ~ e n ~ ~ o - i ! . n a ~ m ~ d . a ildad.de l a teoría de la acción en tanto que intervención: en base a la conexión 1 entre un «yo puedo» - comprendido inmediatamente y-un encüdenainrCinto' - .. i causal que depende de la explicaci6R;eS~í6leseunir en el plano históri-

.-%-> 1 co la explicación teleológica de las intenciones y la explicación causal de

L.-< los estados del sistema, articulándose en un modelo mixto se~mentos te-

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3 1 B,.,,,, xic,, , , .

leológicos y segmciitos de tipo causal. Es cicrto que, en este nivel de la explicación, la cientilicidad que puede reivindicar la historia se diíercncia

j: 1

scnsiblcmentc dc la de las ciencias de la naturaleza. Pero, incluso en el se- / gundo sciitido dc la cx~~licación. la explicación incdiante razones, el cipí- 1 ritu crítico de la historia se pone dc manifiesto en el proccdimiento descri- to por Max Webcr al discutir la obra de E. Mayer: el Iiistoriador proccde iinaginativamcntc al suponer la ausencia de la causa presuinida; se pre- gunta cntonccs cuál hubiera sido probablemente el curso de la historia en comparación con el que efectivamente se ha producido. Este proceso constitutivo dc la «imputación causal singular,> acentúa la torna de distarl- i cia de la explicación Iiistórica respecto a las explicaciones epriinariasn de ! la conversacióri ordinaria. En resumen, aunque la liistoria docuinental j siguc satisfaciendo el modclo poppcriaiio de la vcrdad como falsación, no j podemos decir lo mismo de la historia en el plano de la explicación. De- 1 pciidc sobre todo dc una Iógica de lo probable, pues hay muchas maneras de encadenar los mismos hechos. Es posible oponcr una explicación más '

probable a otra que lo sea menos en virtud de los criterios que ponen en : juego nocioncs caras a la 1-ctórica como «iinportancia», «peso», qrcfuta- cióon, cconfii-!nación», *aprobación», «aceptación», etc. Vincular la Iiis- toria explicativa, de estc modo, a una lógica dc lo probable no supone un debilitamiento dc su ciecto ciítico. No hay que olvidar que lo probable ocupa una posición iiilcrinedia entre la prueba, quc convence debido a su ncccsidad intelectual, y el sofisma, que seducc inediantc los artificios dcl lenguaje. El liccho dc aproxiinar la liistoria a una lógica de lo probable no i sólo no debilita su fuiición crítica, sino que la rcíucrza, la convierte inclu- so en u n recurso terapéutico. En estc nivcl, el eiitendimiento se acostum- 1

bra a la pluralidad de relatos sobre los misinos aconteciinientos y aprende :

a acontar de otra inaiiera». Esto no es lodo, la contraposicióii de inodos contrarios de encadenamiento puede llevarse a cabo conforme a un propó- sito pcdagógico firme, el dc aprender a contar nuestra propia historia desde un puiito de vista cxtraiío al nuestro y al dc nuestra comuiiidad. *Contar de otra tnancra,., pero tainbién dcjarsc «contar por otros».

.? -3

,-,- ~ ~- ~~

,La-ruptura-entrelaliisroria y lamemoria es mayor aún en el nivel de la composición -. de los grandes cuadros históricos elaborados por autores como Michdet, ~"hrkardt, Braudel a_EutettIeconsiderado en otras oca-

,- - sienes El Mediterrárieo eri tierilpos de Felipe I I dc Braudel como un mo- delo de esta gran liistoria, en la que el estudio de la geografía y la explica- ción estructural de los fenómenos sociales trae consigo una iinportantísi- rna dramaturgia, cuyo mayor aconteciiniento es la muerte política del Mediterráneo. En ive Logic: a Se~rmritic Aiialysis of [/le Historiari's

\ lar~gnage, F. K. m iikersmi sosticne que estos grandes conjuntos narrati- vos, que llama riarratios, son en cada caso obras singulares que escapan a la lógica de la refutación (de la que depende el trabajo del Iiistoriador en el nivel documental y, hasta cierto punto, en el de la explicación mediante e y razones). Las irarrutios forman parte de un ámbito de controver- sia cn el que unas prevalecen-sobre-otras en función de su capacidad de intcgracion dc los heclios incjor elaborados en cl scno-de-cadenas de ex- plicációii-liinitadas, -. ~~~~~ ycn [unción dc la amplitud de su ángulo de pcrspcc- tiva, de su alcariée (scopr). - *chnían riaimtio es aquella que se orrcce a la discusión de los especialistas y del público cultivado con un alto grado de plausibilidad y de probabilidad. Podríamos ceñirnos a repetir a propósito dc cstas egrandcs historias» lo que acabamos de dccir sobre la historia ex- plicativa, que se reduce a cstablcccr cadcnas limitadas de acotitccimien- tos, ya se trate de la histoi-ia nacional, de la historia de un período o de Iiistorias especializadas (historia demográfica, cconóinica, política, cultu- ral, rcligiosa, etc.). Estas «grandes historias>> plantean, sin embargo, un nuevo problcrna, pucs rcúncn un gran número de acontecimientos en grandes unidadcs quc a menudo se identifican mcdiante un nombre propio (Renacimicnto, Ilustración, Revolución francesa, Guerra fría, etc.). Tal singularización incdianre el nombre propio incita a llevar a cabo una iden- rificación lucrte, reforzada gcncralmcntc por el papel atribuido a los acon- tecimientos fundadores, no sólo en la división en períodos de estas gran- des unidades, sino en su denominación, que frecuentemente es laudatoria y rcclama su con~ncmoración y ritualización. En este caso, la historia crí- tica no sólo tiene que luchar contra los prejuicios de la memoria colectiva,

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sino coiitra los de la memoria oficial, que asume el papel social de «me- moria enseñada». Lo que está en juego eii este punto es la identidad rei- vindicada por las colectividades o las comunidades, la identidad que trata de justificar la historia oficial. La guerra se sitúa de este modo dentro de la propia Iiistoria, entre la Iiistoria crítica y la oficial. Lo más difícil no es «contar de otra manera» o dejarse «contar por otros», sino contar de otra manera los acontecimieiitos fundadores de nuestra propia identidad colec- tiva, principalmente nacional; y dejar que los cuenten otros, lo cual resulta todavía mis difícil. Habría que poder emplear la iioción de «sí mismo - como otro>> en este nivel de la identidad colectiva. -

En el parágrafo anterior, se ha puesto el acento en la función crítica de la historia respecto a la inemoria, dando de este modo ventaja a la primera en su confrontación con la segunda. ¿Quiere esto decir, por emplear los térininos de Bédarida, que la virtud de la verdad ha de quedar por encima de la de la fidelidad? Así sería si, en esta relacióii dialéctica, la Iiistoria tu- viese la últiina palabra. Ahora bien, la memoria conserva un privilegio que la Iiistoria no puede quitarle: el de situar la pmpia Iiistoria como disci- plitia piiramente retrospectiva en el movimiento de la coiiciencia liistód- ca, como ha hecho R. Koselleck al dintinguir entre aespacio de cxperien- cian y «horizonte de esperan. Recordemos que Koselleck considera que ainbos polos no sólo soii irrcductibles entre sí, siiio que se eiicuentraii viii- culados mediante una relación dc intcrcainbio mutuo m6s o inenos coii- Rictiva. Ahora bien, esta dialéctica conlleva una paradoja cuya repercu- sión en la función de la memoria respecto a la Iiistoria veremos de inme- diato. La paradoja_e&si&nte: el pasado -suele decirse- w~ no puede ser cambiado; es, en este sentido, algo-de@~rminado,El-ffflfiro, por e ~ o n s i d e r a . a l g o . i n ~ i e r t . o ~ b i e r t a ' / , . p o r . e l l o i n n d d e ~ e r m i n ~ _----

--. .& La paradoja sólo es aparente. Aunque, en efecto, los hechos son imborra-

/-e-. /

bles y no puede deshacerse lo que se ha hecho, ni Iiacer que lo que ha su- cedido rio suceda, el seritirh de lo que p!só,.por el.coiilrario, no estd fijado

~ ~~ ~

de una vez por todas. Además de que los acontecimientos del pasado pue- .-- den i n t e r p r e r ~ t r a manera, la carga moral viiiculada a la relación de deuda respecto al pasado puede increinentarse o rebajarse, segúii tengaii primacía la acusación, que encierra al culpable en el sentimiento doloroso de lo irreversible, o el perdón, que abre la perspectiva de la exciicióii dc la deuda, que equivale a una conversión del propio seiitido del pasado. Podc- mos considerar este fenómeno de la reintcr-pretacióii. taiito en el plaiio moral coino cn el del simple relato, coino un caso de accióii retroactiva de la intencionalidad del futuro sobre la apreliensión del pasado.

La memoria e n r i q u e m o r el proyecto ofrec.e.el.~nodelo~de este tipo ~~ -- .

de acciÓnal.~c~.m~.imiento_hist6rico. E1 hecho de qiie la inemoria eiiseñe a -~ la historia va a contracoi-riente de la disposición espontiínea del decurso histórico. Esta últiina es, por vocación, pura retrospección; sc dcfine como ciencia de los lioinbrcs e11 el pasado. Eii ese scntido, procede de tina abstracción de la dimensión del pasado, ajena a la dialéctica de las tres di- incnsioiies teinporales. Ciertamciite, el historiador, como s~ijeio del cono- cimiento histórico, es un hombre de su época y comparte coi1 ella ciertas expectativas relativas al futuro de su país o de la humanidad. De ahí que la teinporalidad del historiador no escape a la constitución tripartita de toda conciencia histórica. Pero estas anticipaciones no forman pai-te del objeto histórico. En la medida de lo posible, se apartan del campo de iiivestiga- ción, y esta exclusión -siempre incoinpleta- forma parte de la ética profesional del liistoriador: .sirte ira ac nec strldio. Después de lo que liemos dicho, ino cs iiiaccesible para cl Iiistoriador la Icccióii de la ineiiio- ri;i I-emodelada rr porferiori por el proyecto? No, pues ln aplica, scncilln- mente, al tratar con el pisado. El historiador puede trasladarse imagina- riarnente a un inornento cualquiera del pasado que tue presente entonces y que, en consecuencia, rue vivido por las gentes de antaño coino el presen- te de su pasado y como el presente de su futuro, por retomar iina vez más las expresiones de Agustín. Los liombres del pasado fuei-on, coiiio noso- tros, sujetos con iniciativas que realizaban retrospecciones y prospeccio-

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iies. Las consccuciicias cpistemológicas dc csta coiisidcración son consi- derables. Saber que los Iioinbres del pasado teiiían cxpcctaiivas -preví- sioncs, deseos, inicdos y proycctos- trac consigo la quiebra del dctci~miiiisrno liis!órico, al reintroducir re!rospectivarlrcntc la contingen- cia cn la liisioria. Nos iopailios de este modo con un tcina al que hace re- fci-ciicia iiisislciitcincntc Raymond Aron en su Iiiti-odlicciórl a la Elosofía (le 10 Hirrorio (1937), a saber, su lucha contra la «ilusión rctrospcciiva de la Iataiidad>> (187). Aron introducía este tcina relacionándolo con cl rc- curso del liistoriador a coiistruccioiies irrcales, dando coi1 el coiiccpto we- bci-iaiio de «iii?pulación causal siiigular» mencionado antcriorrnentc. Pero lo aiiipiiaúa al iiicluirlo eii un3 reflexióii sobre el vinculo entre contingen- cia y i~cccsidad cii la causalidad histórica: «Enleridcmos aquí por contin- gcncia la posibilidad de coiiccbir el acoiitecimienio dc otra inancra y, a la vez, l:i iinposibilidad dc dcducii- diclio acoiitcciinicnio del coiijuiito dc la sit~iacióii antci-ior* (223). ESL:I considci-acióii general sobre la causalidad Iiistórica 110s lleva a dejar dc inoniciito I ~ I rcaccióii cnirc la ilusióii rctros- pcctiva de la fatalidad y uiia coiiccpción global de la liistoria, dcfinida por <<un csfucrzo de rcsui-rcccióri o, inás exactamente, por el csfucrzo para trasladarse al inomcnto de la :icción, para convertirse en cl contcmporá- iico dcl actor» (231).

Pcro iio quisicra dclcncrmc solamciilc cn las coiisccuci~cias que iicnc para la cpistcmología y la filosolia dc la liistoria lo que acabairios de dc- cir, sino eii los recursos lcrapéuticos quc i-csulian de csta crítica de la i lu- sióii retrospcctiva de la fatalidad. No sólo los Irombrcs del pasado, iiiiagi- nados en su prcseiite vivido, ha13 proyectado cicrto porvciiir, siiio quc su nccióii Iin lciiido coiisccucncias iio queridas quc Iiaii licclio iracasar sus proycctos y haii Irusirado sus inayorcs cspcranzas. El iiitcrvaio que separa al liisioriador dc eslos liornhrcs dci pasado sc presciita, dc csic iiiodo, coino uti cctnentcrio dc prorncsas iiicuinplidas. Ésla no es la tarea dcl iiis- toi-iador dc oficio, siiio la de quiciics podríainos llainar cducadorcs públi- cos, a los que icndríaii que pertenecer los poiílicos, que han de despertar y reaniinnr cslas promesas incuinplidas. Dicha resurrección de las promcsas iiicuinplidas del pasado, ampliacióii de la rcsurrcccióii del presente dc los

aciorm dc la Iiistoria, reviste, como acabainos dc n?eiicioiiar, uii significa- do terapéutico respecto a las paiologías de la coricicncia Iiistórica de inu- chos pueblos dcspués de la guerra TI-ía. Esta terapéutica se refiere aiites que naúa al uso qiic hacen los pueblos de sus r,zidicioircs y dc lo que éstas transmiten en relación con los acontcciiniciitos fundadorcs y los héroes históricos vinculados a dichos aconteciiniciitos. En estos casos, principal- niciitc, es dondc ha dc aplicarse el prcccpto mciicionado antcriorincnte sobre la ncccsidad de aprender a contar dc otra manera y a dejarse contar por oiros o, mis exactamcnic, por la Iiistoria que cscribcn aquellos liisto- riadorcs quc pcrrcnccen a pueblos distintos al nuestro e incluso a otras grandes culturas, distiriias a las que han participado en la elaboración de las culturas fuiidadoras dc nuestra cra cultural. A pai-tir dc este intercain- bio de ii~emorias, llcvado a cabo mediante el intercambio de relatos histó- ricos, pucdc replantearse el problcma del buen uso dc las tradiciones. En cicrto scniido, la trridición y la memoria son fcnóincnos que dcpcndcii el uiio del oiro y quc posccn la inisina estruclurc iiarrativa. Pcro liay que nprcnder, incdiantc la presión de la crítica Iiistórica, a desdoblar el fcnó- ineno de la tradición, coino licinos aprcndido a desdoblar la incmoria en una wmcmoria-1-epeticiónu y una aincmoria-rccoiistruccióna. La tradición tratada como un depósito inucrto participa de la misina coiiipulsióii de re- pcticióii quc la iiicliioria traumáiica. Al rcaiiimar, incdiaiitc la liistoria, las proiiicsas incuinplidas c, incluso, impedidas y rcpriinidas por cl curso posterior de los acontecimientos, uii pueblo, una iiacióii o uiia ciitidad cul- tural pueden acccdcr a una concepción abierta y viva de sus tradiciones. A lo que liay que añadir quc el incuinplimieiito del pasado puede aliincntar- se, a su vez, de los conicnidos ricos en cxpcctaiivas que rclaiizan la coii- ciciicia Iiistórica hacia el Sutura. Sc corrigc, dc csc iiiodo, otro déficilrdc la

. , conciencia liistórica, a sahcr, la pobreza de hmp-idaditcprovccc;iyn b c i a cl Suiuro quc acompaña a Iicclio de fijarse cii cxccso en el pasado y al lieclio de ruiijar - las glorias perdidas y las II-;: millacioncs S-s. /

Al tériiiiiio de cstc exaineii de las relaciones eiilre meiiioria y olvido, ¿qué podcinos dccir sobre la oposición entre verdad y fidelidad iiitioduci-

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lo de «olvido» al situarlo bajo la metacaicgoría de la l~htíiorcí (destruc- ción), que sc ciicueiitra vinculada, en la Física dc Aristótclcs, a la noción de gériesis (naciinierito, géncsis o devenir), recogida también en su trata- do Acei-cri rle[ alriio y en el ensayo dc Parva riatur(i1ia sobre la tncinoria y el olvido. De fonna aúii inás radical, Aristótcles asigna el podcr dcvasta- dor dcl olvido al cfccto cuasimaléfico del ticinpo. De heclio, justo en mcdio de uri anrílisis científico de! ticmpo (Física, IV, I I y SS.), puede lccrse esta sorprendente dcclaracióii: «el tiempo también genera necesa- riamcnte cicrta pasióii @císchciri), y así suele decirse quc consuinc las co- sas, que todo cnvcjcce por (diá) su acción, que liace olvidar; pero no se dice que se aprende o que uiio llega a ser joven y bello debido al tiempo, pues éste, en sí inisino, es, más bien, causa de destrucción (phtlior-á), ya que es el núinero del inovimiento, y el inovimiento deshacc lo que exis- te» ( f l s . , IV, 12, 221 a 30-221 b 2). Consiste en una entropía universal, podríamos decir Iioy en día mediante el lenguaje tomado de la termodiiiá- mica. Se traia dcl --~ a r r u i n a i n i c ' n t ~ . b c ~ ~ ~ d . ~ ~ o ~ ~ ~ a ~ & ~ ~ ~ & r n & ..

Al respecto, la luclia conti-a el olvido e incluso contra cieno cultivo del . ~ ~ - . ~ ~ ~ - . ~ ~.

misino dcstaca sobre el foiido de esa iiiexorable derrota, a modo de coin- b~,. .- -- ~ ~ ~ ...

'itc retardado.

Pero existe otro ~~-~ polo ~ ~ . . ~ ~ ~ . del olvido . . ~ - profundo, ~ lo ~. que~podría~no~l!ami~de -~ modo más acértada o lvido~de l~iiinieoiarial. Se trata del olvido de las -. fundaciones, de su donación originaria, las cuales_rn~a-fucron <monte- ciinientosx de los que podamos acorú;irnos. Se trata de aquello que nunca podremos Conoccr realinentc y que, siri embargo, nos hace ser lo que so- inos: las fuerzas de la vida, las fuerzas creadoras de la historia. el ~ o r i -

- m-. Sospeclio que cl mandato hebreo Zukíior designaba un trabajo de recuerdo muy concreto, que tenía por objeto hacer que sucedie- ra en forma de «aconteci~nienton aquello que nunca puede suceder, en la medida e11 que nos precede totalmente. En La estrella de la redericiúri, Franz Rosenzweig habla de la Creación en estos términos. El autor se es- fuerza en subrayar esa idca mediante cl siguicntc subtítulo: «La creación o el fundamento perpetuo de las cosas». Eii ese sentido, la crcacióii no deja dc encontrarse detrás de nosotros. El comienzo no es un principio su-

Ln lerirriu del rieiiipo porn(io: riieiiiorin y olvido / 4 perado, sino un inicio incesantemente continuado. El pasado inincmorial, eii cierto modo, se encuentra bajo el presente de la Revelación («¡Tú, Amaine!») y, rne atrevería a decir, bajo el futuro de la espera del Reino, inAs que encontrarse antes del presente de una o dcl futuro dc la otra. En csie caso, salirnos de toda liiiealidad narrativa. O bien, cn caso de quc aún podainos hablar de narración, ésta rompe con toda cronología. En dicho sentido, todo origeri, considerado en su poder originario iri-educlible a un comienzo icchado, depende del estatuto del olvido fundador.

Al abordar estas dos figuras del olvido profundo, primordial, 110s en- coiitramos con el trasfondo mítico de la filosofía que llama al olvido Léthe y atribuye a la memoria la capacidad de coinbatirlo. La reminiscen- cia platóiiica tiene que ver con ambas figuras del olvido. Procede de la scgunda, de aquello que el nacimiento no pudo borrar y de lo que ahora se alimenta el recuerdo. De ese modo, es posible aln-erider lo que, en cierto modo, nunca dcjó de saberse. Contra el olvido destructor, se alza el olvido que preserva. Quizá sea ésta la explicaciún dc la paradoja de Hci- degger, en la que no se ha hecho mucho énfasis, según la cual el olvido posibilita la memoria: «Al igual que la espera sólo es posible sobre la basc dcl estar a la cxpcctativa, el recuerdo (Erirtnenii~g) sólo lo es sobre la base del olvidar y 110 a la inversa, pues lo sido, a modo de olvido, 'abre' prirnariamente el horizonte dentro del cual el Daseiii, perdido en la 'exterioridad' de aquello por lo que se preocupa, puede recordar» (Seirr iirrd Zeit, p. 339; trad. east.: p. 367). Esta aparente paradoja puede acla- ra~-se si tenemos cri cuenta una importante decisión terminológica de Hei- degger respecto al pasado. Mientras que para el presente y el futuro em- plca el vocabulario corriente, Heidcgger rornpe con el uso de llamar I'crgatrgenheit al pasado y dccide designarlo mediante el pretérito pcrfec- to dcl vcrbo scr: geiveseii, Geweseiilzeit (carácter de sido). Esa elección cs muy importaiite y resuelve una ambigüedad o, mejor dicho, una duplici- dad grainatical. En efecto, decimos del pasado que ya iio es, pero tam- bién decimos que ha sido. Mediante la primera denominación, subraya- [nos su desaparición, su ausencia. Pero, ¿eii qué seiiiido se encuentra au- sente? Lo está respecto a nucstra pretensión de actuar sobre él, de tenerle

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«a mano» (zrrl~aitdett). Mediante la segunda denominación, hacemos hin- 1.2. El olvido y la evocación capié en su completa anterioridad respecto a todo acontecimiento feclia- do, recordado u olvidado. Esa anterioridad impide que podamos captarlo, como sucede en el caso del pasado superado (Vergarlgeliheit). Nadie puede impedir que lo que ya no es no haya sido. El olvido que, según Heidegger, «condiciona el recuerdo» se encuentra vinculado al pasado como «carácter de sidos (Gelvesenheir). Si entendemos el olvido en el sentido de recurso irtn1er7iorial y no en el de desrr~rcción irtexorable, comprenderemos el carácter aparente de la paradoja. Tras confirmar esta Iiipótesis de lectura, podemos citar el pasaje en el que Heidegger relacio- na el olvido con la repetición (Wiederlioltrrtg), en el sentido de recirpem- ción, que consiste en «asumir el ente que ya es el Daseir~» (Seirt undZeit, ibid.). De ese modo, se establece un emparejamiento entre cprecursap y. «regresar», similar al que existe en Koselleck entreelhorizontede espera (!UT;,

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y eleSp3KEE -..~ .~ e x p e n ~ n 2 n un nivel que, para~Hei&cgey,..de~i.vadade- t c l a & i l i i s t . 6 n ~ ~ r n o al cura. renal t ~ ~ u e c o m p a u l iCr2 el «ser arrojado», la deuda y el abandono, se dispone la siguiente cadena déeexpresiones emparentadas: «cáTáCmdésíoo», «olvido», «poder ser más propio» y «repetición-recuperación».

La memoria y la historia se encuentran relacionadas con el o l v i d o ~ n , , , ._ . -

u n nivel de profitndi8admGior-que --A-- e w c e d m t e . Dicho nivcl es menor ~ . . ~ ~ ~.~ - e ñ l a i n n e d i & T e ~ e ~ e r e a la evocoEió~i; a-lo 'que llamamos común-

. . - - . ...~.~ -~ ~~ ~ ~

. ~~~

mente rememoración o mero recuerdo, y no a la itiscrilicióri, a la conser- vación o a la preservación. De la memoria que xconservao o del recuerdo que <<permanece», pasamos a la memoria que «evoca», al recuerdo qite «vuelve» a Iiacersc prescntc. Eii coiitraste con la ontologia del olvido ftin- damental, las nociones de «presencian y de «ausencia del pasadon cobran en este nivel un aspecto estrictamente fenomenológico: se trata de la rela- ción entre la aparición, la desaparición y la reapariciótl que se entabla en el nivel de la conciencia reflexiva.

a) Al respecto, el e n f o q u e ~ p s j ~ ~ ~ ! ~ í t ~ ~ ~ ~ ~ n i e a i i i 1 e n i g m a . ~ m b a r a - zoso, en la medida enque, al liablar~del p a s a d o ~ ~ ~ - i i ~ i i r l a , novrenctrentra ni en el nivel ontológico de lo inmemorial fu-nc!adp[,iiien el f e ~ m e n o l ó - _ _ . gico Klo . . ~ -~ 01vidado.que l a conciencia.aleja m e t ó d i c a m e n t c d ~ ~ - @ ~ t o . Este nivel «intermedio» tiene para nosotros una gran importancia, en la medida en que hemos considerado en el tercer estudio el fenómeno de la

En resumen, el olvido posee un significado positivo en la medida en que el ccarActer de sidon prevalece sobre el «ya non en el significado vin- culado a la idea de pasado. El «carActer de sido» convierte el olvido en el recurso inmemorial del trabajo del recuerdo'. Al respecto, la elección pre- ferencial de la Gewesertfieit en lugar de la Vergangei~heir resulta decisiva. Uno de los problemas que se nos plantean consistirii en saber cómo afccta esa clccción al historiador que aborda el pasado histórico: jcótno se con- jugan en dicho pasado el no ser ya y el Iiaber sido?

A lo largo de Seirr rrrtd Zeit, pueden seguirse las múltiples apariciones del termino <iolvido». Ln prinirrn, no hay que olvidarlo, se encuentra en la primera línea de IU célebre obra: «La pregunta [del ser] hoy en día ha caído en el olvido. cuando ntiestro liempo considera un progreso volver a afirmar la 'metafísica'». ¿De qiit olvido se tnta? ¿Del olvido de lo inmemorial o, sencillamente, del olvido negligente o evasivo?

«compulsión de repetición», que obstaculiza el recuerdo, pues el «pasar al acto» se pone err srr lugar. La~reade_u~ . l ec~ .u~ .p .os i~~degger i ana .de l psicoanálisis consistiría en situar cl inconsciente freudiano junto al «ca-

-~-.._i . . -- - - rácter de sido» (Geweserihe3 ~- que .~ ,.. substituye, ~~. ~ según-Heidegge-,-«pasa- .- do que ya no-es>~~Vei.góri~iiIteif), que tiende a confundirse, a su vez, con

~.-~..~ .,. .~ ~ . . ~ ~ ~ ~~

~~ .~. ~..-~

«abolido» desde el punto de vista inauténlico de,~la~,Zirltnrtrletilreii. La . ~. . .~ indisponibilidad de lo ~.e~rimido o sucarácter rin inanipulablc, coino su- cede, po~. ejemplo, con el <<fondo» inadvertido sobre el que se recorta una «forma», son más graves que en el caso de lo meramente alejado o no considerado. Lo reprimido depende de una cconoinía profunda de las pul- siones que, para hacerse consciente, requiere un rruhajo. Una fenomeno- logía de la atención y del descuido no está a la altura del fenómeno, pues

28 el ttrmino ainconscicnte» se relaciona con lo oculro o con lo errcrrhierto en un senlido más radical que el de lo tia apreciado o notado por falta de

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i por la política selectiva de la institucionalización que rige la constitución 1 de los arcliivos de cualquier institución. Una crítica ideológica, dirigida contra las maniobras confesadas o encubiertas del poder interesado en j preservar los restos escritos de su actividad, encuentra en este punto un lugar legítimo. Hace referencia a la tendencia de toda historia a convertir- / se, como función crítica de la memoria, en una historia oficial que reque- riría, a su vez, una crítica de segundo grado. Los «olvidos» de la opera- i ción de archivar pueden ser objeto de esa crítica que equivale a una me- moria de segundo grado: se trata de conciliar la memoria del olvido y la i historia de la memoria del olvido.

Todos los estratos subyacentes del olvido que acabamos de recorrer se encuentran comprendidos y recapitulados en las formas sutiles v silencio- sas de lo que podríamos llamar olvido archivador e incluin nlvirln ~ r r l r i - 1 . - - ...... ~.. vado. Es preciso que el olvido &mpla siempre una función honesta y be- 1 n¡i%Sa, propia de la función ~Z$~l i ,u t iva del relato Iiistórico como n r _ rración Iiterau~Podríamos continuar sin'problemas esta reflexión en los otros dos niveles.de la operación histórica: el de la explicación y el de la interpretación. Esa empresa justificaría, como hemos visto en el estudio anterior, la aplicación del término «historio-grafía» a la historia de los historiadores. La escritura de la historia», al respecto, se caracteriza por un tiso razoriado del olvido implicado en el trabajo del recuerdo.

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1.3. E1 olvido y la conciencia histórica

tgiag&scribe cn el de «Iiacer historian. Por.cljo.&problema flue s.e . . le presenta e n l o n c p l i d a d de la m- ria. ~ -~.- ni a la verdad de la historiografía, sino a la utilidad (Nirtzerc) o a la in- conveniencia (Naclireil) de la historia (Historie) «para la vida» (fiir das

~ -~ ~~ .~ ~ ~ ~ . . -. - Leúeri). Lo ~ que ~ estd en juego, en este punto, es la propia vida de ur-gue- blo, «en la medida en que el abuso de la historia puede dañarla». Se trata d e t r o modo de hablar del exceso de historia del quc liemos partido. No obstante, no consiste en la compulsión de repciición de la que Iiablába- mos con anterioridad, sino en el agobio ocasionado por u11 saber mera- mente retrospectivo. El punto de mira se sitúa, en este caso, eri la cultura histórica erudita e11 cuanto «fiebre histórica devoradoran. Frente a este abuso -se trata de un abuso in&s que de un exceso-, resulta positivo atender a la propuesta «intempestiva» que sitúa, a la cabeza del enfrenta- miento entre la historia monumental, la anticuaria y la crítica, el elogio del olvido que Iia labrado la reputación de este conocido texto. Dicho elo- gio vincula el resultado de la propuesta «intempestiva>> al eje principal de nuestro propio estudio. F r e n @ . ~ l & d ~ a _ ~ i a n t e _ q u . c ¿ a e i i e n e -~ acceso al «eso era» que motiva e l g i ~ , d e c . i ~ ¡ ~ o , d ~ ~ h o m ~ ~ e L s ~ ~ ~ ~ ~ ~ ___ .~~~ .. .~~

el olvido-liberador de quicii logra la felicidad de sentirse durante un tien- -1 olvido forina parte de toda k-Zclt: «como se ha proclamado, i

A c c i o n n . «Existe un grado de insomn~o y de exceso (Üúenliasc ;) del senti- 1 -

.

do histórico que perjudica a lo vivo y acaba por destruirlo, ya se trate de un hombre, de un pueblo o de una cultura.» Un ejercicio preciso de lectii- ra consistiría en distinguir las distintas aportaciones del olvido a las for-

recordando la se. mas (monutneiitz~l, aiiticuaria y ~ r í t i c a ) ~ del conocimienio histórico, con- siderando cada una dcsdc cl puiito de vista del rla,ío causatio a la vida. No blanco al que apunta,

de la se sacrifica, por ello, la virtud de la justicia, pues esta última es la que in-

historia,sinola-ca~ciencia __ histórka en el n i % T ¿ K F r ~ ~ ~ t ~ ~ d ~ p e h [ e terpreta. La fuerza del derecho a juzgar proviene de la energía del presen-

Y. en este caso, el aleinán. Toda la historia en cuanto hecho cultural es ~ h - te: «Sólo tenéis derecho a interpretar el pasado en virtud de la fuerza su- .. .-

Jeto de una consideración «inactual» o «intempestiva», llevada a cabo en prema del presente*. De ese modo, la suspensión de lo Ii~stór~co mediante atención al propio momento histórico en el que se escribe y publica el en- = sayo. Se considera la historia desde el eje en el que el acto de «hace*- p. ~ i ~ o e u r , Te,lz,>r ci récir, Paris, Seuil, 1985, cap. VIL 9 3.

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el olvido y la reivindicación de lo eahistórico~ sólo es el revcrso de la fuerza del prescntc. En este punto, el olvido vuelve a convertirse eii la condición de la iiitcrprctación del pasado.

A primera vista, cl perdón es una fornia de olvido activo. Lo cual ha de dccirsc coi1 mucha prccaución. Tras recorrcr sucintamente sus manifesta- ciones en el ámbito cultural, jurídico y político, habrá que tener en cuenta los argu~nentos csgriinidos contra el perdórifácil. Éstos sólo podrán enca- rarse con éxito tras abordar la idea de dori, cn la que se encuentran todas las dificultades opucstas al perdón fácil. Terminaremos el cstudio hablan- do de la noción de ,IEI.CIÓII df i i13.

2.1. Perdón y olvido

El perdón, eii priiner lugar, es contrario al olvido pasivo, tanto en su forma traumática como bajo el astuto aspecto del olvido evasivo. Al rcs- pccto, requicrc u n aumento dcl <<trabajo dcl recuerdo». Siii embargo, sc parcce a priincra vista, como acabamos de sugerir, a una especie de olvi- do activo, que no se referiría a los acontecimientos en sí mismos, cuya Iiuclla, por el contrario, ha de ser cuidadosainente protegida, sino a la clerida cuya carga paraliza la mcinoria y, por extensión, la capacidad de proyectarse de forma creadora hacia el futuro. No se olvida el aconteci- inicnto pasado, cl acto criininal, sino su soitido y su lugar en la dialdctica global de la conciciicia histórica. Además, a diferencia del olvido cvasivo, cl pcrdón no se encucntra encerrado en la relación narcisista de uno consi-

' Al Iiablar dc «perdót~ dilicil>,. iciigo CII incnlc c l bello iíiulo dcl libm de Daniec~ico Jer- volilia Aeiuir Dii/icile.

ro inisino. Suponc la mediación de otra conciciicia, la dc la víctima, que - es la única que puede perdonar. El actor principal de los aconteciinicntos que hieren la memoria, el autor de los danos, sólo puede pedir perdón. Aúii ha de afrontar la prueba de la negativa o del I-echazo. En esa medida, el perdón ha de encontrarse, en primer lugar, con lo imperdonable. Esta posibilidad ha de ponernos en guardia frente a la facilidad del perdón. Para que éste contribuya a la curación de la memoria herida, ha de sufrir la crítica del olvido fácil.

Con cl objeto de tomarles las medidas a esas formas perversas de per- dón, hay que tomárselas asimismo a los ámbitos en los que éste se im- plora.

En primer lugar, evidcntementc, se encuciitra la esfera religiosa, en la que cl «perdón de los pecados,, puede reducirse a una forinalidad (¿,no ha dado lugar, en otras ocasiones, a un comercio, llainado acertadainente «comercio de indulgencias»?). Pero lo que el pcrdón cxprcsa en tErrninos de gracia en el plano religioso y cultual tiene eco en el judicial y en el po- lítico. En el plano jndiciul, se trata esencialmente de la reinsercióri, cuyo cfecto consiste, como señala el nuevo código penal francés, en «olvidar todas las incapacidades pasadas* y en restablecer la capacidad del conde- nado de volverse a convertir por entero en u n ciudadano. La gracia, en cuanto privilegio o regalía, se funda en la inisma finalidad. La uriinistía, que no es pronunciada por una instancia jurídica sino política, resulta irás discutible, en la medida e11 que equivale a una amncsia institucional que nos invita a hacer como si el aconteciinicnto criminal en cuestión no hu- biesc succdido. Resulta comprensible la finalidad de esta institución: con- tribuir a la reconciliación nacional. Pero el perjuicio del olvido reside en la increíble pretensión de.borrar las Iiucllas de las desavenencias públicas. El historiador, cuya tarea, por otra parte, resulta especialinentc compro- metida cuando se produce esa instauración dcl olvido público, ha de con- tra~-csiar incdiantc su discurso y junto a la lucidez dc la opinibii pública el intento de borrar los propios hechos. Su tarca cobra entonces un aspecto subversivo, e11 la medida en que, mediante ella, se expresa la riiíinesis de la I~uclla.

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(lo pr-eteride sribrayar; jurito coi1 el papel que desemperia el testintoriio eti

1 los cicoritecir~tieiitos, 1111 pireblo, t~ria nacióri o ~itia eritirlad cult~iral p~teden [ogrzir itria corrcepcióri abierta y viva de sus tradicionesu.

El problema planteado en este estudio se encuentra en la frontera entre d a epistemoloe,~a~~~1~onfoTo~~Consiste aún en u n problema epistemoló-

gico, cii la medida eii que se refiere a la legitimidad ~~ ~~~ . ~...~.. de -. la ~.. p r e & & ~ i i e ser fiel de la memoria y de la aspiración a ser verdadera d e u s t o r i a . Pensa- mos enel_eroblema d e & & f s n c u e n t r a implícito en la expre- sión '<la memoria es del pasadon del Peri inriéntes kai anamriéseos de Aristótcles. Pero consiste también en un problema ontológico, en la medi- da en que cstá en juego el <<carácter pasado* del propio pasado: ¿qué sig- nifica, por tanto, la noción de <<ser pasado*? Evidentemente, «ontologíaa no q~ricre dccir <<sustancialidad>>, ni siquiera en el sentido amplio de «en- tidnd*. <<Pasado» es un adjetivo susttintivado: se trata del «carácter pa- sado» de iin I ~ e c l ~ o determinado. Hemos sustantivado el pasado, diría Wittgenstein, debido a un error gramatical, al tratarlo concretamente como u n lugar en el que se encontrarían las experiencias vividas una vez que han pasado. La propia imagen del pasado como tránsito, tal como la encontrainos en san Agustín, propicia esa desviación Iéxica. De modo aún más grave, la persistencia y quizá el carácter inexpugnable de algunas metáforas espaciales con las que no dejamos de encontrarnos, incitan a llevar a cabo esa sustantivación. En primer lugar, la metáfora de la marca dejada por un sello en la cera alimenta la idea de la localización de un re- cuerdo que se encontraría depositado o almacenado en u n lucar en el que se conservaría y del que podemos tomarlo a la hora de evocarlo o de re- cordarlo. Frente a esa desviación a la que el lenguaje ordinario ofrece poca resistencia, hay que mantener el estatuto léxico del pasado como ad- jetivo sustantivado y emplear, por tanto, la noción de «carácter pasado» o de «paseidad.. Sigamos atendiendo un momento al lenguaje y subraye-

mos otros dos notables inodos de expresión que no dependcn del dominio del sustantivo. Se trata en primer lugar de los adverbios de tiempo: enton- ces, antiguamente, antaño, anteriormente, después, antes, etc. Ponen de relieve la distancia y los grados de profundidad del tiempo -rasgo que nos ha impulsado a caracterizar la memoria como la guardiana de la dis- tancia temporal-, y las relaciones de anterioridad o de posterioridad que regulan la sucesión y, por tanto, en combinación con el rasgo precedente, el escalonamiento de las distancias y de los grados de profundidad tempo- ral. A continuación, nos encontramos con los tiempos verbales, cuya sor- prendente sutilidad ha puesto de relieve Harald Weinrich en su gran obra Ternprrs. Basta con pensar en la combinación del imperfecto y del prctéri- to indefinido en castellano: «Aún dormía cuando alguien golpeó la puer- ta>,. Hay que señalar que los distintos tieinpos cumplen sus funciones de diferenciación y de oposición en el nivel de la frase y, por tanto, en la pri- inera unidad discursiva y, más concretamente, al pronunciarse el discurso. Ademis, los adverbios de tiempo y los tiempos verbales modifican, esen- cialineiitc, los verbos de acción, de estado o de posición. Tras este breve recorrido del léxico y de la sintaxis del pasado, creo que Iiay que estar precavidos frente a la tendencia -propia también del lenguaje- de tratar el pasado como una entidad, como un emplazamiento cn el que se encon- trarían los recuerdos olvidados y del que la andr~ttiesis los extraería.

Me Iia guiado esa precaución a la llora de elaboi-ar la estrategia del presente estudio. Propongo que lo llevemos a cabo e n dos tiempos. En primer lugar, seguiremos separando el pasado de su relación, si no con el presente, al menos con el futuro. En este marco provisional, abordaremos por vez primera la pretensión de ser fiel de la memoria y la aspiración a la verdad de la historia. Se pondrá de relieve de inmediato que esa abstrac- ción de la dimensión del «carácter pasado» sólo nos lleva a rcforzar cl as- pecto radicalmente aporético y eniginático de la reivindicación de la ver- dad, condenada a oscilar sin ténnino entre la confianza y la sospecha. De ese modo, nos veremos obligados a replantear, en función de lo que bien podríamos llamar u n fracaso, nuestras primeras propuestas sobre el «ca- rácter pasado» del propio pasado, en el marco de la dialéctica de las tres

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orientaciones o dimensiones temporales hacia el pasado, el prcsente y el futuro. Terminaremos Iiablando de lo que llamaré el efecto retroactivo de la intcncionalidad dcl futuro sobre la del pasado en el conociiniento his- tórico.

1. EL REFERENTE DE LA MEMORIA Y DE LA HISTORIA

No es indiferente el hccho de limitar la investigación al estatuto del «carácter pasado». &Qué significa que algo ha pasado aiiteriori~teitte, es decir, antes dc que nos acordemos o hablemos de ello? La frase de Aristó- teles que ~ u s l o de repetir, «la memoria es del pasado», no necesita hacer rcfcrencia al futuro paraque lo que enuncia tenga sentido. Es cierto que el prcsente sc encuentra iinplicado en la paradoja dc la prcscncia de lo au- scntc propia taiiio dc la imaginación de lo irreal corno de la memoria de lo anterior. Volveré a abordar posteriorinente la verdadera naturaleza de dicha prcscncia. Pcro el futuro, en cierto modo, se pone entre paréntesis. Cuando tratamos dc acordarnos dc algo, jno nos confiamos al trabajo de la memoria e, iricluso, al culto del recuerdo? Husserl, por ejemplo, desa- rrolla ampliamcntc una teoría de la retención y del recucrdo, y sólo trata brcveinente el problcina de la proiensión, como si sc tratase de una siine- tría obligada. El cultivo de la memoria, como nrs ineilioi-iae, como técnica de la memorización, se lleva a cabo gracias a una abstracción similar del futuro. Pcro ese eclipse del futuro, sobre todo, le corresponde inetodoló- gicamente a la historia. Por ello, lo que diremos al final de nuestro estudio sobre la inclusión del «carácter futuro» en la aprehensión del pasado Iiis- tórico irá totaltncntc a contracorriente de la orieiltación claramente retros- pcctiva del conocimiento histórico. Objetaremos a esa reducción de la historia a la rctrospccción que el historiador, en cuanto actor de la historia y ciudadano (como hcmos señalado al final del tercer estudio), incluye en su moii~ación de artífice de la historia su propia relación con el futuro de la ciudad. Aunquc csto es cierto, no quiere dccir quc el objeto de su estu-

dio, el tema que escoge del pasado cumplido, consista también en esa re- lación. Al respecto, hemos observado que la invcstigación del pasado his- tórico sólo conlleva tres posiciones temporales: la del aconteciiniento que prctcndcmos estudiar, la dc los acontecimientos iiitercalados cnire este y la posición teinporal dcl historiador, y, por último, el momeiito dc la escri- turade la historia. Se trata, por tanto, de tres fechas: dos remiten al pasado y una, al presente. La definición de la historia que propone Marc Bloch, a saber, «la ciencia de los hombres en el tiempo>,, no ha de ocullar ese Iími- tc metodológico del punto de vista retrospectivo de la historia. De hecho, los hombres en el tiempo son los de antaño, los que vivieron antes dc que el historiador escribiese sobre ellos. La siguiente discusión sobre la idea de huella confirmará esa limitación de la historia al pasado de su propia escritura. Por tanto, resulta legítimo plantear provisionalmente el proble- ma del refcrente de la inemoria y de la Iiistoria a condición de que pres- cindamos de la cuestióii ¿icl futuro. El problema consistirá, cntonccs, en saber si podenios encontrar una solución al enigma del 'carácter pasado» en cl marco de dicha abstracción del futuro.

Nc e~nplcado la noción dc xcnigma del pasado». A dccir verdad, se trata de una serie de enigmas. El prilncro que nos viene a la memoria sc encuen- tra vinculado a la línea dc investigación que hemos esbozado anteriorinen- te a propósito del léxico y de la sintaxis de la temporalidad. Hablamos del pasado, al mismo tiempo, coino aquello que ).a no es y como aquello que ha sido. La primera designación adverbial es de carácier negativo: «ya non; la segunda depende de la nomenclatura de los tiempos verbales y es de carácter positivo: alia sido». ¿Es posible escoger entre arnbas e, incluso, jerarquizarlas? Señalaremos en la segunda parte del estudio, cuando abor- demos la dialéctica de las tres instancias de la temporalidad, los motivos que llevaron a Heidegger, en el marco de una ontología del Daseii~ centra- da en la cura, a promover lo sido - e l gebveseii- al rango de lo auténtico y de lo originario, y a situar el pasado, en el sentido dc algo cumplido, en el plano de los modos de ser que se encuentran bajo la influencia del vor- Iiniideii y del zrrhaiide~i, dc lo dado y de lo manejable. Quisiera dcfcnder a partir dc ahora, en el inarco de una fcnoinenología centrada provisional-

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mente en el «carácter pasado» en cuanto tal, que ambas designaciones son igualmente legítimas. El hecho de hablar de algo cumplido no consiste únicamente en ver en el pasado aquello que elude nuestras apreciaciones, aquello sobre lo que ya no podemos actuar. También supone poner de re- lieve que el objeto del recuerdo lleva inscrita indeleblemente la señal de la pérdida. El objeto del pasado cuinplido es.un objeto perdido (de amor o de odio). Al respecto, la idea de pérdida es un criterio decisivo del ncarácter pasado*. Nos hemos encontrado con ella en el segundo estudio al abordar la noción de «profundidad temporal», que consiste en el escalonamiento y la distancia en el tiempo. De ser así, el no poder actuar sobre el pasado sólo es un corolario de la pérdida, del hecho de «tener que ceder» al inte- riorizar ésta. En ese sentido, creo que el acto de llevar lo «real al pasados (por retomar la expresión empleada por Sartre en Lo iiiiagiiiurio), como algo '(sido», ha de pasar la prueba de la pérdida y, por tanto, la de «no ser yas. La distancia tiene sentido y lo sido puede plantearse a condición de que exista cierta separación. El enigma de la pareja uno ser ya»/«liaber sido» nos acompañarit siempre en lo sucesivo.

Dicho cnigina vuclvc a prcscnlarse cuando alrontamos otro muy anti- guo que aparece en el Teereto y en el Sofrstu de Platón, se sigue desarro- llando en el breve tratado de Aristóteles que hemos comentado y reapare- ce en Agustín. Se trata del enigma del eikó,~, de la imagen, si así quiere decirse; pero en un sentido del término eikón que abarca, como hemos visto en el segundo estudio, dos tipos de presencia: la de lo ausente en cuanto irreal y la de lo anterior como pasado. Hemos señalado al final de ese estudio que el «recuerdo puro» entra en escena y se Iiace presente en forma de imagen. De ese modo, el enigma del eikón abarca los dos tipos de presencia de lo ausente, la de lo irreal y la de lo anterior. Aliora bien, ¿qué constituye aquí un enigma?

El enigma posee dos niveles o etapas. En primer lugar, consiste en el heclio de recurrir a la metáfora de la señal o de la marca, de la liuella deja- da por un sello en la cera. A continuación, nos encontramos con el postu- lado de una relación de semejanza entre la evocación presente y la marca impresa. Nos encontramos, por tanto, con el enigma de la señal y con el

de la semejanza. Pero, ¿por qué se trata de un enigma? ¿Y por qué consti- tuye un doble enigma?

Consideremos, en primer lugar, la metifora de la señal o de la inarca. Se encuentra presente en la medida en que alguien o algo la ha dejado. Pero, ¿cómo sabemos que se ha dejado? ¿Qué o quién la dejó? Al prcsu- poner un agente que dejó la señal como signo de su paso, sólo llevamos algo más lejos el enigma de la presencia de lo ausente. Aliora bien. esa re- presentación de la causa es externa a la función sígnica dc la señal. Dicho de otro modo: una forma grabada, para constituir una señal, ha de poseer una dimensión de alteridad respecto a su origen. Detrás de la inarca Iiecha por el sello, se encuentra la acción de grabarlo o de estamparlo. Recorde- mos el modo en que Aristóteles. al acordarse del Teetero y del Sofista, pro- pone rcsolver la dificultad: sitúa la meláfora del sello y de la scñal dejada por éste en el plano gráfico. I~naginémonos, propone Aristótcles, un retra- [o: podemos considerarlo en sí mismo como un conjuiilo de rasgos dibu- jados y pintados o como algo que remite a otra cosa, a un original signifi- cado, reprcsentado o, como se dice tan acertadatnenre, dcscritbi. Ese dcs- plazarnicnto dc la tnctjlora de la impresión de! sello en la cera n la del retrato no constituye una solución, sino que pone de rclieve el propio enigma, a saber, el doble significado del cuadro y de la señal como mera presencia y como remisión a algo ausente, ya se trate del pasado real o de 10 irreal.

A ello se suma un segundo enigma, que pone al descubierto la metáfo-

/ ! ra gráfica de la inscripción. El enigma se refiere a Ir presunta relación de semejanza que existe entre el retrato y el original. Recordemos la confu- sión de Platón en el Sofista al tratar de distinguir entre dos iipos de artes

1 miméticas: una fantasmal y engañosa, y otra eikasriké o presuiltamente

i verídica. Pero, ¿cómo sabemos que una imagen es verídica? El doblc as-

1 pecto del enigma del recuerdo se encuentra resumido por coinpieto en

i . i ' Obsérvese el jucno sernintico que emplea Ricoeiir al definir In concepci6n oristoti<lica

. . del relato como una remisión a algo pievinmentc representado o descrito (dél,ci~ir). pi~rs lié-

3 pcbrd~~ ign i ! i~a tanto «describir» (d<:rriir) como e p i n w r ~ (/>cii,dir) (N. del T.).

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estc punto: para que la marca o la señal sean el signo de otra cosa, han de designar de algún modo la causa que las ha producido. ¿Cómo apreciar la presunta semejanza cntre cl retrato y su modelo sin un terfi~uii co~iipara- tiarii$? Nos asalta al respecto una duda: ¿no nos ha inducido a error desde el principio la inetiíora del t j pos o de la huella en cuanto presencia de lo auscntc? ¿Y no nos Iicinos dcsoricntado una segunda vez al entablar una rclacióii de seinejaiiza cntre la cosa presente y la ausente, una relación que venía impuesta por la metáfora del retrato? Planteada de un modo di- recto, la preguiita es la siguiente: jconsistc el rccuerdo en una imagcn si- milar al acontccimieiito del que guarda una imprcsión o una Iiuella? El problema modcrno de la «representaciónw repite una y otra vez la antigua aporía del icono. ¿,Consiste la acción de representar algo en presentarlo de nuevo, en prescntar lo inisino una vez más, o se trata de algo totalmente distinto a la rcaiiimacióii del primer encuentro? ¿Consiste en una recons- trucción? De ser así, ¿,cuál es la diferencia cntre ésta y una construcción Santástica e, iiicluso, Saiitasiosa, es decir, entre la ficcióri y la propia rc- construcción? ¿Cóino se preserva la posición real del pasado, del pasado real, eri dicha reconstrucción?

No dcja de resultar extraordinario el hecho de que el conociiniento his- tórico vuelva a suscitar la antigua aporía del eikúir. Consideremos la serie que liemos situado en la base de la recogida de datos y, por tanto, en el nivel de lo quc liemos llainado «historia docuincntal~. La serie era la si- guiente: «a~!1~vo-documento-liuc1Ia~~. El archivo remite al documento y éste, a la huella. Dc ese [nodo, todo converge en esta última, liasta el punto de que Marc Bloch ha definido la historia como «conocimiento me- diante huellas*. Los documentos son huellas y los archivos, reservas de hucllas invcntariadas. Ahora bien, ¿no es una hucllael cquivalcnte moder- iio de la scñal dc la que hablaban los griegos? La metárora se ha dcsplaza- do de la marca del scllo en la cera al paso de un animal por el campo. Pero el rondo de la inctáSor;i cs cl mismo: la huella dejada eii estc caso también es una señal que pucde descifrarse. No obstaiite, al igual quc hay que sa- ber, mediante uii conociiniento anterior y externo, que alcuicn ha grabado su scllo en la ccra, tainbién hay que sabcr que un animal pasó por allí e,

in lecrirro del r ie~~~po /xr.codo: r~ieiiiorin ). olvi<lo 15 incluso, hay que saber distinguir la huella de un jabalí de la de un corzo. El enigma de la señal o de la marca se repite en el de la huella. Hay que posecr un saber teórico previo sobre las costumbres de quicn ha dejado una Iiuella y un saber práctico sobre cl arte de dcscifrarla. En ese caso, la huella opera como el efecto-signo del paso que la dejó iinpresa.

El conocimiento histórico, ¿reitera únicaniente el enigma del cikún? No, aporta un clemento completamente nuevo, capaz, si no de resolver el enig- ma, al inenos de hacerlo tolerable. Ese clemcnto nuevo es el testimonio, cuya estructura de transición entre la memoria y la historia hernos podido ver con anterioridad. Ahora bien, el testimonio introduce una dimcnsión lin- güística ausente en 13 metáfora de la señd o de la rnarca, a saber, el discurso del testigo que cuenta lo que ha visto y requiere ser creído. La señal dejada por el aconteciiniento consiste en la visión relevada por lo que se dice y lo que se cree. Al inismo ticmpo, el enigma de la rclación de semcjanw se sus- tituye por otro que quizá resulte mcnos intratable: cl de la rclación fiduciaria que constituye la credibilidad del testimonio. Ya no se trata, por tanto, de la semejanza de un retrato, sino de la credibilidad de un tcstimonio cuya pre- sunta buena fe puede ponerse a prueba al cotejarse con otros. A partir de ahora, no hay por qué decir que la huella repite únicainente el enigma de la señal o de la marca. Al sustituir a estas últimas, el testimonio desplaza el problema de la Iiuella. Hay que pensar ésta a partir de aquél, no a la inversa.

¿Cómo afecta esc desplazamiento a la relación con el pasado? En un sentido negativo, nos conmina a abandonar el probleina de la semejanza. No hay que preguntarse si un relato se parece a un aconteciinieiito, sino si cl conjunto de los testimonios, confrontados entre sí, resulta fiable. Si ése es el caso, podemos señalar que, gracias al testigo, hemos «presenciadon el aconteciinicnto contado.

A1 reaparecer esa última expresión («presenciar»), podemos pregunlar- nos si puede sustituirse por completo el problema del icono por el del tcs- timonio. La resistencia del primero a la reduccióri tio carecc dc motivos. Sin duda alguna, hemos de volver a considerar, en este punto, nuestra dis- cusión antcrior sobre las relaciones entre la memoria y la imaginación. Dcspués de haber separado, tan radicalmente como nos ha sido posiblc, la

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acción de establecer el pasado real de la de suspender toda posición real 1 ¿,No puede dccirsc, dcl mismo modo. que la memoria y la historia tradu-

con el objeto de afrontar lo irreal en cuanto tal, hemos apreciado cl papel ccn lo quc se lia iraiismitido dcl nconiccimiento s In Icngua de acogida del que desempeña nuevamente la imagen en el proceso de realización del E. Suele dccit-se que traducir consiste en traicionar. Y así cs; pero «recuerdo puro». Hemos tenido que reconocer que el recuerdo se preseti- diclia traición siguc depcndicndo, cn primer lugar, de la noci6n de [desti- ra como imagen, a modo de imagen. En este estadio, que Bergson descri- [ inonion. no dc la de rimagenu. be como el del recuerdo-imagen, el problema del icono cobra un giro iin- previsto. Ahora bien, la historia no se encuentra al abrigo de esa especie de desquite de lo imaginario. Como subrayaba el propio Collingwood, gran defensor no obstante de la idea de reanimación dweefectuación (reetioctine~it) del pasado en el presente del relato, 1 imaginación pera en todos los niveles de la argumentación, desde la elaboraci Q e hipóte- sis y la comparación de las distintas series de acontecimientos Iiasta el propio nivel de la explicación y, más concretamente, en la imputación causal singular. La ficción se deja ver de modo aún más evidente en las grandes composiciones literarias en las que el cuadro rivaliza con el rela- to, en un nivel de complejidad y de amplitud en el que la historia merece llamarse «liistoriografía», «escritura de la historia». Gracias a esa «puesta cn escena* mcdianic la que la historia representa aquello sobre lo que da testimonio, vuelve a estar vigente la metáfora del retrato mencionada con anterioridad. Para ello, desde luego, hay que invertir la condición previa que regula las relaciones de prioridad que se entablan entre el testimonio y el retrato, y establecer que éste sólo consiste en un icono de su modelo en la medida en que, en primer lugar, pretende ser fiel al mismo, como su- cede en el caso del testimonio. A nuestro juicio, el retrato sólo es una ima- een en un sentido secundario. debido al movimiento mediante el oue con-

Tras dcsarrollar las complejas relaciones que existen cntrc la inciiinria y la imaginación, voy a rctoinar la propuesta dc Tieiiipo y relrrto Ifl quc con- sistía en interpretar la'rcTación7ñLi.c la nistoria y el pasado a la luz del con- . , i - c m t d e ~ ~ i e n ~ : e s e r i t ~ , dr ~sus7it~icit>fla u ~ i e *ti-alidnd

/ S ~represciiiltción~~, segufiilns liucllas dc la disiinción quc existe cntre los términos alcniancs Vertmtiri~g y V»rsrrlltrri~. Hoy en día. me gtrstaría con- servar cl concepto m e - o -.. . ~- d c ~ ~ d c l e ~ a c i ó n n y a p l i c a r l ~ : ~ -A

fi<corno» d m n i o J h 5 s que i i l ~ f o r a , aunque cstc úlliiiio se p «. » . , m-.-. ~~: tdo en-cl - «clavo csctitlio dc -- ~ i $ e r < í f i , ~ ~ ,%La iiiicZii cIc *rcprcscxtauL7iu, Ii;tcc rcrcrcncia cri este estudio a la ~iiezcla opiica del rccucrdo v de I a . f ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ , c n ~ l a rcc~nsiruc- -- -do. Por ello, no espel-o en la actualidatl que la dial6ctica cntre lo mismo, lo otro y lo nnfilogo, mctlinnte la que trataha de expresar con- ceptualmentc la relación dc «rcprcscntancia», rcsultc tan iluiiiinadora como entonces. No obstante, el recurso a la analogía, nirís al]& de la oposi- ción cntre lo mismo y lo otro, 111c parece quc dcpcntlc demasiado del pro-

2 blema del eikóti y que requicrc ser cribado por la noción de ~~testitilonio~~-.

figura en forma de imagen su propio impulso de ser fiel a su modelo. 1 ' iCórno nlccta rt? i ~ n ncniido get>ei-:il este mtcvo enfoque a 13 rclcctiir:i de I:, sccción dc Paralelamente al hecho de poner a prueba la metáfora del retrato, ha- [ firi,l,,,J ,el<r~,, il1dedicadn a In realidad del p:isado,? Le preccdi;~ un capíti~lu sohre .*I:is \.a-

bría Que someter a un examen similar el modelo de la traducción, Tradu- rinciones imaginativas del ticinpon qiie tenía la intención de introducirla ficción en el procc- . -- cir, comenta Antoine ~ e r m a n ~ , consiste al mismo -~~ir en la so rcfigurativo del iieiiipo llevado n cabo por CI relato. Mc intercsiiba ci: ailtscl in i~>~i ic~i i r> i.1

modo en que la ficción aborda <<la falla nbie~ia por el pensa~ilien~o reflexivo entre el ticnipo lengua de alguien extraño y en ser hospitalario con él en la lengua propia. lenonicnolócico v el cósmico» (186). Hoy cii día, esa dificultad ha perdido parre de si! reie- - , vancia en la presente ohra, en la medida cii que. contrariamente a Ag~istin. Hiisserl e incliiso Iieidegger, inc parcce que el tietiipo lciir>iiieiioliigico posce de forma prin>ordinl tirin scril: di. '' ,-;isg<is. coino C I Ihiclio de poder lcclinrse, qilc ~peri>iitcii que el iicnipn del inoodo se siimc :i

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Volviendo a la carga una vez mis, mc pregunto si la resisiciicia dcl pro- blciiia del icotio a scr asiiiiilado por cl dcl tcslimoiiio se dcbc a un iiiotivo

la escaosiúri del pi-iipio lieiiipo rcnoiiieiiológico. Eii cainbio. sigo asuiiiicrido. por uila parlc. la <il~~>siciirn ci,iic el icliiio I~isiúiico y el de íicciúii. y :isutno el riesgo de iliii-odibcir sil i i~u le~ inihricaciún cii C I proceso rlee va del rccucrdo puro al recuerdo-ioiageli. cspecialmcnle cii el pl:iiii> de 1.1 rlalior:~ciúo de Ii~s gmndcs ~ ~ C S C U S Ihisibl.i~os e11 los que la rcprcsci~caciiin del ~ia- s ~ d o se cot~vicnc en una puesta en escena. El csliiiulo dedicado a *la realidad del tienipo Iiisiiiricni> Iba de scr ohjcio de una rcvisibn en profundidad iiiuy iinf>urt:ilite. debido i IU rcla- cióii eii1:iblnd;i cniil: el ~>rol>lcii,:i dc 1 1 lhuzlln y CI del icsiin>unio. El prohlciiia dc In <.repie- sciii:incinx, corno decía cniorices, lile parece lioy en día quc siguc csiando bicti pli~ileado. Los clis~yos senibrilicos ci i loino ni tfriiiino alcmjii Ifci-lrrlietg. en contraste con la noción dc I'i~~sleliir,~~, aiiil i i ic parecen pcliinenler. El relalo Iiislónco cuiiiple la fuiicióo de susiiloir u de recliiplazar ni pasado Iiisiúrico: '<Esa 1Uiiciúii -scialaha en nqucl iiiornCnio- cirncre- riza 1:) rclcrencia itulii-r.<-i<i 1iropi:i dc un conuciii~ienio niedianic hucllas. y dilerencin de ciinli~uiei olro el ~niodo rerii.ciici;il de In liisloria rcs/>eclo al pasadun (204). Aíiidia lo si- gioicciic: wl'or .iiipiicsio. ci. iiiod<i rcicicsci;il tio ~iucdc scfiararsc del ~pmllio lrnl~~io coiiligu- r:iiivii: cii efeclrr, siilii iiicdioiile In i-eciilicaciúii inccsntilc dc niicslias coniiguiaciutics ciar 1,aceiiios ~1113 idea dc los rCCurSOS iii~goliblcs del /pas~do~ (ibi<I.). En iss Cliaca. p!1153b3 que I:i tnocibn dc ~bucllan coiistiiui:~ el liiial de I:i sciic de rcniisioncs que coiiducíaii de las arclii- vos :i los docu~iicnios y dc &sios n la propia Iiuelln (205). A falla dc una conelación ciilre esta úleirii3 y cl ic~lin~oni~. s~guia stijc10 sin saberlo 31 ci~igtna del cik<Ni, que lodavín no Ii~bi:, ideniilicndo. De alii que 13 didfctic3 inspirada e11 los grandes pf i~cr~s p131ónic0s (lo h,lisnio. lo Otro y lo Anblogo). aiinquc n ~ c pcl.n>ilia ~ I L C I C C I I ~ C ~ la ~p~siciúii eiitre 13 reeiec- iiiaciúii de Culliligwood o la rcsiineccibii del ~pasid<i de hlicliclcl. por iinn lxtite, y, por IIII.:'. el elogio de la diicrcncia dc Pnul Vcyiic o dc hlichcl de Ccrlcau. en provcclio dc la. idca dc analc>gia. 110 nbundonnh~. por m6s que la irilctaxe, su farciiiaciún tio reclosiocidx por la ariii- giln problcmbricii del rik<i,t. El precio que Iinhín quc pagar por tado ello consistia en un es- iuncniiiicrilu en la iiopologí;i dc I H a ~ V h i t e . qtic hoy eii día ine parecc inadecuada Iiam resolrc.r lo ;lpocÍa de 1:s ~rcgrere~~Scia,>, auiiquc se planiec carcectoiiii<ite. Volviclldo a lo

1 , ~ t k w ~ ~ ~ J ~ l t , , :c~!icnurt~,ci~~c soi>rc l:i r c c u p c ~ ; ~ ~ ~ , ! ~ ~ p,u:t.~l Jc 1.1 i n ~ r i í ~ ~ ~ Al ~CUX~I , n>c . . - . 2 ,>l . . l i . t , l>>,<l , , l., \,~,~.,,..;.G,. l"tLd:,$,,,.f,,:ll ,i?!? c.\t\rc cni,c <i r:l,.,l" b l., c,,,,,:,. En ex12 .. puiito. se eiicuciiin eii juego todo el dcsiilio di: la idcil de ii~Nj~e.ri.r. Un relnlo iio cs una co-

p i s ct:t;Pdi=n7iui,, cs una ~ntcrprclación O , ~ I I C ~ > ~ % ~ búsqueda dc _ieduJ. ~niedincite la inicrprctncióti. Qiiizá liabría que decir lo tiiismo de la iologmfía. Si pciisamos c-l>oisiicnu, iios dareirios cuenta dr: rluc una fotografía. al igud qiic d reliaiii. cs iiiii cooligiir~ción que prclendc llcvai- 3 ciba una reconliguricióii. Tanibién lraia de lograr uua fidelidad que se cncueiilm mds alld de la rcduplicaciún di I:, copia. El reir ni<^ y la foiog~~lia, cuando alcanzari su mayor pcricccióii, ilcpcndcn dc la fzc de la elaboraci<,ii iliiagiii:ili~ dcl recucldo y, iiicdiaiire ese proceso, reiiiitcn al problema de la ridelidad.

mis profundo aún que el í'eiiótncno de la elaboración dc la iiiiagen o de la representación del rccucrdo. Quizá exista algo inis irrcductiblc aún cli cl problcma dc la Iiuclla, algo que sc deja ciitrcvcr cn cl núclco dcl tcstiinonio o, iiiás bicn, cii su litfar de origcn. Sc trata dc la reiiiisiC>ii del icotio y dc la

Iiuclla al acontecitiiicnto antcrior a la iiiiprcsi0n, a la incisirín o a la ins- cripción. Diclio aconlcciiiiicnto se corrcspondc coti cl propio paso dcj~ido

por una Iiuclla. Aliora bicn, el tcstiinonio cntrafia un c~iigiiia siniilar. Antes

de dccir algo, cl tcstigo ha visto, oído o scritido (o Iia crcído vcr, oír o scii-

iii; la dilcrcncia ticnc poca iinportancia). En resuiiicn, s e cncucntra itiiprc-

sionado, quizá lasti~iiado, afligido o Iicrido, y, en cualquier caso, crfectndo

por cl acotitecii~~icnio. Al dccir algo, cxprcsa esc estor nfect<r</o ~>or:.. En esc sciitido, podcmos liablar de la itnprcsióii del acontccii~iicnto antcrior al

propio testimonio, de la iinprcsión que Cste comuriica. Dicho tcstiinonio

poscc u11 catáctcr pasivo, rclacionado con cl pcítltos asociado a la dclitii-

ciGti inicial dc la iiiciiioria 1Icvad;l ii cabo por Aris161~Ics. i\il~t.:l bicti, tios

cncorilramos con csc rasgo <<pasivo» en cl nivcl dc 1;i coiicicncia Iiistórica,

que adopta la iorina crudita que Ic asignaba Gadaincr cuarido I ~ a b l a b ~ dc La «conciencia dcl efccto dc la historian (Wirkrriigsgesciiicii/icIies Belvi~ssr-

SE~II). Dicha cxprcsión pucde iraducirsc del siguiente tnodo: «cl csiar afcc-

tado por la historian. A través dé1 rclato, el oyentc, convcrtido en un tcstigo dc scguiido ordcn, se cncuciiira a su vez bajo cl cl'ccto del acoiitecitiiicnto

cuya energía, violencia y, en ocasiones, júbilo coinuiiica cl testimonio. El problcina de la Iiuella, debido a ese rasgo pasivo, sc suiiia, en cierto modo,

al dcl testimonio sin disolverse coinpletainentc en El. Quisicra concluir estas observaciones, cn buena medida prcliiniriarcs,

subrayando el carácter irresolublc del estatuto dc la verdad y dc la lidcli-

dad dc la mcinoi-ia y, consiguientcincnte, de la historia. El cnigina del icono no sólo iio ha sido rcsuclto por coinplcto por cl pi-oblema sccunda- rio o subordinado dcl testimonio, sino que. incluso prcsupoiiiendo que dicho testimonio sea capaz de asimilar el enigma dcl icoiio y dc la huella,

diclio enigma seguiría conservando su problcmaticidad propia, a saber, la

de su fiabilidad o credibilidad. Lo coiitrario de la fiabilidad, l lc~nos dicho con anterioridad, no es la duda en el sentido esti-ictaincntc epistémico dcl

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término, sino la sospecha. El problema de la verdad, en efecto, se ha con- vcitido cn el de la veracidad. Aliora bien, siempre podeinos oponer, en úl- tima iii\tancia, un testimonio a otro. Esa separación ins;ilvablc entre la ve- racidad-fiabilidad y la verdad-prueba convierte la fidelidad en una figura cspccial de la verdad. El Iieclio de <<creer en» sieinpre se encuentra unido al de ucicer que». Al mismo tiempo, la oposición entre lo verdadero y lo falso se desdobla en la oposición entre la confianza y la sospecha. Aliora bien, la labor correctora de la Iiistoria no elimina la sospecha de que haya podido engañarnos algún testimonio falso. La verdad histórica sielnpre se encuentra cn suspenso. Es plausible, probable y discutible. En resumen, sieinpre puede reescribirse.

El destino de esa verdad que siempre se encuentra en suspenso, de csa vcracidad siempre inconclusa, va a depender, en última instancia, de la in- troducción del problcma del «car6ctcr pasado» dcl pasado cn el ciclo de la icinpornlidiid.

2. EL PASADO Y LA DIALÉCTICA TEMPORAL

La discusión precedente implica que el tratamiento por separado del pasado dcscrnboca en una situación irrcsoluble: por un lado, persiste el dcseo de Iidclidad de la memoria, y, por otro, se iinpone la falta de liabili- dad de Csta. Desgraciadamente, sólo gozamos de la memoria a la hora de sabcr si algo sucedió realmente con anterioridad. «La memoria es del pa- sado», hemos repetido una y otra vez de la mano de Aristóteles. Surge en- tonces la idca, a modo de remedio contra la sospecha, de que la propia pretensión de captar el «earrícter pasado» del pasado en cuanto tal, pres- cindiendo de su vinculación dialéctica con las otras iiistancias del tiempo, nos lleva a este callejón sin salida. Hemos de proponernos, por tanto, la larca de introducir la memoria en el movimiento de intercambio que exis- te enti-e tas expectativas que crea el futuro y la presencia del presente, y prcgunrarnos cómo eiiil~lcniiios la inemoria cara al día dc iloy o al día de

inoñana. Aliora bicn, ese cainbio súbito supone la recupcracióti dc la con- cepción agusiiniana del tictnpo dcl capítulo undécimo dc Ins Cr~ifr. '~!oiies, '

y nos invita a relacioiiar csta última con la concepción Iicidcggcriana del licinpo. En efccto, Agustín y Hcidegger son, al tnciios qlic yo sepa, los únicos pciisadores que Iian considci-ado a la dialéctica del pasado, del pre- sente y del Iuturo el tema cciltlnl de su concepción del tiempo4.

No vamos a llevar a cabo una reescritura de las dos scccioncs de Tierii- po y irlrito dedicadas al libro undécimo dc las Corifcsioiies y al capítulo dc Sery t ie~npo sohi-e la temporalidad. Propoiidremos, más bicii, una lihrc mediación cntre niiibos icxtos, ahordando indistititnincntc las propuestas de Agustín y de Heidcggcr, y inczclaiido el prCstaino dc ideas con la críti- ca, tratando de haccr justicia a los textos citados y de ser responsahlcs res- pccto al carácter irrcsolublc del tratainiento por scpnrado dcl «cardctcr 132- sado» del pasodo cn cuniito t:il.

Mis obsct-vacioiics girati cii torno 11 dos temas: el dc la itnposihlc cot;ili- zación dc las tres diniensioncs teinporalcs y, por tanto, dc su dios/>o~.rí ori- ginaria, y, coino corolario tlcl aiitcrior, cl de In igi~ril 1>riinordinlitl3d tlc c;id:i un:i dc csns instnnWas. El prh~írtno dc itlc;ls y 1;i crítica sc succdc~iti a propósito de atiibos reinas.

Respecto al prinicro, tanto Agustín coino Hcidegger Iiati sciialado con insistcncia lo que llamaba en Tioiipo y relnro 1, a propósito de Aglistin, la .. disonancia entre las tres instancias de la tciiipoi-alidad: cl tema de lar lis re^^- t@~uki--traducción de la dirisrrrsi.~ dc los neoplat6nicos-. cluc üparccc eti las Corlfesioi~es cn CI rotio doloroso del Iainciito. El alma giriic cn el

,

He conicniido en dos ocasiones mis reservas respecto n esas dos grandes doctrin>s. L:i primera vez. liara poner cn duda In prioridad qiii: tcnia, para arnlios pci~sndorcs. la nicnioii:, pmpil irente n la colecliv~. La scgundn vez. pan lamentar I:, sepnnción quc, por moiivos di- ferentes, llevan n c.lb0 cntrc el tienipo fenomenológico y cl tiempo c6amico. Ambas posicia- nes. en ú l i i m n insiuncin, rezult:in indisocioblcs. Pero nunca he puesto en duda In legitimidad dc principio <!c una cnipresn ccnirnda en la dialéctica r lc Ins tses diiiicnsirincs tcn~pornlcr. Mis bien. iiendoa pensar incliisoqiie el nlcarice de sir dcscuhiiinienio ha sido limitado tanto por la redi,cción n la esfera de lo propio conin por la scpnración entre cl enfoqur fcnonieno- lógico y cl cosnológico.

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inacía concedida al carácter futuros, bajo la influencia del ser hacia (o para) la muerte, presupone la unidad fundamental de las tres instancias del tiempo. Al igual que en Agustín la primacía del presente regía la uni- dad de las tres instancias, la anticipación del futuro y, más concretamen- te, cl eprecursar hacia» la muerte regulan de antemano el problema de la integridad del «ser ahí.. El [~precursar hacian la mucrie, Ia «resolución precursora. enfrentada a su carrícter ineluctable, constituye el sentido originario «del 'poder ser total' auténtico del Dascirc». Correlativamente, la finitud implacable del tiempo del Dasciri da su sentido último a la no- ción inaugural de «poder ser total»: uLn teii?porlilidad se ex/>erimeiita de iiiorlo fciro~iréir icr~~~~e~~fe origirirrrio eii el 'ser totrrl'nrttir~rico (le1 Dascin, e11 el ferióiiierio <le la i-esolirci<jii prccrirsora» (304). Pucdc objctarsc que la primacía concedida al futuro, en el propio Heideggcr, sc debe desde el coinicnzo a la estructura de la cura, cl eje rcctor de la Ienomenología del D<iseirr. La primera implicación temporal dc la noción dc «cura», en electo, es la del «ser ante s í mismo» (das Sich vonveg). Pero, a mi juicio, csa noción iio conllcv:~ ninguna clausura, sino que siempre deja, por el contrario, algo aplazado o cn suspenso, y sigue estando continuamcntc incompleta en virtud del carácter de «poder ser» (Seiirsl<orrrieil) del ser ahí (T~CIII~>O J relriro 111, 96). Podemos preguntarnos si no hay que liberar al Scirisk¿iriiirri, al «ser ante sín, del yugo del «ser para la muerte* y, al mismo tieinpo, de la totalización del tiempo que conlleva esa categoría. Ciertamente, ningún planteamiento sobre el tiempo puede evitar el pro- blema de su integridad estructural. Pero, como hemos sugerido anterior- mente, dicho problcma siempre puede traer a colación otro que sea fruto de la intcrsccción de las problcmhtieas discordantes del futuro, del pasa- do y del presente. Por tanto, habría que analizar, en primer lugar, los re- cursos de la experiencia del «poder ser» más allá de su asimilación por parte del «ser para la muerte».

Mediante las siguientes observaciones, me gustaría hacer una aporta- ción n la fc~ioincnología rihierta del ~carhctcr futuro» Srente a la fcnoinc- nología ccn-rrf1~1 del «ser para la muerte,,.

La idea agiisiini;ina dc Nespcran, de la qtie sc Iiacc eco la iiocicin de «Iiorizontc dc cspcr-;i (o tlc expectativa)» de Koscllcck, prcscr\,aha inejor esa apertul-a. Prccisaincntc, cse hiicersc cco de le noción de «cspci-a,,? cntre el tiempo dc lo propio del que habla Agustí~i y el lie~iipo Iiistót-ico de Kosellcck, me Iia succrido la idea de aplicar al Sut~iro la polisernin que había pi-opuesto destinar, desde cl prirncr estudio, al aniilisis dc la mctno- ria y que podría introducirse, por otra parte, cii la experiencia coiiipletn de la temporalidad. Recuerdo que esa poliseinia se hasaha en la distiiición entre lo propio, lo próximo y lo Icjnrio. Propongo empcircjar, por inlito, la tríada epiisado-prescnte-f~it~~ron a la formada por lo propio, lo prcixiriio y lo lejano.

Todos los aspectos del dcsco que introducen e1 Siitiiro en el niiior y en el odio, c ~ i la alc21-ía y en la tristeza, dependen de las expectativas creadas por. lo propio. Dcsc;irlcs scrialnhn en Lris l>rrsioi~es del rilrirri, cri cl 1i;irá;r;iI'o 57, que el dcscu es cl pri~icipio de las pasioiics qirc «nos Ilcv;iii ;i cotisidcrar el liituro 1116s que el pl-esente o el pasado,,. Del dcsco tlcpcri<lcil ( 5 s ) Iii cslic- saliza, el tciiioi., los cclos, la scgtiridatl y 1i1 dcscspcracití~i, cri luncióii dc las distiiitas dificuliadcs ;i I;is qiic Iia de ciilr-ciitarsc diclio tlcsco. l ia <le siih~~i- yarse que la muerte sólo figura en un plano subordinado en cl parágralo S9 titulado «i.Cuál es ci dcsco que nace del horror'?»: oEl horror -1ccmos en ese texto- lo inslituyc la ~iaturalezaparn I-epresentni-cn el alma una r1itiertc súbita e inesperada>,. Se aborda, por tanto, «el peligro de muerte-, no cl eprccursar hacia>, In muerte. Las pasiones apropiadas son, en csc caso, .<la liuida y la aversións (;bid.). ¿Huye Descartes ante el destino de la iiiortali- dad'? M6s bicn, tiendo a pensar que no tenía en tilente incluir la iniierie cntre las pasiorics.Y con razfiri. La ~iiorialidad 110 cs titi con~ciiido pasioii;il, sino tina situación lírnitc que dcpcndc dc la esti-iictiira l i i i i t ~ de I;i csistc~ici;~. Pcro, ¿,pucdc consideral-se una nctirrrd ante el r~~tt~ro '? A rni juicio, Desc:ir~cs ricnc toda la razón cuando considera únicaniente el pelizro de muerte, y no proponc translorrnar «el temor ante cl peligro» en anticipacidn o en rcsolo- ció~i. El aconteciiiiicnto dc la muerte sólo puede temerse y, posihlerncnte, accptarsc y ;isii~iiirsc coiiio una inicrrupcióii aleaioi-in y, en estc setitido. itii- posililc de coordinar con el deseo y con el iiiicdo. Snrlre y,' creo tli~c lirictlo

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occiilo, ¿c\,iiias7 coii icidci i a in Iidi-a de sci,;iiai qu k~ iii)lu~ric 110 cs ur, i'uiicionai-ios dc la salud pública. E n c l tíi i ihiio social. c l nacirniciiio y la a c ~ ~ i t ~ c ~ ~ i i ~ i c i i i o ¿IUL ~p~ icda cspcr:ii-~: o r i i j t ic i j~: ix;~ iiiuci-te sólo son unas iriscrincioiics cn c l rceislro c iv i l auc ticncii ii<>r ohic-

1:s~ c i c l>tiiito. ij~isici-;i iiiii..~du;is 12 c l i s i i i i ~~ i i n cnirc lo pi.opii~, lo prtlxi- 1111, ) lii lijiiii<~. L:I i i i ~ i c i i . ~ ~ jiose~<!!c.ed;: cii..ii ti;. i r i ; i i u i ~ Jij¿i~m. iml ! iia..ii Y r io 1.i-ipir. ni i l ri;ii i i i iciitc es ui i i.c.icrdr, iii la i~iur;ic es oL? jc i~ Jc i.spcc,:i:ivci alguiia. Cuciito crit. ¡:I :I~LIC;IC ii:, 1; cytcr.:~. !>csco seguir CSI:III~\) -V¡X!<I 11~1,\r~i !? IX.IC~~C. i io COII ~iiir,~!, . i c Ik. T., ti.i:i:. ella. Alioi-a LII~II. {,p;ii-:> c l i i i C f i ;.,mstiiuj~c LL ac~ir i lcc i i i ;~;~:~~ c . ;;:i:i:-~ii~;iIt~ y i i~uci- ic? Ev i - ~ j ~ i ~ t ~ ~ l i c f i i C p:,i-:, 1,): L13C Se C l l L Jcfi:r;i:i j, : i i ; . i l i lc~S. [Jai-L llll!. ~ ~ ~ c g i l d 0 ~ . EI!,:i :.,ti. li: úi;i:i,s ,que se dlc;i..i:;iit ;u:..iicli: \:iii:: al i i iui iJo ci. I l j r i i i2 dc i-c,iiii ii:iiiJ,; t~;tiii:iii i \ i ~ c i d i :,fila ti? i-cp:i;i ;i !iii:il de la c:;i<jii t i i u l i i d ~ <:/.ciiijn,. di: La i..i;<<liri<jii i i r r i i i i i i t , ~ 1:. si:~.ic;iIc li:isc: <<Rus I I ~ iiaciclíi u!; r,lfi<,n (l1oi 011.3 p:,itc piensa que .?C. :r:iia dc üii ~ : I S ~ J C d i / Esilii:~lii>. cuan- di., i.11 scciliil:itl si. trata de uii;~ ci in i lcl 1iiiii¿ia Is;iias)'. Ese «II(IS>. corres- ~ l ~ l l i ~ l ~ ~ a 1\15 cjuc S< :,lc~r:,ll. :1 los 1I.lC S< ~ i l c t i c i l i i -~ i , ~lr<i;;illl<~s. ;! 111is :illcg;i- d b ~ i Y :iii iiiucsic sciá iiii aci~iilc,ii i i iciii i~ 1i;ini cll;is, i io pasa iiií L o único ,)i'i p t ~ d i i aiiiiriiiai- y. ci i csc scntido. csperiir 2s su duclo. Pci-<J no iiie co- i rczpí~i i i lc 3 iiií poiicri i ie ci i Iug:" Jc csc duclo por aiil izipado, aunque ,!.Ic~(J a~~ic:ga;-.iic -:i~r, pudor- a iii~:i;i~iAr~icIc En cu:i~iio al fu~uso de li ! ~ i : r i i i i . l;i iiiiici-ic nr, sc ci$cucii l ia iiiscriia ¿ii él c i i i i i l i acoiilccimiciito. IJ i iJcsgci iiciii. is:iz6ii LII csic p u i i i ~ j : .sScjj i i iucir . 1.3 verdad cs quc csc ~sc,, nci cs iiaJic L a cciíc;oi-ía aprripir?dii cii el icn.cno público es Iü ii<rcióii i l i ,~~ i~~ i i l : i c i í , i in . coiiiúri ciiisc los c ~ i i d c ~ i i i i j i ~ ~ g o s y, c i i gci~cral , ciitrc los

-- ' ii i si. úlciiiii ~ l a s - ci i 1piililico. LCi io: is iiiiiii~:iiii: a j ~ i l i / ~ < j s i i i > dc 1 1 i i i i i i~ ic : «Siii diida al-

giiti:i ii:id:i sv~i i1r : i iii:ii ciiil l ico qilc CI citid:iili> ci>i$ CI c/i#c ~iii S C ~ :ili?i>iii, iiiiii ~ ~ i i i ~ i i ~ i a i j i i k 1li<,

1xxii:i :ili;ii di 1:. dc~ti<icci<ii,. coiiio siiccdc ci, iiii CUL.(II<I di: 'liilsl<)i CII:~~I~Y alguicii i j i ic liabi:~ .,iic:iii;i<li. b<>132 18:ua vci i i i ici t~co iiilus i i i<(cic i i n i a i d ~ i i i i i i l i a ci, 1:) ~ I I C liaci: CI ciic;iigu*.

"di iir tliir T;iiii, ;~liJ ltolx Sui i l ic ivu;ld iliai i,iiiiiJ jitili:ifis iii iiissi gluiious a84 iousi siic- :ii,:t cs lxcss$a~ iii i l i c Icn \vaidr u.ii1, a.liii.ii ilbc G<isjiclh :iiiizoiii~ccd llicir 'glad i idinfs' : a

cli;l,i 1i:is hccii Ixirii i i i b i i , iisn, The t i t i i r i i i<i i t Ci,idiiiiiii. Cliicaso, T1,e Univcisiiy o¡ C1iic:ipo l'i.'s\. I05S. 1,. 247. T1:iJ r:isi.: eEsi:, lc y rlii.r:iiir:i cii cl iiiiirido eiicoiiii i i izl uo su t,i<s gln- i i c > i : i ! rucii,:;, cipic\ i i i i , ci, I;ii lioc:is 1p:iI:~bi;is rjue cii lL>s cvait~clios iiiuaci:iii l a Sra,, i l c g r i ~ : 'iGs>, li;i ii:iri,l~ iiii itiñ;, '~,, 1.0 ~riii</iciiii, irtiiii<!iiii. U:iici.iuiiii, Sc i r l l a r id , 1973, 1). 342

l o la clnhoi-:iciíiri dc cstadísiicus dc ~ial;ilid:i<l, de i i~i~ici: i l id: i i l 11 dc i~ i~~i~: i l i - d:id. E i i cste tii\,cl! los Iioiiilircs rio soii iiisustiiuililcs: los iiiicvos \rivi is ti(,

! dejan de susiiiuii- 3 10s niuci-los cn la coi~t i i iua ICIIL'Y~C~~)II dc 1:is ~CIII:S:IC~~?- 1 1 ncs quc pcriii itc a la ciudad dui.ar 1115s que los iiiortalcs que se rcciiipl;iz:iii I i ciitrc sí. En csc iíinbito, poi- tanto, no cxistc iiii i i i ~ i c i i c ~ si110 In dcs:rpaiici;iii ':de un é,>.siloii dc la población rcgisirada. L o cual i io quici-c clccii- qilc el SIJ-

iu ro dc los que sc ciicueiiirnn alcjndns dc iiií i i í~ posea iiit)dos pnrticulnrcs dc cxpccilicióii, sino que diclios iiiodos no piicdcn ~Jcriv;irsc ,Jc I1.s di: I r )

, . propio, n i raiiipoco de los de los allegados. Las ~?i.cvisi<~iic:: 8:c:~iii~irirr::i.s. ln plariificación social, Ins intrigas dc l poder político y la duraci~j i l tlc !;is ;lis iitucioncs que dcseuba Maquiavelo, los proyccios culiiii-des y. -11 iiliiiii:i iiisiancia y q u i z i sobre todo, utopías coino lri del progreso, qu<: : i l ' r~i i i : i l!ii

Siiiui-o qui: y:i II~J l o cs (cI «li i turo j~as:ido» de I< i~scI I~ck) , IJII'~CCI:III

sobre e l lioi-izoiiic dc espera dc l o colectivo. Pcro esas cx1ieciiiiiv:is i io 1;~:-

i ici i iiada que ver coii la r-csistcncia dc l o propio 1i:isia I:i ~riucri.c. r i i ,:o11 1:i

;ilcgría y c l duclo dc los allegados, !csiigos y s:ilv;iguardas (Jel ii;ii.iiiiicirii: y dc la iiiuetic. El c r s ~ r , cri esle p u i i l ~ , consistir-ín c i i roi islruir c l ~ i i i u r o ,lc la coiirunidad a plirtir dcl inodclo del dcsiiiio ti-típico dc cada i i ioi ial. E.<? cii-oi- pucdc ocnsi i~ i iar dcsgi-aciai la i i ic~i i~ u11 l i i l lo pciliiice. A l i-csiiccio. csisic uria discoiiriiiuidad enlrc c l L><isei,r v el k l i i .~e i r r~ .

Y h decir i.fr&~d. COI Hcidcgg~r rii cii l i i i ssc i l si. pl:iiiicil 'Ic roi~&i:i i i i l ( l r ~ i r t t : ~ .:/ pr<,hlc- fii;i dc lo cumiiiiii:iiio iii dc Izs C O I I ~ I I ~ ~ ~ ~ : ~ ~ C S . El icin:i dcl .<Uiio» d~sct~ihiic:~ d~c~i:i>i:idv iil~i- dabnenle cta cl dcl .S<~lI,,rl (S 2.51. y lo l u c e <n>t~lw, :>t?¡cs rlc i~t>o~d:~v *:l [>#~cI>lt:~n:l ,lc 1;) 8<!!~?l,r,.

$;tlid;!d, S4lu $xisie tm:t aIibsi66~ :I 1:) ictnpo~:iliclad o~i;i>~;tzi:e dcl ,,sed 5; ~wis#,>on: 4 .,a .*:vd8&~ ci4i i respeciij 3 iir~o ~i>islnu riIú;l por plililcla vez al /><n<,;,i ~:II l :~ poiihc1id:id dc di.i:ir 'w :! los uiios cii SU 'piidci ser' "15s I>IU~¡~I y dc abrir coi!jujitaii,ciilc dic!io 'piidc! ser. ~iicdi:ii,ic I;i solicitud que prricura y libera. ?.I »oreni r<:iuciiu pucde *:r>iiucrtir\c *:ti iü conciclici;~ iic

los uiros. I j c l 'wr s i rriisnio' i l ~ i i i i i i c ~ de lii i,:s~liiciút~ bur;~. 1x11 [ ir in~cll YCL. cI 5i.r iio<,

con oim' aiiii.i>iic<i. y ti,: de 1i.s xi>hitzuos y celi>sos cqv$i.tocr!s .i ilc 12s rr:iici.iii~cii~iics s.:!

lbosas cn i.1 Uiii! y CI, 10 q~ ic IC <~ulecc CI,>PICII~CI» l:!~lX). S<I<> CI) e l ~>:~C~PI:II)I dcdic:~~ic~ 13

Cr!~r:hic/iriidiirii se el:ibora la trindz lorii>lda ~ i r i r c l desiiiii. '.S~'</tiik.~~,iol). .cl ~ i n o (Ccrt-'iirk!

' .c ¿r -2 '-1 :

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I'crmítasctnc detciicrinc u n inomento en el papel que descinpeña el presctitc cii esta coiistrucción, antes de dar cueiita de la cuestióti de coti- lianza que atraviesa todo cl estudio, a saber, la suerte que corre el «carác- tci- pasadon del pasado cuando se introduce en el movimiento dc las trcs instaticias de la teinporalidad. Hemos tnencionado con anterioridad la acusacióti dc 13 cinetarísica de la presencian, considerada responsable de la sobrccstimación del presente que pucdc apreciarse en Agusiín, Lockc y . -

Husserl, y que suele atribuirse, en general, a la tradición dc la interioridad (cf. Estudio 1). En este punto, mi duda es la siguiente: ¿coinciden por completo el significado fcnomcnológico del prcscntc y la reivindicación inctafísica vinciilada a la idca de presencia, considerada inmediata y transparcntc en sí misma? He puesto de relieve con anterioridad inis re- servas a propósito del empleo de la embarazosa nocióii dc t$pos, de eikó~l o dc ve.~ti.qitirli en beneficio dc la primacía del prescnte. Lo repito de nuc- vo: la inscripcii>n, 1;i hucllri, el docunicnto o la ruina sc cncucntran prcscii- tcs; pero no se ahordan en ese sentido. A través de cllos o apoyjndose cti su suhstrato, sc intenta captar algo ausentc irreal o anterior. E1 presente ahord:t<lo tio sc i-cducc a iiinguna intuición scnsiblc, ni a la intclcctual, ni tainpoco a la atlmiracióii cartcsiana, que se liace eco dcl asombro socráti- co. El prescntc cunsistc también en el ahora de la iniciativa, en el Iiecho de comenzar a ejercitar la capacidad de actuar y de cambiar las cosas, y, por tanto, en el irlirirr~ri de la iinputabilidad. En última instancia, consiste

I i Iiistol-in (Ge,schk.blc~) n pnnir del desarrollo de I:i idea de dcuda, niSs que de In dc nnricipn- ción. En ese conrrno, se n,enciono la posibilidad de u n Mirgesclielreri. de i ~ n i i<coliisrorici- dad». Se siigicre. entonces. In existencia de tina especie de homotogíz entrc el dcsriiio comti- nikirio y el individiiol, «aún a riesgo dr señalar -comeiilaba cn íie>!y>o ). relillo i l l (p. 112)- el cspacio vacío de las categorías apropiadas de forma m h cspecíficn al ser en co- nifin: la liiclin. la obediencia y lo lealtad.. Recl>lznbn en aqitcl mamenio «la tnnsfci rncin sin [prcca~ciones del 'ser para lo mtiene', uno de los reinas fi~n<lnment~lcs. a la esfera cornilriirn- ria, pese a la reiterada afirmición de que dicho 'ser para 12 muene' cs intransferible» (il>i<l., nota 1). Y añadía lo siguicnie: <<Esa lnnsfcrencin es responsable del esbozo dc tlnn filosofía polirica Ihcroica y trAgicn. puesta a disposición de los peores usas* (ibi<l.). Las controvcrsins publicailns dcspuris de Tieiizl>o irl<iro 111 sobre el compromiso político de Hcidcgcer confir- man mis nnligtias sospeclias.

en la vivcticia intensa dcl gozo y del sufrimiento. Apiiquctnos al presente una polisctnia proporcional n la del futuro o a la del pasado. Dcsplcguc- mos cl presente de lo propio, de lo próximo y de lo lejano. Dc ese inodo, honraremos la acquipriinordialidadn de los trcs Extasis dcl tictnpo, que Hcidcggcr reco~nietida, pero no acaba de respetar en realidad.

3. EL ((CARÁCTER PASADO» EN EL MOVIMIENTO DE LA TEMPORALIDAD

¿Qué sucede con la situación irresolublc en la q i ~ c lia dcsernbocndo el intcnio de dar u11 sentido al <carácter pasadon del pasado iiidcpcildientc- tnctitc dc su rclacióti con cl prcsentc y con el iiititro?

Ha dc volver a cucstionarsc la litnitación qtic cl conocirnicnto Iiist6rico debe hacer de su orientación retrospectiva. Repito lo que Iie dicho ante- riormente: el Iiistoriador, en cuanto individuo apasionado y ciittladano responsable, aborda su tema con unas expectativas dclci-iiiit~adas, con sus ~CSCOS, SUS tcinorcs, SUS pcnsnmicntos utópicos c incluso su csccpticisino. Esa relación con el presente y coi1 el futuro influye incvitablcinentc cn la elección dc su objeto de estudio, cti los prohlcinns que se plantca, en sus Iiipótcsis y en el peso de los argumentos que recorren sus explicaciones y sus interpretaciones, pero su posición respecto al prcsente y al Sururo no forinan parte temdticamente de su objeto de estudio. Los ai-chivos, los tlo- cuinentos y las Iiuellas forman parte <<del» pasado. En ese sentido, la me- moria, ya sea privada o pública, se encuentra vi~icitlada orgánicniiicntc al prcscntc y al futuro, como telón de fondo de la Iiistoria documental. Estoy Iiablando, eíectivamcnte, de la inctnoria privada y dc la púhlica. Al res- pecto, san Agustín y Kosclleck cmplcan cfcctivaiiicntc el tnisino Ic~igu;ijc: el primero Iiabla de un presente triple, contiguo al prcsentc del pasado y al dcl futuro; el segtindo insiste en la polaridad cxistctitc entre cl Iio~.izoiitc dc espera y el cspacio dc experiencia, inostrando, por otra parte, 13s varia- cicincs a 13s qitc sc vc sotnctida dicha polnl.idad cuatitlo sc cscril~c la Iiistn-

i al,

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ria. Dc csc niodo, pucdc hablar del «futuro pasado», del pasado tal coino Tuc y coino ya no es. El problema últiino consistc cn sabcr si, a pcsar de la postura rctn)spcctiva dcl conociiniciit« liistórico, no pucdc cntrcvcrse cii el pi-opio núclco del coiiociiniciito de los Iiombrcs dc arilaiío algún cl'ccto sccuiidario dc la intencioiialidad dcl iuiuro.

Quisiera demostrar que csc efccto retroactivo de la inteiicionalidad dcl futiiro sobrc la del pasado cs la coiitrapariida dc la iiillucncia inversa de la rcprcsciitación del pasado sobre la del futuro. Tcngo cii inente, en este inomcnto, la catcgoi-ía de (leirda a la que iios Iieinos rcicrido varias veces, espccialinciitc con inotivo de nucstra i-cflcxióii sobre cl pcrdóii. La deuda cs la carga dcl pasado n ia que ha de hacer rreritc el futuro. El perdón pre- lciidc aligerar esa carga. Pcro, ante todo, la caiga es pesada. Y lo cs para cl í'ut~iro. La dcuda obliga. El deber dc la mcinoi-ia existe gracias a la dcuda que, al condiicir la incmoria Iiacia el futuro, la iiitroducc en El: «iTc acor- dar$~! ;No lo olvidni-ás!». En csc sciiiido, la dc-o cs u n inci-o coi-ola-

, rio dc la liuclla, y aúii incnos un siiió~iiino~ L ~ I l ~ l ! ~ ~ - c q u i c r c ser supcra- da.-Es unapura rcmisión al pasado; significa, noobliga.

1: La fciiomciiología dc la dcuda inás desarrollada se la dcbcinos a

Hcidc_rger, a pcsar de la primacía otorgada al futuro y al tcma del «scr para la iiiiicric),. Ticrido a peiisar, incluso, que los coiricntarios dc Ser. y tieiirpo sohi-e la dcuda iiicjor:iii, cn cierto iiiodo, ;il ser iibordntlos iiidcpcndiciitc- iiicntc, sin atciidcr a csc tcma. Asiiiiisiiio, voy a pro1loncr uiia iiitei~rctación dc lo que lie llaiuado el efecto retroacti~o dcl iuturo sobrc la incinoria y sobre la Iiistoi-¡a, quc iio tiene nada quc vcs con lo que coiisidei-o una reduc- cióii indebida del Iiorizonte de espcra y de su amplia apcrtura por parte dcl <(ser para la ~iiucric>~. La jiiiportancia de los comcritarios sobre la deuda se dcbc dircctaiiicnic a la discusión central sobrc la dciioiniiisción del pasado, al iiicnos cri cl plaiio originario ruiidaiiicntal, a sabci; sobrc In sustitucióii dc vei~oiigeri, ciitcridido coino uii iiicro siiióniino de <<cuinplido,, o dc aboli- do», por geii.,eseii, por idiabcr sido> (ctiiiiológicaiiicnte: «se$- sido,,). He se- iialado a~itcrioriiiciitc los iiiotivos por los íluc el «ya non del pasado supcra- do ha dc poiicrsc en el iiiisino plano que el «cal-icter dc sidon. Lo cual no iios iiiipidc valorar las vciitajas que coiillcva clcvar cl ccarictcr de sido), al

iiiáxiino nivcl originario respecto a1 pasado. El propio lcnguajc da íc de esc caricier origiiiario mcdiaiite la fornia advcrbial «ya» («ya ahí,,), que tio puede reducirse al iiiero «ya no». En tonio a ese adverbio sc cncucntran iiiuclios 1Criiiiiios coiiocidos por los Icciorcs dc Ser.?' riciirl>o: cl ~cncoiitral-- scn (Bejridliclikrit, 29), cl <<estado de yccio» y el Scacrr (S 38). Bien cs cicrlo que estos tciiias se iiitroduccn cn la priiricra sccción de Seiii rtrrd ZeiI, y cpc, dcbido a ello, iio sc cncucntran rc1ecion:idos aparcnlcnicntc con la iciiiporalidad. Pcro es sencillo rcintcgrarlos cn csc inarco. Hcidcggcr, por ejcrriplo, al Iiublar del DrrsrLi conio <<ciiconlsarsca, inciici6iia cl carácter dc «carga» o de «peso,, del propio Doseiii (134). Es cicrlo quc cl acento rccae eir cl ~al i ín del Daseiii. Pero el «ya» del xcaráctcr de sidon aparcce por pri- iiicra vez cn csc contexto: *El ente que tiene cl carácter dcl Dnseiir cs su 'allí', de iiiodo que, cxprcsamentc o no, sc cncucritra cn su 'cstado de ycc- [o'. Eii cl 'encontrarse', el Dnsriri se encucntrzi sicinpre aiitc sí iiiisino, siciiiprc sc lia ciicoiiirndo» (135). En el «caci-a, cn cl Veifalleir, cl «ya)> vuelve a aparecer: <<En la iiicdida cii cjuc cae, cl Doseiri ya ha c:iído de sí ririsirro en cuanto 'scr en cl mundo' fáctico. No Iia caído cn ningún cnle con- tra cl que tropiece o no a lo largo dc su exisicncia, sino en el iriu~rdo que pcricnecc a SU ser» (176). Sin ninguna duda, la nocióii de «csiar cn dcudaa es aiializada eri el corroeido capítulo icrccro dc la scgurida scccióii dcbido a la iiiflucncia dcl <q>recursar» dc o hacia la iiiucrtc: <<El 'poderser. rorril'nri- térrtico rlcl Dasciri j. la /rrir/)oir~-iiiritrd coirro sciiri(1o oiiroiúgico <le /n crima (302 y SS.). «La cura albcrga cri sí cooriginariaiiicntc la niucrtc y la dcuda» (306). Es posible; pero el relcrcnte de la dcuda es el «poder ser». La deuda aiicla cl apoder sera en el pasado: <<[ ...] El 'scr dcudor', en la niedida cn quc pcrtenccc al ser del Daseiii, tia dc conccbirsc coiiio 'podcr ser dcudor'n (¡bid.). Quisiera que rccordásciiios ese fuerte vínculo con iiiiras a dcsarro- llar uria idca dc «poder scrn abicrta a Iiorizoiitcs distiiilos a la iiiucrlc. La dcuda cobra u n significado más proiuiido si la coiilinnlanios con una ex- pcctativa iiidctcrriiiiiada que la propia dcuda liriiita dcsdc atrás. Al respecto, Hcidcggcr ticnc razóii cuando la separa del stntirs co,l-rrptioiris cn el sciitido teológico (304, n. 1). El pecado, cn cfccto, es la figura Iiistórica cxistcticial qlic concibe I:i dcuda bajo la influencia dc tina iriicrprctación transiniiida

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por las Escrituras bíblicas. El vínculo tradicional que existe entre la deuda y el pecado constituye aliora un problema distinto desde el enfoque del análi- sis exisiencial de la deuda. Hay que devolver a la noción de «deuda» la am- plitud que nociones próximas como «herencia>,, «pretcner» (Vorlrribe) o <‘previsión dircctivan (31 1) contribuyen a preservar. Quisiera conservar la idca dc la dcpendcncia anterior que se encuentra en el núclco de la proycc- ción dc inis posibilidades y, por tanto, de mis expectativas. La reserva de posibilidades y dc imposibilidades confiere al «poder sern una determina- ción y una orientación previas. En el «estado d e ser uno rnismon (Selbsr¿i~rrligkeit) sinóniino dc la ~ipseidad» se interrelacionaii el «ser dcu- dar» y el «poder ser» (9 66). Al respecto, el texto más destacado, en el que las nociones que giran en torno al <<ya» se relacionan con el pasado como «Iiaber sido», puede lcei-se a continuación: «La resolución precursora coin- prende el Daseir1 en su 'scr deudor' esencial. Esa comprensión consiste cn asuniir cl 'ser dciidor' existiendo, el ser como fundaincnto yccto del no- ser. Pero la astinción del 'estado de yecto' significa lo siguiente: ser autén- ticamcnic el Daseiri co17ro era ).n eri cnrla coso (ivie es jc sclion wrii.). Sin cinl)at.go, In ;isiilicióci del 'cslrido dc yccto' sólo es posible cn I:i incditla cii que el Doseitr advciiidcro pucdc s e r su 'como era ya en cada caso' más propio, es decir, su 'sido'. Sólo en la medida en que el Dnseiri es en gene- ral como 'yo soy sido', puede convertirse en sí mismo al advenir, retrovi- niendo. Al ser auténticaincnte advenidero, el Dnseiri es auténticamente sido. El precursar de la posibilidad extreina y más propia es el comprensi- vo retrovenir hacia lo 'sido' in6s propio. El Dascirr sólo puede ser sido au- ténticainente en cuanto es advcnidero. El 'carácter de sido', en cierto modo, surge dcl advenir* (325-326). Se habrá apreciado de paso el ivie de «como era ya en cada caso». ¿No se asemeja ese ivie al <<corno» del icsti- monio? Aliora, me gustaría introducir en nuestro estudio sobre el <<carácter pasado» de la meii~oria y de la historia esa sugerencia que Heidcgger sitúa en el marco de una categoría derivada (a mi juicio, erróneamente) y, por tanto, menos originaria: la Gescl~icl~tlichkeit o historicidad.

A ini modo de ver, el problema es el siguiente: ¿qué aílade la noción de «deuda» a la dc «Iiticlla» en una fcnomenología de la incinoi-ia y de la Iiis-

koria? Hemos coincnzado a rcspondcr esa pregulita al Iiaccr rcfercncia a la carga dcl pasado que recae cn el futui-o. Pero la deuda, cn la medida cn

.~ .. ~ ~ . ~.~ que obliga -- y, por tanto, se v i n c u ~ a ~ l ~ t u ~ ~ , ~ n o ~ c o n s l e . . u ~ i ~ c a Í ~ e ~ i ~ c ~ e n una c a r g a - ~ L ~ ~ ~ ~ ~ ~ n ~ i ~ ~ a ~ ~ é ~ ~ ~ ~ . ~ u ~ n ~ e . c ~ u . ~ o ~ D c cse ~nodo, sc rclacioiia coi1 el olvido ~]t&.~r.cscsrr\la inencionado-al-~~rni6n;!o..dd-~~I11di~t1nte~i~~1~

'' Pero eso no cs todo: si volvemos a retomar la sugerencia con la que con- cluía la primera parte dc cste estudio, a saber, la- ideadequela .huel lmn- lleva la pasividad del golpe sufrido por el acontccimicnto pasad»,_p~~d.c:_.

.~~~ inos setialar que la idea de deuda. vinculada al pasado corno siiabersido,b, nos lleva a 1-elacionarla con el heclio de esrcrr ofectodn por un aconieci- inieiito. Podríamos decir, entonces, que el pasado que ya no es, pero qiie

. _.- --p.-.-~-.-- - Iia sido, rcqaierc-frdccir dcl relato en la medida en que éste se encuentra ,--.- auscnte. Miciicl de Ccrteau stigicre algo parecido en L'Ahroil [le 1'11;s- toiie. El p*o coino <<.hah&ido», al c ~ i ~ c c ~ ~ d & ~ j ~ ~ ~ s t í ~ r i a , lo recl:iinjrEsc ~ ~ scría el sentido inrís lúcrtc que podríamos atribuir a la idca dc la aproxiinación al pasado nicdianic cl coiiociinicliio Iiistórico. Aiiiiquc cl discurso histbrico sigue siciido uiia coiistruccióii, prciciidc ser iiiin K-

construcción. Ahora bien, esa intencionalidad reconstruciiva, jno csiá re- gida por el deseo de responder a lo que ya no pucdc intcrpretarse como uiia pctición de discurso por parte del <<haber sido.? ¿Recae, por cllo, en la situación de irresolución con la que hemos concliiido nuestra iiivcstiga- ción sobrc la noción de «liuclla»? No. El vínculo qtrc existe cntrc la deuda y el «poder ser» orientado al futuro libera a la huella de su irrcsolución episternológica. La ---- deuda -repitámoslo- obliga. La petición del ~Iiabei- sidon dcl pasado ciimplido sc dirigc al futuro dcl discurso. Su carácicr in- agotable rcquicre que volvamos a decirlo, que lo rcescribainos, que rcco- incnccmos uiia y otra vez la escritura de la ~i is lor ia l~.

SC iiiipow ddc niievo una compnrncióii con la piiitiirn qiie no piicdc sorprendcnios en este coiitemo. ¿No dcciiiios qiie iinn gran piniiirn ercflSjns la \,enlad de iin pnisnje? ,Por ~ I I '

Fe obslinnbn Ci'znnnc en piiltnr tina y olrn vez In inoniañn S<ri,tte Vinoir?'? iNo csperiihn <]tic ;odn In serie se ciñen nijs nl paisaje U I I ~ Y E S del xrcílcjo,, de I n piiiitirn?

l í B

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Óvalo
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Sobre el telón de fondo dc csa fcnoriicnología de la deuda, quisiera su- ~.~ ----

brayar lo que Irc liainado &electo rctroaciivo dcl futuro sobrccí/iaSáaoa El carácicr rcirospcciivo dc la I i i s @ r i a ~ ~ y l l i S ú i t i ~ n a ~ p a l a b r a u c e r - - ' ca dcl conocinricnto liistórico. Lo scría si nos atuviérainos a la opinión i cl pasado ya no pucdc carnbiarsc y dc quc, por cse inotivo, s~~cuc i i t~~ .dc~cua inado . S&csa opinión, sólo cl fuiuro puedc consi- dcrarsc incierto, abierto y, en ese scntido, indeterminado EhVLsáLoreaati- iüyc la niitad de la vcrdad. Eii cfccto, aunque los hcchos sMimbeKa - !&S y ya iio podemos dcsliaccr lo quc se Iia Iicclio, ni liaccr que no ~ a s c Lo que

, . p t ~ i ~ 7 l o de lo que succdió, por el c o n w n a vcz por todas. Adcmás dc que los acontccimicntos del pasado pueden in- -~ - tcrprelarse de otra manera, la carca moral viRwiladsala-wkiB* deuda coi, cl pasado puedc aumeniarsc o alircrarsc, en Sunción dc que la acusacióii cncicrrc al culpable cii el sciiiiinicnto doloroso dc lo ii~eversibic r, dc ~ U C cl pcrdóii abm la pcrspcctiva dc I:i iic1uidacióii dc la dcuda, quc equivale a uiia conversión del propio sct~tido dcl aconlcciinicnto. Podciiios corisidcrar el fcnóriicno dc la rcintcrprciación, tanto eii cl plano iiioral coiiro cn el del iircro rclato, coino un caso tnás dcl eSeclo retroactivo dc la intciicioi~alidad dcl Suiuro sobrc la interpretación del pasado.

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iii:is 1115s civilizadas de olvido que. cn hueiia inedida. son jiistificablcs.'Se irrita del uso que liaccinos dcl olvido para podcr contar algo o pala cscri- bir un rclaio. Me ciicoiitrí: coi1 csic problcina en Tenrl~s ci récit; pero no rcl:icioiié dircctninciitc cl olvido con la sclccci<ín dc succsos qiic ciiyc la nai-rncióii. No podeiiios acoi-darnos de ti~do i i i coiilarlo toclo. pucs cl incro Iicclio de clnborar uii:i trainn ctrri distiiiios acoiitcciinicntos tlcl p;is;ido prccis:i una graii sclcccióii cn fuiicióii de lo cjuc sc consi<Icra iinportaiitc, sifnilicativo o susccptiblc de Iiaccr iiitcligible la progrcsióii dc 13 historia. Esta lahor se lleva a cabo cn dctriinciito de iniiclios rcslos que iio son con- sidcratlos dignos de figurar en cl mal-co yciicral que cl;iboi-aini~s del pasa- do. Algo que rcsu1t:i cspccialiriciitc cvidcntc en cl ckiso tic I:i Iiistoriogra- lía. pues los liistoriadorcs pucdcii trahaj:ir cii distintos nivclcs. delallacla- iilciitc o no. Pucdcii claborai- un gran li-csco Iiistíirico sobi-c la Rci~olucióii fiaiiccsa, i i i in biografía sobrc uii pcrsoii;ijc o u n cstudio acerca de uii 3~o11tccii1iic11to COIICI-cto, e 111cIuso en loriio ri uii pueblo, conro sticc<lc coi1 la iiiicroliistoria de los Iiistoriadores italianos contcinporiiicos. Es po- sihlc. por t:into, desarrollar una Iiistoria iiiuy restringida que trate de rcs- catar 1i:ista cl úitiiiio recuerdo en su luclia coiitra cl olvido. Existe una es- pccic de escala dcl olvido proporcional a la escala de la selección. Por úl- tiiiio, Iic situado cii la ciina de csta iipología el olvido liberador, I-ccoinciidado por Nictzsclie cuando la coiiciciicia de un país o dc una tia- ciítii c:ii._ca coii uii cxccso dc rccuerdos. Coii ello, ntis iop;iiii»s con problc- iiias iiiuy einharazosos. pues los abusos de la meinoria pucdcii darse al inisino tiempo que los del olvido. Estos problcinas Iian de scr atajados por

, una política di: 1:i gestión del pasado, que, no obstante, puede dcsviai-sc .h. hacia la maiiipulacióii. Tcngo cn iiientc los títulos dc dos libros excclcn-

\ res: Les rrbirs de iri rriéi~ioire de Tzveian Todorov (París, 1995) y U.suges ' rle i ' o ~ ~ b l i dc Jcaii-Claudc Milticr y otros cscritorcs (Pai-ís, 1988). A travfs 'i de cllos. podciiios aproxiinariios a la diincnsióii praginitica dc la meino-

ria, quc trae consigo varias posibilidades dc iiirinipulación ideológica.

-El '(iorier de iri riieinoriri, por ta~ito, estú crbocario n eii/,-e~ilrrr:~r?, err rieteriiiiiinrl<r.s circirrrstrrricius. 01 l~orler e.strrblecirlo i~leoltj~icntiietifi, qrte piit~rlr 1ii:~rii. tr l7iz~sci.ihir iirrrittrr el c.rprrcio posible tic1 rccirerh. 2 Crrrí-

les sorr, a sri jcricio, las nrelacioties rlc poder» que ufectuil a l jrrcgo olíti ti- co cii el que e r~ ocusior~es se diriiile lu diulécricu existeritc erltrc riieirioria y olvido?

-La iiilroducción del 1Fnómciio del podcr y dc su dimciisióii política , _~ ~_ _ _ . - . - - - es c6inplc~aineni~lcgitiina ~ . .- ~ . . ~ . ~. .... . ... . después de lo guc a~.abainosdc ~cc i r_brc los abusos dc la ineinoria y los buenos usos del olvido. Pero hay quc introdu- cir una categoría suplementaria, a saber, lanoción - .. . de «idcniidad,,, - PLICS el poder sictnpre se encuentra vinculado ~ al .. p~oblcina dc la idcn-dad, ya sea pcison~l~oóco~ectiva. ¿Por quC? Porque la cucstiítii de la identidad gira en [ o ; . i ~ ~ e j a l p r e p ~ -.L.-.. <<i q U ~ & i s , Y ~ 4 y - ~ ~ ~ i i I r P r E K ~ ~ ~ a 3 3 ~ ~ p ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ iiiente de csta otra: «¿qué pucdo Iiacer?», o bien, «,qué iio p u c ~ ~ l l g c ~ _-.__~-.- -- .. La noción de <<¡detitidad» se encuenlra, por tanto, csirccliainci~te vincula- da a la de «poder». El poder no es, neccsariamcnte, un problema político. Pucdc tratarse dc un podcr haccr, dc un podcr obrnr o de un podcr amar. Eii el rnoincnio en quc mi podcr iiitcrficrc cl dc los <Icinás, piicdc tlarsc la posibilidad dc que diclio podcr pase a cjerccrse sobrc ellos. El ejercicio del podcr de cada uno puede llcgar a coartar el de los dcmis, irnpidiéndo- les haccr algo, subordinándoles a palroncs que les sean ajenos o cxplolán- doles. Lo propio del poder político reside cil su carácter jcrirquico, a sa- ber, en que urio gobierna y otro ohcdccc. Sc trata de lo que la sociología de Max Wchcr caracterizó en su día con el concepto de «doininacióii» (Herrscirnft). El problcina dc la política de la ineinoria se encuentra prcci- samentc aquí, pucs sieinpre es necesario saber quiCn regula el poder del que gobierna sobre el que obedece, de los administradores sobrc sus SU-

bordinados, de los gobernantes sobrc los gobcriiados. Este problema es característico de cualquier institución, ya sea universitaria, econóinica o cmprcsarial, en la que exista una esiructura jerárquica basada en la autori- dad. La ineinoria, en este contexto, es uiio de los instrumentos pralg+i- cos dclpTder, y a e p m ue io que Max Wcber, por citarle unavez más, l l a m a h a c ~ n c n t c ~iveckrutroirulttüt, a saber, la racionalidad sujeta a 1-tca.nzar el éj-rcicío~dcl~podcr.

-Cornerrt<júariios coii ar~teriori~lucl qrre el rccuer(lo corisiste etr irtrn -3 iinngeri, 1~er.0 eviderifertterife srreic exteriori íur~e en foni~u de relnto. -

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Coriio fril. plrerle llegar u <rejigrircir» e, iriclsso, a riiorlijjcrrr rrrdictilirioire el /~rirrrrlo o, ritejor rlicho, lrrs irleos n11riiiri;lns reirerrirlrrriier~re sobi-e 21. Po(1ili-i« irrscribiilte el frrrlmjo del I-ecrrerrlo ert lri poifica rle Irr lrfopíri cs-

lio~or~rr por ir.sfed PII DU tcxtc i r'action (Pfirís, I-)S6)?

-Sí, Iie vuelto a cncoiitrat~nc con ese problcma 31 cstudiar el problc- tna de la memoria colectiva. El historiador no tiene que r e h a b a a d a -

: \ tnenic lo que tuvo lugar, sino los proyectos de la g~cCtc.eLpsaOo. Ray- 1 ltnotid A i o ~ ~ ~ 1 7 ; i pliiloso/~ltie rle l'lii.sfoire, un libro dc 1938 que en su día fiie muy leído y que, a mi juicio, es uno de los tncjo- res libl-os contcinporáneos de filosofía de la Iiistoria, insiste en csta épo- ca, cuando se encontraba bajo la influencia de Sartrc y del existciicinlis- tno, en que la Iiistoria ha d e - w d R n * - e f f t e e i F ; . , .

~q-cvar~- - . Diclio dc otro modo: en su futuro Iitibo&ogue ellos no p u & c m n l ~ c b i e & o M a partc dc tiucstra metnoria no sólo aquello que hicieron, sino tamhiéti aclticllo que Ics fue itnposible hacer. Creo que existe aquí un buen Iilón p:ii.ri la utopía. De otro tnoclo, las iitopías c;ircccrían <le cotitcnido. MLI- c l i : ~ ~ vcccs se convic~ícn cn consti-ucciones gcoin6tricas n tnetiudo bcligc- raiites y, en todo caso, autoi-itarias. Las utopías no siempre Iian sido libe- rales, libeitarins o atiárqiiicas. Proclaman la idea dc la ciudad pcrfccia y cacii recurrenicinentc hajo el paradigtna del diseño esti-uctural geoinétri- co, defetidiendo u n ideario sumamente racionalista que resulta tcmiblc. Precisamente, lo que puede permitirnos estar en guardia tiente a los ex- cesos de la utopía, dcntro de la lógica del abuso y del buen uso de la me- moria, es el rccurso a los sueños no realizados del pasado. Creo que si es- tudiainos la mayor parte de las utopías que aún se encuentran vivas entre IIOSO~IT>S, cncoiitrarctnos sietnpre cosas que fueron soñadas cn otra oca- sión y que no pudieron ser realizadas. Es el caso de la utopía de la igual- dad, de la utopía de la justicia absoluta, de la utopía de la reconciliación o, principalmente, de la utopía de la identidad perrecta, del deseo de en- contrarse bien con uno mismo, que quizá lioy en día resultc una utopía desti-uctoi-a. Si retomamos uno de los problemas que liemos inencionado anteriormente, las enfcrmcdades de la memoria, apreciaremos tainbién

que son precisatncntc los sueños no realizados del pasado los que alimen- tan cstcts plr)ycctos uiópicos, colno el dcsco de llcvar a cahii In gran Scr- bia, la gran CrNicia o la $1-an Israel. Muclias utopías sólo son sucños fii- iiestos dcl pasado que descansan en un anlielo insaciable de doti?it?ación. No todas las utopías son buenas. La descracia dc la utopía reside cii este sueño de domitiacióti, cn el sotnetiiniento de sus propios Iíiniics al cilcti- lo, a la planificación racionalista, econóinica o adtniiiistrativa. El declive de Ins utopías políticas sc cncucntra en lo quc Mnx Webcr llamaha cl fin del Estado caristn;ítico y su posterior sustitucióii por cl Estado ndininis- trativo. No ohstaiite, es cierto que la utopía cutnplc una fúncióti retiova- dora cn el 5tnhito dc la imaginación.

-Me gusfor;ri fi-oer LI colucióii rrii texto c/c Mr~riricc Birrriclior qrie. a riii iiiorlo rle ve!; rcsrrrric brterrrr poi-fe ¿le 10 qrie lifrsfo nlioi-fi Ircnins corirerifnflo sobre 10s eiifcri~~edode,~ tic Ifi rneiriorin y qite ciceitrlín E)? biieim iiiciiirili in ~lhiieri.sióri plirríiiocu </el pi-ol?/eriiri del o/vir/o, El re.Yfo I>erroiccr rr L'En- treticn inlini y dice rrsí: «E/ riertil~o (le 10 de.s,sr<rcio: el olvirlo sir! oli.irl«, <!I nliiirlo sirt i>o.sihili(l/i<rd (le ol~.irl<ir,~.

-No conocía este texto, pero una pritnct-a lcctiim parece poiicr de re- lieve una dialéctica entre dos usos de la palabra «olvidan. Por una pai-te, nos cncontratnos con cl olvido que acarrea la dcstr~tcció~i y, por otra, con el olvido evasivo. Sc trata dc la posibilidad dc evadirse ante cl olvido dc la destrucción. Pero uno no sabe nunca qué tipo dc olvido cana cii csc caso. No puede evitarse la dialéctica que, al parecer, constituye el núcleo de este texto. Este problema está relacionado con otro de los buenos usos del olvido: cl olvido compasivo con los otros, con las víctimas y tainbién con uno misino, frente a lo que supondría caer en la dcsrruccióti dc la culpabi- lidad infinita. Durante estos días en Madrid no Iic tenido tiempo de abo1.- dar el problema de la coinpasión, salvo cuando he Iiablado <le1 perdón como una foima más dc olvido. He intentado distinguir asimismo, aunque quizás dc un tnodo todavía muy insnficiente, entre el olvido de los pro- pios Iiechos y el olvido de su significado. Realizar csta distincióii es reai- mente complicado, pero al mismo tiempo resulta necesario, pues es el único modo dc satisfacer dos exigencias opuestas. Por u n lado, el deber

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de no olvidar u n acoiltcciinierito. Este puede scr perdoiiado o no, también podcinos ncgarilos a pci-dotiar. Pero para ello, en priincr lugai; ilo

IiaY que haber olvidado. iEI qué? La brutalidad de los hechos, la dcsgia- tia a la que hacía refcirncia el tcxto de Blancliot. No podemos o]vidar la dcsgi-acia, PCIC podcinos olvidar su sigiiificado rcspcclo a su proycccióii

e1 l'ulum. Todoi-ov, eri su hrcvc cnsayo sobrc los abusos dc la lncmoria,

colnciit~i qiic lo iiiipc~rtniltc coiisisic cri 11" rcpctir pasado, cli no rulniar- 10, coilio scfiala Nicizsclic a propósito de la capacidad de olvidar de los aliimafcs. El verdadero recuerdo prccisa un trabajo correctivo y, al iriisrno ficnipo, tei.apéutico dc la tiicrnoi-ia. A ini juicio, el olvido coinpasivo su- pone una tei-apéutica dc la incinoria eiifcrina~

-Europa llcccsita, evidcntcincnlc, progresar en esa dir-ccciótl, lilfiic, creo cluc se ha realizado uii graii Irabajo tcrapéuiico a 10 larso del siglo. coiilo Cii cl C3SO d~ AICIII~III~;~, E~ropii C C I I ~ ~ ~ I O l;\ ~011a de] MeditC- rr"le0 Cluc p:idcció la dictadura: Portugal, España o Grecia, L~ verdad cs <IUc Euro~~a, después dc Iiabcr dado cl tcrriblc cspectjcuio de] suicidio y de 12 autodcstruccióri, coirstituye Iioy cn día laincntablcmcntc u n labora- torio d~ la tc~.apC~tica dc la ineinoria. Para mí, coino francés, la esperanza cuiiiplida de entablar relaciories estables con Alcmatiia resulta rcalillcntc

sorprcndcntc. Cuando pieiiso cn la acurnulacióii dc odio <,tic pr~dujo después dc 1~15 [res guctris quc Francia sostuvo coi1 Alclnaiiia (1870, 1914. 1940). 110 salgo dc ini asombro cuando vco que la política de E ~ ~ ~ - Pa occidcnial es incoiiccbiblc si11 uii apoyo cstreclio eri1i.c alnbas nacio-

nes. Se Ira producido uii giro coinplctaincntc imprevisible en que [uc esencial cl cor:iji: de muchos Iioinbrcs que no sicrnprc fiicroil kaiiccscs o ~ l c i ~ ~ i l ~ s . Estoy pciisiindo en ircs pcrsonajcs que, a ,ni juicio, han sido re'üllncnti: 10s fundndoi-cs de esta nucva Europa: Konrad Adcrlauer, id^ dc Gaspei-i Y Cliarles de Gaullc. Su visión dc futulu ics pcrinitió salir del 1~Ibcriiito de la ~neinoria. Como subraya Todoi.ov cn LES nbr~s r~lo;t.l?. sólo SUpCi,lili<>s cstos abusos proycctáridoiios hacia cl f"iuro, El, C[

fondo sc trata de lo cluc Nictzschc qucría decir cn su brcve cnsayo «Dc la

utilidad y <Ic los inconvenientes dc los estudios hisiRricos para la vida,,. incluido en las Corisidciucioties i~iterttpestiiias: es necesario c~nvcrlirsc en uii aliistórico (ii~~liistor-icl~) para salir de <<la ficbrc dcvorridora dc la Iiisioriav.

-El biteri rrso de la r,~eiiior.ia icrrieir<le s~jlo o 1111 pciri-15ri criniititntivo? -Eii cl fondo, cicinprc hay que volver a In misma p~radoja: dcinusinda

rncmoria, i~isuficicnic inemoria, mcjora del olvido, iinposibilidad del iiiis- [no. sin clnbargo, a esto se añade cierta sabiduría. Exisic una sabiduría de la rncrnoria que opcra junto a la política del rccuerdo y del olvido. En csle sentido suelo emplear la expresión «memoria justa». Muchas vccCS utili- zo la palabra «justicia» para referirme a la idca de justa disiancia. Siern- prc hay que mantener una justa distancia respecto al pasado. No hay que estar muy apegado a 61 ni alejarse en exceso. sino cncoiitrar la justa dis- rancia. La sabiduría dc la que hablo consiste en esa pi-oxiinidad que traen coiisigo nlguizos dis[anciainiclitos. Hay uri;i cxprcsi6i1, scihrc la qiie Se- llcxion6 LCvinas, quc hace reSercncia a esic pasado quc no cesa dc pasar: pasajc (I>~issuge). A trav6s de 61, se supera el pasado y, sin c~nbargo, siein- prc pucdc volverse al inismo. La sabiduría dc la incrnorin rcspoiidc a cstc iinodo dc, vivir~L~s&.~i.ac1.~s.oOde l l c v a i a b o . Tainbién Iiay que Ile- vas cl ticinpo hacia el pasado. San Aguscín reflexionó sobrc csto niisino a propósito la l-clación pasado-prcscnte-futuro. Para 61. cl ticinpo rísico progrcsa dc atrrís hacia dclantc, coino succdc e11 ciialquicr moviinicilto

'cuando sc va dc u n lugar a otro, pero cuando sc iiiiroduce la espcraiiza en cl tiempo, Cste cobra otro sentido. Lo que cspcramos atraviesa todo el inarco temporal, Llevamos a cabo una transición, u11 trárisito o una ISanS- fcrcncia cuando hacclnos un buen uso de la triple relación pasado-prcsen- te-futuro. Pcro esic buen uso dcl tránsito pucdc vcrsc tainbién coino una transacci6n. De ese inodo, cl futuro pasa, transita o lo Ilcvaiiios hacia cl pasado. Y cn el foiido, una de las tareas del historiador consiste tainbién cn llevar al pasado la esperanza del futuro.

-Sirs co~rsicl~r-aciorres sobre el *f~~ibcljo del I.~CIICIZ/~». 110 5610 10111~111

<le Frcs~l rrirrcl~os íle ssis cafe,gorIas, sirio qrre asr~nleir Lirerra porte de sir icieor-;o, cotrro sriceclc. por. eje~npio. EII la 1ectsil.a que Iia lieclio esfos clír<s

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