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EL RENACIMIENTO Y LA CIENCIA MODERNA

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EL RENACIMIENTO Y LA CIENCIA MODERNA

1. EL RENACIMIENTO Y LA TRANSFORMACIÓN DE LA SOCIEDAD EUROPEA1.1. Contexto histórico y sociocultural: del final de la Edad Media al siglo XVII

El Renacimiento constituye un periodo difícil de analizar en su totalidad. Esta dificultad proviene fundamentalmente de que muchos fenómenos y acontecimientos con que suele caracterizarse el periodo renacentista tienen su origen en la última etapa de la Edad Media.

Los siglos XV y XVI fueron testigos de una profunda transformación de la sociedad europea en todos los órdenes. Durante este periodo tuvieron lugar acontecimientos de indiscutible importancia, que no será superfluo recordar:a) En el orden cultural, en 1438 se celebra el concilio de Florencia-Ferrara, al que acuden teólogos de Oriente, conocedores de la lengua griega y expertos en la filosofía y textos griegos. Pocos años después (1453) tiene lugar la caída de Constantinopla, que obliga a muchos intelectuales orientales a emigrar a Italia. Estos dos sucesos constituyen factores importantes en el desarrollo del humanismo: los intelectuales procedentes de Oriente impulsan el estudio de la lengua griega y la transmisión de los textos de los filósofos griegos. Ejemplos notables son Pletón y Besarión, ambos platónicos.b) En el orden de los descubrimientos, en el siglo XV tienen lugar importantes avances y perfeccionamientos técnicos: las técnicas de navegación y la brújula, la pólvora, la imprenta…c) En el orden religioso, la Reforma en la primera mitad del siglo XVI y la Contrarreforma.d) En el orden político-social, en este periodo se consolidan los estados nacionales y las monarquías absolutas.

Los siglos XV y XVI representan a la vez la consolidación de las transformaciones iniciadas al final de la Edad Media y un impulso definitivo hacia la era moderna. Por ello cabe considerar el Renacimiento desde la perspectiva de un periodo más amplio cuyo comienzo hay que situar al final de la Edad Media y cuya culminación puede fijarse en el primer tercio del siglo XVII, en que se consolidad la nueva ciencia y se inicia la filosofía moderna. Los máximos protagonista de este doble acontecimiento serían Galileo y Descartes.1.2. Movimientos culturales del Renacimiento

Suele considerarse el Renacimiento como el período de la historia de Europa en el cual se produce una ruptura con el género de vida practicado durante la mayor parte de la Edad Media y se sientan las bases de lo que será la cultura moderna propiamente dicha.

Es preciso notar que bajo esta ambigua denominación de “Renacimiento” se mencionan al menos tres fenómenos culturales diferentes:1) El humanismo: gestado desde los comienzos del arte gótico, el humanismo se apoya en la recuperación de los saberes de la Antigüedad y tiene su principal expresión en el mundo de las artes y las letras.2) La Reforma protestante: ese movimiento de “retorno a los orígenes” no solo produjo un “renacimiento” del paganismo y del estudio de los clásicos, sino también un intento de rescatar el espíritu originario del cristianismo frente a lo que es percibido como una cierta “decadencia” ocurrida en los años de la escolástica medieval. De esta reacción acabará por surgir la Reforma, que dividirá a la Iglesia cristiana en dos bandos, cuyos conflictos alcanzaron también dimensiones políticas e históricas de primer orden.3) La Revolución Científica: en un período que comienza con Galileo y Kepler y que desembocará en la obra de Newton, el desarrollo de la física matemática como ciencia teórico-experimental supondrá una ruptura definitiva, por una parte, con el modelo de pensamiento científico heredado de la Antigüedad y de la Edad Media y, por otra, con el cosmos finito y el universo cerrado y geocéntrico que constituían la “visión del mundo” establecida es esas épocas anteriores.

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2. EL RENACIMIENTO: CIENCIA Y HUMANISMO2.1. El humanismo renacentista

Como consecuencia de los cambios producidos a lo largo de los siglos XIV y XV, se va formando una nueva concepción del mundo y del hombre. Comúnmente se dice del Renacimiento que se caracteriza por haber hecho del hombre el centro de su atención, acuñando el término “humanismo” para resaltar esta dimensión. Sus primeras manifestaciones aparecen en las obras de los poetas y artistas. Los humanistas consideran que la poesía, la filosofía, el arte, etc., son los medios que cultivan la verdadera forma humana, la ‘humanitas’ latina, la ‘paideia’ griega; resaltando un ideal educativo, más que una corriente filosófica, aunque por la recuperación del pensamiento antiguo, sobre todo Platón y Aristóteles, su influencia llegase a la lógica, la metafísica y la cosmología o filosofía natural. El humanismo no fue ni un movimiento filosófico ni un movimiento literario, ni siquiera artístico. Supuso una nueva valoración del ser humano, una consideración del hombre como la realidad más valiosa, que llevó al cultivo de todo lo humano.

El Renacimiento es un renacer del hombre. En este sentido, la vuelta al mundo clásico es el intento de reencontrar los ideales que inspiraban la formación del hombre. No se trata de una imitación, sino de una vuelta para continuar su obra. Así pues, la primera característica es la tendencia a la recuperación del pasado, una vuelta a los clásicos.

Como consecuencias, de la concepción medieval teocéntrica se pasa a un mundo antropocéntrico, dentro del cual el hombre es el autor de su propio destino por medio de su trabajo y esfuerzo. Por lo tanto necesitará el estudio, la prudencia y la sagacidad. Postura moral que proclama la independencia de la propia razón frente a la autoridad de la tradición o de la Iglesia, como medio para interpretar el mundo, dando a la época un carácter laico y de búsqueda de nuevos valores en todos los terrenos.

El encuentro con esta subjetividad individual irá acompañado del descubrimiento de la objetividad de la naturaleza, como algo exterior al hombre que tiene sus propias leyes, su propio funcionamiento y que hay que conocer para transformarlo y dominarlo; no como algo cuya función es servir de medio para el encuentro con Dios, según interpretación de la Edad Media, sino que está al servicio del hombre. Este será el punto de arranque de la ciencia moderna.2.2. El renacimiento y la interpretación del universo

Hasta este momento han prevalecido dos modelos de interpretación del funcionamiento del universo:- El modelo ORGANICISTA de Aristóteles que explicaba el funcionamiento del mundo físico acudiendo a ejemplos del mundo biológico, como si fuese un órgano de un ser vivo.- El modelo MÁGICO-ANIMISTA que suponía una visión del universo regida por poderes o fuerzas ocultos a cuyo conocimiento sólo se puede acceder por medio de la iniciación ritual que poseían unos pocos. Un ejemplo es la alquimia.

Los descubrimientos e invenciones de la ingeniería, junto con la aplicación de las matemáticas, pusieron las bases para la creación de un nuevo modelo o paradigma:- El modelo o paradigma MECANICISTA, según el cual la Naturaleza es una “máquina” de la que hay que conocer su funcionamiento. Este es siempre idéntico y de ahí que sea posible predecir su comportamiento a partir del conocimiento de sus leyes, que siempre serán expresables en términos matemáticos. Leonardo Da Vinci (1452-1519), Nicolás Copérnico (1471-1543), Johannes Kepler (1541-1630), y sobre todo, Galileo Galilei (1564-1643) pusieron las bases del nuevo paradigma, que encontrará su formulación más completa en Descartes.

Los tres modelos estarán presentes en los orígenes de la ciencia moderna, aunque se impondrá el modelo mecanicista.

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2.3.El humanismo renacentista y la filosofía griega: el renacimiento filosóficoLos humanistas pretenden alcanzar todos los campos del saber, y recurren

constantemente a citas de autores clásicos. Su gran mérito fue elaborar un pensamiento cuya pretensión era alcanzar al común de las gentes, no sólo a los entendidos, en el que se exponen nuevas ideas e hipótesis sin que tuviera conexión con lo anteriormente establecido.

El humanismo volvió su atención a la cultura grecolatina, generándose un notable interés por los grandes filósofos griegos, especialmente Platón y Aristóteles.

Fruto de este interés es el resurgir de las grandes escuelas filosóficas griegas:a) El platonismo florentino. El platonismo floreció especialmente en la Academia de Florencia y tuvo como representantes más cualificados a Marsilio Ficino (1433-1499) y Giovanni Pico Della Mirandola (1463-1494).b) El aristotelismo paduano. La Universidad de Papua se había convertido, durante el siglo XIV, en refugio de los maestros “aristotélicos” de artes liberales que chocaban con la doctrina oficial del Papa, que había condenado el averroísmo. Los aristotélicos más relevantes fueron, el averroísta Martín Nifo (1474-15546), Pietro Pomponazzi (1462-1525), Giacomo Zabarella (1532-1589) y Cesare Cremonino (1550-1631).c) Helenismo renacentista. También las restantes corrientes filosóficas griegas encontraron seguidores durante el periodo renacentista. Merece citarse el nombre de Justo Lipsio (1547-1606) como representante de la corriente estoica. Lorenzo Valla (1406-1457) defendía el principio fundamental de la moral epicúrea. Entre los escépticos, cabe citar a Michel de Montaigne (1533-1592), Pierre Charron (1541-1603) y Francisco Sánchez (1551-1623).

Es importante tener en cuenta que la asimilación renacentista de la filosofía griega es radicalmente distinta de su asimilación medieval. Los medievales buscaban en la filosofía griega un instrumento conceptual al servicio de las creencias religiosas cristianas. Los humanistas, por el contrario, recurren a los filósofos griegos (a toda la cultura griega) movidos por el deseo de encontrar un modelo de humanidad nuevo, opuesto a la concepción medieval del ser humano. Frente a la cultura medieval, que era radicalmente teocéntrica (es decir, consideraba a Dios como punto de referencia absoluta de todo lo real, incluido el ser humano), el humanismo del renacimiento es antropocéntrico y naturalista.

3. EL ESCEPTICISMO RENACENTISTAUna de las escuelas antiguas que renace ahora con fuerza es el escepticismo (llamado

también ‘pirronismo’ por su fundador, Pirrón de Elis).El escepticismo resurgió en el Renacimiento, gracias sobre todo a la obra de Sexto

Empírico, cuyas Hypotyposis pirrónicas, reimpresas varias veces en el siglo XVI, fueron el manual donde se recogen todas las argumentaciones contra los dogmáticos, es decir, contra quienes pretenden que el hombre puede alcanzar certezas absolutas. Los hombres del Renacimiento reproducirán todas esas argumentaciones. Pero el escepticismo renacentista no es una mera repetición del antiguo, que hace uso de viejos tópicos, pues se utilizan en el contexto de las circunstancias del Renacimiento. Entre esas circunstancias podemos destacar tres: las disputas religiosas; los descubrimientos geográficos y su consecuencia, el relativismo; y la crítica de la escolástica aristotélica.

1º Las disputas religiosas han llevado la duda en el seno de la creencia cristiana. El hombre renacentista no sabe ya cuál de las doctrinas cristianas en liza está en la verdad y vive dramáticamente esta situación; además estas disensiones están ocasionando conflictos en varios países europeos.

2º Los descubrimientos geográficos han ampliado la mentalidad europea tanto como los límites físicos del mundo conocido: los europeos han entrado en contacto con otros pueblos y con otras costumbres que contrastan fuertemente con las europeas. Se siente con fuerza el tópico escéptico de la “diversidad y relatividad de las costumbres”.

3º También se desarrolla el escepticismo como antídoto contra el dogmatismo y el excesivo intelectualismo de la escolástica medieval que quiere explicarlo todo, incluso las

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más intrincadas y sutiles cuestiones de la teología y la metafísica, sin conciencia de que la razón humana es débil para iluminar tan obscuras cuestiones.

Este escepticismo se encuentra en autores como Erasmo de Rotterdam (1466-1536), en su obra Elogio de la locura. En ella nos pinta a la ‘Locura’ y no a la razón gobernando el mundo. Distingue entre una locura feroz, que lleva al fanatismo y la superstición, y otra ‘locura’ amable y sana. Erasmo, bajo el elogio de esta locura, está preconizando la vuelta a un cristianismo más sencillo, más evangélico, más centrado en la moral y en los deberes de la caridad, abandonando las sutilezas de una teología que obscurece más que ilumina el mensaje moral del cristianismo.

Es Michel de Montaigne (1533-1592) quizá la expresión más acabada del escepticismo renacentista, más por el refinamiento de su estilo literario que por la novedad de los argumentos que aporta. La debilidad de la mente humana y la variedad de las costumbres y opiniones humanas son los principales temas de sus Ensayos. En algunas ocasiones este escepticismo le acerca a la idea de tolerancia. Sin embargo, su escepticismo no le conduce a la incredulidad ni al trastorno del orden religioso o político, sino que acaba en el conservadurismo y el fideísmo: la razón humana es débil y consiguientemente mala guía de nuestras creencias y acciones; por lo tanto -concluye- mantengámonos dentro de la fe en que hemos sido educados y de la autoridad de la Iglesia. Así, no abogó por la libertad de culto de los hugonotes, en su Francia natal, por ejemplo.

4. LA REFORMA PROTESTANTE Y LA CONTRARREFORMAAdemás del movimiento de recuperación de la Antigüedad clásica que supuso, a partir

del Renacimiento, la restauración del estudio de las lenguas y los saberes clásicos que daría lugar a las humanidades, el período histórico en el que se origina la época moderna también contiene otro acontecimiento de una relevancia cultural incalculable: la reforma protestante.

La corriente de retorno al espíritu “originario” del cristianismo acabaría dando lugar a la Reforma protestante (es decir, a la escisión del a Iglesia cristianan entre católicos y protestantes) y serviría de trasfondo a una serie de conflictos políticos de larga duración y de profundo impacto en la constitución de la Europa moderna.4.1. Erasmo de Rotterdam (1466-1536)

En su Elogio de la locura ridiculizó con gran inteligencia el apego eclesiástico a los “bienes externos”, la política de las indulgencias y la rigidez de las reglas monásticas. Pero Erasmo no es anticristiano, ni siquiera anticatólico, sino partidario de una religiosidad forjada en el sentido íntimo que, más que a la letra de la Biblia, se atiene a su libre interpretación individual, al diálogo del alma con Dios a través del texto.4.2. Martín Lutero (1483-1546)

Lutero, inspirador de la reforma protestante, no solamente fue un lector atento de Erasmo, sino que además utilizó la edición que éste había preparado de la Biblia para impulsar la primera traducción de la Biblia a la lengua alemana (que aparecería en seis tomos en 1534). Su gigantesco esfuerzo de traducción fue decisivo para la consolidación de la propia lengua alemana tal y como hoy la conocemos y, sin duda, la Iglesia romana interpretó como un ataque a su autoridad el hecho de que por primera vez se eliminase la necesidad de su “mediación” sacerdotal entre Dios y los creyentes, al ofrecer a estos últimos la palabra de Salvación en una lengua que les era inmediatamente comprensible sin necesidad de un intérprete-traductor.

Lutero subrayo la primacía de la fe en la Salvación: lo primero es creer, abandonarse a la iniciativa de Dios en el perdón gratuito de los pecados, ya que sería ilusorio pensar que un ser finito puede “hacer méritos” para obtener este perdón de un ser infinito. Además, insistió en la omnipotencia divina y en la justificación de la voluntad de Dios, que ha elegido desde el principio a aquellos que van a condenarse y a salvarse (predestinación).

La actitud del cristiano ha de ser la de la certeza interior de pertenecer a ese número de elegidos, y el testimonio público de su creencia debe expresarse socialmente en la obediencia a las instituciones civiles y políticas legítimas y en la dedicación abnegada al trabajo bien hecho.

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4.3. Otros reformadores: Zwinglio y CalvinoOtros reformadores de gran influencia fueron Zwinglio (1484-1531), fundador de la

Iglesia Reformada Suiza; y Calvino (1509-1564).Calvino radicalizó las ideas de Lutero al insistir en que el hombre no es nada frente a

Dios, que ha decidido desde la eternidad quiénes se salvarán o se condenarán, sin que pueda influir su comportamiento terrenal (Dios no elige a los que son buenos, sino que son buenos aquellos a quienes Dios elige), y en que el trabajo es el deber sagrado del buen cristiano, y el éxito comercial en los negocios, la segura señal de encontrarse entre los elegidos por Dios.4.4. La Contrarreforma

Tan importante como la Reforma protestante, que impregnaría el espíritu cultural de las naciones que la adoptaron, fue la Contrarreforma, que representó la “respuesta” del catolicismo romano a las críticas del protestantismo e impulsó algunas transformaciones teológicas y disciplinarias que evitasen los defectos denunciados por los luteranos. Impulsada a partir del Concilio de Trento (1545-1563), intentó refundar la autoridad absoluta del Papa en materia religiosa y la necesidad de la mediación de la Iglesia en las relaciones entre Dios y los hombres.

5. POLÍTICA: TOMAS MORO Y MAQUIAVELOEl Renacimiento obliga a replantearse las nociones políticas heredadas de la

Antigüedad. La polis, el ámbito político privilegiado escogido por Platón y Aristóteles, era entendida como el lugar natural del ser humano y donde podía alcanzar la perfección, la excelencia y la felicidad. En el nuevo contexto político, con la emergencia de los Estados nacionales, esta noción pierde sentido. Hay que replantearse de nuevo la cuestión del poder y del orden en la sociedad.

Este replanteamiento toma dos caminos:- La vía realista, cuyo representante fundamental es Nicolás Maquiavelo (1469-1527). Esta vía responde a los problemas propios de la época, como son la necesidad de un Estado nación y de un poder centralizado fuerte para garantizar la ley y el orden.- La vía crítica. Esta se concreta en la aparición de distintas utopías. El principal representante de esta corriente es Thomas Moro (1478-1535); aunque también son dignas de mención las propuestas utópicas de Tomasso Campanella (1568-1639) y Francis Bacon (1561-1626).

6. LA OBSERVACIÓN Y LA CRÍTICA AL CRITERIO DE AUTORIDADOtra característica importante del Renacimiento, aunque quizá más restringida a

determinados ambientes, fue la valoración de la observación como fuente de conocimiento. Al desarrollarse esta característica nacieron las ciencias experimentales y hubo un cambio de mentalidad y de actitud ante lo real que dio paso a la Edad Moderna.

Unida a esta característica se produjo también una concepción de la razón como facultad independiente y una confianza grande en sus posibilidades para encontrar la verdad por sí sola sin necesidad de estar sometida a la autoridad. Los pensadores renacentistas tuvieron una actitud desdeñosa ante el “criterio de autoridad” que tanta importancia había tenido en la Edad Media y, como la autoridad en esos momentos seguía siendo la Iglesia, se enfrentaron en numerosas ocasiones con ella.

7. EL ORIGEN DE LA CIENCIA MODERNA Y LA REVOLUCIÓN CIENTÍFICALa ciencia se independizó de la filosofía y empezó a desarrollar unos métodos propios

durante un período que se conoce como Revolución Científica. Abarca lo siglos XVI y XVII, y sus protagonistas son hombres como Kepler, Copérnico, Galileo o Newton…, que, además de asentar las bases para la nueva ciencia, cambiaron la imagen que se tenía del mundo.

Galileo Galilei está considerado el primer científico moderno, y no tanto por el alcance de sus descubrimientos (por otra parte decisivos), sino por inaugurar una nueva manera de hacer y entender la ciencia. Galileo se ocupó de los mismos problemas que habían interesado a las personas de ciencia anteriores, pero lo hizo de una manera radicalmente

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diferente y revolucionaria. Esta forma de proceder sigue teniendo en la actualidad estas mismas características:- Experimentación. Galileo introdujo una importante novedad en la concepción del método científico y en el papel reservado a la observación. Era consciente de que algunas de sus hipótesis –como la referida a la caída libre- no eran observables en la vida cotidiana, por lo que sólo podía contrastarlas creando una situación ideal en la que los elementos perturbadores, tales como la fricción, fueran eliminados. De esta manera, el experimento permite aislar el fenómeno y estudiar únicamente aquellas variables consideradas decisivas. También fue el primero en usar instrumentos, como los telescopios, para realizar sus estudios. Esta tendencia que inaugura Galileo será imparable en la ciencia que, cada vez más, dependerá de sofisticados instrumentos y mecanismo de experimentación.- Matematización. Galileo afirmó que la naturaleza atiende a unas regularidades expresables mediante funciones matemáticas. La matematización constituyó una pieza angular de la nueva ciencia, en contraste con la física anterior, dominada por cualidades ocultas y por tendencias naturales de los elementos. La cuantificación, al aportar una mayor precisión a las observaciones realizadas, permitió librarse de la subjetividad y ambigüedad propias del lenguaje cotidiano. “La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que continuamente está abierto ante nuestros ojos (me refiero al universo), pero que no puede entenderse si primero no se aprende a entender la lengua y conocer los caracteres con los que está escrito. Está escrito en lenguaje matemático, y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender humanamente una palabra; sin ellos sería enredarse vanamente por un oscuro laberinto” (Galileo).

8. LA NUEVA CIENCIADe todos los factores que impulsaron el pensamiento europeo hacia la modernidad, el

más importante, sin duda, fue el desarrollo de la nueva ciencia, particularmente en los ámbitos de la matemática, la física (mecánica) y la astronomía. La ciencia moderna se empezó a gestar en el siglo XVI, gracias a la contribución de un grupo de científicos y astrónomos que protagonizaron la Revolución Científica y que sentaron las bases de la nueva física, caracterizada por servirse tanto de la experimentación como del formalismo matemático. Una nueva física y una nueva visión del mundo aparecen de la mano y en mutua dependencia, para sustituir el antiguo cosmos griego que había perdurado hasta ese momento como única explicación válida para entender el universo.

El nuevo clima intelectual europeo del Renacimiento permitió a numerosos astrónomos y físicos cuestionarse la cosmovisión heredada y sus dogmas, lo que acabó comportando, tal y como afirma Alexandre Koyré una “destrucción del cosmos” griego: la vieja distinción entre un mundo supralunar inalterable e incorruptible y un mundo sublunar donde reinan el caos y el desorden se superó sustituyéndola por un universo sin jerarquías. Esta nueva cosmovisión se formó gracias al trabajo conjunto de astrónomos y de físicos. La nueva ciencia se desarrolló en una constante revisión y refutación de la física y de la imagen del universo aristotélico, predominantes en la Edad Media.8.1. La física y la imagen del universo en la Edad Mediaa) La imagen aristotélico-medieval del universo

Aristóteles había argumentado a favor de un universo único, finito y esférico en el cual tienen lugar dos tipos de movimientos naturales: movimiento rectilíneo y movimiento circular. El movimiento circular corresponde a los cuerpos celestes que se mueven eterna y regularmente alrededor del centro del universo. El movimiento rectilíneo tiene lugar bajo la última de las esferas celestes (región sublunar).

Puesto que el universo es esférico, caben dos formas de movimiento rectilíneo: de arriba abajo, es decir, hacia el centro (así, la piedra que cae naturalmente) y de abajo arriba, es decir hacia la periferia (así, el humo que asciende). Hacia abajo se mueven los cuerpos pesados, hacia arriba los ligeros. El “lugar natural” de los cuerpos pesados es el centro del

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universo, el “lugar natural” de los cuerpos ligeros es la zona superior de la región sublunar.De este conjunto de afirmaciones resultaban dos consecuencias de notable

importancia. En primer lugar, puesto que la tierra es pesada, su lugar natural es el centro del universo al cual tiende naturalmente y en el cual naturalmente reposa: el universo es, por tanto, geocéntrico por causas estrictamente físicas, al margen de cualquier conveniencia astronómica de carácter matemático. En segundo lugar, puesto que los cuerpos celestes se mueven circularmente, no son ni ligeros ni pesados: en realidad, son de otra naturaleza que los cuerpos sublunares. Son sustancias incorruptibles e inalterables, solamente afectadas de movimiento local circular, pero ajenas a cualquier otro tipo de cambio.b) La teoría aristotélica del movimiento

La definición aristotélica del movimiento (paso de la potencia al acto) se refiere a todo tipo de movimiento o cambio (sea este sustancial o accidental) y, por tanto, también al movimiento local. Esta interpretación del movimiento en términos de "potencia" y "acto" comportaba el principio según el cual todo lo que se mueve es movido por otro. Este principio implicaba, a su vez, las tres siguientes afirmaciones: 1) el motor tiene que ser distinto del móvil, 2) el motor tiene que ser, además, exterior al móvil y 3) la acción del motor sobre el móvil ha de durar mientras dura el movimiento de este.c) Problemas de la física aristotélica y la teoría del impetus

Esta última afirmación resultaba particularmente problemática, ya que la experiencia no parecía acomodarse a ella en el caso de los movimientos de proyección: en efecto, un proyectil cualquiera, una vez lanzado, ¿no se mantiene en movimiento a pesar de que el agente proyector no continúa actuando sobre él? Para tratar de explicar este hecho, ya los físicos nominalistas del siglo XIV (entre quienes ha de destacarse a Juan Buridano), rechazaron la segunda de las afirmaciones implicadas por el principio aristotélico del movimiento -que el motor tiene que ser exterior al móvil-, recurriendo a su peculiar teoría del impetus: según esta teoría, el motor imprime al móvil un "ímpetu", un impulso que, a su vez, actúa continuadamente sobre el móvil manteniéndolo en movimiento, No se trata aún, desde luego, del descubrimiento del "principio de inercia", puesto que se mantiene la creencia de que es necesaria una causa que actúe constantemente sobre el móvil mientras dura el movimiento. Pero constituye el primer paso en el rechazo de la física aristotélica. Su rechazo definitivo vendrá con la aceptación del principio de inercia que vendría a mostrar la inoperancia "física" del principio aristotélico del movimiento, según el cual todo lo que se mueve es movido por otro. 8.2. Heliocentrismo: la revolución copernicana

Desde Ptolomeo hasta Copérnico, los astrónomos se habían visto obligados a introducir más y más epiciclos en la representación del universo, para acomodar las observaciones a la teoría. La complejidad se había incrementado hasta tal punto que este sistema resultaba insostenible. Nicolás Copérnico (1473-1543) se dio cuenta de que todos los problemas que suscitaba tanto el movimiento retrógrado de los planetas como su cambio de brillo podían ser explicados de forma más sencilla, suponiendo que el Sol se encontraba en el centro del universo y que el resto de los planetas (incluida la Tierra) daba vueltas a su alrededor. Por eso propuso un modelo heliocéntrico en su obra De Revolutionibus Orbium Coelestium, [en el que atribuyó a la Tierra tres clases de movimientos:•Rotación. La Tierra da vueltas sobre sí misma, lo que provoca el aparente movimiento diario de las estrellas y los planetas que, en el pasado, se había atribuido a la esfera de las estrellas fijas.•Traslación. En el caso de la Tierra, tiene un período anual y se produce alrededor del Sol. De esta manera, los cambios de brillo y los bucles que trazan los planetas pueden interpretarse como un efecto óptico producido por las diferentes distancias respecto al Sol en los distintos tramos del recorrido orbital.•Declinación del eje terrestre. La Tierra se mueve de forma parecida a una peonza que, al mismo tiempo que da vueltas sobre sí misma, se inclina en distintas direcciones, cambiando la

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dirección de su eje de rotación. Este movimiento es sumamente lento, por lo que sólo puede apreciarse después de largos períodos temporales.]

El heliocentrismo propugnado por Copérnico supuso un ataque frontal, de consecuencias devastadoras a la larga, contra la imagen aristotélica del universo y contra el concepto de "lugar natural", pieza básica de la física de Aristóteles. Poner el Sol en el centro del universo implicaba, en efecto, rechazar la teoría de los lugares naturales: el centro ha dejado de ser el lugar natural de la Tierra, donde ésta naturalmente se mueve y donde naturalmente reposa. No sólo desaparecía la diferencia entre el mundo sublunar y el supralunar aristotélico, y se mantenía una uniformidad material entre la Tierra y el resto de estrellas, sino que el nuevo campo astronómico planteaba el problema de si el universo en su totalidad, incluyendo la Tierra, posee una estructura matemática. Y admitir esto supone el rechazo de la física y cosmología de Aristóteles.

Además, y en relación con la imagen aristotélica-medieval del universo, si la Tierra se mueve realmente, su distancia a las estrellas ha de ser por fuerza mucho mayor que lo hasta entonces supuesto e imaginado: se abre así a la imaginación y al pensamiento la idea antiaristotélica de un universo infinito.8.3. Contribuciones a la nueva astronomía

A pesar de estas innovaciones, el universo copernicano mantiene numerosas características aristotélicas. Es un universo finito, limitado por la esfera de las estrellas fijas, y los planetas siguen moviéndose a velocidad uniforme en una trayectoria circular. Para consolidar el nuevo modelo, eran necesarios cambios más profundos que aportaron otros astrónomos.

Tycho Brahe (1546-1601). A pesar de ser contrario al heliocentrismo copernicano, sus precisas observaciones astronómicas -anteriores a la introducción del telescopio en la práctica astronómica-, a la larga, sirvieron para apoyar las tesis heliocéntricas. Y es que sus descubrimientos resultaron incompatibles con la creencia aristotélica en las esferas y en la inmutabilidad del cosmos. Tycho Brahe descubrió una nueva estrella en la constelación de Casiopea, destruyendo, así, la idea de que el mundo supralunar está libre de la generación y la corrupción, y precisó también la órbita de los cometas, poniendo de manifiesto que éstos debían de atravesar las esferas en que supuestamente estaban incrustados los planetas.

Johannes Kepler (1571-1630). Discípulo de Tycho Brahe, utilizó las observaciones de éste para convertirse en un ferviente defensor del heliocentrismo. A partir de las observaciones de su maestro, formuló una serie de leyes que acabaron con la herencia aristotélica que el copernicanismo mantenía: la circularidad de las órbitas y la uniformidad de sus velocidades. Kepler acabó de definir un heliocentrismo consistente al afirmar que las órbitas planetarias eran elípticas (en lugar de circulares), en uno de cuyos focos se encontraría el Sol (1ª ley de Kepler); y que la velocidad a la que se desplazaban los planetas por esta órbita variaba según la distancia a la que se encontrase del Sol (2ª ley de Kepler: los planetas en su desplazamiento alrededor del Sol barren áreas iguales en tiempos iguales). Estas leyes permitían, por primera vez, dar una explicación sencilla y plausible a la aparente retrogradación de los planetas y a los cambios en la intensidad de su brillo.

Galileo Galilei (1564-1642). Las aportaciones de este científico supusieron la consolidación definitiva del heliocentrismo. Fue, además, el primero en utilizar un telescopio con fines científicos. Este uso le permitió hacer descubrimientos, como las manchas solares o los cráteres de la Luna, que derribaban definitivamente la creencia antigua en un cosmos perfecto e inmutable. Otro de sus descubrimientos decisivos fueron las lunas de Júpiter, fenómeno que contradecía firmemente el prejuicio geocentrista según el cual todos los planetas giraban alrededor de la Tierra.

A pesar de estas contribuciones, el heliocentrismo se encontró con serias dificultades, pues muchos interrogantes seguían abiertos, por lo que convenía complementarlo con una nueva física que le fuese compatible. En una cosmovisión integral y coherente no se puede cambiar una parte, en este caso, la astronomía (estructura y funcionamiento del universo), sin

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que afecte al resto, en este caso, a la física.8.4. La nueva física

La concepción heliocéntrica fue muy controvertida y criticada porque afirmaba cuál tenía que ser la forma del universo y cómo se movían los planetas, pero no ofrecía ninguna explicación de por qué se movían así. Por este motivo, la mayoría de los científicos y filósofos de la época sólo se sumó a ella cuando dispusieron de una explicación de las leyes que rigen estos movimientos. Galileo y Newton están considerados los iniciadores de la física moderna, ya que proporcionaron estas leyes; su obra fue fundamental para que la concepción heliocéntrica sustituyera definitivamente al geocentrismo.

Entre las leyes físicas que formularon, destacaremos las dos que permitieron responder a preguntas fundamentales como: ¿Por qué caen los cuerpos? ¿Qué es lo que mantiene a los planetas en rotación si no están enganchados a una esfera? ¿Cómo es posible que la Tierra se mueva y no lo percibamos?- Ley de inercia. Formulada por primera vez por Galileo, esta ley afirma que toda partícula continúa en su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme mientras no actúe ninguna fuerza neta sobre ella. Esta ley supone una ruptura definitiva con el aristotelismo y, además, permite explicar por qué no percibimos el movimiento terrestre. Nuestra experiencia de este movimiento es similar a la que tendríamos si nos encontrásemos en un vagón de tren sin ventanas que mantuviese una velocidad uniforme, es decir, seríamos incapaces de distinguir si nos encontramos en reposo o en movimiento. “Encerrémonos con algún amigo en el camarote principal bajo cubierta de un barco grande y metamos con nosotros algunas moscas, mariposas y otros pequeños animales voladores. Pongamos también una vasija grande de agua con algún pez en su interior […]. Cuando el barco esté detenido, obsérvese cuidadosamente cómo estos pequeños animales vuelan con la misma velocidad en todas las direcciones del camarote; cómo los peces nadan indistintamente en cualquier dirección […]. Una vez observadas cuidadosamente todas estas cosas, aunque no exista ninguna duda de que cuando el barco está quieto todo debe ocurrir de ese modo, hacer que la nave se mueva con una velocidad cualquiera; siempre que el movimiento sea uniforme y no oscile aquí o allá, no percibiréis la más mínima variación en todos los efectos mencionados, ni podréis descubrir a partir de ellos si el barco se mueve o está quieto” (Galileo).- Ley de gravitación universal. Gracias a esta ley, Isaac Newton era capaz de explicar todos los movimientos naturales, fuesen del tipo que fuesen: caída de los cuerpos, movimientos planetarios…, a partir de una sola ley. Esta ley afirmaba que dos cuerpos se atraen con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de su distancia y directamente proporcional al producto de sus masas. Esta leu no sólo acababa con la distinción aristotélica entre mundo sublunar y supralunar, sino que conseguía lo que sería el ideal de la nueva ciencia: el carácter universal (por el cual es aplicable a todos los fenómenos sin distinción) y su capacidad predictiva. Se convertía, por ello, en el modelo y referente de la nueva ciencia.8.5. Conclusiones sobre la nueva física y la nueva astronomía

Característica fundamental de la nueva ciencia fue la introducción del lenguaje matemático en la física y en la astronomía. Galileo proclamaba que “el universo está escrito en lenguaje matemático, y las letras son los triángulos, círculos y otras figuras geométricas”.

Por lo demás, merece la pena recordar que en esta nueva orientación del estudio de la naturaleza tuvo una notable influencia el descubrimiento renacentista de los científicos griegos, en especial del pitagorismo y de Arquímedes. La "vuelta a los griegos" permitió conocer no solo las corrientes filosóficas, sino también los textos científicos más notables de la Antigüedad. Copérnico conoció ciertamente el pitagorismo, y la actitud de Kepler ante el universo es netamente pitagórica. Por su parte, Arquímedes ofrecía un modelo de ciencia que sería seguido por Galileo.

El descubrimiento renacentista de lo griego impulsó, pues, la consideración matemática del universo y de los fenómenos físicos. El progreso de las Matemáticas se uniría a esta actitud ante la naturaleza, para posibilitar el desarrollo de la ciencia moderna.

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Los golpes a la física y astronomía aristotélicas continuaron inexorablemente con Kepler y con Galileo, hasta culminar en Newton. Con el primero se desplomarían las ideas de que las trayectorias de los planetas son circulares y de que estos se desplazan a la misma velocidad a lo largo de toda su trayectoria. Las observaciones astronómicas de Galileo refutaron, por su parte, la idea de que los cuerpos celestes solamente están sometidos a movimiento local y no a cualquier otro tipo de cambio o alteración. Finalmente, la ley de gravitación universal terminó de consumar el desprestigio de la física aristotélica: como más arriba señalábamos, de acuerdo con la teoría aristotélica, los movimientos de los cuerpos celestes y los movimientos que tienen lugar en la región sublunar obedecen a principios distintos. Muy al contrario, Newton venía a explicar que la caída de una piedra y el movimiento de los astros obedecen a la misma ley.

9. CONSECUENCIAS FILOSÓFICAS DE LA NUEVA CIENCIAA modo de recapitulación podemos señalar que la nueva ciencia viene caracterizada

principalmente por la matematización de la realidad, y ello tiene una serie de consecuencias filosóficas, que vamos a resumir ahora:1º La renuncia a la búsqueda de causas últimas o esencias al investigar los movimientos. Y lo mismo del concepto aristotélico de “naturaleza esencial” y de las “cualidades ocultas” que atribuimos a los cuerpos como causantes de sus propiedades. La tarea del científico de la naturaleza es reducir lo real a magnitudes, figuras, líneas, volúmenes y ponerlas en relación con otras propiedades medibles, como tiempo, espacio, movimiento, masa, para descubrir las relaciones existentes entre ellas, y expresar esta relación en la forma de una ley matemática.2º Las matemáticas representan la verdadera y objetiva realidad, que nos proporcionan la estructura inteligible de lo real. Las matemáticas son “el lenguaje en que está escrito el gran libro del mundo”. Galileo llegó a afirmar que sólo las cualidades cuantificables y matematizables, como figura, tamaño, magnitud, masa, etc., pertenecen realmente a las cosas; en cambio, olores, colores, sonidos, etc., son sólo cualidades subjetivas, sensaciones que están en nosotros y no en las cosas mismas.3º La exaltación de la razón humana como fuente autónoma de verdades. La razón puede engañarse cuando se deja guiar de la experiencia ingenua, pero no cuando razona sobre esquemas matemáticos. Se trata de la defensa de la autonomía de la razón humana que puede hallar por sí sola verdades absolutamente ciertas. Galileo, con esta defensa de la autonomía de la razón, está echando abajo las construcciones basadas en la autoridad, ya sea Aristóteles o la misma Iglesia, y reclamando el valor autónomo de la razón humana para hallar verdades.4º Cambio de la imagen que el hombre se hacía del mundo y de sí mismo. Al ser analizado en términos de cuerpos con figuras, tamaños, posiciones, movimiento, se tendía a verlo como una inmensa maquinaría de relojería, que comprenderemos perfectamente cuando conozcamos las piezas de que está formada y las leyes del movimiento que las hacen moverse y transmitirse movimientos por contactos, presión, choque, etc. Es decir, se desemboca en una imagen mecanicista del mundo. Un nuevo paradigma que va a sustituir al viejo “organismo” aristotélico.

10. LA REFLEXIÓN SOBRE EL MÉTODOAdemás, el extraordinario desarrollo de la ciencia en este período va a traer consigo la

reflexión sobre el método científico. Va a surgir la creencia de que ciertos campos (como la filosofía) se mantienen oscuros y dudosos porque no se ha aplicado en ellos el método que en la ciencia está funcionando con notable éxito. Así, se va a intentar aplicar a la filosofía el mismo método que en la ciencia, o en las matemáticas especialmente, está funcionando.

En el método hay dos aspectos que destacar: por un lado el aspecto empírico; por otro el aspecto racional. El progreso científico se ha debido a que el hombre del renacimiento se ha apartado de la autoridad de los grandes textos del pasado y se ha puesto a observar y escrutar la naturaleza por sí mismo; ha mejorado sus técnicas de observación, contrastando sus teorías con los fenómenos observables; y además ha sometido los datos empíricos a esquemas matemáticos

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y geométricos, que son obra de la razón. Consiguientemente, en la reflexión sobre el método científico va a haber autores que destaquen más el aspecto empírico, mientras que otros destacarán más el aspecto racional o matemático. Los tres autores que más conscientes han sido de la importancia del método han sido Francis Bacon, Galileo y Descartes.

FILOSOFÍA DEL RENACIMIENTO (SIGLOS XV Y XVI)Platonismo Marsilio Ficino (1433-1499)

Giovanni Pico Della Mirandola (1463-1494)Aristotelismo Tomista: Jorge de Trebisonda (1395-1486)

Averroísta: Martín Nifo (1473-1546)Aristotélico: Pietro Pomponazzi (1462-1525)

Escepticismo Pierre Charron (1541-1603)Francisco Sánchez (1551-1623)Michel de Montaigne (1533-1592)

Estoicismo Justo Lipsio (1547-1606)Epicureísmo Lorenzo Valla (1407-1457)Humanismo Erasmo de Rótterdam (1466-1536)

Luís Vives (1492-1540)Escolástica tardía Francisco Suárez (1548-1617)

Francisco de Vitoria (1483-1546)Filosofía de la naturaleza Nicolás de Cusa (1401-1464)

Giordano Bruno (1548-1600)Método científico Francis Bacon (1561-1625)

Galileo Galilei (1564-1642)Nueva ciencia Nicolás Copérnico (1473-1543)

Johannes Kepler (1571-1630)Galileo Galilei (1564-1642)

Pensamiento político Nicolás Maquiavelo (1469-1527)Francis Bacon (1561-1625)Tommaso Campanella (1568-1639)

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EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE NICOLAS MAQUIAVELO:SI LOS POLÍTICOS TIENEN QUE CUMPLIR LAS NORMAS ÉTICAS

(RELACIÓN ÉTICA Y POLÍTICA)

1. Datos biográficosNacido en Florencia en 1469, en el seno de una familia noble, Maquiavelo fue secretario de la

República de Florencia entre 1498 y 1512, encargado de misiones diplomáticas de esta ciudad, recorrió diversas cortes italianas y extranjeras, lo que le permitió acumular gran experiencia sobre los mejores procedimientos para triunfar en política. En esta época conoció a César Borgia, que se convertiría en uno de los modelos que inspiraron su obra El Príncipe, escrita en 1513. Maquiavelo fue encarcelado en 1512, cuando los Medici recuperaron el poder, aunque posteriormente se le confirieron tareas como ser el historiador oficial. Murió en 1527, en su ciudad natal, el mismo año en que retornaba la República a Florencia.

Sus ideas políticas estuvieron muy condicionadas por las circunstancias de su época y el pasado histórico, por lo que fueron poco teóricas, de ahí que su doctrina pueda ser calificada de pragmatismo o realismo político. Sus obras más célebres son El Príncipe (1513) y Discursos sobre la primera década de Tito Livio (1513-1519), escritas casi simultáneamente.

[Nicolás Maquiavelo (1469-1527) está considerado como el fundador de las concepciones políticas modernas. Mientras que en la Antigüedad -en especial en Platón y Aristóteles- la ética y la política estaban entrelazadas, la modernidad se inaugura con la separación de la política de la esfera ética, tal como se establece en la obra fundamental de Maquiavelo, El Príncipe. En esta obra, Maquiavelo reflexiona sobre las características que debe tener el gobernante para lograr alcanzar el poder y mantenerlo. No pretende escribir un tratado sobre teoría política en el que aparezcan definidos los conceptos de poder y se clasifiquen las diferentes formas de gobierno. Por el contrario, su finalidad es práctica y pretende dar consejos útiles a los gobernantes.]

2. El realismo políticoMaquiavelo tomó como punto de partida y referencia la propia realidad, en lugar de teorizar o

basarse en concepciones abstractas. Tradicionalmente, el teórico político era normativo: disertaba sobre cómo debía ser el gobernante y establecía, por tanto, la norma, el «deber ser». Maquiavelo, por el contrario, se interesaba por lo que ocurría realmente, es decir, por determinar la propia realidad y así poder actuar y tomar decisiones en función de una situación concreta y no de una abstracción normativa. Es un punto de vista descriptivo, que expresa de la siguiente manera: «Y porque sé que muchos han escrito de esto, temo -al escribir ahora yo- ser considerado presuntuoso, tanto más cuanto que me aparto -sobre todo en el tratamiento del tema que ahora nos ocupa- de los métodos seguidos por los demás. Pero, siendo mi propósito escribir algo útil para quien lo lea, me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad de la cosa que a la representación imaginaria de la misma. Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia entre cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer aprende antes su ruina que su preservación…». (Maquiavelo, N.: El príncipe, XV. Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 95).

El realismo de Maquiavelo es, en realidad, un pragmatismo, que se caracteriza por valorar la acción política en función de sus resultados: lo bueno, políticamente hablando, es lo útil para el Estado. Por ello, el buen gobernante no se atiene a lo que es o no contrario a la conciencia moral, … porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son. (Maquiavelo, N.: El príncipe, XV. Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 95).

Este fuerte realismo pragmático (la asunción de que la sociedad real siempre se encuentra a una distancia insuperable de la ciudad ideal o moral) parece, en Maquiavelo, apoyado en un pesimismo antropológico. Él, como Hobbes un poco más tarde, parten de una concepción antropológica pesimista: el ser humano es por naturaleza egoísta y violento y, por lo tanto, hay que limitar sus impulsos mediante el uso de la fuerza.

A la hora de gobernar republicas reales, los gobernantes reales deben ser igualmente realistas, lo que implica reconocer que el uso de la ley es tan importante como el de la fuerza: «Existen dos

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formas de combatir: la una con las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre; la segunda, de las bestias; pero como la primera muchas veces no basta, conviene recurrir a la segunda. Por tanto, es necesario a un príncipe saber utilizar correctamente la bestia y el hombre». (Maquiavelo, N.: El príncipe, XVIII. Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 103-104).

En este tipo de consideraciones vemos nacer lo que otros teóricos políticos contemporáneos comienzan a llamar la razón de Estado; es decir, el derecho excepcional de las autoridades políticas a desbordar las limitaciones morales o religiosas para salvaguardar el propio Estado o para proteger la libertad amenazada.

3. Esfera política frente a esfera moralMaquiavelo es partidario de un Estado ordenado y unido, la única manera de lograr un Estado

ordenado y unido es contar con un gobernante fuerte -al que denomina «Príncipe»- capaz de imponer su voluntad entre la población. El gobernante puede emplear cualquier medio a su alcance para lograr este fin: los medios están justificados si sirven para conseguir el objetivo -el fin justifica los medios-. [Tal como asegura Maquiavelo, «en las acciones de todos los hombres y especialmente de los príncipes, donde no hay tribunal al que recurrir, se atiende al fin. Trate, pues, un príncipe de vencer y conservar su Estado, y los medios siempre serán juzgados honrosos y ensalzados por todos, pues el vulgo se deja seducir por las apariencias y por el resultado final de las cosas, y en el mundo no hay más que vulgo».]

[Su desengaño ante una Italia fragmentada en multitud de repúblicas, enfrentadas en luchas y guerras continuas, lo condujo a pensar que una sociedad dividida solo puede debilitarse y decaer. Por ello, insistió en que la única forma de crear un Estado fuerte es que esté unido. Pero esto solo puede lograrse si el poder reside en un solo monarca o príncipe. Maquiavelo admiró al hombre fuerte y poderoso, que gobierna sin miramientos pero con habilidad para obtener los fines del Estado: la conservación y el aumento del poder.]

Maquiavelo opinaba que los medios son buenos en la medida en que sirven para lograr el fin. Este planteamiento significa, por un lado, que describe la realidad en lugar de presentar teorías -opta, pues, por la descripción frente a la norma- y, por otra parte, que diferencia entre la esfera política y la ética. En El Príncipe afirmaría, además, que el gobernante está por encima de las leyes y que requiere de dos cualidades para mantenerse en el poder: el cálculo y la violencia.

De este modo, la teoría y la praxis política son ajenas a la moral e independientes de ella. Esto no significa que las acciones políticas no merezcan un juicio moral y dejen de ser buenas o malas; quiere decir que la política es un territorio en el que la moral no resulta siempre aplicable, un ámbito de necessità, es decir, de rigurosa concatenación causal, en el que el principio de la supervivencia que rige la adquisición y conservación del poder y el mantenimiento del Estado impone un único curso de acción que hace frecuentemente el mal inevitable. Por eso, el estadista «necesita tener un ánimo dispuesto a moverse según le exigen los vientos y las variaciones de la fortuna, y, …, a no alejarse del bien, si puede, pero a saber entrar en el mal si se ve obligado» (Maquiavelo, N.: El Príncipe, XVIII. Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 105). “Por todo ello es necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad” (Maquiavelo, N.: El príncipe, XV. Alianza Editorial, Madrid, 2008, p. 95).

Su tesis fundamental es que hay que desligar la política de la moralidad, es decir, que la vida política no debe regirse por normas morales que son extrínsecas y trascendentes a ella, sino por los resultados políticos que se obtienen. El principal fin del gobernante es conservar y consolidar el poder, no solo el suyo propio, sino fundamentalmente el del Estado frente a otras potencias. Maquiavelo, por lo tanto, admitió que es lícito emplear un medio inmoral para alcanzar un buen fin político. “Cuán loable es en un príncipe mantener la palabra dada y comportarse con integridad y no con astucia, todo el mundo lo sabe. Sin embargo, la experiencia muestra en nuestro tiempo que quienes han hecho grandes cosas han sido los príncipes que han tenido pocos miramientos hacia sus propias promesas y que han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres. Al final han superado a quienes se han fundado en la lealtad” (Maquiavelo, El Príncipe, XVIII. Alianza Editorial. Madrid. 2008; pág. 103). Sin embargo, aunque no tuvo dudas sobre lo que es bueno políticamente en líneas generales -todo lo que conduce a la conservación del Estado-, pensó que era muy difícil saber lo que es bueno en política en cada caso concreto.

Con estas ideas, Maquiavelo no defendió sin más la inmoralidad, es decir, que sea bueno robar, mentir, etc., sino la indiferencia moral en el terreno político. La moral y la religión cristiana, afirmaba este autor, ponen a los seres humanos en inferioridad de condiciones para la lucha por el

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poder ya que, según él, ofrecen un fin ideal sobrenatural -un paraíso fuera de esta Tierra- que exalta la mansedumbre y la humildad. Señaló que el cristianismo había sido malinterpretado, como desprecio del mundo, amor al sufrimiento, etc., y que eso hacía débiles a los seres humanos.

En realidad, su posición es en cierto modo ambigua y susceptible de múltiples interpretaciones, pues el príncipe amoral, con frecuencia, tiene que enfrentarse y oponerse a su conciencia. Por un lado, sostiene, si el príncipe puede hacer el bien moral, tiene obligación de hacerlo; ahora bien, si el bien político exige lo contrario, no debe hacerlo, de manera que prevalece el bien político sobre el moral.

Ciertamente, para Maquiavelo no es posible la total separación entre la moral y la política, pero cuando entran en conflicto ambos ámbitos, prevalece la utilidad antes que el mandato moral, que le parecía demasiado ideal y abstracto. Desde estas premisas, puede concluirse que la persona buena y honrada desde el punto de vista moral nunca logrará ser un buen político.

4. Características de los gobernantesMaquiavelo caracteriza al Príncipe por su ‘virtud’ con las cualidades de la astucia y la fuerza,

que son propias de la zorra y del león (El Príncipe, XVIII). Debe saber alternar ambas cualidades con prudencia.- La astucia significa el cálculo de los mejores medios para lograr mantenerse en el poder y salir fortalecido después de cada acción. El Príncipe empleará esta cualidad: tanto en su relación con la población a la que gobierna como en la relación con otros Estados. El Príncipe tiene que ser astuto, ganarse la adhesión de su pueblo y evitar rebeliones. Su principal recurso es la hipocresía, pues opina que el pueblo es fácil de engañar. En la relación con los otros Estados, la astucia supone que un tratado con otro país debe respetarse solo mientras resulte beneficioso.- La fuerza y la violencia son los medios a través de los cuales se logrará mantener el orden en el interior de un Estado y protegerlo de los ataques del exterior. Maquiavelo afirmó, sin embargo, que era necesario ser prudente al hacer uso de la violencia: tanto por exceso como por defecto, existe el peligro de que se produzca una rebelión. Su uso, sin embargo, está plenamente justificado si se consigue el fin de mantener el poder y asegurar el orden.

5. Monarquía o RepúblicaLa defensa de la monarquía que realizó en El Príncipe parece contrastar, con su admiración

por la República romana reflejada en los Discursos. No hay incoherencia en este punto de su pensamiento. Maquiavelo pensó que la monarquía absoluta era necesaria para la creación o para el fortalecimiento del Estado cuando este se ha hecho débil y decadente; sin embargo esta no era, para él, la mejor forma de gobierno: el sistema ideal es la república, cuyo modelo es la República romana que se convirtió en un imperio. Si la ley civil se respeta y el pueblo participa en el gobierno, el Estado será más estable y más fuerte que si es gobernado por príncipes hereditarios y absolutos. En la república se promueve el bien general y la libertad del pueblo, mientras que el monarca con facilidad no se preocupará más que de sus intereses particulares.

ConclusiónMaquiavelo, frente a las teorías políticas anteriores, no reflexionó sobre qué debía ser la

política y el Estado, sino que se interesó más bien por su plasmación histórica. No se puede decir que elaborase una teoría política en sentido estricto, que hubiera sido algo abstracto e ideal, sino que analizó los hechos históricos que le parecieron más relevantes de manera que pudieran extraerse aquellas experiencias de otros lugares y épocas que enseñasen, en aquel preciso momento, el arte de gobernar con éxito o el de fortalecer un Estado.

El método de Aristóteles había sido muy semejante, pues su pensamiento político se había apoyado en la observación de las organizaciones políticas de su tiempo; pero, a diferencia de Maquiavelo, no entendió el Estado como un fin, sino como un medio para la perfección moral e intelectual de los ciudadanos.

Se han realizado muchas interpretaciones de las doctrinas políticas de Maquiavelo, algunas de ellas contradictorias entre sí. Mientras que para unos fue un gran patriota, para otros fue un espíritu superficial o diabólico, que animó a los responsables políticos a no reparar en medios para conseguir sus fines. Lo cierto es que, para Maquiavelo, el Estado es un fin en sí mismo y debe ser preservado por encima de los individuos que lo componen y de sus conciencias. De ahí que sus seguidores hicieran de la «razón de Estado» el principio del maquiavelismo.

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Vocabulario

Virtud (virtù): frente a la virtud moral, la virtud propiamente política (la que, según Maquiavelo, sirve a Tito Livio para explicar la grandeza de la Roma imperial) es la capacidad que tiene un gobernante (o un Estado) de hacer frente a la fortuna garantizando la posibilidad de una vida plena de acción libre que, al mismo tiempo, esté protegida contra las calamidades del azar. Es la capacidad política para alcanzar el poder y mantenerse en él. Se compone de una serie de capacidades, como ganarse el apoyo de la población, a la vez que tener valor y astucia para tomar decisiones difíciles sin caer en el descrédito. Implica la capacidad de adaptarse a las circunstancias de cada momento, aprovechar los golpes de fortuna y saber prever los momentos difíciles para poder superarlos.

Razón de Estado: Maquiavelo señala en muchas ocasiones la legitimidad del uso de la violencia, de la astucia, del engaño o de la ocultación para preservar la salud del Estado o aumentar su poder. En este sentido, se habla de razón de Estado siempre que se utiliza este argumento (la necesidad de «salvar» el Estado) para tomar medidas excepcionales que van más allá de lo permitido por las leyes y, a menudo en contra de ellas.

- Ordenado. La ley y el orden son necesarios para que no se extienda el caos. Las leyes no afectan al gobernante- Unido. La fuerza y la unión impiden que otros países puedan conquistar y saquear los territorios.

- Astuto. El gobernante tiene que ser calculador. No intervienen cuestiones morales.- Fuerte. Fuerza y violencia son los medios para mantener el orden interior y proteger al Estado de un ataque exterior.

Tiende a ser violento pero fácil de engañar, por lo que se puede dominar de dos formar:- Mediante castigos ejemplares, lograr que teman y obedezcan al Príncipe.- Mediante actos hipócritas y calculados, lograr su adhesión

ESTADO

Príncipe

Pueblo

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GALILEO GALILEI (1564-1642)

BIOGRAFÍA

Galileo Galilei nació en Pisa (Italia) el 15 de febrero de 1564 (el mismo año en que murieron Calvino y Miguel Ángel). Era hijo de Vincenzo Galilei, natural de Florencia, y Giulia Ammannati, natural de Pescia. Su padre, músico, compositor y cantante, de familia ilustre, publicó varios libros sobre teoría de la música y composiciones para el laúd, aunque tuvo que dedicarse también al comercio para hacer frente a las dificultades económicas. Galileo fue el primero de los siete u ocho (según las fuentes) hijos del matrimonio, lo que le supuso hacerse cargo de sus hermanos pequeños, no situados todavía, a la muerte de sus padres. En 1574 la familia se traslada a Florencia, y Galileo es enviado al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, quizá con la intención de seguir la carrera religiosa, o para realizar estudios, pero a los pocos meses estaba de nuevo en Florencia. En el ambiente familiar, la profesión de su padre propició que Galileo se educara en un entorno en el que se combinaba la teoría y la práctica de la música, (él mismo tocaba el laúd) actividad que desde la antiguedad se había asociado con el estudio matemático de la armonía. Algunos biógrafos quieren ver en estas circunstancias la causa del posterior interés de Galileo por las matemáticas.

En 1581 se matriculará en la Universidad de Pisa, siguiendo los deseos de su padre de que realizara estudios de Medicina, disciplina en la que uno de sus cercanos antepasados se había ejercitado con éxito. Durante esta primera fase de sus estudios, según Vincenzo Viviani (biógrafo de Galileo), Galileo habría descubierto la isocronía del péndulo, al observar los movimientos de una lámpara en la catedral de Pisa. Pese a continuar sus estudios, Galileo no se siente inclinado hacia la profesión médica, y en 1583 interrumpe sus estudios de medicina, trasladándose a Florencia para dedicarse al estudio de la geometría de Euclides bajo la dirección del matemático de la corte florentina Ostilio Ricci. No obstante, volverá a Pisa, donde tras completar 4 años de estudio de medicina, los abandonará, sin obtener ningún título, trasladándose de nuevo a Florencia en 1585.

En los tres años siguientes Galileo continuará ampliando sus estudios, completando la lectura de los Elementos de Euclides, así como trabajando sobre la resolución de algunos problemas de fílosofía natural (física, diríamos hoy), alejándose de las explicaciones aristotélicas y apoyándose más en Arquímedes (a quien lee y relee sin cesar), al mismo tiempo que imparte clases privadas de matemáticas en Florencia y en Siena. De esta época es su invención de la balanza hidrostática, a la que llamó "bilancetta", siguiendo el Principio de Arquímedes, y buscando un instrumento que permitiera determinar experimentalmente y de forma precisa la diferencia de densidad entre cuerpos sólidos.En 1587 realiza un viaje a Roma, donde conocerá al jesuita Clavius (1537-1612), el más reputado astrónomo de la época, que impartía sus lecciones en el Colegio Romano (fundado por Ignacio de Loyola en 1551). Aunque Clavius era defensor del sistema ptolomeico, Galileo (que todavía no consta que sea copernicano) mantendrá correspondencia con él en los años sucesivos, recibiendo por correo sus escritos. A su regreso, conseguirá una plaza de auxiliar de matemáticas en la Universidad de Siena y continuará impartiendo clases privadas. En esta época realiza algunos descubrimientos sobre el centro de gravedad de los cuerpos sólidos, siguiendo a Arquimedes. También ayuda a su padre, probablemente, en el establecimiento de las proporciones entre la tensión y el tono de los instrumentos de cuerda. En 1588 obtiene una plaza de auxiliar de matemáticas en la Universidad de Pisa.

Tras intentar obtener una plaza de profesor titular en las universidades de Pisa, Siena y Bolonia, será nombrado, en 1589, profesor de matemáticas en la Universidad de Pisa, puesto en el que permanecerá hasta 1592. De esta época son sus primeros estudios sobre el movimiento, apoyándose en la posición de Arquímedes, quien defendía que la velocidad de caida de los cuerpos era proporcional a su densidad, y no a su peso, como afirmaba Aristóteles. En relación con estos estudios circuló la anécdota de que Galileo realizaba sus experimentos dejando caer objetos desde lo alto de la torre de Pisa, para demostrar sus conclusiones, anécdota que hoy consideran de dudosa autenticidad la mayoría de los historiadores.

En 1592, un año después de la muerte de su padre, obtiene la cátedra de matemáticas en la Universidad de Padua, en la que permanecerá hasta 1610 (año de publicación del "Sidereus Nuncius"), continuando también con la impartición de clases particulares de aritmética, geometría, fortificación, etc. En 1595 ofrece una explicación de las mareas que supone un movimiento anual y otro diario de la

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Tierra, lo que se considera su primera manifestación de copernicanismo (el sistema astronómico de Ptolomeo afirmaba que la Tierra permanecía inmóvil en el centro del universo).

En 1599, a los 35 años de edad, comenzará su relación amorosa con Marina Gamba, de 21, (a quien conoce en uno de sus frecuentes viajes a Venecia). Marina Gamba se traslada a casa de Galileo para vivir con él, aunque sin casarse. Con ella tendrá dos hijas y un hijo: Virginia (1600), Livia (1601) y Vincenzo (1606). Marina Gamba se casará en 1613 con Giovanni Bartoluzzi, habiéndose hecho ya cargo de sus hijas e hijo Galileo con anterioridad. Posteriormente sus dos hijas ingresarán en un convento, probablemente ante las dificultades económicas de Galileo para garantizarles una dote suficiente para un matrimonio adecuado a su status en la Corte de los Medici. Su hijo, por el contrario, entrará al servicio del Gran Duque de la Toscana.

En estos años de matemático en Padua (hasta 1610) escribirá varios tratados sobre fortificaciones, mecánica y astronomía, para uso de sus alumnos, y continuará su interés por la construcción de instrumentos mecánicos para resolver problemas prácticos, como un termoscopio o termómetro de aire (el primer termómetro conocido), un compás geométrico y una bomba de agua que utilizaba caballos como fuerza motriz (y que patentó en Venecia en 1594). Galileo continúa con sus estudios sobre el movimiento, iniciando sus investigaciones sobre el péndulo, los proyectiles y el movimiento uniformemente acelerado en el plano inclinado, lo que le llevó a la formulación y demostración matemática de las primeras leyes del movimiento, que se encontraban en clara oposición con las teorías aristotélicas sobre el mismo. Continúa también con sus estudios de astronomía, dando tres lecciones en la Universidad de Padua sobre la supernova de 1604 en las que afirmaba (contra la hipótesis de Aristóteles y Ptolomeo de la inmutable esfera de las estrellas fijas) que la nueva estrella se encontraba "detrás de la Luna", por lo que debería admitirse que se producían cambios en los cielos.

En 1609 tiene conocimiento de la existencia de un instrumento, construido por un holandés llamado Lipperhey (aunque otros le disputaron la invención), que permitía aumentar el tamaño de los objetos distantes, y se propone construir el suyo propio, con más aumentos que el original, cosa que consigue (al parecer, más por habilidad que por conocer los principios ópticos del telescopio). Ofrece su telescopio al Senado de Venecia, ante el que causa una gran impresión, viéndose recompensado por el aumento de su salario al doble y la garantía de una plaza vitalicia en la Universidad. Galileo dirige su telescopio hacia las estrellas y planetas, y en diciembre de ese mismo año realiza sus famosos descubrimientos astronómicos (montañas de la Luna, fases de Venus, satélites de Júpiter) que se apresurará a publicar en su obra "Sidereus Nuncius", en marzo de 1610, dedicada a Cosimo II, Gran Duque de la Toscana, siendo recompensado con el nombramiento de Filósofo y Matemático del Gran Duque. En septiembre de 1610 Galileo se trasladará de Padua a Florencia, para hacerse cargo de su nuevo puesto.

Tanto sus estudios sobre el movimiento (física) como sus descubrimientos astronómicos ponen de manifiesto el error de Aristóteles lo que, a su vez, provoca serias preocupaciones entre los aristotélicos (es decir, en los medios eclesiásticos, ya que el aristotelismo era parte de la doctrina filosófica oficial de la Iglesia) y verdadero entusiasmo entre los copernicanos, como Johannes Kepler, quien muestra su público apoyo a las tesis de Galileo, o los miembros de la primera sociedad "científica" de la época, la "Accademia dei Lincei" (fundada en 1603 por Federico Cesi) quienes le admiten en 1611 en sus filas. Desde entonces, las manifestaciones en pro y en contra de las teorías de Galileo no dejan de sucederse, enrareciéndose el ambiente con sus posteriores publicaciones sobre la existencia de manchas solares (1612). Pese a ello, conseguirá mantener todavía el apoyo de algunos eminentes hombres de la Iglesia (como el del Cardenal Barberini, posteriormente Papa Urbano VIII) así como el reconocimiento de la veracidad de sus descubrimientos por parte del jesuita Cardenal Bellarmino (aún discrepando de las interpretaciones de Galileo), y mantener su buena relación con el también jesuita Clavius.

Galileo sigue con sus estudios y observaciones astronómicas, pero en 1614 comienzan los primeros ataques públicos contra la obra de Galileo y de los matemáticos que le apoyan, por parte del dominico Tommaso Caccini en Florencia. Poco después, en 1615, el también dominico Niccolo Lorini presenta una denuncia contra Galileo ante la Inquisición. La discusión sobre si los descubrimientos de Galileo son o no verdaderos y, caso de serlo, si ponen o no en entredicho las Sagradas Escrituras continúa abierta, y se publican algunos trabajos, como el del carmelita Foscarini, en los que se intenta demostrar que el copernicanismo y los descubrimientos de Galileo son compatibles con las Escrituras. El Cardenal Bellarmino le escribe una carta a Foscarini recordándole que el copernicanismo sólo puede ser considerado como una hipótesis matemática, no como una descripción de la realidad.

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En diciembre de 1615 Galileo se traslada a Roma, para dar cuenta de sus opiniones ante la Inquisición. En febrero, las autoridades eclesiásticas declaran que la hipótesis de que el Sol está en el centro del Universo es filosóficamente absurda y formalmente herética; y que, asímismo, decir que la Tierra se mueve alrededor del Sol es filosóficamente absurdo y cuando menos erróneo teológicamente. El Cardenal Bellarmino comunica a Galileo la prohibición de defender la teoría copernicana. Posteriormente le comunicará que no ha sido juzgado ni condenado por la Inquisición. Galileo volverá a sus ocupaciones habituales, entre ellas, observar y explicar los nuevos cometas vistos en los cielos, continuando su actividad investigadora y publicando artículos y libros, el más importante de todos, "Il Saggiatore", en 1623, dedicado al Cardenal Barberini, recientemente elegido Papa con el nombre de Urbano VIII, todavía amigo y protector de Galileo. En 1624 Galileo visitará Roma de nuevo, donde mantendrá varias entrevistas con el Papa Urbano VIII, quien le garantiza que podrá escribir sobre el copernicanismo, siempre que lo considere estrictamente como una hipótesis matemática.

En 1632, tras conseguir de forma poco ortodoxa los permisos eclesiásticos oportunos, Galileo publica sus "Diálogos", en los que se ataca abiertamente el aristotelismo y se hace una defensa cerrada de las teorías copernicanas. Uno de los personajes, Simplicio, a quien se presenta como alguien torpe intelectualmente, defiende en la obra algunos argumentos que eran utilizados por el Papa Urbano VIII, por lo que esas coincidencias, según algunos, fueron utilizadas por los próximos a Urbano VIII para enemistarle con Galileo. Ya fuera por esta razón, o por haberse saltado la autoridad papal para conseguir el "imprimatur", o por el cambio de las circunstancias políticas en las que se veía envuelto el Vaticano, lo cierto es que Urbano VIII prohíbe la difusión de los "Diálogos", ordenando que una comisión especial estudie el libro. Siguiendo el dictamen elaborado por dicha comisión, Urbano VIII remite el caso a la Inquisición, que convoca a Galileo a presentarse ante el tribunal en Roma. Galileo solicita que el juicio se celebre en Florencia, dada su edad y su estado de salud. Pero se rechaza su solicitud y debe trasladarse a Roma, bajo la amenza de que, de no hacerlo voluntariamente, sería detenido y llevado encadenado ante el tribunal.

En febrero de 1633 viaja a Roma, para declarar ante el tribunal de la Inquisición, pero se le permite residir en el palacio del embajador de la Toscana, aunque debe mantenerse aislado. Del 12 al 30 de abril es formalmente interrogado por el tribunal y, tras diversas vicisitudes penosas, abjura de sus errores en una ceremonia oficiada en la iglesia de Santa Maria Sopra Minerva. Posteriormente se le confinará bajo arresto domiciliario en su residencia de Arcetri, cerca de Florencia, donde deberá cumplir su condena. Allí continuará trabajando en su obra "Discursos sobre dos nuevas ciencias", que será publicada finalmente en Leiden, en 1638, por Louis Elsevier.

Su estado de salud empeora progresivamente. En 1634 pide permiso a las autoridades eclesiásticas para ser tratado por los médicos, en Florencia, pero se le deniega el permiso, bajo la advertencia de que, de volver a pedir otro permiso, será encarcelado. Ese mismo año muere su primera hija, Virginia, en un convento cerca de Arcetri, en el que profesaba los hábitos con el nombre de Sor María Celeste, y con la que había mantenido correspondencia regularmente desde 1623. Pese a estas circunstancias y a la pérdida progresiva de visión, Galileo continúa sus actividades. En 1638 pierde totalmente la visión y realiza una petición para que se levante su condena y sea liberado, petición que es denegada, permitiéndosele, no obstante, establecerse en su casa de Florencia, a fin de que pueda ser tratado médicamente de sus dolencias. Pocos años después muere en su villa de Arcetri, el 8 de enero de 1642.(Tomado de http://www.webdianoia.com)

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GALILEO Y LA REBELIÓN ANTI-ESCOLÁSTICA

Galileo llevó a cabo la tarea de confirmar experimentalmente el sistema heliocéntrico. Pero no lo interpretó sólo como un simple modelo hipotético de los fenómenos celestes, sino que insistió en que era un modelo que reflejaba la realidad del Universo. (Esta posición realista respecto al sistema copernicano es la que le acarrearía problemas con la Iglesia y la inquisición).

Su gran contribución a la ciencia moderna fue la de romper el círculo de prejuicios peripatéticos de la perfección divina de los cielos y la imperfección de la Tierra, con el principio de homogeneidad del Universo; y así aplicar la metodología empleada en la dinámica celeste a los movimientos terrestres. Es decir extender la interpretación matemática de los movimientos de los astros a todos los fenómenos naturales de la Tierra, creando así una ciencia del movimiento terrestre: guiado fundamentalmente por sus dos leyes de la mecánica más conocidas, la ley de caída de los graves y el principio de inercia. Sin embargo ésta iba a ser una tarea ardua y difícil. Derrocar la física aristotélica con el peso de los siglos a sus espaldas no iba a ser un trabajo baladí.

Galileo percibió pronto la magnitud de su empresa y comprendió que necesitaba salvar algunos obstáculos antes de que fuese aceptada su revolucionaria visión científica. En primer lugar, necesitaba argumentos para derrocar la fe aristotélica. Un sistema, que si bien habían venido apuntándose ya algunas fallas con la teoría del ímpetus, era coherente y aportaba una explicación satisfactoria al sentido común. Necesitaba pues, realizar una crítica a la autoridad de un Aristóteles subido al altar por los medievales.

Pero si la palabra de Aristóteles era no menos que sagrada, la palabra de Dios en boca de sus representantes en la Tierra no lo iba a ser menos. La subordinación tradicional del resto de ciencias a la teología representaba un escollo a salvar si se pretendía hacer compatible el sistema copernicano con el dogma cristiano. Galileo propone un cambio en la jerarquización de las ciencias, y al menos en las cuestiones naturales, pretende la subordinación de la teología a la filosofía natural.

1. Concepción progresista de la ciencia. La crítica al autoritarismo de Aristóteles se halla fundamentada en el optimismo

epistemológico de Galileo frente a la concepción de un conocimiento estanco de la ciencia que poseían los antiguos.

La idea predominante en la época era que no se podían resolver los problemas por estar más allá de la capacidad humana, o ya habían sido resueltos; en cuyo caso había que buscar las respuestas en los grandes maestros del pasado. La única discusión posible era la apelación a la autoridad adecuada, pero nunca se discutía la propia autoridad. En este contexto, el único método posible era la deducción lógica, es decir, extraer las conclusiones a partir de los principios establecidos por los maestros. Las discusiones consistían en un sin fin de citas y referencias a los grandes nombres de la historia, pero nunca se revisaba el propio conocimiento.

En este contexto surge la figura de Galileo y su concepción progresista de la ciencia, frente al conocimiento estanco participado de sus predecesores. Esta concepción progresista encuentra su apoyo en la tesis cusiana de la 'docta ignorancia'. La concepción de la naturaleza que tiene Galileo es muy diferente de la clásica, no entiende la naturaleza como algo defectuoso, sino que ensalza la perfección, riquezas e infinitud de la naturaleza. Galileo no solamente creía en la posibilidad de ampliar el conocimiento existente con la ayuda de las matemáticas, sino que estaba convencido que se podrían descubrir cosas nuevas y que la riqueza de la naturaleza era infinita. Era de la opinión de que lo que conocen todos los hombres juntos, o han llegado a conocer, no es más que una mínima parte de la filosofía natural (lo que actualmente conocemos como ciencias de la naturaleza). El estudio de la naturaleza era un camino largo y arduo, y los científicos eran frecuentemente acosados por la inseguridad. (Tomado de W. R. SHEA, L a revolución intelectual de Galileo . Ariel. Barcelona. 1983).

Ésta parece una conclusión escéptica a favor del argumento de la docta ignorancia. Y así es, posiblemente nunca lleguemos a desvelar totalmente los misterios de la naturaleza, pero sí podemos llegar a conocer una parte de ella. Cosa que cuadraría perfectamente con su optimismo epistemológico y su idea de que la ciencia progresa constantemente gracias a los nuevos descubrimientos (de los cuales él era participe). Es decir, aunque nuestro conocimiento del mundo no pueda ser total, sí podemos alcanzar el menos un conocimiento exhaustivo de ciertas parcelas.

Lo que Galileo está criticando es que el acceso a la naturaleza sea Aristóteles, que sea el estagirita el poseedor de todo el conocimiento acerca de la naturaleza, es una crítica a la autoridad de

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Aristóteles. Pero, si no hay una autoridad ¿cómo reflejar la verdad? La verdad habla por sí misma. El intérprete de la naturaleza no era Aristóteles, Platón, Demócrito o ningún otro de los antiguos, sino que la naturaleza habla por sí misma. Ya no se trata de apelar a una autoridad, sino de apelar a la propia naturaleza. Pero para poder leer en el libro de la naturaleza hay que comprender su lenguaje y éste no es otro que las matemáticas, de ahí la célebre afirmación de Galileo de que la naturaleza está escrita en lenguaje matemático. El auténtico conocimiento se logra pues a través de las matemáticas, cuyos criterios son la necesidad y la certeza.

Esta nueva visión matemática sería caballo de batalla con los peripatéticos, obstinados todavía en una visión cualitativa del mundo; y es el campo donde se produce la verdadera ciencia moderna.

2. Filosofía natural y teologíaComo ya hemos señalado el otro gran obstáculo a salvar para el verdadero conocimiento de

los fenómenos naturales era la subordinación de la filosofía natural a la reina de las ciencias, la teología. Pues Galileo no estaba interesado en el mero estatus hipotético e interpretativo del sistema copernicano, sino en la confirmación realista de éste. Así pues, la única manera de evitar la contradicción con los textos bíblicos es la independencia de la filosofía natural (nueva filosofía matemática) respecto a la teología.

En realidad esto puede entenderse como una extensión de la crítica a la autoridad de los textos escolásticos en el estudio de la naturaleza.

Pero es más, y aquí es donde Galileo empezó a jugarse el pellejo, pretendía un cambio en la arquitectónica de las ciencias; y reservar la autoridad de la teología a las cuestiones de fide, en cuanto a los asuntos naturales debía supeditar su primacía a la filosofía natural. [Estos son los caminos pedregosos que motivaron se rasgasen las vestiduras los componentes de la curia eclesiástica; pues significaba nada más ni nada menos que decir a los teólogos cómo debían interpretar las escrituras, y esto obviamente, no estaban dispuestos a consentirlo].

Puesto que las Sagradas Escrituras no pueden mentir, y estaba abandonada la idea de una doble verdad, cuando una cuestión natural, claramente demostrada por nuestra investigación científica, parezca contradecir el Texto Sagrado, no queda más remedio que una reinterpretación a la luz de nuestros conocimientos ciertos y verdaderos.

Galileo justifica su inversión arquitectónica argumentando que no es que sólo el conocimiento fruto de nuestros sentidos y nuestra razón resulta más fiable que el de los textos sagrados; es que además tanto el mundo como nuestra capacidades perceptivas y cognitivas son obra de Dios, y sería un desprecio no hacer uso de ellas. (Tomado de V. Sanfélix, "La crítica de la razón teológica y el destino trágico de Galileo". Pensamiento. Vol. 50 (1994) nº 186 pp. 47-74).

Esta argumentación recuerda bastante a la que más tarde efectuará Descartes, para justificar la fiabilidad de nuestros sentidos ante la duda metódica.

3. El programa de GalileoLa inversión arquitectónica que pretende Galileo entre filosofía natural y teología, podríamos

decir que se encuentra dentro de lo que Geymonat ha venido en llamar el 'programa político de Galileo'.

Galileo, hombre de orden y admirado por la enorme capacidad organizativa de la Iglesia, muestra un especialísimo interés en ganar a la Iglesia para la causa de la ciencia. Para ello debe mostrar compatibles la teoría copernicana con el dogma eclesiástico. No se trata de un mero compromiso, por ello combate el sistema de Tycho Brahe y no acepta la teoría averroísta de la doble verdad.

El cambio de arquitectónica es el reconocimiento de dos lenguajes para expresar una misma verdad: el común (el del vulgo), y el científico. Conociendo ambos perfectamente, Dios optó por utilizar el lenguaje común en las Sagradas Escrituras para hacerse comprender por el hombre corriente (para éste resulta más intuitivo que el Sol gire alrededor de la Tierra). Dios utilizó el segundo lenguaje cuando escribió el Libro de la Naturaleza y el que debemos utilizar cuando hagamos ciencia. Ante las verdades demostradas por la ciencia, el lenguaje común no tiene nada que oponer. (Geymonat, Galileo Galilei. Península. 1986.)

Según Drake, Galileo no fue un copernicano fanático, sino que su preocupación apuntaba más al futuro de la Iglesia Católica y a la defensa de la fe religiosa contra cualquier descubrimiento que se hiciera. La Iglesia era la gran preocupación de Galileo, a la que veía a punto de dar un paso equivocado. La Iglesia no era el enemigo de Galileo. Sus enemigos fueron los filósofos (entiéndase los filósofos de la naturaleza) seguidores de las doctrinas de Aristóteles, que se oponían con su actitud al progreso de la ciencia.

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Galileo no empezó ninguna polémica en las que se vio envuelto, sino que se resignó a defenderse de las acusaciones. Su rechazo de la tradicional autoridad de los filósofos indujo a éstos a buscar apoyo en la Biblia, a consecuencia de lo cual sobrevino una batalla por la libertad en la investigación científica. (Stillman Drake, Galileo. Alianza Edt. 1992.)

4. Galileo contra la IglesiaLa interpretación literal de las Escrituras era, desde luego, contraria al sistema copernicano

(baste pensar en la orden de detención del Sol por parte de Josué). La interpretación “oficial” (basada en el aristotelismo) no lo era menos. Sin embargo, la Iglesia aceptaba de buen grado toda innovación positivista.

Pero Galileo era un furibundo realista, como pone de manifiesto en su carta a Cristina de Lorena, gran duquesa de Toscana (1615). En esta famosa carta se afirman tres cosas, a cual más grave:1. Separación de poderes entre Iglesia y ciencia: cada una tiene un ámbito propio y no debe inmiscuirse en terreno ajeno.2. Aparente contradicción: Galileo pretende que el milagro de Josué se entiende mejor dentro del sistema copernicano.3. En teología, afirma, no puede considerarse herético lo que antes no se demuestre que es imposible y falso; pide, pues, una demostración de la falsedad de su sistema. (Esto no deja de ser un ingenioso sofisma: los eclesiásticos tendrían que obrar entonces como científicos).

La respuesta no se hizo esperar. En 1616 fue colocado en el índice de libros prohibidos el De revolutinibus de Copérnico, y Galileo fue conminado por el cardenal Bellarmino a no defender en público el sistema copernicano.

La reacción de Galileo consistió en publicar, en 1632, los Diálogos sobre los dos grandes sistemas del mundo (el ptolomeico y el copernicano; Galileo despreció tanto la componenda de Tycho Brahe como la genial modificación de Kepler). En estos diálogos, la opinión aristotélica se ponía en boca de Simplicio (una mal velada especie de “payaso de las bofetadas”), siempre rebatido y ridiculizado por Salviati (portavoz de Galileo), con la aquiescencia de Sagredo (personificación del espectador culto y –teóricamente- imparcial). Más aún, un argumento personal del papa Urbano VIII era puesto en boca de Simplicio, para ser demolido a continuación.

Esto era demasiado para la Iglesia. En 1633 se prohibieron los Diálogos, se obligó a Galileo a abjurar (no parece probable que el anciano tuviera valor para susurrar eppur si muove, como quiere la leyenda), y se dictó prisión perpetua contra él (dulcificada después por la reclusión en la villa de Arcetri).

Galileo, quebrantado y casi ciego, respondió de la única forma que sabía: publicando clandestinamente, en Holanda, uno de los libros más importantes de la historia del pensamiento, las Consideraciones y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias (1638). Estas ciencias son la estática y la dinámica. La primera sigue los pasos de Arquímedes; la segunda, obra personal de Galileo, lo sitúa entre los grandes genios de la humanidad. (J.M. Navarro Cordón, T. Calvo Martínez. Historia de la filosofía. C.O.U. Anaya.1995)

BIBLIOGRAFÍA.GALILEO GALILEI. Cartas Copernicanas. Alhambra. Madrid. 1986.L. GEYMONAT. Galileo Galilei. Península. Barça. 1986.A. KOESTLER. Los sonámbulos. Salvat. Barça. 1989.T. S. KUHN. La revolución copernicana. Orbis. Barça. 1985.E. A. BURTT. Los fundamentos metafísicos de la ciencia moderna. Sudamericana. Buenos Aires. 1960.W. R. SHEA. La revolución intelectual de Galileo. Ariel. Barça. 1983.A. KOYRÉ. (1) Del mundo cerrado al universo infinito. S.XXI. Madrid. 1979.A. KOYRÉ. (2) Estudios de historia del pensamiento científico. S. XXI. Madrid. 1977.A. KOYRÉ. (3) Estudios galileanos. S. XXI. Madrid. 1990.V. SANFÉLIX. "La crítica de la razón teológica y el destino trágico de Galileo". Pensamiento. Vol. 50 (1994) nº 186 pp. 47-74.

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EL CASO GALILEO

1. La causa de Galileo“Persistiendo, pues, en su primera decisión de desprestigiarme a mí y a mis cosas por todos

los medios posibles, sabiendo cómo yo en mis trabajos de astronomía y de filosofía sostengo, sobre la constitución de las partes del mundo, que el Sol, sin cambiar de lugar, permanece ubicado en el centro de las revoluciones de las esferas celestes, y que la Tierra que se mueve sobre sí misma, gira en torno a él; y además oyendo que voy confirmando tal posición, no sólo refutando los argumentos de Ptolomeo y de Aristóteles, sino aportando otros muchos en su contra, y especialmente algunos referidos a los efectos naturales, cuyas causas tal vez no puedan explicarse de otra forma, y otros astronómicos dependientes del conjunto de los recientes descubrimientos celestes, los cuales claramente refutan el sistema ptolemaico y concuerdan y confirman admirablemente esta posición; y tal vez desconcertados por la reconocida verdad de otras proposiciones afirmadas por mí, distintas de las comúnmente sostenidas, y desconfiando ya de su defensa, mientras permaneciesen en el campo filosófico, se han decidido a intentar proteger las falacias de sus discursos con la capa de una fingida religión y con la autoridad de las Sagradas Escrituras, utilizadas por ellos con poca inteligencia, para la refutación de razonamientos ni entendidos ni conocidos” (GALILEO, Carta a Cristina de Lorena, trad. M. González, Madrid, Alianza, 1987, pp. 64-65).

Este texto condensa los grandes temas de la obra de Galileo. Para comprenderlo bien, es necesario relacionar las ideas que en él se hayan contenidas, con algunas otras del autor. Para empezar, podemos indicar que la importancia de Galileo radica en que su obra fue determinante para la constitución de la llamada “Revolución Científica”, al menos en cinco aspectos: 1) Galileo desplaza la Tierra del centro del Universo y pone en su lugar al Sol (heliocentrismo), como vemos en nuestro texto; 2) pero al cambiar la imagen del mundo, cambia también la del hombre (pérdida de importancia en el conjunto de la Creación); 3) con ello cambia a su vez la imagen de la ciencia, que empieza a ser algo regulado por un método (experimental) en el que los instrumentos jugarán un papel fundamental (el telescopio, no mencionado en el texto, pero al que se refiere evidentemente cuando habla de los últimos descubrimientos); 4) contribuye al rechazo de la metafísica, centrando la importancia en la función (el “cómo”) frente a la sustancia (el “qué”); 5) supone una reactivación del platonismo, en lo que éste tenía de matematizante (“el Universo está escrito en lenguaje matemático”). Todas estas características se ponen especialmente de manifiesto en el debate cosmológico de su tiempo, que enmarca el texto que estamos comentando.

Para entender las ideas del texto, es necesario recordar que en 1610 Galileo publica El mensajero de las estrellas (en latín: Sidereus Nuncius). En esa obra atacaba la idea aristotélica de las órbitas celestes, ya que todos los cuerpos no giran alrededor de la Tierra, y defendía el modelo ideado por Copérnico (heliocentrismo). Pero también afirmaba, en contra de algunos copernicanos, que no todos los cuerpos giran alrededor del sol, sino que algunos (los satélites) giran alrededor de los planetas. Esta obra le creó una gran fama, e incluso simpatías entre altos cargos eclesiásticos y científicos. Pero también movilizó una reacción en su contra (la de los jesuitas y dominicos aristotélicos), que le llevaría, en 1615, a escribir la larga carta a Cristina de Lorena (la Gran Duquesa) que estamos comentando, para intentar defenderse de las acusaciones de índole teológico que se le estaban haciendo, en un momento en que sus enemigos intentaban convencer a los Duques de Toscana (los protectores de Galileo) de los errores de éste.

Como vemos en el texto, Galileo se queja de que sus opositores han dejado de utilizar argumentos filosóficos y han empezado a utilizar argumentos teológicos (últimas líneas del texto). De ahí que Galileo se centre en rehusar la interpretación literal de la Biblia (en concreto el pasaje del libro de Josué que dice que “el sol se detuvo en el cielo”) que se utilizaba para rechazar la teoría copernicana. Como aparece claramente en el texto, la importancia de esta obra estriba en la centralidad que en ella ocupa la cuestión teológica: Galileo no tuvo que luchar sólo contra los argumentos científicos que había contra el heliocentrismo, sino también contra las acusaciones religiosas y los intereses políticos. Para ello, utiliza los mismos argumentos que sus adversarios, citando a autores como San Agustín y Santo Tomás, y rechaza la interpretación literal de las Escrituras (“utilizadas por ellos con poca inteligencia”, dice el texto). A pesar de sus esfuerzos, en 1616 Galileo es requerido por la Inquisición y la teoría copernicana es condenada.

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2. El proceso contra GalileoAños más tarde, en 1632, el Papa (ahora Urbano VIII, amigo de Galileo) le permite la

publicación de su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo, bajo la condición de que presente el sistema copernicano como una simple hipótesis, no como una teoría física real. Pero Galileo va más allá: ridiculiza la visión ptolemaica y presenta su propia hipótesis como la correcta. En la obra intervienen tres personajes: Salviati, Simplicio y Sagredo. Salviati representa la visión copernicana; Simplicio, la ptolemaica; y Sagredo hace el papel de observador neutral. Galileo en realidad vuelve a defender la teoría copernicana, ya que Simplicio (como su propio nombre hace suponer) aparece siempre como alguien de escasa inteligencia y sin argumentos frente a Salviati. En esta obra, Galileo refuta las objeciones clásicas a su teoría (en el texto dice que “aporta muchas objeciones en su contra”), como con el experimento de la nave: una objeción típica a su teoría era que, si la Tierra se moviese, al soltar un objeto éste caería ligeramente más atrás del punto en el que fue dejado caer. Galileo explica que no es así con el experimento de dejar caer un objeto al suelo en el interior de un barco en movimiento. Éste caería en el mismo sitio que si el barco estuviese quieto, porque el movimiento depende de un sistema de referencia. Y así es posible que en la Tierra todo parezca como si ésta no se moviese, aunque en realidad se mueva a velocidades vertiginosas (hoy sabemos que 30 kilómetros por segundo) alrededor del sol. A esto se refiere el texto cuando dice tener “argumentos en su contra, y especialmente algunos referidos a los efectos naturales” . En esta obra, Galileo también vuelve a presentar datos contra el modelo aristotélico-ptolemaico: las fases de Venus, manchas solares y montañas en la Luna suponen indicios favorables al sistema heliocéntrico (los “recientes descubrimientos celestes” de los que habla el texto), que acabará asentándose gracias a la obra de autores como Tycho Brahe, Kepler y Newton.

En 1616 se acusaba a Galileo de sostener el sistema heliocéntrico propuesto en la antigüedad por los pitagóricos y en la época moderna por Copérnico: afirmaba que la Tierra no está quieta en el centro del mundo, como generalmente se creía, sino que gira sobre sí misma y alrededor del Sol, lo mismo que otros planetas del Sistema Solar. Esto parecía ir contra textos de la Biblia donde se dice que la Tierra está quiera y el Sol se mueve, de acuerdo con la experiencia; además, la Tradición de la Iglesia así había interpretado la Biblia durante siglos, y el Concilio de Trento había insistido en que los católicos no debían admitir interpretaciones de la Biblia que se aparten de las interpretaciones unánimes de los Santos Padres.

Los hechos de 1616 acabaron con dos actos extra-judiciales. Por una parte, se publicó un decreto de la Congregación del Índice, fechado el 5 de marzo de 1616, por el que se incluyeron en el Índice de libros prohibidos tres libros: Acerca de las revoluciones del canónigo polaco Nicolás Copérnico, publicado en 1543, donde se exponía la teoría heliocéntrica de modo científico; un comentario del agustino español Diego de Zúñiga, publicado en Toledo en 1584 y en Roma en 1591, donde se interpretaba algún pasaje de la Biblia de acuerdo con el copernicanismo; y un opúsculo del carmelita italiano Paolo Foscarini, publicado en 1615, donde se defendía que el sistema de Copérnico no está en contra de la Sagrada Escritura. Quedaba afectado por las mismas censuras cualquier otro libro que enseñara las mismas doctrinas. El motivo que se daba en el decreto para esas censuras era que la doctrina que defiende que la Tierra se mueve y el Sol está en reposo es falsa y completamente contraria a la Sagrada Escritura. Por otra parte, se amonestó personalmente a Galileo, para que abandonara la teoría heliocéntrica y se abstuviera de defenderla.

Para comprender el trasfondo del asunto hay que mencionar tres problemas. En primer lugar, Galileo se había hecho célebre con sus descubrimientos astronómicos de 1609-1610. Utilizando el telescopio que él mismo contribuyó de modo decisivo a perfeccionar, descubrió que la Luna posee irregularidades como la Tierra, que alrededor de Júpiter giran cuatro satélites, que Venus presenta fases como la Luna, que en la superficie del Sol existen manchas que cambian de lugar, y que existen muchas más estrellas de las que se ven a simple vista. Galileo se basó en estos descubrimientos para criticar la física aristotélica y apoyar el heliocentrismo copernicano. Los profesores aristotélicos, que eran muchos y poderosos, sentían que los argumentos de Galileo contradecían su ciencia, y a veces quedaban en ridículo. Estos profesores atacaron seriamente a Galileo y, cuando se les acababan las respuestas, algunos recurrieron a los argumentos teológicos (la pretendida contradicción entre Copérnico y la Biblia).

En segundo lugar, la Iglesia católica era en aquellos momentos especialmente sensible ante quienes interpretaban por su cuenta la Biblia, apartándose de la Tradición, porque el enfrentamiento con el protestantismo era muy fuerte. Galileo se defendió de quienes decían que el heliocentrismo era contrario a la Biblia explicando por qué no lo era, pero al hacer esto se ponía a hacer de teólogo, lo

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cual era considerado entonces como algo peligroso, sobre todo cuando, como en este caso, uno se apartaba de las interpretaciones tradicionales. Galileo argumentó bastante bien como teólogo, subrayando que la Biblia no pretende enseñarnos ciencia y se acomoda a los conocimientos de cada momento, e incluso mostró que en la Tradición de la Iglesia se encontraban precedentes que permitían utilizar argumentos como los que él proponía. Pero, en una época de fuertes polémicas teológicas entre católicos y protestantes, estaba muy mal visto que un profano pretendiera dar lecciones a los teólogos, proponiendo además novedades un tanto extrañas.

En tercer lugar, la cosmovisión tradicional, que colocaba a la Tierra en el centro del mundo, parecía estar de acuerdo con la experiencia ordinaria: vemos que se mueven el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas; en cambio, si la Tierra se moviera, deberían suceder cosas que no suceden: proyectiles tirados hacia arriba caerían atrás, no se sabe cómo estarían las nubes unidas a la Tierra sin quedarse también atrás, se debería notar un movimiento tan rápido. Además, esa cosmovisión tradicional parecía mucho más coherente con la perspectiva cristiana de un mundo creado en vistas al hombre, y también con la Encarnación y la Redención de la humanidad a través de Jesucristo; de hecho, entre quienes habían aceptado las ideas de Copérnico se contaba Giordano Bruno, quien defendió que existen muchos mundos habitados y acabó sosteniendo doctrinas más o menos heréticas (Bruno fue quemado, como consecuencia de su condena por la Inquisición romana, en 1600).

En las deliberaciones de la Santa Sede, previas al decreto, se pidió la opinión a once consultores del Santo Oficio, quienes dictaminaron, el 24 de febrero de 1616, que decir que el Sol está inmóvil en el centro del mundo es absurdo en filosofía y además formalmente herético, porque contradice muchos lugares de la Escritura tal como los exponen los Santos Padres y los teólogos, y decir que la Tierra se mueve es también absurdo en filosofía y al menos erróneo en la fe. Esto explica que Galileo y otras personas igualmente católicas continuaran aceptando el heliocentrismo; Galileo sabía (y era cierto) que él había mostrado, en sus cartas a Castelli y a Cristina de Lorena, que el heliocentrismo se podía compaginar con la Sagrada Escritura, utilizando además principios que no eran nuevos, sino que tenían apoyo en la Tradición de la Iglesia.

La decisión de la autoridad de la Iglesia en 1616 fue equivocada, aunque no calificó al heliocentrismo como herejía. Galileo y sus amigos eclesiásticos se propusieron conseguir que ese decreto fuera revocado. Podían haberlo conseguido: se trataba de un decreto disciplinar que, aunque iba acompañado por una valoración doctrinal, no condenaba el heliocentrismo como herejía, ni era un acto de magisterio infalible.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es que, aunque las críticas de Galileo a la posición tradicional estaban fundadas, ni él ni nadie poseían en aquellos momentos argumentos para demostrar que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Esta afirmación parecía, más bien, absurda, tal como la calificaron los teólogos del Santo Oficio. En una famosa carta, el cardenal Roberto Belarmino, uno de los teólogos más influyentes entonces, pedía tanto a Foscarini como a Galileo que utilizaran el heliocentrismo sólo como una hipótesis astronómica, sin pretender que fuera verdadera ni meterse en argumentos teológicos, en cuyo caso no habría ningún problema. Pero Galileo, para defenderse de acusaciones personales y para intentar que la Iglesia no interviniera en el asunto, se lanzó a una defensa fuerte del copernicanismo, trasladándose a Roma e intentando influir en las personalidades eclesiásticas; esto quizá tuvo el efecto contrario, provocando que la autoridad de la Iglesia interviniera para frenar la propaganda de Galileo que, al menos en sus críticas, era bastante convincente.

Además del decreto de la Congregación del Índice, las autoridades eclesiásticas tomaron otra decisión que afectaba personalmente a Galileo y que influyó decisivamente en su proceso, 17 años más tarde. En concreto, por orden del Papa (Pablo V), el cardenal Belarmino citó a Galileo (que se encontraba entonces en Roma, dedicado a la propaganda del copernicanismo) y, en la residencia del cardenal, el 26 de febrero de 1616, le amonestó a abandonar la teoría copernicana. El Papa había mandado que Belarmino hiciera esta amonestación, añadiendo que, si Galileo no quería abandonar la teoría, el Comisario del Santo Oficio, delante de notario y testigos, le ordenara que no enseñara, defendiera ni tratara esa doctrina, y que si se negase a esto, se le encarcelase. Consta que Belarmino hizo la amonestación. Está claro que Galileo entendió perfectamente que, en lo sucesivo, no podía argumentar a favor del copernicanismo, y en efecto así lo hizo durante años. Precisamente, el proceso a que fue sometido 17 años después, en 1633, fue motivado porque, aparentemente, Galileo desobedeció a ese precepto.

Galileo consideró el copernicanismo como una teoría verdadera, también después del proceso. En su Carta a Cristina de Lorena había explicado ampliamente cómo se podía solucionar la aparente contradicción entre copernicanismo y Biblia; tenía razón y lo sabía: por este motivo podía admitir, con

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conciencia tranquila, el copernicanismo, incluso después de las condenas de 1616 y 1633. Lo mismo sucedía con sus amigos y con otras personas suficientemente informadas. Lo cual nos lleva a preguntarnos por qué las autoridades eclesiásticas condenaron una teoría que, si bien no estaba completamente demostrada en aquel momento, podía demostrarse y, de hecho, recibió nuevas confirmaciones en los años siguientes.

Los enemigos de Galileo desempeñaron, probablemente, un papel importante para desencadenar el proceso. El temperamento muy vivo de Galileo no contribuía a apaciguar las numerosas disputas que originó su trabajo desde 1610. Además, él mismo se procuró enemistades de modo innecesario, de tal modo que, cuando el Diálogo se publicó en 1632, es fácil imaginar que sus enemigos en Roma pudieran presentar al Papa las cosas de tal manera que, teniendo en cuenta además las difíciles circunstancias por las que atravesaba Urbano VIII, éste se considerara ofendido por Galileo y viera necesario intervenir con fuerza. El temperamento de Urbano VIII también desempeñó un papel: tenía un carácter fuerte y pensó que Galileo había traicionado a su amistad sincera; repitió varias veces al embajador Niccolini que Galileo se había burlado de él. Consta que, al hablar de este tema con Niccolini, Urbano VIII se encolerizaba. Galileo seguramente no pretendió, en modo alguno, burlarse del Papa, pero es probable que los enemigos de Galileo, en el verano de 1632, convencieran al Papa de lo contrario, y que esto influyera seriamente en el desarrollo de los acontecimientos.

No hay que pensar sólo en enemigos personales de Galileo. El movimiento de la Tierra podía fácilmente ser visto como causa de dificultades importantes para el cristianismo. Si la Tierra se convertía en un planeta más, y si existían muchas más estrellas de las que se ven a simple vista, ¿no podría esto interpretarse en la línea de Giordano Bruno, quien afirmó que existen muchos mundos como el nuestro, con sus estrellas y planetas habitados? En ese caso, ¿qué significado tendría la Encarnación y la Redención de Jesucristo?, ¿qué sucedería con la salvación de posibles seres inteligentes que podrían vivir en otros lugares del universo?

El movimiento de la Tierra parecía afectar al cristianismo desde otro punto de vista. El Diálogo de Galileo contenía críticas muy fuertes contra la filosofía de Aristóteles, que se venía usando, al menos desde el siglo XIII, como ayuda para la teología. En esa filosofía se admitía, por ejemplo, que en el mundo existe finalidad, y que las cualidades sensibles existen objetivamente y forman la base del conocimiento humano. Estas ideas parecían arruinarse con la nueva filosofía matemática y mecanicista de Galileo. La nueva ciencia nacía en polémica con la filosofía natural antigua, y no parecía poder llenar el hueco que ésta dejaba. Aunque las críticas de Galileo al aristotelismo se redujeran a aspectos concretos de la física que, ciertamente, debían abandonarse, parecía que la nueva ciencia pretendía arrojar fuera, como suele decirse, al niño junto con la bañera. Este problema sigue siendo actual. Incluso puede decirse que el progreso científico de los últimos siglos lo ha hecho cada vez más agudo. Son muchas las voces que piden un serio esfuerzo para integrar el progreso científico dentro de una visión más amplia que incluya las dimensiones metafísicas y éticas de la vida humana. En este sentido, los que veían en la nueva ciencia una fuente de dificultades no estaban completamente equivocados. Por supuesto, el problema no es de la ciencia en sí misma, de cuya legitimidad sería absurdo dudar. El progreso científico es ambivalente y el hecho de que pueda utilizarse mal no significa que deba castigarse a la ciencia. En el fondo del caso Galileo, se encuentran algunos problemas que son reales, siguen siendo actuales, y esperan todavía una solución. Cuál sea el alcance del conocimiento científico es uno de esos problemas.