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    Librodot Poesas juveniles Rainer Mara Rilke

    Rainer Mara RilkePOESIAS JUVENILES

    (1897 - 1898)

    Esto es ansia: habitar en lo oscilantey carecer de patria en este tiempoY esto son los deseo: quedos dilogosDe horas del da con la eternidad

    Y esto es vida. Se eleva de un ayer,Entre todas las horas, la ms sola,que sonriendo diversa a sus hermanascalla frente a lo Eterno.

    Soy muy joven. Querra a todo sonque en su rumor me arrolla, regalarme temblando:y, dcil a la amable coercindel viento, que el jardn cruza en meandros,quiere mecer sus pmpanos mi anhelo.

    Y sin ningn apresto quiero erguirmemientras noto que el pecho se me ensancha.Pues es tiempo de armarse de guerrero,

    cuando, desde el frescor temprano de estascostas, me lleva el da tierra adentro.

    No he de extender la mano hacia la pura vidani preguntar a nadie por el extrao da:siento que llevo blancas floracionesque en el frescor sus clices levantan.

    De la primaveral tierra muchas tiraron,de donde sus races beben profundidades,

    para, sin poder ms, hundirse de rodillasante veranos que ellas nunca . bendecirn. .

    Cunto quiero a las pobres palabras,,que tan mserasestn en lo diario: a ellas, las invisibles

    palabras. De mis fiestas les regalo colores:

    sonren, y se ponen alegres lentamente.Su esencia, que obligaron con miedo a entrar en ellas,se renueva, visible, y todos pueden verlo:no han andado jams todava en el cnticoy entran estremecidas dentro de mi cancin.

    Siempre voy por idntico sendero:junto a jardines, donde para Algunolas rosas se complacen, preparndose:

    pero noto que an falta mucho, mucho;toda esta recepcin no es para m,

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    Librodot Poesas juveniles Rainer Mara Rilke

    y debo, sin dar gracias ni quejarme,pasar de largo ante ellas.

    Soy slo aqul que el squito comienza,y a .quien los dones no se dirigan:hasta que lleguen los an ms dichosos,leves formas calladas.:.todas las rosas se desplegarn

    como rojas banderas en el viento.Este es el da en que yo reino, triste,est es la noche que me ech de hinojos;y rezo: que algn da mi corona

    pueda alzar de mi frente.

    De su sorda opresin he de ser siervo:no puedo, en recompensa, ni una vezcontemplar, cara a cara. sus azulesturquesas, sus brillantes y rubes?

    Quiz muri hace mucho el resplandorde las piedras: quiz me lo robmi husped, el pesar: quiz no haba

    piedras en la corona que me dieron?

    Almas blancas con vibracin de plata,almas nias, que an nunca cantaron,que, sin rumor, en crculos crecientes,hacia la vida van, que les da miedo,

    no os desengaaris de vuestro sueocuando all fuera, voces os despierten,y no podis, de mil ruidos del da .librar la risa de vuestras canciones?

    Entre el da y el sueo estoy en casa.donde duermen los nios, tibios de correrasy los viejos se sientan por la tarde,y arden hogares y su espacio alumbran.

    Entre el da y el sueo estoy en casa_

    donde suenan campanas de oraciny muchachas, cohibidas por ecos que se extinguen,se apoyan fatigadas en el brocal del pozo.

    Y hay un tilo, que es mi rbol predilecto:y todos los veranos que en l callanse vuelven a mover en las mil ramasy entre el da y el sueo vuelven a despertar.

    No debes comprender la vida:como una fiesta se har entonces.Haz que lo pase cada daigual que un nio, al caminar,deja que cada rfagale regale mil flores.

    Reunirlas y ahorrarlas,

    no se le ocurre al nio.las saca, suave, de cabellosdonde gustaron de apresarse,y pidiendo nuevas extiendesus manos otros aos jvenes.

    Como los ms secretos quiero hacerme:no pensar las ideas en la frente,

    perseguir un anhelo slo en rimas;con todas las miradas, slo un levegermen dar; slo un ver con mi silencio.

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    No traicionar ms, todo atrincherarme,quedarme solo: as hacen los enteros:tan slo al prosternarse las ruidosasgentes, por leves lanzas como heridas,alzan los corazones de sus pechoscomo custodias, para bendecirles.

    Calla, de puro or, de pura asombro,

    t, mi ms honda vida;porque ya sabes qu lo quiere el vientoantes de estremecer los abedules.

    Y una vez que el silencio lo haya habladoconcede la victoria a tus sentidos;a cada soplo, entrgate y concdete:l lo dar su. amor, lo mecer.

    Y entonces, alma ma, s ancha y ancha,que lo alcance la vida;ensnchate como un traje de fiestasobre las cosas pensativas.

    Los sueos que en lo hondura estn cercados,de la tiniebla djalos salir.Son como fuentes, vuelven a caerms leves, a intervalos de canciones,en el regazo de sus anchas pilas.

    Y ahora s: como los nios me vuelvo.Toda angustia es tan slo un comenzar;

    pero la tierra no tiene final,y el temor es el gesto solamentey el ansia es su sentido...

    CANCIONES DE LOS ANGELES

    No he soltado a mi ngel mucho tiempo,y se me ha vuelto pobre entre los brazos,se hizo pequeo, y yo me haca grande:de repente yo fui la compasin;

    y l, solamente. un ruego tembloroso.Le .di su cielo entonces: me dejl lo cercano, de que l se marchaba;a cernerse aprendi. yo aprend vida,y nos reconocimos . lentamente...

    Aunque mi ngel no tiene ya deber,por mi da ms fuerte desplazado,baja a veces su rostro con nostalgia,como si no quisiera ya su cielo.

    Querra alzar de nuevo, de mis pobresdas, sobre las cimas de los bosquesrumorosos, mis plidas plegarias

    basta la patria de los querubines.

    All llev mi llanto originarioy pensamientos; y mis diminutosdolores se volvieron all bosquesque susurran sobre l...

    S algn da, en las tierras de la vida,entre el ruido de feria y de mercado,la palidez olvido de mi infanciaflorecida, y olvido el primer ngel,su bondad, sus ropajes y sus manosen oracin, su mano bendiciendo;conservar en mis sueos ms secretos

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    siempre el plegarse de esas alas,que como un ciprs blancoquedaban detrs de l...

    5us manos se quedaron como ciegospjaros que, engaados por el sol,cuando, sobre las olas, los demsse fueron a perennes primaveras,

    han de afrontar los vientos invernalesen los tilos vacos, sin follaje.

    Haba en sus mejillas la vergenzade las novias, que el espanto del almatapan con prpuras oscurasante el esposo.

    Y en los ojos habaresplandor del primer da:

    pero sobre tododescollaban las alas portadoras...

    Haba expectacin en la llanurapor un husped que no acudi jams:an pregunta tal vez el jardn trmulo:su sonrisa despus se vuelve invlida.

    Y por los barrizales aburridosse empobrece en la tarde la alameda,las manzanas se angustian en las ramasy les hacen sufrir todos los vientos.

    Es donde estn las ltimas cabaasy casas nuevas que, con pecho angosto,se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,quieren saber dnde empieza el campo.

    All la primavera siempre es plida, a medias,el verano es febril tras esas tablas:enferman los ciruelos y los nios,y tan slo el otoo all tiene algo

    de remoto y conciliador: a vecesson sus tardes de suave derretirse:dormitan las ovejas, y el pastor con zamarrase apoya, oscuro, en la ltima farola.

    Alguna vez ocurre en la honda nocheque se despierta el viento, como un nio,y pasa la alameda, solitario,quedo, quedo, llegando hasta la aldea.

    Y a tientas va marchando hasta el estanquey se para despus a or en torno:y las casas estn plidas todasy las encinas mudas...

    ORACIONES DE LAS MUCHACHAS A MARIA

    Haz que algo nos ocurra. Miracmo hacia la vida temblamos.Y queremos alzarnos comoun resplandor y una cancin.

    Queras ser como las otras,que en el frescor se visten, tmidas;tu alma quera que sus cantoscansados de muchacha, en sedaflorecieran hasta las lindesde la vida. Pero en lo hondo

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    de lo enfermo tuyo, una fuerzaos echar pmpanos: brillaronsoles, y se hundieron semillas,y lo volviste como el vino.

    Y ahora ests t, dulce y saciadacomo tarde, en nosotras todas;y sentimos cmo caemos

    y nos dejas sin brillo a todas...Mira, son tan estrechos nuestrosdas, y temeroso el cuarto .de la noche; todas deseamosdesmaadas, la rosa roja.

    Debes sernos suave, Mara,florecemos desde lo sangre,t sola puedes sabe cmoel anhelo hace tanto dao;

    t misma has. percibido estedolor de doncella en el alma;tiene un tacto como de nievenavidea. pero est ardiendo...

    De tantas cosas, nos qued el sentido:precisamente de lo suave y tiernohemos sacado un poco de saber;como de un secreto jardn,como de un almohadn de seda,que se nos ha metido bajo el sueo,o de algo, que nos quierecon ternura desconcertante...

    pero muchas palabras quedan lejos.

    Muchas palabras han huidode los sentidos y del mundo.Se han puesto en torno de tu trono.oyendo, como en torno de una msicaque se eleva, Madre Mara;

    y lo Hijoles sonre:

    mira a tu Hijo.

    Tu jardn al principio quise ser,tener pmpanos y tener declives,dar sombra a lo belleza,

    para que t, con maternal y matesonrisa, a mi con gusto lo volvieras.

    Pero cuando viniste y cuando entraste,penetr algo contigo:eso me llama a los macizos rojos,cuando me haces seal desde los blancos.

    Nuestras madres estn ya fatigadas:

    y cuando con temor las apremiarnosdejan caer las manos,creyendo or sonidos a lo lejos:tambin nosotros hemos florecido!

    Se acercan a los blancosvestidos, que de prisa desgarramos,en la luz polvorienta de su cuarto.

    Qu fieles se atarean,y entonces no ven nuestrasmanos acaloradas...

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    Tenemos que ensertelascuando no est la madre en vela ya:y subirn en medio de la nochecomo dos blancas llamas.

    Son como Hermes de mrmol nuestros sueos,que en nuestros templos hemos puesto, para

    iluminarlos con nuestras guirnaldas,y calentarlos con nuestros deseos.

    Nuestras palabras son bustos dorados,que llevamos encima en nuestros das:los dioses vivos se alzan descollantesen la frescura de costas diversas.

    Siempre estamos en un mismo cansancio,bien seamos robustos o en quietud.per. tenemos sombras refulgentesque hacen los gestos de la eternidad.

    Es da todava en la terraza.All percibo yo un disfrute nuevo:al aferrar ahora en el ocaso,

    podra en todas las callejas oro

    sedimentar de m tranquilidad.Ahora estoy muy lejano de este mundo.Con su fulgor tardo enmarcarayo mi, soledad grave.

    Me parece como si alguno ahorame tomara mi nombre quedamente,tan suave, que a mi no me da vergenza,y s: no necesito ya ninguno.

    En estas horas es cuando me encuentro.Al viento, en sombra ondulan las praderas,

    brilla a los abedules la corteza,y el ocaso desciende encima de ellos.

    Yo crezco en su silencio,

    querra florecer con muchas ramas,tan slo para entrar con todo en corroen la nica armona...

    La tarde es m libro. Le adornancubiertas de damasco prpura;suelto sus broches de oro, lo abrosin premura, con fras manos.

    Y leo la primera pgina,por su son confidente atado,leo ms bajo la segunda,y la tercera ya la sueo...

    Siento a menudo en tmidos tembloresqu hondo estoy en la vida.

    Las palabras son slo las murallas.Detrs, en montes ms y ms azules,reluce su sentido.

    No conozco los hitos de ningunapero escucho en su tierra,Escucho en las laderas los rastrillosy las barcas mecindosey la calma en la orilla.

    Y as es nuestro primer silencio:nos regalamos como propio el viento

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    y estremecidos, nos volvemos ramas,y omos, mayo adentro.Hay una sombra en los caminos,escuchamos y hay un rumor de lluvia:el mundo entero crece frente a ella

    para estar cerca de su gracia.

    Pero al atardecer se hace pesado:

    todos somos ahora iguales nioshurfanos: la mayor parte ya nose reconocen ms unos a otros.Como por tierra extraa, vandespacio por el borde de las casas,escuchando hacia todos los jardines,sin apenas saber que ellos aguardanhasta que ocurre lo Uno:Elevan manos invisibles,desde una vida ajena, quedamente,nuestra propia cancin.

    Estamos angustiosamente solos;slo nos apoyamos uno en otro;cada palabra se hace como un bosqueante nuestro peregrinar.

    Nuestro querer es solamente el viento,que nos oprime y gira; pues nosotrosmismos somos el ansiaque se eleva en las flores.

    Me aterra la palabra de los hombres.Lo saben expresar todo tan claro!Y esto se llama perro, y eso, casa,y el principio est aqu, y all est el fin.

    Me espanta su decir, su juego en broma;saben todo lo que es y lo que fue:no hay montaa para ellos asombrosa;su hacienda y su jardn lindan con Dios.

    Siempre os he de avisar: no os acerquis.

    Me encanta or las cosas cmo cantan.Yo las toco: son mudas y estn quietas.Vosotros me matis todas mis cosas.

    Te llamar subida o hundimiento?Pues temo a la maana algunas vecesy echo la mano, tmido, al rojo de sus rosas,y en sus flautas una angustia presiento

    por das que son largos y sin cnticos.

    Pero las tardes son suaves y mas,de mi mirada estn iluminadas, quietas;y se adormecen selvas en mis brazos,y yo mismo sobre ellos soy el ruido;

    pariente de la sombra en los violinespor todo mi ensombrecimiento.

    Desciende, lenta hora de la tarde.que fluyes de solemnes lejanas.Yo lo recibo, yo soy el pilnque lo toma y retiene y nada olvida.

    Repsate y en mi vulvete clara,ancha hora, disuelta y silenciosa;lo que en mi fondo se ha configuradohaz que se vea. Yo no s lo que era,

    Puede decirme alguien adndetiendo yo con mi vida?

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    Acaso no me muevo tambin con la tormentay vivo en el estanque, hecho una onda,y soy yo mismo el plido abedulaterido en la primavera?

    Como quiera que a todo de noche lo llamramos,no hace grande a las cosas nuestro nombre;vienen columnas fuertes, sin aliento,

    de arcos que se extendan en su juego.Y corno peregrinos que, de pronto,cuando caen los pliegues de una ltima cortina,miran al altar donde sangra el cliz.y no pueden volverse atrs de lo sagrado:as se precipitan las columnas al crculoy se alzan temblorosas en medio de los trminos.

    Como negra ciudad crece la noche,en que, siguiendo leyes silenciosas,se enredan las callejas en callejasy las plazas se juntan con las plazas,y muy pronto en mil plazas surgen torres.

    Pero en las casas de esta ciudad negrano sabes t quin puede residir.En el mudo fulgor de sus jardines

    para bailar los sueos hacen corro,y t no sabes quin toca el violn...

    Tambin t lo has sentido una vez, ya lo s:se fatigaba el da en las pobres callejas,y su amor se volva dudosamente quedo...

    Luego hay un despedirse en torno, en crculo;se entregan las cansadas masas de las paredes,las ltimas miradas de ventanas, calientes

    y claras, hasta que no se distinguen yalas cosas. Medio en sueos se dicen en .un soplo:cmo nos disfrazamos todas secretamente,en sedas grises

    todas nos vestimos:quin de nosotras doseres ahora t?

    Al sonar los relojescerca, como en el corazn,y al preguntarse, con voz tmida,las cosas:Ah ests?,

    entonces ya no soy el que despierta al alba:la noche me regala un nombreque ninguno de aquellos con los que hablode da, oira sin hondo terror...

    Todas las puertasen mi se abren...

    Y entonces s que no se pierde nadani un ademn ni una oracin(para eso son las cosas demasiado pesadas);mi infancia entera siguerodendome siempre.

    Nunca estoy solitario.Muchos que antes de m han vividoy lejos de m se esforzaron,han tejido,

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    han tejidoen mi ser.

    y si me pongo junto a tia decirte quedo: Sufr.lo oyes?

    Quin sabe quin est.

    conmigo murmurndolo.Lo he sabido en el sueoy el sueo es verdadero:yo necesito espaciocomo toda una raza.

    No me pari una madre:mil madres han perdidoen el mozo enfermizoese millar de vidasque le dieron.

    No temas si son viejos tambin los crisantemos,y la tormenta esparce a la selva marchitaen la indiferencia del mar:

    pues la belleza brota desde esa forma estrecha:

    con violencia suave ha madurado yrompe el antiguo recipiente.

    Viene desde los rboleshasta m y hasta t,no para descansar:el verano se le hizo demasiado solemne.De frutos plenos huyey de sueos aturdidores sube,

    pobre, hasta la tarea cotidiana.

    No puedes esperar que Dios se acerquepara decirte: Existo.Un Dios que respondiera de su. fuerzano tendra sentido.Debes saber que Dios te cruza en soplo

    desde el primer principio.y si el alma lo inflama y nada brota.entonces obra en lo ntimo.

    LA LEYENDA DE AMOR Y MUERTEDEL ALFEREZ CRISTOBAL RILKE(1899)

    ...el 24 de noviembre de 1663 Otto von Rilke de Langenu / Grnitz y Ziegra, / en .Linda, recibi en feudo laparte de la hacienda Linda dejada por su hermano Christoph, cado en Hungra; pero hubo de extender undocumento / segn el cual la concesin del feudo , seria nula a invlida / en el caso de que volviera suhermano Christoph (que, segn el documento de fallecimiento mostrado, muri siendo alfrez en la compaadel Barn de Pirovano, del regimiento imperial austraco de Heyster, en Ross...)

    Cabalgar, cabalgar, cabalgar, de da, de noche, de da. Cabalgar, cabalgar, cabalgar.

    Y el alma se ha cansado tanto y el ansia es tan grande. .Ya no hay montaas, apenas un rbol. Nada se atreve aelevarse. Extraas cabaas se acurrucan sedientas en fuentes encenagadas. En ninguna parte una torre. Ysiempre la misma imagen. Sobran los ojos. Slo en la noche se cree a veces conocer el camino. Quizretrocedemos siempre de noche por el camino que hemos ganado penosamente de da? Puede ser. El sol es

    pesado, como en nuestra tierra en pleno verano. Pero nos hemos despedido en verano. Los trajes de lasmujeres resplandecieron largamente sobre el. verde. Y ahora hace mucho que cabalgamos. Debe de ser otoo.Por lo menos, all donde saben de nosotros unas tristes mujeres.

    El de Langenau se mueve en la silla y dice: Seor marqus...Su vecino, el pequeo y fino francs, no ha redo ni hablado desde hace tres das. Ahora ya no sabe nada, Escomo un nio que querra dormir. Hay polvo en su fino cuello de encaje blanco, pero l no lo nota. Se

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    marchita lentamente en su silla de terciopelo. Pero el de Langenau sonre y dice: Tenis unos ojosextraordinarios, seor marqus. Ciertamente os parecis a vuestra madre...Entonces vuelve a florecer otra vez el pequeo y se desempolva el cuello y est como nuevo.

    Alguien cuenta de su madre. Un alemn, evidentemente. Sonoro y lento va diciendo sus palabras. Como unamuchacha que ata flores, prueba pensativamente una flor tras otra, y todava no sabe qu saldr en elconjunto: asi aade sus palabras. Para la alegra? Para el dolor? Todos escuchan. Hasta cesa el gargajear.Porque son autnticos seores que saben lo que es decoroso. Y aquel del grupo que no sabe alemn, lo

    entiende de repente y siente palabras aisladas: Tarde... Era pequeo...All estn cerca todos unos de otros, esos seores, que vienen de Francia y de 13orgoa, de Holanda, de losvalles de Carintia, de los castillos bohemios y del emperador Leopoldo. Porque eso que cuenta uno solo, ellostambin lo han vivido y precisamente as. Como si no hubiera ms que una sola madre...

    As se cabalga en el atardecer, en un atardecer. Vuelven a callar, pero se llevan consigo las luminosaspalabras. Entonces el marqus se quita el casco. Sus cabellos oscuros estn blandos,. y, al inclinar la cabeza,se extienden mujerilmente por su nuca. Ahora lo reconoce tambin el de Langenau: Lejos sobresale algo en el

    brillo, algo esbelto, oscuro. Una columna solitaria, medio cada. Y cuando hace mucho que han pasado, se leocurre que era una Madonna.

    Euego de guardia. Se sientan alrededor y aguardan. Aguardan a que uno cante. Pero estn muy cansados. Laroja luz es pesada. Se posa en los zapatos polvorientos. Se arrastra hasta la rodilla, se asoma a las manos

    plegadas. No tiene alas. Los rostros estn oscuros. Sin embargo, los ojos del pequeo francs brillan un ratocon luz propia. Ha besado una rosita, y ahora puede marchitarse en su pecho. El de Langenau lo ha visto,

    porque no puede dormir. Piensa: yo no tengo rosa, no tengo. Entonces canto. Y es una vieja cancinmelanclica, que en su casa cantan las muchachas en ls campos, en otoo, cuando terminan las cosechas.

    Dice. el pequeo marqus: Soy muy joven, seor?Y el de Langenau, mitad con tristeza mitad en desafo: Dieciocho aos.Luego callan.Ms tarde pregunta el francs: Tenis tambin vos una prometida en casa, seor caballero?y vos?, replica el de Langenau.Es rubia como vos.y vuelven a callar, hasta que grita el alemn: Pero, demonio, entonces para qu habis montado en la silla ycabalgis por esta tierra envenenada contra los perros turcos?El marqus sonre: Para regresar. .Y el de Langenau se pone melanclico. Piensa en una muchacha rubia con la que jugaba. Juegos locos. Yquerra `volver a casa, slo por un momento, slo el tiempo necesario para decir las palabras: Magdalena,

    perdname haber sido aslCmo... era?, piensa el joven seor. Y estn lejos.

    Una vez, por la maana, aparece un jinete, y luego otro, cuatro, diez. Todos de hierro, grandes. Luego mildetrs: el ejrcito.Hay que separarse.Que volvis a casa con felicidad, seor marqus.Que la Virgen os proteja, seor caballero.Y no pueden separarse. Son amigos de repente, hermanos. Tienen ms que confiarse; porque ya saben tanto eluno del otro. Vacilan. Y hay prisa y golpes de pezuas en torno de ellos. Entonces el marqus extiende el granguante derecho. Ofrece la pequea rosa, le quita un ptalo. Como quien parte una hostia.Esto os proteger. Adis.El de Langenau queda asombrado. Sigue largamente con la mirada al francs. Luego mete el ptalodesconocido bajo la casaca. Y sube y baja y sube con las ondas de su corazn. Toque de trompeta. Cabalgahacia el ejrcito el joven caballero. Sonre melanclicamente: le defiende una mujer desconocida.

    Un da a travs de la impedimenta. Maldiciones, colores, risas; la tierra est deslumbrada. Vienen corriendomuchachos multicolores. Rias y llamadas, Vienen prostitutas con sombreros purpreos en cabello fluyente.

    Seales. Vienen mozos, negros de hierro como noche caminante. Agarran, clidos, a las prostitutas,desgarrndoles los trajes. 'Las empujan al borde de los tambores. Y con la salvaje lucha de manos presurosas,despiertan los tambores, hacen ruido como en sueos, hacen ruido... Y al anochecer elevan faroles, extraos:Vino, luciendo en caperuzas de hierro. Vino? O sangre? Quin puede distinguir?

    Al fin delante de Spork. Junto a su caballo blanco sobre. sale el conde. Su largo pelo tiene el brillo del hierro.El de Langenau no ha preguntado. Reconoce al general, salta del corcel y se inclina en una nube de polvo.Trae consigo un escrito que le recomienda al conde. Pero ste manda: Leme el papelucho> Y sus labios nose han movido: No los necesita: son suficientes para maldecir. Lo de despus, dice su mano derecha. Punto. Ymiran a ella. El joven caballero ha terminado hace mucho. Ya no sabe dnde est. Spork est delante de todo.Hasta el cielo se ha ido. . Entonces dice Spork, el gran general:Alfrez.

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    Y es mucho.

    La compaa est ms all del Raab. El de Langenau cabalga. solo.Llanuras. Tarde. El herraje, delante de la silla, brilla a travs del polvo. Y luego se levanta la luna. El la ve ensus mnanos.El suea.Pero hay un grito hacia l.Grita, grita,

    le desgarra el sueo.No es un bho. Misericordia:el nico rbolle grita:hombre!y l mira. Hay. un rbol. Se hace rbol un cuerpoa lo largo del rbol, y una mujer joven,sangrienta y desnuda,le asalta: Lbrame!Y l baja en un salto al negro verdor .y corta las calientes cuerdas;y ve sus miradas arderv sus dientes morder.Re?Le estremece.

    y ya se sienta a caballoy galopa en la noche. Sangrientos cordeles apretados en el puo.

    El de Langenau escribe una carta, todo pensativo. Pinta despacio con grandes letras solemnes, erguidas:

    Madre ma querida:estte orgullosa: llevo la bandera,no tengas pena: llevo la bandera.quireme: llevo la bandera

    Luego esconde la carta en su casaca militar, en el lugar ms secreto, junto al ptalo de rosa. Y piensa: prontotendr su aroma. Y piensa: quiz la encuentre una vez uno... Y piensa...: porque el enemigo est. cerca.iCabalgan sobre un labrador muerto. Tiene los ojos muy abiertos y algo se refleja en ellos: no es cielo.Despus allan perros. Llega tambin una aldea, por fin. Y sobre las cabaas se alza, ptreo, un castillo.Ancho, el puente les lleva dentro. La puerta se hace grande. El cuerno da una alta bienvenida. Od: ruidos,chasquidos y ladridos de perros, Relinchos en el patio, cascos de caballo golpeando y llamadas.

    Descanso! Otra vez ser husped. No siempre atender l mismo a sus deseos con mezquino alimento. Nosiempre tomarlo todo de modo enemigo: por una vez, dejar transcurrir todo y saber: lo que ocurre, est bien.Tambin el nimo debe una vez extenderse, y al borde de cubiertas de seda, caer de espaldas en s mismo. Poruna vez llevar sueltos los rizos y los anchos cuellos abiertos y sentarse en sillones de seda y estar as hasta la

    punta de los dedos: estar despus del bao. Y volver a saber qu son mujeres. Y qu hacen las de blanco y quson las de azul: qu manos tienen, cmo cantan su risa, cuando traen muchachos rubios los hermosos cuencos

    pesados de frutas jugosas.

    Empez como comida. Y se ha vuelto una fiesta, apenas se sabe cmo. Las altas llamas ondeaban, las voceszumbaban, enredados cantos resonaban de cristal y fulgor, y al fin de los ritmos madurados brot la danza. Ytodo lo arrastr. Era una oleada en las salas, un encontrarse y elegirse, un despedirse y reencontrarse, undisfrutar el brillo y cegarse de luz y mecerse en los vientos estivales que hay en los vestidos de las clidasmujeres.Del vino oscuro y de mil rosas mana la hora rumorosa en el sueo de la noche.

    Y uno se eleva y se queda mirando en este esplendor. Y es de tal modo que mira si est despierto. Porque sloen sueos se ven tales maneras y tales fiestas y estas mujeres: su menor gesto es un pliegue que cae en elbrocado. Construyen horas de dilogos de plata, y a veces levantan as las manos...y deben querer decir queen algn lugar donde t no alcanzas, brotaran suaves rosas que t no ves. Y entonces sueas: en estaradornado con ellas y feliz de otro modo y ganarte una corona para tu frente, que est vaca.

    Uno, vertido de seda blanca, reconoce que no puede despertar; porque est despierto y desconcertado derealidad. As huye temeroso por el sueo y se queda en el parque, solitario en el parque negro. Y la fiesta estlejos. Y la luz miente. Y la noche est cerca en torno suyo y fra. Y pregunta a una mujer que se inclina hacial: Eres la noche?Eres la noche?Ella sonre.

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    Y entonces l se avergenza de su traje blanco. y querra estar lejos y solo y con armas.Todo armado.

    Has olvidado que eres m paje para hoy? Me abandonas? A dnde vas?Tu traje blanco me da derecho sobre ti...

    Tienes aoranza de tu casaca aspera?............

    Tienes fro?Tienes nostalgia? La condesa sonre.

    No. Pero es slo porque se le ha cado de los hombros el ser nio, ese suave traje oscuro. Quin se lo hallevado? T?,pregunta con una voz que todava no ha odo.T? Y ahora no hay nada en l. Y estdesnudo como un santo. Claro y esbelto.

    El castillo se apaga despacio. Todos estn pesados: cansados o enamorados o borrachos. Despus de tantasnoches de campaa, largas y vacas: camas. Anchas camas de encina. En ellas se reza de otro modo que en elmiserable surco de all abajo, que, cuando uno quiere dormir, se hace como una tumba. Seor Dios, como quieras!Son ms cortas las oraciones en la cama.Pero ms interiores.

    El cuarto de la torre est oscuro.Pero ellos se alumbran en la cara con una sonrisa. Van a tientas como ciegos y encuentran al otro como una

    puerta. Casi como nios, que tienen miedo de la noche, se meten uno en otro. Y, sin embargo, no tienenmiedo: no hay nada que est contra ellos: ningn rostro, ninguna maana; porque el tiempo se ha derrumbado.Y ellos florecen en sus escombros.l no pregunta: Tu marido?Ella no pregunta: Tu nombre?Se han encontrado para ser entre si una nueva raza.Se darn cien nombres nuevos y se los volvern a quitar entre s todos, como quien se quita un pendiente.

    En la antesala, sobre un silln, cuelga la casaca de guerra, la bandolera y la capa del de Langenau. Susguantes estn en el suelo. Su bandera se yergue escarpada, apoyada en el crucero de la ventana. Es negra yesbelta. Afuera galopa una tempestad a travs del cielo y saca trozos de la noche, blancos y negros. La luz dela luna pasa como un largo relmpago, y la bandera inmvil tiene sombras inquietas. Suea.

    Estaba abierta una ventana? Est en casa la tempestad? Quin golpea las puertas? Quin cruza lahabitacin..? Djalo. Quien sea. En el cuarto de la noche no lo encuentra. Como detrs de cien puertas esteste gran sueo, que tienen en comn dos personas; tan en comn como una misma madre o una mismamuerte.

    Es esto la maana? Qu sol se levanta? Qu grande es el sol! Esto son pjaros? Sus voces estn por. todaspartes..

    Todo est claro, pero no es de da.Todo est sonoro, pero no hay voces de pjaros.Son las vigas, que brillan. Son las ventanas, que gritan. y gritan, rojas, hacia los enemigos, que estn fuera enla tierra llameante, gritan: incendio.Y con sueo desgarrado en la cara, todos se aprietan, medio hierro, medio desnudos, de cuarto en cuarto, detramo en tramo, y buscan las escaleras.y con aliento. sofocado balbucean trompetas en el patio:Reunirse, Reunirse!y tambores temblorosos.iPero la bandera no est ah.Llamada: Alfrez!Caballos enfurecidos, rezos; gritos,

    maldiciones: Alfrez!Hierros contra hierros, rdenes y seal, silencios: Alfrez!Y otra vez ms: Alfrez1Y all con la caballera hirviente .

    Pero .la. bandera. no. est .all.

    El corre en torno de los tumultos con movimientos ardientes, por puertas que le rodean incendiadas, porescaleras, que le chamuscan, y l irrumpe del edificio enloquecido. En sus brazos lleva la bandera, corno una

    blanca mujer sin sentido. Y encuentra un caballo, y es como un grito: pasando por encima de todo, ms all detodo, incluso de los suyos. Y all vuelve en s tambin la bandera, y nunca fue tan soberana; y ahora la ventodos, lejos, adelantada, y reconocen al hombre claro y sin casco, y reconocen la bandera...

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    Pero entonces empieza a brillar, se lanza all y s hace grande y roja...

    Arde su bandera en medio del enemigo, y ellos le persiguen.

    El de Langenau est en lo hondo del enemigo, pero solo completamente. El espanto ha hecho un espacioredondo en torno de l, y l se detiene en medio, bajo su bandera que lentamente se va incendiando.Despacio, casi meditativamente, mira en torno suyo. Hay mucho de extrao y multicolor ante l. Jardines...

    piensa y sonre. Pero entonces siente que se posan ojos en l y reconoce hombres y sabe que son los perros

    paganos; y lanza su caballo en medio de ellos.Pero cuando todo se agolpa ahora detrs de l, vuelven a ser jardines, y los diecisis sables curvos, que brotanhacia l, rayo tras rayo, son una fiesta.Un riente juego de agua.

    La casaca de guerra ha ardido en el castillo, la carta y el ptalo de rosa de una mujer desconocida...La primavera siguiente (vino melanclica y fra) lleg a caballo un correo del barn de Pirovano. lentamente,a Langenau. All vio llorar a las viejas,

    EL LIBRO DE HORAS

    (1899-1905)

    LIBRO PRIMERO

    EL LIBRO DE LA VIDA MONSTICA

    (1899)Y la hora se inclina y me tocacon golpe metlico y claro,Tiemblan mis sentidos. Lo siento que puedo,y agarro el plstico da.

    Nada estaba hecho antes que mirara;un devenir se detiene.Mis ojos maduran, y como una noviava a cada mirada la cosa que quiere.

    Nada me es pequeo: s tambin amarlo,lo pinto sobre oro, y en grande,y lo tengo en alto: y no s hacia quinel alma se escapa...

    Vivo mi vida en crculos que se abrenSobre las cosas, anchos.Tal vez no lograr cerrar el ltimo

    pero quiero intentarlo.

    Giro en torno de Dios, antigua torre,giro hace miles de aos.Y an no s si soy guila o tormentao si soy un gran cntico.

    Tengo muchos hermanos con sotanasen el Sur, donde crece el laurel en los claustros.S con qu humanidad imaginan Madonnas;sueo a menudo con Tizianos jvenes

    por los que cruza el Dios incandescente.

    Pero cmo me inclino tambin hacia m mismo:es oscuro mi Dios, como un tejidode cien races que en silencio bebenS que de su tibieza me levantoy no s ms, porque todas mis camasreposan all abajo, con seas slo al viento.

    Con nuestras fuerzas no te pintaramos,t, aurora, de quien se alza la maana.De viejos potes de color sacamosLas mismas lneas, y los mismos rayoscon que el santo pintor te silenciaba

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    Alzamos ante ti imgenes, comoparedes: mil murallas ya te cercan.Porque te velan nuestras pas manos,tanto te ven patente nuestras almas.

    Amo las horas de mi ser en sombradonde se profundizan mis sentidos:

    he hallado en ellas, como en viejas cartas,mi villa cotidiana ya vivida,su leyenda lejana y superada

    Por ellas s qua tengo espacio parauna segunda villa, ancha y sin tiempo.

    Y algunas veces soy igual que el rbolque, maduro y sonoro, en una tumbacumple igual sueo qua el muchacho antiguo(ceido por sus clidas races)

    perdido en melancolas y canciones

    Vecina Dios, si a veces te molestocon duros golpes en las noches largas,es porque apenas te oigo respirary se que siempre ests solo en tu cuarto.

    Y si algo necesitas, nadie tienespara acercar un sorbo pasta tu boca:siempre escucho. T dame una seal.Estoy aqu, muy cerca.

    Entre los dos hay slo un leve muro. ,por azar; pues podrauna llamada, tuya o de mi boca,derribarlosin ruido.

    Edificado est con tus imgenes.

    Tus imgenes se alzan como nombresante ti. Si se enciende en m la luzcon que te reconocen mis entraas,

    se disipa en tus marcos como brillo.Y mis sentidos, que desmayan pronto,arrancados de ti, sin patria estn. '

    S, por una vez slo, hubiera calma.Si lo azaroso y lo aproximativose callara, y la risa de vecinos:si el estrpito que hacen mis sentidos.no me estorbara tanto al despertar

    Entonces, yo podra en una ideavuelta miles, pensarte hasta tu borde.tenerte (lo que dura una sonrisa),regalar toda vida en torno a ti,como dando las gracias.

    Me gusta vivir hoy que el siglo pasa.Se siente el viento de una enorme hojaque est escrita por Dios. por ti y por miy que gira en extraas manos, alta.

    Se siente el brillo de una nueva pgina.que an todo puede acontecer.

    fuerzas quietas prueban su amplitudy se miran, sombras, entre s

    Lo leo en tu palabra,en la historia narrada por los gestos

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    con que tus manos se redondeabanen torno al devenir, tibios lmites sabiosEn voz alta dijiste vivir; y con voz quedamorir, y repetas siempre: Ser.Pero antes de la muerte primera vino el crimenY se abri una fisura por tus maduros crculosy un grito atravesy desgarr las vocesque estaban. congregadasall para decirte,

    para sobrellevarte,puente de todo abismo...

    Y lo que desde entonces balbucieronson trozosde tu antiguo hombre.

    El plido mozo, Abel dice:

    No existo ya_ Mi hermano me ha hecho no s quque mis ojos no vieron.Me ha tapado la luz.Mi rostro lo ha empujado, desplazndolocon el suyo.

    Y ahora ya est solo.Pienso que todava debe ser.Porque a l nadie le hace lo mismo que lMarchaban todos mis caminos;

    pero al llegar delante de su clerase pierden en l todos.

    Mi hermano mayor creo que est en velaigual que un tribunal. .La noche en m ha pensadoy en. l, no.

    T, oscuridad, de, la que yo procedo,te amo ms que la llamaque da frontera al mundo,

    porque brilla tan slo

    para dentro de un crculo,tras el cual no hay un ser que sepa de ella.

    Pero la oscuridad lo tiene todo:rostros y llamas,. animales, yo,tal como lo arrebata:

    personas y potencias ..

    Y puede ser as: una enorme fuerza'se mueve junto a m

    Creo en las noches

    Creo en todo lo que an no ha sido dicho.Quiero librar mis ms pos sentires.Lo que ninguno os querer an

    para m ser un da sin querer

    Si esto es temeridad, perdn, Dios mo.Pero yo solamente he de decir:mi mejor fuerza se haga como instinto,tan sin clera y tan sin timideces:as es como se quieren los niitos.

    Con estas bocas, desembocadurasen anchos brazos al abierto mar,con este regresar siempre crecientete reconocer, te anunciar,como nadie hasta ahora.

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    Y si es orgullo, djame que tengaorgullo de mi rezo,que tan serio y tan solose levanta ante tu nubosa frente.

    Estoy en el mundo muy solo, pero no bastante solopara consagrar cada hora.

    Estoy muy pequeo en el mundo, pero no bastante pequeopara ser ante ti como una cosa,oscura y prudente.Quiero mi voluntad y quiero acompaar mi voluntad

    por el camino a la acciny quiero en tiempos callados, temblorosos no s como si algo se acerca,ser de los que sabeno estar solo.

    Quiero reflejarte siempre en tu figure enteray nunca quiero ser ciego o demasiado viejo

    pare conservar tu pesada imagen oscilante.Quiero desdoblarme.Por ninguna parte quiero quedar doblado,Por que donde estoy doblado, estoy falseado,y quiero mi sentido

    verdadero ante ti. Quiero describirmecomo una imagen que vi.largamente y de cercacomo una palabra que comprend,como ni jarro diario,como el rostro de mi madre,como un barcoque me lleva travs de la ms mortal tormenta.

    Ya ves, yo quiero mucho.Quiz lo quiero todo:lo oscuro de cualquier caer sin finy el juego de luz de todo subir.

    Muchos, viven y nunca quieten nada,

    y son ennoblecidos por los chatossentires de su fcil tribunal.

    Pero a ti te contenta todo rostroque sirve y tiene Sed.

    Te complaces con todos los que te usanigual que un utensilio:

    Todava no ests fro, ni es tardepara hundirse en tu entraa deviniendodonde la vida en calma se revela.

    Construimos en ti con manos trmulasponiendo en torres tomo sobre tomo.Pero. quin te podrterminar, catedral?

    Qu es Roma?Se desploma.Qu es el mundo?Se har pedazos antesque haya en tus torres cpulasy en minas de mosaicoaparezca tu frente refulgente.

    Pero a veces en sueospuedo mirar por sobretu espacio,

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    hondo, desde el principioal ureo chapitel de tu cubierta.

    Y vea: mis sentidosconstruyen y edificanlos ltimos adornos.

    Porque alguno te quiso alguna vez

    s que tambin podramos quererte.Aun cuando rechacemos toda hondura:aunque un monte tenga oroy nadie pueda ya desenterrarlo.te alumbrar una vez la inundacinque se agarra a la calma de la piedra.en su total rebose.

    Aun cuando no queramos:Dios madura.

    Quien las contradicciones de su vidaarmoniza y rene en una imagen,lleno de gratitud, echa a empujonesa los estrepitosos del palacio,se hace festiva de afro modo, y t eres el invitadoeres el invitadoque el recibe en atardeceres suaves.

    De su soledad t eres el segundo,el quieto centro de sus soliloquios,y todo cerco en torno de ti puestotambin le tensa el cerco desde el tiempo.

    Mis manos, a qu van por los pinceles?Si te pinto, Dios, casi no lo notas.

    Te siento. Donde acaban mil sentidoscomienzas vacilante, en muchas islas,y en tus ojos, que nunca pestaean,el espacio soy yo.

    T ya no ests en media de tu brillo,

    donde todas las lineal del baile de los ngeleste gastan lo lejano como msica...Tu vives en tu casa ms extrema.Tu cielo entero aplica a m su odo,

    porque yo lo call, considerndome.

    Soy yo, miedoso: acaso no me escuchasromper en ti con todos mis sentidos?Mis sentimientos, que encontraron alas,giran, blancas, en torna de tu rostro.No ves mi alma qu densa est ante tien un traje de calma?No madura mi rezode mayo en tu mirada coma un rbol?

    Si eres el soador, yo soy tu sueo.Y si despiertas, yo soy tu deseoy me hago fuerte, en pleno seoro.y redondo como un silencio de astrossobre la ciudad mgica del tiempo.

    No es mi vida esta hora tan abruptaen que me ves entrar con tanta prisa.Soy un rbol delante de mi fondo,soy una sola de mis muchas bocas,y aquella que se cierra ms temprano.

    Soy el silencio en medio de dos notas

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    que se acostumbran mal a estar unidas:porque la nota muerte quiere alzarse:

    Pero temblando en su oscuro intervalose uneny queda hermosa la cancin.

    Si yo hubiera crecido en algn sitio donde

    los das son ms leves, las horas ms esbeltasy una gran fiesta te hubiera inventado,y mis manos no te tendran comoa veces te sujetan, temerosas y duras.

    All yo hubiera osado prodigarte,t, presente sin lmites.Igual que una pelotahubiera echado todas las fluctuantesalegras en ti, para que algunocon las manos en alto,te tomara, atajando tu cadat, cosa de las cosas

    Yo te habra dejado fulgurarcomo un filo de espada.Del ms dorado anillohara rodear tu fuego, y ldebera tenermeen la mano ms blanca.

    Te pintara, pero no en el muro,sino en el cielo mismo, hasta los bordes;te formara, como te formaraun gigante: como montaa o fuego,como simn creciente de la arena desrtica,

    oes posible tambin que te encontrarade nuevo...Estn remotos mis amigos,apenas oigo resonar sus risas:y t: t te has cado de tu nido;eres un pajarito con garras amarillasy grandes ojos, que me dan dolor.(M mano es para ti muy ancha.) Elevacon el dedo una gota de la fuente, 'y acecho s la quieres t beber,y siento palpitar tu corazny el mo: ambos de miedo.

    Te encuentro en todas estas cosas,qua en m tienen un buen hermano;eras semilla en las pequeasy en las grandes tu entregas grande.

    Es el mgico juego de las fuerzas,que a tu servicio marchan por las cosas.creciendo en las races, menguando por los tallosy en las cimas igual que una resurreccin.Voz de un hermano joven

    Fluyo, fluyocomo. la arena por entre los dedos.

    Tengo muchas sentidos de repente.todos sedientos, de diverso modo.Me siento en mil lugareshenchirme y con dolorPero ms en mitad del corazn.

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    Me querra morir. Djame Bola.Creo que logrartener tanto terrorque me estallen los pulsos.

    Dios. mira: a construir en ti uno vieneque ayer an era un. nio: todava

    van sus manos plegadas por mujeresen un doblez, que casi ya es mentira.Pues su derecha acude hacia su izquierda

    para guardarse o para hacer un signoy para estar sola en el brazo.

    Su frente fue hasta ayer como un guijarroen el ro, rodado por los das,que nada dicen sino golpes de ondasy nada piden, sino alguna imagende cielos. que el azar les pone encima:hay hasta ella est abrindose pasouna historia del mundo,ante un inexorable tribunal,y se hunde en su sentencia.

    brota espacio en un rostro nuevo. Nunca

    hubo luz antes de esta luz, y comohasta ahora jams, tu libro empieza.

    Te quiero, la ms suave de las leyes,en que, en lucha contigo, maduramos;gran nostalgia que nunca dominamos,

    bosque del que jams hemos salido,cancin que al callar siempre hemos cantado,red oscuraen que huyendo se apresan los sentires.

    Te empezaste tan grande, sin confines,en ese da en que nos empezaste,y estamos tan maduros en tus soles,tan ensanchados, tan hondo plantados,que en los ngeles, hombres y Madonnas,

    puedes cumplirte ahora sosegada.Pon tu mano en la ladera del cielo;lo que en sombra tu hacemos, muda, aguanta.

    Somos obreros: maestros, aprendices,construyndote, oh nave central alta.Y a veces viene un grave mensajerocomo un brillo entre nuestros cien espritus.a ensearnos, temblando, otro trabajo.

    Subimos por andamios columpiantes.-el martillo, pesado, en nuestra mano-hasta besarnos en la frente una hora,que, flgida y como sabiendo todo,llega de ti como un viento del mar.

    Luego hay un son de mltiples martillosque por los montes va, golpe tras golpe.Sali al oscurecer tu damos suelta,tus perfiles futuros ya en penumbra.

    Dios, eres grande.

    Eres tan grande T, que ya no soyms, en cuanto me pongo junta a ti.Tan oscuro: mis pocas claridadesen tu borde no tienen ya sentido.Tu voluntad va all como una ola

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    ahogando los das.

    Slo mi ansia te llega a la barbillay ante ti se alza, ms grande que un ngel:plido, extrao, an sin redimir,tendindote las alas.

    No quiere ms el vuelo sin orillas

    en que las lunas plidas pasaban,y de los mundos sabe ya bastante.Con sus alas, coma ton llamas, quiereerguirse ante tu rostro sombreadoy en sus blancos reflejos quiere versi le condenas con tus cejas grises.

    En la luz tu persiguen muchos ngelesy chocan con la frente en las estrellasquerindote aprender en todo brillo.Pero cuando tu canto, muchas veces,me parece que con desviado rostrose alejan de las pliegues de tu manto.

    Pues t eras slo un husped en el oro.Por amor slo a un tiempo que te huaen sus claras, marmreas oraciones,apareciste, rey de los cometas,orgulloso en los rayos de tu frente.

    Volvas, cuando se fundi ese tiempo.

    Tu boca, por la cual sufro, est oscuray tus manos son de bano.

    Eran das de Miguel ngel sos.de que lea yo en extraos libros.E fue el hombre que, sobre toda escala,grande como un gigante, se olvidde lo inconmensurable.

    Era el hombre que siempre vuelve cuandoun tiempo que se quiere terminar

    rene su valor una vez ms.Todo su peso entonces alza alguno.y lo arroja al abismo de su pecho.

    Los de antes de l tenan alegra y pasin:pero l ya slo siente la masa de la viday que todo tu abarca coma una sola cosa;slo Dios sigue encima de su voluntad, ancho:y entonces le ama con su rencor alto

    por aquella inalcanzabilidad.

    Esa rama de rbol de Dios que alcanza Italia,ha florecido ya.Quizs hubiera querido,abundante de fruta, anticiparse,

    pero se cans en medio de las floresy ya no tendr fruto.

    Slo la primavera de Dos estuvo all,slo se cumpli su Hijo,la Palabra.Toda fuerza girhacia el flgido Nio.Vinieron con regalosa El todos;todos cantaron coma querubinesde alabanza.

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    Y l dio un aroma quedocomo rosa de rosas.Fue lo mismo que un crculoen torno de los que no tienen patria.Con mantas y metamorfosis fue

    por las voces ascendentes del tiempo.

    All. tambin la despertada al fruto,

    la tmida, asustada de hermosura.la doncella visitada en su casa fue amada.La floreciente, la no descubierta.que tiene cien caminos.La dejaron marchar y suspendersea la deriva, con el ao nuevo;su Vida de Maria en servidumbrefue prodigiosa, fue corno de un rey.Como rumor de algn da de fiesta,cruzaba, grande, por todas las casas;la antes doncellilmente distradaestaba tan sumersa en su regazo,y tan llena del nicoy tan bastante para milesque todo pareca iluminarla

    como la que era via y dio su fruto.Pero como si el peso de la ladera en fruto,la ruina de columnas y arquerasy el cesar de los cnticosla hubiera hecho pesada,la doncella se ha vuelto en otras horas,hacia las heridas futuras,todava preada del que es ms grande.

    Sus manos, que en silencio se soltaban,permanecen vacas.Ay, an no ha parido al que es ms grande.Y los ngeles, que no la consuelan,la rodean extraos y con miedo.La pintaron as. Uno, ante todo,

    que traa su anhelo del sol. Y para lmadur ella saliendo pura de todo enigma,pero en la pasin cada vez ms universal:l fue toda su villa como uno al que, llorando,se le ha metido el llanto entre las manos.

    El es el ms hermoso velo de] dolor de ella,que se pliega en sus labios afligidos,y se dobla sobre ellos casi en una sonrisa;y con, la luz de siete candelas de los ngelesno queda superado su misterio.

    Con una rama, sin comparacin,Dios, el rbol, se volver estival,anunciador, sonoro de maduro;en un pas donde escuchan los hombresy estn todos .tan solos como yo.

    Porque slo a los solos se revela,y a muchos solitarios de igual modose dar. ms que al uno diminuto.Pues otro Dios se har ver a cada unohasta que reconozcan, casi en llanto,que por su concepcin desparramaday por. su percibir y su negar,diverso slo en ciento de los suyosavanza un solo Dios como una ola.

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    El rezo final esque los que ven se dicen:La raz Dios ha dado fruto: andada tocar las campanas:llegamos a los das ms tranquilos,en que la hora se halla ya madura.La raz Dios ha dado ya su fruto:sed graves y mirad.

    No puedo creer que la pequea muerte,aunque a diario la vemos sobre todo,siga siendo un cuidado nuestro, un ansia.

    No puedo creer que nos acose en serio:vivo an, tengo tiempo de construir;es ms larga mi sangre que son rojas las rosas.

    Mi sentido es ms hondo que el ingenioso juegocon nuestro miedo, en que as se complace,Yo soy el mundode que ella cay errando.

    E igual que ella,andan girando monjes as en torno; 'da miedo su girar:no se sabe: es el mismo a cada vez,son dos. son diez, son miles o son ms?Slo se ve esa mano extraa y amarillaque se tiende, desnuda y tan cercanaah: tu mismo quesi saliera de nuestro propio traje.

    Qu vas a hacer. Seor, cuando me muera?Tu cntaro soy yo (ya cuando me rompa?)Tu bebida soy yo (y cuando me vierta?)Yo soy tu vestidura, soy tu oficio:conmigo pierdes tu sentido.

    Despus de m, no tienes casa dondete saluden palabras tibias, ntimas.De tu cansado pie cae la pantuflaaliviadora, que soy yo.Tu gran tnica se te queda atrs.Tu mirada, que acojo en mi mejillatibia, como una almohada, largo tiempocaminar en mi busca'y a la puesta del sol se dormiren el regazo de piedras extraas.

    Qu hars, Seor, entonces? Tengo miedo.

    T eres el susurrante enhollinado;en todas las estufas duermes, ancho.El saber solamente es en el tiempo.T eres el ignorado por la sombraque va de eternidad a eternidad.

    T eres el pedigeo, el temeroso.,I ,que pasa en el sentido de las cosas.

    T eres dentro del cntico la slabaque vuelve cada vez ms temblorosaentre la fuerza de la recia voz.

    T nunca te aprendiste de otro modo:

    Pues no eres el hermosamente unidoen torno al cual se engarza la riqueza.T eres el hombre simple que hizo ahorros.

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    T eres el campesino de la barbaque va de eternidad a eternidad.

    AI hermano menor

    T, nio ayer, a quien lleg la confusin;no se disipe en ceguedad tu sangre,

    No piensas en placer: piensas en la alegra:

    ests hecho tu mismo que un esposoy habr de ser tu esposa tu pudor.

    El gran gozo tambin tiende hacia ti,y de pronto los brazos estn desnudos todos.En piadosas imgenes las plidas mejillasestn cubiertas de fuegos extraos:y tus sentidos son corno muchas serpientes,que, ceidas del rojo del sonido,se tensan al comps del tamboril.

    Y de repente- tu has quedado solocon tus manos, que tu odian...Y tu voluntad no hace un milagro:

    Y all van, como por sombras calles,rumores de Dios por tu oscura sangre.

    Al hermano menor

    Reza entonces coma ste te lo ensea,al regresar l mismo del enredo,

    tal que. en santas imgenes que guardantoda la dignidad de su sustancia,en una iglesia y en dorada esmalte,pintara a la Belleza. espada en mano.

    EI te ensea a decir:Hondo sentido mo,confa en m, que no tu desengao:en mi sangre hay rumores muy diversos

    pero yo s que estoy hecho de afn

    Una gran gravedad viene a romper en m.

    En su sombra, frescor time la vida.Por vez primera estoy solo contigo.t. sentimiento mo.Eres muy virginal.

    En mi vecindad hubo una mujery, en ropajes marchitos, me hizo seas.Pero t me hablas de remotas tierras.Y mi fuerza levantasu mirada a los bordes de los cerros.

    Himnos tengo, que callo,Hay un estar erguidoen donde hago inclinarse mis sentidos...al verme grande t, soy diminuto.Oscuramente puedes distinguirme

    de esas cosas que doblan la rodilla;como rebaos son, y estn paciendo,soy el pastor del pramo, en la cuesta,ante quien se renen por la tarde,Entonces voy tras ellasY oigo el sordo rumor de oscuros puentes.y en el vaho humeante de sus lomosse esconde mi regreso.

    Oh Dios, cmo comprendo tu hora, cuando,para redondearla en el espacio

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    por delante de ti tu voz pusiste;te dola la Nada como heriday as la refrescaste can el mundo.

    Ahora se cura, suave, entre nosotros.

    Porque han bebido todos los pasadosal Dios enfermo sus enormes fiebres,

    sentimos ya en vacilaciones suavesel pulso reposado de su fondo.

    Yacemos, aliviados, en la Naday todas las rendijas las tapamos,

    pero t ests creciendo por la inciertobajo la sombra de tu inmenso rostro.

    Esos, que no mueven sus manosen el tiempo, pobre ciudad,los que las ponen en lo mudo,en un lugar, lejas de sendas,que apenas time hombre an,te expresan, dicha cotidianay dicen, quedo, en una hoja:

    Hay en el fondo slo rezos;

    se han consagrado nuestras manos.que slo crean lo que escapa;si uno pintaba o si segaba,de los giros de su utensiliose desplegaba la piedad.

    El tiempo tiene muchas caras.Del tiempo omos muchas veces,y hacemos tu viejo, la eterna;sabemos que Dios nos cercabacomo una gran barba o un traje.Somos vetas en el basalto .del imperio duro de Dios.

    Como una luz nos es el nombre,puesto, duro, sobre la frente.

    Se hundi mi cara entonces, anteese tribunal en sazny te vi (y hablo desde entonces)a ti, gran peso oscureciendo

    puesto sobre m y sobre el mundo.

    Me torciste, lento, del tiempo,en que me ergua, vacilante;me inclin tras ligera lucha-.dura ahora tu oscuridaden torno a tu suave victoria.

    Me tienes, sin saber a quin,pues tus anchos sentidos venslo que yo me oscureca.Me agarras, suave, extraamente,

    y escuchas cmo van mis manosa travs de tu vieja barba...

    Tu primera palabra ha sido: Luz,y el tiempo fue. Despus callaste mucho.La segunda fue Hombre, temerosa,(an nos ensombrecemos en su son),y ahora tu rostro vuelve a meditar.

    No quiero la tercera.

    Rezo mucho de noche: Sigue mudo,

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    qudate as creciendo en ademanes,mientras te empuja en sueos el espritu

    para que escribas la pesada sumadel callar en estrellas y montaas.

    S t el refugio ante la cleraque ha rechazado tu indecible.Se hizo noche en el paraso:

    s el vigilante con el cuernode quien slo cuentan que toca.

    Vienes y vas. Las puertas se abrenms suaves, casi sin un soplo.eres el ms mudo de cuantos

    por las calladas casas cruzan.

    A ti nos habituarnos, hastano alzar del libro nuestros ojos ,si se hermosean sus estampasazulndose con tu sombra.las cosas suenan de ti siempre;a veces suave, a veces fuerte.

    Al verse, acaso, mis sentidos,se rompe tu fisonoma:vas como puros, leves corzos:yo soy oscuro, yo soy bosque.

    Ante m ests, como una rueda:de tus muchos oscuros radiosse hace uno siempre ms pesadoy dando vueltas se. me acerca,

    y m entregada labor crececon cada nuevo retornar.

    T eres el ms profundo que asomaba,el buceador y envidia de las torres.T eres el suave que se dijo.

    pero al interrogarte algn cobarde,te gozaste entregado a tu silencio.

    Eres el bosque de contradicciones.Puedo mecerte coma a un nio, perose acaban por cumplir tus maldiciones,que tan terribles son sobre los pueblos.

    Para ti ha silo escrito el primer libro,y la primera imagen te prob;en el dolor y en el amor estabas,'tu gravedad estaba repujadaen toda frente, que tu comparabacon las siete jornadas bien logradas.

    Ibas perdiendo por millares,y se enfriaba todo sacrificio;hasta que te moviste en altos corosde iglesia, tras los ureos prticos;y un temor, al nacer,con cinturn de forma te ci.

    Ya lo s: t eres el lleno de enigma,en torno al cual se para el tiempo vacilando.Oh qu hermoso te hiceen una hora que me atirant,en un engreimiento de mi mano.

    Muchas grietas trac, decorativas,atenda a todo obstculo...

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    y los planes, despus, se me enfermaron,se enredaban tu mismo que un zarzallas lneas y los valos,hasta que en m, profundo, con un golpede un zarpazo a lo incierto

    brot la ms piadosa de las formas.

    No puedo dominarla con la vista

    aunque siento que mi obra est concluida.Pero poniendo a un lado la miradala har siempre de nuevo.

    As es mi da de trabajo,que mi sombra, como un chal, cubre.Y aunque soy de follaje o barro,tan pronto como rezo o pintoes domingo; estoy en el vallede una alegre Jerusaln.

    Soy la altiva ciudad de Diosy le pregono con cien lenguas:del canto de David soy eco;yaca en crepsculos de arpasy respir el primer lucero.

    Hacia Oriente van mis callejas.De gente estoy abandonando,hace mucho, y me hago ms grande.oigo a todos gritar en my mis soledades ensanchodesde un principio a otro principio.

    Vosotras, oh, las muchas ciudades no asediadasnunca habis ansiado el enemigo?

    j.Ah, que os hubiera puesto cercoen una larga dcada oscilante!

    Hasta que en desconsuelo y en tristeza,hasta que muertas de hambre le aguantrais;est como paisaje ante los muros,

    porque tambin l sabe perduraren torno a aquellas a que ha visitado.Mirad desde el alero de los techos,all acampa, y est sin abatirse...no se vuelve ms dbil ni se menguani enva a la ciudad quien amenaceo prometa o latente convencer.

    Es el enorme rompedor de muroscon un sordo trabajo.

    Desde mi vibracin regreso a casa-,de extraviarme con ella.Fui canto; y Dios, la rima,an resuena en mi odo,

    Otra vez vuelvo a estar mudo y sencilloy la voz se me para:se sumergi mi rostroen oracin mejor.Fui para los dems igual que un viento,al llamar sacudindoles.Lejos estuve, donde estn los ngeles,alto, donde la luz se funde con la Nada;

    pero Dios hondamente se oscurece.

    Los ngeles son el ltimo soploque roza el borde de su copa;

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    el salir de sus ramaspara ellos es un sueo.Creen all en la luzms que en la fuerza negra del Seor;Lucifer se acogia su proximidad.

    Es prncipe en la tierra de la luz,

    y su frente se para tan abruptaen el fulgor enorme de la Nada,Lucifer, que, con rostro chamuscado,huye hacia las tinieblas.El es el luminoso Dios del tiempo,al que despierta claro,y porque en dolor grita can frecuenciay re en el dolor,el tiempo cree en su dichay pende de su fuerza.

    El tiempo es como el borde marchitadode una hoja de libro.Es el flgido mantoque Dios ha -rechazado,cuando l, que siempre fue profundidad,se fatig del vueloy se escondi delante de cada ao,hasta que el pelo, como de races,a travs de las cosas, le creci.

    Con la accin solamente se te captacon las manos tan slo se te alumbracualquier sentido es solamente un huspedy sale de este mundo con su anhelo

    Imaginado est cualquier sentido,se siente en l su borde delicadoy cmo alguien lo ha puesto en tirantez:T en cambio vienes a entregarte,y asaltas al que escapa.

    Yo no quiero saber dnde ests t,hblame en todas partes.Tu evangelista dcil

    perdona todo y olvida mirarde dnde es el sonido.

    Pero siempre. me cierro yo hacia ticon mi entero marchar:.

    pues, quin soy yo, y quin t,si no nos entendemos?

    Mi vida tiene igual ropa y cabelloque la noca de la muerte de los antiguos tares.El poder ha extraado solamente mi boca,

    pero mis reinas, que redondeo en silencio,se congregan al fondo, tras de m,

    y mis sentidos. son an seores.Rezar, para mi vida, es siempre construir,con Codas las medidas construir, y que la aurora,igual que la grandeza se haga casi, y hermosa:y: todo arrodillarse y confiar(para que no te miren los dems),sobrepujarlo con muchas doradasy azules y policromadas cpulas.

    Pues qu son las iglesias y los claustrosen su subir y alzarse

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    sino arpas, que consuelan con sus sones,taidas por las manes a medio redimirante reyes y vrgenes.

    Dios me manda escribir:

    Para los reyes, t, s crueldad.Ella es el ngel antes del amor-,

    sin esos arcos no me quedaraningn puente en el tiempo.

    Dios me manda pintar:

    El tiempo es para m mi ms hondo lamento;as met en su cscarala mujer desvelada, las heridas,la rica muerte (para que la cuente),las ciudades, terribles bacanales,la locura y los reyes.

    Dios me manda construir:

    Porque soy rey de] tiempo.Pero para ti soy slo el grisceosabedor de tu soledad.

    Y soy el ojo con la ceja...que mira sobre mi hombrode la eternidad a la eternidad.

    Se hundieron mil telogosen la prstina noche de tu Nombre,Doncellas despertaron hacia ti:y muchachos de ropas plateadasrefulgieron marchando a ti, oh batalla.

    En tus largas galeras con arcosse encontraron poetasse volvieron reyes de sonidos,magistrales, suaves y profundos.

    T eres la suave hora de la tarde

    que a todos los poetas hace iguales:oscuro, tu abres paso por las bocas,y con el sentimiento de un hallazgote reviste de lujo cada cual.

    Te elevan cien mil arpasigual que vibraciones del silencio.Y tus antiguos vientos echanhacia todas las cosas y miserias

    Te han esparcido los poetas(cruz una tempestad los balbuceos),

    pero yo he de volver a reunirteen este recipiente que te goza.

    Camin en muchos vientos;en ellos empujabas t mil veces.Llevo todo lo que hallo:como copa te ha usado el ciego,muy hondo te ocult la servidumbre,

    pero el mendigo te retuvo,y a veces en un nio habaun gran trozo de tu sentido.

    Ya ves que soy un buscador.

    Uno, que detrs de sus manosva escondido y como un pastor(podras apartar de l la mirada

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    que le conturba, la de los extraos).Uno que suea completartey que l se habr de completar.

    Rara vez hay sol en Sobor.Los muros surgen de las formas,y por las vrgenes y los viejosse abre paso, como alas desplegadas,

    el prtico imperial, dorado.La pared, en su columnata,se perdi tras de los iconos;y las que viven en la plaza muda,las piedras, se alzan corno un coro,y vuelven a caer en las coronasy callan ms hermosas que antes.

    Y sobre ellas, azul coma las noches,y plida de rostro,se cierne la mujer, que te gozaba:guardiana de la puerta, roco maanero,que te cie, florida como un prado,y sin cesar.

    La cpula est llena de tu Hijoy vincula en redondo el edificio.

    Quieres tomar reposo de tu Tronoque observe estremecido.

    Entr entonces, igual que un peregrinoy te sent, en mi frentecon tormento, a ti, piedra.Con luces, siete en nmero,cerqu tu oscuro sery en cada imagen vitu pardusco lunar.

    Y estaba all, donde estn los mendigosmalvados y esquelticos

    por su aliento, subiendo y descendiendo,

    te comprend a ti, viento.Vi al labrador, cargado de aos,como Joaqun, barbudo,

    y por cmo se oscureca.rodeado de claros semejantes,te comprend ms tierno que jams,tan revelado sin palabrasen todos como en l.

    Dejas correr al tiempo.y nunca tienes paz en l;el labrador encuentra tu sentido,lo levanta y lo arrojay vuelve a levantarlo.

    Igual .que el guarda en tierra de viedos

    tiene su choza y mira,as, Seor, soy, yo choza en tus manos,y soy noche, oh 5eor, desde tu noche. ,

    Via, dehesa, viejos manzanares.,campo que no desborda ninguna primavera.higuera, que aun en suelos como el mrmolde duros, .da abundancia de sus frutos:

    brota aroma de tus redondas ramas.Y no preguntas si yo estoy velando: .sin miedo, en savia abiertas, tus honduras

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    suben y pasan ante mi de largo.

    Dios habla a cada uno tan slo antes de hacerle;luego sale en silencio con l desde la noche.Y esas palabras de antes de empezar cada cual,esas palabras nebulosas, son:

    Fuera de tus sentidos enviado,

    marcha hasta el borde mismo de tu anhelo;dame ropaje.

    Crece como un incendio tras las cosas;que sus sombras, tendidas.me cubran siempre entero.Djalo Ocurrir todo: hermosura y espanto.Solo hay que andar. Ningn sentir es el que estms lejos. No te dejes separarte de m.Cercana est la tierraque ellos llaman la vida.

    La reconocerspor su seriedad grave.

    Dame la mano.

    Estuve con los monjes ms antiguos; pintores,forjadores de mitos,que escriban historias en calma y dibujabanlas runas de la gloria.y te-veo en mi rostro, con vientos,

    bosques y aguas,zumbando al borde de la Cristiandad,t, tierra no alumbrable.

    Quiero contarte, quiero mirarte ydescribirte,no con esmalte y oro, slo con tinta decorteza de manzano;tampoco puedo atarte con perlas a las hojas,y la imagen ms, trmula que me hallan mis sentidos,la abrumaras, ciega, con tu sencillo ser.

    As!, slo en ti quiero dar razn de las cosasy nombrar simplementea los reyes, los msantiguos, decir de dnde han venido,e informar de sus fiestas y batallasal margen de mis pginas.

    Porque t eres el suelo. Son para ti los tiemposcomo verano slo,y piensas en los prximos igual que en losremotos,y. aunque hayan aprendido a sembrarte ms hondoy mejor construirte:t te sientes apenastocado por cosechas semejantes

    y no oyes sembradores ni segadores cuandocaminan sobre ti.Tu suelo oscureciente,con paciencia soportas las paredesy permites quizdurar a las ciudades otra horay guardas an dos horaslas iglesias y claustros, solitarios,y dejas cinco horasms de fatiga a todos los salvadosy ves an siete horas la labor del labriego...

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    Antes de hacerte bosque y agua y crecienteyermo

    por la hora del miedo incomprensible,cuando a todas las cosas les exigesque devuelvan tu imagen incompleta.

    Dame an otro rato;quiero amar a las cosas como a nadie

    pasta que todas se hagan para ti dignas y amplias.Tan slo quiero siete das, sieteen que nadie est escrito todava;siete pginas de la soledad.

    A quien le des el libro que las tiene,sobre las hojas quedar inclinado.Ser que t le tienes en las manos

    para escribir t mismo.

    As me he despertado tan slo como un nio,seguro en la confianza,despus de todo miedo y toda noche,de mirarte de nuevo,

    Cundo mi pensamiento mide, squ profundo, qu largo, qu anchuroso...

    pero t eres y eres, rodeadopor el temblor del tiempo.

    para, mi es igual que s fuera a un tiemponio, muchacho y hombre, y ms an.Siento: slo el anillo se enriquececon su retorno.

    Te doy las gracias, oh profunda fuerza,que trabaja conmigo, ms queda cada vez,como detrs de muchos muros;ahora es cuando se me hizo sencillo m trabajoy como un rostro santo

    para mis manos tenebrosas.

    Que no exista yo hace poco,

    lo sabes7 Y dices que no.Siento entonces, que si no me doy prisa,puedo no pasar nunca.

    Pues soy ms que sueo en el sueo.Slo tu que anhela una orillaes como un da y un sonido;extrao, se abre paso por tus manos,

    para encontrar la mucha libertad,y ellas se quedan melanclicas.

    As qued la sombra tan slo para ti,y, creciendo en la luz vaca,se levant una historia universalde piedras cada vez ms ciegas.Hay alguien que construya en ellas todava?

    Las masas quieren otra vez las masas;las piedras estn corno desgajadas,

    sin que ninguna est de ti esculpida...

    La luz es un estrpito en la copa de tu rbol,y toda cosa te hace pintado y vanidoso;slo tu encontrarn cuando el da se apague.La penumbra, lo suave del espacio,

    pone mil manos sobre mil coronasy bajo ellas tu extrao se transforma en piadoso.

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    El mundo solamente lo quieres reteneras, con el ms suave de los gestos.De sus cielos agarras la tierra para tiy la percibes bajo los pliegues de tu manto.

    As, tienes un modo silencioso de ser.y los que tu consagran nombres sonoros yaolvidados estn de tu proximidad,

    De tus manos, que se yerguen montuosas,se eleva a dar la ley para nuestros sentidostu muda fuerza con sombra frente.

    Tu, eres dcil y tu gracia ha venidosiempre en todos los gestos ms antiguos.Cuando alguno las manos pliega juntas,de modo que estn mansasalrededor de un poco de tiniebla:de repente tu nota llegar a ser en ellasy como en viento se hundesu rostroen la vergenza.

    Y entonces prueba a tenderse en la piedray a erguirse, coma ve hacer a los otros,y su fatiga es acunartede miedo a revelar tu estar en vela.

    Pues quien te siente, no puede de ti ufanarse;est asustado, tmido en torno a ti y escapade todos los extraos que debieran notarte:

    t eres como el milagro en los desiertosque acontece para los desterrados.

    Una hora de la orilla del da,y la tierra est lista para todo.Lo que deseas, alma ma, dilo:

    S un erial, y lejano.Ten viejsimas plantas.

    creciendo, apenas conocidas,cuando hay luna en la planasierra, tan anticuada.Toma forma, silencio. Dales formaa las cosas (estn en su niez;se tu harn obedientes).S un erial, s un erial,luego viene quiz tambin el viejo,al que apenas distingo de la noche,y traer su ceguera gigantescaadentro de m casa que le escucha.

    Le veo que se sienta y reflexiona,no pasando por encima de m:

    para l todo est dentro,cielo y erial y casa.

    Las canciones se le han perdido, slo,ya nunca las empieza;en miles y miles de odosse las bebieron el tiempo y el viento;en los odos de las puertas.

    Y, con todo, me ocurrecomo si yo le ahorrara, en lo profundode m, toda cancin.

    Calla detrs de la temblona barba;se querra otra vez recuperar

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    desde sus melodas.Entonces llego a sus rodillas:

    y sus canciones vuelven a fluirentrando rumorosas dentro de l.

    LIBRO SEGUNDO

    EL LIBRO DE LA PEREGRINACIN

    (190l)No te asombras del mpetude la tormenta: la has vista crecer:los rboles escapan. Y su fugaforma avenidas que caminan.T sabes que se de quien huyenes aqul hacia quien t vas;tu, sentidos le cantan cuandote pones ante la ventana.

    Las semanas de esto se pararon,subi la sangre de los rboles;ahora -sientes cmo va a caeren el que lo hace todo.Creste conocida ya la fuerza

    cuando escogiste el fruto;ahora para ti vuelve a hacerse enigmtico,y otra vez t eres husped.

    Fue el verano lo mismo que tu casa-,all lo sabes que est todo,hoy por tu corazn has de salirigual que por los llanos.Empieza la gran soledad,los das se ensordecen;de tus sentidos toma el vientoel mundo igual que follaje marchito.

    Por sus vacas ramas se divisael cielo que t tienes*s ahora tierra y canto del ocaso.

    y campo a que se ajusta.Ten ahora humildad como una cosa,qua lleg a madurar a realidad,de tal modo qua Aquel de quien vino noticiate sienta, al agarrarte.oh t, ilustre, te rezo a ti otra vez,y me oyes otra vez por entre el viento

    porque se han adueado de mi hondura'rumorosas palabras nunca usadas.

    Yo estaba dispersado; en adversarios,partido en trozos estaba mi Yo.Todo risueo, oh Dios, de mi rea,y me beba todo bebedor.

    En palacios me he ido reuniendo,de desechos y de cristal antiguo;con media boca te he balbuceado.a ti, eterno de simetra.Cmo levant a ti mis medias manosen lamento sin nombre,

    para volver a hallar aquellos ojoscon que te he visto a ti.

    Fui una casa tras de arder, en dondeslo duermen a veces criminales,antes que sus famlicas condenas

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    los sigan acosando por la tierra:una ciudad al lado del mar fuial descargar en ella una epidemia,que, pesada, lo mismo qua un cadver.les colgaba a los nios en las manos.

    Yo me era extrao como no s quin,del que slo saba qua una vez.

    puso enferma a mi madrecuando ella me esperabay su corazn, todo apretujadose cerr en dolor sobre ml embrin.

    Ahora estoy de nuevo construidode los trozos de mi ignominia. y buscocon afn algn lazo,algn entendimiento, que me envuelvacomo una cosa, en su mirada,las grandes manos de tu corazn(ah, si por fin vinieran sobre m).Yo me cuento, mi Dios,y t tienes derecho a disiparme.

    Soy aqul mismo que se arrodillaba

    ante ti en hbito de fraile;el hondo y servicial Levitaque llenaste y te descubri.La voz de una celda callada.en que pasa el soplo del mundo:y sigues t siendo la olaque va sobre todas las cosas.

    Nada es diverso. Slo un mar,del que a veces suben las tierras.

    Nada hay nuevo, sino un silenciode ngeles bellos y violines.y el que se ha callado es aqula quien se inclina toda cosa.

    pesada de rayos de fuerza

    Lo eres todo, pues? Yo, el nicoque se rinde y que se subleva?No soy yo, pues, lo universal,no soy yo todo, cuando lloro,y t el nico que tu escucha?

    Oyes, pues, algo junta a m?Hay otras voces con la ma?Hay una tempestad? Tambinyo lo soy. y mis bosques tu hacen seas.

    Si hay un canto enfermo, pequeo.que te estorba para escucharme,tambin soy canto, escucha el mo,que es solitario .e inaudito.

    Soy el mismo que a veces, tmido,te pregunt quin eres t.Tras de cada puesta de solestoy herido y como hurfano,

    plido arrancado de todo,desdeado de todo grupo,y las cosas son como claustrosque me tienen preso. Y entonceste necesito, oh consagrado,suave vecino a las penurias,quedo segundo en mi dolor:Dios, me haces falta como el pan.

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    Quiz no sabes cmo sonlas noches para los insomnes:entonces son todo lo injusto,el viejo, la muchacha, el nio.Andan como a muerte emplazadas,rodeadas de cosas negras,y con sus blancas manos trmulasmetidas en vida salvaje,como perros en una estampade caza. An vendr alga pasado,y en el futuro yacen muertos,llama a la puerta un embozado,y con la vista y el odono hay ni un primer signo de aurora,no nos llega un canto de gallo.La noche es como una gran casa.Con miedo, las manas heridasabren puertas en las paredes;se abren pasillos que no acaban,nunca hay un portn que d fuera.

    Y as, Dios mo, es toda noche;siempre hay algunos desvelados

    que andan y andan y no te encuentran.Los oyes, con paso de ciegos,atravesar la oscuridad?En escaleras de caracol

    bajando las oyes rezary caer en las piedras negras?Les oirs llorar, porque lloran.

    Yo tu busco; ellos van de largopor mi puerta. Casi les veo.p quin he de llamar, si noal ms oscuro que la noche.El que sin lmpara est en vela,sin miedo; el hondo, a quien la luzno ha mimado, aqul de quien s

    por qu con rboles irrumpe

    de la tierra, y por qu, callado;como aroma en mi rostro hundidose levanta desde la tierra.

    Eterno, t te me has mostrado a m.Te quiero como a un hijo bienamado,que en tiempos me dej, cuando era nio.

    porque el destino le llamaba a un tronoa cuyo pie eran valles las naciones.Yo me he quedado atrs, como un anciano.que ya no entiende a su hijo que ha crecido.y sabe poco de las cosas nuevas,y hacia quien va el empuje de su estirpe.Por tu profunda suerte tiemblo a veces.viajando en tantas naves extranjeras:alguna vez tu sueo en m de vuelta,en esta sombra que te dio sustenta.Temo a veces que dejes de existir.cuando me pierdo mucho por el tiempo.Luego lea de ti: el evangelistaescribe siempre de tu eternidad.

    Yo soy el padre, pero el hijo es ms;es tu que el padre ha sido; y lo que nolleg a. ser, en el hijo se hace grande.El es el porvenir, es el regreso:l es el seno frtil, es el mar...

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    Para ti no es blasfemia mi oracin:como si consultara en viejos libros,que estoy contigo en parentesco prximo

    mil veces. Quiero darte amor: aqul...

    5e quiere a un padre? No se deja, comot me dejaste, con el rostro duro,

    sus manos impotentes y vacas?Su palabra marchita, no se guardaen viejos libros, rara vez ledos?No se huye, como de una divisoria,.desde su corazn al gozo y pena?No nos es, pues, el Padre aquello que era:aos idos, extraos al pensarlos,gestos envejecidos, trajes .muertos,manos marchitas, pelo encanecido?y aunque l mismo fue un hroe en su tiempo,es la hoja que cae cuando crecemos.

    Su cuidado nos es como una carga,su voz nos es tu mismo que una piedra;querramos atarnos a su voz

    pero omos a medias sus palabras.

    El gran drama que hay entre l y nosotroses tan estrepitoso que no nos entendemos;vemos slo las formas de su boca,de que caen y se disipan slabas.As estamos ms lejos de l que lejos,aunque el amor an nos entreteje,slo cuando morir l debe en estaestrella, vemos que l viva en ella.

    Esto es el Padre para nosotros. Y yo, acasohe de llamarte Padre? Eso serasepararme de ti mil veces. T eresmi Hijo. Te reconocercomo se reconoce al Hijo nico amado,aun cuando se ha hecho un hombre y un anciano.

    Apgame los ojos: puedo verte;tpame los odos-. puedo orte,y sin pies, en tu busca puedo andar-,sin boca, an tu puedo conjurar.Arrncame los brazos. y te abrazocon el corazn, tal como una mano;

    prame el corazn, y mi cerebrosaltar; pega fuego a mi cerebro:te llevar en mi sangre.

    Y mi alma ante ti es una mujer.Es como Ruth, la nuera de NoemDe da va por entre las gavillascomo una moza, en un hondo servicio.Pero al atardecer marcha al torrentey se baila y se viste bien, y acude

    a ti, cuando reposa todo en torno,y se acerca, tapndose a tus pies.

    Y al preguntarle a media noche, dicecon honda sencillez: Soy Ruth, la moza.Tiende tus alas sobre tu doncella.T eres el heredero...

    Y mi alma duerme entonces hasta el albaa tus pies, calentndose en tu sangre,Y es mujer ante ti. Y es como Ruth.

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    T eres el heredero,Es lo que son los hijos,

    porque los padres mueren.Ellos crecen, florecen.T eres el heredero:

    Y t heredas el verdeDe los parques antiguos y el tranquilo

    azul de cielos rotos:Roco de mil dasque dicen mucho sol, mucho verano,y primaveras de fulgor y quejacomo las cartas de una mujer joven,los otoos, coma trajes de fiestaque guarda la memoria del poeta.Y los inviernos, corno tierras hurfanas,a estrecharse en torno vienen, suaves.y t heredas Venecia, Kazn, Roma;Florencia ser tuya, la catedral de Pisa,la Troitzka Lavra, con el Monasterioque bajo los jardines de Kiev formaun laberinto oscuro y enredado;Mosc, con sus campanas lo mismo que recuerdos...

    Ser tuyo el sonido: violines, trompas, lenguas:toda cancin que ha sonado bien hondoen ti refulgir coma un'-diamante.

    Slo por ti se encierran los. poetas,juntando estampas, ricas y sonoras,y vagan, y maduran comparando,y estn toda la vida siempre solos...y los pintores slo hacen sus cuadros

    para que t recobres inmutableeste mundo que hiciste transitorio.Todo se hace perenne. La mujer,como el vino, hace tiempo madur en Monna Lisa.

    No debera haber ya ms mujeres,porque ninguna aade nada nuevo.Los que hacen formas son igual que t.

    Quieren eternidad, Y dicen: Piedra,s eterna! Y es querer que se haga tuya.

    Tambin los que aman, juntan para ti.Son los poetas de un momento breve:dan, besando, a una boca inexpresivauna sonrisa, coma embellecindola:dan alegra y son los que aclimatanlos dolores que ensean a crecer.Traen penas en media de sus risas,nostalgias que dorman, y despiertan

    para llorar sobre pechos ajenos.

    Amontonan enigmas y se muerensin entender, como los animales...Pero quiz tendrn un da nietos

    en que madurarn sus verdes vidas;y heredars con stos los amoresque ellos dieron a ciegas, como en sueos.

    Haca ti va el rebose de las cosas:como las pilas altas de las fuentesse vierten siempre, como de melenasde pelo suelto, a la ms honda taza,as la plenitud cae en tus vallescuando cosas e ideas se desbordan.

    Slo soy uno en medio de tus mnimos,

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    que mira de su celda hacia la vida,y, ms lejano al hombre que a las cosas,no se atreve a pesar lo que acontece.Pero t ante tu rostro me deseas,donde, oscuros, tus ojos se levantan;no tomes, pues, a orgullo si te digo.nadie vive su vida. Son azareslos hombres, voces, trozos, das grises,angustias, muchas dichas pequeas, ya de niosdisfrazados, tapados; como mscarasemancipados; como rostros, mudos.

    Pienso a veces. Debe haber almacenesdonde se guarden esas muchas vidascomo corazas, cunas o literas.en que nunca entr alguno de verdado como ropas, que no pueden solastenerse en pie y plegadas se desplomanen recios muros ptreos con bveda.

    Y cuando por la tarde marcho siemprede mi jardn, en l me he fatigado,s que me llevan todos los caminosal arsenal de cocas no vividas.All no hay rbol, en la tierra puesta,y el muro, como en torno a una prisin,gira en sptuple anillo, sin ventanas.y sus puertas, con las barras de hierro,no dejan penetrar a los que intentan,y sus rejas, son obra de los hombres.

    Y y aunque pretende cada cual huirde si, como una crcel, que le odiay sujeta, en el mundo hay un prodigio:lo percibo toda vida es vivida.

    Quin la vive, pues? Son las cosas, quecomo una meloda no tocada,en el ocaso estn, como en un arpa?Son los vientos, que soplan de las aguas,

    son las ramas que estn dndose signos,son las flores que tejen los aromas,son las caducas, largas alamedas?Son los calientes animales que andan,son los pjaros, que se alzan extraos?

    Quin la vive? T, Dios,. vives la vida?

    T eres el viejo con el pelochamuscado de holln y requemado,t eres el invisible inmenso,el martillo en tu mano.El herrero eres t, el canto del aoque siempre ha estado sobre el yunque

    T eres el que jams tiene domingo,

    el que se mete en el trabajo,y .morira por la espadaque no ha llegado a estar pulida y flgida.Cuando paramos sierras y molinos,y todos estn ebrios y holgazanes,se oyen tus martillazos

    por la ciudad en todas las campanas.

    T eres el responsable y el maestro;nadie ha aprendido a verte:eres desconocido, un emigradosobre quien. en voz baja, o atrevidos,

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    corren los dichos y rumores.

    Van rumores, que te suponen;y vienen dudas, que te borran,Perezosos y soadoresdesconfan de su fervor,y exigen que sangren los montesantes de que crean en ti.

    Mas t hundes tu rostro.

    Podrasabrir las venas a los montescmo seales de un gran juicio;

    pero nada te importade los pramos.

    No quieres luchas con astuciasni, buscar amor de la luz;

    pues no te importan nadalos cristianos.

    No te importan los que preguntan.Con rostro suavemiras a los que aguantan.

    Quien te busca, te tienta.Y quien as te encuentra, te encadenaen imagen y gesto.

    Pero quiero abrazarte y abarcartelo mismo que la tierra;con mi madurezmaduratu reino.

    No busco en ti ninguna vanagloriaque te demuestre.S que el tiempo 'se llama de otro modoque t.

    No hagas por mi ningn milagro.Da razn a tus leyes,que se hacen ms visiblesde generacin en generacin.

    Cuando de la ventana me cae algo(aunque sea la cosa ms pequea)la ley de la gravitacin cmo se precipita,

    poderosa como un viento del mar,en cada bola, en cada baya,llevndolas al ncleo de la tierra!

    Vigila a cada cosauna bondad a punto de volar,igual que a toda piedra y toda flory a todo nio, por la noche.

    Nosotros solamente, en nuestro orgullo,arrebatamos de unas conexionesun espacio de libertad, vaco,en lugar de, acatando cuerdas leyes,asumirnos, igual que un rbol.En lugar de, en las ms amplias laderasalinearse, quieto y dcil,uno se enlaza en muchos modos;y quien se excluye a todo crculoest ahora indeciblemente solo.

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    Debe aprender entonces de las cosas,empezar otra vez igual que un nio,

    porque ellas, al pender del coraznde Dios, no se han marchado nunca de l.Otra vez tiene que poder caer,descansar, confindose en el pesoque se atrevi a volarantes que ningn pjaro.

    (Porque tampoco vuelan ya los ngelesLos serafines son pesadas avesen torno de l posadas, meditando:como bandadas de aves, de pinginos,y como ellos, se quedan atrofiados...)

    La humildad quieres. Rostroshundidos en callado comprenderte.As al ocaso van poetas jvenes

    por apartadas alamedas.As los labradores rodean el cadver,cuando un nio en la muerte se extrava;aunque siempre es lo mismo lo que pasa;transcurre algo mayor que la grandeza.

    A quien por la primera vez te ve,le estorban el vecino y el reloj.y se marcha, inclinndose en tu rastro,como con una carga y lleno de aos.Luego se acerca a la Naturaleza,y los vientos percibe, y lo remoto,y te oye, susurrado por el llanoy te mira, cantando por los astros.y nunca puede ya desaprendertey todo es tan slo tu mano.

    T eres nuevo para l, prximo y bueno,maravilloso. como un viajeque hace en tranquilos barcos

    por un enorme ro.La tierra es ancha y llana, en vientos,

    entregada a cielos enormesy sometida a viejos bosques.Las aldetas que se acercanse desvanecen luego, comoruidos, coma un ayer y un hoyy como todo lo que vimos.

    Pero en el curso de ese rovuelven siempre a surgir ciudades,yendo al encuentro del solemneviaje, igual que aletazos.

    Y a veces el barco se acercaa sitios solos, sin aldeasni ciudades, que aguardan algoen las ondas, al que no tiene

    patria... Para l hay cochecillos(con tres caballos cada uno),que galopan hacia la tarde

    por un camino, que se pierde.

    En esta aldea est la ltima casatan sola como la ltima del mundo.

    El camino, al que el pueblo no sujeta,sale afuera despacio, noche adentro.

    Esta pequea aldea es slo un trnsito

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    entre dos lejanas llenas, trmulas,un camino en las casas, no un sendero.

    y los que la abandonan, andan y andan,y quiz muchos mueren de camino.

    A veces se levanta uno, en la cena.y sale afuera, y marcha y marcha y marcha,

    porque all por Oriente hay una iglesia.Y sus hijos le alaban como muerto.

    Y uno que muere en casa, continahabitando en la mesa y en el vaso,hasta que al fin sus hijos van al mundo,hacia esa iglesia que l dej olvidada

    Vigilante nocturno es la locuraporque vela.A todas horas sigue con su risa,y busca un nombre que dar a la noche,y la llama: siete, veintiocho, diez...

    Y lleva un tringulo en la mano.y al temblar, lo golpea con el borde

    del cuerno que no puede tocar, y canta el cantoque l lleva a toda casa...

    Los nios pasan una buena nochey oyen en sueos cmo vigila la locura.Mas los perros se sueltan de su anilloy dan vueltas, enormes, por las casas,y tiemblan, cuando pasa la locurade largo. y tienen miedo de que vuelva...

    5abes t, mi Seor, de aquellos santos?

    Aun los cuartos cerrados de los claustroseran para ellos casi risa y llanto,

    por lo cual se metieron en la tierra.

    Cada cual exhalaba con su luz

    el poco de aire en su hoyo,se olvid de sus aos y su rostro,y vivi como en casa sin ventanas,sin morir ya, como hace