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  • Dios como amor purificadoren San Juan de la CruzJOS-DAMIN GAITN, OCD.(Madrid)

    En nuestro mundo no siempre resulta fcil compaginar las ideasde que Dios sea amor y que, a la vez, su amor sea purificador. Sinduda alguna porque, con frecuencia, se ha identificado la purifica-cin con castigo o represin. Y, si esto se aplica a Dios, la ideapuede resultar ciertamente un tanto difcil de sobrellevar en algunasocasiones.

    Por lo que respecta a Juan de la Cruz el tema de la purificacino purificaciones necesarias en el camino espiritual se ha tratadofundamentalmente ms desde la ladera del hombre que desde laladera o el lado de Dios. Y esto incluso cuando se he hablado de laspurificaciones pasivas.

    En este artculo pretendo hacer una relectura, aunque sea muysomera, del tema de la purificacin o purificaciones en san Juan dela Cruz desde el hecho y la afirmacin de nuestra fe cristiana de queDios es amor (1Jn 4,16), y no tanto o slo desde la perspectivams puramente antropolgica, como es ms habitual. Lo cual nosignifica que esta ltima perspectiva quede excluida. Hacer as seraun verdadero error. Porque en la economa de salvacin que Diosnos ha ofrecido en Cristo no se puede hablar del hombre sin hablarde Dios, pero tampoco al revs: hablar de Dios sin hablar al mismotiempo del hombre y la historia humana 1.

    REVISTA DE ESPIRITUALIDAD 67 (2008), 39-59

    1 Para una visin ms sistemtica del tema de la purificacin en san Juan

    de la Cruz me remito a otros dos trabajos mos y a la bibliografa all sealada:

  • 40 JOS-DAMIN GAITN, OCD

    1. ALGUNAS REFERENCIAS SOBRE UN TEMA ANTIGUO PERO ACTUAL

    La relacin entre amor, purificacin necesaria y Dios ha sidoclaramente afirmada recientemente por el papa Benedicto XVI en suprimera encclica Deus caritas est (25 de diciembre de 2005). Em-pezar precisamente mi exposicin haciendo un excursus o acerca-miento a algunos textos de este documento pontificio que me pare-cen de importancia en la presente reflexin.

    1.1. Se podra pensar que eso de la purificacin es algo deotros tiempos, de autores espirituales y msticos del pasado. Lo dehoy sera simplemente el amor. Pero el Papa Benedicto XVI con suprimera encclica nos ha venido a sacar de este error. Al leerla porprimera vez me fui dando cuenta del peso que tena dentro de lamisma el tema de la purificacin del amor. Y en muchos casos veasu sintona al respecto con las enseanzas de Juan de la Cruz. Cier-tamente, no lo cita en ninguna parte. Y quiz ni haya pensado en len ningn momento de la elaboracin de dicho documento. En todocaso, las coincidencias de planteamientos se explican a mi parecerpor el hecho de que uno y otro, Juan de la Cruz y Benedicto XVI,beben de las mismas o parecidas fuentes doctrinales patrsticas ymedievales.

    No pretendo aqu hacer una confrontacin entre ambos autoresni sus respectivos textos. Sera algo que desbordara mis pretensio-nes actuales. Tampoco tengo intencin de caer en la tentacin dehacer concordismos fciles lo de ir diciendo: esto ya lo dijo Juande la Cruz, por la razn antes mencionada. Pero s quiero recogeraqu las lneas fundamentales de la Deus caritas est sobre la puri-ficacin, y sobre todo la purificacin del amor, porque creo que sinduda ayudan a comprender mejor hoy la actualidad de Juan de la

    cf. Purificacin, en Diccionario de san Juan de la Cruz, Burgos, MonteCarmelo, 2000, 1229-1249; Purificazione. Notte del senso, notte dello spiri-tuo, en Dizionario Carmelitano, Roma, Citt Nuova, 2008, 719-725. Puedeser tambin interesante, para completar la presente exposicin, el planteamien-to trinitario poco habitual que encontramos en el trabajo de S. CASTRO, Elrostro de Dios en san Juan de la Cruz, en Revista de Espiritualidad, 58 (1999)187-223.

  • DIOS COMO AMOR PURIFICADOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ 41

    Cruz tambin en este campo. Esto sin olvidar las diferencias dematices.

    1.2. Una primera afirmacin metodolgica a tener en cuenta esque, aunque la perspectiva fundamental de dicha encclica del papaBenedicto XVI sea Dios amor o el amor que viene de Dios, sinembargo, al hablar de la purificacin del amor, se aborda siempredicho tema desde el lado ms bien antropolgico. Por lo que meparece que en ningn caso se habla explcitamente de un Dios amorpurificador para el hombre. Sin embargo, creo que s se puedenencontrar referencias ms o menos directas a dicha perspectiva. Decmo el contacto de Dios con el hombre o del hombre con Dios noslo exige purificacin, sino que, a su vez, purifica.

    En la encclica, la relacin entre amor y purificacin se abordasobre todo en la primera parte, titulada La unidad del amor en lacreacin y en la historia de la salvacin (n. 2-18). No son pocoslos nmeros en los que se hace referencia a dicho tema, entre losque hay como un hilo conductor interesante.

    1.3. Planteando la cuestin de la relacin entre eros y ga-pe (diferencia y unidad) el papa comenta que los antiguos grie-gos dieron el nombre de eros al amor entre hombre y mujer, queno nace del pensamiento o la voluntad, sino que en cierto sentidose impone al ser humano. Digamos de antemano que el AntiguoTestamento griego usa slo dos veces la palabra eros, mientras queel Nuevo Testamento nunca la emplea: de los tres trminos griegosrelativos al amor eros, philia (amor de amistad) y gape, losescritos neotestamentarios prefieren este ltimo, que en el lenguajegriego estaba dejado de lado. El amor de amistad (philia), a suvez, es aceptado y profundizado en el Evangelio de Juan paraexpresar la relacin entre Jess y sus discpulos. Este relegar lapalabra eros, junto con la nueva concepcin del amor que seexpresa con la palabra gape, denota sin duda algo esencial en lanovedad del cristianismo, precisamente en su modo de entender elamor 2.

    2 BENEDICTO XVI, Deus caritas est (de ahora en adelante DCE) 3.

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    En contra de lo que se afirmaba y se practicaba en muchasculturas y religiones paganas, el AT y el NT, y con ellos la tradicincristiana desde sus orgenes, siempre se han mostrado contrarios auna como divinizacin, sin ms, del eros, en cuanto instinto o deseo,principalmente sexual. Es en este contexto que el papa nos dice queel eros ebrio e indisciplinado no es elevacin, xtasis hacia lodivino, sino cada, degradacin del hombre. Resulta as evidente queel eros necesita disciplina y purificacin para dar al hombre, no elplacer de un instante, sino un modo de hacerle pregustar en ciertamanera lo ms alto de su existencia, esa felicidad a la que tiendetodo nuestro ser 3.

    1.4. Reconoce y asume la acusacin, que se ha hecho al cris-tianismo, de cierto rechazo de la corporeidad y de haber pretendidoprivar al hombre de una de las cosas ms bellas de la vida. En todocaso su respuesta reiterada es una y otra vez que el eros, para alcan-zar plenamente su meta, necesita purificarse 4.

    He aqu dos textos algo largos, pero complementarios entre s:Entre el amor y lo divino existe una cierta relacin: el amor pro-

    mete infinidad, eternidad, una realidad ms grande y completamentedistinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, seconstata que el camino para lograr esta meta no consiste simplementeen dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificacin y ma-duracin, que incluyen tambin la renuncia. Esto no es rechazar eleros ni envenenarlo, sino sanearlo para que alcance su verdaderagrandeza. Esto depende ante todo de la constitucin del ser humano,que est compuesto de cuerpo y alma. El hombre es realmente lmismo cuando cuerpo y alma forman una unidad ntima; el desafodel eros puede considerarse superado cuando se logra esta unifica-cin. Si el hombre pretendiera ser slo espritu y quisiera rechazar lacarne como si fuera una herencia meramente animal, espritu y cuer-po perderan su dignidad. Si, por el contrario, repudia el espritu ypor tanto considera la materia, el cuerpo, como una realidad exclusi-va, malogra igualmente su grandeza 5.

    3 DCE 4.

    4 Cf. DCE 3-5.

    5 DCE 5.

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    El otro texto, que encontramos un poco ms adelante, es el si-guiente:

    La fe cristiana, por el contrario, ha considerado siempre alhombre como uno en cuerpo y alma, en el cual espritu y materia secompenetran recprocamente, adquiriendo ambos, precisamente as,una nueva nobleza. Ciertamente, el eros quiere remontarnos enxtasis hacia lo divino, llevarnos ms all de nosotros mismos,pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis,renuncia, purificacin y recuperacin. Cmo hemos de describirconcretamente este camino de elevacin y purificacin? Cmo sedebe vivir el amor para que se realice plenamente su promesa huma-na y divina? Una primera indicacin importante podemos encontrar-la en uno de los libros del Antiguo Testamento bien conocido porlos msticos, el Cantar de los Cantares (). El amor es ocuparsedel otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a s mismo,sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansa ms bien elbien del amado: se convierte en renuncia, est dispuesto al sacrifi-cio, ms an, lo busca 6.

    1.5. El papa nos seala, pues, en cierto modo a los msticoscomo maestros del verdadero amor. Pero en el texto siguiente, ymuy en sintona con lo que leemos en Juan de la Cruz, BenedictoXVI indicar ms en concreto la relacin entre este camino de pu-rificacin o salida de s y el seguimiento de Cristo: El amor esxtasis, pero no en el sentido de arrebato momentneo, sino comocamino permanente, como un salir del yo cerrado en s mismo haciasu liberacin en la entrega de s y, precisamente de este modo, haciael reencuentro consigo mismo, ms an, hacia el descubrimiento deDios: El que pretenda guardarse su vida, la perder; y el que lapierda, la recobrar (Lc 17,33), dice Jess en una sentencia suyaque, con algunas variantes, se repite en los Evangelios (cf. Mt 10,39,16,25; Mc 8,35; Lc 9,24; Jn 12,25). Con estas palabras, Jess des-cribe su propio itinerario, que a travs de la cruz lo lleva a la resu-rreccin: el camino del grano de trigo que cae en tierra y muere,dando as fruto abundante. Describe tambin, partiendo de su sacri-

    6 DCE 5-6; cf. 10.

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    ficio personal y del amor que en ste llega a su plenitud, la esenciadel amor y de la existencia humana en general 7.

    Segn esto, la fe cristiana no slo no destruye el amor, tanto ensu sentido ms humano como en el ms divino, sino que, purificn-dolo, lo abre a nuevas dimensiones8, hasta el punto de poder hablarincluso de un eros en Dios tan purificado y ennoblecido, que llegaa fundirse con el gape, que es a la vez gape. Algo que vemosreflejado en el AT en profetas como Oseas o Ezequiel, y no slo elCantar de los Cantares. All, y en toda la Escritura se nos habla deun amor tan apasionado de Dios por el hombre que le lleva a poner-se contra s mismo, su amor contra su justicia9. Explicando esto,se nos dice: El amor apasionado de Dios por su pueblo, por elhombre, es a la vez un amor que perdona. Un amor tan grande quepone a Dios contra s mismo, su amor contra su justicia. El cristianove perfilarse ya en esto, veladamente, el misterio de la Cruz: Diosama tanto al hombre que, hacindose hombre l mismo, lo acompa-a incluso en la muerte y, de este modo, reconcilia la justicia y elamor 10.

    1.6. Por eso, en este contexto y desde Dios, se comprende queel amor en el hombre est llamado a ser algo ms que puro senti-miento, que adems, como todo en l, tambin, a su vez, debe serpurificado. Pero esto no quiere decir que no se reconozca el sentidoy funcin de los sentimientos dentro de una visin global del hom-bre. En este sentido el papa escribe: El amor no es solamente unsentimiento. Los sentimientos van y vienen. Pueden ser una mara-villosa chispa inicial, pero no son la totalidad del amor (). Espropio de la madurez del amor que abarque todas las potencialida-des del hombre e incluya, por as decir, al hombre en su integridad.El encuentro con las manifestaciones visibles del amor de Diospuede suscitar en nosotros el sentimiento de alegra, que nace de laexperiencia de ser amados. Pero dicho encuentro implica tambinnuestra voluntad y nuestro entendimiento. El reconocimiento del

    7 DCE 6.

    8 Cf DCE 8 y 17.

    9 Cf. DCE 9-10; 38-39.

    10 DCE 10.

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    Dios viviente es una va hacia el amor, y el s de nuestra voluntada la suya abarca entendimiento, voluntad y sentimiento en el actonico del amor. No obstante, ste es un proceso que siempre est encamino: el amor nunca se da por concluido y completado; setransforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por ello,permanece fiel a s mismo 11.

    El contexto en que aparecen estas reflexiones de BenedictoXVI son unos nmeros, al final de la primera parte de su encclica,dedicados a la relacin entre el amor a Dios y amor al prjimo 12.Precisamente a raz de las reflexiones anteriores, rebate la objecinde que el amor, sobre todo el amor al prjimo, sea slo un purosentimiento que no se puede imponer, que se tiene o no se tiene 13.Para un cristiano el amor al prjimo, afirma, consiste justamente enque, en Dios y con Dios, amo tambin a la persona que no meagrada o ni siquiera conozco. Esto slo puede llevarse a cabo apartir del encuentro ntimo con Dios, un encuentro que se ha con-vertido en comunin de voluntad, llegando a implicar el sentimien-to. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya slo con misojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo 14.

    1.7. Por ltimo, muy en sintona con lo que dice Juan de laCruz, ya en la segunda parte de su encclica Benedicto XVI planteala relacin fe-razn, fe y mundo poltico y social, en el sentido dela fe como camino de purificacin necesaria para la razn y el actuarhumano 15. As encontramos las siguientes afirmaciones:

    La razn ha de purificarse constantemente, porque su ce-guera tica, que deriva de la preponderancia del inters y del poder

    11 DCE 17.

    12 Cf. DCE 16-18.

    13 Cf. DCE 16.

    14 DCE 18.

    15 Me ha parecido importante recoger aqu esta relacin entre fe-razn, o

    purificacin de la razn desde la fe, que aparece en Deus caritas est, por susciertos planteamientos de base coincidentes con las enseanzas a este respectode Juan de la Cruz; aunque este sea un aspecto que va a quedar ms bien almargen del presente trabajo. En todo caso no conviene olvidar lo que recojo enel ltimo prrafo de este primer punto sobre la relacin necesaria entre las tresvirtudes teologales en el camino de la purificacin.

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    que la deslumbran, es un peligro que nunca se puede descartar to-talmente 16.

    Sin duda, la naturaleza especfica de la fe es la relacin conel Dios vivo, un encuentro que nos abre nuevos horizontes muchoms all del mbito propio de la razn. Pero, al mismo tiempo, esuna fuerza purificadora para la razn misma. Al partir de la perspec-tiva de Dios, la libera de su ceguera y la ayuda as a ser mejor ellamisma. La fe permite a la razn desempear del mejor modo sucometido y ver ms claramente lo que le es propio 17.

    Tampoco quiere imponer a los que no comparten la fe suspropias perspectivas y modos de comportamiento. Desea simple-mente contribuir a la purificacin de la razn y aportar su propiaayuda para que lo que es justo, aqu y ahora, pueda ser reconocidoy despus puesto tambin en prctica 18.

    Pero, como al mismo tiempo es una tarea humana primaria,la Iglesia tiene el deber de ofrecer, mediante la purificacin de larazn y la formacin tica, su contribucin especfica, para que lasexigencias de la justicia sean comprensibles y polticamente realiza-bles 19.

    Ya se ha dicho que el establecimiento de estructuras justasno es un cometido inmediato de la Iglesia, sino que pertenece a laesfera de la poltica, es decir, de la razn auto-responsable. En esto,la tarea de la Iglesia es mediata, ya que le corresponde contribuir ala purificacin de la razn y reavivar las fuerzas morales, sin lo cualno se instauran estructuras justas, ni stas pueden ser operativas alargo plazo 20.

    A su vez, la encclica a la que me estoy refiriendo acaba afir-mando no tanto o slo la primaca de la fe o de la caridad, sino laestrecha relacin que existe entre las tres virtudes teologales, fe,esperanza y caridad, que nos permiten situarnos de forma adecuadafrente al misterio de Dios y el misterio de la existencia humana,frente a la cruz de Cristo y las cruces de la humanidad. Misterios no

    16 DCE 28 a).

    17 DCE 28 a).

    18 DCE 28 a).

    19 DCE 28 a).

    20 DCE 29.

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    siempre comprensibles para la sola mente humana en su sentidoactual y ltimo 21.

    2. EL AMOR QUE PURIFICA

    2.1. Nuestro tiempo se siente a veces ms seducido por lasnoches de san Juan de la Cruz que por sus exigencias de purifica-cin. Pero es un puro espejismo, porque no se puede dar una cosasin la otra. De hecho, los ms entendidos saben bien que purifica-ciones y noches son dos trminos que tienen mucho en comn en ellenguaje y la doctrina espiritual sanjuanista. Fue el mismo Juan dela Cruz quien hizo este acoplamiento entre ambos trminos y con-ceptos. As nos dice en uno de sus escritos fundamentales, Subidadel Monte Carmelo, al comenzar a explicar la primera de las estro-fas del poema Noche oscura: En esta primera cancin canta el almala dichosa suerte y ventura que tuvo en salir de todas las cosasafuera, y de los apetitos e imperfecciones que hay en la parte sen-sitiva del hombre, por el desorden que tiene de la razn. Para cuyainteligencia es de saber que, para que una alma llegue al estado deperfeccin, ordinariamente ha de pasar primero por dos manerasprincipales de noches, que los espirituales llaman purgaciones opurificaciones del alma, y aqu las llamamos noches, porque el alma,as en la una como en la otra, camina como de noche, a oscuras 22.

    Nuestro mstico tiene una visin dinmica del hombre, que en suvida necesitara pasar por toda una serie de etapas, entre las que seencuentran las que l llama de purificacin, que tienen un valor an-tropolgicamente constructivo para el mismo hombre no slo en unsentido espiritual, sino tambin en un sentido puramente humano.Pues bien, para recorrer esas etapas de modo adecuado, que cumplande verdad su funcin ltima antropolgica y espiritualmente, el hom-bre necesita siempre el amor de Dios: un amor hacia Dios, que, porotra parte, le viene dado como don por Dios mismo. De gran plastici-

    21 Cf. DCE 36-39.

    22 1 Subida del Monte Carmelo, 1,1 (cf. 2-3). De ahora en adelante Subida

    del Monte Carmelo = S, con el nmero del libro primero, segundo o tercerodelante de dicha letra (1S, 2S, 3S).

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    dad en este sentido es el texto siguiente que es, como el citado unpoco ms arriba, del comienzo mismo del libro de la Subida: Quie-re, pues, en suma, decir el alma en esta cancin que sali sacndolaDios slo por amor de l, inflamada en su amor 23.

    2.2. En esta misma lnea, explicando ms adelante el versocon ansias en amores inflamada, comentar que para vencer todoslos apetitos y negar los gustos de todas las cosas, con cuyo amor yaficin se suele inflamar la voluntad para gozar de ellos, era menes-ter otra inflamacin mayor de otro amor mejor, que es el de suEsposo, para que, teniendo su gusto y fuerza en ste, tuviese valory constancia para fcilmente negar todos los otros. Y no solamenteera menester para vencer la fuerza de los apetitos sensitivos teneramor de su Esposo, sino estar inflamada de amor y con ansias.Porque acaece, y as es, que la sensualidad con tantas ansias deapetito es movida y atrada a las cosas sensitivas, que, si la parteespiritual no est inflamada con otras ansias mayores de lo que esespiritual, no podr vencer el yugo natural, ni entrar en esta nochedel sentido, ni tendr nimo para se quedar a oscuras de todas lascosas, privndose del apetito de todas ellas 24.

    De alguna manera, aunque muy limitado e imperfecto, el amorinicial sensitivo, con ansias, hacia Dios es fundamental para Juande la Cruz en el proceso humano de purificacin y crecimientointerior 25. Pero se tratara ms bien de una etapa inicial pasajera,llamada a ser asumida por el caminar en la fe. Por eso en el iniciodel segundo libro de la Subida, comenta que no dice aqu que salicon ansias, como en la primera noche del sentido, porque, para ir enla noche del sentido y desnudarse de lo sensible, eran menesteransias de amor sensible para acabar de salir; pero, para acabar desosegar la casa del espritu, slo se requiere negacin de todas laspotencias y gustos y apetitos espirituales en pura fe. Lo cual hecho,se junta el alma con el Amado en una unin de sencillez, y pureza,y amor, y semejanza 26.

    23 1S 4.

    24 1S 14,2.

    25 Cf. 1S 14,1-3; 15,1-2.

    26 2S 1,2.

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    Esta nueva etapa espiritual, llamada de la purificacin activa delespritu, no excluira, por otra parte, la caridad y el amor, sino msbien las ansias sensibles iniciales en el amor, que son, como hemosdicho, siempre pasajeras; y el apego a toda una serie de noticiasespirituales que nos pueden impedir la vivencia pura de la fe 27.

    2.3. Por otra parte, en el conjunto del libro de la Subida se vebien claro que el amor, y la voluntad en cuanto capacidad humanade amar propia del hombre, necesita, a su vez, purificarse. Y no slose purifica con la fe y la esperanza, sino que tambin, y de modomuy especial, con el amor de caridad (gape) hacia Dios, por el quese le ama por lo que l es en s. Comenta nuestra autor: No hubi-ramos hecho nada en purgar al entendimiento para fundarle en lavirtud de la fe, y a la memoria en la de la esperanza, si no purg-semos tambin la voluntad acerca de la tercera virtud, que es lacaridad, por la cual las obras hechas en fe son vivas y tienen granvalor, y sin ella no valen nada, pues, como dice Santiago (2,20), sinobras de caridad, la fe es muerta 28.

    En el fondo, todo el libro de la Subida del Monte Carmelo es ungran tratado sobre el amor y sobre aquello que nos pueda apartar ollevar al verdadero amor hacia Dios, que es lo nico que verdade-ramente construye al hombre 29. O, con otras palabras, es un tratadosobre el ordo amoris, que diran los escritores medievales. En prin-cipio ningn amor a nada humano o espiritual quedara excluido,sino slo aquellas actitudes que llevan al hombre a quitar a Dios delprimer y supremo lugar en nuestro amor. Desde el amor de Diostodo se integra adecuada y armoniosamente. Es lo que Juan de laCruz nos dice: Y para haber ahora de tratar de la noche y desnudezactiva de esta potencia, para enterarla y formarla en esta virtud dela caridad de Dios, no hall autoridad ms conveniente que la quese escribe en el Deuteronomio, captulo 6 (v. 5), donde dice Moiss:Amars a tu Seor Dios de todo tu corazn, y de toda tu nima, yde toda tu fortaleza. En la cual se contiene todo lo que el hombre

    27 Cf. 1S 2,3.

    28 3S 16,1.

    29 Esto se ve claro desde el primer libro de la Subida.

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    espiritual debe hacer y lo que yo aqu le tengo de ensear para quede veras llegue a Dios por unin de voluntad por medio de la cari-dad. Porque en ella se manda al hombre que todas las potencias, yapetitos, y operaciones, y aficiones de su alma emplee en Dios, demanera que toda la habilidad y fuerza del alma no sirva ms quepara esto, conforme a lo que dice David (Sal. 58,10), diciendo:Fortitudinem meam ad te custodiam 30.

    2.4. En el inicio de Cntico Espiritual se nos comentar que elamor de Dios no slo hace dejar o posponer el amor de otras cosas,sino incluso hace a la persona salir de s misma. As se afirma, porejemplo, en repetidas ocasiones dentro del comentario a la primeracancin 31. Ya hacia el final de la misma resume dicha idea de lasiguiente manera: Es de saber que este salir espiritualmente, seentiende aqu de dos maneras para ir tras Dios: la una, saliendo detodas las cosas, lo cual se hace por aborrecimiento y desprecio deellas; la otra, saliendo de s misma por olvido de s, lo cual se hacepor el amor de Dios. Porque, cuando ste toca al alma con las verasque se va diciendo aqu, de tal manera la levanta, que no slo lahace salir de s misma por olvido de s, pero aun de sus quicios ymodos e inclinaciones naturales la saca clamando por Dios. Y as,es como si dijera: Esposo mo, en aquel toque tuyo y herida de amorsacaste mi alma, no slo de todas las cosas, mas tambin la sacastee hiciste salir de s porque, a la verdad, y aun de las carnes parecela saca, y levantstela a ti, clamando por ti, ya desasida de todo paraasirse a ti ().Levantarse el alma Esposa, se entiende all (en elCantar de los cantares), hablando espiritualmente, de lo bajo a loalto, que es lo mismo que aqu dice el alma salir; esto es, de sumodo y amor bajo al alto amor de Dios 32.

    Esto que parece decirse as tan fcilmente, supone todo un pro-ceso ms bien largo, porque todo se hace al paso del alma, y as(se) va poco a poco 33. Todo Cntico es una expresin muy plsticay apasionante de lo que acabo de decir.

    30 3S 16,1 (cf, todo el captulo, y 3S 16-45).

    31 Cf. CB (Cntico Espiritual, segunda redaccin), 1,2; 1,6; 1,17; 1,19-21.

    32 CB 1,20-21.

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    Dios nunca falta, ni quiere faltar, en su amor al hombre, al queha creado y redimido por amor y para el amor 34. En el rbol de lacruz Dios se despos de una vez para siempre con toda la humani-dad, rompiendo cualquier barrera o frontera establecida anterior-mente entre Dios y el hombre por el pecado original. Y en el bau-tismo, Dios, a su vez, se compromete con cada persona con un pactopersonal de amor 35.

    Pero por parte del hombre las cosas no resultan tan fciles. Eincluso se pueden dar ciertos autoengaos. De hecho Juan de laCruz hace notar, ya en la primera cancin de Cntico, que algunaspersonas llaman al Esposo Amado, y no es Amado de veras, por-que no tienen entero con l su corazn 36. Dos canciones ms ade-lante, en la tercera, insistir en una idea en cierto modo complemen-taria. Dice as: Bien da a entender aqu el alma que para hallar aDios de veras no basta slo orar con el corazn y la lengua, nitampoco ayudarse de beneficios ajenos, sino que tambin, junto coneso, es menester obrar de su parte lo que en s es. Porque ms sueleestimar Dios una obra de la propia persona, que muchas que otrashacen por ella. Y, por eso, acordndose aqu el alma del dicho delAmado, que dice: Buscad y hallaris (Lc 11,9), ella misma se deter-mina a salir, de la manera que arriba habemos dicho, a buscarle porla obra por no se quedar sin hallarle, como muchos, que no querranque les costase Dios ms que hablar, y aun eso mal, y por l noquieren hacer casi cosa que les cueste algo, y algunos aun no levan-tarse de un lugar de su gusto y contento por l, sino que as se lesviniese el sabor de Dios a la boca y al corazn, sin dar paso ymortificarse en perder alguno de sus gustos, consuelos y quereresintiles. Pero hasta que de ellos salgan a buscarle, aunque ms vocesden a Dios, no le hallarn, porque as le buscaba la Esposa en losCantares, y no le hall hasta que sali a buscarle; y dcelo por estaspalabras: En mi lecho de noche busqu al que ama mi alma; busqu-te y no le hall; levantarme he y rodear la ciudad; por los arrabales

    33 CB 23,6; L 3,25 y 67; cf. F. RUIZ, Mstico y maestro. San Juan de la

    Cruz, Madrid, EDE, 2. ed., 2006 (cap. 10, Al paso del hombre, 195-215).34

    Cf. CB 1,1; 29,3.35

    Cf. CB 23,1-6.36

    CB 1,13.

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    y las plazas buscar al que ama mi alma (3,1). Y despus de haberpasado algunos trabajos, dice all que le hall (3,4) 37.

    3. DIOS AMOR PURIFICADOR

    Sin quitar nada al esfuerzo humano para purificarse por la va delamor, e incluso exponer la necesidad de purificar el mismo amor,como hemos visto, san Juan de la Cruz insistir, con igual o inclusoms fuerza, en que a dicha meta nunca se puede llegar verdaderamen-te sin la intervencin de un Dios que es amor purificador. Sin dudaesta es una de las caractersticas ms claras de su doctrina espiritual.

    En la perspectiva sanjuanista Dios ayudara al hombre en estecamino de purificacin necesaria no slo infundindole el amor yhacindole sentir un amor apasionado, incluso fuertemente sensibleen los inicios, como hemos visto en el punto anterior, sino tambinpermitiendo, queriendo y procurando positivamente que pase pordeterminadas oscuridades interiores noches, que purificndoleeficazmente de todo lo que no es esencial, sirven para encaminarlea un crecimiento positivo y regenerador de su ser total desde el amory en el amor. Slo as el hombre podra alcanzar la meta para la queha sido creado: su divinizacin, hecho partcipe plenamente de lavida trinitaria, que no es otra cosa que vida en el amor, porqueconfigurado a imagen del Hijo, hecho hijo en el Hijo, capaz de amarcon el mismo amor de Dios que es el Espritu Santo 38.

    3.1. Volviendo de alguna manera nuestros pasos sobre algunasde las cosas ya expuestas en el punto anterior, pero ahora desde estaperspectiva, vemos que en el inicio mismo de la Subida del MonteCarmelo se nos dice que al alma (= a la persona) le fue dichosaventura, salir sin ser notada, esto es, sin que ningn apetito de sucarne ni de otra cosa se lo pudiese estorbar. Y tambin porque salide noche, que [es] privndola Dios de todos ellos, lo cual era nochepara ella. Y esto fue dichosa ventura, meterla Dios en esta noche, de

    37 CB 3,2; cf. CB 2,3-10.

    38 Cf. CB 36-37 y 39; y todo Llama de amor viva (=L).

  • DIOS COMO AMOR PURIFICADOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ 53

    donde se le sigui tanto bien, en la cual ella no atinara a entrar,porque no atina bien uno por s solo a vaciarse de todos los apetitospara venir a Dios 39.

    Pero este texto hay que leerlo en el conjunto de los escritossanjuanistas. Nuestro mstico es consciente de que Dios no hacenada en la vida del hombre sin el consentimiento del mismo. Por esono se tratara aqu de algo que Dios hace sin ms en nosotros sinnuestro consentimiento y colaboracin. Sabe que el hombre se lepuede resistir a Dios, y, de hecho, se le resiste en este camino depurificacin. Por eso, en la opinin de Juan de la Cruz, con algunafrecuencia algunos no pasaran casi de los primeros pasos 40.

    3.2. Por otra parte, si en el punto anterior a la luz de Cnticoveamos cmo para recorrer este camino de purificacin por la vadel amor haba que salir de s y de todas las cosas, ahora podemosver, a la luz de Noche oscura que eso no se puede lograr plenamentesi no es pasando por un proceso de oscura y purgativa contempla-cin por la que Dios, en su amor, conduce al alma en la que vecierta capacidad para ir adelante. La oscuridad de esta as llamadacontemplacin es tal, que, en una dialctica casi de simbologa bau-tismal, se nos habla de verdadera muerte para llegar a alcanzar unavida de verdadero amor.

    Dice, pues, Juan de la Cruz: Cuenta el alma () el modo ymanera que tuvo en salir, segn la aficin, de s y de todas las cosas,muriendo por verdadera mortificacin a todas ellas y a s misma,para venir a vivir vida de amor dulce y sabrosa con Dios. Y dice queeste salir de s y de todas las cosas fue una noche oscura, que aquentiende por la contemplacin purgativa (), la cual pasivamentecausa en el alma la dicha negacin de s misma y de todas las cosas.Y esta salida dice ella aqu que pudo hacer con la fuerza y calor quepara ello le dio el amor de su Esposo en la dicha contemplacinoscura. En lo cual encarece la buena dicha que tuvo en caminar aDios por esta noche con tan prspero suceso 41.

    39 1S 1,4-5.

    40 Cf. Subida, prl. 2-4; 1N (Noche oscura) 2-8; 14,5-6.

    41 1N, cancin 1, declaracin 1-2.

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    De hecho slo una lneas ms abajo Juan de la Cruz insistir ensu propsito de explicar en el libro Noche oscura la importancia deentender la necesidad de que Dios, en su amor, nos haga pasar poresta noche oscura de purificacin 42.

    Sin duda son muchas las circunstancias, exteriores e interiores,que pueden servir de vehculo para dicha purificacin as llamadapasiva del hombre; que, por otra parte, no se quedara en losuperficial, sino que tocara las races ms hondas del mismo 43.Pero en el fondo es la misma cercana de Dios la que purifica,como veremos ms adelante, no las solas circunstancias externaso internas.

    En ella Dios est tanto o ms activo que en las purificacionesactivas. Y de alguna manera tambin el hombre mismo debe es-tarlo, pues debe querer y aceptar en cada momento lo que estviviendo, sin volverse atrs. Algo que slo se lograra desde unfuerte enraizamiento en las virtudes teologales; sobre todo desdecierta osada obstinada de amor 44.

    3.3. San Juan de la Cruz recurre a distintas expresiones e im-genes para explicarnos cmo el amor que Dios nos tiene le haceacercarse al hombre y, con su amor, ponerle en trance y en caminode purificacin por el amor; un amor que, si acaba prendiendo enel hombre, lo purifica y regenera totalmente.

    Una de esas imgenes es la de la madre y el hijo. Dios seracomo una madre que, en su amor, nos reengrendra y nos gua parahacernos vivir una vida nueva desde lo nico que nos puede hacervivir de verdad: el amor. Un amor, el de Dios, que se expresarano slo cuando al hombre le parece que sensiblemente Dios se lemuestra tierno y cercano, sino tambin cuando, vindole ya algocrecido, juzga conveniente hacerle empezar a caminar por su pro-pio pi y comenzar a tomar alimento ms slido y fuerte 45.

    42 Cf. 1N 1,1-3.

    43 Cf. 2N 2-4.

    44 Cf. 2N 21.

    45 Cf. 1N 1 y 8,3; cf. S, prl. 3-4; 2S 24,9; 3S 28,7; cf. tambin E. PACHO,

    Smiles de la pedagoga sanjuanista: el nio tierno en los brazos de Dios,en Monte Carmelo, 96 (1988) 567-588.

  • DIOS COMO AMOR PURIFICADOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ 55

    De esta ternura de Dios para con el hombre se nos habla tambinen Llama de amor viva, sobre todo cuando se comenta el verso:que tiernamente hieres. Es decir, que hiere pero con amor, quehiere para curar y sanar. En el resumen que nuestro mstico hace dela primera cancin de Llama, en el que se encuentra el verso apenascitado, dice as: Resumiendo, pues, ahora toda la cancin es comosi dijera: Oh llama del Espritu Santo que tan ntima y tiernamentetraspasas la sustancia de mi alma y la cauterizas con tu gloriosoardor! Pues ya ests tan amigable que te muestras con gana dedrteme en vida eterna; si antes mis peticiones no llegaban a tusodos - cuando con ansias y fatigas de amor en que penaba misentido y espritu por la mucha flaqueza e impureza ma y pocafortaleza de amor que tena te rogaba me desatases y llevases con-tigo (), ahora que estoy tan fortalecida en amor, que no slo nodesfallece mi sentido y espritu en ti, mas antes fortalecidos de ti micorazn y mi carne se gozan en Dios vivo (Ps 83,2) con grandeconformidad de las partes donde lo que t quieres que pida pido, ylo que no quieres no quiero, ni aun puedo, ni me pasa por pensa-miento querer 46.

    San Juan de la Cruz es consciente, sin embargo, de que, aunquela mano de Dios toca al hombre sobre todo para sanar y curar, congran suavidad y delicadeza, porque no deja nunca caer toda la fuerzade su mano sobre el hombre, a veces este la siente ms bien, almenos en un primer momento, como una mano castigadora, y comoque Dios se le ha vuelto contrario. Y lo cierto es que Dios, cuandove condicin por parte del hombre, s entra para destruir en l, sobretodo en la noche pasiva del espritu, toda aquella su condicin viejaque le impide amar en plenitud 47. Pero no slo en esos casos. Tam-bin actuara as para hacer que el amor, ya en s purificado, ganeen calidad y sea mucho ms perfecto, ms plenamente semejante alde Dios mismo 48.

    46 L 1,36; cf. L 1,7,17,23; 3,38; 4,2.

    47 En este sentido hay que tener en cuenta las dialcticas entre oscuridad y

    luz, muerte y vida, que aparecen sobre todo tanto en Noche como en Llama (cf.1N 8-14; 2N 2-17; L 1-3).

    48 As se nos dice desde el comienzo de Llama de amor viva (cf. prl. 2-

    4), pero tambin ms adelante en la misma obra (cf. L 1,4,8,16,35; 3,25,34-35,67; tambin CB 39,14).

  • 56 JOS-DAMIN GAITN, OCD

    En este sentido dice en Llama: La cual mano, segn habemosdicho, es el piadoso y omnipotente Padre. La cual habemos de en-tender que, pues es tan generosa y dadivosa, cuanto poderosa y rica,ricas y poderosas ddivas da al alma cuando se abre para hacerlamercedes, y as llmala mano blanda; y es como si dijera: Oh manotanto ms blanda para esta mi alma, que tocas asentando blandamen-te, cuanto si asentases algo pesada hundiras todo el mundo, pues detu solo mirar, la tierra se estremece (Ps 103,32), las gentes se des-atan y desfallecen, y los montes se desmenuzan! (Hab 3,6). Oh,pues, otra vez blanda mano, pues as como fuiste dura y rigurosapara Job (19,21), tocndole tan mala vez speramente, para m erestanto ms amigable y suave que a l fuiste dura, cuanto ms amiga-ble, graciosa y blandamente de asiento tocas en mi alma! Porque thaces morir y t haces vivir, y no hay quien rehuya de tu mano(Deut 32,39). Mas t, oh divina vida!, nunca matas sino para darvida, as como nunca llagas sino para sanar. Cuando castigas leve-mente tocas, y eso basta para consumir el mundo; pero cuando re-galas, muy de propsito asientas, y as del regalo de tu dulzura nohay nmero. Llagsteme para sanarme, oh divina mano!, y matasteen m lo que me tena muerta sin la vida de Dios en que ahora meveo vivir. Y esto hiciste t con la libertad de tu generosa gracia, deque usaste conmigo con el toque que me tocaste de resplandor de tugloria y figura de tu sustancia (Hebr 1,3), que es tu Unignito Hijo,en el cual, siendo l tu sabidura, tocas fuertemente desde un finhasta otro fin (Sap 8,1); y este Unignito Hijo tuyo, oh mano mi-sericordiosa del Padre!, es el toque delicado con que me tocaste enla fuerza de tu cauterio y me llagaste 49.

    3.4. Para explicar la accin purificadora del Dios amor en lavida del hombre Juan de la Cruz menciona tambin en casi todas susobras mayores en todas, menos en Cntico la imagen del fuegoy el madero 50.

    49 L 2,16.

    50 Aparece por primera vez en Subida (1S 11,6; 2S 8,2), aunque es en

    Noche y en Llama, dos obras muy unidas entre s por muchos motivos tem-ticos y cronolgicos de composicin, en donde a esta imagen se le dedicaespacios ms amplios de desarrollo y aplicacin a la vida espiritual (cf. 2N10,1,3-4,6-9; 11,1; L prl. 3; 1,3-4,19,22-23,25,33). Cf. E. PACHO, Fuego, enDiccionario de san Juan de la Cruz, Burgos, Monte Carmelo, 2000, 656-661.

  • DIOS COMO AMOR PURIFICADOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ 57

    Estamos ante una imagen muy plstica en la que se puede verclaramente que la accin purificadora de Dios amor en el hombrenormalmente no se hace de golpe, sino que supone todo un procesogradual y escalonado, con etapas que pueden parecer entre s con-tradictorias, pero que en realidad estn plenamente cohesionadas. Yesto hasta tal punto de que, para que se puedan dar determinadasetapas de plenitud, antes se ha de haber pasado las etapas de unacierta destruccin y transformacin.

    Aunque sera muy interesante hacer un anlisis pormenorizadode todos los textos y contextos en los que el santo aduce dichaimagen, creo que aqu es suficiente para nuestro propsito citar ahorauno de dichos textos en el que adems nos encontramos explcita-mente afirmado que ese fuego purificador es el Espritu Santo.

    Dice, por ejemplo, nuestro mstico: En lo cual es de saber queantes que este divino fuego de amor se introduzca y una en la sus-tancia del alma por acabada y perfecta purgacin y pureza, estallama, que es el Espritu Santo, est hiriendo en el alma, gastndoley consumindole las imperfecciones de sus malos hbitos; y sta esla operacin del Espritu Santo, en la cual la dispone para la divinaunin y transformacin de amor en Dios. Porque es de saber que elmismo fuego de amor que despus se une con el alma glorificndo-la, es el que antes la embiste purgndola. Bien as como el mismofuego que entra en el madero es el que primero le est embistiendoe hiriendo con su llama, enjugndole y desnudndole de sus feosaccidentes, hasta disponerle con su calor, tanto que pueda entrar enl y transformarle en s 51.

    4. A MODO DE CONCLUSIN: LA REENTREGA DE AMOR 52

    Para Juan de la Cruz Dios no slo quiere ser amado por elhombre, sino adems quiere serlo con el mismo amor con que l es

    51 L 1,19. En este sentido se entiende las expresiones de Juan de la Cruz re-

    feridas a Dios, y tomadas de la Biblia, en las que se describe a Dios como fue-go consumidor o llama consumidora (2N 10,8; CB 39,14; L 1,19; 2,2-3).

    52 Cf. L 3,78-85; cf. M. A. DEZ , Pablo en Juan de la Cruz. Sabidura y

    ciencia de Dios, Burgos, Monte Carmelo, 1990 (Apndice I: La reentrega deamor. Influjo del opsculo De Beatitudine, 447-515).

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    Amor en s mismo y para los dems 53. A su vez, dice nuestro ms-tico, la pretensin del alma es la igualdad de amor con Dios, quesiempre ella natural y sobrenaturalmente apetece, porque el amanteno puede estar satisfecho si no siente que ama cuanto es amado 54.

    Esta reciprocidad en el amor es algo que aparece constantementecomo meta a alcanzar, especialmente en Cntico. Y as sentencianuestro mstico: No basta que Dios nos tenga amor para darnosvirtudes, sino que tambin nosotros se le tengamos a l para recibir-las y conservarlas 55.

    Como ya he ido indicando, no es que desde el principio se pre-sente al hombre como amando a Dios como de Dios es amado. Msbien lo que aparece es todo lo contrario. Pero se suele insistir clara-mente en la voluntad de progreso en el amor por parte del hombre,incluidos los momentos de purificacin y rupturas necesarias.

    Dios, sin embargo, s aparece siempre como amor inquebrantablee irreversible hacia el hombre, desde la creacin del mismo en Cristo,el Hijo, Verbo Esposo, hasta el abajamiento (encarnacin) y la cruz,pero tambin la resurreccin y la glorificacin del Cristo total, esdecir, tambin de cada hombre y de la humanidad entera en Cristo 56.

    Todo esto, por otra parte, tendr su plenitud en la otra vida, enel ms all, pero tambin es una meta a alcanzar y vivir en el msac, en la misma existencia terrena del hombre. Me gusta especial-mente toda una serie de pasajes de Cntico Espiritual en los que sehace alusin a que entrambos, Dios y el hombre, viven el mismoamor y los frutos que de l se siguen 57. Esto resulta particularmenteelocuente cuando se hace referencia a la herida de amor que se daen el hombre hacia Dios, pero tambin de Dios hacia el hombre:porque tambin Dios en Cristo est como herido de amor por elhombre 58. Incluso se llega a decir que la fe es recproca de uno enel otro, y no slo del hombre en Dios 59.

    53 Cf. CB 13,11; 28,1; 32,6; 36,5; 38,3-4; 39,3-6; L 3,79-80.

    54 CB 38,3; cf CB 11,10; 22,8; 24,5; 28,1.

    55 CB 30,9.

    56 Cf. CB 5; 22,1; 23; 36-37 y 39.

    57 Cf. CB 12,7; 13,9; 24,1 y 3; 28,1; 30,2 y 6; 36,5; 37,8.

    58 Cf. CB 13,9-12; 35,7.

    59 Cf. CB 22,3.

  • DIOS COMO AMOR PURIFICADOR EN SAN JUAN DE LA CRUZ 59

    En lnea con todo lo que he venido exponiendo hasta aqu meparece especialmente elocuente el dilogo que encontramos entre elalma esposa y el Verbo Esposo, Hijo de Dios, en Cntico Espiritual32-35.

    Por una parte, en las canciones 32-34 se pone de relieve laactitud del alma esposa, agradecida por todo el amor que ha recibidoy recibe de Dios, quien lejos de despreciar su pequeez y falta deamor, en su misericordia la ha ido purificando, engrandeciendo yadornando de gracias y virtudes, hacindola digna de s. Es como uncanto de eterno gracias, anticipo de lo que ser en la eternidad.

    A esto, en la cancin siguiente, la 34, el Esposo Cristo respondealabando la generosidad de la esposa que, por amor, ha queridoquedarse vaca y sin nada de todo aquello que no es amor de Dios.Es tambin como el gracias que la esposa recibe por parte deDios. Y concluye el comentario de dicha cancin as: Tambin ensoledad de amor herido. Es a saber, de la esposa. Porque, adems deamar el Esposo mucho la soledad del alma, est mucho ms heridodel amor de ella por haberse ella querido quedar a solas de todas lascosas, por cuanto estaba herida de amor de l, y as l no quisodejarla sola, sino que, herido de ella por la soledad que por l tiene,viendo que no se contenta con otra cosa, l solo la gua a s mismo,atrayndola y absorbindola en s, lo cual no hiciera l en ella si nola hubiera hallado en soledad espiritual 60.

    60 CB 35,7: cf. CB 29-31.