140924 abc (opinión)- josé maría carrascal. consejo ¿de seguridad p.14

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Formar parte del Consejo de Seguridad trae tantos o más problemas que réditos S UELO estar de acuerdo con la línea de Gar- cía-Margallo, firme en los principios, fle- xible en las formas, que deben ser las co- ordenadas de toda política exterior co- rrecta. Pero por una vez voy a disentir, aunque supongo que no es la sola línea del ministro, sino la de todo el Gobierno. Me refiero al empeño en alcanzar un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sencillamente, no creo que merezca la pena tanto tiempo, esfuerzos y dine- ro invertidos. Me baso para ello en la experiencia. He pasado 24 años en la habitación 202 de la Secretaría Ge- neral de la ONU, a veinte metros del Consejo de Seguridad, habiendo asistido a centenares de sus sesiones. Con más frustración que satisfacción. La ONU es el embrión de un gobierno mundial, pero le faltan no ya años, sino décadas para ser- lo, si es que lo logra algún día. El Consejo de Se- guridad es su único órgano ejecutivo, es decir, sus resoluciones son de obligado cumplimiento. Lo malo es que se cumplen pocas veces, debido a su propia estructura. Compuesto de 15 miembros, 5 de ellos son «permanentes»: los 5 grandes, Esta- dos Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia, con capacidad de veto, es decir que pueden impe- dir que una resolución se apruebe por más que el resto la apoyen. La Unión Soviética lo hizo mon- tones de veces durante la Guerra Fría; el resto, al- gunas, en defensa de sus intereses. Los 10 miem- bros restantes son «transeúntes», rotándose por cortos periodos todos los demás países. Compren- derán que, así, es difícil evitar que haya guerras. E incluso en los raros casos de la unanimidad del entero Consejo, si dos países, grandes o peque- ños, quieren pelearse, se pelean. O con que solo uno lo quiera. Eso sí, estar en aquella mesa en for- ma de herradura, poder votar en un sentido u otro, da prestigio e influencia durante el corto periodo que dura el mandato. ¿Vale la pena dar la batalla por ese asiento? Como no creo que vayamos a ir a la guerra por Gibraltar, Ceuta, Melilla o Cataluña, pienso que no. ¿Razón? Que aunque nuestro voto contaría durante algún tiempo en los conflictos armados que se presenten en el Oriente Medio, en África, en Asia o en la misma Europa, la decisión que to- másemos nos traería el agradecimiento de una de las partes implicadas y la enemistad de la otra. Lo he presenciado infinidad de veces, viendo su- dar tinta a los delegados de los miembros no per- manentes del Consejo, conscientes de los pros y contras de votar en un sentido u otro. Para resumir: formar parte del Consejo de Se- guridad trae tantos o más problemas que rédi- tos. Reconozco que esta «postal» debería haber- la escrito antes de presentar la candidatura. Hoy, es demasiado tarde y casi rezo para que me equi- voque. Pues tras el doble chasco de traer las Olim- piadas a Madrid, lo que menos necesitamos es otro en la ONU. Aunque siempre nos quedará el consuelo de los apuros que nos ahorramos. JOSÉ MARÍA CARRASCAL CONSEJO ¿DE SEGURIDAD? POSTALES

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Page 1: 140924 ABC (Opinión)- José María Carrascal. Consejo ¿de Seguridad p.14

Formar parte del Consejo deSeguridad trae tantos o más

problemas que réditos

SUELO estar de acuerdo con la línea de Gar-cía-Margallo, firme en los principios, fle-xible en las formas, que deben ser las co-ordenadas de toda política exterior co-

rrecta. Pero por una vez voy a disentir, aunque supongo que no es la sola línea del ministro, sino la de todo el Gobierno. Me refiero al empeño en alcanzar un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sencillamente, no creo que merezca la pena tanto tiempo, esfuerzos y dine-ro invertidos.

Me baso para ello en la experiencia. He pasado 24 años en la habitación 202 de la Secretaría Ge-neral de la ONU, a veinte metros del Consejo de Seguridad, habiendo asistido a centenares de sus sesiones. Con más frustración que satisfacción. La ONU es el embrión de un gobierno mundial, pero le faltan no ya años, sino décadas para ser-lo, si es que lo logra algún día. El Consejo de Se-guridad es su único órgano ejecutivo, es decir, sus resoluciones son de obligado cumplimiento. Lo malo es que se cumplen pocas veces, debido a su propia estructura. Compuesto de 15 miembros, 5 de ellos son «permanentes»: los 5 grandes, Esta-dos Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia, con capacidad de veto, es decir que pueden impe-dir que una resolución se apruebe por más que el resto la apoyen. La Unión Soviética lo hizo mon-tones de veces durante la Guerra Fría; el resto, al-gunas, en defensa de sus intereses. Los 10 miem-bros restantes son «transeúntes», rotándose por cortos periodos todos los demás países. Compren-derán que, así, es difícil evitar que haya guerras. E incluso en los raros casos de la unanimidad del entero Consejo, si dos países, grandes o peque-ños, quieren pelearse, se pelean. O con que solo uno lo quiera. Eso sí, estar en aquella mesa en for-ma de herradura, poder votar en un sentido u otro, da prestigio e influencia durante el corto periodo que dura el mandato.

¿Vale la pena dar la batalla por ese asiento? Como no creo que vayamos a ir a la guerra por Gibraltar, Ceuta, Melilla o Cataluña, pienso que no. ¿Razón? Que aunque nuestro voto contaría durante algún tiempo en los conflictos armados que se presenten en el Oriente Medio, en África, en Asia o en la misma Europa, la decisión que to-másemos nos traería el agradecimiento de una de las partes implicadas y la enemistad de la otra. Lo he presenciado infinidad de veces, viendo su-dar tinta a los delegados de los miembros no per-manentes del Consejo, conscientes de los pros y contras de votar en un sentido u otro.

Para resumir: formar parte del Consejo de Se-guridad trae tantos o más problemas que rédi-tos. Reconozco que esta «postal» debería haber-la escrito antes de presentar la candidatura. Hoy, es demasiado tarde y casi rezo para que me equi-voque. Pues tras el doble chasco de traer las Olim-piadas a Madrid, lo que menos necesitamos es otro en la ONU. Aunque siempre nos quedará el consuelo de los apuros que nos ahorramos.

JOSÉ MARÍACARRASCAL

CONSEJO ¿DESEGURIDAD?

POSTALES