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Hobbes 1. La física del lenguaje Thomas Hobbes, como sabemos, dio gran importancia a lo que hoy en día llamamos Física, ciencia que comienza a desarrollar- se notablemente en su época. Es más, en opinión de algunos crí- ticos, toda su filosofía puede reducirse a una física, en cuanto considera que sólo existen o son reales la materia y el movimiento. También puede considerarse que su sistema 'se construye' so- bre bases físicas, de las que las instituciones morales serían epifenómenos, por cuanto a ellas se aplicarían las mismas re- glas que a los fenómenos naturales. Aun sin ir tan lejos, pode- mos reconocer en el punto de partida del sistema hobbesiano ciertos elementos de naturaleza material, sin los cuales no ha- bría para el hombre posibilidad alguna de conocimiento ni de comunicación con sus semejantes, o sea de una existencia pro- piamente humana. Para el tema que me propongo tratar aquí - la teoría del lengua- je - esos elementos materiales y su captación por medio de los sentidos son de fundamental importancia. Se trata de sonidos o voces, que tanto el hombre como una gran parte de las especies animales son capaces de emitir y recibir. En todo otro aspecto, dicho lenguaje distingue al hombre de las bestias. Afirma Hobbes que "esto se pone de manifiesto en que las lla- madas de animales de la misma especie son las mismas en todos los países, mientras que Ias de los hombres difieren". 1 Estos son no sólo capaces de emitir aquellos sonidos que lla- mamos voces, sino también de emplear éstas u otros elemen- tos sensibles a voluntad para recordar pensamientos pasados o para comunicarlos a sus semejantes. Aquí debemos tener en cuenta dos cosas: en primer lugar, cuan- do Hobbes habla de 'pensamientos' y de 'discurso mental', se refiere a los fantasmas o sensaciones que se suceden tanto en la mente humana como en la de ciertos animales de especies superiores. Las excitaciones que proceden de la presión de los objetos son movimientos que se transmiten al cerebro, regre- sando en forma de fantasmas generados por movimientos de retorno a la periferia, es decir, de nuevos fenómenos de orden físico, de acuerdo con el sistema de Hobbes. No obstante, se- gún Robinet, se produce en este punto un cambio cualitativo, puesto que los movimientos no son sentidos como tales sino como fantasmas (sentitur non ut motus, sed ut phantasma, Crit. De Mundo, IX,9) 2. Pero la diferencia entre el hombre y sus an- tecesores inmediatos en la escala zoológica no radicaría allí, ya que éstos también tienen fantasmas en su mente. Es decir, no es éste el fenómeno que nos interesa particularmente sino el hecho de que sólo el hombre, según Hobbes, sea capaz de recor- dar y, por tanto, de adquirir experiencia. Para ello se vale de lo que Hobbes llama marcas y que define de la manera siguiente: Una marca es [..] un objeto sensible que un hombre erige ante si mismo voluntariamente con el fin de recordar por su interme- dio algo pasado, cuando el mismo objeto se presenta nueva- mente a sus sentidos. 3 Resulta curioso que Hobbes considere a los animales como to- talmente desprovistos de memoria, al punto de que, "teniendo la previsión de esconder los restos y el sobrante de su alimento, carecen, no obstante, del recuerdo del lugar donde lo escondie- ron". 4 Sabemos que esto no es verdad en el caso de los pe- rros, por ejemplo, que recuerdan dónde enterraron un hueso y son capaces de volver al mismo lugar para desenterrarlo. Las 'marcas' de estos animales pueden ser sensaciones olfativas, pero no por ello menos eficientes que las auditivas o visuales de que por lo general se valen los hombres. En efecto, un animal parece capaz de recordar algo mediante una marca que puede producirle lo que llamamos una `reacción refleja'. Los reflejos condicionados serían, pues, el equivalente en los animales de la memoria humana. UNTREF VIRTUAL | 1 La filosofía británi- ca en los siglos XVII y XVIII Vigencia de su problemática Margarita Costa Capítulo VIII: Aportes de Hobbes y Locke a la filosofía del lenguaje

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Page 1: 11 - Costa, Margarita - La filosofía británica en los siglos XVII y XVIII. Vigencia de su problemática

Hobbes1. La física del lenguaje

Thomas Hobbes, como sabemos, dio gran importancia a lo quehoy en día llamamos Física, ciencia que comienza a desarrollar-se notablemente en su época. Es más, en opinión de algunos crí-ticos, toda su filosofía puede reducirse a una física, en cuantoconsidera que sólo existen o son reales la materia y el movimiento.

También puede considerarse que su sistema 'se construye' so-bre bases físicas, de las que las instituciones morales seríanepifenómenos, por cuanto a ellas se aplicarían las mismas re-glas que a los fenómenos naturales. Aun sin ir tan lejos, pode-mos reconocer en el punto de partida del sistema hobbesianociertos elementos de naturaleza material, sin los cuales no ha-bría para el hombre posibilidad alguna de conocimiento ni decomunicación con sus semejantes, o sea de una existencia pro-piamente humana.

Para el tema que me propongo tratar aquí - la teoría del lengua-je - esos elementos materiales y su captación por medio de lossentidos son de fundamental importancia. Se trata de sonidos ovoces, que tanto el hombre como una gran parte de las especiesanimales son capaces de emitir y recibir. En todo otro aspecto,dicho lenguaje distingue al hombre de las bestias.

Afirma Hobbes que "esto se pone de manifiesto en que las lla-madas de animales de la misma especie son las mismas entodos los países, mientras que Ias de los hombres difieren".1Estos son no sólo capaces de emitir aquellos sonidos que lla-mamos voces, sino también de emplear éstas u otros elemen-tos sensibles a voluntad para recordar pensamientos pasados opara comunicarlos a sus semejantes.

Aquí debemos tener en cuenta dos cosas: en primer lugar, cuan-do Hobbes habla de 'pensamientos' y de 'discurso mental', serefiere a los fantasmas o sensaciones que se suceden tanto enla mente humana como en la de ciertos animales de especiessuperiores. Las excitaciones que proceden de la presión de losobjetos son movimientos que se transmiten al cerebro, regre-sando en forma de fantasmas generados por movimientos deretorno a la periferia, es decir, de nuevos fenómenos de ordenfísico, de acuerdo con el sistema de Hobbes. No obstante, se-gún Robinet, se produce en este punto un cambio cualitativo,puesto que los movimientos no son sentidos como tales sinocomo fantasmas (sentitur non ut motus, sed ut phantasma, Crit.De Mundo, IX,9) 2. Pero la diferencia entre el hombre y sus an-tecesores inmediatos en la escala zoológica no radicaría allí, yaque éstos también tienen fantasmas en su mente. Es decir, noes éste el fenómeno que nos interesa particularmente sino elhecho de que sólo el hombre, según Hobbes, sea capaz de recor-dar y, por tanto, de adquirir experiencia. Para ello se vale de loque Hobbes llama marcas y que define de la manera siguiente:

Una marca es [..] un objeto sensible que un hombre erige antesi mismo voluntariamente con el fin de recordar por su interme-dio algo pasado, cuando el mismo objeto se presenta nueva-mente a sus sentidos.3

Resulta curioso que Hobbes considere a los animales como to-talmente desprovistos de memoria, al punto de que, "teniendo laprevisión de esconder los restos y el sobrante de su alimento,carecen, no obstante, del recuerdo del lugar donde lo escondie-ron".4 Sabemos que esto no es verdad en el caso de los pe-rros, por ejemplo, que recuerdan dónde enterraron un hueso yson capaces de volver al mismo lugar para desenterrarlo. Las'marcas' de estos animales pueden ser sensaciones olfativas,pero no por ello menos eficientes que las auditivas o visuales deque por lo general se valen los hombres. En efecto, un animalparece capaz de recordar algo mediante una marca que puedeproducirle lo que llamamos una `reacción refleja'. Los reflejoscondicionados serían, pues, el equivalente en los animales de lamemoria humana.

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Capítulo VIII: Aportes de Hobbes y Lockea la filosofía del lenguaje

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Hemos visto que las marcas constituirían una especie de 'lengua-je privado', en tanto sólo valen para quien las emplea, siendo suúnica función retener ciertos fantasmas en la memoria para poderevocarlos en una ocasión futura. M.L. Stier llama acertadamentela atención sobre el problema del tiempo, que según declaraHobbes en The Elements'', hace que las imágenes 'decaigan'paulatinamente:

Retener, por tanto, en la memoria, esas imágenes durante mu-cho tiempo no es posible. Para superar esta dificultad, Hobbesapela a las marcas y señales.5

¿Pero acaso una serie de marcas aisladas puede llamarse len-guaje? Parece más bien que la comprobación de que algunosanimales tienen memoria no invalida el hecho de que el lengua-je sea algo específicamente humano. Dicha especificidad reside,en palabras de A.Robinet, "en la superación de los movimientosvitales y los movimientos animales, que produce la aparición delos signos arbitrarios, voluntarios y convencionales"6

En segundo lugar debemos, pues, tener en cuenta que las mar-cas son susceptibles de transformarse en signos por obra de lavoluntad humana. Esta voluntad, libre al parecer, en cuanto in-venta aquello que favorece no sólo la subsistencia de la especiesino, más fundamentalmente, la del individuo, está no obstantesometida a necesidad, según expusimos en el Capítulo IV, yaque serían las pasiones -temor, ansiedad, deseo- las que pro-ducirían la 'traslación' (traducción) de las marcas en signos. Enefecto en The Elements of Law, Hobbes sostiene:

Las pasiones de los hombres, siendo el comienzo de todos susmovimientos voluntarios, son el comienzo del habla, que es elmovimiento de la lengua.7

Si entre esos movimientos voluntarios se encuentra la 'traduc-ción' de las marcas en signos, todo lo dicho hasta el momentoda cuenta de lo que podemos llamar origen 'físico' del lenguaje.Pero dado que no todas las marcas se transforman en signos,parece preciso admitir un nuevo salto cualitativo.

Despejando ambigüedades: voces, marcas, signos, palabras

Se pueden distinguir las marcas de las voces en cuanto éstasúltimas son naturales, mientras que las primeras (las marcas)implican ya una conciencia de la relación entre las voces y losfantasmas mentales.

No obstante, nos encontraríamos aún en un estadio pre-lingüísti-co. En otras palabras, la expresión 'lenguaje privado' que hemosempleado, sería, aplicada a Hobbes, meramente metafórica y co-mo tal entrañaría sus peligros. Tampoco debería decirse que Iasmarcas son signos si, como Hobbes parece sostener, son válidassólo para un sujeto individual y no para una comunidad de suje-tos. Creo que unas y otros han sido suficientemente distinguidos.

Más difícil de establecer es la diferencia entre palabras y signos.Sin duda hay signos no lingüísticos: Hobbes reconoce la exis-tencia de signos naturales, como cierto tipo de nubes que anun-cian la lluvia. Tal vez bastara con definir la palabra como un sig-no verbal, pero Hobbes no es explícito al respecto y a menudoemplea 'signo' y 'palabra' como sinónimos. Pero mientras que lavoz es indispensable para la palabra, no lo es igualmente para elsigno. Es verdad que la palabra fue primero un fonema o una se-rie de fonemas, pero continúa siendo un signo cuando se la re-presenta mediante una señal en el papel -el invento más notablede los hombres, según Hobbes: las letras. Una simple tabla enu-merativa nos permitirá resumir lo dicho hasta ahora sobre losfundamentos 'físicos' del lenguaje:

Voces: Naturales. Comunes al hombre y a otras especies anima-les. Explicables por un mecanismo físico simple: movimientosde la lengua.

Marcas: Productos de la inventiva humana. Nos permiten recor-dar nuestros pensamientos pasados. Los animales, según Ho-bbes, no serían capaces de hacer uso de ellas, por carecer dememoria. Signos. Se dividen en naturales (nubes-lluvia) y artifi-ciales o convencionales. En este último caso, son productos dela inventiva humana. Nos permiten comunicar nuestros pensa-mientos a otros. UNTREF VIRTUAL | 2

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Palabras: Signos verbales o escritos. No simples voces o mar-cas.

La lectura de algunos pasajes de Hobbes parece dar a entenderque las marcas son en cierto modo signos, aunque en otrospasajes establezca una distinción neta entre ambos. Si pensa-mos que una mera función evocativa ('privada') transforma unfenómeno fisco-fisiológico en signo, incluiremos las marcasentre éstos últimos. Si consideramos, en cambio, que sólo sesignifica cuando se puede transmitir un pensamiento o fantasmade nuestra mente a otros, entonces únicamente las palabrasserán signos.(Los signos naturales constituyen una subclaseque no concierne a la teoría del lenguaje). Esta es la posiciónde Bertman, quien destaca que "Hobbes divide estos 'monu-mentos sensibles' en aquéllos de los que un individuo puedeechar mano a su antojo para evocar concepciones más o menossemejantes a las que tuvo originalmente -a éstos les llama 'mar-cas'-y aquéllos por los cuales lo que un hombre descubre puedeser dado a conocer a otros -a éstos los llama 'signos"'.8 Signifi-car implicaría, pues, necesariamente, una convención que qui-taría a las marcas su carácter arbitrario.

Por su parte, R.M. Martin considera que la distinción entre mar-cas y signos es de carácter pragmático más bien que semánti-co: "La distinción es pragmática (en el sentido de Morris) porquese funda en la mención de los usuarios de la expresión encuestión".9 Más adelante desarrollaremos la teoría de Hobbesacerca de lo que hoy en día llamamos la dimensión pragmáticadel lenguaje. Lo que aquí interesa establecer es que al parecerlas palabras, que hemos definido como signos verbales, puedenser empleadas en algunos casos como simples marcas. Así loentiende también D.Danford, quien sostiene que "las palabrasson sólo un tipo de marcas, un subconjunto de la clase de todaslas marcas imaginables".10

En efecto, si un animal es capaz de recordar algo mediante unamarca, ésta no será una palabra: cuanto más una voz o un so-nido articulado que puede producir en otro de la misma especieuna reacción refleja (los animales 'se llaman' unos a otros, dice

Hobbes). La subclase de marcas a que se refiere Danford parareferirse a los signos terminaría por identificarse, como hemosseñalado -excepto en el caso de los signos naturales- con las pa-labras que emplean los hombres para expresar y transmitir supensamiento. Por eso, al tratar de los signos abandonamos la físi-ca del lenguaje y abordamos la concepción semántica de Hobbes.

Pero antes haré una breve referencia al origen histórico queHobbes atribuye al lenguaje, acerca del cual postula una doblehipótesis:

1. El primer hombre, por propia voluntad, impuso nombres a al-gunas cosas que Dios había creado, a medida que esas cosasse presentaban a sus sentidos. Luego, esos nombres pasaronde padres a hijos y continuaron introduciéndose otros nuevos,siempre como cosas sensibles a las que los hombres teníanacceso por la experiencia (auditiva en sus orígenes) y que refer-ían a otros objetos sensibles.

2. Como en el Génesis Dios habla a Adán con palabras cuyo sig-nificado éste no podía comprender -fruto prohibido, conocimien-to, bien y mal, etc.- es de suponer que Adán comprendió el sen-tido de esas palabras 'de alguna manera sobrenatural'.11

Lo importante de la introducción del relato bíblico, es reforzar lateoría hobbesiana de que el lenguaje no puede haber tenido unorigen natural y que las palabras no tenían nada que ver con lanaturaleza de las cosas sino que eran puramente arbitrarias.Como respecto de otras cuestiones, Hobbes recurre a las escri-turas en apoyo de algo sobre lo que ya se había expedido porotra vía.

Por el contrario, Marin Mersenne, contemporáneo y amigo deHobbes, "concedía la posibilidad de que Dios hubiese reveladoa Adán un lenguaje cuyos nombres se adecuasen a las natu-raleza de las cosas",12 aunque no sostuviera, como lo habíahecho Fray Luis de León, que "sólo en hebreo la naturaleza delas cosas está inmediatamente representada por ciertas carac-terísticas de esa lengua".13

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Continúa luego diciendo Hobbes que el origen artificial del len-guaje se hace más evidente después de Babel, ya que a partirde ese momento distintos hombres han enseñado lenguas dis-tintas a distintos pueblos, lo que no podía ser sino un 'invento' oartificio.14 Superado el momento teológico-adánico del lenguaje,nos encontramos con la plena capacidad de imponer nombres alas cosas como un atributo específicamente humano.

2. La teoría semántica de Hobbes

Según D.Krook, hay en Hobbes dos tipos de teoría del lengua-je. La primera, a la que ya me he referido con el nombre de 'físi-ca del lenguaje', es una teoría psico-fisiológica que sirve debase a su teoría del significado y la verdad, es decir, a su teoríasemántica. Esta última es, en sentido estricto, su filosofía dellenguaje y, según Krook, no tiene una relación lógicamentenecesaria con la primera, que podría haber sido distinta sin quese alterara la segunda.15

Los nombres

En la concepción hobbesiana de la semántica consideraremosen primer lugar los nombres. Estos son y no son palabras: unapalabra puede carecer de referente, es decir, no nombrar nada;por otra parte, un nombre puede consistir de varias palabras. Esimposible indicar en los textos de Hobbes el momento precisoen que se deja de hablar acerca de las palabras para pasar ahacerlo acerca de los nombres, pero dicho pasaje es muy im-portante en su teoría semántica, ya que sólo el hombre es capazde nombrar porque sólo él posee entendimiento, que podemoscaracterizar como la capacidad de significar mediante palabras.Esta comprensión se extiende a la comprensión de las palabraspronunciadas por otro. Así, dice Hobbes en el Leviatán:

Cuando un hombre, al oír un discurso tiene aquellos pensa-mientos que las palabras de ese discurso y su conexión fuerondestinadas y determinadas a significar, se dice que lo entiende,pues el entendimiento no es sino la concepción causada por ellenguaje (EW,III,I,IV,28 - énfasis del autor).

Al parecer, el lenguaje es a la vez consecuencia y causa del en-tendimiento: consecuencia, en cuanto él nos permite ir, más alláde las meras palabras, a los nombres de las cosas, y causa, entanto provoca en otros los pensamientos que deseamos trans-mitir. Coincido, pues, con Bertman, quien sostiene que los nom-bres no son signos de cosas sino de pensamientos16, pese aque a menudo Hobbes se expresa como si lo significado fueranlas cosas mismas. Cito al respecto, in extenso, las interesantesy esclarecedoras reflexiones de Y.C.Zarka:

En efecto, si Hobbes parte de la afirmación de que no es nece-sario que todo nombre sea el nombre de alguna cosa, no es pa-ra poner en cuestión la idea de una intención referencial delnombre, sino, por el contrario, para extenderla más allá del do-minio de las cosas existentes. El campo de referencia se ex-tiende en un primer momento más allá de las cosas que existen,a las imágenes o los fantasmas de las cosas, las cuales puedenser designadas por nombres. A continuación, más allá de las co-sas existentes y de su representación, hay nombres como futuroque se refieren a una cosa que, no solamente no existe aún,sino que no sabemos si existirá. Si el lenguaje puede referirse acosas futuras, con mayor razón podrá referirse a casas pasadas(aunque Hobbes no lo diga explícitamente), es decir, a cosas delas que sabemos que han existido aunque no existan más ac-tualmente. Más aún, palabras como imposible y nada son igual-mente nombres, aun cuando no puedan designar una cosa realo aun posible. El campo de referencia del lenguaje se extiende,pues, más allá de la designación de los objetos presentes, pasa-dos o futuros o aún posibles, a alguna cosa que puede ser sim-plemente ficticia.17

El único punto en el cual disiento de Zarka, según las conclusio-nes expresadas más arriba, es en que, en mi opinión, parecieraque para Hobbes el referente de los nombres no puede ser lacosa misma, sino siempre un pensamiento, concepto o fantas-ma de la cosa. Efectivamente, si el primer hombre, al nombraruna cosa no hubiese tenido ya una imagen de ella en su mente,la marca empleada no le hubiese permitido 'recordarla', que pa-rece ser la función para la que fue instituída. ¿Cómo sabré, porejemplo, que estoy viendo la misma cosa, si no puedo comparar UNTREF VIRTUAL | 4

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el fantasma actual con otro que el recuerdo ha retenido en mimente? Es preciso admitir, sin embargo, como ya lo he señala-do, que Hobbes se expresa a menudo como si los nombresremitieran a las cosas mismas.

El lugar donde Hobbes se ocupa más específicamente de losnombres es el Capítulo IV del Leviatán. Dice allí que algunosson propios, en tanto se refieren a una sola cosa (aunque, se-gún lo sostenido en el párrafo anterior, lo referido es en realidadel pensamiento o, en este caso, más propiamente el `fantasma'de una sola cosa). Da como ejemplos: ' Pedro', `este hombre',etc. Otros nombres son comunes, en tanto se refieren a diver-sas cosas particulares, como `hombre', `animal' o `árbol'. Referi-do a un conjunto de cosas particulares de la misma clase, elnombre se llama universal. Hobbes afirma enfáticamente quesólo los nombres son universales. En The Elements declara:

Esta universalidad de un nombre para muchas cosas ha sido lacausa de que los hombres pensaran que las cosas mismas sonuniversales. Y sostienen seriamente que, además de Pedro yJuan y todo el resto de los hombres que son, han sido o seránen el mundo. hay otra cosa que llaman hombre, es decir, hom-bre en general, engañándose a sí mismos al tomar el universalo apelación general por la cosa que significa.18

Algunos nombres tienen el mismo alcance, como `hombre' y `ra-cional'; algunos, mayor alcance que otros, como 'cuerpo' respec-to de 'hombre'. También sostiene Hobbes, según hemos señala-do, que un nombre no es siempre, como en gramática, una solapalabra, sino que a veces está constituido por más de una.

M.Bertman acota al respecto que "una definición descriptiva esun nombre"19, y que entre las palabras que integran un nombrecompuesto se encuentran los cuantificadores y operadores lógi-cos, así como la cópula, lo que, a su criterio, "contribuye a unagran ineficacia y falta de claridad desde el punto de vista de lalógica moderna"20. Según este mismo autor, una prueba de quesólo los nombres son universales es que:

Cuando dimos un nombre (universal) una idea o imagen concre-ta se produce en la mente. Este proceso psicológico no sucedeinvariablemente, aunque siempre puede suceder. Estamos natu-ralmente suponiendo que las palabras que usamos son efectiva-mente nombres, que tienen un significado determinado.21

Por otra parte los nombres se aplican no sólo a los pensamien-tos de lo que solemos llamar cosas, sino también de sus acci-dentes. Esto último ha contribuído a producir la ilusión de quetodo aquello que es nombrado tiene entidad y que los universa-les son algo ontológicamente distinto y separado o separable deIas cosas particulares. Señala Hobbes que, por una pequeñamodificación en el nombre de una cosa, inventamos un nombrepara un accidente de ella que cae bajo nuestra consideración.Así, por ejemplo, de `viviente', `vida'; de `caliente, 'calor', etc.Consideraciones de carácter morfológico (gramatical) nos lleva-rían a pensar que primero se acuñó `vida' y luego 'viviente'; perosi atendemos al origen empírico de nuestros fantasmas men-tales, advertiremos que primero hemos percibido algo viviente,luego nombrado y definido el accidente de dicho algo y sólo poste-riormente hemos concebido la vida como una propiedad esencialde todos los seres vivos y hemos acuñado ese nombre univer-sal (vida) que no corresponde a ninguna realidad independiente,ni dentro ni fuera de la mente. Quedan así eliminados tanto elplatonismo como el aristotelismo como explicaciones válidas dela realidad.

Luego afirma Hobbes que damos nombres a los nombres mis-mos (por ej.: universal, general, equívoco, etc.) y a las formasdel discurso (narración, sermón, oración, etc.). Aparece así enHobbes la idea de lo que se llamará más adelante metalengua-je. En De Corpore, Hobbes clasifica los nombres según este cri-terio en nombres de primera y de segunda intención:

Los de primera intención son los nombres de las cosas como'hombre', piedra'; los de segunda son nombres de nombres y deoraciones, como 'universal ', particular', 'género', 'especie', 'silo-gismo'ysimilares. Porqué se llaman de primera unos y de segun-

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da intención otros es difícil de definir, como no sea que la prime-ra intención fuera la de dar nombres a las cosas que se referíana la vida cotidiana, y después, la preocupación secundariahabría de ser para las cosas propias de la ciencia, es decir, darnombres a los nombres.22

La diferencia ya anotada entre palabra y nombre queda puestade relieve en un pasaje de Danford, quien emplea allí esos tér-minos aparentemente como sinónimos, pero en rigor los estádiferenciando, anticipándose a algo que luego afirmará Hume yserá retomado por el positivismo lógico contemporáneo:

El hecho de que los nombres sean enteramente una cuestión deconvención, según Hobbes, apunta al hecho de que gran partede Ias disputas filosóficas no son sino disputas acerca de pa-labras cuyos significados no están establecidos.23

Es decir, la disputa es acerca de meras `palabras' (sentido res-tringido) que nada significan, no acerca de los nombres, a losque se ha atribuido un significado convencional del que esdeber del filósofo no apartarse.

Finalmente, y quizá sea esto sea lo más notable y distintivo dela concepción hobbesiana del lenguaje, es que este es previo ala razón pues, según Hobbes, no hay razonamiento sin lengua-je. Sin los nombres, la razón no tendría objeto al que aplicarse,y como ella no es para Hobbes una facultad en sentido ontológi-co sino un modus operandi propio de la mente humana, serápreciso primero nombrar y definir, para luego mostrar las conse-cuencias de esos nombres. Para nombrar, como hemos afirma-do, bastaría con el entendimiento.

Señala Hobbes que los griegos emplearon una misma palabrapara lenguaje y razón (logos), no porque pensaran que no habíalenguaje sin razón, sino a la inversa (Cf.EW,III,IV,25). Agregaque al acto de razonamiento lo llamaban silogismo y que éstesólo era posible mediante el lenguaje. En efecto, pese al carác-ter formal del silogismo, nunca hubieran llegado a construirninguno sin los nombres. Primero fue necesario mostrar las con-secuencias a partir de nombres, antes de alcanzar un grado de

formalización que pudiese prescindir de ellos, es decir, de exhi-bir su estructura formal independientemente de los contenidos.

Es curioso, sin embargo, que Hobbes afirme que hay nombresque carecen de significado, cuando en ese caso se trataría demeras `palabras'. Los ejemplos que da de esta anomalía son:

cuando son nuevos y su significado no ha sido explicado aúnpor una definición, como es el caso de muchos términos acuña-dos por escolásticos y filósofos perplejos [..J o cuando los hom-bres hacen un nombre con otros dos, cuyos significados soncontradictorios e inconsistentes como (...] 'sustancia incor-pórea'" (EW,loc.cit.).

Volveremos sobre este tema al referirnos a los `abusos dellenguaje'.

Proposiciones y definiciones

Para Hobbes, el conocimiento o ciencia es un sistema de pro-posiciones y "la proposición consiste en la unión de dos nombres(sujeto y predicado) por la cual uno concibe que el segundonombre designa la misma cosa que designa el primero. La unióndel sujeto y el predicado remite, pues, a una cosa idéntica"24.De aquí se infiere que para Hobbes todas las proposiciones, almenos las verdaderas, son analíticas. La ciencia con la que ejem-plifica Hobbes la marcha correcta del razonamiento o recta razónes, naturalmente, la geometría, cuyo modelo trata de aplicar a to-dos los campos del conocimiento. Así, afirma en The Elements:

[Los geómetras] proceden de los principios más bajos y humil-des, evidentes aun para la capacidad más deficiente; avanzan-do lentamente y con el más escrupuloso razonamiento, es decir,de la imposición de nombres infieren la verdad de sus primerasproposiciones, y de dos de !as primeras una tercera...y así suce-sivamente.25

En cuanto a las definiciones, hemos visto que su función es ex-plicar el significado de los nombres y están, por tanto, en la basede la demostración. Ellas, no menos que los nombres, depen- UNTREF VIRTUAL | 6

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den de la voluntad de quien las formula. No obstante, pareceríaque su dependencia de los nombres las hace menos arbitrariasque éstos. Pero como, según señala Krook en un artículo ya ci-tado, todas las definiciones son para Hobbes nominales, nuncareales, éste se habría quedado en el piano meta-lingüístico, esdecir, más bien que de ciencia, Hobbes se ocuparía del lengua-je de la ciencia, pero no habría construido un lenguaje-objetoque le permitiera descubrir verdades científicas propiamentedichas.26

Por otra parte, las definiciones son proposiciones y hemos dichoque para Hobbes éstas son todas analíticas. Es decir, las defini-ciones también son meramente analíticas, o como las llama Krook,`nominales'. En consecuencia, sólo la geometría exhibe un ca-rácter científico y toda otra ciencia deberá construirse, comopara Descartes, more geometrico. Pero, a diferencia de Descar-tes, no hay según Hobbes ideas y proposiciones innatas quegaranticen la universalidad de las verdades físicas y metafísi-cas. Declara Hobbes en el Leviatán:

Y por tanto en geometría, que es la única ciencia que Dios haquerido hasta ahora otorgar a la humanidad, los hombres co-mienzan por establecer los significados de sus palabras, a! cualestablecimiento de significados le llaman definiciones y las colo-can al comienzo de su cálculo (EW,I,4,23-4. Énfasis del autor).

En cuanto a la física, parece innegable, como sostiene Bertman,que en el sistema de Hobbes "hay una brecha entre la teoríafísica y el mundo, porque en esta ciencia, a diferencia de lamatemática y de la filosofía civil, no construimos su contenidonosotros mismos".27

Usos y abusos del lenguaje

Mientras que en The Elements of Law y en el Leviatán Hobbeshabla de los usos del lenguaje, en De Nomine se refiere a susventajas. Si bien algunas de ellas se solapan con los usos deque trata en The Elements y en el Leviatán, hay otras que apa-recen exclusivamente en De Nomine. En primer lugar, señala enésta última obra que los términos numerales nos permiten con-

tar y medir, añadir, sustraer, multiplicar, etc. Se refiere en princi-pio a las operaciones matemáticas y sus diversas aplicaciones:

Por estas cosas las enormes ventajas de la vida humana hansuperado ampliamente la condición de otros animales. Porqueno hay quien no sepa cuánto se usan estas artes en la mediciónde los cuerpos, el cálculo del tiempo, la computación de los mo-vimientos celestes, la descripción de la faz de la tierra, la nave-gación, la erección de edificios, la construcción de máquinas yotras cosas necesarias. Todas ellas proceden de la numeración,pero la numeración procede del lenguaje.''28

Si a esto agregamos que para Hobbes la razón misma es cálcu-lo, comprenderemos que este uso del lenguaje no se limita a lanumeración y medición de orden matemático sino a todo proce-so en que interviene la razón. Mientras que el discurso mentales una mera sucesión de pensamientos o fantasmas de la men-te relacionados por simple asociación y el discurso verbal la tra-ducción de esa sucesión a una sucesión de nombres, el cálcu-lo, surgido después de la invención del lenguaje, es el empleode la razón en la demostración.29 Por eso quizás implique unadiferencia hablar de las 'ventajas relacionadas con el lenguaje',como en De Homine, y de usos, como en las otras obras men-cionadas. Puede incluso haber usos que no constituyan unaventaja, que no sean 'beneficiosos'.

Por de pronto, el cálculo no parece ser un uso del lenguaje sinode la razón, que emplea al lenguaje como un medio para regis-trar, comunicar, etc., los cálculos que han requerido previamentela invención del lenguaje. Vemos, pues, en qué sentido el lengua-je 'precede' según Hobbes a la razón. Para nombrar y compren-der los nombres y su sucesión nos basta con el entendimiento; ala razón le están reservadas funciones superiores. Entre el empi-rismo y el racionalismo de Hobbes el puente es, pues, el lenguaje.

De ahí también su nominalismo: dado que el cálculo racional noes acerca de lo particular sino de lo universal y que la razón cal-cula con nombres y proposiciones -que no son sino la unión dedos nombres- se sigue que éstos últimos habrán de ser univer-sales y ésta es la única universalidad que Hobbes admite. UNTREF VIRTUAL | 7

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No obstante, según Bertman, Hobbes no es un nominalista ex-tremo, puesto que admite que "el lenguaje opera con concepcio-nes derivadas de los sentidos y el orden de tales concepcionesno es radicalmente arbitrario".30 En mi opinión, esto puedeinterpretarse en el sentido de que su nominalismo no lo condu-jo al idealismo, como en e! caso de Berkeley. Por otra parte, enpalabras de Robinet, "el cálculo de consecuencias nominaleslibera al ser humano del hìc et nunc de las apariencias fundan-tes del discurso mental".31 Esto apoya mi tesis de que el len-guaje es para Hobbes el nexo entre experiencia y razón.

Sacksteder, por su parte, señala que el nominalismo es unamanera tradicional de hacer filosofía del lenguaje.32 En efecto,son los nominalistas de todas las épocas quienes más se pre-ocuparon por el análisis del lenguaje. Al eliminar las esencias yhacer residir la universalidad requerida por el conocimiento cien-tífico en los nombres, debieron definir éstos rigurosamente parahacer de ellos un uso unívoco. El nominalismo de Hobbes resul-ta, en este sentido, paradigmático.

En el Leviatán, Hobbes menciona como primer uso del lengua-je el de registrar nuestros propios pensamientos, es decir, tra-ducir nuestro discurso mental al verbal. En este contexto, losnombres funcionan como marcas o señales, las cuales consti-tuyen lo que hoy en día llamaríamos un lenguaje privado.

El segundo uso consiste en manifestar a otros el conocimientoque hemos alcanzado. En este caso, los nombres operan comosignos, cuya función es la que comúnmente llamamos informa-tiva. Hobbes llama a este uso del lenguaje 'enseñanza' o 'con-sejo'. En De Homine también aparece este uso entre los que enesa obra Hobbes llama beneficios o ventajas del lenguaje. Perola mejor definición de dicho uso es, a mi criterio, la que apareceen The Elements:

El primer uso del lenguaje es el de expresar nuestras concepcio-nes, es decir, engendrar en otros las mismas concepciones quetenemos en nosotros mismos; y a esto le llamamos enseñar.33

Agrega que si nuestras palabras producen en la mente del otrolos mismos pensamientos que tenemos en nuestra mente, con

igual grado de comprensión o evidencia, diremos que él ha apren-dido lo que queríamos transmitirle. O sea que la evidencia es,para Hobbes, "la concomitancia de las concepciones de un hom-bre con sus palabras" y puede serle transmitida a otro junto conellas. Pues si no se da esa evidencia en el que habla ni en elque escucha, se trata de persuasión, es decir, de una meratransmisión de opiniones. No obstante, según Johnston, la per-suasión, en este filósofo, no está reñida con la razón. Refirién-dose a The Elements, afirma:

Su intención es claramente la de persuadir, alterar la opinión desus lectores, y al hacerlo, producir impacto en la política contem-poránea. Pero los medios que Hobbes emplea para alcanzarestos fines son, principalmente, los medios científicos de la lógi-ca y la demostración racional.34

Sin discutir las intenciones personales de Hobbes al redactarThe Elements of Law, quiero señalar que en esta obra apareceotro uso del lenguaje, al que Hobbes da el nombre de "instiga-ción o apaciguamiento", el cual consiste en "aumentar o dismi-nuir recíprocamente nuestras pasiones". Y agrega que, "mientrasque en la persuasión nuestro fin es obtener la opinión por mediode la pasión...,[en la instigación y el apaciguamiento] el fin esdespertar la pasión por la opinión" 35. Si, como se desprende dedistintos pasajes de su obra, 'opinión' es el término empleadopor Hobbes para significar lo que Platón llamó doxa, oponién-dola a la episteme o ciencia, y que por la opinión no se 'enseña'sino meramente se 'persuade', no parece verosímil que consi-dere factible, como afirma Zarka, inducir la ciencia por medio dela opinión, o sea, "persuadir a sus lectores de adoptar sus con-clusiones acerca del 'derecho y la política' probando la verdadde esas conclusiones científicamente, por demostración lógica"36,puesto que la persuasión parece ser más bien un 'mal uso' y noun uso recto del lenguaje.

Vemos que Hobbes emplea a veces términos tradicionales ensentido tradicional, mientras que otras veces da a los viejos tér-minos un sentido distinto, o acuña nuevos términos cuando nopuede recurrir a otros ya establecidos. Al respecto, observaSacksteder que Hobbes se enfrentó con el problema de traducirla filosofía tradicionalmente escrita en latín a una lengua verná-

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cula y a la vez confrontar los sentidos que adoptaría en supropia filosofía y aquéllos que rechazaría. Es decir, la búsquedade palabras adecuadas en inglés para expresar su pensamien-to filosófico se encuentra con una doble dificultad: en primerlugar, la filosofía inglesa anterior a él, con excepción de algunaobra de Bacon -a quien Sacksteder considera mucho menosconsciente de los problemas del lenguaje que a Hobbes- noestaba escrita en inglés sino en latín. En segundo lugar, necesi-taba acuñar nuevos términos para conceptos que no podían servertidos en 'odres viejos'.37

A esto quiero agregar que me parece plausible que la comuni-cación como enseñanza haya sido precedida por la 'mera comu-nicación' o aun por la persuasión, en razón de lo que Robinetllama la "urgencia de la comunicación".38 Es comprensible queel hombre en estado de naturaleza sienta esa urgencia, pues sicada uno permanece aislado en el temor a los demás, encerra-do en la subjetividad de su discurso mental y las 'marcas' queha inventado para retenerlo y evocarlo para sí mismo, nunca po-drá liberarse de esa existencia "solitaria, pobre, desagradable,brutal y breve". Es decir, cuando la razón, engendrada por ellenguaje, les dicta a los hombres la necesidad de asociarse, al-gunas marcas comienzan a funcionar como signos para queellos puedan comunicarse unos a otros, en primer lugar, el terri-ble temor compartido a una muerte violenta. Esto parece lógica-mente previo a la transmisión de conocimientos propiamentedichos. Bastaría, en esta instancia, con que los hombres se per-suadieran de la necesidad de unirse para poner fin a la amena-za constante que pesa sobre ellos en el estado natural. Pero,por otra parte, como Hobbes considera que es la razón, 'unidaa la pasión', la que lleva a los hombres a pactar, y como el len-guaje es anterior a la razón, debe existir necesariamente algu-na forma perentoria de comunicación, es decir, algunas marcasdeben transformarse en signos y su enlace en discurso verbalintersubjetivo o público ya en el estado de naturaleza.

En este mismo sentido, Zarka observa que "el lenguaje estable-ce un espacio de interlocución sobre el cual reposan la elabo-ración y la transmisión del saber"39. Según mi interpretación,dicho espacio debe crearse antes del pacto y como condición de

él, no siendo necesaria más que una información sumaria res-pecto de los beneficios que aportará la paz, el mayor de los cualeses alejar el fantasma de la muerte violenta. Si queremos especu-lar sobre quién o quiénes serán los informantes y quiénes losinformados, podemos llegar a la conclusión de que el hombre ogrupo de hombres más lúcidos -los 'informantes'- serán los queasumirán el poder, y sólo pactarán los que hayan recibido el men-saje como enseñanza o simplemente como persuasión.

Más difícil parece imaginar que 'todos los hombres' lleguen enun momento dado a la misma resolución 'por cuenta propia', quedado el sentido que da Hobbes al término 'cuenta'(computatio),equivale al uso de la razón. Tal vez esto permita comprender elcarácter 'racional' asignado al gobierno en la república. No obs-tante, la ambición de poder es una de las pasiones que debeposeer en gran medida quien acepte la cesión de derechos porparte de los componentes del grupo social que le da mandato.De ninguna manera el monarca hobbesiano puede ser compara-do al rey-filósofo platónico, quien no deseaba gobernar y debíaen consecuencia ser obligado a ello. Este vínculo entre racional-idad y ambición de poder se ve bien claro en el gobierno porconquista, que no podría basarse puramente en la razón, perotampoco ser exclusivamente el producto de pasiones irraciona-les, pues dicha irracionalidad lo debilitaría frente a seres presun-tamente racionales que lo aceptarían por un cálculo respecto desu seguridad y supervivencia, pero podrían emplear despuésese mismo cálculo para rebelarse, ante el menor signo de debil-idad por parte del conquistador.

Otra ventaja del lenguaje que aparece en De Nomine, es la posi-bilidad de dar órdenes y de comprender las órdenes que se nosimparten. Hobbes lo considera como el 'mayor beneficio' dellenguaje:

Porque sin esto no habría sociedad entre los hombres, ni paz y,en consecuencia, ninguna disciplina, sino, primero, salvajismo yen consecuencia, soledad y las cavernas por morada.40

Este 'beneficio' corresponde obviamente a lo que actualmentellamamos uso directivo del lenguaje. Aparece en The Elements UNTREF VIRTUAL | 9

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desdoblado en dos usos: como expresión de apetito de que algosea hecho por otro, es decir, como pedido o plegaria; y como ex-presión de intención, es decir, 'como promesa, amenaza y orden'.

Agrega Hobbes que cuando la orden es la razón suficiente paramovernos a la acción, la llamamos ley.41 Diré algo más acercade las promesas al referirme al uso realizativo del lenguaje eneste filósofo.

Los últimos usos o ventajas del lenguaje de que hemos hechomención no aparecen específicamente tratados en el capítulodel Leviatán acerca de ese tema, a pesar del importante papel quedesempeñan en esa obra tanto las promesas como las órdenes.

En The Elements se agrega el uso del lenguaje como expresiónde apetito, como por ejemplo el apetito de conocimiento, expre-sado por la forma interrogativa.42 Dado que en dicha obra in-cluye esta forma del lenguaje junto a las órdenes, puede decirseque corresponde igualmente al uso directivo de aquél.

Señala finalmente en The Elements la necesidad de tener encuenta el contexto en que las palabras son pronunciadas, asícomo los gestos y acciones de quien habla, los cuales nos per-miten conjeturar sus intenciones. Pero no queda duda de que elvehículo irás directo e idóneo de la comunicación interhumanason las proposiciones, de cuya verdad, que sólo a ellas compe-te, depende que los hombres puedan entenderse unos a otrosy colaborar en la conservación de las instituciones y en el pro-greso científico, las dos ocupaciones más altas y beneficiosasque, según Hobbes, es dable imaginar.

En el Leviatán, Hobbes añade a los usos del lenguaje ya men-cionados el de "agradarnos a nosotros mismos, jugando connuestras palabras por placer u ornamento, inocentemente"(EW,III,I,20).

En De Homine, acota, como corolario final, que "es comprensi-ble cuánto debemos al lenguaje, por medio del cual, habién-

donos unido y acordado pactos, vivimos en seguridad, felicidady refinamiento'.43

A las ventajas o usos del lenguaje, Hobbes hace corresponderdesventajas (De Homine) o abusos (Leviatán). En De Homineseñala que el hombre no sólo es capaz de invenciones benéfi-cas sino también de inventar errores, los cuales son sumamenteperjudiciales:

[…] si lo quiere (y lo querrá toda vez que parezca promover susplanes) el hombre puede enseñar lo que sabe que es falso delas obras que ha heredado, es decir, puede mentir y hacer quelas mentes de los hombres sean hostiles a las condiciones de lasociedad y de la paz.44

Así, los que aceptan precipitadamente las palabras de filósofosy escolásticos "creen estar diciendo algo cuando en realidad nodicen nada".

En el Leviatán hace corresponder puntualmente cuatro abusosa los usos allí mencionados, que son, según hemos visto:

1) registrar nuestros pensamientos;

2) aconsejar y enseñar a otros;

3) hacer conocer nuestras voluntades y propósitos;

4) deleitarnos a nosotros mismos y a otros.

El primer abuso -o mal uso- es el registro erróneo de nuestrospensamientos por "una inconstancia de la significación de laspalabras". En numerosas oportunidades Hobbes insiste en lanecesidad de que el filósofo establezca claramente el sentido delos términos que emplea, para evitar ese abuso. Otro abusoreside en engañar a otros, es decir en usar "metafóricamente laspalabras, esto es, en un sentido distinto de aquél para el quefueron ordenadas". El tercer abuso consiste en declarar una in-tención que no se tiene y el cuarto en agraviar de palabra a otros

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-que aparece como lo opuesto a''deleitarnos a nosotros mismosy a otros" mediante el lenguaje.

Vemos, pues, que al uso consistente en transmitir conocimientoa otros se opone el abuso "metafórico" de Ias palabras. Estoparece contradecir lo que Hobbes considera como un buen usodel lenguaje, es decir, el de deleitarnos a nosotros mismos y alos demás, ya que al parecer esto se logra, al menos en buenaparte, mediante el uso de metáforas, como Ias empleadas en li-teratura y en la poesía. Pero aparte de referirse a ese uso "ino-cente" de Ias metáforas, él mismo Ias emplea como instrumen-to eficaz en su propia teoría política. Así, por ejemplo, en elCapítulo XII del Leviatán recurre al mito de Prometeo para ilus-trar la condición del hombre que intenta mitigar su temor a lamuerte con la esperanza en una vida futura:

Porque así como Prometeo que, interpretado, es el hombre pru-dente, fue atado a la colina del Cáucaso, un lugar con una ampliaperspectiva, donde un águila que se alimentaba de su hígado, de-voraba durante el día tanto como era restaurado durante lanoche; así al hombre que mira demasiado lejos hacia adelantecon la preocupación del tiempo futuro, le roe durante todo el díael corazón el temor a la muerte, a la pobreza u a otra calamidady no tiene alivio ni reposo de su ansiedad, excepto en el sueño(EW, III,XII,I, 95).

De la misma manera, con el fin de hacer comprender a los hom-bres la necesidad de someterse al soberano y acatar sus órde-nes, así como los males ligados a la guerra civil y a la sedición,Hobbes ha considerado apropiado comparar la república con elmonstruo bíblico que da título a su obra política cumbre. Sólocensura, pues, Ias metáforas, cuando su propósito es engañar,pero no cuando se las emplea para que todos comprendan lanecesidad del pacto y la sumisión al soberano.

3. La dimensión pragmática del lenguaje

Esta dimensión tiene particular importancia en Hobbes, ya quelos actos institucionales por los cuales se instaura la república,

o se pacta entre los súbditos acerca de otras cuestiones deinterés recíproco dentro de un marco legal, son actos de hablay los hablantes son quienes establecen -por la palabra misma-la validez de dichos pactos. Al respecto, señala Robinet:

Advirtamos solamente que todo lo que en la obra precede a laaparición del contrato es pre-lingüístico: como si, estructural-mente, Hobbes sólo pudiera disertar acerca del derecho naturalsin la presencia del lenguaje; por el contrario, el contrato socialhace intervenir la legalización lingüística, hablada y escrita, sinotros signos que la palabra, etc.,... En efecto, 'hacer contratos'es una de las ciencias que derivan del uso de la palabra, deacuerdo con el Leviatán inglés, y estas ciencias conciernen a lojusto y lo injusto.45

Por una parte, el acto de pactar, según su descripción, es prác-ticamente reconocido por Hobbes como lo que Austin llamará unenunciado 'realizativo' o 'performativo', ya que no basta con lasintenciones para que haya contrato, sino que es necesario quese pronuncien las palabras que lo sellan. Por otra parte, hacetambién referencia al contexto en que dichas palabras son pro-nunciadas. Cuando Hobbes afirma que "sin la espada las con-venciones son sólo palabras", se refiere a que el pacto requiereque se avizore en el entorno la presencia de aquel hombre ogrupo de hombres llamado a garantir el cumplimiento de lo pac-tado. La ceremonia del pacto requiere, pues, un poder superior,que es convocado en ese preciso momento, al que los contra-tantes cederán su derecho a todas las cosas a cambio de laseguridad y la paz. Pues sin un poder potencial pre-existente, elcontrato social no se hará efectivo, como si dijéramos 'sí juro' sinla presencia de un juez o de otra autoridad que otorgue a nues-tras palabras el carácter de una promesa formal. Y si llamo aese poder 'potencial' es porque no puede comenzar a ejercerseantes de que los hombres hayan pactado.

El pacto hobbesiano requiere mayor imaginación y racionalidadque si todos pactaran, como en el caso de Locke, ya que en esteúltimo caso se comprometen simultáneamente las voluntadesde gobernados y gobernantes, disponiéndose unos a obedecery otros a legislar y a poner en vigencia las leyes. En el pacto de UNTREF VIRTUAL | 11

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Hobbes, en cambio, hay una pasión (el temor a la muerte violen-ta), un elemento imaginario (la 'figura' del soberano), un 'cálcu-lo' de causas a consecuencias y un enunciado realizativo quepronuncian a la vez todos los futuros súbditos.

Señala Zarka que todo uso del lenguaje ejerce una función den-tro de un contexto. Dicha función y dicho contexto definen ladimensión pragmática del lenguaje. Según esto, podemos decirque si para Hobbes, en el caso del pacto, el enunciado no essólo un acto locucionario sino también ilocucionario, y éste seda en un contexto específico, el filósofo de Malmesbury des-cubrió todos los usos del lenguaje reconocidos por la filosofíacontemporánea.

Locke

En el Libro III del Ensayo sobre el entendimiento humano, Lockese ocupa de manera sistemática del lenguaje, cuya función espara él primordialmente social, ya que Dios lo habría otorgado alos hombres para instituir y mantener la sociedad, dotándolospara ello de órganos adecuados para emitir sonidos articuladosy, además, de la capacidad de emplearlos como signos de susconcepciones internas.

De ese modo, cada hombre puede comunicar a otros sus pen-samientos, Esto nos plantea algunas dificultades. La primera deellas, señalada por el propio Locke, es que si necesitáramos unsigno distinto para cada una de las ideas particulares que apare-cen o se forman en nuestra mente, el número de signos se mul-tiplicaría prácticamente al infinito. Ni siquiera nosotros mismosseríamos capaces de retenerlos como marcas de nuestros pro-pios pensamientos y menos aún cabría esperar que otros losretuvieran al serles transmitidos.

1. Ideas y palabras generales

De la necesidad de una comunicación eficaz surgen para Lockelos términos generales. Pero lejos de concebirlos como meras

palabras, a la manera de los nominalistas, considera que debenexistir ideas generales a las cuales correspondan. (Cf. ECHU,III, III,7- 11l ) La necesidad de comunicación obliga, pues, a loshombres, no sólo a inventar palabras para ideas particulares,sino a concebir ideas generales. Así, un término general designaen cierto modo una pluralidad de ideas particulares, pero comoesto no resuelve tampoco el problema de la simplificación re-querida para entendemos en las distintas circunstancias de lavida a que apunta la teoría del lenguaje en Locke, el hombreforma en su mente, de acuerdo con dicha teoría, ideas gene-rales. Esto plantea un problema, puesto que Locke ha afirmadoque todas las ideas son particulares y se encuentran siempre enla mente de individuos particulares.

¿Qué es, pues, para Locke, una idea general? Deberá ser laidea de una clase, especie o género de cosas, pero como paraLocke los universales no existen in re ni ante rem, resultan serconceptos a los que el entendimiento llega abstrayendo los ras-gos comunes a un conjunto de ideas particulares. Lo que lasreúne en dicho conjunto no es, pues, una forma específica, sinosólo ciertas cualidades observables que se presentan habitual-mente juntas. La idea general deberá representará todas lascosas de una clase y no ser representante de ninguna en parti-cular. Como no hay ideas en un mundo suprasensible y Ias esen-cias reales de las cosas, cuya existencia Locke admite, no soncognoscibles excepto por aproximación o parcialmente, serápreciso formarnos una 'idea general' que no coincidirá exacta-mente en todas las mentes sino sólo en la medida necesariapara entender - cada uno según su grado de conocimiento- loque los términos generales designan.

Así, por ejemplo, la palabra 'oro' representará para el sujeto Aalgo amarillo, duro y brillante, y para el sujeto B, que ha realiza-do un experimento químico, además de reunir las característi-cas mencionadas, comprenderá la de ser soluble en agua regia.Puede ser que el sujeto A se equivoque y designe como 'oro' al-go que no lo es, porque su idea incompleta de esa sustanciapermite la posibilidad de hacerla coincidir con la de otra cosa su-ficientemente semejante, pero podemos admitir sin esfuerzo quecuando un científico y el vulgo hablan de 'lo mismo', sólo cono- UNTREF VIRTUAL | 12

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cen por grados mayores o menores de aproximación aquelloque nombran con un mismo término. Del mismo modo, en lavida cotidiana nos entendemos suficientemente bien unos a otrosempleando términos que aplicamos a ideas lo bastante seme-jantes como para garantir una comunicación efectiva.

Locke es, pues, en cierta medida, un conceptualista, aunque losconceptos no constituyan para él una garantía absoluta de co-nocimiento de la realidad. No es un nominalista, que parece serla posición adoptada más comúnmente por la filosofía tradicio-nal británica, pues en ese caso sólo los nombres sería univer-sales y designarían una mera pluralidad de ideas semejantes;pero Locke aclara que en ese caso "hombre y hombres signifi-carían lo mismo"(ECHU, III, III,12). Considera demostrado que'hombre' designa una idea general o abstracta.

2. Los signos verbales y escritos

Locke considera los 'sonidos articulados' o palabras como lossignos externos que mejor se prestan para comunicar nuestrospensamientos, pero no explica por qué, aunque de hecho puedamostrarse que es así.

¿Por qué, por ejemplo, no cumplirían mejor esa función losgestos que emplean los sordomudos para comunicares entresí? ¿O las pinturas rupestres, como por ejemplo las de las gru-tas de Altamira?

Quizá la explicación resida en que la gran variedad posible decombinar sonidos es mucho más amplia que la de producir expre-siones gestuales y que no todos los hombres poseen las mismasaptitudes para simbolizar pictóricamente sus pensamientos.

El hecho es que los signos verbales fueron, si no los primeros queel hombre empleó, al menos los que prevalecieron en la comuni-cación de ideas, y continúan prevaleciendo en la vida cotidiana.

Podría sostenerse, como lo hace Hobbes, que se produjo unimportante cambio en las condiciones de comunicabilidad cuan-

do se inventaron las letras o signos gráficos, que alcanzaron lamisma extensión y a veces mayor fidelidad significativa que lossignos verbales, pero Locke no alude a este hecho. No obstan-te, Yolton, refiriéndose a un pasaje de Kretzmann48 en que ésteúltimo considera a todas las palabras como ideas, enfoca la cues-tión desde una perspectiva singular. Señala que las palabrashabladas y las palabras escritas tienen distinto status ontológi-co, ya que las primeras (sonidos) son cualidades secundarias y,como tales, meras ideas, mientras que las segundas, por tenerforma y tamaño, son cualidades primarias y en consecuenciatienen alguna realidad 'física' fuera de la mente.49 Pero tampo-co se ve claramente cómo esto podría afectar la teoría de lossignos de Locke.

Lo que Locke recalca es que no existe una conexión naturalentre sonidos articulados e ideas, pues en ese caso habría unaúnica lengua (ECHU, II, 1) mientras que después de Babel sur-gieron muchas.

Las palabras son, pues, signos voluntarios, impuestos a lo únicoque el hombre percibe: sus propias ideas. Una vez establecidosy fijados, servirán para que otros, al oírlos, formen en sus menteslas mismas ideas. Al respecto, señala Michael Ayers que Locke,"habiendo, según creyó, establecido la prioridad lógica de Iasideas y la predicación mental sobre las palabras y la predica-ción verbal, de modo que las primeras se establecen en princi-pio independientemente de las segundas, luego volvió atráspara admitir lo que podía restar de la importancia psicológica dellenguaje como un auxiliar del pensamiento general".50

3. La comunicación del pensamiento

No hay inconveniente en admitir en la teoría de Locke, pese aque desarrolla mucho menos este aspecto que Hobbes, almenos dos usos del lenguaje: retener nuestros propios pensa-mientos en la memoria y comunicarlos a otros. Pero para ello,cada hombre debe suponer que sus ideas son también marcasen la mente de otros hombres; sin este requisito, la comunica-ción sería imposible. Las palabras son, pues, condición necesa- UNTREF VIRTUAL | 13

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ria pero no suficiente de la vida social que, a diferencia del len-guaje, se da según Locke 'naturalmente' en sus formas rudi-mentarias. Es porque el hombre es social por naturaleza quebusca comunicarse y al inventar el lenguaje, puede transmitirmediatamente a otros sus ideas y 'descubrir' la coincidencia deéstas con las de sus semejantes. Dicho descubrimiento ha dehaberle producido sin duda un gran placer, como observamosen los niños cuando empiezan a comprender el lenguaje y ahacerse comprender por los demás por intermedio de éste. Demodo que en los hombres se manifiesta primariamente la socia-bilidad natural en el hecho de compartir ideas que significan lasmismas cosas y de poder intercambiarlas cada vez con mayoramplitud y precisión.

Así, pues, puede decirse que para Locke hay una triple relaciónsignificativa o 'representativa'. Las ideas son signos (inmedia-tos) de cosas y las palabras son signos (inmediatos) de ideas y(mediatos) de cosas. Esto asegura los canales de comunicaciónque hacen de la institución social un hecho que no requiere más'artificio' que ciertas convenciones que los hombres están habi-tuados a aceptar ya en el estado de naturaleza.

La teoría esbozada en el párrafo anterior no excluye otras posi-bilidades de transmisión más directa en la vida cotidiana. Parael hombre común, señala Locke, las palabras representan larealidad misma de las cosas. Esto se debe a que se produceuna conexión tal entre determinados sonidos y las ideas querepresentan (stand for) que en cuanto las oímos producen ennuestra mente las ideas 'como si' los objetos mismos, en lugarde sus nombres, afectaran nuestros sentidos. Para ello es indis-pensable, naturalmente, que esos objetos hayan efectivamenteimpresionado nuestros sentidos en diversas ocasiones anterio-res y que hayamos oído y repetido las palabras que los designan.Esta función cuasi-empírica de los signos verbales no afecta ennada, sino más bien refuerza, la teoría empirista de Locke. La ex-periencia está siempre en el origen de todo acto del entendimiento.

Yolton ha resaltado el carácter instrumental que Locke atribuyetanto a las palabras como a las ideas, ya que ambas son signosque nos permiten orientarnos en la práctica cotidiana y en laactividad científicas.51

Pero esto no significa que para Locke no pueda existir un pen-samiento no verbalizado. Tal es, por ejemplo, el caso de nues-tras primeras ideas de objetos sensibles y de nuestros propiosestados internos cuando aún no hemos aprendido a hablar nues-tra lengua materna, y también el de esas ideas generales queformamos nosotros mismos y para las que luego acuñamos unnombre, si bien con más frecuencia descubrimos que ese nom-bre ya existe y que la idea que designa se corresponde con laque está en nuestra mente. La posibilidad de enriquecer nues-tra mente con nuevas ideas corre pareja con la de enriquecernuestro lenguaje, de lo que encontramos abundantes ejemplosen la ciencia y la tecnología actuales, dado que puede decirseque en esos campos se producen casi a diario nuevos inventosy descubrimientos, los que dan origen a una infinidad de neolo-gismos que se incorporan, no sólo al lenguaje científico sino,incluso, al lenguaje ordinario.

Es importante aclarar que, desde el punto de vista de Locke,pese al origen empírico de todas nuestras ideas simples y nues-tras ideas complejas de sustancias, sólo por quedar ellas aso-ciadas a nombres permiten constatar, por ejemplo, que doshombres están 'viendo' lo mismo. Puedo dar por supuesto quemi vecino ve el mismo objeto que yo cuando ambos dirigimos lavista en la misma dirección, pero sólo al verbalizar nuestra expe-riencia tenemos la certeza de que es así. Uno de ambos podríadecir: "veo a lo lejos una vaca" y el otro: "veo a lo lejos un caba-llo". Una de las proposiciones será necesariamente verdadera yla otra falsa -o ambas falsas- pero para establecerlo será preci-so contrastar por medio del lenguaje los pensamientos corres-pondientes. En cierto modo, ambos estamos viendo "lo mismo",aunque uno de los dos se forme una idea que lo lleve a confun-dir el objeto visto con otra cosa. En realidad, lo que difiere sonsus respectivas 'ideas', pero lo que aclarará el disenso serán losdistintos nombres que emplearán al intentar comunicarlas. Estohace del lenguaje, no sólo un instrumento importante de comu-nicación, sino de posible corrección de nuestras ideas, sobretodo en casos menos simples que en el del ejemplo.

Otra cuestión que Locke toma en cuenta es que a veces -yo di-ría con frecuencia- las palabras se aprenden antes que las ideasa las cuales corresponden por estipulación previa, pero sólo

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adquieren sentido para quien las oye y las repite cuando se pro-duce la asociación palabra-idea, un proceso que puede resultarsencillo en el caso de las ideas simples, pero más dificultosopara las ideas complejas, sobre todo las de modos mixtos, queno pueden ser adquiridas por métodos ostensivos. Locke con-sidera que en éste último caso no queda otro recurso que ladefinición, dando por supuesto que se comprenden los significa-dos de las palabras que se emplean para formularla:

"Creo que existe acuerdo en que la definición no es sino la mos-tración del significado de una palabra por medio de varios otrostérminos no sinónimos" (ECHU, III, IV, 6), es decir, con la sal-vedad de que lo definido no forme parte de la definición. Perocomo no podemos definir los nombres de ideas simples, éstasse adquieren sólo por la impresión que los objetos hacen ennuestra mente. Aunque por asociación frecuente los nombresde ideas simples se convierten en signos de éstas, no podemosdarlas a conocer a otros sino ostensivamente, o sea mostrandoo señalando aquello a lo que aplicamos un determinado nombre.

Por ejemplo, si quisiera hacer comprender a alguien el sentidode la palabra 'luz', no lo lograría a menos que el otro tenga ya laidea en su mente; y sería en vano intentar definirla. Podría defi-nir la causa de la luz, pero no estaría definiendo a ésta, dadoque la causa de una sensación y la sensación misma son dosideas distintas (Cf. ECHU, III, IV, 1O). No obstante lo cual, Lockeconsidera que los nombres de ideas simples son por lo generalmenos dudosos que los de ideas compuestas -como las de sus-tancias y modos mixtos- y que no hay mayor dificultad en llegara un acuerdo sobre su significado.

Los nombres de modos mixtos, a los cuales nos hemos referidoen el Capítulo IV, son definibles y permiten transmitir su signifi-cado a todo ser humano adulto y dotado de entendimiento nor-mal, ya que el primer hombre que acuñó el término elaboró almismo tiempo el arquetipo correspondiente. En palabras deLocke, en el caso de los modos mixtos la esencia nominal coin-cide con la esencia real. Pero no se trata de que tengamos deellos una intuición que nos permita captar su forma específica,

sino que esos modos, no sólo son un producto del entendimien-to sino, en cuanto tales, una manifestación más de la naturalezasocial del hombre: su capacidad de hacer extensivos sus pensa-mientos acerca de las acciones, pasiones y relaciones humanasa los demás miembros de la comunidad.

4. La arbitrariedad de los nombres

Si nos preguntamos acerca del carácter arbitrario de los nom-bres, la respuesta de Locke resulta algo desconcertante. Efecti-vamente, los nombres de modos mixtos -tal como Locke losdefine- son totalmente arbitrarios, mientras que los nombres desustancias serían sólo parcialmente arbitrarios, ya que designanlas ideas, en la mente de cada hombre, de aquellas cualidadesque cada uno ha llegado a conocer por sí mismo o por las ense-ñanzas de otros, sobre cuyas denominaciones ya existe acuer-do (como por ejemplo, amarillo", "duro", "brillante", en el casodel metal llamado oro).

Pero cuando Locke afirma que los nombres de ideas simples"no son arbitrarios en absoluto", pues están "tomados de la exis-tencia de las cosas"(ECHU, III, IV, 17), parece incurrir en unametábasis eis allo genos, ya que las que no parecen ser arbitra-rias son las ideas simples, puesto que ellas, según Locke, pen-etran en la mente por lo sentidos como cualidades que están enlas cosas mismas -al menos las de cualidades primarias. Perodado que sus nombres dependen de una imposición de la volun-tad, son tan arbitrarias, al menos en su primera atribución, comolos de las ideas complejas.

Por otra parte, Locke no establece una distinción clara entre loque considera arbitrario y lo que actualmente consideraríamosconvencional. En ese caso, efectivamente, cuanto mayor acep-tación tenga una convención lingüística -lo que no presentaríamayores dificultades en el caso de los nombres de cualidadessimples- habría menos posibilidades de error o disidencia res-pecto de aquello que designan.

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5. Orden de precedencia de las ideas respecto desus nombres

No me extenderé respecto de los nombres de ideas de modosmixtos, ya que me he referido a ellos en relación con la teoríaética de Locke. Sólo quiero expresar mi disenso en un respec-to. Dice Locke:

Confieso que, al comienzo de las lenguas, fue necesario tenerideas antes de que se les diera el nombre: y así continúa siendocuando, al hacer una nueva idea compleja y dársele un nuevonombre, se hace una nueva palabra. Pero esto no concierne a laslenguas ya existentes, que están generalmente bien provistas [denombres] para las ideas que los hombres tienen ocasión frecuen-te de poseer y comunicar (ECHU, III, V,15).

El párrafo citado parece sugerir que a todos los hombres, en unmomento dado, se les ocurren aproximadamente las mismasideas de modos mixtos y que encuentran en su propio idiomalos términos adecuados para designarlas. El consenso se lograpor definición: cuando todos o la mayoría coinciden en ella, nohabrá duda de que tienen en su mente la misma idea. ¿Pode-mos decir en este caso que una idea general ha precedido alnombre general, o más bien que éste último, al ser explayadoen los términos de la definición, ha suscitado la idea complejacorrespondiente? Si bien Locke ha afirmado que existen térmi-nos generales porque existen ideas generales, ahora pareceadmitir que los primeros son capaces de suscitar las segundas.La conclusión parece ser que el orden de la relación idea-pa-labra con que Locke describe el proceso de la comunicación esun orden lógico y no necesariamente temporal. Es decir, no que-daría excluída la posibilidad de que alguien primero 'inventase'una palabra y luego formase en su mente la colección de ideasa la que la hará corresponder.

Puede suceder que a un poeta o a un escritor, por ejemplo, sele ocurra una cierta combinación de sonidos que no correspon-da a una palabra existente en lengua alguna ni designe ningu-

na idea en la mente de nadie, ni siquiera en la suya propia, y quesu musicalidad o eufonía le sugiera una idea compleja, dejandoal lector la tarea de `interpretar' este nuevo nombre se-gún supropia fantasía o intuición estética. Los niños, por otra par-te, nosólo aprenden primero muchas palabras antes de adquirir lasideas correspondientes, sino que les atribuyen sentidos mu-chomás acordes con su imaginación que los a menudo más pro-saicos que poseen literalmente. Que esto corresponda más biena un análisis psicológico que lingüístico o gnoseológico, no estáreñido con el carácter de las especulaciones de Locke.

También se podría señalar el hecho de que nombres usadoshasta el momento para designar determinadas ideas complejas,adquieren eventualmente un nuevo significado en función de sucontexto retórico o ideológico. La palabra 'burgués', por ejem-plo, se aplicó en sus orígenes al habitante de una ciudad o burgo,para luego adquirir un matiz fuertemente ideológico, a menudoacompañado por adjetivos, como en las expresiones 'un buenburgués' o `pequeño burgués'.

En cuanto a los nombres de ideas de sustancias, tal vez lo másinteresante del planteo de Locke sea que, al no admitir la posi-bilidad de que las esencias nominales correspondan de maneraperfectamente adecuada a las esencias reales de las cosas (pe-se a no negar la existencia de éstas últimas y postular un cono-cimiento progresivo de ellas) pone de relieve que las ciencias, apesar de su mayor sofisticación, se fundan al fin de cuentas enel sentido común:

...puesto que las lenguas, en todos los países, han sido estable-cidas mucho antes que las ciencias. Así que no han sido filóso-fos o lógicos, o quienes se han preocupado por las formas yesencias, quienes han hecho los nombres generales que estánen uso entre las distintas naciones de los hombres: sino queesos términos mas o menos comprehensivos han recibido en sumayoría, en todas las lenguas, su origen y significado del puebloignorante e iletrado, que clasificó y denominó las cosas por esascualidades sensibles que encontró en ellas (ECHU, III, VI, 25).

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6. Los nombres de las sustancias

Locke sostiene también que el hombre reúne ideas que suponecoexisten en la naturaleza, constituyendo así las ideas de sus-tancias, pero "el número [de ideas simples] que combina depen-de de la distinta atención, laboriosidad o fantasía de quien lorealiza. Los hombres generalmente se contentan con [reunir]unas cuantas cualidades sensibles obvias y a menudo, si nosiempre, dejan afuera otras tan materiales y tan firmementeunidas como aquéllas que eligen"(ECHU, III, VI, 20) y estánlejos de ponerse de acuerdo sobre el número preciso de ideassimples y cualidades pertenecientes a cualquier clase de sus-tancia significada por el nombre que la designa. De ahí que"nuestros límites de las especies no coincidan exactamente conlos de la Naturaleza"(ECHU, III, VI,30).

Otro motivo por el cual no esperamos a conocer todas las cua-lidades de una cosa para asignarle un nombre -lo que por otraparte Locke ha decretado imposible de lograr- se debe a la ur-gencia de comunicarnos en la vida diaria. A los hombres lesresulta más importante disponer de un acopio de nombres gen-erales para los distintos géneros de cosas en que el enten-dimiento mismo las clasifica, que conocer más completamentesu esencia. En efecto, en la vida corriente es común creer queya conocemos una cosa en cuanto somos capaces de nombrar-la. "Esto condice con el verdadero fin del lenguaje, que es ser elcamino más fácil y corto de comunicarnos nuestras nocio-nes"(ECHU, III, VI,33).

Podemos preguntarnos por qué, a pesar de rechazar la sustan-cia de los escolásticos, Locke retuvo la palabra con que des-ignaban esa entidad.52 Al respecto, es dable observar quesiempre que era posible Locke trataba de dar nuevos sentidosa palabras viejas, definiéndolas cuidadosamente, antes queintroducir otras nuevas. Esto lo condujo a algunas ambigüeda-des inevitables, como destacan Mulligan et alia, en el artículo aque acabamos de remitirnos, refiriéndose precisamente a la pa-labra 'sustancia':

Locke tenia dos modelos de lo que quería significar con 'sustan-cia', que relacionaba pero no diferenciaba claramente.. Uno era

el modelo [..] de la sustancia en general -el substratum descono-cido e incognoscible en el que inhieren las propiedades de lascosas y que es el sujeto lógico de los predicados. Pero apartede la 'secreta y abstracta Naturaleza de Sustancia en general 'Locke escribió acerca de las sustancias particulares que subya-cen a las cualidades observables de las cosas. No sólo hay sus-tancias llamadas 'materia ' y 'espíritu' sino también otras que lla-mamos 'hombre' y 'caballo'. Cada una de estas sustancias es elsubstratum en el que inhieren las cualidades observables y cadauna es el sujeto de los predicados que atribuimos a 'clases' par-ticulares así como a casos particulares de estas 'clases'.53

Pero como los autores advierten en el artículo citado, habría queconsiderar también otros dos sentidos de `sustancia' que ya nocorresponden a sustrato alguno, ni general ni particular, sino alas combinaciones de ideas que nos formamos a partir de unacausa desconocida y a la causa misma. Lo que se ha agregadoaquí a la sustancia es una función causal.54

Si, como sostienen los autores mencionados, la razón para rete-ner el sustrato se debe a la estructura del lenguaje empleadopor Locke, podemos concluir que, pese a las posiciones metafí-sicas diametralmente distintas de ambos filósofos, Locke noestaría, respecto de la sustancia, tan lejos de la teoría de Leibnizcomo en general se ha supuesto", respecto de lo que esa es-tructura implicaba: que toda proposición afirmativa verdadera esde forma predicativa, o sea del tipo `S es P', y que toda relaciónpredicativa es una relación de inclusión lógica, o sea que todopredicado es inherente al concepto del sujeto.

El sujeto último de los predicados es según Leibniz la sustancia- o `mónada'- y al parecer lo sería también para Locke, con loque habría reconocido la existencia de una entidad metafísicaque sólo nuestras limitadas capacidades nos impedirían cono-cer. Pero los autores a que hemos estado haciendo referencia apropósito de esta cuestión, consideran que Locke no necesitótraicionar su empirismo para suponer la existencia de la sustan-cia, ya que ésta puede ser abordada científicamente si se admite,como lo hizo Locke, la existencia de corpúsculos. Estos constitui-rían la realidad última y serían no sólo desconocidos sino incognos-cibles en razón de la limitada agudeza de nuestros sentidos.56

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7. La estructura del lenguaje

Si dejamos de lado el problema metafísico para concentramosen el problema semántico, parece necesario admitir que si lasideas son previas al lenguaje, deben existir también en nuestropensamiento ciertas estructuras que se correspondan con losenunciados proposicionales. A este respecto, Ayers ha señala-do que un problema fundamental en el sistema filosófico deLocke "es el de identificar alguna articulación o estructura en elcontenido de la conciencia capaz de generar la articulación yestructura del lenguaje".57

La consideración de la estructura gramatical del lenguaje nosconduce a una cuestión a la que Locke no presta excesiva aten-ción, pero que sin embargo es importante para su teoría semán-tica: el uso de los términos sincategoremáticos, a los que Lockellama, en general, partículas. Su definición es clara y unívoca:

Además de las palabras que son nombres de ideas en la mente,hay muchas otras que se usan para significar la conexión que lamente establece entre ideas o proposiciones entre sí (ECHU, III,VII, 1).

Ayers considera que de estas operaciones de la mente tambiéntenemos, según Locke, ideas, pero no de la sensación sino dela reflexión, es decir que, como tales, surgirían luego de haber-nos ejercitado en establecer esas conexiones, y por tanto, des-pués de las ideas de sensación. Sin embargo, las palabras queles corresponden son empleadas desde que comenzamos a apren-der nuestra lengua materna. Para ilustrar su tesis, Ayers afirma:

El niño que emplea correctamente la conectiva y', no tiene por elloel concepto de conjunción, del mismo modo que el niño que gritaalegremente '¡hurra!' no tiene por ello el concepto de alegría."

Es decir, tendríamos aquí un nuevo ejemplo de palabras apren-didas antes de tener la idea correspondiente, aunque se puedesostener, como lo hace Ayers, que esa idea llega a existir comotal en la mente. Parece obvio que el uso de 'y' o cualquier otraconjunción como operación de la mente no se corresponde con

la idea de esa conjunción, ya que ésta última requiere un proce-so de observación y abstracción muy complejo.

Por otra parte, Locke no plantea el problema en estos términosy su capítulo sobre las partículas es uno de los más breves delEnsayo.

Por su parte, Norman Kretzmann se pregunta:

¿Pretende ser entonces la tesis principal de la teoría semánticade Locke un planteamiento acerca de todas las palabras "cate-goremáticas ": verbos, nombres y adjetivos especialmente? Lo-cke considera brevemente la significación de los verbos en elLibro 11 y al principio del Libro III (II, xviii, 2; II, xxvi, 72; y III,i,5),pero de una manera sumamente aislada de la teoría semánticadesarrollada posteriormente en el Libro III, en donde los verbosno se analizan como tales.59

Y responde:

Si bien no excluye explícitamente a los verbos del campo de sutesis principal, Locke tampoco los incluye nunca explícitamente;y lo que tiene que decir acerca de las palabras en el Libro IIIdemuestra que su preocupación rectora y quizá exclusiva eranlos sustantivos y adjetivos, o "nombres ".60

8. Imperfecciones y abusos del lenguaje

En el Capítulo IX del Libro III del Ensayo, Locke vuelve a refe-rirse a los usos del lenguaje, que son, como señalamos ante-riormente, el de registrar nuestros propios pensamientos y el decomunicarlos a otros.

Respecto del primer uso, no encuentra inconveniente alguno,puesto que los signos verbales son voluntarios y cada uno pue-de emplearlos como le plazca "para significar sus propias ideasa sí mismo" (ECHU, III,IX,2).

La única precaución que debe observarse respecto de este usoprivado del lenguaje, es la de "usar siempre el mismo signo para UNTREF VIRTUAL | 18

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la misma idea". Precisamente respecto de pasajes como los ci-tados, observa Kretzmann que "parece como si pudieran habersido lo que echó a andar el pensamiento de Wittgenstein acer-ca de la noción de un lenguaje privado".61

En cuanto al uso comunicativo del lenguaje, Locke lo desdoblaen dos: el civil y el filosófico. El primero se refiere a su empleoen la conversación corriente y en todos los asuntos concernien-tes a las relaciones sociales y la vida civil de los hombres. Elsegundo o filosófico, es aquel uso mucho más riguroso de lostérminos para "transmitir las nociones previas de las cosas yexpresaren proposiciones generales verdades ciertas e induda-bles"(ECHU, III, IX,3). Al respecto señalan Mulligan et alia:

Aunque se daban diversas explicaciones sobre la ambigüedady vaguedad de muchas palabras, había acuerdo general en queel fenómeno ponla obstáculos reales para el progreso del cono-cimiento. Bacon había visto la dificultad y Hobbes la había iden-tificado en términos similares. Y los problemas especiales pre-sentados por el discurso filosófico fueron tratados por la RoyalSociety desde sus inicios.61

En el caso de Locke, es evidente su intención de depurar ellenguaje, estableciendo los significados de las palabras de mo-do que no condujeran al lector u oyente -exceptuando el casoparticular de las sustancias- a imaginar la existencia de entida-des no accesibles a la observación. Respecto del término `sus-tancia', se ha querido salvar a Locke de muchas maneras de laincongruencia y multivocidad del empleo que hace de él.

Pero ya sea aludiendo a la sustancia como un "sustrato desco-nocido", ya sea reduciéndola a corpúsculos, o describiéndolacomo una mera colección de cualidades, Locke nunca logróeliminarla totalmente de su filosofía. En mi opinión, su realismobásico y su sentido común le impidieron caer en lo que de otromodo podría ser considerado como un simple fenomenismo. Noobstante, según señalé en el capítulo anterior, su constructivis-mo también lo condujo por un camino epistemológico de signoopuesto, que transitará posteriormente la filosofía.

Después de esta nueva referencia a los usos del lenguaje, Lo-cke identifica las imperfecciones más frecuentes en el empleode las palabras, aclarando que sólo se ocupará de aquéllas queson inteligibles y no de las que por razones circunstanciales sonininteligibles para algunos hombres, como las de los colores pa-ra los ciegos de nacimiento y las de sonidos para los sordos.Estas imperfecciones han sido ya mencionadas por Locke a lolargo de su exposición de las distintas clases de palabras corres-pondientes a las distintas clases de ideas. No achaca estas im-perfecciones a los usuarios del lenguaje , sino a la naturalezamuy compleja de ciertas ideas, a la no coincidencia entre la sig-nificación de la palabra y la esencia real de la cosa significada,a la dificultad de establecer un criterio válido para todos, o a lafalta de conexión de ciertas ideas en la naturaleza.

Luego describe los abusos del lenguaje que, a diferencia de lasimperfecciones, no son inimputables a quien los emplea sino,por el contrario, voluntarios. En este caso, achaca al que los co-mete distintos motivos: o bien la intención de provocar la admi-ración de quien lo lee o escucha por algo supuestamente impor-tante que ha descubierto, cuando en realidad no ha hecho sinoinventar un nuevo término vacío de sentido, o bien "para apoyaropiniones extrañas o encubrir alguna debilidad en sus hipóte-sis"(ECHU, III, IX,2).

En mi opinión, este último capítulo contiene un fuerte alegato deLocke a favor del lenguaje ordinario y del conocimiento empírico,que quedan así estrechamente ligados en su teoría epistemoló-gica. Es la experiencia la que da a origen a todo conocimiento ypor eso es preciso atenerse a ella y a las ideas que de ella pro-ceden, no a las oscuras doctrinas con que se ha pretendido en-gañar y someter a los hombres. Su ataque contra el lenguajecríptico empleado por los miembros de la Iglesia" o las Escue-las, es casi tan rotundo como el que en el Libro I dirigen contrala teoría de las ideas innatas.

Por vía de ejemplo, citaré un pasaje en que Locke expresa sudesdén por los filósofos y científicos que podríamos de maneramuy general llamar teóricos y defiende a quienes han practica-

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do o verificado prácticamente sus teorías antes que exponerlasen terminología abstrusa:

Pues, a pesar de estos disputadores eruditos, estos doctoressabihondos, fue al estadista no escolástico a quien los gobier-nos del mundo debieron su paz, su defensa y sus derechos; yde los iletrados y despreciados mecánicos (un término peyora-tivo) de quienes recibieron los progresos en las artes útiles(ECHU, III, X, 9).

En conclusión, la depuración del lenguaje le parece a Lockeindispensable, pues considera a éste como "el gran vínculo quemantiene unida a la sociedad"(ECHU, III, XI, l ).

Notas

1 . Th.Hobbes, On Man and Citizen, N.York, Anchor Books,1972, p.38

2. Cf.A.Robinct, "Pensée et langage chez Hobbes: Physique dcla parole et translatio", Revue Internationale de Philosophie, N°129 (1979), p.457

3. Th.Hobbes, The Elements ofLaw, cd.Ferdinand Tönnies,N.York, Barnes & Noble Inc., Part I, cap.5, p.18

4. Ibidem, loc. cit.

5. M. L. Lukac de Stier, "Lenguaje, razón y ciencia en el sistemahobbesiano", Diánoia, N°XXXVII, 1991, p.62

6. A.Robinet, op.cit., p.453

7. Th.Hobbes, The Elements, ed. cit., Part I, Chap.5, 14, p.23 (elénfasis es mío)

8. M.Bertman, "Hobbes on Language and Reality", RevueInternationale de Philosophie. Nº 126, 1978, Fasc.4, p.537

9. R.M.Martin, "On the Semantics of Hobbes", Philosophy andPhenomenological Research, 14 (1953), p. 210

10. J.D. Danford, "The problem of Language in Hobbes'sPolitical Science", The Journal of Politics, Vol.42. 1980, p.122

11. Cf.Th.Hobbcs, On Man, cd.cit.,p.38

12. Citado por K.A.Kottman, "Fray Luis de Ieón and the Univer-sality of Hebrew: An Aspect of 16th. and 17th. CenturiesLanguage Theory", Journal o¡the History of Philosophy,13(1975), p.310.

13. Ibidem, p.301

14. Cf.Th.Hobbcs, On Man, cd.cit.,p.39

15. Cf.Dorothca Krook, "Thomas Hobbes's Doctrine of Meaningand Truth", Philosophy, VoI.XXI, N°I 16. Jan. 1956

16. Cf.M.Bertman. "Sémantique et théorie politique", en ThomasHobbes: Philosophie première, théorie de la science et politique,cd. cit., p.I70. Cf.también D. Danford, op.cit.,p.123

17. Y.C.Zarka, "Aspects sémantiques, syntaxiques et pragma-tiques dc la théorie du langage chez Hobbes", en ThomasHobbes. de la Métaphysique a la Politique, ed. par M.Bertman etM. Malherbe, Paris, Vrin, 1989, p.38 (énfasis dcl autor)

18. Th.Hobbes, The Elements, ed. cit., 1,5,20

19. M.Bcrtman, op. cit., p.171

20. ibidem, loc.cit.

21. M.Bcrtman, "Hobbes on Language and Reality", op. cit.p.539

22. Th.Hobbes, De Corpore, ed. cit.UNTREF VIRTUAL | 20

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23. J.D.Danford, op.cit., p.125

24. Y.Ch.Zarka, op.cit.. loc.cit.

25. Th. Hobbes, The Elements, 1,13,3

26. Krook, op. cit., p.16, n. 1

27. M.Bertman, "Hobbes on Language and Reality", op. cit.p.538

28. Th.Hobbes, On Man, cd. cit, p.38

29. Cf. J. J. Prado, "Thomas Hobbes: la razón-cálculo",Cuadernos de Filoso-fia, año XX, N°32, Mayo 1989.

30. M.Bertman, "Hobbes on Language and Reality", op. cit.p.548 3I. A.Robinct, op.cit., p.465

32. Cf.W.Sackstcder, "Some Ways of Doing LanguagePhilosophy: Nominalism, Hobbes and the Linguistic Turn", TheReview of Metaphysics, 34 (1981)

33. Th.Hobbes, The Elements, 1,13,7

34. D.Johnston, The Rhetoric of Leviathan, Princeton, 1985,p.27

35. Th.Hobbcs, The Elements, I,13,2Cf.

36. Y.CH.Zarka, "Aspects sémantiques...", p.43

37. W.Sacksteder, "Hobbes: Teaching Philosophy to SpeakEnglish",Journal of the History of Philosophy, 16 (1978), pp.33-4

38. A.Robinct, op. cit., p.468.

39. Ibidem.

40. Th.Hobbes, On Man, ed. cit., pp.39-40

41. The Elements, 1,13,6

42. Ibidem, loc.cit.

43. On Man, ed. cit., p.40

44. Ibidem, pp.40-I

45. A.Robinct, op.cit, p.468

46. Cf.Y.Ch.Zarka,op.cit.

47. He traducido el verbo inglés 'stand for' como 'representar',por no encontrar en español un término más adecuado, ya quedicho verbo significa literalmente 'estar en lugar de',que sólo enalgunos casos es sinónimo de 'representar'.

48. N.Kretzmann, "The Main Thesis of Locke's SemantycTheory", The Philosophical Review, LXX VI I (1968) 175-96, cita-do por J.Yolton , Locke and the Compass of Human Unders-tanding, 1970, Cambridge University Press, p.209.

49. J.Yolton, op.cit., p.213

50. M.Ayers, Locke, London & N.York, Routledge, 1991, Vol],p.254

51. Yolton, op.cit.,p.213

52. Cf.L.Mulligan, J.Richards& J.K.Graham, "A Concern forUnderstanding: A Case of Locke's Precepts and Practice", TheHistorical Journal, 25(4), 1982, p.845

53. Ibidem, pp.845-6

54. Ibidem, loc. cit.

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55. Cf.Locke, Essay, ed.A.Campbell-Fraser, 1107', 107`, 1082,397', 399`, etc.

56. Mulligan et alia, op. cit., p.487

57. M.Ayers, op.cit., p.76

58. Ibidem, p.205

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