Ella iba en la micro evitando lo más posible el sol. El camino aparecía en la ventana hecho de tierra

y cemento, inercia gris de las viviendas sociales de Renca salpicadas de vez en cuando por los colores

de la ropa tendida. La micro agarró una curva conocida. Al mirar por la ventana en vez de ver el

nombre habitual de la calle impreso sobre la señalética, se desconcertó al ver que algún “inspirado”

la había nombrado A PURO RAP. ARTURO PRATT había sido destronado. En su cara se fue dibujando

una sonrisa juguetona que momentáneamente la transformó.

Esas esquinas solitarias de tierra y cemento caliente en Renca son sórdidas, encarnan la crueldad

de la segregación, pero a veces de ellas arranca una esperanza insurgente, una mano rebelde que

ha intervenido el letrero de la calle Arturo Pratt nombrándola A PURO RAP.