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PRÁCTICAS FUNERARIAS DURANTE EL NEOLÍTICO EN CATALUÑA

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PRÁCTICAS FUNERARIAS DURANTEEL NEOLÍTICO EN CATALUÑA

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Juan Francisco Gibaja BaoMuseo d’Arqueología de Catalunya

RESUMEN: En este trabajo presentamos un resumen sobre las prácticas funerarias correspondientes al neolíti-co en Cataluña. Si bien son escasas las informaciones que hasta ahora tenemos sobre los contextos sepulcrales delVI milenio cal BC, desde mediados del V milenio la situación es significativamente distinta. Durante este perio-do el registro funerario no sólo se caracteriza por la abundancia de enterramientos, sino también por su hetero-geneidad con respecto a su morfología y contenido. En los últimos años, además, se han realizado avances inte-resantes y prometedores que nos aproximan a la organización económica y social de las comunidades neolíticas.

PALABRAS CLAVE: Neolítico, Contextos Funerios, Cataluña.

THE NEOLITHIC FUNEREAL PRACTICES IN CATALONIA

ABSTRACT: In this work we present a summary on the funereal practices corresponding to the Neolithic inCatalonia. Though they are scanty the informations that till now we have on the sepulchral contexts of the VImillenium cal BC, from middle of V millenium the situation is significantly different. During this period thefunereal record not only is characterized by the abundance of burials, but also by its heterogeneity with regardto its morphology and content. In the last years, besides, interesting and promising advances have been reali-zed that bring us near to the economic and social organization of the Neolithic communities.

KEY WORDS: Neolithic, Sepulchral Contexts, Catalonia.

1. INTRODUCCIÓN

Hablar del neolítico en Cataluña es hablar de un registro arqueológico excepcional dondelas evidencias funerarias tienen un protagonismo muy significativo. En este trabajo no vamos ahacer únicamente un pequeño repaso historiográfico sobre los numerosos testimonios funera-rios encontrados, sino que también queremos escribir sobre los resultados de recientes investi-gaciones en tanto que muestran información de enorme valor concerniente a las primerascomunidades productoras.

En este marco, sin embargo, no debemos olvidar tampoco las deficiencias que existen en elestudio de este periodo. Problemas que nacen de la propia coyuntura teórica, a menudo enquis-tados por formulaciones histórico-culturales que no van más allá del deseo de describir los obje-tos y encajonarlos en un momento “cultural” preestablecido. Y es que el estudio de las prácti-cas funerarias durante el neolítico en Cataluña se ha caracterizado por la presentación de

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propuestas ad hoc, que siempre van a remol-que de los elementos que se descubren1. Endefinitiva, son planteamientos hipotéticos queno se definen a priori sino a posteriori.

Pero nuestra crítica quiere ser constructi-va, en tanto que también pone sobre la mesalas posibilidades que distintas disciplinas ofre-cen y que, en ocasiones, se dejan de lado. Seacomo fuere, como historiadores debemos sercapaces de dar respuestas históricas, de apro-ximarnos a las relaciones sociales de produc-ción y reproducción establecidas en los gru-pos humanos, y no exclusivamente de hacermagníficas caracterizaciones de los enterra-mientos y de los objetos hallados en su inte-rior.

Históricamente, desde que P. Bosch Gim-pera, en 1919, acuñara el término de “Cultu-ra de los Sepulcros de Fosa”, han sido cons-tantes las hipótesis relativas a su origen,cronología, extensión geográfica y filiacióncon otras manifestaciones arqueológicas.Aunque inicialmente se consideró que estabaestrechamente vinculada con la “cultura deAlmería” (Serra Ràfols, Pericot, Almagro2),posteriormente otros investigadores le atribu-yeron una mayor relación con facies culturalesdel mediterráneo occidental: Cortaillod,Lagozza y Chasséen3. A partir de los años 70-80, la renovación teórica asociada a la apari-ción de la New Archaeology, así como lainfluencia ejercida en Cataluña por investiga-dores foráneos, en especial franceses, supusie-ron el desarrollo de una metodología decampo mucho más cuidadosa, la realizaciónsistemática de dataciones absolutas, así comola aplicación de técnicas analíticas relativas a lareconstrucción paleoambiental y las activida-des subsistenciales. Sin embargo, en la actua-lidad muchas de estas cuestiones siguen aún

quedando en un segundo plano, ya que amenudo parece que el objetivo de las inter-venciones arqueológicas es el encajonamientode cada uno de los yacimientos excavados enun contexto cronológico y cultural preesta-blecido.

2. MARCO GEOGRÁFICO

Cataluña muestra una geografía muyvariada en la que se observan paisajes muy dis-tintos como resultado de la confluencia de lasdiversas cadenas montañosas, de la costamediterránea y de los llanos amesetados vin-culados con abundantes cursos de agua. Setrata pues, de un territorio poco uniformeque a grosso modo forma una sucesión de pel-daños que, iniciándose en las Sierras Prelito-rales con cotas de 500/600 m, van aumen-tando paulatinamente hasta llegar a los 3000m en algunos puntos del Pirineo. Entre estasformaciones montañosas se abren vastas lla-nuras como la Depresión Central de la Cata-luña interior o los valles establecidos a los piesde las Sierras Prelitorales. Son extensas plani-cies con pequeñas elevaciones, asociadas habi-tualmente con cuencas hidrográficas como lasdel Llobregat, del Ter y en especial del Ebroy sus diferentes afluentes (Segre, NogueraPallaresa, Noguera Ribagorzana).

Esta heterogénea fisiografía del territoriocatalán ha condicionado las características cli-máticas: un clima alpino y subalpino en lazona pirenaica, un clima continental en ladepresión central y una ambiente mediterrá-neo en la línea de costa y zonas limítrofes.Diversidad geográfica en la que además seregistra un régimen de pluviosidad muy varia-do que va desde las condiciones más extremascon 1200 mm anuales en las tierras pirenaicas,

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1 MAJÓ, T. , et al. (1999).2 MUÑOZ, A. M. (1965).3 RIPOLL, E. y LLONGUERAS, M. (1963). MUÑOZ, A. M. (1965).

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a las de mayor sequedad (350 mm) en lascomarcas del sur-suroste (Segrià, Garrigues yTerra Alta).

Si bien desconocemos totalmente cómosería la línea de costa durante el neolítico, enla actualidad las pequeñas playas rocosas de lasCosta Brava en el norte, contrastan con for-maciones marítimas mucho más suaves en lacosta central y sur asociadas a las desemboca-duras del Ebro y del Llobregat.

3. LAS PRÁCTICAS FUNERARIASDEL NEOLÍTICO EN CATALUÑA

Poco sabemos sobre las prácticas funera-rias realizadas por las primeras comunidadesagricultoras y/o ganaderas pertenecientes a lasegunda mitad del VI milenio cal BC (lo quese conoce convencionalmente en Cataluñacomo neolítico antiguo cardial). Si bien laescasez de vestigios sepulcrales impide carac-terizar tales prácticas, hasta el momento pare-ce ser que las pocas inhumaciones encontra-das eran simples o dobles, acompañadas, conciertas reservas, de pocos objetos4. Este vacíoarqueológico, sin embargo, debemos pregun-tarnos a qué se debe. Si bien el registro deeste período no es excesivamente abundante,sí conocemos diversos contextos, tanto encueva como en llanura, en los que apenas sehan constatado restos humanos. No obstante,esta ausencia nos parece significativa en tantoque puede responder a determinadas concep-ciones simbólicas vinculadas a un tratamientofunerario, absolutamente distinto del que seempieza a gestar a partir de la primera mitaddel V milenio, y que se desarrolla durante lasegunda mitad del V y primera del IV. Si bienel azar ha podido influir en el hecho de queno se hayan encontrado enterramientoscorrespondientes a inicios del neolítico, es

muy probable también que el tratamientosepulcral que estas comunidades daban a supoblación no nos haya quedado reflejado enel registro arqueológico. En este sentido,cabe recordar que la etnografía nos nutre demúltiples ejemplos en los que los individuosfallecidos son dejados en diversos lugares (enel exterior del asentamiento, en los cauces delos ríos, etc.), pasan por determinados proce-sos naturales que hacen desaparecer sus restoscon rapidez (incineración al aire libre) o noson objeto de ningún tipo de atención porparte del grupo y son abandonados en unascondiciones que difícilmente pueden llegar aconservarse. De todas formas, es evidente quedesde inicios del V milenio el uso de ciertascuevas y abrigos como espacios sepulcrales, asícomo la construcción ex profeso de estructurasfunerarias, algunas formando necrópolis conuna inversión de trabajo considerable, son elreflejo, con toda seguridad, de importantescambios en la organización social, económicay política.

Si bien a inicios del V milenio se observanlos primeros enterramientos en cuevas y abri-gos, caso de la Cova de l’Avellaner, su uso seprolonga a lo largo de la segunda mitad deeste mismo milenio en yacimientos como laCova de les Grioteres, la Cova del Pasteral ola Cova dels Lladres. Esta utilización de lascuevas como lugares de uso funerario se com-plementa, en ocasiones, con otras funcionesrelacionadas con su habitabilidad o con diver-sas tareas vinculadas a la subsistencia (cuidadoy alimentación del ganado en determinadosmomentos del año, sitios en los que las activi-dades cinegéticas tienen un papel muy rele-vante, etc.).

En el caso de l’Avellaner, por ejemplo,hay tres estrechas cavidades, difícilmentehabitables, que fueron utilizadas como luga-

4 CLOP, X. et al. (1995).

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res de inhumación5. En estas tres zonas sepul-crales, que habían estado separadas por murosde piedra seca, se hallaron un total de entre12 y 19 individuos de sexo y edad diferentes.Aunque se desconoce si las inhumaciones fue-ron colectivas o individuales de forma sucesi-va, la dispersión de los restos sin conexiónanatómica es interpretada como el reflejo delpoco cuidado del espacio funerario. En talescavidades se hallaron fragmentos cerámicosde estilo montboló, útiles macrolíticos,numerosos artefactos líticos (lascas y enmenor medida láminas) confeccionados sobrediversas rocas como el sílex, el cuarzo, la lidi-ta o la corneana, gran cantidad de restos defauna (mayoritariamente doméstica), instru-mentos óseos y distintos objetos de adorno

como brazaletes, cuentas de piedra, defensasde jabalí con perforaciones y conchas de Car-dium edule.

En la Cova del Lladres aparecieron diver-sas inhumaciones asociadas a un conjunto demateriales entre los que destaca un recipientecerámico en cuyo interior se hallaron 1881cuentas perforadas, de las que 1856 son decardium edule y 139 de piedra6. Por su parteen la Cova de les Grioteres se halló un con-junto de inhumaciones (con una alta mortali-dad infantil) asociado a numerosos restos fau-nísticos domésticos y salvajes, recipientescerámicos e instrumentos líticos y óseos. Unode los aspectos particulares de estos enterra-mientos es la posible práctica de incineracio-nes7.

5 BOSCH, A. y TARRÚS, J. (1991).6 TEN, R. (1980).7 CASTANY, J. (1992).

Fig. 1. Localización de algunas de las estructuras funerarias del neolítico catalán

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Contemporáneamente al uso funerario delas cuevas, a principios del V milenio, tambiénasistimos a un hecho de enorme relevanciacomo es la construcción de las primerasestructuras megalíticas (Figura 1). Concen-tradas en el prepirineo central catalán, la zonaconocida como Tavertet (Osona) está situadaa una altura de entre 800/1100 msnm. Lossepulcros registrados (Rajols, Font de la Vena,el Padró…) muestran unas característicasarquitectónicas homogéneas, si bien no detodos se tiene la misma información debido asu estado de conservación y al periodo en elque fueron excavados. En este sentido, se handescubierto cistas y cámaras rectangulares otrapezoidales, cubiertas con grandes túmulos(con un diámetro máximo de 22 m. y de unaaltura de 2 m.) y limitados por un anillo exte-rior (cromlec) construido con hileras de losasen disposición vertical. A diferencia, comoahora veremos, de otros conjuntos funerarios,conocemos poco los materiales dejados conlos inhumados, ya sea por la escasez de obje-tos depositados, por el estado de conserva-ción en el que se han encontrado las sepultu-ras, por la metodología de excavación y laselección del material que se practicó en exca-vaciones antiguas o por las posibles violacio-nes que han sufrido. Sea como fuere, se hanregistrado en las sepulturas vasos cerámicosde estilo montboló, láminas, lascas, puntas ymicrolitos de sílex y algunas cuentas de piedray concha. Asimismo, también es interesante lapresencia en la zona tumular de recipientescerámicos que pueden quizás relacionarse condeterminadas prácticas funerarias o con lapropia simbología y función del monumen-to8.

Frente al reaprovechamiento de ciertosespacios naturales como son las cuevas o a lafacilidad de hacer enterramientos en fosa ocon pequeñas lajas de piedra, las estructuras

megalíticas de Tavertet son el reflejo de unaalta inversión de trabajo, traducido en costesocial, por parte de un número importante deindividuos, focalizado no hacia la inhumaciónde toda la población, sino hacia determinadaspersonas de la comunidad. Inversión de tra-bajo que se ha plasmado en la propia cons-trucción del recinto sepulcral y también enalgunos de los objetos e instrumentos deposi-tados junto a los inhumados. Y es que caberecordar que en ciertos enterramientos (Fontde la Vena) aparecieron útiles confeccionadosa partir de un sílex conocido en Cataluñacomo “melado”, cuyo origen es probable-mente foráneo (sílex que será habitual enespecial a lo largo de la primera mitad del IVmilenio). A este respecto, nos debemos pre-guntar a qué se deben esas diferencias en eltratamiento funerario que se le da a ciertosindividuos. Tal vez los cambios socio-econó-

Fig. 2. Enterramiento en fosa de la necrópolis de SantPau del Camp (Barcelona) (Granados et al. 1991)

8 MOLIST, M. et al. (1987). MOLIST, M. et al .(1996).

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micos y políticos que quizás se estaban ges-tando a lo largo del neolítico, se reflejen en lasdistintas prácticas sepulcrales que reciben losmiembros de una misma comunidad.

En la segunda mitad del V milenio, en lascomarcas centrales y del sur de la costa medi-terránea, asistimos a la proliferación de ente-rramientos en fosa. En las comarcas centrales,tales sepulturas, mayoritariamente individua-les, se han hallado tanto de manera aislada,caso de Pou Nou 29, como agrupadas for-mando necrópolis: Sant Pau del Camp10,Hort d’en Grimau11 o Pujolet de la Moja.

Sepulturas en fosa que, sin embargo, presen-tan ciertas diferencias estructurales, ya quepodemos observar, por ejemplo, fosas excava-das en el subsuelo, fosas cuya parte superiorestá sellada con losas o abundantes cantosrodados y fosas con acceso lateral formandouna cámara sepulcral (Figura 2 y 3).

Los inhumados de enterramientos comolos de Sant Pau del Camp suelen estar acom-pañados de escasos artefactos y objetos, entrelos que destacan los útiles líticos probable-mente de origen local (hachas, azuelas, moli-nos, láminas, lascas, …), instrumentos óseos(punzones), restos de fauna, recipientes cerá-micos y ornamentos elaborados con conchas ycuentas de piedra (variscita y lignito). Si bienhay enterramientos de esta época en los quesólo se conserva el inhumado con o sin ajuar,en otros podemos encontrar elementosexcepcionales o poco habituales. Este es elcaso del enterramiento de Pou Nou 2 en elque se ha hallado el individuo en posiciónfetal sobre una base cubierta de restos decereales quemados o el de la sepultura 17 deSant Pau del Camp en donde junto a un niñode once años, probablemente masculino, haydos cabras, una adulta y otra infantil.

Por su parte, en el sur de la costa catalana,en la desembocadura del Ebro, también se hanhallado abundantes sepulturas repartidas en18 yacimientos (Barranc d’en Fabra, Masden-vergenc, Mas Benita, Pla d’Ampuries, …).Frente a 10 enterramientos que aparecen ais-lados, el resto corresponden a conjuntos deentre 2 y 11 estructuras funerarias. Con rela-ción a su morfología, J. Bosch12 ha definidotres formas de enterramiento: fosas construi-das con losas (cistas), sepulturas en cubeta oen cavidades alargadas cerradas mediante la

Fig. 3. Enterramiento E2 hallado en la necrópolis delHort dèn Grimau (Castellví de la Marca, Barcelona)

(Mestres 1988/1989: 104)

9 NADAL, J. et al. (1994).10 GRANADOS, O. et al.(199 ). GIBAJA, J. F. (2002) GIBAJA, J. F. (2003).11 MESTRES, J. (1988/1989). MESTRES, J. et al. (1997).12 BOSCH, J. (1995).

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disposición de un enlosado y enterramientosen fosa sin revestimiento de paredes, en cuyaparte superior también se dispone una acumu-lación de piedras formando un pequeñotúmulo. Como en el caso de las fosas de lacosta central catalana, no sólo estas sepulturasacogen normalmente a un solo individuo (sibien existen algunas en las que hay dos y tresinhumaciones), sino que además los objetoshabituales vuelven a ser los recipientes cerámi-cos, los útiles líticos, los ornamentos realiza-dos con piedra o concha (cuentas y brazaletes)o los restos de fauna. Aunque no se han efec-tuado dataciones absolutas en estos enterra-mientos, ya que la mayoría fueron excavados amediados del s. XX, su adscripción cronológi-ca se ha realizado en base a las característicasformales de los objetos depositados y al para-lelismo con los materiales hallados en el cerca-no hábitat del Barranc d’en Fabra, cuya fechaha sido de 4900-4650 cal BC13.

Con relación a estos distintos enterra-mientos, varios aspectos nos parecen impor-tantes:

1) La presencia de espacios concretos des-tinados a los enterramientos. Es decir, apare-ce la concepción de la necrópolis como unlugar seleccionado por la comunidad parainhumar a sus muertos. Si bien estamos antelugares socialmente reconocidos por su finali-dad funeraria, hasta el momento las pocas dis-tribuciones espaciales realizadas a visu pare-cen apuntar que no hay diferencias espacialescon respecto a determinadas sepulturas, ya seapor el sexo y la edad de los individuos ente-rrados, por la cantidad y calidad del ajuardepositado, etc.

2) Estas necrópolis, sin embargo, compar-ten su espacio con otras estructuras de uso

domésticos como los hábitats o las fosas dealmacenamiento/desecho. Entre los casosmás sobresalientes, cabe citar el asentamientocon varias células de morfología subcircular oelíptica del Barranc d’en Fabra o los silos y loshogares encontrados junto a las necrópolis deSant Pau del Camp o del Pujolet de laMoja14.

3) Hay un reaprovechamiento de ciertasestructuras de uso doméstico para finalidadesfunerarias. Así en yacimientos como el Pujoletde la Moja o el Hort d’en Grimau algunossilos se han reutilizado como lugares de ente-rramiento15. Tal actitud nos parece de unaimportancia relevante, puesto que puede estarreflejando, nuevamente, un comportamientodiferencial de la comunidad con respecto a losdistintos componentes de la misma. La pre-gunta surge por si misma, ¿por qué con res-pecto a algunas personas el grupo invierte untrabajo y tiempo considerable en la realiza-ción de un enterramiento y en la deposiciónde determinados elementos de ajuar, y prácti-camente abandona a otros individuos sin nin-gún tratamiento, aparentemente especial, enfosas usadas inicialmente como lugar de alma-cenamiento o basurero?.

Por último, con respecto a las estructurasfunerarias de finales del V milenio, queremosprestar atención a la necrópolis francesa delCamp del Ginèbre en Caramany, situada pró-xima a la geografía catalana (Pirineos Orienta-les, Francia). Y es que se trata de una necró-polis en la que se aglutinan sepulturas demorfología diversa y distintas prácticas sepul-crales, algunas poco conocidas hasta elmomento: cistas con túmulo de tierra y círcu-los de piedra, incineraciones delimitadas tam-bién por círculos de piedras e incineraciones

13 BOSCH, J. et al. (1996).14 MESTRES, J. et al. (1997). GRANADOS, O. et al. (1991). BOSCH, J. et al. (1996).15 MESTRES, J. (1988/1989). MESTRES, J. et al. (1997).

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depositadas en pequeñas cuvetas. Frente aesta complejidad funeraria, volvemos a pre-guntarnos sobre el por qué de un tratamientomortuorio diferente a distintos individuos16.¿Es que tales diferencias nos hablan de unprotagonismo dispar de ciertas personas deuna misma comunidad dentro del ámbitoeconómico, social, político o ideológico? Sinduda, el salto del mundo de los muertos al delos vivos es enormemente complicado.

A principios del IV milenio, los grupos nosólo dejan de frecuentar las cuevas como luga-res de habitabilidad o en los que efectuardeterminadas actividades económicas, sinoque también abandonan su uso como sitios de

enterramiento. En estos momentos, ocupan yentierran a sus muertos preferentemente enzonas de llanura y valle de manera aislada o ennecrópolis. Precisamente, en los valles confor-mados por las Sierras Prelitorales se han cons-tatado necrópolis de una enorme entidad,como la Bòbila Madurell (con unos 130 ente-rramientos)17, o conjuntos contemporáneosmás pequeños, pero igualmente significativos,como las necrópolis del Camí de Can Grau(25 sepulturas), Puig d’en Roca (16 enterra-mientos) o el del Pla del Riu de les Marcetes(8 tumbas)18 (Figura 4 y 5). Desafortunada-mente, muchas de las estructuras funerariasque se han encontrado, fueron excavadas hace

Fig. 4. Sepultura en fosa de la necrópolis de la Bóbila Madurell (Sant Quirze del Vallès,Barcelona)

16 VIGNAUD, A. (1994).17 Las nuevas excavaciones realizadas en el complejo arqueológico de la Bòbila Madurell, dentro de un sector denominado

como Can Gambús, han puesto al descubierto nuevos enterramientos que con seguridad serán publicados recientemen-te por J. M. Coll y J. Roig en las actas del tercer congreso del neolítico de la Península Ibérica (Santander).

18 RIURÓ, F. y FUSTÉ, M. (1980). GUITART, I. (1987). POU, R. et al. (1996). MARTÍ, M. et al. (1997). GIBAJA, J.F. (2002). Gibaja, J. F. (2003).

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muchos años, por lo que las atribuciones cro-nológicas no se han realizado a partir defechaciones absolutas, sino en base a la mor-fología del enterramiento y, en especial, a lascaracterísticas del material asociado a las inhu-maciones. Frente a la aparente homogeneidadmorfológica de estas fosas sepulcrales, tam-bién se han establecido diferentes tipologíasrelacionadas con: la forma de las paredes oentrada, la presencia o no de losas cobertoras,el modo de acceso y la forma de la cámaramortuoria, etc.. Tanto en las fosas del V mile-nio como en estas del IV, parece que podíahaber distintos sistemas de señalización de lassepulturas (grandes bloques sellando el ente-rramiento, acumulación de cantos en la partesuperior de la tumba, …). Ello daría respues-ta tanto a la ausencia generalizada de tumbasque se cortan o superponen, como a la reuti-lización de un mismo espacio sepulcral. A esterespecto en ocasiones se ha podido constatarcomo el/los primeros inhumados se hanarrinconado en las pareces de la sepultura paradejar sitio al nuevo fallecido19.

Aunque de forma genérica siguen deján-dose objetos como vasos cerámicos, instru-mentos líticos u óseos, ornamentos confec-cionados en piedra, concha o hueso, etc.,cabe resaltar ciertas diferencias significativas,con respecto a las sepulturas de finales del Vmilenio, entre las que destacaríamos:

1) La aparición de nuevas formas cerámi-cas entre las que sobresalen, por ejemplo, losconocidos vasos de boca cuadrada que se hanconectado con las manifestaciones arqueoló-gicas del Chassey (Francia) y Vasi a BoccaQuadrata (Italia).

2) El acompañamiento de un utillaje ela-borado a menudo sobre litologías de origenalóctono, como es el caso de la confección deláminas prismáticas talladas a presión o percu-

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Fig. 5. Enterramiento colectivo (CCG 46) de la necrópolisdel Camí de Can Grau (La Roca del Vallés, Barcelona)

(Martí et al. 1997)

19 MUÑOZ, A. M. (1965). POU, R. et al. (1996).

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sión indirecta con un tipo de sílex de muybuena calidad: “sílex melado”. Puntualmente,también se ha constatado la presencia de arte-factos en obsidiana (un pequeño núcleo lami-nar del enterramiento de la Bòbila Padró, dosláminas fragmentadas de la sepultura MS17de la Bòbila Madurell cuyo origen desconoce-mos en la actualidad20.

3) La existencia en algunas tumbas degrandes núcleos no agotados de ese sílex mela-do, que los últimos estudios han demostradoque llegaban preparados a los asentamientospara ser fácilmente tallados21 (Figura 6).

4) La continua presencia de instrumentospulimentados realizados mayoritariamentecon rocas locales (corneana), pero también enocasiones con litologías probablemente forá-neas (serpentina o jadeita)22.

5) Una numerosa representación de orna-mentos elaborados en variscita que coincide,precisamente, con el momento de mayorexplotación de las minas de Gavà23 (Figura 7).

Pero junto e estas diferencias cualitativasestán las cuantitativas. Aunque hasta ahorapocas han sido las aproximaciones estadísticasque han querido demostrar este hecho24, esrevelador la presencia, incluso a visu, de inhu-maciones cuyos materiales asociados sobresa-len por su cantidad y calidad. Si bien en losenterramientos de este periodo es habitualque no encontremos nada o poco material (0-10 efectivos entre los que normalmente hayalguna lámina, vaso cerámico, resto de fauna,etc.), hay sepulturas que, sin embargo, rom-pen con esta regla: ciertas tumbas de la Bòbi-la Madurell, Bòbila d’en Joca, Bòbila Padró,Bòbila d’en Sallent, Sepultura de Bigues,Bòbila Negrell,...25

Por su parte, en la Depresión CentralCatalana se generaliza la construcción deenterramientos en cámara o cista, que enocasiones están asociados a monolitos-men-hires (como por ejemplo la Costa delsGarrics del Caballol) que quizás habrían fun-cionado como medio de señalización de la

20 RIPOLL, E. y LLONGUERAS, M (1963). GIBAJA, J. F. (2002). Gibaja, J. F. (2003).21 TERRADAS, X. y GIBAJA, J. F. (2001). TERRADAS, X. y GIBAJA, J. F. (2002). GIBAJA, J. F.(2002). GIBAJA, J. F.

(2003).22 BOSCH, J. (1984). ÁLVAREZ, A. (1986/89).23 BOSCH, J. y ESTRADA, A. (1998). VILLALBA, M. J. et al. (1998).24 GIBAJA, J. F. (2002). GIBAJA, J. F. (2003).25 Por poner algún ejemplo, si en la tuba G10 de la Bòbila Madurell el individuo masculino maduro está asociado a 2 vasos

cerámicos enteros, 91 fragmentos de otros recipientes, 7 punzones de hueso, 11 cuentas de variscita, 1 molino, 2 hachas,3 núcleos laminares (sílex melado), 5 láminas y 1 lasca; el inhumado de la Bòbila Padró está asociado a 272 cuentas devariscitas, 3 láminas, el único núcleo de obsidiana conocido en Cataluña, 5 núcleos laminares de sílex melado, 8 hachas,1 punzón de hueso, 2 vasos cerámicos y 5 fragmentos de otros vasos.

Fig. 6. Núcleo laminar de sílex melado hallado en elenterramiento G10 de la Bóbila Madurell

Fig. 7. Collar de calaítaasociado al individuo infantilinhumado en el enterramientoM15 de la Bóbila Madurell

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sepultura. De morfología cuadrangular, tra-pezoidal o rectangular, se trata de enterra-mientos individuales o dobles que suelenaparecer en el territorio de manera aislada(Cal Rajolí, El Cerc, El Vilaró, …) o for-mando pequeñas agrupaciones (necrópolisdel Llord, Ceuró, El Solar, …). Ello ha lle-vado a pensar que quizás fueran sepulturasrealizadas en el seno de un núcleo familiar opor comunidades compuestas de pocosmiembros26. Al igual que en el caso de lasfosas de la costa central, las inhumacionesestán acompañadas de recipientes cerámicos,instrumental lítico tallado y pulimentado,útiles óseos, conchas, cuentas de variscita obrazaletes de glycimeris. Según R. Cardona yotros, excepto la variscita, el sílex melado ylos brazaletes de glycimeris, que vendrían dezonas alejadas, el resto de materias utilizadaspara la producción de los distintos objetostendrían un origen local.

Paralelamente, durante el IV milenio tam-bién asistimos a la construcción de estructurasdolménicas en el norte de la costa catalana,más concretamente en el área del Empordà27.Son sepulcros de corredor con cámaras sub-circulares y trapezoidales que, según algunosautores28, probablemente acogían a un soloindividuo. No obstante, ha sido imposiblecaracterizar las inhumaciones y los materialesasociados puesto que se trata de enterramien-tos muy destruidos por alteraciones naturalesy antrópicas. La presencia ocasional de deter-minadas morfologías y decoraciones cerámi-cas, así como de ciertos elementos comocuentas de variscita y algún trapecio elabora-do en sílex melado ha permitido atribuir talesconstrucciones al IV milenio.

Asimismo, en un contexto tan específicocomo son las minas de Gavà (Barcelona) sehan registrado también inhumaciones en cier-tas galerías fechadas desde finales del V mile-nio (S1, 68 y 83), hasta mediados del IV(minas 8, 9 y 28). En lo que respecta a losenterramientos del V milenio, en la mina S1se ha hallado un esqueleto femenino quereposa sobre un lecho de piedras junto a esca-sos huesos de un infantil y una costilla de untercer individuo. Entre el poco material aso-ciado, se han hallado fragmentos cerámicos,restos de fauna, algunos instrumentos mine-ros elaborados en piedra y dos conchas29. Enla mina 68, por su parte, hay otra inhumaciónfemenina que no está asociada con claridad aningún tipo de material. Esta escasez o ausen-cia de objetos contrasta, en cambio, con elenterramiento de la mina 83, ya que vincula-do a un individuo adulto se han encontradonumerosos objetos: 3 núcleos, 8 láminas, 2microlitos geométricos y una lasca de sílexmelado, una lámina de obsidiana, 3 hachaspulidas, un collar con numerosas cuentas decalaíta, un vaso de boca cuadrada, un plato decerámica y varios instrumentos óseos30.

En cuanto a las sepulturas de las minaspertenecientes al IV milenio, decir que setrata de inhumaciones colectivas con hom-bres, mujeres y niños/as, en las que se hapodido constatar que habían sido sucesivas yde tipo primario. Colectivización que se refle-ja en los catorce individuos de la mina 8, enlos cinco de la mina 9 y en los doce de la mina2831.

A partir del último cuarto del IV milenioy hasta finales del II milenio los cambios queparecen apreciarse en los cimientos de la orga-

26 CARDONA, R. et al.(1996).27 MARTÍN, A. y TARRÚS, J. (1994). TARRÚS, J. (2002).28 CURA, M. y VILARELL, R. (1993).29 VILLALBA, M. J. (1999).30 BOSCH, J. (comunicación personal).31 VILLALBA, M. J. (1999).

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nización social, política y económica vuelvena tener su reflejo en las nuevas prácticas fune-rarias32. En un marco en el que prolifera laexistencia de pequeños grupos humanos queexplotan diversos nichos ecológicos con fina-lidades agropecuarias, el uso de cuevas natu-rales, así como la construcción de estructurasmegalíticas, hipogeos y fosas, son realizadasno únicamente para inhumar a un solo indivi-duo o persona concreta del grupo, sino que secolectivizan acogiendo a una parte de lacomunidad. Población que, al igual quedurante el V-IV milenio, no era enterrada,probablemente, en su totalidad en estas sepul-turas. Las razones por las que ciertos indivi-duos son enterrados en tales tumbas puedenser diversas: por su importancia y “prestigio”dentro de la comunidad, porque formanparte de una misma unidad parental, porqueel grupo simplemente deposita a sus miem-bros en la zona donde ha fallecido, etc.33 Seacomo fuere, este es un tema que tocarán conmayor profundidad otros investigadores eneste mismo libro.

4. EL REGISTRO FUNERARIO DELNEOLÍTICO CATALÁN:DEL OBJETO AL SUJETO

La preocupación de la que hablábamos alprincipio por encajonar los restos arqueológi-cos en un intervalo cronológico y culturalconcreto, ha sido el objetivo prioritario de losinvestigadores hasta finales del siglo XX.Tanto es así, que la literatura arqueológicaestá llena de propuestas y discusiones sobre elorigen, pertenencia o filiación “cultural”sobre determinadas estructuras y objetosfunerarios. En este marco, las propuestasinterpretativas relacionadas con cuestiones

como la economía y la sociedad, no sólo hansido reducidas, sino que se han establecido alamparo de escasos datos. Así, tradicionalmen-te y de forma genérica, se ha afirmado quemientras las gentes que hicieron las cistas delcentro de Cataluña tenían una economía emi-nentemente pastoril, las que enterraron a susmuertos en fosas en el litoral y prelitoral cata-lán eran sobre todo agricultores. Todo ello,nos parece, en base a la existencia de un redu-cido número de estudios paleoeconómicos y ainferencias actualistas.

En estos últimos años, los trabajos reali-zados en diversos yacimientos (asentamien-tos, sepulturas, etc.) por jóvenes arqueólogosespecializados en distintas disciplinas, estánsiendo una vía de acceso fundamental para elconocimiento del paleoambiente, así como dela organización económica y social establecidaen estas comunidades neolíticas. Durante el Vmilenio, las primeras observaciones macroes-paciales34, parecen mostrar que la ocupaciónde cuevas y abrigos coincide con una progre-siva implantación de las comunidades en losvalles de la cadena prelitoral que llega a con-solidarse a partir del IV milenio. En las zonasmontañosas, algunas de las cuevas no tienenuna función como hábitat permanente, sinoque se han usado para otros fines como elalmacenamiento de cereales, el cuidado delganado, etc. Esta dualidad entre asentamien-tos en llano y en montaña, ha llevado a pen-sar en la posibilidad de que durante el V mile-nio la modelización de las ocupacionesestuviese en concordancia con el aprovecha-miento de distintos recursos y con los ciclosagrícolas anuales.

Las sociedades de este momento sustenta-ban su economía en la ganadería y la agricul-tura. Si bien hasta el momento, existen pocos

32 CLOP. X. y FAURA, J. M. (2002).33 CLOP. X. y FAURA, J. M. (2002).34 RIBÉ, G. (1996).

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estudios arqueozoológicos, los datos que sedesprenden parecen indicar que a inicios delneolítico hay comunidades asentadas en zonasmontañosas que explotan tanto especies salva-jes como domésticas, en especial ovicápridos ybóvidos. Más tarde, paralelamente a la ocupa-ción preferencial de zonas de llanura, se apre-cian cambios en las estrategias económicasasociadas con la explotación animal. En estesentido, no sólo la caza tiene un papel mino-ritario, sino que ciertas especies domésticas,caso de los bóvidos y con posterioridad lossuidos, adquieren paulatinamente mayorimportancia con relación tanto al consumocárnico como al aprovechamiento de produc-tos derivados (leche, piel/lana, …)35. Por suparte, los restos carpológicos indican que secultivan distintos tipos de trigos y cebadas desus variedades vestidas y desnudas. Igualmen-te, se aprovechan ciertas leguminosas como elguisante, la lenteja y la guija, así como otrasplantas y frutos salvajes como el madroño, labellota, la avena silvestre,… Estas últimasespecies, sobre todo por las condiciones deconservación, sólo se encuentran en los yaci-mientos de manera ocasional36. Asimismo,con respecto a la organización económica,debemos valorar el papel que para ciertos gru-pos pudo tener la explotación y el aprovisio-namiento de determinadas litologías como lavariscita, el sílex melado, la jadeita, etc., enespecial a partir de finales del V y principiosdel IV milenio37.

El registro funerario también está siendopaulatinamente más conocido gracias a la fusiónde las propuestas y los datos aportados por eltrabajo de especialistas y el de los arqueólogosde carácter más generalista. Tales propuestas

están abriendo, sin duda, nuevas perspectivas,hasta hace poco inimaginables, sobre la organi-zación social, económica, política e incluso ide-ológica de estas sociedades. En este sentido,junto a análisis formales mucho más refinados ycompletos sobre el continente y el contenido delos enterramientos, estamos sabiendo, gracias,por ejemplo, a la participación de paleoantro-pólogos en el campo, cómo se enterraban losinhumados, qué procesos ante y postdeposicio-nales han afectado a la propia estructura funera-ria y a los individuos y objetos depositados ocómo eran verdaderamente las sepulturas, yaque a menudo nos olvidamos de la posible pre-sencia de enterramientos más complejos en losque se usaban también materiales constructivosque desafortunadamente no han llegado hastanosotros (madera, piel, …). Precisamente, algu-nas de las primeras observaciones realizadas porP. Chambon38 sobre el material gráfico publica-do de la necrópolis de Sant Pau del Camp, lehacen pensar que tal vez algunos inhumados, aligual que sucede en necrópolis neolíticas fran-cesas o suizas, eran enterrados dentro de lasfosas en espacios cerrados mediante estructurasde madera39. Ante esta circunstancia, que espe-ramos que el autor pueda confirmar, cabe pen-sar que había construcciones funerarias máscomplejas o diferentes de lo que inicialmentehabíamos supuesto.

Asimismo, dentro de la paleoantropolo-gía, no sólo continúan siendo básicos los tra-bajos habituales de asignación sexual y deedad o de determinación de ciertas enferme-dades, sino que en estos últimos años estánteniendo un papel prioritario los estudiossobre hábitos alimenticios (dieta). De hechoha surgido un grupo de investigadores que ha

35 SAÑA, M. (1998).36 BUXÓ, R. (1997). BLASCO, A. et al.(1999).37 GIBAJA, J. F. (2002). GIBAJA, J. F. (2003); TERRADAS, X. y GIBAJA, J. F. (2002).38 CHAMBON, P. (comunicación personal).39 CHAMBON, P. (1997).

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empezado a ofrecernos los primeros datossobre el tipo de alimentación, así como lasdiferencias o similitudes en la dieta de indivi-duos de distinto sexo y edad. A este respecto,queremos destacar el trabajo de M.I. SoaresUmbelino40 sobre Sant Pau del Camp (finalesdel V milenio) en el que demuestra que ladieta era similar tanto entre hombre y muje-res, como entre infantiles y adultos. En gene-ral se trataba de una alimentación vegetal ycárnica, con una presencia importante de fru-tos secos y de productos provenientes delmar. Por su parte, M.E. Subirà y A. Malgo-sa41 constatan que en la Bòbila Madurell (ini-cios del IV milenio) había individuos con unaalimentación desigual. Mientras los masculi-nos ingerían más productos cárnicos y lasmujeres más vegetales, los subadultos e infan-tiles tenían una dieta más equilibrada con elaporte de ambos alimentos.

Otro de los aspectos que están empezán-dose a tratar es la procedencia de las distintasmaterias que conforman la estructura funerariay los objetos depositados junto a los inhuma-dos. Si bien los ornamentos de variscita sonuno de los elementos más conocidos42, estántambién presentándose las primeras aproxima-ciones a las fuentes de aprovisionamiento de laarcilla y minerales empleados en la elaboraciónde la cerámica43 y puntualmente de ciertasrocas silíceas como el jaspe44. Si la arcilla eraun material mayoritariamente de origen localen asentamientos neolíticos, el jaspe durante

finales del V milenio podía ser fácilmente reco-lectado por los habitantes que vivieron en laactual provincia de Barcelona y alrededores45.

Con relación a los instrumentos líticos,también están siendo abordadas las cuestionestecnológicas y funcionales, que hasta ahorahabían sido prácticamente obviadas, segura-mente, por el protagonismo de la cerámicacomo fósil director46. Ahora no sólo conoce-mos mejor los sistemas técnicos empleadospara la explotación de las distintas litologías,sino que hemos podido saber cómo son losútiles, para qué y cómo se emplearon. Sinembargo, pensamos que la finalidad del estu-dio tecnomorfológico y funcional no debe serla descripción de los instrumentos o de lashuellas de uso, su análisis no tiene sentido ensí mismo si no constituye un medio de inter-pretación histórica con el que intentar aproxi-marnos tanto a las estrategias organizativasdirigidas a la subsistencia, como a las relacio-nes sociales de producción y de reproducciónestablecidas.

En esta línea, nosotros hemos realizadoun estudio estadístico47 dirigido a observar lasasociaciones entre los individuos enterrados(teniendo en cuenta su sexo y edad) y el con-junto de objetos depositados junto a ellos entres de las necrópolis neolíticas más importan-tes excavadas en estos últimos años: Sant Paudel Camp, Camí de Can Grau y Bòbila Madu-rell. Entre estos objetos, hemos prestado unaatención especial a la función de los instru-

40 SOARES UMBELINO, C. I. (1998).41 SUBIRÀ, M. E. y MALGOSA, A. (1996).42 VILLALBA, M. J. et al. (1998)43 CLOP, X. y ÁLVAREZ, A. (1997).44 CARBONELL, E. et al. (1997).45 En relación al tema del aprovisionamiento de rocas silíceas, en la actualidad se está realizando un proyecto, coordinado

por X. Terradas (Estudi de la disponibilitat de roques silícies per a la producció de linstrumental lític a la Prehistoria), diri-gido a caracterizar los distintos tipos de sílex que hay en la geografía catalana. Ello nos permitirá conocer, por ejemplo,si hay “sílex melado” en Cataluña.

46 GIBAJA, J. F. (1999). GIBAJA, J. F. (2002). GIBAJA, J. F. (2003); TERRADAS, X. y GIBAJA, J. F. (2001). TERRA-DAS, X. y GIBAJA, J. F. (2002).

47 Hemos realizado diversos tests estadísticos: coeficiente I de Jaccard, tabla de porcentajes de Lien, análisis factorial decorrespondencias y análisis factorial de correspondencias binarias.

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mentos líticos, ya que podía ser un medio conel que acercarnos a las actividades que hom-bres, mujeres y niños/as realizaban en elpasado48.

A partir de los resultados de los análisisestadísticos, hemos observado que no existeun comportamiento homogéneo entre comu-nidades de finales del V y principios del IVmilenio, ni incluso entre individuos de unamisma población. En la necrópolis de finalesdel V milenio de Sant Pau del Camp hemosapreciado que lo que predomina en el conte-nido de las tumbas es la escasez de ajuar y laigualdad entre los hombres, las mujeres y losniños, si bien objetos como los ornamentos,cuando aparecen, están casi siempre con unaparte muy concreta de la población: los indi-

viduos infantiles. Esta homogeneidad generalde los materiales hallados en los enterramien-tos de Sant Pau del Camp, contrasta con laheterogeneidad de algunas necrópolis de ini-cios del IV, en especial de la Bòbila Madurell.Así, frente a inhumados que apenas tienenajuar, existen otros que están acompañados deabundantes y variados objetos como: vasoscerámicos, núcleos y láminas de sílex melado,útiles de hueso, hachas pulidas, molinos,collares o pulseras compuestas de cuentas devariscita, etc. (Figura 8). Igualmente, hemosconstatado cómo mientras los individuosmasculinos se vinculan con el utillaje lítico ylos femeninos algo más con la cerámica y losinstrumentos óseos, los infantiles siguen pre-sentando como elemento más representativo

Fig. 8. Diversos enterramientos de individuos de sexo/edad diferente de la necrópolis de la BóbilaMadurell. Representación del ajuar asociado

48 GIBAJA, J. F. (2002). GIBAJA, J. F. (2003). GIBAJA, J. F. y WÜNSCH, G. (2002).

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los ornamentos realizados con cuentas de pie-dra (variscita, básicamente).

Asimismo, el uso del utillaje lítico dejadoa los inhumados, ha sido el medio que nos hapermitido proponer que, como mínimo, enalgunas de estas sociedades había establecidauna división del trabajo tanto a nivel sexualcomo de edad. Determinadas tareas parecenvincularse con los hombres (descarnado, tra-bajo de la madera o caza/defensa), con lasmujeres (tratamiento de la piel) o con todo elgrupo independientemente del sexo y la edad(corte de cereales). Si bien algunas de estasactividades pudieron ser realizadas individual-mente por cada persona, otras como las ta-reas agrícolas debieron requerir de la partici-pación de mucha gente en un momentoconcreto. También pensamos que la asocia-ción, prácticamente exclusiva, de los proyecti-les con los hombres adultos o seniles puedetener, más allá de su uso, un contenido sim-bólico concreto. Hay múltiples referenciasetnográficas en las que el arco y las flechas nosólo representan un elemento propiamentemasculino, sino que además reflejan la impor-tancia que algunas poblaciones atribuyen a lasactividades cinegéticas y de defensa.

Estas disimilitudes en el contenido de lastumbas, creemos que pueden ser el reflejo dedesigualdades jerárquicas incipientes. La posi-ción social que tenían algunas personas den-tro del grupo, debía ser mostrada y manteni-da cuando fallecía. Para ello, probablementese efectuaba todo un conjunto de prácticasfunerarias entre las que se incluía la deposi-ción de un determinado ajuar. Es posible quelos miembros de las unidades de parentesco alas que pertenecían estos individuos tambiénse beneficiaran de un tratamiento mortuorioespecial. Los importantes ajuares que estánasociados a ciertos infantiles de sepulturas deinicios del IV milenio, quizás son la plasma-ción de un status social heredado. Tales desi-gualdades, sin embargo, no pueden generali-

zarse y hacerse extensibles a todas las comu-nidades de este momento, ya que hay necró-polis como la del Camí de Can Grau dondeno existen diferencias tan marcadas entre losajuares de los individuos enterrados.

Estas diferencias sociales que parecen des-prenderse del análisis estadístico efectuadosobre los objetos e instrumentos depositadosen ciertas necrópolis de principios del IVmilenio, quizás son una imagen más de lasdisimetrías que pueden interpretarse si valora-mos la relación entre el número de individuosinhumados (ver supra) y la inversión de tra-bajo empleado en la construcción de determi-nadas estructuras megalíticas del V milenio(Tavertet) o principios del IV (dólmenes delEmpordà). A diferencia de las sepulturas enfosa que requieren poco esfuerzo y un escasonúmero de personas en su realización (costesocial), los enterramientos megalíticos levan-tados únicamente para depositar uno o dosindividuos debemos considerarlos quizáscomo uno de los posibles signos de diferen-ciación social.

Por otra parte, es probable que a medidaque se intensificaba la producción con la fina-lidad de adquirir materiales de origen foráneo,los medios de acceso se hubiesen hecho paula-tinamente más restrictivos. En este sentido, nodesechamos que la normalización de esas desi-gualdades en el seno de los grupos, llegara agenerar con el tiempo competitividad y con-flictos entre los integrantes de una mismacomunidad o entre poblaciones vecinas. Lascontradicciones producidas en los ámbitossocial, económico y político pudieron acabar,incluso, en enfrentamientos violentos. A esterespecto, aunque en este período son pocas laspruebas referidas a actos violentos o a la exis-tencia de estructuras defensivas, sí que cabetener muy en cuenta la presencia de personasmuertas o heridas, como es el caso de los indi-viduos con puntas clavadas de la Bòbila Madu-rell y del Camí de Can Grau. Con todo, desde

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los inicios del neolítico también hay represen-taciones pictóricas como las reflejadas en elarte levantino (Cingle de la Mola Remigia, elabrigo de les Dogues, el Molino de las Fuen-tes, el Abrigo de Minateda, etc.), en las que seaprecian enfrentamientos entre poblaciones. Sibien no podemos afirmar con seguridad queestos probables signos de agresión sean una delas consecuencias de las incipientes desigualda-des sociales, resulta significativo que a partirde finales del IV milenio, en el norte de Espa-ña y el sur de Francia, aumenta el número deindividuos muertos de forma violenta enestructuras dolménicas o en cuevas con un usofunerario49.

5. CONCLUSIONES

El registro funerario del neolítico catalánes de una riqueza excepcional. Tal es su enti-dad que P. Bosch Gimpera a principios delsiglo XX lo categorizó como la “Cultura delos Sepulcros de Fosa”. Los años de investiga-ción, el refinamiento metodológico en lasexcavaciones, las nuevas técnicas aplicadas y lanecesidad de fechar los yacimientos, nos hanpermitido conocer mucho mejor todo lo querodea a las formas constructivas de los ente-rramientos y a su contenido.

A lo largo de este trabajo hemos queridoreflejar las diversas prácticas funerarias sobrelas que tenemos constancia, hasta ahora, parael neolítico catalán. Así, hemos visto que fren-te a la variabilidad morfológica de los enterra-mientos, se aprecia que, a excepción de ciertos

contextos funerarios (cuevas/abrigos y minasde Gavà), mayoritariamente se inhuman a unoo dos individuos. De la misma manera, en lassepulturas de finales del V milenio y principiosdel IV, suele ser habitual encontrar determina-dos elementos de ajuar como instrumentos desílex y hueso, útiles macrolíticos, ornamentosen forma de cuentas de collar o pulseras, reci-pientes cerámicos, etc.

Si bien cada día tenemos más conoci-mientos sobre las comunidades que erigierontales sepulturas y que enterraron a sus muer-tos, aún queda mucho por hacer. En este sen-tido, los cambios teóricos y las nuevas hipóte-sis nacidas de dicha concepción teórica, estánsiendo el eje vertebrador a partir del cual bus-car los medios necesarios, algunos de los cua-les ya están hoy a nuestra disposición50, paraacercarnos a las sociedades pretéritas del neo-lítico. Más allá de la descripción del registroarqueológico, debemos aproximarnos a lossujetos protagonistas. Creemos, en definitiva,que las prácticas funerarias pueden ser uno delos caminos idóneos para acercarnos al cono-cimiento de la organización social y económi-ca de los grupos que vivieron en el pasado51.

AGRADECIMIENTOS

Quisiera agradecer a los Doctores XavierClop y Xavier Terradas tanto la lectura críticade este trabajo, como las numerosas aporta-ciones e informaciones que nos ha ofrecido.Parte de las reflexiones que aquí hemos escri-to han nacido de sus comentarios.

49 GUILAINE, J. y ZAMMIT, J. (2001).50 MAJÓ, T. et al. (1999).51 DUDAY, H. et al .(1990).

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